Parece mentira, no díría que parece imposible, pero sí parece mentira.
Muchas cosas están cambiando. Los árabes se lanzan a una lucha a la que no se lanzaban desde hace mucho tiempo, a la que probablemente nunca se habían lanzado del todo por historia o por concepto. África se remodela lentamente, El Magreb se reestructura a tiros en Bengasi y a decretos sorprendentes en las calles de Túnez, Palestina se mira por primera vez el polvo en la vestimenta propia antes que el barro -¡qué hay mucho y muy sucio!- en el sayal del vecino, China se crece y nos empequeñece... Muchas cosas están cambiando, pero otras no.
Como nuestras series televisivas tiran de cuerpos desnudos y sexo de satén cuando baja la audiencia; como nuestros programas de víscera y ridículo tiran de cuernos confesados e hijos ilegítimos cuando les fallan las recaudaciones publicitarias; como nosotros tiramos de copas y polvos cuando no nos salen las cuentas de los sentimientos ni los afectos, nuestros políticos, llegado el inevitable momento cuatrienal del giró de guión electoral, tiran de la misma trampa escénica, de la misma falacia literaria.
Tiran de ETA
No nos engañemos. Nadie ha hablado de ETA -salvo los que siempre lo hacen, en toda circunstancia y condición- en los últimos dos años. Se informaba sobre ella, se opinaba sobre su situación, se anunciaban detenciones. Pero hablar, lo que se dice hablar, nadie hablaba de la banda de asesinos mafiosos que finge ser abertzale para no tener que decir que es simplemente criminal.
Y ahora, de repente, los telediarios se nos llenan de ETA, los periódicos se nos desbordan de ETA, las radios nos ensordecen con ETA. Todo es ETA. No hay nada en el horizonte nacional que no sea ETA.
El paro alcanza casi los cinco millones de personas, pero los dos grandes partidos hablan y gritan sobre el Caso Faisán. Todo es ETA.
La subida de los tipos de interés europeos nos coloca en el limite interno de un desastre financiero que nuestras cajas de ahorros apenas pueden afrontar, pero nuestras formaciones políticas mayoritarias debaten sobre la Doctrina Parot -un arcano judicial sobre el que no se ponen de acuerdo ni siquiera los dos altos tribunales hispanos- y un tipo llamado Troitiño, compañero de aquel famoso De Juana Chaos, que también se hizo importante en un momento electoral concreto. Nada salvo ETA.
Nuestros partidos se debanan los sesos para taparse las vergüenzas de sus nalgas puestas al descubierto al ocultar o impostar a corruptos en sus listas, al destapar Eres inexistentes, al justificar los gastos de altos vuelos de sus euroturistas -perdón, eurodiputados-, pero los dos grandes siguen hablando de frenar a Bildu y a cualquier otra formación que pueda parecer de lejos y por aproximación superlativa algo relacionado con el entorno de lo que un día fue ETA y está dejando de serlo. Siempre ETA
Pese a todo lo nuevo que hay en nuestro país, ellos deciden no salirse del guión, deciden comportarse como lo hicieron siempre.
Don Mariano y el bueno de José Luís recuperan la mejor tradición de la telenovela, del culebrón, y se disfrazan de actores monocordes, sin cambio de registro, sin posibilidad ética o estética de dar diferente salida a idéntica escena de guión.
El partido Socialista y el Partido Popular se emulan a sí mismos, se recuerdan y, como diría la mítica voz aterciopelada de la judía de naríz prominente y agudos infinitos, se aferran a "the way we were" para pasar el trago electoral, para sobrevivir a sí mismos.
E interpretan un absurdo remake de ese glorioso Día de la Marmota, una nueva versión de Atrapado en el Tiempo.
Los unos y los otros acordándose, para bien o para mal, de los GAL y el atentado a Aznar; de La T4, del mafioso De Juana Chaos, De Miguel Angel Blanco y de su muerte, y de todos esos ocasionales simbiontes que ETA les ha proporcionado a tiempo cuando el momento de las urnas se acercaban.
Y así, de repente, pasa a ser algo importante que un etarra, que lleva 24 años en la cárcel, salga seis antes de lo previsto ¿alguien puede explicarme qué gana nuestro país con que la excarcelación sea un lustro antes o un lustro después?, ¿alguien puede explicarme qué beneficios tiene para los municipìos y las autonomías que van a votar que se aplique sobre Troitiño o no la Doctrina Parot?
Sin comérnoslo ni bebérnoslo nos encontramos debatiendo si Bildu tiene que estar o no en las elecciones vascas, en lugar de debatir si los partidos que están y van a estar se merecen que les votemos o no.
Sabemos que la presencia de Sortu o de Bildu no es relevante para que se frene la destrucción económica y el estancamiento social que sufre Euskadi desde hace décadas.
Sabemos que los 162 folíos de explicación del voto particular del Tribunal Supremo -que coloca al voto mayoritario de ilegalización del alto tribunal a un centímetro escaso de la prevaricación- no tiene importancia alguna a la hora de frenar la degradación de los servicios públicos en las autonomías del PP, ni el derroche desmedido en políticas vagamentes sociales que se produce en las del PSOE.
Sabemos que la tonelada y media de explosivos requisada a ETA en la última detención, o el chivatazo estratégico -pues sí que queda bonito eso de chivatazo estratégico- del caso Faisán ni ponen ni quitan nada a la sinrazón que el control político de las comunidades autónomas sobre las cajas de ahorro ha impuesto en el sistema financiero español.
Sabemos que el gusto o disgusto por la violencia de Sortu no cambia en nada las nefastas políticas de empleo en las comunidades y municipios conservadores, más preocupados por que no se vean los pobres que porque no existan.
Sabemos que el rechazo de los abertzales a los actos terroristas no modifica en un ápice las tembaleantes políticas empresariales de las autonomías y ciudades progresisitas -y el término es tan absurdo como el anterior de conservadores-, que han destrozado a las Pymes y han considerado la ayuda a la empresa como una herramienta ideológica más. Algo para lograr la paridad, la igualdad o cualquier otra cosa que se les viene a la cabeza, en lugar de para generar empleo, que es, si no me equivoco, para lo que se supone que sirven las pequeñas y medianas empresas.
Sabemos todo eso pero parece que tenemos que seguir opinando sobre lo mismo, pensando sobre lo mismo. Que tenemos que consentir que ETA sea de nuevo la medida de todas las cosas.
Parece que tenemos que fingir que no nos damos cuenta de que lo único que se busca es que no nos demos cuenta de que los progresisitas se han quedado si horizonte hacia el que progresar y los conservadores sin absolutamente nada que conservar.
Parece que tenemos que consentir que unos y otros nos llenen la cabeza de humo para que no nos demos cuenta de que, tras ese humo no hay nada, absolutamente nada. Ni siquiera ETA. Ya ni siquiera está ETA.
Porque eso es lo que pasa. Los que han estado toda la crisis hablando de lo que no hace el gobierno con la destrucción económica de nuestro país, se ven ahora en la tesitura de explicar que harían ellos. Y no saben hacerlo. Nadie gana unas elecciones con lo que no han hecho los demás.
Y los que no han hecho nada o lo han hecho tarde y mal ya no tienen de qué tirar para justificar su permanencia en el poder. Están atados de pies y manos porque no es de recibo que se propongan soluciones a nivel autonómico que ni siquiera se han querido experimentar a nivel nacional.
Porque ya ni siquiera pueden tirar de su limpieza y honestidad -¡como si alguna vez la hubieran tenido!-. Porque por cada Gurtel en Valencia hay un Ere andalúz o un mercasevilla, o un Fabra o un Palau de la Música en Cataluña, o unos contratos de Marguello en Euskadi, o un Caso Orquesta en Galicia, o un Caso Brugal, o un Caso Matas, o unas escuchas en Madrid.
Porque cada autonomía, cada ayuntamiento, cada uno de los colegios electorales en los que los españoles depositaremos nuestros sufragios está relevantemente cerca de uno o varios casos de corrupción, de una o varias decisiones incompetentes, que ponen mucho más en riesgo su futuro que la Doctrina Parot, el contraindicio de Sortu o la excarcelación legal de Troitiño.
Porque cada autonomía, cada ayuntamiento, cada uno de los colegios electorales en los que los españoles depositaremos nuestros sufragios está relevantemente cerca de uno o varios casos de corrupción, de una o varias decisiones incompetentes, que ponen mucho más en riesgo su futuro que la Doctrina Parot, el contraindicio de Sortu o la excarcelación legal de Troitiño.
Y eso no podemos verlo. No pueden permitir que lo veamos.
Porque si no llenan nuestros ojos con el denso humo de un etarra brindando por su libertad -parece que el resto de los presos que salen de la cárcel tras cumplir su condena no lo hacen- a lo mejor vemos todas las veces que ellos brindan con cava o rioja por sus cohechos, sus pelotazos y sus estafas políticas.
Porque, si no son capaces de volver a interpretar el mismo papel de artificio de ficción de demócratas indigandos y luchadores, a lo mejor nos damos cuenta de la realidad de sus biografías políticas y sus trayectorias gubernamentales y los que nos indignamos somos nosotros. Por su incapacidad, por su inutilidad, por su arrogancia y por sus más que absolutos y demostrados egoísmo y avaricia políticas.
Así que todo es ETA, todo tiene que ser ETA. Nada salvo ETA
Hay cosas que no cambián. Otras, sin embargo, sí.
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