viernes, mayo 31, 2013

Ley de Emprendedores: el nuevo ciclo del desastre

Uno de los recursos continuos del Gobierno con sufrimos por mor de nuestras urnas para justificar todos los excesos contra los derechos laborales que está llevando a cabo es la necesidad de incentivar la creación de empresas que, según ellos, originarán a su vez riqueza y empleo.
No es que la teoría no sea cierta pero el problema es que ese empleo llegará cuando la remuneración por él haya bajado tanto que apenas haya diferencia para el asalariado entre trabajar y no trabajar a la hora de no llegar con su dinero a fin de mes.
Pero, como para justificar esa posición teórica que se les está desmoronando cada vez que asoman la cabeza por las ventanas de Moncloa y se detienen a contar el en continuo ascenso número de parados, las huestes de Rajoy se han lanzado a lo que muy ampulosamente han llamado Ley de Emprendedores. Es decir, la normativa que supuestamente conseguirá que se creen todas esas empresas que contratarán a los seis millones de parados y nos harán vivir plenamente felices y acomodados para siempre. Amen.
Y como suele ocurrir en todo, a la corte genovita se le ve el plumero, se les destapan las vergüenzas. Como cada vez que tiran de pluma o teclado para redactar una ley se les queda la nalga al descubierto.
Comienzan con algo que resulta cuando menos sorprendente: el empresario, en caso de desastre, endeudamiento y ruina, no tendrá que responder con su casa pese a que para su negocio haya pedido un préstamo hipotecario.
¡Vaya hombre! O sea que una avalista privada de 71 años se queda sin casa porque su hijo no puede pagar las mensualidades de un crédito del que le quedan por pagar 11.000 euros y un emprendedor no la pierde aunque se haya metido en un negocio inviable, sin asesoramiento, sin capacidad de gestión y sin valorar si la situación del mercado estaba para ruidos.
Curioso principio para ellos, intransigentes defensores de la familia en otros campos. Ayudar a un hijo tiene funestas consecuencias, cagarla en un negocio no.
Pero la cosa no acaba ahí. Sigue y sigue. Cuando la estupidez ideológica se desata resulta casi imposible contenerla. Ni siquiera con la realidad.
De esta impunidad -responsabilidad limitada, la llaman ellos- quedan excluidos los pagos a la Seguridad Social y a Hacienda. Nada que decir sobre los primeros puesto que repercuten en terceros, en los trabajadores, pero ¿me están diciendo que Hacienda tiene prioridad sobre los acreedores privados?, ¿no eran ellos los liberales económicos?
De modo que todos los otros emprendedores que han abierto empresas que suministran a ese emprendedor arruinado o moroso se quedan sin cobrar porque él solamente puede satisfacer los pagos a Hacienda y a su vez dejan de pagar a sus proveedores. Curiosa hermandad para el desastre.
La Hacienda española, que puede desprenderse con incomprensible magnanimidad de miles de millones defraudados y sacados al extranjero en una amnistía fiscal que incluye al ex tesorero del partido gobernante, que puede demorar y refinanciar hasta la extenuación las aportaciones autonómicas de Valencia y Madrid, entre otras comunidades, que puede prescindir de los impuestos que debería pagar un magnate del juego semi esclavista o renunciar a los ingresos del IBI de la jerarquía católica o a los que debería ingresar de las licencias de obras o adquisiciones de suelo para la edificación de colegios religiosos privados, no puede permitirse el lujo de demorar, renegociar o suspender temporalmente los pagos al erario público de un emprendedor en beneficio de que salde las cuentas con aquellos que necesitan también esos ingresos para mantener su empresa o su sueldo.
O sea que el emprendedor, el supuesto paladín salvador que acudirá a lomos de su caballo blanco a rescatar a los desempleados españoles y a conducirlos hacia un horizonte de riqueza compartida y mejora económica, puede perder su casa por no pagar a Hacienda pero no por no pagar a sus trabajadores, sus proveedores o sus acreedores. Un concepto interesante.
Y luego está el IVA de caja. O sea que no se paga el IVA hasta que no se cobra la factura. Pero claro, como este gobierno nuestro en lo que se refiere al mundo empresarial no puede obligar a nada, -bueno no quiere obligar a nada-, la cosa tiene sus trampa. 
Mientras una empresa no pague el IVA  de una factura que no ha cobrado la otra no se lo puede deducir de esa misma factura. O sea que todo el que se acoja al IVA de caja perderá clientes que preferirán seguir usando el otro modelo para poder deducirse el IVA cuanto antes.
¿Y a quien beneficia eso? Pues a los de siempre. A las grandes empresas, a aquellos que tienen la capacidad de especular con sus facturas por su volumen, de demorar o anticipar los pagos en función de su conveniencia.
¡Mira tú! una Ley de Emprendedores que acaba beneficiando a las grandes empresas. 
Si el IVA de caja fuera el único modelo sería bueno. Las pequeñas empresas lo llevan demandando desde hace años, pero si convive con el actual solamente contribuirá a robarles clientes a manos de empresas más grandes y asentadas que sí podrán mantenerse en el sistema de pagos anticipados. 
Por no hablar de las inmensas posibilidades de fraude que abre esa doble contabilidad obligada. Curioso.
Es de suponer que ya habrán previsto una solución para eso dentro de un par de años en forma de amnistía fiscal.
Y para rematar la faena, quizás por aquello de la proverbial religiosidad que ahora impregna los pasillos de Moncloa, esta el Business Angel.
¿Quién es este ángel de los negocios?, se podrían decir muchas cosas, pero en esencia es aquel a quien siempre protege y beneficia este Gobierno, aquel para el que hace todas las leyes y en cuyo altar coloca todos los sacrificios que nos impone: el especulador -¡Uy, perdón, quería decir el inversor!
Una persona que desgravará el 20% del capital en la inversión en una nueva empresa hasta 20.000 euros y que luego podrá vender su participación sin pagar un duro de impuestos por sus beneficios siempre y cuando utilice una parte para repetir la inversión en otra nueva empresa.
Alguien que creará un ciclo sin fin de movimientos financieros en los que abandonará una empresa cuando empieza a decaer para crear otra nueva y embolsarse sus beneficios libres de impuestos, poniendo en marcha una cadena de constantes nuevas empresas que hincharán falsamente la actividad empresarial y que al final, cuando deje de apoyarlas harán lo que están condenadas a hacer, hundirse de nuevo.
¿Nos suena el concepto burbuja de algo? ¿nos suena de algo el término fiasco de las .com en Estados Unidos?
O sea que en realidad el Gobierno y su ley Emprendedores no están ni beneficiando al emprendedor, ni creando un modelo nuevo de economía. Están reiniciando el ciclo del desastre, del milagro convertido en infierno, del crecimiento transformado en hundimiento.
Están volviendo a llenar de aire y humo otra burbuja en la que volverán a ganar los mismos, los inversores y volverán a ser arrasados los mismos, todos los demás. Incluidos los emprendedores. Eso sí, podrán conservar su casa si pagan puntualmente a Hacienda.
Bienvenidos al eterno retorno.

jueves, mayo 30, 2013

La FP nos muestra la prioridad educativa real del PP (y, por desgracia, algunas de las nuestras)

Todos tenemos nuestras prioridades. Es un hecho incuestionable que no podemos ni queremos darle a todas nuestras circunstancias la misma importancia. Tan incuestionable como que gran parte del fiasco en el que hemos transformado este constructo que llamamos civilización occidental atlántica se debe en que hemos fijado esas prioridades siguiendo una lógica difícil de entender o, para ser más exactos, que cambiamos la lógica de esas prioridades según sopla el viento y según el pie que colocamos primero en el suelo al levantarnos cada mañana. 
Y si hay un ejemplo que puede escribirse con letras de neón de esa mutabilidad en las prioridades es nuestro agotado y agotador gobierno. Los inquilinos moncloítas son la ilustración perfecta de como las prioridades cambian según la fortaleza de los vientos que mueven la veleta de su cada vez más mudable ideología.
Sobre todo en Educación.
Se empezó con eso de la libertad de elección para justificar el apoyo incondicional a la educación concertada, primando por encima de una Enseñanza pública conducida al colapso y la destrucción.
Pero, de repente, cuando se topa uno con la Formación Profesional, esa prioridad desaparece. La Comunidad de Madrid elimina 23 millones de euros en subvenciones a los centros concertados de Formación profesional de la región condenando a muchos al cierre porque se dice y se argumentas que en esta materia la libertad de elección de padres y alumnos ya no es tan importante. Que el Gobierno ha decidido como y donde tiene que  realizarse la Formación Profesional -siguiendo el modelo dual alemán, claro-.
Luego, cuando la enseñanza pública se les puso de uñas, se siguió con eso de que había que ahorrar. Se condenó a centro públicos a vivir en una permanente era glaciar por falta de gasóleo, se eliminaron desdobles, profesores de apoyo, se aumentaron los ratios de las aulas, se cercenaron asignaciones para laboratorios o aulas audiovisuales, se eliminaron becas de movilidad universitaria, se cerró el grifo de las becas de comedor y libros, se cambiaron los criterios para dejar fuera de las ayudas de transportes a barrios y urbanizaciones enteras y hasta se dejó de pagar el dinero de los comedores en aras de un ahorro que era la prioridad absoluta, necesarias e incuestionable.
Pero de repente nos asomamos a la Formación profesional y eso parece haber cambiado radicalmente porque se ahorran 23 millones en subvenciones que permiten estudiar FP a quien lo desee en esos centros porque el coste de medio de la mensualidad es de 25 euros al mes, pero se gastan 25 millones euros en becas restrictivas y que dejarán fuera a un tercio del alumnado.
Becas que solo serán concedidas a quien haya cursado antes bachillerato. O sea que no puedes decidir directamente que te gusta la mecánica de automoción o que no quieres complicarte la vida y quieres estudiar Administrativo. Bueno, puedes hacerlo, pero te quedas sin beca. Y también te quedas sin beca si eres mayor de 23 años. 
Aunque, eso sí, los que estudian FP en centros privados si tienen derecho a beca aunque ahora no tengan problemas para pagar mensualidades hasta ocho veces superiores a las de los centros concertados y de los públicos.
Y finalmente el otro argumento que los ideólogos de la Educación entendida al modo de Génova, 13 esgrimieron para sus actuaciones fue el de evitar la discriminación. Cuando se trataba de la falsa dicotomía entre estudiar religión y no estudiarla, argüían que nadie tenía porqué pagar mas por la educación de sus hijos por el hecho de querer que esta educación incluyera los supuestos valores católicos que la enseñanza de la religión se dice que aporta,
Pues esta prioridad se ha ido al traste también en la FP. Los alumnos que no quieran realizar esa FP dual estarán condenados a pagar 10 veces más que ahora. Serán discriminados porque no tendrán acceso a las becas y sus centros ya no recibirán subvenciones -incluso los religiosos, ¡quien lo iba a decir!-.
Así que las prioridades de este Gobierno con la Educación han ido cambiando, han ido apareciendo y desapareciendo hasta que hemos llegado a la FP y hemos descubierto lo que en realidad ocurre.
En realidad no es que hayan cambiado. Es que nunca existieron.
Es que la única prioridad que tiene este Gobierno es otra. Una que hace de la reforma de la FP algo que nada tiene que ver con la educación, con la libertad de elección, con el ahorro ni con la discriminación. Algo que nos muestra lo que siempre fue. El tercer brazo de la reforma laboral.
Lo único que quieren, en lo único que piensan es en ellos mismos. En idear un sistema que facilite a la élite patronal -que no empresarial, que un empresario es distinto de un patrono- el mayor número de obra barata para seguir engordando sus cuentas de beneficios y que los sobres sigan fluyendo por los pasillos hasta sus bolsillos.
Porque la FP dual lo único que busca es lograr que los jóvenes trabajen prácticamente sin salario, lo mismo que buscan las reformas laborales, el abaratamiento del despido, la reducción hasta la eliminación de las prestaciones por desempleo.
La única prioridad es que ellos, aquellos a los que defienden y que la elite económica de la que forman parte siga llenándose los bolsillos a costa del trabajo de otros. Su única prioridad es y siempre ha sido de forma inmutable ellos mismos.
¿Por qué hace esto el Gobierno?, ¿por qué es perverso e inhumano?. No. La respuesta es mucho más sencilla. Más dolorosa y más trágica, pero más sencilla. Lo hace porque es un Gobierno emanado de nosotros y es como nosotros.
Porque el Gobierno hace lo mismo que muchos de nosotros hacemos en nuestros ámbitos privados y sociales. No es que cambiamos las prioridades es que solamente tenemos una: nuestra conveniencia.
Por eso cuando algo nos afecta o nos perjudica es prioritario que todos luchen por la justicia pero cuando algo no nos atañe directamente se vuelve prioritario resistir con la cabeza agachada aunque todos los demás estén siendo sometidos a la injusticia más flagrante; porque cuando queremos juerga todos tienen que quererla pero si no tenemos las gónadas para ruido los demás deben solidarizarse,  si queremos cariño nos lo tienen que dar pero si no estamos de humor para darlo nos tienen que comprender y dejarnos en paz; porque cuando somos los ofendidos es prioritaria la mano dura pero cuando somos los ofensores la comprensión y la compasión se vuelven por arte de la varita mágica de nuestro egoísmo en  la prioridad absoluta.
Porque la única prioridad, en resumen, es lo que nos en cada momento, nosotros mismos y nuestros deseos. Porque no somos capaces de pensar en contra nuestra y mantener nuestras prioridades cuando estas nos resultan onerosas o complicadas. Simplemente porque no las tenemos más allá de aquello que vemos reflejado en el espejo.
Así que ya sabemos lo que tenemos que hacer para cambiar de Gobierno. Tenemos que hacer lo mismo que están haciendo profesionales del ámbito docente, sanitario y de otros muchos entornos. Arriesgar lo nuestro para salvar lo de todos. Dejar de actuar como el gobierno. Dejar de dar prioridad a lo nuestro por encima de lo de todos los demás. 
Sigamos el ejemplo del las mareas, de los escarches, de los encierros o de lo que queramos, pero si queremos cambiar este gobierno tenemos que empezar por cambiarnos nosotros.
Y eso sí que será una buena formación profesional.

miércoles, mayo 29, 2013

Es arcaico no estudiar religión (temario propuesto)

Después de todo lo dicho y lo escrito sobre la asignatura de religión, me doy por vencido. Arrojo la toalla y aquí, con impulsos eléctricos y teclado de testigos, afirmo sin reparos que es bueno equitativo y saludable que los infantes de este país desperdicien dos horas semanales de su calendario lectivo en acercarse a ese hecho ideológico y social llamado religión católica.
Tanto me rindo a la evidencia, me pliego ante la irrefutable argumentación de que es "arcaico" oponerse a esos estudios, que hasta propongo un temario de religión para hacer a sus episcopales eminencias más sencillo su trabajo adoctriador hacia el ideario vaticano.
Tema Primero: Los Orígenes.
Es sano que los alumnos españoles estudien como un individuo de los albores de la historia documentada llamado Jesús y supuestamente nacido en la polvorienta Galilea, circunscrita en la provincia de Siria, bajo el dominio romano, cargó contra sus estructuras religiosas, denunció la hipocresía de los más altos jerarcas religiosos de su tiempo, afirmó a voz en grito que la religión era algo entre la persona y su dios y acabó muerto, entregado a manos de un poder político solamente preocupado por el control, por esos jerarcas religiosos que lo celebraron con vino y banquetes mientras decían actuar en nombre de su dios.
Tema segundo: La Expansión
Es justo que los estudiantes de secundaria y bachillerato estudien como los fanatizados seguidores de ese individuo olvidaron por completo lo que él decía y decidieron pasar a cuchillo a todos los sabios de Alejandría, quemar su biblioteca, el mayor compendio de saber de la historia, y dirigidos por unos obispos deseosos de medrar y que convertían en mártires a asesinos y fanáticos que mataban en la noche a todo aquel que no estaba de acuerdo con ellos y lo que ellos decían que quería su invisible e inaudible dios, convertir en un erial una de las maravillas de la antigüedad.
Tema tercero: La Consolidación.
Es saludable que los alumnos añadan a sus conocimientos cómo los descendientes de esos jerarcas se aliaron con un emperador que tenía el mismo sentimiento religioso que un dragaminas de combate para reunirse en la ciudad de Nicea e inventar, bajo el impulso más que apreciable de las puntas de los pilum de la tercera cohorte de la segunda legio constaniniana pinchando sus traseros, todos los dogmas necesarios para que el emperador pudiera declarar una religión, que ya nada tenía que ver con el profeta nazareno, como culto oficial del Imperio.
Tema cuarto: El Primer Milenio
Es apropiado que nuestros vástagos se empapen del modo en que, allá por el primer milenio, monjes, anacoretas, santones y jerarcas se arrojaron a una furia de expiación a cualquier precio que llevó a la hoguera a miles de mujeres por saber cocer las hierbas que crecían en los bosques, a miles de hombres por conocer el tradicional secreto de la aleación de metales o de la construcción de espejos. El modo en el que, desde Roma, los que decían ser herederos intelectuales de aquel que nada había dicho sobre eso, convirtieron la vida de los de aquellos tiempos en un sangriento juego de espada y brujería que indefectiblemente acaba con cuellos cercenados y cuerpos calcinados.
Tema quinto: Las Primeras Disensiones.
Resultará provechoso para nuestros bachilleres conocer que toda la población de Albi fue masacrada por creer que el sexo nada tenía que ver con dios y que no era pecado o como Dulcino y sus seguidores fueron perseguidos hasta su erradicación por defender que dios no perdonaba sin penitencia y que no había salvación posible para aquellos que habían usado su nombre para alcanzar poder y gloria.
Tema sexto: La Unificación
Será revelador que los alumnos entiendan cómo la única manera que encontraron de unirse los reinos cristianos fue atacar en las cruzadas a una religión, que no solo no los había agredido sino que además los respetaba, y bañarse en su sangre y de paso también en la de los judíos. Que se utilizó el nombre de dios para provocar trece guerras que arrasaron Bizancio, un reino cristiano, en beneficio de Venecia, que repartieron rutas comerciales entre los reinos cristianos en detrimento de los turcos o que mandaron a la muerte o el pillaje a la hez del mundo occidental con la que ya no podía lidiar monarca alguno.
Tema séptimo: La Purificación de la Fe
No estará de más que los alumnos se acerquen a los conocimientos que les revelen cómo se estableció una institución que expulsó de sus casas y de sus tierras, torturó, persiguió y asesinó a miles de personas de otras religiones con el único objetivo de sumar sus posesiones y riquezas a los feudos obispales y reales. Como La Inquisición inventó acusaciones para sus autos de fe, pervirtió su doctrina para quemar, expulsar o embargar a mozárabes, judíos, musulmanes y algún que otro hereje despistado. Como utilizó su poder para masacrar a los "paganos" de las nuevas tierras si no se convertían, como expandió, a golpe de auto de fe masivo y pilas crematorias comunales, su doctrina de poder omnímodo entre los indígenas de esas tierras.
Tema octavo: La Escisión
Y también sera saludable que los estudiantes conozcan que, cuando algunos denunciaron la podredumbre de las estructuras jerárquicas -las mismas contra las que su fundador había luchado-, fueron perseguidos y acuchillados en sus camas en la noche de San Bartolomé, encerrados en las incendiadas torres de La Rochelle, sepultados por los cascotes de sus propias casas derribadas a cañonazos en la ciudad alemana de Kassel. Y como los seguidores de una y otra tendencia se arrojaron a una guerra fanática y sin cuartel que se llevó por delante media Europa.
Tema noveno: Los Tiempos Modernos
Será más que beneficioso que en nuestras aulas se explique como, ya en la Edad Moderna, se persiguió, declaró hereje, impuso silencio y se hizo morir de pena y aislamiento a todo científico que expusiera un descubrimiento que atentara contra la visión vaticana del mundo. Desde Galileo hasta Newton. Que Roma impuso la ignorancia como forma de control, que los papas conminaron a los monarcas a mantener a sus poblaciones en la ignorancia para "evitar la convulsión de la fe". Que santificaron a déspotas, declararon voluntad de dios la servidumbre y la esclavitud y pusieron la cruz al servicio de la riqueza y el poder.
Tema décimo: La Edad Contemporánea.
Será bueno que los niños y jóvenes sepan que hubo un papa que declaró sin pudor que "el fascismo es la única solución para salvar las almas de Europa del demonio comunista". Que las jerarquías episcopales conspiraron para mantener en el poder al dictador Batista en Cuba, facilitaron información para que los escuadrones de la muerte mandados por otro dictador salvadoreño tirotearan a Monseñor Romero en plena misa, se pusieron del lado y dieron la comunión a un loco furioso llamado Pinochet que se hizo con el poder después de bombardear a los gobernantes emanados de la voluntad popular en Chile, usaron sus confesionarios y sus iglesias para recabar información para las patrullas nocturnas de los dictadores militares argentinos, que hacían desaparecer para siempre a los opositores, condujeron bajo palio al dictador español y usaron a sus clérigos de policía política para facilitar las purgas de Franco en la posguerra española.
Y como tienen que sacar buena nota, que ahora cuenta para la media, hasta propongo un tema para la Matricula de Honor.
Tema undécimo (solo para Matrícula de Honor): Evolución histórica de la relación entre cambio y poder en la sede vaticana.
Será bueno que los alumnos indaguen e investiguen para desarrollar un tema en el que se incluya por qué murió repentinamente San Gregorio Magno cuando intentó llevar de nuevo a la fe a la estructura romana; por qué renunció Celestino V y volvió a su vida de ermitaño para acabar muerto con un clavo en el cráneo; por qué vivió aislado hasta su muerte Juan XXII, después de haber intentado acabar con el poder del colegio cardenalicio y de paso con el infierno; por qué su homónimo de numero XXIII acabó sus días hastiado, sin poder poner en marcha la reforma que había querido impulsar en el Concilio Vaticano II; por qué  murió Juan Pablo I cuando su corazón dejo de latir justo después de haber renunciado a la tiara de tres coronas de oro y el palanquín y de anunciar que su primera reforma serían las finanzas vaticanas y la composición del cuerpo elector del Vaticano.
Entonces nuestros alumnos de secundaria y bachillerato podrán obtener el diploma de aprovechamiento en sus estudios de religión.
Y es más, si no demuestran en una revalida especial que conocen todo eso, que no pasen de curso ni de ciclo hasta que lo tengan claro.
Porque eso es estudiar religión católica, ¿no? Y sería "arcaico", como dicen los episcopales españoles, oponerse a eso.

sábado, mayo 25, 2013

No es el Gobierno, muchacho, es la ideología.

La estrategia de las cortinas de humo es algo tan viejo como la política. El desviar la atención de lo importante hacia lo superfluo para ocultar, silenciar o minimizar acciones que, de otra manera, serían tan obvias y evidentes que generarían rechazo es algo que se estila desde que  César atravesó el Rubicón con sus legiones, desde que los césares la tomaron con Britania para ocultar sus vergüenzas caseras.
Y nuestro gobierno, el que nos arrojamos sobre los hombros y el futuro en nuestra última visita a las urnas, tira de esa estrategia con la misma fruición con la que los sobres cogidos y entregados  volaban por los pasillos de Génova, 13 de mano en bolsillo.
Esa estrategia nos arroja a Gallardón a la arena para despertar la ira de la progresía de salón con una Ley del Aborto aun inexistente que dejará las cosas exactamente igual y hará o dejará de hacer que aborten el mismo número de mujeres que con o sin ley de plazos.
Nos coloca el capote del españolismo de Rajoy y el catalanismo de Artur Más en un enfrentamiento de esgrima política que realmente oculta que su principal competición estriba en quién recorta más derechos y prestaciones  a los ciudadanos bajo su gobierno; nos hace desayunarnos con el obispo Amigo -no se de quién, pero Amigo a la postre- dudando de la tradición democrática de los partidos que se oponen a su ideario como si el hecho de conducir bajo palio a un dictador, bendecir sus pantanos, pedir el voto para Fuerza Nueva en la Transición o santificar alzamientos militares como cruzadas por la fe nacional católica fuera una tarjeta de presentación democrática que les diera a los jerarcas purpurados patrios autoridad para pontificar sobre la materia
Y así con toda suerte de distracciones que los medios de comunicación colocan en primera plana cuando tendrían que publicar en las necrológicas y que sirven a nuestros gobernantes para que sus recortes en lo esencial, en lo fundamental, en el futuro, en nuestra capacidad de supervivencia como individuos y sociedad, pasen cada vez más inadvertidos.
Y la más trabajada de estas distracciones es la excusa permanente de que "es necesario", de que "no se puede hacer de otra manera", de que "de algún sitio hay que sacar el dinero".
Da igual los informes en contra que presenten los profesionales de la sanidad pública demostrando que no se ahorrará privatizando los hospitales madrileños; da igual que los presupuestos de las comunidades autónomas que más recortan en Enseñanza Pública presenten incoherencias de gastos millonarios en cesiones y concesiones a la educación privada mientras se niega lo esencial a la pública. Los inquilinos del gobierno nacional y de sus satélites autonómicos se han enrocado en esa explicación hasta que les ha sido imposible mantenerla.
Lo suyo sería que entonces reconocieran que en realidad actúan por ideología, por impulso teórico de lo que creen y lo que piensan. 
En contra de los que se dice y se escribe no es perverso gobernar aplicando tú ideología. Es lo lógico. Nadie gobierna ni legisla desde la absoluta neutralidad ni, por supuesto, desde una ideología que no es la suya.
Y como eso parece lo normal, al final, con la boca pequeña y los dientes apretados en ese rictus soberbio y contrariado que se gastan permanentemente las huestes económicas de Moncloa, lo reconocen. 
Afirman que  es posible que haya otras formas de afrontar la crisis pero que ellos han decidido aplicar la austeridad porque creen en ella y porque piensan que es la política más acertada y responsable.
No habría nada que decir a eso -salvo que se equivocan- si fuera verdad. Pero en realidad es otra cortina de humo. La última salva. Como diría el escritor de anticipación, el mítico Frank Herbert, "la finta en la finta de la finta"
Utilizan su supuesta ideología económica como excusa y velo que esconde la verdadera motivación de sus decisiones, de sus planes. Dicen seguir su ideología en el aspecto económico para que no nos demos cuenta de que en realidad están imponiendo su ideología social. O su ideología antisocial, para ser exactos.
Lo hacen con la Universidad
Porque No cortan las becas de movilidad universitaria y eliminan la selectividad única para ahorrar y eso produce el efecto colateral indeseado de cambiar las condiciones de acceso a la universidad pública.
Cortan las becas de movilidad universitaria para limitar el acceso, para que nacer y vivir en Motilla del Palancar, Conquista de la Sierra o Tomelloso sea sinónimo de no poder estudiar una carrera universitaria a menos que tus padres puedan tirar de cuenta corriente para pagarte un alquiler en Madrid, Sevilla o Ciudad Real.
Porque eliminan la selectividad de distrito único para hacer imposible la permeabilidad social entre los estudios y los estudiantes, para transformar en autárquica, local e intrascendente una institución como la universidad que, por propio nombre y naturaleza, debe ser universal. Para minimizar su condición de catalítico social de la juventud, para eliminar la disensión colectiva que desde su creación en la Edad Media ha caracterizado al entorno universitario.
Lo hacen con la atención sanitaria.
Que los inmigrantes se queden sin atención no es un efecto secundario de ajustar las cuentas es el objetivo primario de aquellos que utilizan el ahorro para justificar una ideología que odia al extranjero, que considera inferior al inmigrante, que hace de la sangre y la cuna el centro de un orgullo nacional baldío y medieval.
Que los enfermos crónicos, los discapacitados o los dependientes se queden sin sostén y sin ayudas no tiene nada que ver con la necesidad de austeridad. Lo hacen porque consideran que sobran, que cuanto antes desaparezcan mejor, que el Estado no tiene porque ocuparse de aquellos que no pueden generar réditos económicos a las arcas en las que luego ellos meterán la mano para beneficiarse.
Lo hacen con el empleo
Porque generan una formación profesional que te arroja al mercado laboral en condiciones precarias no porque no haya dinero para otra cosa, sino porque piensan que el trabajador debe tener lo justo para comer y tener un techo por los pelos y dedicarse a trabajar por aquello que quieran pagarle sin expectativas, sin ocio, sin capacidad de vivir más allá de su supervivencia.
Y pergeñan un sistema de contratación y unas condiciones laborales extraídas directamente del servilismo feudal porque están convencidos que aquel que tiene que recurrir a su trabajo para ganarse la vida debe dar gracias a los poseedores del capital por arrojarle las migajas y conformarse con lo que estos quieran darle a cambio de su trabajo. Y, si se les ocurre reimplantar el derecho de pernada, agachar la cabeza y sentirse honrada porque el señor del castillo -o de la empresa- decida meterse entre sus piernas.
Lo hacen con la enseñanza
Porque las revalidas y el nuevo sistema de educación obligatoria y bachillerato no pretende ahorrar un céntimo de euro, lo único que busca es arrojar de las aulas al mayor número de estudiantes cuanto antes porque estarán mucho mejor cobrando 800 euros el resto de su vida que aprendiendo cosas que luego podrían utilizar contra el Gobierno y cursando estudios que les harán pensar por sí mismos y les pondrán las cosas difíciles a sus empleadores, transformados en señores feudales del siglo XXI.
Lo hacen con los medios de comunicación.
Destrozan Telemadrid, conducen al ridículo a Televisión Española, hacen desaparecer Canal 9 no porque no tengan dinero para mantenerlos, no porque su doctrina económica les imponga cercenar esos gastos, sino porque su ideología sobre la función de los medios en la sociedad les hace pensar que esos medios tienen que estar al servicio de su aparato de propaganda, de su eterno mantenimiento en el poder, de la constante justificación y engrandecimiento de sus actos.
Lo hacen, en definitiva, con la democracia.
Porque no intentan recomponer los poderes públicos para ahorrar, para gastar lo mínimo necesario, sino que lo hacen para intentar lograr que todos los poderes del Estado estén bajo su férula y su control y para conseguir que los ciudadanos, sus votos y sus decisiones trabajen en beneficio de esa élite guerrera de los negocios y los cohechos que forma su entorno. 
Lo hacen para que la forma de la democracia esconda el fondo la plutocracia oligárquica y feudal que es la sociedad que tiene en mente su concepción ideológica.
El ahorro, la austeridad, la ideología económica es simplemente el último velo de la indecente danza de engaños que lleva interpretando la corte genovesa desde que accedió al poder.
Seguramente habrá bienintencionados votantes del Partido Popular que hayan votado creyendo que se trataba de aplicar el liberalismo económico y aún crean que esto va de eso.
Pero el problema no radica en que se gobierne según la propia ideología -.eso lo hace todo el mundo, aunque en ocasiones resulta bastante irresponsable-. El problema es la ideología en sí misma. 
No es que el Partido Popular no tenga derecho a gobernar según su ideología, es que no tiene derecho en el mundo moderno a tener esa ideología social.
Y puede que para los monseñores y los genovitas eso sea "profundamente antidemocrático", pero resulta que hace varios siglos se estableció una linea ideológica que no puede traspasar ningún gobierno: no se puede tener una ideología que suponga que un Gobierno ejerce el poder en beneficio propio y en detrimento de sus  ciudadanos.
Y no fuimos nosotros quienes establecimos esa frontera infranqueable. La estableció el cortante filo de una señorita con apellido francés y la sangre fluyente de un rey.
No se trata de economía, se trata de sociedad. No se trata de que sea perverso gobernar ideológicamente sino de que la ideología con la que se gobierna es perversa, injusta e ilegal. No se trata del dinero, se trata de libertad. 
Ellos mismos. Nosotros mismos.

viernes, mayo 24, 2013

Y los obispos condenan a su dios al odio o al olvido

Vaya por delante que no es, ni de lejos, lo más importante, lo más destacable ni lo más perversamente retorcido, de la ya en trámite Ley Wert de Educación, pero hay ocasiones en que hay que apartarse un momento del furioso golpear del oleaje para poder contemplar la mar de fondo de las grandes tempestades.
Y en esta ley furiosa, vengativa, fanática e injusta, la marejada es sin duda la implantación de la asignatura de religión como obligatoria e incluida en la media académica. Un punto que pese a su intrascendencia temporal, ya que durará lo que dure el actual poder omnímodo del Partido Popular, merece un sucinto comentario. Tan breve como es la amplitud de miras que aquellos que la han forzado.
Aunque es injusto e inapropiado que el dogma de la Trinidad se coloque al mismo nivel que el Teorema de Pitágoras o que la transustanciación tenga el mismo valor docente que la formulación química de óxidos o el conocimiento y desarrollo de las motivaciones sociales del Trienio Liberal, hay que decir una cosa.
La visión de túnel del Gobierno y de la Conferencia Episcopal Española nos está haciendo un favor. Nos lo está poniendo fácil a todos aquellos que pensamos que la educación y la enseñanza deben servir para afilar los mecanismos de pensamiento del ser humano, no para decirle lo que tiene que pensar.
Nos está haciendo un favor porque se está metiendo en un callejón sin salida, en un laberinto del que le resultará imposible salir. Porque están conduciendo a su dios por un camino que solamente le convertirá en un concepto odiado o en un concepto olvidado.
Es un error que ya han cometido antes, pero se ve que no aprenden de sus propios errores porque siempre tienen a su dios para echarle la culpa de ellos.
Ahora hay que aprobar religión y hay que aprobarla con nota si no queremos que la mitología judaica nos impida alcanzar la nota que precisamos para estudiar física cuántica,  antropología, derecho o cualquier otra materia universitaria.
Los obispos -quizás porque no tienen hijos- y el ínclito Wert -quizás porque nunca se ha preocupado de los suyos- desconocen lo que eso supone para la mente de un estudiante.
Si los profesores de religión ponen de verdad empeño y denuedo en enseñar los dogmas de fe, si se ponen duros y tiran de fortaleza teológica y de rigor en las calificaciones, tendrán que suspender, tendrán que obligar a los alumnos a estudiar una materia que ellos sabrán que no les va a servir para nada, superado el trámite de su estudio. Una materia que no volverán a encontrarse en ningún estudio universitario -salvo la teología, claro está-. Y la odiarán por eso.
La odiarán por restarles tiempo para estudiar las otras materias por, siendo inservible para su futuro académico, detraerles décimas e incluso puntos en su media académica.
Asociarán el crucifijo de la clase con el reloj que, junto a él, marca el lento paso del tiempo en una clase inútil para su futuro académico. No verán la hora de deshacerse de ambos.
¿De verdad creen que convertirán en católicos devotos a aquellos que ven que esa efímera e inútil asignatura les obliga a más esfuerzo?, ¿en serio están convencidos que harán prender la llama de la fe en lo invisiblemente divino entre aquellos que contemplan como son obligados a estudiar algo que se agota en sí mismo, que no tiene ningún aprovechamiento en su vida docente posterior?
Yo no odio las matemáticas porque un grupo de matemáticos embozados me atacaran sexualmente en mitad de la noche en mi infancia, sino porque me vi obligado a estudiarlas cuando ya había decidido que ese no era el camino de conocimiento que había elegido para mi vida y mi mente. El estudiante odia toda asignatura difícil que considera inútil. La odia y se aleja de ella en cuanto puede. Un alejamiento que dura para el resto de sus vidas.
Pero claro eso es un conocimiento docente y pedagógico que implica saber qué es la Educación y la Enseñanza y no confundirlo con el adoctrinamiento y la evangelización. Y eso es algo que desconocen tanto Wert como sus eminencias episcopales.
Y luego tienen otro camino. El camino de la intrascendencia. La opción de convertir a su dios y los dogmas que se supone que emanan de él en un conocimiento intrascendentemente amable. En una María, vamos.
Porque ¡no quiera su dios que un alumno se vea imposibilitado de pasar de curso o de ciclo porque ha suspendido religión y a sus descreídos padres les de por llevar el proceso a cualquiera de esos tribunales europeos que no entienden de nacional catolicismo y de tradición católica y les mande con una sentencia el garito al traste!
De modo que será cuestión de aprobarla pase lo que pase, de hacer que realmente no influya en la media académica de las otras asignaturas, aunque el alumno en cuestión confunda al patriarca Abraham con un cantante de raegetton y la virginal María con Madonna. Vamos, lo que se estilaba en nuestra generación.
Y entonces su dios y sus dogmas serán un conocimiento olvidado porque los alumnos no repararán en ello más de lo necesario para salir del paso, no entrarán en contacto con la invisible inmanencia de su dios más que la noche antes del examen y la media hora anterior a la prueba de evaluación en el patio de recreo o en el metro camino del centro de enseñanza.
Así que, como dice el columnista, en un intento de salvar la autoestima de su dios, los obispos y los genoveses que están tras la Ley Wert y la enseñanza de la religión solo conseguirán con el tiempo convertir el concepto de su dios en algo odiado u olvidado.
Y ya les ha pasado tantas veces que resulta imposible comprender como no aprenden.
Los ideólogos de la Revolución Francesa, en su rama más anticlerical y antirreligiosa  provenían de instituciones de enseñanza religiosa -entonces no había otras-. Los más radicales de los ilustrados de los tiempos de Jovellanos y Mendizabal habían estudiado en colegios religiosos; los más iconoclastas y furiosos anticlericales de la Segunda República Española, habían recibido formación en colegios de jesuitas o de salesianos. La generación del Baby Boom franquista se educó con una religión obligatoria y son la generación de las uniones de hecho, de los divorcios, del laicismo, del sexo ocasional, del feminismo, de la naturalidad en la tendencia sexual y de todo lo que la jerarquía romana considera abominable.
Aprender religión es el principal camino que ha llevado a lo largo de la historia a perder la fe o a no encontrarla siquiera.
Una ideología, sea cual sea, no puede enseñarse, no puede calificarse, no puede evaluarse, tiene que descubrirse e integrarse dentro de los principios de la persona. Pero claro eso significa confiar más en lo cualitativo que en lo cuantitativo, eso significaría que la Conferencia Episcopal Española prefiriera tener 300.000 católicos auténticos que 30 millones de católicos nominales. Eso significaría que Rouco Varela y Wert confiaran realmente en la fortaleza de sus principios, sus doctrinas y su ideología religiosa y en la capacidad de esta para convencer por si misma. Y, claro, no lo hacen. Quizás sea esa la sustancia última del problema.
En cualquier caso, tal vez al final tengamos que darles las gracias por condenar para siempre a su dios al odio o al olvido por esmerarse tanto en que sea enseñado en los colegios. 
Aunque, ni de lejos, eso signifique que estemos por la labor de permitir que lo hagan. 

jueves, mayo 23, 2013

La elección entre Gürtel y la sanidad cercenada.

Mientras se granan y desgranan las píldoras diarias de la corrupción de Gürtel que ya salpican hasta a los intocables; mientras las izquierdas y derechas convencionales de este país se enfrentan una polémica baldío sobre la ley del aborto que tiene más de capote y de venda colocada en los ojos sociales que de otra cosa, la auténtica dinámica de la corrupción, la verdadera cara de la traición realizada a la sociedad por sus gobernantes en aras del beneficio propio, continua su lento caminar.
Un suizo realiza una peregrinación surrealista por los centros sanitarios catalanes, un senegalés muere de tuberculosis mal curada en un hospital, un hospital se niega a trata a un turista francés porque ha perdido su documentación en Valencia.
Y de momento torcemos el gesto pero nos encojemos de hombros. Al fin y al cabo nosotros no somos extranjeros. A nosotros no nos cobrarán 170 euros en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz, nosotros no corremos el riesgo de que nuestro nombre aparezca en el listado de 14.000 personas a las que la Generalitat Valenciana ha facturado un millón y medio de euros en un intento recaudatorio inmisericorde para tapar los agujeros financieros que la mala gestión privada del experimento de Alzira generó en las arcas de la sanidad valenciana.
Pero la cosa se complica cuando nos damos cuenta de que aún siendo hijos del imperio, aun pudiendo probar sin duda ninguna nuestra condición de vástagos patrios, las cosas no mejoran. Un hombre realiza una carrera contra el tiempo y su corazón infartado porque un hospital madrileño le niega la atención; una mujer perece entre el papeleo de las urgencias de un hospital de gestión mixta en Vigo, un enfermo crónico espera en la frontera interior entre Castilla - La Mancha y Valencia a que las administraciones se pongan de acuerdo sobre cual de ellas tiene que pagar la ambulancia que le transporta.
Y todo eso, que otrora podía calificarse de burocracia desmedida, de duplicidad administrativa o incluso de incompetencia, ahora solo tiene un nombre: corrupción. No tiene nada que ver Gürtel, con los ERE, con las ITV catalanas o con cualquier otro de los casos que las primeras páginas y los sumarios de periódicos e informativos ponen ante nosotros pero es la auténtica corrupción.
Porque el suizo peregrina desesperado  el senegalés muere y el castellano manchego espera impotente no porque no haya dinero, no porque se haya recortado para cuadrar las cuentas, sino porque el gobierno de este país ha convertido la sanidad en monedad de cambio y pago para aquellos que les sustentan y les apoyan.
Porque si no hubiera dinero para la sanidad, la Generalitat Valenciana no podría aumentar en 20 millones de euros su aportación a los hospitales de gestión privada mientras cercena las asignaciones de los públicos, encarece los medicamentos y pretende cobrar a los inmigrantes 170 euros por acudir al médico por un catarro.
El francés no es atendido y la gallega muere en la sala de espera porque el gobierno del PP ha decidido que el negocio de la sanidad es más importante que la salud de la población y tiene que ser rentable para aquellos que lo ejercen. Por eso asumen sin pestañear facturas mareantes de 280 millones de euros de hospitales de gestión privada por atender a enfermos de más allá de su área de influencia mientras pretende poner en la calle para ahorrar.a miles de médicos eméritos de la sanidad pública privando al paciente y al sistema de su experiencia.
Por eso se ordena en Madrid y Valencia que se deriven pacientes a los hospitales de gestión privada para que estos puedan facturarlos y cobrar por ellos y las concesiones que les han otorgado a sus parentelas, testaferros y amistades sean rentables y beneficiosas para las arcas helvéticas de sus socios.
Ya hemos empezado a penar y a morir por culpa de la visión monetarista y corrupta que Ana Mato, la capitana de ese ala en particular del ejército moncloita de Rajoy, ha trasplantado al sistema sanitario español.
Una visión que se basa en la rentabilidad y que permite que 650.000 personas se queden sin hospital en Vigo porque el presidente gallego Feijoo no encuentra ningún socio que quiera construir el hospital y no está dispuesto a pagarlo con dinero público por muy necesario que sea, la visión que hace posible que se pague anualmente 73 millones de euros a una clínica privada por actuar de hospital de referencia para varios distritos gallegos cuando en realidad lo que hace es diagnosticar y derivar a otros hospitales porque carece de capacidad -sobre todo quirúrgica  para atenderles.
 El mismo modo mercantilista y artero de proyectar la sanidad que posibilita que se acepte en Madrid y Barcelona que los pacientes de pago se salten la lista de espera en detrimento de los derechos de aquellos que no pueden pagar o que se mantenga abierto, se habilite y se dote de personal el quirófano un hospital público para operar por la tarde a la madre de un cargo de Castilla La Mancha cuando, asumiendo los costes cuando esos quirófanos ni siquiera se abren para operaciones urgentes en turno vespertino.
Y eso no es negligencia, no es ideología, no es mala gestión, no es una error de concepto o un fallo de calculo. Todo eso no es otra cosa que corrupción.
Así que la próxima vez que queramos saber de corrupción no nos detengamos en las portadas de Gürtel, Barcenas o los ERES, sigamos hasta la sección de sanidad. La próxima vez que queramos saber algo sobre el derecho a la vida no nos detengamos en las baldías columnas de opinión sobre el aborto y la Conferencia Episcopal, continuemos hasta las lineas que hablan de la salud en la sección de sociedad.
La corrupción de Génova, Gürtel y Bárcenas puede que nos moleste, la de los ERE y Mercasevilla puede que nos irrite y la de las ITV o el Liceu es posible que nos enfade. Pero la otra, la de la ministra Ana Mato y todo el emporio del Partido Popular que transforma la salud de todos en negocio de unos pocos, nos está matando.
Que cada cual decida cual es más importante.

martes, mayo 21, 2013

La invasión alienígena de la Ley Wert de Edcuación

Mientras los comedores escolares languidecen y acaban desiertos por falta de pago, mientras hay colegios a los que las lluvias se llevan casi enteros porque sus barracones, que eran para unos meses, van ya para un lustro, mientras los alumnos universitarios desaparecen de los campus virtuales por millares, expulsados por la falta de pago que impone la crisis,  la ausencia de becas y el descenso de recursos económicos de sus progenitores,  el ministro de Educación, el desafiante e impertérrito José Ignacio Wert, aprueba por fin su famosa Ley de Educación.
Inasequible al desaliento en servir a sus intereses ideológicos, impermeable a las críticas y rechazos expresados por toda la comunidad educativa, Wert saca adelante una ley que se antoja mas cercana a la de Moyano, allá por los tiempos de Alfonso XII, que a cualquiera que prevalezca en nuestro entorno.
Se podría contestar uno por uno a los puntos de esta ley, se podrían presentar todas las estimaciones y estadísticas que demostraran el desastre que supone -de hecho, se han cansado de hacerlo y no ha servido de nada-, pero no sería de utilidad. Wert no ha escuchado y no escuchará. No puede y no quiere hacerlo.
Porque esta ley educativa es un cuerpo extraño en una sociedad moderna, es como un ovni que haya posado sus letales tres patas sobre el suelo de nuestro país y dispare desde las alturas a diestro y siniestro.
Porque ese trípode que sustenta el ovni es el auténtico amo y señor de la Ley Wert. Puede que el ministro la pilote, pero sus dueños son otros.
El primero de los amos y soportes de la Ley educativa es la empresa.
Pero no nos engañemos, no la empresa moderna, no la empresa inteligente, sino la más rancia y arcaica, heredada del caciquismo y el señoritismo de antaño, encumbrada a la presencia social por los nada desdeñables ejemplos de los que comandan la CEOE.
Esos empresarios que miran a otro lado cuando la realidad les demuestra que las corporaciones que más dinero ganan son las que mejor pagan a sus empleados, las que más dinero invierten en la preparación de los mismos, las que más parte de sus beneficios destinan a investigación y desarrollo.
Esos empresarios que solamente desean seguir pudiendo gastar a amos llenas en fiestas y lujos, que sus trabajadores trabajen todas las horas que ellos demanden, que cobren el mínimo posible. Aquellos que pretenden contratar profesionales por el precio de un pinche de cocina y al pinche de cocina hacerle trabajar gratis.
Eso son los que necesitan que la mitad de la juventud española sea arrojada del sistema educativo a las primeras de cambio, que se les envíe a una formación profesional sin expectativas de futuro, que se les transforme en operarios prácticamente siervos, que solamente conocen las cuatro reglas y la lectura básica y que no pueden aspirar a trabajar por mas de setecientos euros mensuales.
Esa es la primera pata del objeto volante no identificado que se apoya sobre nuestra sociedad en forma de reforma educativa del ministro Wert.
La segunda es el negocio. El sagrado y sacrosanto negocio.
Pero no de los que han hecho de la calidad educativa su negocio. No de los que ganan millones y prestigio a fuerza de mantener sus criterios de selección en niveles de excelencia, como las míticas universidades estadounidenses de Harvard o Yale; no los que no prometen regalar lo que la naturaleza no da, como la decana salmantina de nuestras universidades; no aquellos que no dejan escapar a un genio por dinero y que son capaces de pagar hasta la última moneda de sus gastos con tal de que estudie entre sus muros.
Sino los otros negociantes de la educación  Los que necesitan una educación pública destruida para que la privada (o concertada) sea la única opción, aquellos que cobran por materiales que no dan, por el transporte, por el uniforme, por todo lo que se les ocurre y tan solo aceptan a los alumnos que no suponen un problema, que no les obligan a invertir más en profesores de apoyo o de desdoble, en especialistas docentes. Los que necesitan que no haya enseñanza pública para poder bajar aún más el caché salarial de sus profesores. Para tratar como pinches de cocina a aquellos que son uno de los colectivos profesionales más necesarios para una sociedad.
Y justo al lado de ese brazo del trípode se sitúa el tercero, el que completa el precario equilibrio que mantiene este aparato alienígena pilotado por Wert que acaba de invadirnos.
Aquella pata con la que topara el bueno de Alonso Quijano y con la que, por más que intentemos esquivarla, terminamos siempre tropezando en estas tierras: la iglesia católica.
Pero no la iglesia católica de los teólogos que hablan de fe sentida y no enseñada, no la de aquellos padres que hablan del ejemplo como motor de la enseñanza de la fe o del templo como núcleo central de la experiencia religiosa. Ni siquiera la de la pura doctrina vaticana que defiende desde hace siglos que la catequesis -la catequesis, no la asignatura de religión- es la piedra angular de la educación de los nuevos cristianos
Sino la iglesia de La Conferencia Episcopal, la que mide la fe en número y no en calidad de fieles, la que se felicita de la inclusión de la religión como asignatura de media porque la decisión hace frente a "las dificultades legislativas y administrativas, la indiferencia e infravaloración por parte de padres y alumnos, y hasta el menosprecio que la enseñanza religiosa experimenta entre los conocimientos científicos y sociales", ignorando la mayor de que la religión no es ni ha sido nunca, ni para propios ni para extraños, una ciencia social. No puede serlo. Hasta Tomás de Aquino sabía eso. Por no Hablar de San Agustín de Hipona.
La iglesia que se atreve a decir que "la enseñanza religiosa escolar está al servicio de la evangelización", ignorando los principios fundamentales del Estado en el que viven y lo más grave de la religión que dicen defender. Ignorando las palabras de aquel al que llaman mesías que les conminó en varias ocasiones a predicar con el ejemplo y dejar que la gente -en especial los niños- se acercaran a ellos, no a imponerles su visión del mundo cuando no están en edad ni en condiciones intelectuales de asimilarla ni de rebatirla.
Esos son los tres brazos del trípode en el que se asienta la reforma educativa que pilota Wert, los tres amos, las tres razas alienígenas que invaden nuestra sociedad.
Tres razas extrañas que ya no tienen cabida en nuestros tiempos, que fueron expulsadas una por una de los ejes del poder a lo largo de la historia y que ahora se han unido de nuevo para intentar recuperar lo que la historia les arrebató para dárselo a sus legítimos propietarios: o sea nosotros.
Así que, por mas Consejos de Ministros que la aprueben, por mas mayorías absolutas que la refrenden, por más revistas patronales que la apoyen y cartas pastorales que la bendigan, solo nos queda una cosa por hacer y seguir haciendo.
Lo que se hace contra cualquier invasión alienígena. Luchar, aunque pensemos que no podemos ganar, aunque temamos que no sea suficiente.
Porque no podemos convencerlos.  Los alienígenas no entienden nuestro lenguaje, no entienden nuestros principios. No entienden nuestra libertad. No entienden nada salvo que demostremos ser más fuertes que ellos y más libres que lo que ellos quieren que seamos.

domingo, mayo 05, 2013

Unos, otras y Rousseau en el Día de la Madre

Acuciados por otros asuntos más onerosos, más inmediatos, más urgentes para ese colectivo que hasta hace mil días era una sociedad y ahora pretende ser convertido en una suerte de estamento vasallático de grandes proporciones, hay temas que otrora estuvieron constantemente en boca y en pluma de todos que han sido relegados a un olvido tenso, a un segundo plano expectante.
Uno de ellos es el absurdo debate por parte de unos y de otras -como si solamente hubiera dos posturas posibles en el asunto- sobre el aborto, su papel en la sociedad y su regulación. 
Pero, claro, hoy es el Día de la Madre y qué mejor día para manipular en uno u otro sentido sobre algo que aparentemente tiene que ver con la maternidad.
Pero por más que se aproveche esta fecha comercialmente capciosa para sermonear desde el púlpito o para intentar conmover desde el reportaje intimista y desgarrado, el debate sigue siendo baladí, la discusión sigue siendo absurda.
Lo es porque la prometida nueva ley de Gallardón sobre el aborto no es otra cosa que maquillaje. No va a impedir abortar a nadie. Simplemente va incluir todos los supuestos en uno.
Lo es porque la eliminación del supuesto de malformación en la redacción de la ley es una imposición europea para evitar que una ley exprese,  aunque sea de forma implícita y tangencial, que los seres humanos con malformaciones no tienen derecho a la vida -por más que aquellas que utilizan ese aspecto de palanca emotiva y trágica se empeñen en ignorarlo-.
Lo es porque toda la apoyadura de la defensa del aborto como forma de libre elección de la maternidad se cae cuando se piensa en la vida de la mujer antes del coito y uno descubre que hay libre acceso a los anticonceptivos o cuando se reflexiona sobre la existencia femenina después del polvo y uno cae en la cuenta de que existen métodos contraconceptivos postcoitales. 
Y eso ya es garantía suficiente -sin necesidad de entrar en conflicto con derechos de terceros- cuando los implicados en esa libre elección de maternidades y paternidades son lo suficientemente responsables. Y si no lo son no es responsabilidad del Estado sacarles del problema.
Es absurda porque ambos enconados adversarios en este debate vacío y estéril se basan en presupuestos no científicos y en interpretaciones precarias y traídas por los pelos de la realidad. 
Los unos tirando de Antiguo Testamento y referencias bíblicas cruzadas y las otras fingiendo e intentando imponer como axioma incontestable que algo que es genética, biológica y sustancialmente humano no lo es por el hecho de no haber nacido.
Los pulpitarios sermoneadores comparando a una sociedad evolucionada -decadente, pero evolucionada- con la Galilea de Herodes o el coco devorador de niños; las belicosas postfeministas forzando una comparación del feto con virus, bacterias o cualquier otro microorganismo patógeno, que no tienen ni un solo cromosoma humano en su configuración genética.
Los redactores de cartas pastorales intentando imponer la voluntad de dios -aunque dios no se ha pronunciado jamás sobre el asunto-; las tremoladoras de banderas malvas y triángulos dibujados con las manos intentando imponer la voluntad de la mujer como derecho a decidir sobre su propio cuerpo cuando es una realidad biológica incontestable que algo que posee la mitad de su material genético de otro ser humano -aunque tú no le conozcas o prefieras ignorarle- no puede ser considerado una parte de tu cuerpo por mucho que resida en tu interior.
Los obispos apelando a la vida antes de la vida y el alma inmortal surgida con la concepción -por más que uno relea el evangelio no encuentra, por cierto, cita la respecto-, las abortistas afirmando, en contra de toda lógica biológica, que algo que crece y evoluciona no esta vivo y comparándolo con un espermatozoide, que aunque estuviera mil años en su interior sin fecundar nunca crecería, se desarrollaría, ni evolucionaría.
Así que, por mucho que lo rescaten en este Día de la Madre, el debate es absurdo, es inútil, manipulador y baladí.
Porque ambos permanecen de espaldas al auténtico debate. Es la sociedad española la que debe decidir sobre el asunto si es que el asunto es tan importante. 
Porque la única manera de abordar el asunto es como un contrato social -¿nos acordamos del concepto, ese que inventó el bueno de Jean Jacques?-. Como deben abordarse socialmente todos los asuntos relacionados con la vida y la muerte, con la prevalencia de los derechos de unos sobre los de otros.
La sociedad española debe decidir si asume dentro de sus normas el aborto como imposición del derecho de decisión de la madre sobre el derecho a la vida del nasciturus de igual modo que se decide si el derecho de la sociedad al castigo justo y proporcionado se impone sobre el derecho a la vida de un criminal.
Nadie finge que un reo de pena de muerte no tenga derecho a la vida, nadie pretende decir que no es humano, simplemente la sociedad ha llegado al acuerdo mayoritario de que determinadas acciones se castigan con la muerte y actúa según esa ley.
Y la única manera de que eso quede claro, meridiano, cristalino, es preguntar a la sociedad en un acto democrático.
Aquellas personas que éticamente defiendan o cuestionen el aborto solamente tienen que hacerse hoy -o cualquier otro día, que la fecha no es relevante-: ¿por qué ninguno de los dos adversarios en este combate floral que intenta imponer la visión de unos o de otros plantea la posibilidad de un referéndum que zanje el debate para, como mínimo, varias generaciones?
En ambos casos sabemos la respuesta.
Solamente tras esa consulta se podrá saber cómo quiere organizarse la sociedad española, qué derecho quiere que prevalezca.  Y a quien no le guste si el resultado es que se impone el de la mujer sobre el del nasciturus, que se vaya a Irlanda. 
Y al que no le guste que se imponga el del nasciturus sobre el de  mujer, que se mude a Francia igual que un estadounidense que no soporta vivir en un estado con pena de muerte solo tiene como solución mudarse a Nueva York.  Porque España y su sociedad habrán decidido sobre esa materia.
Y todo lo demás es basura banal y sin sentido. Es un intento de imponer tú ética sobre la de la sociedad en lugar de escuchar cómo quiere organizarse una sociedad y respetarlo.
Elijas un púlpito o un medio digital para manipular, tires de reportaje desgarrado o de sermón admonitorio. Elijas un pasaje descontextualizado de la Biblia o un libro fuera de referencia de Mckinnon para sustituir la obra clave de Jean Jacques Rousseau, que es una de las bases de la organización de la sociedad actual. Ya seas un obispo o una activista feminista. 
Y aunque lo hagas en el Día de la Madre.

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