Dos horas después de que estas lineas demoniacas hablaran del silencio que condena a ETA a la muerte, los paladines del estallido y de la bala han hablado. Dicho así pareciera que tuviera algo que ver. Sé que eso no es cierto en absoluto, Pero permítaseme el ramalazo de soberbia luciferina.
Ha hablado un día después de que el plazo para el Cuento de Navidad de Eguiguren pudiera ser cierto, justo un día después, como para que nadie pueda creer que le da la razón a nadie que no sea ella misma, que necesita de nadie que no sea ella misma.
La mafia del terror se ha colocado por fin el centro de la pista y ha decretado un "alto el fuego permanente, general y verificable".
Y con esto parece que ha hecho los deberes, que ha aceptado los nuevos ritmos del baile, que por fin ha hecho caso a su amante melibea incomprendida. Que por fin se ha convertido en el amado perfecto de su amante abertzale.
Lo parece porque concede palabra por palabra aquello que hace tiempo le reclamara la izquierda abertzale, porque no les niega ni uno de los parámetros que su amante melibea, siempre fiel le exigió en público y privado -lo segundo tan sólo se supone-.
Es un alto el fuego permanente, es un alto el fuego general y es una alto el fuego verificable -internacionalmente, que curioso-. Parece que es lo que tiene que hacer.
Pero no lo es. Las apariencias engañan -como casi siempre- y los calistos armados y violentos no han cambiado de ritmo, no han cambiado de baile, no han cambiado de juego.
No lo es porque en su comunicado no hay ni una palabra suya, en su alto el fuego no hay ni un solo concepto suyo, emanado de ellos, no reclamado con anterioridad, no exigido a regañadientes por su ardiente amante en aras de salvar su amor eterno.
No lo es porque lo que escribe, difunde y comunica ETA lo hace por concesión, no por convicción. Lo hace no porque haya comenzado a amar -abriendo los ojos a la realidad- la independencia vasca y a su amante abertzale, sino porque no quiere correr el riesgo de dejar de ser amado por él.
Sin renunciar a lo que siempre han sido, a lo que están orgullosos de ser, a lo que creen que nadie tiene derecho a obligarles a cambiar, conceden lo que aquellos de los que dependen, aquellos que les quieren, les exigen para que estos no se busquen otro amado más transigente, otro objeto de adoración más flexible y cariñoso. Lo hacen para no ser abandonados.
ETA repite las palabras que se le pidieron que dijera para que aquellos que fueron y aún son sus amantes y que ahora se encuentran disgustados, alejados e incluso algo modorros por la reticencia de Calisto a sus insinuaciones y requiebros no se aparten de ella.
Pero no renuncia a su mundo. No renuncia a su País de Nunca Jamás que ya no existe y que nunca existio. No renuncia al polvo de hadas que le permite seguir planeando sobre Euskadi sin ponen nunca el pie en la auténtica realidad de la tierra, la historia y el presente.
Abre una puerta hacia la realidad en un intento baladí -y esperemos que baldío- de que la mera observación de esa realidad haga menos imperiosa la necesidad de abandonar la prisión de locura e irrealidad en la que ellos quieren mantenerse, en la que quieren tener a su amante melibea, a esa izquierda abertazale que, por una vez, a dejado de ser amante irrelevante para transformarse en amada deseada.
ETA sigue comportandose de la misma manera, sigue siendo el Calisto esquivo y silencioso que exige todo y no da nada, que cuestiona a sus amantes los derechos que ella se arroba sobre ellos. Sigue siendo la eterna campanilla que se niega a ver la realidad por temor a que sus alas de hada ya no la sustenten, por temor al dolor, por temor a la duda, por temor a la derrota, por temor al error.
Porque nada en el comunicado de ETA sugiere, deja entrever y mucho menos explicita que se haya dado cuenta de algo que no supiera ya; que haya mudado su forma de ver el mundo en general y a Euskadi en particular; que haya renunciado a todas sus estrategias de violencia, de terror, de estallido y de disparo; que se haya dado cuenta de que esas vías son las que han hecho que el independentismo vasco sea ignorado, odiado y satanizado.
Porque nada en el comunicado de ETA reconoce su error. Reconoce su irrefutable e ineludible necesidad de cambio.
Porque nada en el texto o el subtexo de ese folio impreso que ha dado en llamarse declaración de alto el fuego nos deja percibir que el Calisto furioso y egoista que sigue siendo ETA haya comenzado a preocuparse por amar a Euskadi y a su abertzale melibea en lugar de exigir y esperar continuamente que ambos la amen a ella.
Ahora, pese a todo, la melifua amante del Calisto egoista y sangriento, ya no tiene excusa alguna para no llevarle al baile y dicirle: ¿de verdad que me amas?, demuestraló.
Veamos si lo hace.
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