Y hoy vuelvo aquí de la mano de un amigo, un viejo amigo, el amigo Lovelock. Lovelock es uno de esos que de vez en cuando se escapan de estos lares basálticos infernales para c ontaros una verdad como un templo. Es uno de esos mesias a los que os negais a creer. Ah, ¿No lo sabíais? Pues si. Los mesías los enviamos nosotros.
Pues bien, según Lovelock el mundo está acabado. Un poco de apocalipsis con el desayuno.
Pero no es un fin del mundo profético, no es un fin del mundo por holocausto nuclear. No es un accidente. Es una extinción. Somos una especie extinta aúnque aún no lo sabemos. En el culmen de nuestro desarrollo estamos abocados a la desaparición.
Pero no nos extinguiremos por que el mar esté enfermo, las aguas sucias, los recursos desaparecidos y a aire cointaminado. Al menos no nos extinguiremos sólo por eso. Nos extinguiremos por nosotros mismos.
Hoy he visto el cartel de una película de anticipación que se extrenará pronto. Basada en un libro de uno de los amigos intelectuales de Lovelock, PD James. La primera frase: Es Año 2027, llevan 18 años sin nacer un ser humano...
Nos extinguiremos porque hemos destruido el mundo, pero también no extinguiremos porque nos hemos destruido a nosostros mismos. No será en el 2027 eso seguro, pero dentro de 150 años se calcula que nacerá un niño por cada quince defunciones. Ciento cincuenta años son dos generaciones. Es la vuelta de la esquina en el tiempo de La Tierra.
Generaciones de consumo de anticonceptivos nos harán cambiar genéticamente, ya lo están haciendo. Generaciones de sexo sin sentimientos nos harán olvidar la posibilidad de la existencia de otro tipo de sexo. Generaciones de estres, lucha por el poder y por el triunfo, generaciones de jornadas de trabajo stajanovistas harán que nuestro semen se mantenga siempre cansado. Eso aparte de los hemos hecho con el mundo y el entorno.
Nosotros moriremos, nuestros hijos morirán y sus hijos es posible que ni siquiera lleguen a nacer. Cuando no haya problemas de esolarización no habra mundo.
Y es irreversible, No podemos hacer nada. No podemos destruir ciento veinte grandes urbes alrededor del mundo para volver a converitrlas en bosques. No podemos cerrar minas y eliminar ciento quince millones de vehículos. No podemos cerrar el 85 por ciento de las fábricas del planeta. No podemos forzar a punta de decreto y de pilum, como hiciera Octavio Augusto con los patricios romanos, a los acomodados e indolentes a tener descendencia. No podemos eliminar de la faz de la tierra a cinco millares de millones de seres humanos. No podemos revertir los cambios y no queremos hacerlo. No al nivel al que sería necesario.
Así que esto acabará. No es culpa nuestra, no es culpa de nadie. Son las circunstancias. El hombre está extinto.
Pero Lovelock, el desesperado y desesperante Lovelock, sabe que alguien sobrevivirá. No lloremos por el mundo -aunque estoy seguro que no pensabamos hacerlo, nosotros ya estaremos muertos y no lo veremos, así que no lloramos por ello. Nosotros solo lloramos cuando la hacemos por vosotros mismos-. En algún rincon escondido de selvas o marismas, de desiertos o junglas sobrevivirán unos pocos individuos. Alguna tribu, alguna comunidad y quedará esperanza genética para la humanidad.
Quiera el destino que la primera vez que se crucen con un caballo o con un camello tengan hambre y sólo piense en cazarlo para comer. Si lo amaestran todo volvera a empezar y a terminar. El mundo comenzo a morir cuando el ser humano empezó a moverse a mayor velocidad que sus propios pasos.