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viernes, julio 28, 2017

Cuando los problemas del gobierno israelí parten de no cumplir la ley.

Hoy seré breve, que la conexión no acompaña.
Preámbulo del artículo 242 de la Segunda Carta Fundacional de las Naciones Unidas (documento generador de derecho Internacional): "Es inadmisible la adquisición de territorios a través de la guerra”.
Cisjordania y Gaza fueron conquistadas militarmente en la guerra de 1967. Israel no tiene derecho a ellos. Y lo mismo se aplica a Jerusalén Este, adquirida de idéntica forma en idéntica guerra.
Artículo 49 de la 4ª Convención de Ginebra (también generador de derecho Internacional): “Es inadmisible para una potencia invasora transferir a su población a territorio ocupado”.
Los asentamientos israelíes en territorio palestino son ilegales y los 460.000 colonos israelíes no tiene derecho a estar allí.
Esto refleja el Derecho Internacional y esto sentenció la Corte Mundial por una mayoría casi unánime de 14 a 1.
Nada de disputas, nada de complejidades, nada de controversias, nada de matizaciones.
Israel no acepta ni la 4ª Convención de Ginebra, ni la resolución de la Corte Mundial ni la Segunda Carta Fundacional de las Naciones Unidas. Así que el régimen ilegal, según el Derecho Internacional, es el gobierno de Israel, no el Estado Palestino. Cualquiera que piense en hablar de Israel como un estado “democrático y moderno” que tenga esto muy claro.
Y sí el Gobierno israelí quiere que se hable de seguridad y de ataques terroristas que primero se convierta en un régimen legal según el derecho internacional.
Que uno tiende a simplificar las cosas cuando ve a su alrededor a miles de personas viviendo y sufriendo esas falsas “complejidades” de la ocupación israelí de Palestina.
Que primero cumplan la ley y luego pidan protección. Y no creo que entonces ya la necesiten.

sábado, julio 08, 2017

Cuando la tumba de los Patriarcas convierte la Yihad en Milkhemet Mitzvah

Mientras el mundo está pendiente de las decisiones -o no decisiones- de los grandes en la reunión del G20 y en España muchos lo están más de un puñado de toros y cabestros corriendo por las calles de Pamplona, hay decisiones más pequeñas que explican muchas cosas.
Y una de ellas es la decisión del Comité de Patrimonio de la UNESCO de incluir La ciudad vieja de Hebrón y la mezquita de Ibrahimi -la Cueva de los Patriarcas para los judíos en la Lista de Patrimonio en Peligro. 
Eso no le resulta a nadie sorprendente ni desata su furia. Entre los bombardeos selectivos que no lo son de Israel en palestina y los atentados arbitrios de Hamas y todos los grupos yihadistas que pululan por la zona, seguramente serán algunos de los entornos monumentales más en peligro de la humanidad.
Pero lo que si ha desatado la ira furibunda del gobierno israelí es que se incluya dentro de Palestina.
No es por una cuestión territorial o de fronteras. Ambos lugares están en los territorios palestinos. No es por una cuestión política. Esos territorios están bajo la Autoridad Palestina. Es por otra cosa.
"Esta vez decidieron que la Tumba de los Patriarcas en Hebrón es un sitio palestino, lo que quiere decir no judío, y que es un sitio en peligro". "¿Que no es un sitio judío? ¿Quién está enterrado ahí? Abraham, Isaac y Jacob. Sarah, Rebecca y Léa. Nuestros padres y madres (bíblicos)", ha afirmado Bejamin Netanyahu, el agresivo hasta la extenuación internacional Primer Ministro de Israel.
Es esta afirmación la que explica muchas cosas. Es esta amarga queja la que deja al gobierno israelí expuesto. Lo que demuestra que su concepción de Estado, de nación y de política no difiere en nada de la de los yihadistas que luchan contra ellos con idéntico fanatismo religioso.
Porque que un monumento esté en la tradición religiosa de un culto en concreto no implica que tenga que considerarse parte geográfica o responsabilidad política de un país en concreto.
Es tan absurdo como decir que la Catedral de Bogotá o La Habana tendrían que incluirse dentro del Patrimonio de La Humanidad dentro de la lista española porque fueron los españoles los que acudieron a esas tierras, "cristianizaron a los indígenas" y está más cerca de su tradición que del ateísmo oficial actualmente en el Estado Cubano.
Ningún país de la tierra, ningún gobierno de la ONU defendería un principio tan rocambolesco. Ninguno salvo uno que fuera una teocracia.
Porque para el sionismo político que gobierna en Israel, la condición de judío lo es todo, la condición religiosa lo es todo. Porque ser judío es una religión, no una etnia, ni una entidad política, ni una definición ideológica. Es una religión.
Y, como sus más acérrimos enemigos -también religiosos, también arcaicos y fanáticos-, quiere imponer la idea que tienen derecho sobre todo aquello que tenga que ver con su religión y su dios. Exactamente igual que el falso califato quiere imponer la idea de que tienen derecho a gobernar a sangre, fuego y locura sobre cualquier musulmán por el hecho de serlo. Y de ahí que se proclamen califas.
Porque Abraham, Isaac y Jacob no son los creadores del Estado de Israel, son los fundadores de la religión judía -suponiendo que estén enterrados de verdad allí- y el gobierno israelí cree que simplemente por eso ya tiene derecho político sobre ese  territorio.
Teocracia pura y dura. Como lo es el hecho de que aunque seas ciudadano israelí no tienes derecho a comprar tierras si no eres judío, o que solamente se pueda contraer matrimonio por el rito judío, o que siendo judío puedas lograr -de hecho, tengas por nacimiento, derecho a la nacionalidad israelí-.
Teocracia que da la excusa perfecta. Porque si la Tumba de los Patriarcas de Hebrón es Israelí por ser judía, lo es toda la tierra en la que que se supone que ocurrieron los hechos mitológicos que relata su cosmogonía. Y así podrán ocupar casas, tierras y tiendas que ya serán judías y por tanto israelíes. Vamos, lo que están haciendo hasta ahora los más fanáticos de sus colonos, enloquecidos por la furia medieval religiosa y apoyados por su gobierno.
Teocracia, Teocracia, Teocracia.
Así que, por más que se disfrace de otra cosa, por más que intente vender modernidad, democracia, por más que intente disfrazar su guerra, que amenaza con volverse secular, de otra cosa, la realidad demuestra que solo es una cosa.
El enfrentamiento sangriento y fanático entre dos concepciones arcaicas y teocráticas del mundo y del gobierno. Irán, ISIS, Los Mártires de Al Aqsa y los halcones del sionismo teocrático que rige los destinos de Israel.
Puede que unos la llamen Yihad y otros Milkhemet Mitzvah, la guerra sagrada que todo judío debe combatir por orden de su dios -que también existe el concepto aunque no se publicite tanto-, puede que unos griten ¡Allah, Al-Qahhâr! y otros ¡Yahve Adonai Sebaot!. Pero los dos significan lo mismo. 
Y todos deberíamos saber lo que es. Lo mismo que significó hace siglos para otros que buscaban la sangre en nombre del poder y amparados en la creencia fanática en su dios: ¡Deus Vult!, ¡Dios lo quiere!. Lo mismo que fueron Las Cruzadas.

sábado, julio 16, 2016

Niza, Turquía mensajes y malas respuestas

Y de pronto Turquía. Otra vez Turquía.
Mientras nosotros continuamos, consternados, asolados, aterrados o cualquier otro calificativo trágico que queramos poner a nuestra reacción seguimos mirando a Niza, de pronto un golpe militar lo intenta y casi lo consigue en Turquía.
Y nosotros no vemos más allá. Seguimos con los ojos puestos en la matanza de Niza y no vemos más allá de la posibilidad de que nos estropeen las vacaciones o nos retrasen los vuelos.
No vemos más allá del modo y de la forma en el que la población turca reacciona y contribuye a evitar el golpe militar -algo sin duda impensable en la sociedad occidental atlántica inasequible al riesgo personal por cualquier motivo-. 
No vemos más allá de las similitudes de la situación con otro golpe que aplaudimos con las orejas cuando se produjo en Egipto hace unos años y que nos dejó con la incoherencia de ser "demócratas modernos" defendiendo un levantamiento militar contra un gobierno salido de unas urnas.
No vemos más allá de nada porque no analizamos los mensajes. Contamos los muertos, lloramos las lágrimas, sacamos la rabia y el orgullo pero nadie se sienta a analizar los mensajes.
Ni de Niza, ni de Turquía, ni de nada que nuestros enemigos hagan en esta guerra aciaga que estamos condenados a perder.
Atacan una y otra vez a la raíz más profunda de la educación occidental atlántica y siempre dan en el blanco. Atacan al miedo y el miedo nos paraliza, nos impide pensar más allá de los mensajes que los medios envían, que los gobernantes lanzan: son locos, son fanáticos.
Como si los locos y los fanáticos no pudieran ganar una guerra. Como si por ser locos y fanáticos no tuviéramos que entender que es lo que nos están diciendo a gritos con sus bombas y con nuestra sangre.
Con el 11S en Nueva York, el 11M en España y el 7J en Londres nos dijeron a gritos y sangre que la guerra había empezado y que se combatiría en nuestras calles y nosotros entendimos que los terroristas iban a atacar elementos emblemáticos de nuestra sociedad. Y los protegimos, los reforzamos, hicimos de los aeropuertos fortalezas. Respuesta equivocada.
Con las invasiones fallidas de Irak y Afganistán nos dijeron que no íbamos a lograr lo de siempre, mantener la guerra en el patio trasero del planeta sin que nos afectara. Que aunque fuéramos a sus bases, las bombardeáramos, pusiéramos gobiernos favorables en esos países no íbamos a encontrarles ni a poder mantenerles en sus reductos.
Llevan quince años enviándonos mensajes y nosotros seguimos hablando de religión, de Islam, de fanatismo, sin entrar en el verdadero contenido de esos mensajes.
Con Charlie Hebdo o la escuela judía de París nos dijeron que, al igual que la Convención de Ginebra había muerto también para nosotros como llevaba años enterrada para los civiles libaneses, palestinos, israelíes iraquíes y afganos. Que igualarían la lista muerte a muerte a muerte, que nuestros civiles eran tan prescindibles como los suyos, que los daños colaterales ya no estaban solamente en las películas estadounidenses.
 Y nosotros quisimos entender que iban a atacar nuestros símbolos culturales del laicismo y el cristianismo. Y también los blindamos, los defendimos, hicimos leyes para evitar la "islamización" de Europa. Respuesta equivocada.
Con la toma militar de zonas inmensas de Irak, Siria y hasta Turquía nos anunciaron que su objetivo era el gobierno, no la venganza, no el terrorismo, no loa conversión al islam, era puramente establecer un poder global hegémonico. Y nosotros quisimos interpretar que querían bases seguras en las que armarse y acumular sus bombas y explosivos.
Y los bombardeamos de nuevo, armamos a grupos tan peligrosos o más que ellos para enviarlos a combatir contra ellos, apoyamos a dictadores crueles para evitar su ascenso, les dimos aviones de combate, armamento pesado, entrenamiento militar y poder destructivo a todos los que están cerca o alrededor de ellos.
No nos dimos cuenta de que, con el paso del tiempo, terminarán combatiendo a su lado porque están más cerca en todo del falso califato que de ese Occidente Atlántico que siempre ha sido su enemigo. Respuesta equivocada.
Con las masacres de París y de Bruselas nos enviaron otro mensaje que nuestro miedo y nuestra estupefacción nos impidió comprender. Que no les hacían falta explosivos, que no les hacían falta suicidas venidos de allende de las fronteras de nuestra civilización, que no les hacían falta infiltrar nada ni nadie. 
Creímos entender que significaba que habíamos dejado de ser daños colaterales asumibles para convertirnos en objetivos prioritarios y que buscaban acumulaciones de gente para generar el máximo daño posible. Y era verdad. 
Pero ese mensaje ya había sido lanzado el fatídico 11S y habíamos tardado tres lustros en comprenderlo.
El mensaje que ignoramos es que no les hacían falta explosivos, que no les hacían falta suicidas venidos de allende de las fronteras de nuestra civilización, que no les hacían falta infiltrar nada ni nadie.
Pero nosotros sacamos las tropas policiales a la calle armadas hasta los dientes y las colocamos por doquier, protegimos las aglomeraciones, los actos en los que las multitudes se agolpaban buscando hombres armados, individuos sospechosos, tipos con aspecto árabe, vestidos de blanco y con el pecho demasiado abultado o la mano metida sospechosamente en el bolsillo. Respuesta equivocada.
Y ahora con Niza nos envían otro mensaje. Da igual que controléis las fronteras, que limitéis el tráfico de armas -o que lo intentéis-, que cacheéis a todo el mundo, que coloquéis arcos detectores en los estadios de la Eurocopa, que pongáis a la gendarmería en alerta y el Estado Francés en estado de emergencia. Podemos mataros con un camión, con un coche, con un burro o con nuestras propias manos  vamos a seguir haciéndolo sin que podáis evitarlo.
Y con Turquía nos envían otro. Los militares han intentado derrocar una democracia islámica moderada aliada de Occidente, de hecho obsesionada con entrar en la OTAN, y eso nos dice que los ejércitos de esos países empiezan a querer otra cosa, empiezan a valorar que están mejor alejados de nosotros, enfrente de nosotros. Que ven la posibilidad de establecer otro eje de hegemonía geopolítica en el mundo.
Pero nosotros ni siquiera nos preocupamos de Turquía, ni siquiera creemos que tenga algo que ver con nosotros.
Si Turquía cae no tendremos lugar donde escondernos. Y Ya apenas nos quedan. No podemos controlar todas las furgonetas de Occidente, todos los camiones de Occidente, todas las herramientas posibles para perpetrar matanzas. Es decir prácticamente todo lo que hay a nuestro alcance.
Y no vemos ninguno de esos mensajes porque despreciamos una cosa que es la única herramienta para entender el mundo: la historia. 
Todo lo que hacen ya lo han hecho y lo han sufrido antes. El fósforo blanco ya ha ignorado a los civiles en Ramala y Gaza, los AK 47 ya han tableteado en las calles de Tel Aviv y Jerusalem, los katiuska ya han silbado por los cielos palestinos e israelíes, los camiones ya se han llevado por delante a centenares de personas en Beirut y los civiles ya han sido masacrados por uno y otro bando, ya se han armado hasta a los dientes a aliados que luego se han convertido en enemigos en ese guerra enquistada que nosotros llamamos conflicto de Oriente Medio.
Pero claro eso no tenía nada que ver con nosotros.
Quizás nos demos cuenta de los dos últimos mensajes que nos han mandado en Niza y Turquía cuando una mañana despertemos con la noticia de que un pueblo perdido de Bélgica, Alemania, España o Francia ha sido masacrado durante la noche sin importar que no hubiera una acontecimiento importante, que no fuera un lugar emblemático o que no hubiera personajes relevantes o símbolos culturales en él.
O cuando caigan uno por uno todos los regímenes islámicos que consideramos aliados, desde Arabia Saudí hasta Qatar, desde Jordania hasta Yemen a manos de sus propios ejércitos. 
O quizás no lleguemos a darnos cuenta porque ya habremos muerto de viejos y sean nuestros hijos o nietos los que se pregunten como pudimos ser tan ciegos de no darnos cuenta cuando un avión se estrelló contra el World Trade Center y nos trajo la guerra a casa.
Y no nos confundamos, esto no se llama complejo de Casandra. Se llama Persia, Imperio Egipcio; Se llama Roma. Se llama historia.

viernes, agosto 21, 2015

El Supremo israeli o el sacrificio de no ser como ellos

El abogado Mohamed Alan, de 31 años, es militante de la Yihad Islámica en Nablús (Cisjordania). Todos sabemos que la Yihad Islámica es un grupo de terrorismo yihadista sangriento que hace atentados, todos sabemos que si militas en un grupo así es que eres como ellos, todos sabemos que lo más probable es que haya participado en la comisión, organización o proyección de algún atentado.
Todo eso es lo que sabemos. Y nada de eso es importante.
No es importante porque no lo hemos probado. No es importante porque Mohamed Alan estaba detenido administrativamente en un arresto que "podía prolongarse indefinidamente sin intervención judicial"o lo que es lo mismo nadie le había comunicado cargo alguno, nadie le había facilitado un abogado, nadie había fijado fecha para su juicio ni había aportado prueba alguna de todo eso que todos sabemos pero que se nos pasó por alto demostrar.
Así que Mohamed Alan saldrá libre tras su huelga de hambre porque el Tribunal Supremo de Israel, primer órgano judicial israelí que se pronuncia sobre su detención así lo ha decidido.
Y los hay que estarán de acuerdo con el ala más dura del gobierno y la sociedad israelí que piensa que eso es "una claudicación ante el terrorismo". Pero no porque nadie a sentenciado que Alan es un terrorista. O que la decisión del Supremo israelí "da un arma a los terroristas para extorsionar al Estado". Pero tampoco. Lo que ha dado un arma a los terroristas para extorsionar al Estado es el decreto que autorizó la prisión administrativa indefinida porque si se retiene a alguien sin juicio -más allá de un límite razonable, que se cuenta en horas no en años- se deja de ser un estado y se actúa como un grupo terrorista yihadista. Se deja de ser Israel y te trasformas en la Yihad islámica.
Y los hay que van más lejos y que dicen "la Yihad islámica no respeta los derechos humanos ni la ley así que sus militantes no tienen derecho a reclamarlos". Y se confundirán en ese falso silogismo porque si la Yihad Islámica es perseguida por atentar contra los derechos humanos, por definición, el Estado de Israel deberá ser perseguido por idéntico motivo y la única manera de escapar de ello es que no los incumpla.
Y los hay que mantienen que "es la única manera de vencer al terrorismo". Pero también se equivocan porque hacer mártires refuerza el terrorismo, sobre todo el yihadista, así que en realidad seguir así es la única manera de asegurarnos que ya hemos perdido.
E incluso los habrá que digan que todo esto es una defensa del terrorismo, el yihadismo o la violencia. Y por supuesto estarán radicalmente equivocados.
Porque lo único que se defiende es que no podrán la Yihad Islámica no podrá vencer. que por más que nos intimiden no nos harán actuar como ellos, por más que nos ataquen no nos harán pensar como ellos. Por más sangre que nos cueste no somos como ellos.
Tal como yo lo veo cualquiera que defienda por el motivo que sea la detención administrativa indefinida en Israel y critique la decisión del Tribunal Supremo de excarcelar a Mohamed Alan es amigo o por lo menos aliado inconsciente de la Yihad Islámica. Ya se ha rendido. Ya ha perdido la guerra contra el terrorismo.
Porque el comienzo del fin para el terrorismo, el yihadismo y toda locura fanática y sangrienta consiste en darse y lograr que el mundo se de cuenta de que, por más que lo intenten o que nos hagan sufrir, como diría el califa de otros tiempos, nosotros "nada tenemos que ver con esa gente".

martes, agosto 11, 2015

Jurad por Yahve y Allah que no son de los vuestros

Unos locos furiosos asaltan un colegio judío en Toulouse y Europa se lanza a la calle. Clama contra el antisemitismo, contra la intransigencia religiosa, contra el fanatismo.
Todos tienen razón, todos se alinean a favor de la libertad, la transigencia y la convivencia y contra el riesgo que para ella suponen los extremismos religiosos. Repito, todos tienen razón.
Unos fanáticos religiosos de la peor calaña se arman de cócteles molotov, los arrojan a una casa en la definición perfecta de un acto de terrorismo radical, queman a una familia, hacen arder hasta la muerte a un bebé. Y Europa sigue de vacaciones, las calles de París, de Bruselas, de Madrid o de Londres siguen vacías.
¿Donde están?, ¿donde se encuentran todos aquellos que se unieron contra la intolerancia religiosa, contra el fanatismo, contra el odio racial, contra el ataque a los niños, contra el terrorismo?
Están tostándose en las playas, bebiendo cócteles en los resorts de todo incluido, visitando exposiciones o llenando sus cuerpos de la pasión y el sexo que se niegan durante el resto del año.
Y sobre todo.
¿Donde están los cientos de asociaciones antidifamación, las docenas de observatorios contra el antisemitismo, los miles de judíos que se llevan a la boca la libertad religiosa, el pogromo nazi o la siempre oculta conspiración antisionista que puebla el mundo?, ¿donde están?, ¿donde se han escondido?, ¿donde pasan sus vacaciones mientras el cuerpo de un bebé arde entre llamas?
¿Queréis que os crea?, ¿queréis que os considere defensores de los derechos civiles, la libertad y la convivencia?
Solo os pido una cosa.
Quiero que salgáis a cientos, a miles, a la calle y gritéis vuestra rabia y vuestra indignación como cuando matan a uno los vuestros. Como salí yo cuando lo hicieron.
Quiero que cojáis vuestros textos sagrados, vuestras vestiduras rituales y vuestra fe e hinquéis la rodilla, encendáis cirios y recesís a vuestro dios para que pare, para que no vuelva a ocurrir, para que su justa ira se cierna sobre aquellos que lo han hecho, como cuando alguien ataca a vuestros vástagos.
Quiero escupáis a la cara a los culpables, que les neguéis el saludo y la paz de Adonai, que les digáis que el Dios de la Zarza no tiene sitio para ellos ni siquiera en el Gehenna de su infierno, que Yahve les expulsa de su pueblo elegido. Que no son judíos y han perdido el derecho que la sangre y la fe les concedieron a considerarse uno de los vuestros.
Y que pidáis perdón por los 107 palestinos muertos en "Días de Penitencia", los quince niños asesinados en el ataque naval de 2006, los 165 civiles exterminados en "Lluvias de Verano", los 22 adolescentes asesinados en "Columnas de Salomón", la cincuentena de vidas segadas con las "Nubes de Otoño", los 38 muertos y 157 heridos en los "Nueve días de limpieza" de 2007, el niño muerto en el intento de golpe de estado tras las elecciones que ganó Hamás.
Y luego, cuando ya estéis en modo penitencia, volved la mirada vuestro dios y aprovechad para que os cuente lo que opina sobre que aún no os hayáis untado el pelo de ceniza ni hayáis rasgado por el pecho vuestras sagradas vestiduras en contrición por el "Invierno Caliente" que quemó la vida de 120 palestinos, por el ataque al campo de refugiados de Jan Yunes, que terminó con 17 muertos. 
Ni por el bombardeo con carros de combate del campo de refugiados de Al Bureij que mató a cinco niños y un cámara de la agencia Reuters, ni por el «Plomo Fundido» que mató en tres semanas 1.300 civiles palestinos y dejó 5.000 heridos. Ni por el «Pilar Defensivo» y causó en ocho días al menos 170 muertos y 1.300 heridos, ni por el «Margen protector» que dejó un reguero de 557 muertos y 13.000 heridos.
Y de las "Uvas de la Ira" ya ni quiero ni tengo fuerzas para intentar acordarme.
Hacedlo. Llorad y rezad por ellos y exigir el castigo a los intransigentes que han originado sus muertes y entonces creeré que estamos y luchamos en el mismo bando de la guerra contra el terror y la violencia.
A los otros, locos furiosos de uno y otro dios, poco se puede decir que les convenza.
Seguid matando niños. Seguid masacrando el futuro para que, si lográis la victoria que la razón y la necesidad os negarán por siempre, gobernéis sobre la última generación de los humanos.
Quizás entonces comprendáis vuestra locura cuando vuestro dios os repudie por haber acabado con todas sus creaciones inocentes. O tal vez ni eso y le acuséis de hereje y le matéis a él.
Y en cuanto a los occidentales que claman contra el terrorismo yihadista, apoyan como proporcionada y necesaria la respuesta de Israel y permanecen callados ahora, disfrutando de sus merecidas vacaciones, tan sólo les diré una cosa.
De pronto la muerte de niños ya no importa, el fanatismo no es relevante, el terrorismo no es nuestro principal enemigo.
Alguien a quien quise, quiero y siempre querré, me ha dicho que mi visión del mundo es triste. Y no es del todo cierto. Es triste sí, pero solo la visión de nuestro mundo. 
Un mundo en el que solo combatimos el terrorismo del que somos víctimas potenciales, en el que nada nos afecta hasta que no llama a la puerta del patio trasero de casa. No es el mundo o mi visión lo que es triste. 
Somos nosotros lo que lo somos, por más que riamos, disfrutemos, follemos o nos divirtamos, somos tristes. Una civilización lastimosamente triste.
Disfrutad de vuestras vacaciones y seguid creyendo que el niño que ha muerto entre llamas en Gaza poco o nada tiene que ver con vosotros, vuestra bandera, vuestra patria o vuestra vida. La historia os contará otra cosa.

domingo, junio 21, 2015

El Califato nos derrota sin pelear en Palestina

Tanto se nos agolpa en ese ámbito de visión reducida que llamamos fronteras que últimamente no tenemos tiempo de mirar hacia fuera. Pero el mundo sigue construyéndose y reconstruyéndose allende nuestros propios problemas.
Y lo sigue haciendo allá donde no queremos mirar porque nos muestra un futuro inquietante, uno en el que no somos factor. ISIS, el Estado Islámico, El Califato o como queramos llamarlo esta semana sigue construyendo el futuro del mundo, aunque nosotros nos neguemos a verlo.
Y ahora lo hace en Palestina.
Los grupos afines al Califato empiezan a pergeñar y realizar ataques contra Israel desde Gaza, secular territorio bajo dominio de la mafia sangrienta de Hamás que ha utilizado desde siempre el deseo palestino de independencia como cobertura para sus ansías de poder, convirtiéndose en el principal enemigo -junto con las facciones militaristas y sionistas de Israel, por supuesto- del pueblo palestino.
Hamás reacciona y va a por ellos para mantener, como diría aquel, su territorio de caza. Y nosotros damos palmas con las orejas. "¡Que se maten entre ellos!", decimos sonrientes y nos sentamos a verlo o a ignorarlo.
Pero esos dos misiles lanzados contra Israel por el Califato no son el comienzo de una guerra intestina entre locos fanáticos. Son el final de nuestra derrota. Porque los dementes furiosos de El Califato están haciendo y harán por el pueblo palestino lo que nosotros no supimos hacer: librarles de Hamás.
Durante décadas hemos tenido la posibilidad de desactivar y condenar al olvido a Hamás y no hemos querido hacerlo. Nos hemos limitado a impedir que sus acciones nos afectaran, que su terrorismo llegara a nuestras calles, pero no hemos hecho lo que teníamos que hacer: librar a Palestina de Hamás.
Dan igual todas las incursiones, bombardeos y ataques israelíes que tuvieran como fin militar ese objetivo. Sabíamos como acabar con Hamás y no quisimos hacerlo.
Teníamos que acabar con la miseria de Palestina, forzar a levantar los bloqueos que los matan de hambre, impedir el pogromo que Israel tiene en marcha en la zona, apoyar a los gobiernos moderados palestinos, impedir de forma efectiva y para siempre los asentamientos, devolverles los que los israelíes les han quitado por la fuerza desde 1949, invertir en su prosperidad, su desarrollo y su evolución como nación y como sociedad...
En definitiva, quitarle a Hamás todas las excusas para reclutar, para venderse a sí mismos como salvadores, para justificar su sed de sangre en nombre de su dios y su venganza.
Pero no lo hemos hecho. No hemos querido ver que la mejor manera de evitar el crecimiento del fanatismo no es bombardearle, matarlo o dispararle porque cada muerto de esas formas genera una familia, un amigo o un camarada de armas que ansía la venganza. Así que eso le refuerza. 
Matar el fanatismo supone quitarle las excusas para llamar a la gente a las armas, a la muerte y la falsa vindicación
Nos parecía que no podía haber en Palestina nada peor que Hamás pero El Califato nos está demostrando lo contrario en todos los países en que opera e impone su ley a sangre y sharia.
Si derrotan a Hamás -y lo harán- ocuparán el lugar que la cordura y las ganas de vivir en paz habrían ocupado en Palestina si hubiéramos sido nosotros los que ayudáramos a Palestina a librarse de Hamás.
Y para aquellos que sigan pensando en sus adentros: "Me da igual, ¡Que se maten entre ellos", una lección de historia aunque parezca pretencioso.
Saladino, el único califa históricamente real del Islam, paso años combatiendo a los fanáticos berbiches de Egipto, a los extremistas chiitas de Palmira y a una miriada de grupos de fanáticos que se extendían desde Damasco a Jerusalén.
¿Qué hizo luego?
Exacto, con la espalda cubierta, comandó a las huestes del Islam para liberar Jerusalén, mató unos cuantos cientos de templarios en los Cuernos de Hattin, reconquistó Jerusalén, puso en fuga a los ejércitos de diez reinos cristianos en dos cruzadas y allí se paró. Pudo llegar hasta Chipre, Constantinopla,  o la costa adriática pero allí se paró.
Pero no nos engañemos, el actual Califato no es tan comprensivo y racional como el antiguo, al mando de Saladino. Esta vez no vamos a tener tanta suerte.

sábado, abril 18, 2015

En Khan Younis vuelan

Hoy saltan
Giran sobre los gastados bastiones de la Franja de Gaza. Vuelan bajo el sol del desierto. Saltan como si no hubiera otra cosa que hacer, giran como si fueran jóvenes, vuelan como si fueran sabios.
Ya llegarán aquellos que les enseñen a morir y matar por su dios, a hacer saltar a otros en miles de pedazos, a volarse a sí mismos, a girarse los rostros a toda razón, a cualquier argumento, en aras de una victoria que nunca ha de llegar, buscando un paraíso que nunca va a volver.
Pero hoy saltan.
En el aire y bajo el sol de Palestina saltan, giran y vuelan.
Como si fueran niños. Como si nadie fuera nunca a obligarles a pisar otra vez el suelo eternamente manchado de sangre de su tierra.
Saltan, giran y vuelan.


Foto: MOHAMMED SABER (EFE)

sábado, marzo 21, 2015

Israel: laboratorio del futuro que quieren vendernos

Benjamin Netanyahu ha vuelto a ganar las elecciones en Israel y, aunque parezca más de lo mismo, más de un conflicto inagotable y agotador que no tiene solución salvo una paz que ningún actor del drama parece anteponer a la victoria, es algo radicalmente distinto a lo de siempre.
Pequeña y engrandecida por la fuerza del dinero y las armas y rodeada por completo de enemigos fanatizados por la miseria y el medievalismo religioso, Israel es hoy lo que el Occidente Atlántico será dentro de un tiempo. No sé cuanto, pero dentro de un tiempo.
Netanyahu ha pasado con éxito por las mismas fases que intentan ahora a la desesperada nuestros políticos para mantenerse en el poder. Mas virulentas, más excesivas, si se quiere, pero las mismas.
Empezó con el orgullo nacional -algo equivalente a la Marca España- y le vino bien, continuó con hacerse simbionte de una guerra y un grupo terrorista, en su caso Hamas, para llamar a los israelíes a sus filas electorales, para anteponer el miedo a ningún otro elemento. 
Provocaba con declaraciones, forzaba acciones de castigo sin pruebas, aprobaba nuevos asentamientos ilegales, todo para forzar una reacción de los locos furiosos de Hamas y poder tremolar la sangre de sus propios muertos como reclamo electoral 
¿Nos acordamos de ETA y la política electoral del PP durante su existencia e incluso ahora? Menos sangrienta pero igual de efectiva y agresiva. Solo había un problema, el terrorismo, solo había una solución, el partido que lo exhibía en su campaña.
Surtió efecto. Le eligieron
Luego llegó la crisis, llegó la falta de recursos en un país que emplea un elevadísimo porcentaje de su PIB en acciones bélicas de uno u otro tipo, desde los asentamientos ilegales hasta las acciones de castigo, desde la ocupación militar hasta la vigilancia y protección del Muro de la Vergüenza.
Y cuando sus ciudadanos empezaban a preocuparse más por la miseria interior que por los escasos misiles kasam que llegaban ocasionalmente desde una Gaza aislada y controlada por la locura de Hamas, cuando empezaron a indignarse, hacer acampadas en su contra y cuestionarle que gastara recursos en los fanáticos Haredim o en los fascistas de Sión que eran los únicos que se atrevían a vivir en los asentamientos ilegales, tiró del orgullo judío, tiró de la religión.
Lanzó a la calle a los que hablaban del Pueblo Elegido y la voluntad de Yahve como aquí se pasearon por el centro de Madrid los que pedían respeto a su moral intentando imponerla sobre toda la sociedad, intentó forzar la condición de judío para ser israelí como los conservadores españoles intentaron, menos salvajemente, eso sí, hacer con su falsa moral católica.
Y le funcionó de nuevo. Le reeligieron.
Pero la crisis sigue, la miseria crece y llegan unas nuevas elecciones. Un millón de israelíes sufren desnutrición, las empresas y los comercios quiebran...
E Intenta lo de siempre y no le sale. Tira del sempiterno y últimamente omnipresente Estado Islámico -¡Vaya, como los políticos europeos!- para infundir miedo y no sube en las encuestas ¿Por qué preocuparnos de quienes matan en Damasco o Bagdad si tenemos a otros en nuestras fronteras?
Recurre a la seguridad nacional buscando enemigos subversivos internos -¡Acabáramos, cómo el nuevo ogro del radicalismo populista europeo!-, pero de pronto le crecen los enanos. O los gigantes, según se mire.
Alrededor de 180 generales y héroes de guerra, entre ellos Meir Dagan, uno de los antiguos jefes del Mosad -Ese infalible servicio secreto israelí de las películas- que más respeto inspiran, se unen para oponerse a la reelección de un hombre al que califican de amenaza contra la seguridad de Israel por sus persecuciones internas.
Y cuando eso ocurre ya no puede tirar del orgullo, de la seguridad ni del miedo recurre al arma más peligrosa y desesperada: el odio.
Jura, casi por sus gónadas externas, que nunca existirá un Estado Palestino, que nunca permitirá que los árabes que vivían allí mucho antes de que se fundara el moderno estado de Israel sean libres. Repite hasta la saciedad que si no existieran los palestinos todo el dinero empleado en lo militar se podría usar en otra cosa: "no es culpa mía, es culpa de ellos. No me odiéis a mí, odiadles a ellos", parece decir una y otra vez. Exactamente igual que hacen los locos furiosos de la yihad en el otro lado de la linea.
Y, desgraciadamente, le funciona. Le reeligen. 
Le reeligen porque el odio alimenta cuando no lo hace ninguna otra cosa. Le reeligen porque es mucho mejor pensar que son los otros los culpables de nuestros males, que nuestra miseria es responsabilidad de la maldad de otros y no producto de nuestros propios errores. 
Le votan y le reeligen porque es más fácil odiar que cambiar.
Ayer en el autobús escuché a una señora decir "Sí, todos los políticos son unos capullos ladrones pero más miedo me dan esos moros que quieren matarnos a todos".
¡Vaya, aquí también ha empezado!
¿Cuánto tardará en estallar? Si votamos por los mismos motivos que los israelíes y caemos en las mismas trampas, me temo que muy poco.

martes, noviembre 25, 2014

Allah y Yahve nos protejan de sus más fieles siervos

En estos días nuestras cosas y nuestras crisis nos llevan a mirarnos solamente a nosotros.
Aunque entra dentro de lo lógico, corremos el riesgo de pensar que nuestras corrupciones, nuestros asedios políticos y todo lo nuestro en general es más importante que cualquier otra cosa. 
Y mientras, el mundo se empeña en demostramos que no. En anunciarnos que el cambio que nos llega es tan brutal y radical que como solo sigamos con lo nuestro nos va a pasar por encima.
Durante años, los defensores de la posición israelí en el conflicto del Próximo Oriente han intentado sostener lo que a mis ojos siempre ha sido insostenible: Trataban de establecer esa dicotomía que se nos ha enseñado que debe prevalecer entre el progreso y la reacción, entre la modernidad y el medievalismo y sobre todo entre la democracia y el terrorismo.
Durante años los que por suerte o por desgracia -o por suerte y por desgracia- hemos vivido la vida, la muerte y la sangre de esas tierras nos hemos desgañitado diciendo que no existía esa diferencia, que estaba impostada, que creímos que era ficticia.
Se decía que Israel era un Estado laico enfrentado a la locura religiosa de los yihadistas ignorando que en Israel están prohibidos los matrimonios civiles y los matrimonios entre religiones que nunca aprobarán los tribunales rabínicos encargados de esa función; se mantenía que Israel era un estado democrático ignorando que sus ciudadanos de origen árabe -no los palestinos, los israelíes árabes- tenían prohibido adquirir tierras y bienes raíces en territorio israelí; se gritaba a los cuatro vientos que se trataba del enfrentamiento entre la modernidad y la concepción medieval y teocrática de la historia, pasando por alto que la llave del gobierno de Tel Aviv la tienen formaciones ultra religiosas radicales o que el propio concepto del territorio que ha de ocupar el Estado de Israel se basa fundamentalmente en la promesa del dios de la zarza.
Y ahora Netanyahu y su gobierno, es decir la realidad, demuestran que todas esas cortinas de humo, que todas esas explicaciones que sus embajadores han desgranado por Europa y Estados Unidos, no parecen ser otra cosa que una estrategia política. Que todas esas acusaciones continuas de antisemitismo que no aceptan la crítica y que acusan de racismo a cualquiera que alce la voz contra ellos, solamente ocultaban una verdad que siempre se me ha antojado cristalina.
El sionismo que gobierna Israel y los yihadistas que se oponen a su existencia son la misma gente enfrentada por el mismo dios visto de igual forma y llamado de dos modos distintos. 
Con el Estado Islámico recibiendo tributos vasalláticos hasta del último yihadista de la tierra, con el Estado Palestino siendo reconocido por unanimidad en España y en Europa, la reacción del gobierno Israelí no es otra que quitarse los velos como la Salomé evangélica y modificar su legislación para convertir Israel en un Estado Judío.
Eliminar el árabe como lengua oficial del Estado -pese al porcentaje de población que la habla-, eliminar la posibilidad de celebrar ritos no judíos, y toda una serie de elementos que, unidos a los ya existentes, se antoja que dejan claro el hecho de que el único elemento a través del que pretenden defenderse es la visión teocrática del mundo y su propio fanatismo religioso.
Contra los locos yihadistas del paraíso plagado de huríes, los más acérrimos sicarios -en su acepción original- del dios de la zarza parapetados tras los muros de Masadá.
"No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta" frente "Yahve es el único dios verdadero". Dos gritos de batalla nada modernos ni democráticos, me temo.
Puede que me equivoque pero no parece un enfoque muy moderno, muy democrático ni muy laico.
Ahora ya tenemos claro que los que gobiernan Israel consideran que para ser israelí hay que ser judío, hay que adorar al dios del desierto y el maná o si no es así no tienes todos los derechos que deberías tener por el mero hecho de nacer ciudadano del país; ahora ya tenemos claro que, para los que quieren aprobar esta nueva concepción arcaica y teocrática del Estado, los arios de Israel son aquellos que profesen la religión judía.
Ahora ya parece que queda claro que sionismo y yihadismo son exactamente lo mismo, que el conflicto Palestino Israelí solo tiene un nombre, solo tiene un tiempo, solo tiene un culpable: dios.
O para ser exactos, las visiones absurdamente anticuadas y retrógradas de concebir a su dios y su religión que dos grupos explotan y mantienen para utilizarlas como forma de asentar su poder sobre sus pueblos y sus territorios.
Hosanna Adonai. Fi-Aman-Allah

lunes, julio 28, 2014

Donetsk, Gaza, MH17: triángulo de nuestro egoísmo

Ya resulta difícil discutir que pasamos nuestras vidas como sociedad y como individuos en islotes quejumbrosos rodeados del océano de nuestro propio egoísmo, el que tenemos, así de natural, como humanos y el que añadimos por la vía de nuestra condición de occidentales atlánticos.
Pero hay hechos, circunstancias comparativas si se quiere, que nos lo demuestran aunque en principio parezca que nada tengan que ver con ello.
Y una de esas casualidades, una de esas coincidencias es la que forman un triángulo de vértices difusos que forman un vuelo derribado, una revuelta secesionista y una operación de castigo que se desarrolla en el otro lado del mundo.
Holanda, Donetsk y Gaza son el nuevo Triángulo de las Bermudas donde es absorbida la realidad por el maelstrom imparable de nuestro egoísmo.
Europa está indignada porque alguien ha hecho descender por la tremenda de los cielos de Ucrania un avión de una línea aérea malaya. Desde los bares a los pasillos, desde los despachos hasta los hemiciclos, se piden responsabilidades, se exigen culpables, se buscan responsabilidades.
Hace unos meses la misma situación, de la misma compañía, de casi idéntico número de pasajeros, era saludada con chistes en las redes sociales, con despegada frialdad en los medios de comunicación y con indiferencia entre los comentaristas de café y barra de bar.
Pero ahora han caído holandeses, no desconocidos habitantes de lejanos países superpoblados, son holandeses, los tenemos aquí al lado y eso es diferente. 
Y es que a lo peor a los ucranianos o a los secesionistas pro rusos les da por hacer bajar otro avión del cielo cuando nosotros volemos hacia Vietnam, China o Camboya en nuestras próximas vacaciones  o en nuestra programada luna de miel veraniega.
Y hasta ahí el egoísmo propio del ser humano. Hasta ahí ese vicio que reproducen nuestros genes de Homo Sapiens de preocuparnos por lo nuestro, de solamente dar importancia a lo cercano.
Ahora llega el otro, el egoísmo occidental atlántico.
Ucrania está en guerra. Pro y contra rusos se están disparando y matándose a tiros cada día. Donetsk está prácticamente bajo asedio, los milicianos de la auto proclamada república se despiden de sus familias y las envían al campo ante la batalla que se avecina y nosotros, nuestras instituciones europeas, nuestras autoridades comunes, tienen la desfachatez de exigirles que paren su guerra, no porque se están matando sino porque nosotros queremos saber qué ha pasado con un avión cargado de holandeses que pasada por allí.
De repente nos vemos con que la guerra ucrania es importante porque unos cuantos centenares de cadáveres holandeses -y perdón por la frialdad del sintagma, pero está colocado adrede- yacen en un tren y sus familiares tienen derecho a saber, nuestros camaradas occidentales atlánticos tienen prioridad sobre cualquier otro horror, tragedia o drama que se esté produciendo a diario en las llanuras ucranias abocadas a la guerra.
Los medios de comunicación hablan del horror que es para los familiares no saber nada de sus muertos, de la incertidumbre; los organismos europeos exigen una tregua para que se pueda investigar, para que los expertos determinen qué es lo que ocurrió, para que nosotros tengamos claro que es lo que pasó.
Y un Occidente Atlántico que ha jugado a no decir nada sobre una guerra que se gestó y se desarrolla ante sus ojos, se atreve ahora a cambiar la mano y exigir una parada técnica para que se pueda aclarar lo sucedido.
Mientras los ucranios se matan no importa, nuestro gas es más importante, nuestra reserva energética es más relevante, ¡que siga la guerra mientras nosotros miramos a otro lado!
Pero cuando caen occidentales atlánticos la guerra debe parar, debe detenerse. Luego que sigan con lo suyo pero nosotros queremos saber quién es el culpable. 
Hasta hay medios de comunicación que exigen la intervención en Ucrania no para que la guerra se detenga sino para que "este tipo de ataques no vuelvan a producirse". Para que no nos salpique, por resumir.
Pues bien ha sido la guerra. Da igual que hayan sido los pro rusos o los ucranios, da igual si ha sido un misil tierra aire lanzado desde un camión o un misil interceptor lanzado desde un MiG 29 en pleno vuelo. Ha sido la guerra a la que nosotros no hicimos caso porque no tenía nada que ver con nosotros, porque eran rusos pegándose con rusos, porque nuestro gas llega desde Argelia y no desde el Cáucaso.
Nuestra indiferencia ha derribado ese avión, ha matado a esos holandeses y nos ha hecho estallar la guerra de Ucrania en las narices por más que nos rasguemos las vestiduras y nos mesemos los cabellos para negarlo.
Y ahora no tenemos derecho a exigir que pare para sentirnos tranquilos. No, si no lo hemos hecho antes para intentar conseguir que los ucranios vivan tranquilos.
Y habrá quien dirá que la diferencia es que esos holandeses eran inocentes, no tenían porque morir por una guerra que no tenía nada que ver con ellos -con su gas y el nuestro sí, pero no con ellos directamente- y aquí es donde se dibuja la otra linea que cierra el Triángulo de las Bermudas de nuestro egocentrismo completa su vértice en Gaza.
La UE, la OSCE y no se sabe cuantas organizaciones más acuden a verificar lo ocurrido, a comprobar cual ha sido el motivo de la muerte de inocentes mientras miles mueren en Gaza sin que nadie destaque un solo experto para verificar nada, para comprobar nada, para hacer un informe de nada, para intervenir en nada.
Donetsk, Moscú y Kiev deben detener su guerra tripartita porque nosotros tenemos derecho a saber el cómo, el cuándo y el porqué de nuestros muertos, pero los locos de Hamás y los cada vez más enloquecidos gobernantes del Likud israelí pueden proseguir la suya porque ninguno de los inocentes de unos y otros que mueren en ella son de los nuestros.
O sea que la guerra no debe detenerse si los que caen son los niños de Donetsk o de Gaza, si los que están en riesgo son los no combatientes de Ucrania, de Tel Aviv o de Rafah. La guerra debe detenerse si nuestros turistas corren peligro de ser bajados del cielo a golpe de misil.
Todo sabemos la respuesta pero conviene de vez en cuando volver a hacer la pregunta en modo retórico para que lo recordemos
¿Cómo hemos llegado a esto?

domingo, julio 27, 2014

Los dos discursos que se niegan a hacer sobre Gaza.

Muchos son los discursos, declaraciones, comunicados y alegatos que los dos perpetradores de la tragedia palestina, el gobierno israelí y Hamás, están intercambiando en estos días. Todos para justificarse, todos para acusarse mutuamente.
Si esto llega al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, si hablara un representante de Israel, si se le permitiera hablar ante él a un representante de Hamás, ambos tendrían que hacer un discurso.
Bien, yo les propongo estos:

Señores y señoras del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Israel no mata niños.
Ninguno de sus gobiernos, partidos, ideologías, concepciones religiosas o estrategias militares consiente, justifica o propicia la matanza de niños, 
Israel no mata niños.
Aunque nuestros enemigos nos los pongan delante de las armas, aunque nos los manden con piedras y con hondas a enfrentar nuestros tanques, aunque aquellos que nos odian los adiestren para odiarnos y atacarnos,
Israel no mata niños.
Aunque tengamos que arriesgar a nuestros soldados, adiestrados para ello, para sacar de sus guaridas uno por uno a los locos furiosos de la sangre y la Yihad,
Israel no mata niños.
Pese a que eso nos obligue a forzar la eficacia de nuestros helicópteros de combate en misiones nocturnas para hacer volar las escuelas en las que esconden sus armas nuestros enemigos mientras los niños duermen en sus casas,
Israel no mata niños.
Aunque los nuestros mueran a manos de ataques ciegos de misiles lanzados por terroristas que no son como nosotros, no piensan como nosotros y solo tienen la sangre y el poder en su pensamiento,
Israel no mata niños.
Aunque los más locos y sangrientos de los nuestros clamen por el ojo por ojo, por la venganza ciega y cruel por la muerte de nuestros inocentes.
Israel no mata niños.
Aunque tengamos que sellar los silos y los túneles con la ardiente lava del Gehenna de los infiernos en lugar de bombardearlos desde el aire,
Israel no mata niños.
Aunque tengamos que cazar uno por uno a todos los que han hecho de su dios la excusa para la muerte, el odio y la locura y nos lleve mil años,
Israel no mata niños.
Aunque tengamos que sentarnos a hablar, renunciar a nuestras pretensiones de una nación que albergue solamente a judíos en una tierra que nunca fue tan solo nuestra o dejar de llamar a los nuestros a que ocupen una tierra que no les pertenece, Israel no mata niños.
Incluso aunque perdamos esta guerra, Israel no mata niños.
Señores y Señoras del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Israel, desde hoy, no mata niños.


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Señores y señoras del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Hamás no mata niños.
Ninguno de sus líderes, corrientes, facciones, concepciones religiosas o religiosas o estrategias militares consiente, justifica o propicia la matanza de niños,
Hamás no mata niños.
Aunque nos venga bien colocarlos de escudos para que no nos ataquen, entrenarlos en el odio suicida o enviarlos armados con cócteles molotov contra los tanques o aunque sus padres no los envían a hacer pintadas en nuestras mezquitas e insultar a nuestro profeta,
Hamás no mata niños.
Aunque tengamos que enviar a nuestros combatientes a golpear al enemigo en sus cuarteles en lugar de enviar misiles ciegos e indiscriminados que ni siquiera sabemos en qué lugar caerán,
Hamás no mata niños.
Pese a que eso nos obligue a forzar la eficacia de nuestros comandos y a arriesgarlos en combates contra tropas adiestradas mientras nuestros niños y los suyos están a salvo en sus casas,
Hamás no mata niños.
Aunque los más locos y sangrientos de los nuestros los recluten para ganarse el paraíso con su muerte o clamen por la devolución de la sangre de nuestros inocentes,
Hamás no mata niños.
Aunque tengamos que horadar en el mismo basalto del infierno las cuevas para proteger nuestros arsenales y nuestras armas en lugar de esconderlos en escuelas y hospitales buscando que nuestros niños nos sirvan de inocente parapeto, Hamás no mata niños.
Aunque tengamos que cazar uno por uno a todos los que han hecho de su dios y su tierra prometida la excusa para la muerte, el odio y la locura y nos lleve mil años, Hamás no mata niños
Aunque tengamos que sentarnos a hablar, renunciar a nuestras pretensiones de que el pueblo judío no tenga una nación o dejar de llamar a fanáticos de otros lugares a nuestra guerra santa, Hamás no mata niños.
Incluso aunque perdamos esta guerra, Hamás no mata niños.
Señores y Señoras del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Hamás, desde hoy, no mata niños.

Mientras Netanyahu, Ron Dremer o David Hatchwell no den este discurso no me creeré ninguno de los argumentos de Israel. 
Mientras Ahmed, Yassin, Khaled Meshal o Isra Almodallal no den ese discurso no tendré en cuenta ninguno de los argumentos de Hamás.
Todos sabemos quien podría hacerlo y quien no lo lo hará nunca. Entonces todos sabremos quien es demócrata y quien es un terrorista.
Hasta entonces los dos son lo mismo. 
Sin matices. Sin justificaciones. Sin diferencias.

El comienzo de la muerte de los niños palestinos

Ya toca hablar de Palestina.
Después de que una operación militar supuestamente diseñada contra un grupo terrorista haya conseguido matar a un millar de no terroristas y a apenas un puñado de locos furiosos yihadistas, toca hablar de Palestina.
Pero lo que ocurre hoy en Palestina puede parecer una operación militar contra uno de los más peligrosos grupos terroristas del mundo, los asesinos fanáticos de Hamás, puede parecer una guerra entre dos pueblos que se disputan una tierra en conflicto o puede intentar venderse como un acto de legitima defensa, pero es solamente una cosa: un acto más de terrorismo, perpetrado por los mismos que llevaron el terrorismo a esa zona del mundo.
Buscar las raíces de este conflicto es como intentar separar las arras de una boda: cada novio quiere quedarse con las que le conviene. 
Los gobiernos israelíes insisten en que todo era una maravilla, básicamente el paraíso terrenal, hasta el surgimiento de la OLP en mayo de 1964 y el surgimiento del panarabismo que llevó a las distintas guerras con los países árabes. Ellos son los atacados, ellos responden, ellos tienen legitimidad para todas sus acciones. Punto final.
Los locos furiosos de Hamás ponen el comienzo del conflicto en la declaración unilateral del Estado de Israel en 1949. Antes todo era también el paraíso con huríes y todo. Los defensores del Estado de Israel les quitaron sus tierras y sus casas, ellos quieren recuperarlas, ellos tienen legitimidad para todas sus acciones. Punto final.
¿Cual de los dos tiene razón?, ¿cual de los dos puntos de vista es el correcto? 
Como suele ocurrir en casos de enfrentamientos entre fanáticos ideológicos, ninguno. Si se les fuerza un poco, si sus dioses o sus mitos les permiten pensar durante un instante más de lo que acostumbran, tanto los unos como los otros son capaces de retrotraerse a tiempos más remotos.
Los palestinos y sobre todo los yihadistas de Hamás empezarán a hablarnos de cosas de las que aquí en este Occidente Atlántico nuestro tan propenso a eliminar lo sustancial de las cosas para sustituirlo por lo anecdótico, apenas hemos oído hablar. Nos mentarán nombres Irgún, Palmaj y Yishuv.
¿Qué son esos nombres de los que nunca hemos oído hablar y que apenas somos capaces de pronunciar?
Pues los gobiernos israelíes y los ideólogos de los mismos que no tienen pudor en hacer saltar por los aires los cráneos de los niños porque están delante de una caja de AK-47 nos dirán que son grupos de autodefensa del pueblo judío en Palestina y los milicianos terroristas de Hamás que ponen a sus niños de escudo para proteger las herramientas de su poder, el miedo y las armas, nos dirán que eran organizaciones paramilitares terroristas que sembraron el miedo entre la población árabe allá por los años treinta del siglo pasado.
Sí, ya nos hemos remontado a los años 30 del siglo XX.
El Irgún, el Pajmal y el Yishuv practicaban todo tipo de lindezas como recorrer el territorio de Palestina colgando a los hombres árabes de las aldeas, fusilando a familias enteras, matar a 100 mujeres y niños en Deir Yassin porque que se negaban a abandonar sus casas para que allí fueran construidos Kibutz y asentamientos judíos, o pegar fuego en la noche a mezquitas, con sus imanes,  muftis y medio centenar de fieles dentro, en las proximidades de Haifa.
Jabotinsky
Creador del Hashomer y Haganá
Pero claro, los defensores del derecho a la autodefensa de los ideólogos de Sión dirán que, aunque cometieran algunos excesos, respondían a la violencia árabe previa. Porque el Irgún se fundó en 1931 y el Palmaj en 1933, después de que en 1929 se produjera La Sublevación del Muro de las Lamentaciones en la que 3.000 judíos y 2.000 musulmanes se enfrentaron por el acceso a ese lugar litúrgico en concreto y sobre todo de las matanzas de Hebrón, en la que murieron 67 judíos, y Safed en la que fueron asesinados 20 mujeres y niños judíos.
Y aquí lo que para unos en una matanza para otros es un exceso y lo que para unos es un pogromo para otros es un estallido de furia.
Y parece que no podemos ir más atrás. Parece que no podemos remontarnos más en la lejanía. Pero podemos hacerlo.
Porque los abogados de la actual política de Israel que incluye operaciones militares como la que se está llevando a cabo nos dirán que todo parte de la matanza de Jerusalem de 1920, en la que los más fanáticos de los musulmanes, es decir los antecedentes de Hamás, se lanzaron a la caza de la población judía con la aquiescencia al parecer de las tropas del Mandato Británico para Palestina originando 12 muertos.
Y aquí parece empezar todo. Pero no.
Porque si nos paramos ahí la pausa nos impide hablar de otra de esas cosas que no conocemos, de las que nunca se habla, a las que nadie se remonta jamás: La Haganá.
Mufti de Jerusalem,
 instigador de la matanza de 1920
Los hay que dirán que la Haganá, en hebreo La Defensa, se crea como organización paramilitar armada -lo que ahora se conoce como organización terrorista- con motivo de la Masacre, pero lo cierto es que se crea, o para ser más exactos, se refunda dos meses antes.
Porque ese grupo armado parte de los creados por su fundador, un judío ruso de apellido Jabotinsky muy anarquista él, para enfrentarse a la situación de represión de los judíos en el imperio zarista y que desembocó en la creación del Hashomer, El Guardián en hebreo, establecido en 1909 para proteger los asentamientos judíos, y el del  Bar-Giora, fundado poco antes, en 1907, y que estaba formado por unos pocos judíos inmigrantes con el mismo fin que el Hashomer.
Y ya estamos a principios del siglo XX.
Porque es ahí cuando parece empezar el problema. Es ahí de donde se antoja que parte todo. Es ahí donde comienzan a chocar dos visiones fanáticas y proféticas de la realidad.
¿Por qué hacían falta en 1907 y 1909 unas organizaciones terroristas y violentas que dijeran defender a la población judía en Palestina?, ¿por qué los hebreos no habían necesitado hasta la fecha esa protección?
La respuesta es muy sencilla. Porque los hebreos de Palestina habían estado siempre allí, pero los judíos a los que defendían esos grupos terroristas no.
El Hahomer y el Bar-Girona no defendían a la población hebrea de Palestina, defendían a los procedentes de las Aliyot, otro de esos nombres que se nos atragantan al pronunciarlo.
¿Que eran las aliyot? Muy sencillo. Eran olas migratorias de poblaciones judías de religión, no hebreos palestinos, nacidos en Palestina, que emigraban -no retornaban- a Palestina por motivos económicos. La primera llegó alrededor de 1840 -ya estamos en mediados del siglo XIX- y se integró más o menos sin problemas. Pero siguieron llegando y como no había tierras y espacio para todos recurrieron a prácticas como sobornar a los administradores británicos para que les expropiaran tierras a los palestinos y se las vendieran a ellos, a forzar subastas de tierras por deudas para poder quedarse con ellas utilizando organizaciones de recaudación por toda Europa para lograr financiación.  En 1909 llega la oleada migratoria más numerosa y agresiva desde Rusia con Jabotinsky entre ellos.
Y eso origina el enfrentamiento con la población palestina. No es una cuestión de religión o de antisemitismo. Es una cuestión de latrocinio y estafa. Pagan justos, los hebreos judíos que siempre han estado en Palestina, por los que llegan robando y utilizando el Hashomer y Bar-Giora a modo de banda de extorsión mafiosa que amenaza para que se vendan tierras a la población palestina no judía.
Y el propio Jabotinsky lo reconoce.
"Los de la letanía de la paz de entre los nuestros intentan persuadirnos de que los árabes o son tontos, a quienes podemos engañar enmascarando nuestros auténticos designios, o son corruptos y pueden ser sobornados para que nos cedan su reclamación de prioridad en Palestina, a cambio de ventajas económicas y culturales. Yo repudio tal concepción de los árabes de Palestina. Culturalmente están quinientos años detrás de nosotros, no tienen ni nuestra resistencia ni nuestra determinación; pero son tan buenos psicólogos como nosotros, y sus mentes se han agudizado como las nuestras tras cientos de años de logomaquia finamente hilada. Podemos contarles lo que queramos sobre la inocencia de nuestros objetivos, aguándolos y endulzándolos con palabras melosas para hacerlos más digeribles, pero ellos saben lo que queremos, como nosotros sabemos lo que ellos no quieren. Ellos sienten el mismo instintivo amor celoso hacia Palestina, al menos, como los antiguos aztecas lo sentían hacia el antiguo México y los Sioux hacia sus extensas Llanuras".
O sea que, además de todo, ya había judíos y hebreos que no eran ideológicamente afines a los defensores de Sión. Desde el principio.
Y, aparte del deje de superioridad racial y cultural muy cercanas a otro tipo de ideologías que destilan las palabras del interfecto, queda claro que el objetivo no es la convivencia, no es el retorno. Es conseguir arrebatar la tierra a los árabes -que, por cierto no lo son. Son palestinos, nunca tuvieron un pie puesto en Arabia- porque han considerado que esa es la forma de salir de su situación de miseria en el Este de Europa.
Y hemos llegado al principio.
Un pueblo vive injustamente en la miseria y decide salir de ella. Causa Justa. Decide buscar nuevas tierras y horizontes para lograrlo. Causa Justa. Se vuelve a su ideología y su religión ancestral y descubre que ya hizo lo mismo en el pasado y arrebató la tierra de otros con el supuesto beneplácito de su dios. Hecho justificable históricamente. Decide repetir el proceso. Error ideológico y estratégico. Estafa, amenaza, roba y crea organizaciones armadas ilegales para lograrlo. Recurso al terrorismo y al crimen organizado. Recibe la resistencia de aquellos a los que se enfrenta. Conflicto armado. Unos locos fanáticos furiosos de sus dios toman ese conflicto y lo asumen como un enfrentamiento en aras de su religión y sus ansias de imponer su visión del mundo. Perpetuación del conflicto armado.Y aquí empieza todo y termina todo. 
Podríamos retrotraernos al siglo I y preguntarnos por qué los hebreos abandonan masivamente Palestina en su mítica Diáspora pero ni el General Tito, luego emperador, ni ningún tetrarca de Galilea de la familia de Herodes Antipas está vivo para explicarnos los motivos y en cualquier caso no serían más relevantes que los que tuvieron los visigodos para invadir la Península Ibérica o que los sajones para emigrar violentamente a las Islas Británicas. Ya no son un argumento.
Y por si alguien no se ha dado cuenta. Todo esto es muy anterior al pogromo nazi, no es necesario para explicarlo, no está relacionado con él en nada y no es relevante en ninguna de las decisiones tomadas al respecto de esta ideología. No tiene nada que ver con ésta historia. De repente aquello tremolado como causa o desencadenante se transforma tan solo en una excusa. 

Lo pensado y lo escrito

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