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sábado, febrero 28, 2015

De Siria a Ucrania, voluntarios por puro desespero

 Parece que cada día nos desayunamos con una síntoma más de una especie de regresión a tiempos pretéritos, a fases de la historia en las que los pensamientos y las luchas ideológicas se dirimían de otra manera: a espadazos y tiros, concretamente.
Ahora resulta que no hace falta aleccionar a nadie en una visión fanática de una fe mal entendida para que coja,armas, explosivos y lanza granadas y se dedique a pegar tiros y matar gente en servicio a una bandera que no es la suya. 
Ya no se trata de que musulmanes españoles hagan cola en Ceuta y Melilla para alistarse en el falso Estado Islámico o para sangrar la tierra siria o libanesa. Ahora nos vamos a Ucrania a combatir por la Gran Madre Rusia y su orgullo eterno.
Y no son jovenzuelos aleccionados desde su mas tierna infancia por su familia, sus clérigos o sus amigos en el más absurdo yihadismo, que se parece al Corán lo mismo que la Inquisición al Evangelio, que un Gulag al comunismo o que una cuenta suiza de evasión de capitales al Capitalismo.
Son militares profesionales, entrenados en la guerra y en el uso de armamento especializado. Son esos a los que enseñamos a matar con el dinero de todos para que supuestamente maten en beneficio de todos.
Como siempre, la pregunta que se me antoja ineludible ante esta situación no es cómo, cuando o donde, es simplemente por qué. Y como casi nunca los porqués no nos responden lo que queremos escuchar.
No es porque sean mercenarios, de esos de la revista Soldado de Fortuna, que buscan sacar el dinero que no obtuvieron cuando mataban por su país matando por quien sea y al precio que convenga; no son elementos enloquecidos que hayan hecho de su ansia de sangre el único baremo de su existencia y su felicidad y necesiten estar rodeados de muerte y destrucción para sentirse a gusto consigo mismos.
Por su puesto que los habrá que le echen la culpa al Islam o al Comunismo, los habrá que utilicen esto para intentar justificar que el sistema económico y social que pretenden resucitar y la ideología que ellos defienden. 
Pero, obviamente, su explicación es tan inútil como cambiar de tumbona en el Titanic.
Porque ni el Islam, ni el comunismo explican Las Cruzadas, La Guerra de los Pastorcillos,  Los voluntarios de Lord Byron en la independencia Griega, La Legión Británica de Simón Bolivar, Las Brigadas Internacionales, Los Minute Men, La División Carlo Magno o el Kommando Deutsch-Arabischer Trupper del ejército nazi.
La única explicación que se me ocurre no está en el fanatismo religioso ni en la intransigencia ideológica -aunque ayuden sobremanera a la cuestión, hay que reconocerlo-. Está como casi siempre en nosotros mismos y nuestra sociedad Occidental Atlántica.
Es que todas esas gentes fueron a pelear donde nadie les había llamado porque ya no encontraban esperanza ninguna en luchar allá donde estaban, porque la miseria a la que les había arrojado su sociedad solamente les dejaba ver la salida en combatir por unos ideales que se dirimían más allá de sus fronteras y de su realidad y vivir en la vana esperanza de que esa victoria repercutiera en su país y su vida cotidiana.
Es porque sus gobiernos y los poderosos de sus países les habían hecho perder toda esperanza en la mejora pacífica y democrática de sus condiciones de vida.
Y nosotros hacemos lo que hacemos siempre. Callamos lo que nos conviene y decimos lo que nos viene bien. Porque voluntarios españoles combaten con los kurdos contra el Estado Islámico pero no decimos nada, porque voluntarios españoles se alistan en las fuerzas ucranianas pero callamos para que parezca otra cosa. Para que parezca que el Islam y el totalitarismo comunista son los causantes en lugar de que se vea claramente que, sea cual sea su ideología, hay gente que ya no encuentra otra forma de defenderla que coger las armas en un país muy lejano
Que nuestros gobernantes y nuestro sistema les ha arrojado a eso.. Ya sea en Siria o en Ucrania
¿En cuántas cosas más nos vamos a regresar de nuevo a la barbarie?

lunes, febrero 09, 2015

Armar a Ucrania o la memoria perdida de Occidente

Si es que parece que siempre estamos en las mismas y parece que siempre vamos a estarlo.
Irán, Irak, Afganistán, Líbano y antes Vietnam, Camboya, Laos y antes La India, Indochina, Argelia y antes los pueblos Fulani, Massai y Zulú y antes las tribus Hurón, Mohawk, la Nación Oglada y antes los  Lamtuna, los Magrawa, los bereberes, los almogavares, y antes los clanes suevos, ostrogodos, ilirios...
¡Que no, que no!, que no es un concurso de la tele. Todos esos pueblos, todos esos países y todas esas tribus se resumen en una sola palabra: Ucrania.
Porque Europa Occidental y Estados Unidos, o sea el Occidente Atlántico, está a punto de hacer en Ucrania lo mismo que ha hecho a lo largo de toda la historia en todos los territorios y con todos los pueblos del galimatías que sirve de inicio a este post.
Armar hasta los dientes al bando que le viene bien en el momento actual sin valorar las consecuencias que para su futuro tendrá que ese bando esté armado hasta los dientes. Solucionar de nuevo un conflicto por la fuerza de la potencia bélica acumulada por uno de los bandos.
Parece ser que nombres como Genserico, Tarik o Kochise no le dicen nada y a lo mejor es lógico. Pero que no se les vengan a la mente nombres como Sadam Husein u Osama Bin Laden es más sorprendente;  que referencias como talibanes, milicias drusas o rebeldes libios se hayan convertido tan pronto en bruma en su memoria resulta cuando menos preocupante.
Porque en Ucrania pasa y creo que pasará lo mismo que ha pasado desde siempre. Armaremos a quien creemos que nos viene bien armar y unos cuantos lustros o décadas después nos daremos cuenta de que esa no era la solución a un problema y que además se ha convertido en el inicio de otro.
Y todo por no saber hacer algo que, en principio, siempre tenemos en la boca, a lo que siempre recurrimos para los otros y que en realidad nuestros gobiernos y nosotros mismos nunca ponemos en práctica cuando no nos conviene: ser coherentes.
¿Cuantas veces hemos exigido a los demás cosas que nosotros no hacemos?, ¿cuantas veces hemos demandado el respeto que no damos, la sinceridad que no tenemos, el trato que negamos?... Pero no desvariemos, sigamos con Ucrania.
Si cuando al Occidente Atlántico le viene bien, cuando queríamos que los últimos estados tapón del Telón de Acero - Yugoslavia y Albania- escaparan de las garras comunistas mandamos tropas a Croacia, Bosnia, Macedonia, Eslovenia o Kosovo para garantizar el derecho de esos pueblos a decidir sobre su independencia ¿por qué no hacemos lo mismo en Ucrania?; si cuando quisimos quitar poder a dos de los países islámicos más grandes del planeta -Indonesia y Sudán- los cascos azules garantizaron los referendos en Timor Occidental y Sudán del Sur ¿por qué no hacemos lo mismo en Ucrania?
Si que decidan si quieren secesionarse, independizarse de quien sea o unirse a quien sea es una solución que hemos defendido en otras ocasiones ¿por qué no somos coherentes y lo hacemos con Ucrania?
A mi me parece muy simple. Porque la coherencia deja de ser importante cuando se trata de pensar en contra nuestra y sabemos que los ucranianos -aunque ahora parece que se dice ucranios, no sé- que se escindan de su país van a ir corriendo a echarse en brazos de la vieja y resurgida Madre Rusia, esa que pareció morir cuando cayeron el Telón de Acero y el comunismo soviético pero solamente se estaba echando una reparadora siesta.
Y eso nos viene fatal. 
Así que olvidamos el derecho a la autodeterminación de los pueblos, las formas democráticas de decisión y toda nuestra coherencia interna y externa y tiramos de armar a los que no quieren unirse a Rusia, ignorando que si se propusiera un referéndum - uno de verdad, no una mascarada de colegios electorales vigilados por secesionistas armados- los que pretenden lograr la escisión por métodos militares perderían justificación y entonces serían ellos los que se quedarían sin argumentos para intentar imponerla.
Mejor que los unionistas ganen la guerra y luego ya se verá qué hacen con el armamento y el poder militar que les hemos dado. Luego ya se verá cuando se vuelven contra nosotros. 
Y ya puestos, siendo más coherentes, podríamos dejar de mirar tanto al Atlántico y empezar a mirar a nuestro continente. A lo mejor, solo a lo mejor, Eurasia sí es una evolución ahora que la solución del Occidente Atlántico se está resquebrajando por todas partes.
No se nos olvide que los dos grandes dictadores europeos de la era moderna y contemporánea, Napoleón y Hitler, solo pudieron ser derrotados con el concurso de Rusia y no habrían podido serlo sin ella.
Pero parece ser que, desde los mercenarios macedonios que contrató Atenas y acabaron saqueándola hasta nuestros días, no hemos nada. 
Armamos, armamos y volvemos a armar al enemigo de nuestro enemigo en la esperanza de que eso le convierta en nuestro amigo. 
Nunca ocurre, pero somos tan inconscientes como para seguir intentándolo.

lunes, julio 28, 2014

Donetsk, Gaza, MH17: triángulo de nuestro egoísmo

Ya resulta difícil discutir que pasamos nuestras vidas como sociedad y como individuos en islotes quejumbrosos rodeados del océano de nuestro propio egoísmo, el que tenemos, así de natural, como humanos y el que añadimos por la vía de nuestra condición de occidentales atlánticos.
Pero hay hechos, circunstancias comparativas si se quiere, que nos lo demuestran aunque en principio parezca que nada tengan que ver con ello.
Y una de esas casualidades, una de esas coincidencias es la que forman un triángulo de vértices difusos que forman un vuelo derribado, una revuelta secesionista y una operación de castigo que se desarrolla en el otro lado del mundo.
Holanda, Donetsk y Gaza son el nuevo Triángulo de las Bermudas donde es absorbida la realidad por el maelstrom imparable de nuestro egoísmo.
Europa está indignada porque alguien ha hecho descender por la tremenda de los cielos de Ucrania un avión de una línea aérea malaya. Desde los bares a los pasillos, desde los despachos hasta los hemiciclos, se piden responsabilidades, se exigen culpables, se buscan responsabilidades.
Hace unos meses la misma situación, de la misma compañía, de casi idéntico número de pasajeros, era saludada con chistes en las redes sociales, con despegada frialdad en los medios de comunicación y con indiferencia entre los comentaristas de café y barra de bar.
Pero ahora han caído holandeses, no desconocidos habitantes de lejanos países superpoblados, son holandeses, los tenemos aquí al lado y eso es diferente. 
Y es que a lo peor a los ucranianos o a los secesionistas pro rusos les da por hacer bajar otro avión del cielo cuando nosotros volemos hacia Vietnam, China o Camboya en nuestras próximas vacaciones  o en nuestra programada luna de miel veraniega.
Y hasta ahí el egoísmo propio del ser humano. Hasta ahí ese vicio que reproducen nuestros genes de Homo Sapiens de preocuparnos por lo nuestro, de solamente dar importancia a lo cercano.
Ahora llega el otro, el egoísmo occidental atlántico.
Ucrania está en guerra. Pro y contra rusos se están disparando y matándose a tiros cada día. Donetsk está prácticamente bajo asedio, los milicianos de la auto proclamada república se despiden de sus familias y las envían al campo ante la batalla que se avecina y nosotros, nuestras instituciones europeas, nuestras autoridades comunes, tienen la desfachatez de exigirles que paren su guerra, no porque se están matando sino porque nosotros queremos saber qué ha pasado con un avión cargado de holandeses que pasada por allí.
De repente nos vemos con que la guerra ucrania es importante porque unos cuantos centenares de cadáveres holandeses -y perdón por la frialdad del sintagma, pero está colocado adrede- yacen en un tren y sus familiares tienen derecho a saber, nuestros camaradas occidentales atlánticos tienen prioridad sobre cualquier otro horror, tragedia o drama que se esté produciendo a diario en las llanuras ucranias abocadas a la guerra.
Los medios de comunicación hablan del horror que es para los familiares no saber nada de sus muertos, de la incertidumbre; los organismos europeos exigen una tregua para que se pueda investigar, para que los expertos determinen qué es lo que ocurrió, para que nosotros tengamos claro que es lo que pasó.
Y un Occidente Atlántico que ha jugado a no decir nada sobre una guerra que se gestó y se desarrolla ante sus ojos, se atreve ahora a cambiar la mano y exigir una parada técnica para que se pueda aclarar lo sucedido.
Mientras los ucranios se matan no importa, nuestro gas es más importante, nuestra reserva energética es más relevante, ¡que siga la guerra mientras nosotros miramos a otro lado!
Pero cuando caen occidentales atlánticos la guerra debe parar, debe detenerse. Luego que sigan con lo suyo pero nosotros queremos saber quién es el culpable. 
Hasta hay medios de comunicación que exigen la intervención en Ucrania no para que la guerra se detenga sino para que "este tipo de ataques no vuelvan a producirse". Para que no nos salpique, por resumir.
Pues bien ha sido la guerra. Da igual que hayan sido los pro rusos o los ucranios, da igual si ha sido un misil tierra aire lanzado desde un camión o un misil interceptor lanzado desde un MiG 29 en pleno vuelo. Ha sido la guerra a la que nosotros no hicimos caso porque no tenía nada que ver con nosotros, porque eran rusos pegándose con rusos, porque nuestro gas llega desde Argelia y no desde el Cáucaso.
Nuestra indiferencia ha derribado ese avión, ha matado a esos holandeses y nos ha hecho estallar la guerra de Ucrania en las narices por más que nos rasguemos las vestiduras y nos mesemos los cabellos para negarlo.
Y ahora no tenemos derecho a exigir que pare para sentirnos tranquilos. No, si no lo hemos hecho antes para intentar conseguir que los ucranios vivan tranquilos.
Y habrá quien dirá que la diferencia es que esos holandeses eran inocentes, no tenían porque morir por una guerra que no tenía nada que ver con ellos -con su gas y el nuestro sí, pero no con ellos directamente- y aquí es donde se dibuja la otra linea que cierra el Triángulo de las Bermudas de nuestro egocentrismo completa su vértice en Gaza.
La UE, la OSCE y no se sabe cuantas organizaciones más acuden a verificar lo ocurrido, a comprobar cual ha sido el motivo de la muerte de inocentes mientras miles mueren en Gaza sin que nadie destaque un solo experto para verificar nada, para comprobar nada, para hacer un informe de nada, para intervenir en nada.
Donetsk, Moscú y Kiev deben detener su guerra tripartita porque nosotros tenemos derecho a saber el cómo, el cuándo y el porqué de nuestros muertos, pero los locos de Hamás y los cada vez más enloquecidos gobernantes del Likud israelí pueden proseguir la suya porque ninguno de los inocentes de unos y otros que mueren en ella son de los nuestros.
O sea que la guerra no debe detenerse si los que caen son los niños de Donetsk o de Gaza, si los que están en riesgo son los no combatientes de Ucrania, de Tel Aviv o de Rafah. La guerra debe detenerse si nuestros turistas corren peligro de ser bajados del cielo a golpe de misil.
Todo sabemos la respuesta pero conviene de vez en cuando volver a hacer la pregunta en modo retórico para que lo recordemos
¿Cómo hemos llegado a esto?

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