Vaya por delante que, pese a su título, este post no va a entrar en cómo, cuando y de qué manera generan y gestionan las gentes del norte sus enlaces, encuentros, parejas y coitos -que, tal como está el patio, podría hasta parecerlo-.
Pero, como en los últimos días estas endemoniadas líneas se están convirtiendo en un ir y venir desde Roma hasta Bilbo, desde El Vaticano hasta Euskadi, parece lo más acertado seguir con las metáforas -acertadas o no- que han sido utilizadas de forma pretérita.
Así que, en esta tragicomedia de Calisto y Melibea en la que se ha convertido de repente y sin anestésico alguno la vida y la muerte abertzale y terrorista sobre las tierras vascas, hoy somos todos ya Putas Viejas Celestinas haciendo su trabajo y buscando su gratificación.
Por que, si hay algo sorprendente en esta nueva tregua, en este tercer acto de los alto el fuego de las mafias asesinas que han asolado Euskadi, es que, por fín, parece que todo el mundo parece que está dispuesto a desempeñar el rol escénico que el drama interpretado le confiere.
El amante despechado, o sea la izquierda abertzale, sigue exigiendo más y más a ese amado imperfecto, al que hasta ahora había consentido casi cualquier cosa, al que había perdonado cualquier desliz, cualquier desaire y cualquier infidelidad, al que había amado sin contraprestación, sin revisión, sin rechazo y sin pudor alguno.
Otegui -que siempre será Otegui aunque quiera dejar de serlo- no sólo aprieta, desde su triste celda, las tuercas dialécticas a los que hasta ahora habían sido sus amados incostantes, sino que además reconoce que algo más fuerte, algo impensable: que el amor que la Melibea abertzale esperimentaba por ETA ha sido un error, sino en el fono, al menos en la forma.
Ellos le dan algo, un comunicado, una dádiva, una mísera concesión, como estaban acostumbrados, como siempre había sido suficiente para contentar y volver a enamorar a su amante impenitente y él les pide más.
La Melibea furiosa y decepcionada, dispuesta a tomar las riendas de su amorosa relación, dispuesta a poner lo reglas, hace su papel.
¿Y Calisto?, ¿qué hace calisto? Calisto está fuera de sí. Los mancebos y donceles del disparo en la espalda y el artefacto casero, se están haciendo cruces porque no saben qué es lo que está ocurriendo.
Conceden lo que que creen suficiente y no resulta suficiente, se preguntan porque su amante fiel ahora les exige cuando antes les suplicaba y no encuentran la respuesta.
Se enceuntran con que ahora les impone condiciones cuando antes besaba humildemente sus manos -y hasta a veces sus pies- en agradecimiento a las exiguas migajas que reservaba en su mundo y en su concepción de la Euskadi para ellos.
ETA se ve obligada a pensar y hacerlo rápido que nunca. A responder y a hacerlo a toda prisa. A avanzar y hacerlo a toda velocidad.
Por primera vez en 50 años no encuentra el apoyo ni la indeferencia suficiente como para poder permitirse el lujor de reposar sus decisiones, de dejar que la sociedad vasca se acostumbre a sus formas revisadas, atenuadas o difuminadas de terror, de preparar a propios y extraños para el siguiente paso hacia la locura.
Por seguir con el simil de la inmortal alcahueta de Fernando de Rojas, pero algo más modernizado, ETA ha entrado en Meetic y se ha dado cuenta de que las reglas han cambiado.
Así que, mal que les pese, están haciendo su papel. A regañadientes y sin saberse del todo el libreto, pero lo están haciendo. No se si resulta necesrio recordar que la traicomedia de Rojas calisto es el primero en morir.
¿Y qué papel están haciendo los demás?
Pues bien, ahí es donde llegamos. Todos son celestinas en esta tragicomedia. Y el hecho de que sean celestinas es lo que demuestra que a ETA la está destruyendo la historia, no ninguno de ellos. No ninguno de nosotros.
Todos van con sus mensajes de uno a otro lado, los españolistas, los nacionalistas, el Ejecutivo, la oposición, los anclados en las víctimas y los adalides de la reconciliación. Pero ninguno de esos mensajes es ni será definitivo, ninguno de esos pergaminos secretos que se intercambian, ninguno de esos verbos susurrados en los pasillos o declamados en los comunicados públicos va a rematar a ETA.
A ETA la van a enterrar -y espero que así sea- las circunstancias.
Unas circunstancias que han hecho que un Gobierno que ha perdido casi todos los ámbitos para la reelección se concentre en la única victoria que le era posible y pobrobable: el fín del terrorismo.
Unas circunstancias que han hecho que la oposición popular y populista no necesitara echar mano del españolismo ni del terrorismo recurrente como simbionte, porque tenía asuntos de sobra más interesantes con los que crucificar a un Gobierno que le ponía los clavos en bandeja.
Unas circunstancias que han hecho que el nacionalismo del PNV necesitara modificar las formas y modos de sus mensajes -que no el fondo que, mal que les pese a muchos, siempre ha sido nacionalista y democrático, no independentista y violento- para recuperar una primacía electoral que ha perdido en tierras de Euskadi.
Unas circunstancias que incluso han hecho que la amante Melibea Abertzale se de cuenta de que su ciego amor por el Calisto del terrorismo y la acción armada le quitaba más poder del que le daba.
Y esas circunstancias, ese punto llegado de la historia que se ha precipitado sobre todos nosotros, nos ha permitido hacer de Celestinas.
Al Gobierno, utilizando los beneficios carcelarios para separar a ETA de sus presos.
Al PP, centrándondose en la crisis en su acoso al gobierno y olvidándose aposta de tremolar periodicamente la bandera de la lucha contra ETA.
Al CIS, haciendo por fin encuestas racionales que colocan el terrorismo de ETA en el lugar de importancia que le corresponde entre los males de España: justo por encima del cambio climático y por debajo de los políticos, a años luz, de la crisis, el desempleo y las hipotecas.
Al españolismo ultramontano, regodeándose criminalmente en el peligro del monstruoso inmigrante que llega de allende los mares a quitarnos el trabajo -ese trabajo que no estamos dispuestos a hacer ni por prescripción facultativa, todo dicho sea de paso- y dejar de sacar a pasear la bandera y las vindicativas mesnadas de los familiares de las víctimas cada véz el Otegui de turno abre la boca desde la cárcel o desde fuera de ella.
A la judicatura, aplicando por fin un baremo unitario que permite exculpar a Otegui de responsabilidades sobre el mitin de Anoeta y condenad a los guardia civiles que creyeron que torturar a unos etarras era una forma de soltar adrenalina y frustraciones que iba a ser permitida por el sistema y aplaudida por la sociedad.
A los nacionalistas vascos, siguiendo en sus trece -algo muy vasco, si se me permite-, de oponerse a la Ley de Partidos, de hablar con la izquierda abertzale ilegalizada, sin miedo a perder el control de unas instituciones que ya no controlaban y sin temor a prosperara per se cualquier demanda de inavilitación que quisieran interponer los foros o asociaciones de turno.
A los nacionalistas españoles de corte moderado, quejándose amargamente por la imagen que el país da con la quiebra de su deuda, con el fiasco de sus finanzas, o incluso con la negativa de la FIFA a darle el Balón de Oro a Xavi o a Inhiesta, en lugar de seguir buscando una y mil veces explicaciones contra la independencia de Euskadi en las actas de las Juntas Vizcainas del siglo XVIII, en los monolíticos ensayos de Sabater o en las espúreas novelas de Pilar San Sebastián.
A los adalides de la seguridad a cualquier precio, mesándose los cabellos con el incremento del yihadismo y la amenaza perpetua del atentado, que tanto necesitan para justificar sus demandas de restricción constante de libertades.
O sea, que, al final, todos han hecho lo que tenían que hacer, todos han realizado las operaciones que se supone que una buena celestina debe llevar a cabo.
Al igual que nosotros. Nosotros hemos puesto a ETA en su lugar cercano al olvido y a la muerte, no porque creamos que allá es donde tenía que esta, sino porque nos preocupaba mucho más nuestra hipoteca, nuestra nómina y nuestras vacaciones fastidiadas por los controladores. ETA está donde tiene que estar. Tampoco es cuestión de quejarse demasiado.
Pero, como suele ser ocurrir en estos casos, ninguno lo ha hecho por voluntad, ninguno lo ha hecho por convencimiento. Lo han hecho por necesidad. Lo han hecho porque las circunstancias se lo han impuesto o se lo han presentado como más rentable.
A estas alturas nadie espera que La Celestina gestionara el amor de Calisto y Melibea por puro amor al arte y sin esperar la bolsa de doblones que sería su recompensa en el enlace.
Como tampoco nadie esperaría que Calisto estuviera dispuesto a desposar a Melibea sin la dote adecuada ni que Melibea aceptara a su amado en su cama con pleno derecho si no pusiera a su disposición las rentas requeridas.
En todos los casos, en esta tragicomedia, la bolsa, la dote y las rentas se llaman poder.
Así que habrá que agradecer este fin del fin de ETA a las hipotecas basura estadounidenses, los piquetes griegos, las pensiones francesas, al Banco Central Europeo y sus primas de riesgo, al paro, a los bancos irlandeses, a la presión migratoria, al Ibex, a las huelgas galas, al hundimiento Hungario en la Presidencia de la Unión Europea, a los controladores aéreos, a la burbuja inmobiliaria, al riesgo portugués, al fiasco italiano, al engrandecimiento chino, al oscurantismo de las cajas de ahorro y hasta al balón de Oro para Leo Messi y el triunfo de La Roja.
O sea, que al final, va a ser la historia la que está matado al matador. Escuchemos lo que escuchemos en las próximas elecciones.
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