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viernes, junio 01, 2018

De la elusión al oxímoron para defender una mentira por el bien de Ciudadanos

"No está tan claro que un gobierno débil sometido a los vaivenes de unos socios peligrosos (Podemos, ERC, PdCat, PNV, Bildu...), vaya a contribuir a estabilizar o regenerar nada. ¿No hubiera sido mejor negociar una fecha para convocar elecciones generales, más pronto que tarde, para que sean los españoles los que decidan quién quiere que lidere el proceso de estabilización y regeneración institucional?"
Es maravilloso como se puede colar como un argumento algo que a la vez es una elusión, un sofisma, una manipulación y un oxímoron.Vayamos por partes.
La elusión del cuarto partido
El PSOE estará supuestamente "sometido a los vaivenes" de esos socios por un único motivo. Ciudadanos se ha negado a apoyarle y solo seguirá sometido a ellos si Ciudadanos se mantiene en la negativa de no apoyarle haga lo que haga. Ni una palabra sobre la responsabilidad que tendría el partido de Rivera en esa inestabilidad.
El sofisma del peligro
¿"Peligrosos"?, ¿peligrosos para quién?, ¿por qué Podemos o PNV son peligrosos?, ¿por qué no lo es Ciudadanos? No hay ni una sola iniciativa parlamentaria de Podemos o el PNV -o incluso Bildu- a lo largo de la legislatura que sea "peligrosa".
A menos que la abolición de la Ley Mordaza, el levantamiento del impuesto al sol, la eliminación de los elementos de precarización de la Reforma Laboral, la fijación de un criterio general de cálculo de las pensiones, la fijación de un calendario de cierre de las nucleares, la supresión por ley de la posibilidad de amnistías al fraude fiscal o la reducción de impuestos a las compañías sociales se consideren "peligrosas" para España y para la democracia.
¿Por qué el PNV es un socio peligroso ahora y era un socio responsable hace diez días con la aprobación de los presupuestos?
No puede considerarse peligroso a un partido que lleva desde el comienzo de la última fase democrática de nuestro país haciendo lo mismo, lo que tiene que hacer. Preocuparse de lo que ellos consideran que son los intereses de Euskadi. Que para eso les votan.
¿Por qué no se considera "peligroso" a Ciudadanos?
Resulta curioso que no se haga hincapié en que es el único partido -no independentista- que defiende posiciones anticonstitucionales y antidemocráticas.
¿No es anticonstitucional defender la eliminación del cupo vasco cuando figura expresamente reflejado en la Carta Magna española?, ¿no es anticonstitucional y antidemocrático defender la extensión del artículo 155 solamente para controlar TV3 y los mossos, ninguna de las cuales es constitucionalmente competencia del gobierno central?
De nuevo silencio al respecto
La manipulación de la estabilidad y la regeneración.
Se afirma que es dudoso que el nuevo gobierno "vaya a contribuir a estabilizar ni regenerar nada", pero se omite que la sola presentación de la moción de censura ya ha contribuido más a la estabilidad que todo el gobierno de Mariano Rajoy. En el asunto de Catalunya ha propiciado que llamaran al orden a Torrá, que desbloquear la formación del Govern y que obligara al PP a levantar el 155. Puede que no nos guste ese gobierno, pero la situación política en Catalunya ya es estable, ya no depende de los juicios.
En el resto de España, si hace diez días el presupuesto garantizaba la estabilidad en la legislatura, ¿por qué ahora no lo hace si todos los partidos se han comprometido a respetarlo?
De nuevo, los únicos que podrían desestabilizar esos presupuestos son aquellos que votaron a favor de él si ahora le ponen trabas o votan en contra de leyes que emanen de él. O sea el PP o Ciudadanos.De nuevo se omite tal posibilidad.
Y con la regeneración tres cuartas de lo mismo.
¿Qué impide al nuevo gobierno poner en marcha la Ley de Transparencia?, ¿o la modificación propuesta para los delitos de corrupción en el Código Penal? Los únicos que han bloqueado esas propuestas han sido el Partido Popular y Ciudadanos. Sí Ciudadanos deja de hacerlo la regeneración podrá comenzar. La responsabilidad está en ellos y no se incide en ese aspecto.
Por no hablar del hecho de que esa regeneración en la política pasa por recuperar el diálogo y la negociación -según el mismo periódico ha defendido en múltiples ocasiones cuando quienes se negaban a dialogar eran otros-. Así que la necesidad y la disposición al dialogo entre fuerzas políticas ya es en sí mismo un comienzo de regeneración. Y quienes se nieguen a participar -que ya sabemos quienes son- son quienes la impiden.
El oxímoron del proceso electoral.
Abordar la pregunta retórica final del razonamiento de El País es lo que transforma el razonamiento completo en un oxímoron porque la respuesta, que se pretende retóricamente que es sí, es en realidad no.
El panorama político real -incluso el inventado por Demoscopia- deparará ahora o dentro de un año un panorama político con cuatro partidos constreñidos en un arco porcentual de voto que va entre el 20% (Podemos) y el 24% (según el CIS). Eso supone la imposibilidad de formar gobierno unitario para cualquiera. Si con un 33% de los votos el PP necesitó dos elecciones y un golpe de mano de la Ejecutiva del PSOE para poder formar gobierno, solo hay que volver a la historia más reciente para saberlo.
Así que, en realidad, la convocatoria de elecciones supone seis meses de un gobierno en funciones sin posibilidad de legislar y otros tantos -no se sabe cuantos- después de los comicios -que probablemente tendrían más de una edición- hasta que alguien consiga formar un ejecutivo que no sería probablemente más estable que el de Sánchez.
¿Por qué esa situación garantiza la estabilidad?
No hay respuesta posible porque la única es que no la garantiza.
Así que todo ese argumento, que parece racional y responsable, no es otra cosa que un intento de elevar a categoría universal las necesidades de un solo partido: Ciudadanos.
Un partido que, sabiendo que esas elecciones inmediatas no generarían estabilidad ninguna, pretende forzarlas para estar en mejor posición para pescar en ese río revuelto.
Es equiparar el bien de Ciudadanos con el bien de España. Exactamente lo mismo que lleva haciendo demagógicamente el PP durante las dos últimas legislaturas y en todas las que ha ostentado el gobierno.
Poca regeneración parece

jueves, abril 12, 2012

Un clavo saca a otro clavo en las tierras de Euskadi



Cuando un clavo se clava bien clavado resulta muy difícil de desclavar cuando deja de cumplir su función. Es entonces cuando el que estaba extremadamente agusto y convencido de la necesidad de que ese clavo estuviera ahí clavado se empieza a plantear si hizo bien clavándolo tan fuerte.
Este trabalenguas no es otra cosa que una forma de anticipar algo que está ocurriendo en Euskadi, esa tierra a la que la muerte de ETA y la crisis nos han hecho borrar de nuestros pensamientos, a despecho de aquellos que quieren que esas circunstancias estén por siempre en nuestra memoria para justificar sus deseos de venganza a cualquier precio.
Pero las cosas cambian y con ETA muerta Euskadi cambia hasta el punto, inconcebible en otro tiempo, de que el Partido Socialista de Euskadi se suma a formaciones nacionalistas e independentistas para pedir -¿están sentados?-, de forma velada, eso sí, la legalización de Batasuna.
Uno se encoje, así como protegiéndose, con el temor de escuchar el grito de ¡Anatema! cayendo desde los cielos como la mítica lluvia ardiente de Sodoma y Gomorra, pero el grito no llega, los cielos no se rasgan.
Y entonces surge la pregunta de por qué era un anatema. Y cuando se intenta responder a esa pregunta, cuando uno se da cuenta que la religión del eterno victimismo se debilita, cuando comprende que Euskadi empieza a creer más en lo que opina sobre sí mismo que en lo que unos u otros le dicen que tiene que creer sobre su tierra y su futuro es cuando se tropieza con el clavo bien clavado que sigue fijando la tarima del suelo vasco al pasado, a un pasado de miedo, violencia y venganza.
Y ese clavo se llama Ley de Partidos.
Porque ahora Euskadi necesita legalizar a Batasuna -o Sortu según se bautizó en su último intento de renacimiento electoral-. Para poder enterrar -no matar, eso ya está hecho- a ETA y sellar su sepulcro en aras de evitar toda posibilidad de resurrección.
Y la necesita no porque ideológicamente tenga un apoyo masivo, no porque sea fuerte o porque tenga "mano" con los violentos. Sino porque su legalización le quita el último arma que puede empuñar ETA y su aún recalcitrante entorno. Un arma que no dispara, que no humea pero que puede hacer el mismo daño y que puede reactivar las acciones violentas más que el más sofisticado armamento: el victimismo.
Si los pocos que, existiendo un independentismo democrático, una izquierda Abertzale legal, aún siguen ligados a ETA pueden echar mano una y otra vez de que son injustamente apartados de los procesos de decisión, de las negociaciones, de las mesas de debate que deciden o por lo menos pretenden presentar a los vascos el futuro de Euskadi, siempre tendrán una excusa, un aliciente, para retomar lo que ellos denominaban lucha armada, para volver a tomar las calles de Euskadi.
Y ya sabemos que pasó cuando hicieron ambas cosas.
Así que ahora que Euskadi necesita integrar a esos nostálgicos del terror y la imposición para dejarles sin excusas se enfrenta a la vigencia de una ley finalista clavada como un tocón en mitad de la carretera por la que debe circular hacia su futuro.
Por eso el PSE, el PNV y Aralar piden la legalización de Batasuna. Porque saben que en un entorno democrático, abierto, no son rivales para ninguno de ellos, ni siquiera para Bildu y les alejarán por siempre de la posibilidad de justificar la violencia.
Pero las leyes finalistas es lo que tienen. Que cuando pierden su finalidad son molestas.
Tanto se blindó una ley que bordeó -e incumplió directamente- los principios constitucionales que ahora, agotado el único fin que perseguía que era el encarcelamiento del brazo político y callejero de ETA e impedirles participar en las instituciones, que ahora encorseta las acciones necesarias para hacer lo que tiene que hacerse, lo que es lógico que se haga y lo que Euskadi y los vascos necesitan que se haga.
Porque el fin de la Ley de Partidos, en contra de lo que se dijo y se escribió, no era luchar contra el terrorismo, era solamente ilegalizar a Batasuna y está diseñada solamente para eso. Por eso permite pasar por sus resquicios a todos los demás partidos del espectro parlamentario, por eso ignora la tradición de acción directa, lucha armada y violencia organizada que tienen muchas de las formaciones políticas de este país a lo largo de su historia, por eso solamente se aplicaba contra Batasuna y su entorno y nunca contra Ynestrillas y el suyo o el PPCE y el suyo.
Y hasta puede que entonces tuviera su lógica - a mí siempre me pareció un razonamiento pueril, pero bueno- presuponer que acabar con Batasuna y mantenerla aislada y marginada de la vida política democrática era una herramienta indispensable para acabar con el terrorismo. Pero ahora es todo lo contrario.
Si se quiere sepultar el terrorismo hay que legalizar Batasuna y la dichosa ley sigue ahí. Cuando se confunden los fines, cuando se toma el todo por la parte, es lo que pasa
Pero, al fin y al cabo, es un error tan nuestro que tampoco resulta sorprendente. Es una de esas acciones tan occidentalmente atlánticas que se antoja cotidiana, normal, fácil de solucionar. Yo los hay que piden -aún en voz bajita- que se modifique lo que haga falta de la ley para dar cabida en el espectro político legal a Batasuna.
Un clavo saca otro clavo. ¡Es taaaan nuestro!
 Es una de esas soberanas contradicciones nuestras como sociedad y como individuos. Como no somos capaces de proyectar hacia el futuro, de valorar aquello que seremos y queremos ser en el futuro, como nos anclamos al presente como forma fútil de supervivencia en lugar de proyectarnos hacia el futuro como esencia de vida, solamente vemos los beneficios diarios e instantáneos que una acción nos puede acarrear y no valoramos los perjuicios y consecuencias futuras.
Si nos molesta Batasuna hacemos una ley ad hoc para quitárnosla de encima, sin valorar principios, futuros ni consecuencias.
Y luego cuando nos damos cuenta del error que supone hacer una ley con un sólo fin vagamente democrático y marcadamente ideológico, reincidimos en el error y planteamos hacer otra que nos solucione la papeleta y nos permita salir del paso.
Vemos que el juego al que jugamos no tiene los resultados deseados y en lugar de dejar de jugar a ese juego, nos limitamos a cambiar las normas para que en ese momento nos salga bien la jugada.
Si lo hacemos, día y noche, en nuestras vidas individuales, ¿cómo no vamos a hacerlo en la política?
Somos incapaces de darnos cuenta de que un clavo saca a otro clavo. Pero hace el agujero más grande y más profundo. Hasta que llegue un día en que todos los clavos se deslicen a través de él y ninguno pueda cerrarlo. Y entonces será el momento en el cual empezaremos a desangrarnos a través de ese agujero. Esperemos que en Euskadi se den cuenta a tiempo de ello.

jueves, junio 23, 2011

El tripode del miedo se escuda en los escoltas

Hay situaciones en las que resulta dificil tragar la democracia. Cuando la justicia está en contra de nuestro beneficio, cuando la realidad y la lógica nos obligan a pensar en contra nuestra, es cuando tenemos que demostrar que somos demócratas, es cuando más nos cuesta dirigir el principio democrático por excelencia.
Con Bildu cuesta, es algo difícil, que exige esfuerzo. Algo que no nos gusta en ningún ámbito de nuetras existencias occidentales atlánticas. El esfuerzo es algo de lo que huímos como de la peste.
Por eso, los partidos mal llamados nacionales y nunca nombrados como españolistas, sacan los pies del tiesto, se van por los cerros de Úbeda, buscan peligros donde no los hay, invocan fantasmas y practican las más grande deslealtad que se ha visto en este país desde que alguien, de cortas piernas y ralo bigote, inventara la frase "por el bien de España".
Han establecido un trípode perfecto para poder oponerse a ese esfuerzo democrático que les exige la irrupción política de los abertzales en el mapa vasco. Un triángulo de fuego desde el que pretenden disparar a Bildu para que no pueda escapar.
Son tres tiradores, tres frentes, tres ángulos pero un solo arma. El arma que dicen combatir y que se llenan la boca de afirmar que quieren desterrar de Euskadi.
Cinco letras, un concepto, una deslealtad: Miedo.
Empiezan con el momento glorioso de Gonzalez Pons, ese portavoz del PP de barra de bar y camisa veraniega arremangada, mesándose sus ralas canas afirmando algo tan desleal para con el Estado de Derecho como que el Tribunal Constitucional ha permitido a los proetarras acceder a las instituciones, .
Venden a aquellos a los que llamaban garantes de La Constitución cuando aprobaron la Ley de Partidos, cuando ilegalizaron Sortu, cuando defendieron la doctrina Parot, que mandaba al carajo uno de los principales derechos procesales de este país. Les venden y dicen que los tribunales no son necesarios.
Como la policia y la Guardia Civil dicen que Bildu es continuación de ETA, los tribunales tienen que hacerles caso; como el Fiscal dice lo mismo, los tribunales tienen que hacerle caso.
Puede que no lo parezca, puede que suene plausible, pero eso es lo más infame y mezquino que puede mantener alguien que se llame demócrata. Es una falacia circular que nos lleva a cambiar la democracia y la división de poderes por un estado policial en el que no existe necesidad de jucio ni de sentencia. Un país en el que las fuerzas del orden dejan de ser investigadores para ser verdugos. Vamos, lo que siempre ha añorado el Partido Popular.
Pero además es un acto de una hipocresía infinita porque ni ellos mismos se creen ese argumento.
Puesto que, si la opinión de la policía, la fiscalía y la Guardia Civil son incuestionables en todo y los jueces no pueden contradecirla so pena de transfromarse en pérfidos cómplices del crimen y el delito, entonces el PP -y perdonen la expresión- está jodido.
Porque la policía, la fiscalía y la Guiardia Civil han dicho que Frasncisco Camps es culpable de corrupción, a la cárcel. Han afirmado que Esperanza Aguirre es culpable de las escuchas ilegales, de las concesiones irregulares, a la cárcel. Porque los investigadores policiales y la ficalía anticorrupción han considerado culpables a través de sus investigaciones a políticos populares en Murcia, en Valencia, en Galicia, en Baleares y en un sinfín de ayuntamientos.
Y con ellos se encontrarían sus queridos socios en esto del españolismo tanto en Andalucía como en Extremadura, en Asturias y en todos los muncipios en los que el Partido Socialista también ha sido investigado y procesado con informes policiales de por medio por esas causas.
Si la prueba de la condición de Bildu la dan las fuerzas del orden y la fiscalía, la prueba de la corrupción de los grandes partidos -y de todos los demás- también la dan las mismas investigaciones y las mismas fuentes. Pero eso no parece ir con ellos.
Los adalides de la sociedad sin miedo vuelven a ser desleales con ella, vuelven a sembrar ese miedo, ese terror que dicen combatir. Porque lo que importa es el miedo. Nada es más fuerte que el miedo.
Y tras años sin atentados, tras muchos meses sin tiros en la nuca, sin disparos a bocajarro, tienen que alimentarlo, que hacerlo crecer, que reinventarlo.
Así que tiran de la insinuación de que todo ese dinero público que manejan los consistorios abertzales irá a parar al rearme de ETA, a la contratación de mercenarios en Libia, quizás -que ahora el mercado de las pistolas de alquiler está en auge- o de cualquier otra cosa que se les ocurra.
Y la segunda pata de este trípode de terrores nocturnos la incorporan los medios nacionales de uno u otro signo -que en esto eso da igual-. Cargan las tintas y los audios con los millones de los que dispondrá Bildu para hacer lo que quiera con ellos. Dos mil millones que podrán usar para lo que se les antoje.
Como si los presupuestos no fueran públicos, como si no pudieran controlarse.
A lo mejor es que están acostumbrados a que no sea así en los cientos de corporaciones locales y los gobiernos autónomicos que rigen otros partidos. Podemos tener todas las creencias que queramos sobre el uso que Bildu dará a los dineros públicos. No pasaran de ser un acto de adivinación, de paranoía, de fe, enfermiza y negativa, pero fe, al fin y al cabo.
Pero tenemos una absoluta certeza de los que alcaldes y presidentes autónomicos han hecho con los dineros públicos tanto en las filas del progresismo de moda como del conservadurismo de siempre.
Los malos usos que temen en Bildu como entelequia son una realidad en sus filas. Pero ellos no dan miedo, no pueden darlo. Bildu sí. Necesitan que Bildu de miedo.
Es el único arma que les queda contra la voluntad mayoritaria de los vascos. El eterno miedo del español que no entiende ni quiere entender, que no sabe ni quiere saber, lo que pasa en Euskadi.
Y por fin nos llega la tercera pata de banco de ese miedo funesto en el que basan su estrategia para enfrentarse a lo que los habitantes de Euskadi han decidido para una provincia, una capital y un centenar de municipios. Son los escoltas.
Hay que crirticar las políticas de Bildu, todas y cada una de ellas, en cada ayuntamiento, en cada junta, en donde sea.
Y la verdad es que la alcaldesa de Andoain se lo ha puesto a huevo. La señora alcaldesa, en virtud de sus atribuciones, va y decide que los escoltas de un concejal del PP supuestamente amenazado por ETA -y digo supuestamente porque yo nunca he visto la amenaza,aunque me la creo- se tienen que quedar en la puerta del consistorio esperando a su protegido.
Y claro eso demuestra todo lo que hay que demostrar. Todo lo que niega el Tribunal Constitucional, todo lo que los sufragios de los vascos niegan o ignoran.
Eso demuestra que el PP y el españolismo que vincula independentismo y ETA tienen razón.
No existe ningun motivo para quitarle la escolta a un concejal del PP y a otra del PSE -que, automaticamente se convierten en luchadores por la democracia, en virtud de un ensalmo arcano- más que facilitarle a ETA la ocasión propicia para matarles.
Es una deducción digna del Superagente 86. Es un recurso a la paranoia y el terror digno de Wes Craven.
Ana Carrere, que así se llama la alcaldesa, tiene todo el derecho a hacerlo, tiene la potestad para hacerlo y puede hacerlo.
Por eso, de repente, el Gobierno olvida que nos estamos yendo a pique, que tiene a la gente revolucionada y parada, que la Europa de los mercados y los dineros se desmorona y se pone a hacer con urgencia una ley que permita a los escoltas entrar en los consistorios.
Una ley que siga recordando el miedo permanente a todos, que recuerde que ETA existió aunque lleve dos años sin matar. Una ley que impide que los vascos -los de Andoain, en este caso- perciban que en su tierra las cosas son normales, que el miedo se ha acabado, que el independentismo no tiene nada que ver con la sangre derramada por ETA.
Carrere quizás no lo buscara, pero ha tomado la primera decisión que normaliza Euskadi en décadas.
Porque lo normal es que la Policía Municipal sea capaz de proteger a los ediles en el interior del Ayuntamiento. Eso ocurre en toda España; porque lo normal es que la actividad política no se venda ni se perciba como un riesgo vital. Eso ocurre en toda España.
Porque lo normal es que nadie -ni siquiera ETA, que nunca lo ha hecho- entre en un consistorio para descerrajar dos tiros a un concejal. Eso nunca ha ocurrido en toda España.
Y mucho debe creer doña Ana -que se ha ganado el doña- en esa normalidad cuando se pone ella misma de escudo y gararte para la normalización.
Porque, si algo ocurre, irá a la cárcel y lo sabe. Porque, si ETA mata, ella pagará por esa sangre y lo sabe.
Así que resulta que no hay que decir y que votar que se está en contra de ETA. Solamente hay que demostrar que se cree o que se sabe que la banda, que otrora fuera independentista y ahora-si es que existe aún- es otra cosa radical y criminalmente distinta, ya no forma parte de la cotidaneidad vasca.
Esa debería ser la mayor condena al terrorismo, aunque le evite a muchos el recurso a su eterno aliado del terror y la paranoia para cosechar sufragios y evitar el camino ideológico que sigue una buena parte de los vascos.
Si el PSOE y el PP no quieren una Euskadi sin terror ese es sólo su problema. Ya no es el problema de los vascos.

miércoles, abril 20, 2011

Cuando el terror se escuda en el terrorismo

Leer la prensa en un aeropuerto es algo diferente. Cuando lees las páginas nacionales, esas que deberían hablar de que Europa comienza a deshacerse, de que el paro empieza a enquistarse, de que las elecciones están como quien dice al caer, te da la sensación como de que escapas, como de que huyes, como de que dejas atrás algo a lo que estás acostumbrado no por lógico, sino por normal, no por racional sino por cotidiano.
Y me embarco en Barajas con un atragantamiento de descontrol judicial de unas proporciones tales que se me antoja que el lugar al que voy va estar más organizado: Y eso que voy a Marrakech.
Para empezar, La Audiencia Nacional reboca la puesta en libertad  y pone en búsqueda y captura a Troitiño
¿Nos acordamos de Troitiño? Sí, hombre, ese etarra cuya excarcelación está sirviendo para que los partidos nacionales y nacionalistas -nacionalistas españoles, se explica- estén ocultando su total ausencia de política municipal y autonómica en Euskadi; ese asesino mafioso confeso, convicto y penado, que parece que es necesario encarcelar seis años más para que la política autonómica y municipal de este país funcione como es debido.
En sí misma, la rebocación de la puesta en libertad no es algo caótico -los altos tribunales españoles llevan desdiciendose unos a otros desde el comienzo de los tiempos, los tiempos democráticos, se entiende-.
Lo que resulta caótico es como se produce. No se convoca al pleno del Tribunal Supremo porque están de vacaciones, se realiza una vista de urgencia ante el riesgo de fuga del tal Troitiño por los mismos que le pusierno en libertad, la sala Tercera, en lugar de la que estaba prevista para el próximo día 25 por la Sala de lo penal, que es la que tenía que haber decidido. Un galimatías que al final conduce a una conclusión ya sabida, ya anticipada, ya decidida: Troitiño vuelve a prisión.
Bueno en realidad no. Porque el asesino es sanguinario, irredimible y no se arrepiente, pero no es idiota. 
Los periodicos dicen que se ha fugado eludiendo centenares de años de prisión, pero mienten. Mienten al mismo nivel que mienten los tribunales afirmando que han decidido rebocar la excarcelación legal de Troitiño, mienten al mismo nivel que mienten los políticos utilizando este asunto para tirarse los trastos a la cabeza, intentando minarse los unos a los otros cara a las elecciones autonómicas y municipales.
Mienten porque todo esto nada tiene que ver con la justicia, nada tiene que ver con el terrorismo, nada tiene que ver con ETA. Solamente tiene que ver con los intereses electorales de unos y de otros.
Los diarios mienten porque Troitiño no está condenado a centenares de años de cárcel. Esta condenado a treinta. A multitud de condenas que se cumplen simultaneamente y que pueden sumar como máximo treinta años. Ellos lo saben, pero lo ocultan.
Mienten los rotativos porque no se ha fugado. Fue puesto en libertad y como hombre libre que era tras cumplir su condena puede ir a donde le plazca, les guste o no a aquellos que no pueden soportar la visión de su libertad -o que simplemente fingen que no pueden soportarla-. Los tribunales mienten porque no ha habido debate, no ha habido nada que se pareciera a una decisión judicial. Sencillamente han aplicado ex machina una sentencia del Supremo del pasado martes que negaba el famoso computo doble a otros dos etarras. Cuarenta y ocho horas para crear jurisprudencia. Todo un récord. 
Mienten porque ya habían decidido meterle de nuevo en prisión, tan sólo estaban esperando una excusa. No es que el tal Troitiño no se lo merezca, es que asusta realmente que la aplicación de la justicia funcione así. 
Aunque sea en el terrorismo, aunque sea para hacer pagar la sangre y el terror a un asesino, cuando la justicia se hace maquiavélica deberían erizársenos los pelos del cogote.
Y mienten los políticos porque los seis años de más de Troitiño en la cárcel no son relevantes, no son importantes por más empaque y trascendencia que quieran darles. Porque ese lustro largo de prisión no servirá para nada a Euskadi ni a los municipios vascos ni a ninguna otra comunidad autonoma o corporación municipal.
http://wiki.nolesvotes.org/w/index.php?title=Corrupt%C3%B3dromo&oldid=1651
Mienten porque no les preocupa en lo más mínimo que se haga justicia y que los delincuentes y criminales no puedan presentarse en una lista electoral o cumplan integramente sus condenas.
Si así fuera hubieran convocado una sesión extraordinaria del Congreso para ampliar la Ley de Partidos e incluir en los motivos de ilegalización o de anulación de listas electorales los delitos en el ejercicio de un cargo político como la prevaricación, el cohecho o cualquier forma de corrupción. Pero no lo han hecho.
Porque si eso les importara se hubieran sacado una Ley de Inhabilitación Preventiva -discriminación positiva al canto- por la cual se prohibiera a los imputados de corrupción por un tribunal formar parte de una lista política y se les revocara la inmunidad parlamentaria para que pudieran ser investigados por los tribunales ordinarios -no politizados-. Pero no lo han hecho.
Mienten porque ahora utilizaran la falsa fuga de Troitiño para seguir ocultando sus vergüenzas, para seguir demorando sus programas, para seguir haciendo campaña con algo que para Euskadi, para España y para todos es ya absolutamente irrelevante.
Pero, mientras espero a embarcar me doy cuenta de que todo sigue, de que no se para, de que seguirán encontrando cortinas de humo. El Gobierno ya estudia impugnar las candidaturas de Bildu. Sigue arrojando rastrojos verdes a la hoguera de las elecciones autonómicas y municipales en la esperanza de que las columnas de humo que levanten nos impidan ver que no saben que hacer y que ni siquiera se han puesto a pensar en ello.
Y el PP le sigue la corriente porque espera que esas inmensas fumarolas de vapor y humo inofensivos tampoco nos dejen ver que en todo el tiempo que han tenido para pensar algo que hacer con el gobierno cuando lo tuvieran no han sido capaces de hacer otra cosa que centrarse en el modo de lograrlo, sin ir más allá como lo haría cualquier partido político responsable. 
Como lo haría cualquiera que no considerara el poder como un bien que se agota en sí mismo.
Y volverán a convertir las audiencias, tribunales y salas judiciales en un circo mediático en el que se dirimirá si los partidos legales pueden presentar a tal o tal otro candidato a concejal o a diputado autonómico en Donosti, en Amorebieta o en Galdakao.
Pero ningun fiscal del Estado, ningun letrado de la Abogacía del Estado presentará ante el Tribunal Supremo una demanda solicitando que se anulen las listas del PP en Valencia, de Izquierda Unida en Sevilla o del PSOE en Madrid, aunque todas ellas incluyen imputados por delitos de corrupción y condenados por ellos en muchos casos.
Porque, si eso ocurriera, tendrían, para salvar el trasero a los suyos y sus negocios,   que hablar de la presunción de inocencia -obviando el contraindicio ignorado que les ha permitido ilegalizar a Sortu presuponiendo su culpabilidad-.
Tendrían que hablar de penas cumplidas, de antecendentes borrados y  de actitudes modificadas, teniendo que tragarse la doctrina actual, tremolada en discursos y declaraciones públicas, de que los abertzales nunca se van alejar de la violencia. Porque sino tendrían que admitir que si un violento no se aleja de la cviolencia, un corrupto tampoco se aleja de la corrupción o un estafador tampoco se aleja de la estafa. y eso a muchos les dajaría sin componentes en sus listas electorales.
Y dirán que no es lo mismo. Se atreverán a decir que no es lo mismo.
El terrorismo genera terror. Ese su objetivo. Esa es la parte esencial de su definición.
Y su politica del pelotazo, de la burbuja inmobiliaria, de la privatización de servicios, de la imposición linguística, de la mediocridad educativa, de la ideologización de la educación hacia lo laico, lo católico lo catlán o lo vasco -que cada palo aguante su vela, que hay cirios para todos- lo único que ha generado en España ha sido eso: el más profundo y arquetípico terror.
Terror de cinco millones de personas a no encontrar trabajo, de otros cuantas decenas de millones a perderlo; terror a que su educación no sirva para nada; terror a perder su familia y su libertad en aras de una protección baldía.
Terror a que su esfuerzo no se remunere adecuadamente y tener que aguantarlo, terror a que la supervivencia se haga imposible, terror a que el desconocimiento de una lengua les impide acceder a un trabajo seguro, terror a no poder vivir donde siempre han vivido porque alguien ha cambiado las reglas.
Terror a perder su casa, a perder su trabajo, a perder su futuro o a no ganarlo nunca.  
Y aún así dirán que no es lo mismo. Que todos esos miedos, que ese terror y desesperanza  ellos y sus formas de hacer política han generado, no pueden equipararse a pegar un tiro en la cabeza o poner una bomba. Pero mientras se condena, ilegaliza o anula a Troitiño, a Sortu o a Bilbu, nadie conceda, ilegaliza o anula eso.  Ese terror que ellos han generado.
Dirán que no es lo mismo. Y tendrán razón. Es mucho peor.

viernes, abril 15, 2011

Troitiño y el perverso remake de PP y PSOE

Parece mentira, no díría que parece imposible, pero sí parece mentira.
Muchas cosas están cambiando. Los árabes se lanzan a una lucha a la que no se lanzaban desde hace mucho tiempo, a la que probablemente nunca se habían lanzado del todo por historia o por concepto. África se remodela lentamente, El Magreb se reestructura a tiros en Bengasi y a decretos sorprendentes en las calles de Túnez, Palestina se mira por primera vez el polvo en la vestimenta propia antes que el barro -¡qué hay mucho y muy sucio!- en el sayal del vecino, China se crece y nos empequeñece... Muchas cosas están cambiando, pero otras no.
Como nuestras series televisivas tiran de cuerpos desnudos y sexo de satén cuando baja la audiencia; como nuestros programas de víscera y ridículo tiran de cuernos confesados e hijos ilegítimos cuando les fallan las recaudaciones publicitarias; como nosotros tiramos de copas y polvos cuando no nos salen las cuentas de los sentimientos ni los afectos, nuestros políticos, llegado el inevitable momento cuatrienal del giró de guión electoral, tiran de la misma trampa escénica, de la misma falacia literaria.
Tiran de ETA
No nos engañemos. Nadie ha hablado de ETA -salvo los que siempre lo hacen, en toda circunstancia y condición- en los últimos dos años. Se informaba sobre ella, se opinaba sobre su situación, se anunciaban detenciones. Pero hablar, lo que se dice hablar, nadie hablaba de la banda de asesinos mafiosos que finge ser abertzale para no tener que decir que es simplemente criminal.
Y ahora, de repente, los telediarios se nos llenan de ETA, los periódicos se nos desbordan de ETA, las radios nos ensordecen con ETA. Todo es ETA. No hay nada en el horizonte nacional que no sea ETA.
El paro alcanza casi los cinco millones de personas, pero los dos grandes partidos hablan y gritan sobre el Caso Faisán. Todo es ETA.
La subida de los tipos de interés europeos nos coloca en el limite interno de un desastre financiero que nuestras cajas de ahorros apenas pueden afrontar, pero nuestras formaciones políticas mayoritarias debaten sobre la Doctrina Parot -un arcano judicial sobre el que no se ponen de acuerdo ni siquiera los dos altos tribunales hispanos- y un tipo llamado Troitiño, compañero de aquel famoso De Juana Chaos, que también se hizo importante en un momento electoral concreto. Nada salvo ETA.
Nuestros partidos se debanan los sesos para taparse las vergüenzas de sus nalgas puestas al descubierto al ocultar o impostar a corruptos en sus listas, al destapar Eres inexistentes, al justificar los gastos de altos vuelos de sus euroturistas -perdón, eurodiputados-, pero los dos grandes siguen hablando de frenar a Bildu y a cualquier otra formación que pueda parecer de lejos y por aproximación superlativa algo relacionado con el entorno de lo que un día fue ETA y está dejando de serlo. Siempre ETA
Pese a todo lo nuevo que hay en nuestro país, ellos deciden no salirse del guión, deciden comportarse como lo hicieron siempre.
Don Mariano y el bueno de José Luís recuperan la mejor tradición de la telenovela, del culebrón, y se disfrazan de actores monocordes, sin cambio de registro, sin posibilidad ética o estética de dar diferente salida a idéntica escena de guión.
El partido Socialista y el Partido Popular se emulan a sí mismos, se recuerdan y, como diría la mítica voz aterciopelada de la judía de naríz prominente y agudos infinitos, se aferran a "the way we were" para pasar el trago electoral, para sobrevivir a sí mismos.
E interpretan un absurdo remake de ese glorioso Día de la Marmota, una nueva versión de Atrapado en el Tiempo.
Los unos y los otros acordándose, para bien o para mal, de los GAL y el atentado a Aznar; de La T4, del mafioso De Juana Chaos, De Miguel Angel Blanco y de su muerte, y de todos esos ocasionales simbiontes que ETA les ha proporcionado a tiempo cuando el momento de las urnas se acercaban.
Y así, de repente, pasa a ser algo importante que un etarra, que lleva 24 años en la cárcel, salga seis antes de lo previsto ¿alguien puede explicarme qué gana nuestro país con que la excarcelación sea un lustro antes o un lustro después?, ¿alguien puede explicarme qué beneficios tiene para los municipìos y las autonomías que van a votar que se aplique sobre Troitiño o no la Doctrina Parot?
Sin comérnoslo ni bebérnoslo nos encontramos debatiendo si Bildu tiene que estar o no en las elecciones vascas, en lugar de debatir si los partidos que están y van a estar se merecen que les votemos o no.
Sabemos que la presencia de Sortu o de Bildu no es relevante para que se frene la destrucción económica y el estancamiento social que sufre Euskadi desde hace décadas.
Sabemos que los 162 folíos de explicación del voto particular del Tribunal Supremo -que coloca al voto mayoritario de ilegalización del alto tribunal a un centímetro escaso de la prevaricación- no tiene importancia alguna a la hora de frenar la degradación de los servicios públicos en las autonomías del PP, ni el derroche desmedido en políticas vagamentes sociales que se produce en las del PSOE.
Sabemos que la tonelada y media de explosivos requisada a ETA en la última detención, o el chivatazo estratégico -pues sí que queda bonito eso de chivatazo estratégico- del caso Faisán ni ponen ni quitan nada a la sinrazón que el control político de las comunidades autónomas sobre las cajas de ahorro ha impuesto en el sistema financiero español.
Sabemos que el gusto o disgusto por la violencia de Sortu no cambia en nada las nefastas políticas de empleo en las comunidades y municipios conservadores, más preocupados por que no se vean los pobres que porque no existan.
Sabemos que el rechazo de los abertzales a los actos terroristas no modifica en un ápice las tembaleantes políticas empresariales de las autonomías y ciudades progresisitas -y el término es tan absurdo como el anterior de conservadores-, que han destrozado a las Pymes y han considerado la ayuda a la empresa como una herramienta ideológica más. Algo para lograr la paridad, la igualdad o cualquier otra cosa que se les viene a la cabeza, en lugar de para generar empleo, que es, si no me equivoco, para lo que se supone que sirven las pequeñas y medianas empresas.
Sabemos todo eso pero parece que tenemos que seguir opinando sobre lo mismo, pensando sobre lo mismo. Que tenemos que consentir que ETA sea de nuevo la medida de todas las cosas.
Parece que tenemos que fingir que no nos damos cuenta de que lo único que se busca es que no nos demos cuenta de que los progresisitas se han quedado si horizonte hacia el que progresar y los conservadores sin absolutamente nada que conservar.
Parece que tenemos que consentir que unos y otros nos llenen la cabeza de humo para que no nos demos cuenta de que, tras ese humo no hay nada, absolutamente nada. Ni siquiera  ETA. Ya ni siquiera está ETA.
Porque eso es lo que pasa. Los que han estado toda la crisis hablando de lo que no hace el gobierno con la destrucción económica de nuestro país, se ven ahora en la tesitura de explicar que harían ellos. Y no saben hacerlo. Nadie gana unas elecciones con lo que no han hecho los demás.
Y los que no han hecho nada o lo han hecho tarde y mal ya no tienen de qué tirar para justificar su permanencia en el poder. Están atados de pies y manos porque no es de recibo que se propongan soluciones a nivel autonómico que ni siquiera se han querido experimentar a nivel nacional.
Porque ya ni siquiera pueden tirar de su limpieza y honestidad -¡como si alguna vez la hubieran tenido!-. Porque por cada Gurtel en Valencia hay un Ere andalúz o un mercasevilla, o un Fabra o un Palau de la Música en Cataluña, o unos contratos de Marguello en Euskadi, o un Caso Orquesta en Galicia, o un Caso Brugal, o un Caso Matas, o unas escuchas en Madrid.
 Porque cada autonomía, cada ayuntamiento, cada uno de los colegios electorales en los que los españoles depositaremos nuestros sufragios está relevantemente cerca de uno o varios casos de corrupción, de una o varias decisiones incompetentes, que ponen mucho más en riesgo su futuro que la Doctrina Parot, el contraindicio de Sortu o la excarcelación legal de Troitiño.
Y eso no podemos verlo. No pueden permitir que lo veamos.
Porque si no llenan nuestros ojos con el denso humo de un etarra brindando por su libertad -parece que el resto de los presos que salen de la cárcel tras cumplir su condena no lo hacen- a lo mejor vemos todas las veces que ellos brindan con cava o rioja por sus cohechos, sus pelotazos y sus estafas políticas.
Porque, si no son capaces de volver a interpretar el mismo papel de artificio de ficción de demócratas indigandos y luchadores, a lo mejor nos damos cuenta de la realidad de sus biografías políticas y sus trayectorias gubernamentales y los que nos indignamos somos nosotros. Por su incapacidad, por su inutilidad, por su arrogancia y por sus más que absolutos y demostrados egoísmo y avaricia políticas. 
Así que todo es ETA, todo tiene que ser ETA. Nada salvo ETA
Hay cosas que no cambián. Otras, sin embargo, sí.

viernes, abril 01, 2011

Rajoy concede a ETA la verdad absoluta

Volvemos a las andadas.
De nuevo se juega con el miedo, de nuevo se vuelve a arrojar la pelota al campo de juego, de nuevo los eternos simbiontes del terror reaparecen y aplican sus fauces succionadoras de sufragios sobre la columna vertebral de Euskadi. De nuevo política y terror caminan de la mano. De nuevo no aprendemos De nuevo no cambiamos. De nuevo hay elecciones.
Ilegalizada Sortu por no querer creer lo que estaba diciendo, por no confiar en lo que ha escrito en sus papeles, en sus estatutos, comienza a ocurrir lo que siempre a ocurrido.
Las huestes del ínclito Mariano, que lleva tanto tiempo perdido entre sus cosas y sus amigos levantinos que ya ni se sabe donde está, se lanzan a la conquista del voto municipal, del sufragio autonómico con las manos libres para temolar en ellas la única bandera que hasta ahora les ha dado réditos electorales: el terror y el terrorismo.
Lo mejor sería -deben pensar aquellos que soñaban con oportunos estallidos de bombas en comicios anteriores- un atentado. Y si fuera contra uno de los suyos, mejor y si fuera, como antaño, contra el egregio líder, mayoría absoluta incontestable.
Pero hasta las obtusas mentes, cegadas por la sangre y la violencia, han aprendido la lección con respecto al Partido Popular. No habría nada que le viniera mejor al PP que poder exibir, como hicieron con Aznar, un lider atacado, en el punto de mira de la muerte y de la sangre, que tanto papel hace entrar en sus urnas. Y, en este caso, si le incapacitan mejor. Es más que preferible un mártir incpacitado que un líder incapaz.
Pero como no habrá atentados porque hay tregua; como no habrá rupturas porque ETA aprende más rápido que ellos -lo cual no es níngun mérito por su parte. Eso lo hace cualquiera-; como no habrá excarcelaciones que distorsionar porque hasta el PSOE les ha adelantado en el aprendizaje -¡manda huevos, que diría el señor Trillo!-, buscan otra cosa.
Como no hay nada de lo que les gusta que haya en unas elecciones como dios manda, de esas que ellos ganan, tiran de lo que tienen. De lo único que han hecho y que saben hacer. De buscar en el miedo vendido y propagado la llave de la puerta que da acceso al poder. Tiran de ETA y la llaman en su ayuda. Tiran del Caso Faisal.
No es tan impactante como un coche oficial abollado por una bomba activada a distancia, no es tan trágico como un Miguel Angel Blanco, no es tan frustrante como un De Juana Chaos, no es tan emotivo como una entrega de llaves a la familia de un inmigrante muerto en la T4. Pero es lo que hay.
ETA ni está ni se la espera en estas elecciones. Así que hay que echar mano del pasado. Y el caso Faisal hace su aparición por el lateral del escenario.
Y las sorayas y las dolores salen a la palestra política a exigir responsabilidades por esa fallida negociación, a vender por enésima vez que el gobierno, el pérfido y blando gobierno socialista, nos arroja en los brazos y los cañones de las pistolas de aquellos que sólo saben matar.
Pero esta vez llevan el rocambole de su condición de pez simbionte del tiburon cuyas fauces llevan devorando Euskadi desde hace treinta años a un nuevo nivwel de absurdo, de ridículo, de perversión.
Esta vez De Santamaria no agita los folios del Pacto Antiterrorista; De Cospedal -¿Por qué todas la lideres del PP son "De" algo?- no tremola enardecida La Constitucion. Lo que hacen es agitar ante las cámaras preelectorales de toda España los papeles de Thierry, las actas de ETA. La voz y la palabra de los que matan.
Toda incoherencia es poca cuando se trata de ganar un centenar más de concejales, un puñado más de diputados autonómicos. Aunque tu incoherencia siga matando Euskadi.
Las palabras de los asesinos y los sicarios del terror se convienten, de repente, por mor de la necesidad electoral, en argumento de ley para demostrar que el Gobierno no lucha adecuadamente contra los terroristas. Los escritos de aquellos que han usado los dedos tantas veces para apretar el gatillo que ya apenas saben usarlos para redactar un documento, se convierten en argumentos irrefutables, en pruebas fehacientes, en verdades incontestables, tratadas ante los medios de comunicación como revelaciones evangélicas redactadas ex catedra.
Los etarras dicen que hubo promesas políticas y hay que creerles; los jefes de la mafia asesina que sangra Euskadi escriben que se prometieron excarcelaciones y que se paralizó la acción policial y se convierte en evidencia fidedigna de la realidad del pasado.
La palabra de ETA es ley, es carga de prueba, es incuestionable. Es la verdad en estado puro.
Y El Gobierno, ese gobierno aquejado por las dolencias de los pocos que hasta ahora le habían mantenido sus escasas fortalezas, tira de lo mismo.
Pone a todos los suyos a esculcar entre las lineas, mal concebidas y peor redactadas, de esas actas para encontrar el argumento contrario. Intenta buscar en la exégesis de la verdad revelada, por los repentinamente creíbles papeles de ETA, una forma diferente de contrarrestar la vieja estrategia electoral del Partido Popular de devolvernos el terrorismo a la mente y la víscera cada vez que comienzan a colocarse las urnas en los colegios electorales.Da igual que encuentren frases como "el gobierno nos la ha clavado", da igual que descubran sentencias como "creímos que podíamos conseguirlo en el ámbito político y fue rechazado".
No importa que ETA de la razón a unos o a otros. Lo que es relevante, tristemente relevante, repugnantemente relevante, es que unos y otros buscan el apoyo de sus palabras, necesitan el impulso de sus escritos.
Si unos y otros no son capaces de utilizar como argumento otra cosa que no sea lo que los violentos y los asesinos furiosos dicen de ellos, más les valdría no presentar lista alguna en las próximas elecciones. Si han de mostrar como defensa o como acusación la voz de la sangre y usarla de testimonio de calidad, más les valdría disolverse como los partidos políticos que han dejado de ser y constituirse oficialmente en las logias secretas de poder cuyos compartamientos maquiavélicos imitan. Más les valdría volver a todos a las cavernas..
Y todo ello apenas un latido histórico después de que ambos argumentaran que lo dicho y escrito por ETA y los que fueran su entorno no es digno de crédito.
Todo ello después de forzar por presión al Tribunal Supremo -algo muy vagamente democrático, por cierto- a imponer una tesis de ilegalización, tan injusta como peligrosa, basada en que no podemos creer en la sinceridad de las palabras de ETA cuando habla de dejar las armas ni en las de Sortu cuando dice que se ha separado de ETA, la rechaza y no quiere que siga manando la sangre y el odio en las tierras y las sociedades vascas.
O sea que no podemos creerles cuando sus palabras sirven para avanzar, para buscar una salida y una esperanza para Euskadi, pero estamos obligados a hacer caso de sus letras cuando estas demuestran lo que queremos, cuando sus documentos nos dan la razón y nos permite seguir jugando al mismo juego en le que tenemos todas las de ganar, porque ponemos y cambiamos las reglas a voluntad.
Una vez más, los dos grandes partidos de este país han demostrado que no merecen su nombre ni su autoimpuesta denominación. Ni son grandes, ni son constitucionalistas.
No han tardado mucho en demostrar cuales son los motivos reales por los que no han consentido la entrada en el juego democrático de la izquierda abertzale radical democrática -los llamaré así hasta que sus actos demuestren lo contrario. Es mi viejo y anacrónico vicio de la presunción de inocencia. Muy molesto, lo sé-. 
El PSOE no podía consentirlo porque hubiera sido presentado por el PP como la última concesión del Gobierno y hubiera tremolado las actas del caso Faisal para demostralo. Y el PP no podía permitirlo porque, si la paz estaba conseguida y sellada, a lo mejor a nadie le importaba ya que hubiera sido lograda a través de una negociación secreta y de algunas concesiones políticas y se hubiera quedado sin escualo asesino entre cuyos dientes rascar para encontrar los votos que le alimentan cada cuatro años.
Los socialistas y los populares han jugado y están jugando al mismo juego que han jugado siempre. Al juego que jugamos, lamentablemente,  todos nosotros cada día en nuestras familias, en nuestras empresas, en nuestros hogares, en nuestros encuentros y en nuestros desencuentros.
A ese rompecabezas absurdo y continuo que supone tomar en consideración solamente aquello que queremos oír; dar y quitar credibilidad, dependiendo de si se habla en favor o en contra nuestra; intentar recomponer la realidad tomando solamente las partes que nos vienen bien; dar la razón a los que dicen lo que ya hemos decidido que es cierto, aunque sepamos que no lo es, y quitársela a todos aquellos que afirman algo que va en nuestra contra, aunque tengamos la certeza de que es verdad; dudar de la realidad de los hechos en favor de nuestra percepción de los mismos; cambiar de argumento y de defensa cuando somos pillados en un renuncio, cuando cambiamos de objetivo.
Y lo peor es que ese juego que vuelven a jugar el PP y el PSOE, ante nuestras complacientes miradas cuando se acerca una nueva votación, no está perjudicando a Sortu, no está perjudicando a ETA, no esta perjudicando al Gobierno Vasco ni a las formaciones políticas españolistas, nacionalistas vascas o independentistas. Ese juego está impidiendo vivir a Euskadi.
Pero, tranquilos, no es tan grave. El que jugamos nosotros, nos está matando a todos.

jueves, marzo 24, 2011

El Supremo inicia Gran Hermano en Euskadi

Tenía que ocurrir. No debía haber ocurrido, no es bueno que haya ocurrido. Pero tenía que ocurrir. Estamos tan acostumbrados a interpretar y reinterpretar la realidad para adecuarla a nuestras necesidades que, tarde o temprano tenía que tocarle ala ley, La Consitución, y toda norma que nos pongan delante.
Así las cosas, tenía que ocurrir que nos dilataran la posibilidad de empezar el futuro en Euskadi, tenía que suceder que no se permitiera a la izquierda abertzale demostrar que es demócrata, que se ha separado de ETA. Tenían que quitarle su legalidad.
Y lo digo así porque Sortu nació legal y ha sido legal hasta que el Tribunal Supremo ha decidido que no lo sea.
No por nada que haya hecho. No porque haya dado mítines en los que defienda la lucha armada, no porque haya colaborado activamente con ETA, no porque se haya descubierto a sus miembros participando en Hendaya o en San Juan de Luz en reuniones de la cúpula de la banda de sicarios. A Sortu se la ha arrancado judicialmente su legalidad por otra cosa.
Cuando Sortu se presentó en el Registro de Partidos del Ministerio del Interior. Era legal porque todo lo que había hecho hasta ese momento lo era. Había creado unos estatutos conformes a la ley, los había presentado en tiempo y forma y había cumplido todos los requerimientos necesarios para la inscripción. Y así era hasta que el Alto Tribunal español ha decidido que no lo sea.
Y no por nada que no haya hecho, no porque no haya rechazado la violencia como forma de acceso a la política, no porque no haya abominado públicamente del terrorismo y de los terroristas, no porque no haya rechazado por activa y por pasiva cualquier tipo de acción de ETA. A Sortu se le ha negado una legalidad que poseía intrinsecamente por otra cosa.
Euskadi aún no tiene el comienzo de un futuro de paz, Sortu no tiene la posibilidad de demostrar que es democrata -de la única manera en la que la condición de demócrata se puede demostrar, participando en el juego democrático-, España no puede comenzar a dejar de pensar en ETA y Euskadi no puede dejar de sufrirla no por algo que haya hecho o dejado de hacer Sortu. Por primera vez no es por eso.
No es porque el Tribunal Supremo esté politizado -aunque lo está, no tanto como el Contitucional, no nos engañemos, pero lo está-; no es porque a determinadas formaciones políticas no les salgan las cuentas de escaños en el parlamento Vasco si Sortu concurre a las elecciones -que también cuenta-  o porque a otras no las salgan las previsiones de sufragios en los comicios nacionales si no puede recurrir una y mil veces a los miedos y los terrores nocturnos que sabe colocar en la mente del electorado -que, por supuesto, es un factor de peso-. Ni siquiera es porque a aquellos, anclados en el victimismo perpetuo, que han hecho de la vindicación eterna una profesión, impidan avanzar a Euskadi hacia el futuro en aras de lograr la condición de buenos en las plumas y las rotativas que escribirán e imprimirán la historia -que también pesa lo suyo-.
Sortu ha perdido una legalidad que poseía, que era suya desde el momento mismo de su registro, como lo es de cualquier partido que se registre siguiendo la normativa legal, por algo mucho más peligroso, por algo que da mucho más miedo.
Porque hemos dejado de creer en la ley, porque hemos dejado de creer en la democracia. Porque solamente nos fiamos de nuestra víscera. Porque hemos convertido el Estado en un reality show, en Gran hermano. Porque han transformado el Tribunal Supremo en un survival show, en Supervivientes.
Porque nadie -salvo unos pocos, lo renozco- pestañeó cuando se aprobó la Ley de Partidos. Una ley construida, redactada y aprobada ad hoc para un fin específico y que nunca se ha pensado ni se ha intentado aplicar a otro partido que no sea uno proviniente de la izquierda abertzale.
Porque nadie movió un dedo cuando esa ley se aplicó de forma retroactiva sólo para Batasuna y el terrorismo falsamente vinculado al independentismo vasco -falsamente por ETA, que desde hace tiempo no es otra cosa que una mafia asesina- y no a todos los partidos ahora democráticos que no lo fueron en otro tiempo y tuvieron la acción directa revolucionaria o la represión estatal en el ideario de muchos de sus líderes y militantes.
Cuando se decidio que la democracia permitía el maquiavelismo antidemocrático de que el fin justificara cualquier medio, de que la defensa de la democracia permitía bordear y traspasar los límites éticos y estéticos que nos convertían en antidemocraticos.
Fue entonces cuando  comenzamos a dejar que la concepción de Estado cambiara, que se transformara en un reality show.
En un programa de prime time de diez de la noche en el que las normas surgen desde una voz irreconocible y sin identificar, solamente cuando son necesarias, solamente cuando vienen bien. Nos transformaron el juego democrático en un programa de frikies en el que un jugador puede ser expulsado por una norma que no existía cuando todos fueron encerrados en una casa para entretener nuestro complejo de superioridad y nuestro morbo.
En el que un miembro del jurado puede insultar continuamente a todo y a todos impunemente y uno de los jugadores puede ser expulsado por responderle en los mismos términos.
Fue entonces cuando cambiamos a Rosseau por Risto Mejide, a Montesquieu por Mercedes Milá. A Solón por la voz de Gran Hermano.
No nos importó que no fuera justo ni democrático que se revisra con lupa a Batasuna y no a Acción Española, como no nos importó que la norma contra la la agresividad en GH se aplicara contra el tristemente famoso "Yoyas"  y no contra esa individua que hablaba de si misma en tercera persona, llamada Aida Nizar. Como no nos importa que las direcciones de OT o de Supervivientes -siempre ocultas, siempre inexcrutables- nos digan que existen unas normas que nunca han sido expuestas, nunca han sido hecas públicas, que nunca han existido antes, para justificar decisiones que simplemente consideran necesarias y que luego no las apliquen cuando la audiencia o la imagen no precisan de ello.
Fue entonces, quizás porque estábamos acostumbrados por nuestro consumo televisivo a que eso fuera lo habitual o quizás porque en el fondo eso era lo que queríamos -no olvidemos que, al igual que con la política, cada país tiene la televisión que se merece-, cuando fuimos incapaces de percibir el cambio de paso de aquellos que se siguen llamando democratas, pero que decidieron dejar de serlo para combatir contra los que nunca lo habían sido.
Y así siguió hasta Sortu.
Un reality en el que unos ponían las normas y otros nunca podían aclimatarse a ellas porque la audiencia en sus votos telefónicos -o sus encuestas de opinión- habían decidido que tenían que abandonar la casa, hicieran lo que hicieran, intentaran lo que intentaran.
Un juego que había dejado de ser democrático porque había dejado de ser justo. Había unas reglas cambiantes y difusas que permitían al Gran Hermano ajustarse siempre a sus necesidades.
Un espectáculo en el que decir en un mitín abertzale que los presos de ETA son prisioneros políticos es un crimen irredimible -es mentira, eso sí-, pero en el que afirmar en los pasillos del Senado que vendría bien un atentado de ETA para subir votos ni siquiera se considera una falta leve penada con una multa.
Un programa televisivo y mediático en el que cada jugador juega con unas reglas diferentes. Alguien es expulsado de la casa por arrojar un vaso de agua a la cara de otro concursante y otros pueden insultar, acosar, perseguir y difamar al personal de su alrededor ante la algarabía de aquellos que interpretan el esperpento desde un plató de televisión. 
Pero hasta el mayor espectáculo de morbo y víscera termina aburriendo, termina pareciendo insustancial, termina destilando la manipulación que atesora en su interior y en su creación, termina perdiendo audiencia, acaba por no cumplir el objetivo deseado.
 Así que, cuando llegó Sortu, el formato -como se diría en televisión- estaba apunto de agotarse. La viscera estaba adormecida y había que revivirla. Y había que hacer algo para reacctivarla. Algo como dividir a los concursantes en dos casas, como meter a un infiltrado que les cabree constamente. Algo tan rocambolesco como encerrar a una pija con un burro en un lavabo.
Y ese papel se lo han hecho jugar al Tribunal Supremo
La Abogacía y la Fiscalia del Estado con sus argumentos han convertido a los magistrados del Alto Tribunal en un remedo de los participantes en Supervivientes, encerrados en una sala solitaria hablándo con una cámara, obligados a nominar a alguien para expursarle del juego.
Obligados a decidir por la víscera, por la creencia por lo que se cree que va a hacer, ni siquiera por lo que ha hecho, ni siquiera por lo que no ha hecho. solamente por lo que creen que puede hacer.
Les damos la posibilidad de expulsar a alguien del juego democrático porque no están seguros de que vayan a compartir la comida asignada con los otros miembros del equipo. Obligamos a un tribunal a decidir si alguien tiene que estar incapacitado para ejercer sus derechos políticos, no porque haya incumplido alguna regla -aunque sean las inventadas ad hoc-, sino por el convencimiento subjetivo de que esté dispuesto o no a participar en los juegos en la playa o por las dudas que pueda tener sobre si va a distribuir sus cocos adecuadamente o de que vaya a contribuir a fabricar una choza en la que guarecerse de la lluvia.
Sacamos a los magistrados de sus sillones judiciales para arrojarlos en el trono de Mujeres, Hombres y Viceversa. Les convertimos en "tronistas", dándoles la posibilidad de expulsar a quien quieran sólo porque no confían en que no se vaya a liar con alguien la próxima noche en los servicios del garito de moda; solamente porque no tienen la seguridad absoluta de que sea sincero cuando dice que quiere enemorarnos, solamente porque creemos que, aunque diga que no lo hará, aunque no lo haya hecho y aunque no tenga pensado hacerlo, nosotros no podemos estar seguros en nuestra víscera y nuestro coranzito de que esos principios expresados sean sinceros.
Sortu irá al Tribunal Constitucional y es posible que este utilice exactamente la misma mécanica que el Tribunal Supremo para lograr idéntico objetivo.
Quizás Sortu debería cambiar radicalmente su estrategia y en lugar de integrarse en otras listas o buscar la opción de las agrupaciones de votantes intentar algo más radical -que ellos de radicalismo saben un rato-.
A lo mejor deben presentar una lista con El "Yoyas", Aida Nizar, Rafa Mora, Indhira, Arturo, Miriam Sánchez, La Trapote y Karmele. Son personas que están mucho acostumbradas a este tipo de cosas. Muchos de ellos por partida doble.
Así demostrarían que están dispuestos a participar en el juego democrático asumiendo las normas que se les exigen. Así demostrarían que están en condiciones de entender el Estado español. Sería la prueba de que han entendido el concepto de democracia, o sea, de Reality Show.
Y el que crea que todo esto es un alegato en defensa de Sortu debería volver a empezar a leer este post desde el principio .
Esto no va a favor de Sortu va en contra de vivir en un estado en el que se puede juzgar a la gente por lo que hará y por lo que se cree que piensa cuando hace algo, va en contra de vivir en un país en el que la democracia se aplica solamente cuando conviene, va en contra de que los jueces y la justicia juzgue sobre las intenciones futuras y no sobre los hechos presentes, sobre las ideas pasadas y no sobre las acciones actuales. No importa lo que sea o deje de ser Sortu, no importa lo que piensen o dejen de pensar.
Cuando demuestren que no son democratas, que no cumplen las reglas del juego se les ilegaliza, se les encarcela o lo que haga falta. Pero cuando lo hagan, no cuando no estemos seguros de que no vayan a hacerlo.
No me importa lo que  Sotru haga o deje de hacer - nunca les he considerado demasiado dignos de confianza, por lo menos en esta primera generación-. Me importa lo que hacemos nosotros,  en lo que nos hemos convertido nosotros.
Por eso, para mí, el Gran Hermano relevante siempre será el de 1984, no el de 2011. Por eso leo a Orwell, no veo Tele 5.

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