Mostrando entradas con la etiqueta Islam. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Islam. Mostrar todas las entradas

domingo, octubre 14, 2018

Las cuentas que no fallan o buscar balancear la ecuación para el futuro.

La matemática no falla, no suele hacerlo a menos que quien la use parta de principios erróneos o de paradigmas falsos.
Y me temo que eso es lo que esta pasando con las cuentas del ISIS.
Alguien pensó en su día que cada hombre armado que mataba del falso califato era una baja, un nombre desconocido que borrar de la lista o un número que restar de las cuentas.
Pero no lo era. La historia nos demuestra que nunca, en ningun caso en el que el fanatismo esté de por medio, ha sido así, que nunca lo será. Cada victoria de rebeldes, peshmergas kurdos o cualquiera de las milicias que habíamos mandado a pelear en nuestro nombre sobre el suelo de Siria solo sumaba nombres a la lista de ISIS.
Porque así funciona el fanatismo, porque así se radicaliza a los pueblos. Mata a un combatiente y su hermano o su hijo o su sobrino o su primo considerará injusta la muerte de su pariente y tomará su lugar para vengarla.
Cada bombardeo ruso o francés o británico o estadounidense parecía borrar cientos de combatientes de la faz de la Tierra, pero solo era la superfecie.
Escondidos bajo tierra, disfrazados de civiles supervivientes, autodeportados en pueblos y en aldeas remotas, esperaban, reclutaban, convencían a aquellos que habían perdido mucho o todo en cada bombardeo de quién era el enemigo.
Y ahora parece que los números fallaron porque se antoja que son los mismos números. Y seguramente lo sean. Pero, casi con toda seguridad, cada nombre desconocido, cada identidad ignorada, es diferente.
Así que no nos fallan las cuentas. Lo que falla es la operación que Occidente eligió para intentar calcular el resultado que deseaba de antemano.
Como los anitguos anusiyas de Xerjes, escondidos tras máscaras para parecer inmortales porque nadie notaba el cambio de los rostros, la fanática carne de cañon del falso califato parece la misma tras sus barbas, sus banderas, sus uniformes y sus nombres que a los occidentales nos parecen iguales, los mismos que creíamos que habíamos matado y derrotado.
Pero son diferentes, nuevas cabezas de una hidra a la que han dado alimento nuestras bombas. Son reclutas que nosotros y nuestra guerra hemos reclutado para ellos.
Quizás este fallo en las cuentas le demuestre al Occidente Atlantico por fin lo que ya sabe y se niega a recordar: el fanatismo no se vence con bombas, no se derrota con balas y con guerra.
Se elimina con esperanza, con justicia. Dando a las gentes que esos líderes, falsamente creyentes y solo ávidos de poder, usan como reclutas aquello que no tienen: un futuro, una vida, algo que perder.
Quizás así comprendamos al fin que la guerra contra ISIS y cualquier otro que quiera usar un dios o un fanatismo para obtener poder empieza por despejar de la ecuación a las teocracias absolutistas, los dictadores despóticos y los gobiernos militares que mantenmos en todo el mundo árabe en beneficio de nuestras corporaciones, para garantizar que nos llegue el petroleo, que las rutas del gas estén a salvo para nosotros y el dinero continue llegando a raudales a sus cuentas de resultados y a los dividendos de sus accionistas.
Lo sabemos, los gobiernos lo saben, los militares los saben, las empresas lo saben.
Pero a ver quien es el guapo que le dice al occidental atlántico de a pie que tiene que renunciar a mucho de lo que cree suyo para que los pueblos que son sus verdaderos propietarios puedan progresar y escapar del fanatismo que se ceba con ellos y con su desesperanza.
Me temo que, si esas son las cuentas, no queremos que salgan. No queremos que la ecuación jamás se balancee.

jueves, mayo 21, 2015

La arrogancia y el peor califato de todos los posibles

Cuando miramos hacia fuera, al extranjero, vemos una Europa desvencijada, enfrentada y temerosa, si miramos más allá vemos Rusia. Y si miramos aún más lejos vemos El Califato.
Puede que aún estén los nombres de los países y de sus gobernantes, puede que no sean un gobierno asentado ni una fuerza estable de poder pero, si nos paramos a pensarlo, son lo único que se presenta como un todo en el oriente que esta más de cerca de nosotros. 
Ese que está antes de China, que es lo otro que vemos a lo lejos y que es otro asunto que también nos empeñamos en ignorar.
Aunque la mercadotecnia informativa y política se empeñe en llamarlos ISIS o EI para evitar que la población occidental atlántica deje de percibirlos como un grupo terrorista, dominan provincias enteras, tienen un gobierno y un califa, amplían su poder expandiéndose territorialmente, comercian -ilegalmente, pero comercian- con sus recursos. Vamos, que no tiene sentido negar que se han convertido en un Estado en toda regla.
Y explicar la realidad no es justificarla. Queda dicho para los que no lo tengan claro.
Pero como nosotros no queremos mancharnos de nuestra propia sangre en el intento de sobrevivir al Califato seguimos con la cabeza metida dentro de nuestro agujero de avestruz fingiendo que son un grupo terrorista, una tribu díscola, un puñado de rebeldes extremistas religioso o la etiqueta que queramos colgarlos.
Y cometemos el error de tratarlos y combatirlos como tales. Armamos a los kurdos, a las milicias chiitas iraquíes, al dictador El Asad, a los reyes absolutos del Golfo Pérsico, a la dictadura militar egipcia, a todo el que pueda encontrarse en el camino que se extiende entre ellos y nosotros.
Y eso nos matará. Eso será nuestro final. Porque, aunque parezca una redundancia. El Califato es el principio de algo que no acabará hasta que termine. El final del Califato sera el Califato.
La historia nos demuestra que esos procesos acaban con un gobierno unitario, basado en la fuerza o en la ley, en el terror o en el consenso, en la invasión o en las alianzas, pero un gobierno unitario.
Y nosotros, ciegos a la historia y pendientes solo de mantener nuestros intereses, no sabemos o no queremos verlo. Estamos armando a los primos de El Califato para enfrentarse a sus parientes, estamos adiestrando a los hermanos pródigos que pelean contra ellos por la herencia.
Hasta el último de los soldados de El Asad, de los guerrilleros kurdos, de los milicianos iraquíes o los militares cairotas está mucho más cerca ideológica, étnica y religiosamente de El Califato que de nosotros.
Adoptamos la misma solución que Roma con las tribus bárbaras, que el zar de todas las Rusias con las facciones revolucionarias, que el imperio español con los virreinatos, sin darnos cuentas de que todas ellas fallaron.
¿Qué pasará si los primos dejan de pelearse por sus asuntos de familia y se ponen de acuerdo?, ¿qué pasará si los hermanos dejan de pelearse por la herencia y deciden repartírsela? o, para ser más exactos, ¿qué pasará cuando eso ocurra? Porque ocurrirá.
Los nuevos aliados de El Califato estarán armados, entrenados y mantenidos por nosotros y de repente los tendremos en nuestra contra.
Estamos jugando con la carta de que nunca aparecerá en esas tierras un líder que sepa ser lo suficientemente inteligente como para hallar la forma de sumar a sus enemigos ancestrales a sus filas, de ser un verdadero Califa del Islam, que no surgirá nadie que pueda hacer entrar en razón a los primos ni reconciliar a los hermanos. Pero lo habrá.
Genserico, Isabel y Fernando, Cochise, Garibaldi, Bismark, Lenin y Saladino, sobre todo Saladino, lo demuestran.
Más nos valiera buscar una unidad árabe en contra de este Califato para que el resultante se basara en otros principios en lugar de armar a diestro y siniestro a sus ahora enemigos y futuros aliados.
La historia nos muestra que, con el correr del tiempo, tendremos Califato Nuestra arrogancia ignorante y nuestra ceguera indolente nos están condenando a tener el peor de los posibles.

viernes, marzo 06, 2015

Cuatro asesinos juntos tranquilizan a Occidente

A estas alturas del partido, ya no sé siquiera si es manipulación o simplemente la ceguera inconsciente que produce la más completa estupidez.
Occidente, ese occidente atlántico nuestro que ha aprendido a vivir con visión de túnel eliminando los contextos, se congratula y da palmas con las orejas de que Líbano, ese país árabe que vive su historia en una  perpetua guerra interminable, haya empezado otra más. Es esta caso contra el Estado Islámico, el enemigo público número uno del mundo libre, según dicen.
Y a uno se le hiela la sangre cuando le dicen que colaboran en tan magno esfuerzo bélico Hezbollah, las falanges libanesas, milicianos laicos y el ejército libanés.
¿De verdad creemos que eso es un momento de unidad nacional digno de celebrar?
Los asesinos de Beirut, que controlan la mitad de Líbano a golpe de dinero iraní, de bomba lapa, ráfaga de arma automática  y de Corán mal interpretado, que envían a sus niños y niñas a morir con una bomba atada en el pecho, que lanzan misiles sobre agricultores inocentes como represalia contra un ejercito que no está ni cerca de esas zonas, de repente son nuestros aliados. Hezbollah de repente combate en nuestras filas.
Los asesinos de Sabra y Shatila, que matan a sus hijas antes de verlas casadas con musulmanes, que masacran a palestinos en campos de refugiados ante la atónita mirada del ejército israelí, que violan a musulmanas y luego dejan sus cuerpos expuestos en las carreteras ahora combaten por nosotros. Las falanges cristianas libaneses ahora están en nuestro bando.
Los asesinos de Tiro y Sidón, que aprovechan la guerra para engordar sus cuentas corrientes, que fuerzan a la prostitución, que venden miedo y extorsión disfrazado de protección, que han hecho del crimen organizado la excrecencia más dolorosa de la guerra eterna, de pronto forman partes de nuestras filas. Las mafias libanesas luchan a nuestro lado.
Los asesinos de La Becah, que arrasan pueblos enteros para matar a un solo terrorista, que bombardean a golpe de mortero y carro de combate valles enteros obviando a la población civil con tal de cazar a un solo enemigo que se esconde, repentinamente se unen a nosotros. El ejército libanés repentinamente combate por la libertad.
Solo puedo llegar a la conclusión de que hemos perdido la capacidad de ver la realidad acogotados por nuestro miedo a ese enemigo medieval llamado Estado Islámico si nos alegramos de cuatro colecciones de asesinos crueles, intransigentes, sedientos de sangre y de poder se alíen entre ellos para enfrentarse a otro que es igual o peor que ellos.
Solo puedo pensar que nuestro egoísmo  occidental que nos hace valorar más una vida aquí que millones en cualquier otra parte del mundo es lo que nos hace alegrarnos de eso porque se alían contra alguien que nos mata a nosotros mientras que Hezbollah, las falanges cristianas libanesas, las mafias de Sidón y el ejército libanés solo matan allende nuestras pantallas de televisión.
Solo puedo pensar que seguimos sin querer aprender de la historia.
Porque hace cientos de años las tribus kurdas, los musulmanes sunitas, los bandidos sin dios ni rey árabes del desierto e incluso los cristianos de Egipto ya hicieron esto, ya se aliaron contra otro falso califato y lograron vencer.
Y pusieron al frente a un tipo llamado Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb. Saladino para entendernos.

Y todos sabemos o deberíamos saber lo beneficioso que resultó el bueno de Saladino para los espurios intereses del Occidente de la época.

viernes, septiembre 05, 2014

El Estado Islámico y el error repetido del califa.

Tendemos a creer que nuestra necesidad de pausa veraniega se aplica al mundo en general y cuando volvemos de la misma nos damos cuenta de que no, de que el mundo, ajeno a nuestros ritmos occidentales atlánticos, no ha descansado en verano.
Unas vacaciones de verano las han bastado a los hijos y herederos de la ira fanática y furiosa para crear un estado, para hacerse con el control de algo que parecía incontrolable, Para fundar en medio de Irak, ese país que las potencias occidentales no lograron controlar, algo que se ha dado en llamar Estado Islámico.
Por supuesto no es un estado ni es islámico pero eso da igual. Si algo han aprendido de nosotros es que el nombre es importante pero la ideología es irrelevante, es una excusa, un escudo, pero completamente irrelevante.
El Estado Islámico, como tantas otras cosas que ahora pueblan nuestras pesadillas internacionales, como tantos otros horrores que avanzan hacia las cada vez más decadentes fronteras de lo nuestro, es una creación nuestra. Es producto de lo que somos y de lo que nuestra hegemonía la ha hecho ser al mundo.
Lo es por tantos motivos que resultaría imposible listarlos todos. Lo es porque nuestro sistema económico ha potenciado la tiranía, la incultura, la falta de desarrollo de zonas inmensas del planeta para poder beneficiarse de sus recursos, lo es porque nos hemos llenado la boca de democracia y derechos de fronteras para adentro y hemos obviado esos conceptos de puertas para afuera, lo es porque mientras nosotros crecíamos falsamente en riqueza, amparados en burbujas de todo tipo y deuda apalancada, creábamos el campo de cultivo de miseria y desesperación para que cualquier loco con una profecía medieval en la mano se hiciera con las almas, los cuerpos y la sangre de millones de desesperados a los que casi no les hemos dejado nada que perder.
Y el Estado Islámico, el primer país yihadista de la historia, es resultado de todo eso. Es el producto elevado a la máxima potencia de todos nuestros errores.
Quizás por ello han logrado controlar en unas vacaciones un país que el glorioso cuerpo de Marines -¡Uhhh, Ahhh!- no logró controlar por más que lo intentó, que los gobiernos títeres que dejaron tras su marcha ni siquiera intentaron controlar.
Es posible que sea por los errores pasados por los que surge y se afianza en Irak el Estado Islámico, pero lo que está claro es que se mantendrá, se afianzará y se convertirá en un inmenso furúnculo del que la humanidad no podrá deshacerse.
Y estamos volviendo a cometerlos.
Contra el Sha de Persia, la antigua URSS armó a los ayatolas iranís, contra los ayatolas iranís, Estados Unidos armo a Sadam Hussein, contra los comandos soviéticos, occidente armó a los muyahidines afganos y a Bin Laden, contra los Hermanos Musulmanes en Egipto, ese Occidente atlántico que se niega a analizar sus errores y vuelve a cometerlos arma y rearma al ejército golpista, contra los chiitas sirios, Occidente armó a la tribu alauita,contra Al Qaeda facilita todo tipo de armamento a los monarcas absolutos del Golfo Pérsico.
Y ahora, en la enésima repetición del mismo error, del error que ya llevó a la extinción y a la derrota a la orgullosa Roma, al arrogante Imperio Español y al petulante Imperio Británico, decidimos hacer lo mismo que no ha funcionado nunca.
Decidimos buscar al enemigo ancestral, al rival histórico y armarle. En una acción ya mil veces fallida, cargamos de armas, equipamiento y entrenamiento a los Peshmerga kurdos.
Los peshmerga es posible que consigan pararlos, que se enfrenten a ellos y los rechacen y hasta los diezmen. Es posible que nos sirvan para parar ahora a lo que absurdamente, algunos medios definen como el Califato.
Pero el error se reproducirá porque el principal enemigo de los Peshmerga no es el Estado Islámico. Somos nosotros.
Porque nosotros hemos permitido que durante siglos los gobiernos sirio, turco e iraquí les dejen sin tierra y sin estado. Porque llevan varias generaciones luchando contra esos gobiernos que, de un modo o de otro, de un bloque o de otro cuando los bloques existían, siempre han sido regímenes títeres de los intereses occidentales.
Armamos a los enemigos que nos buscamos con nuestra arrogancia y nuestra indolencia para que se enfrenten entre ellos, para que nos dejen en paz, para que se destrocen unos a otros.
Y eso nunca funciona. No funciona desde Juliano, el Apóstata.
Pero no sabemos recurrir a la paciencia y a la historia. No sabemos dejar correr el tiempo y trabajar con visión de futuro. 
No sabemos o no queremos eliminar de todas esas zonas los factores que dan poder y repercusión a todos los locos fanáticos de todas las tendencias y les convierten en reclutadores efectivos.
No sabemos eliminar la miseria, dejar de potenciar la injusticia, abandonar nuestros hábitos liberal capitalistas de anteponer nuestro beneficio económico al futuro de todos esos pueblos y personas que terminan siendo carne de cañón para los locos de la sangre y el poder que utilizan la fe o la ideología como excusa.
Bueno, sí sabemos, pero no queremos hacerlo. Supondría renunciar a demasiado y esperar demasiado tiempo. Algo que nuestro Occidente Atlántico nunca nos ha enseñado a hacer.
Así que armamos a los peshmerga contra el Califato.
E ignoramos la peligrosa ironía de advertencia de que el único califa reconocido por todos los musulmanes a lo largo de la historia y que derrotó a Occidente sin paliativos tenía el impronunciable Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb y por eso se le conoce por otro nombre que le puso su tribu originaria.
Olvidamos que el califa Saladino era un peshmerga y era kurdo.

lunes, febrero 17, 2014

La polio convierte la yihad talibán en una Black Op

Una enfermera que a mi me pareció octogenaria -aunque probablemente era una cincuentona- apoyada en el quicio de la puerta con un paquete de caramelos y una cara de esas de "por aquí no pasas, chaval". Ese es el vago recuerdo que guardo de mi vacunación contra la polio. 
Fue hace tanto tiempo que puede que fuera de otra manera. Pero lo cierto es que mi memoria no incorporó los AK 47, las guerreras azules, los pantalones caquis de bolsillos, los dobles cargadores curvos y las gorras ladeadas al acervo de mis recuerdos hasta mucho después.
Por desgracia para muchos, por desgracia para el mundo, por desgracia para nosotros. Hoy, sí hoy, hay niños que crecerán con la imagen militarizada de la vacuna contra la polio, que no sabrán si lo que les salvó la vida y el futuro fue la inyección o los militares que vigilaban y patrullaban armados hasta los dientes para que pudieran poneserla. 
Mientras aquí los hay que se empeñan en desmantelar la salud universal, mientras en nuestras fronteras los hay que defienden a los que quieren e intentan hacer negocio con nuestra salud en el otro extremo del mundo, ese que no nos importa y en el que no nos queremos ver reflejados, los hay que tienen que jugarse la vida y las armas para salvar a un niño de una incapacitación de por vida.
En Pakistán, en ese país que es frontera de muchas cosas y residencia permanente del miedo y la intransigencia, los locos furiosos de la yihad, los perpetuos mentirosos de las falsas profecías han decidido atacar a los equipos de vacunación contra la polio. Han decidido dinamitar una vez más el futuro de aquellos a los que dicen defender, de aquellos a los que pretenden según ellos comunicar el paraíso islámico, su peculiar visión del mismo, claro.
¿Por qué?, ¿por qué han descubierto una escondida sura coránica que prohíbe arrojar líquidos en las gargantas infantiles?, ¿por qué algún ayatolah o mulah de tres al cuarto ha decidido reinterpretar a su antojo una carta del profeta a su suegro o un discurso de un santón de la Edad Media en Damasco?
No. Se esperaría que los talibanes, esos obsesos impenitentes de una religión mal entendida, mal interpretada y arcaica, dieran una explicación de ese tipo como ya dieron antes otros fanáticos religiosos. Como determinadas sectas cristianas se niegan a las transfusiones, como determinadas ramas del catolicismo ultramontano se niegan a las terapias génicas. Pero no.
Su única excusa para ametrallar a los que intentan salvar el futuro de sus niños es que creen que están espiándolos; que, en su paranoia imposible, ven el rostro de ese monstruo ubico y multicéfalo con el que sueñan en todas sus pesadillas de poder: los servicios secretos estadounidenses.
Y si alguien podía haber llegado a creer que los talibanes de Pakistán y Afganistán tenían una base religiosa con eso la pierden; si alguien había podido pensar que su locura y su bestialidad estaba basada en un concepto de la interpretación fanática de la religión con esto puede dejar de pensarlo.
La religión no es otra cosa que la excusa. Lo que quita el sueño a los talibanes es el poder, lo que los excita y los mueve es el control.
Porque saben perfectamente que en los dos únicos países del mundo donde la polio es una mal endémico -Afganistán y Pakistán- atacar a los que intentan erradicarlo es escupir directamente sobre las tapas de El Corán. 
Porque saben que Allah, si existiera, les fulminaría con un rayo por poner en riesgo a aquellos que junto con los locos son intocables en sus ordenes divinas: los niños; porque saben que Mahoma si volviera de entre los muertos los pasaría por el afilado y curvo acero de su cimitarra por anteponer sus intereses bélicos al bien colectivo de los musulmanes.
Lo saben y no les importa porque hace tiempo que utilizan la guerra santa, la falsa yihad, como cobertura de su lucha por el poder, porque hace tiempo que utilizan a su dios de excusa, a su profeta de pretexto y a su religión de vacía justificación.
Les da igual que los predicadores musulmanes se desgañiten en sus púlpitos diciendo que su dios quiere que los niños crezcan fuertes y sanos. Les importa un carajo que los clérigos, santones y estudiosos de la religión de el Corán recorran el país participando en las vacunaciones para demostrar a todos que su religión y sus preceptos no tienen nada que ver con evitar salvar la vida de los niños.
Los talibanes han decidido que dios y el paraíso anteponen la seguridad de sus operaciones terroristas a cualquier otra consideración. Que su acceso al poder es lo único que importa a ángeles y ghuls. 
En realidad es lo que llevan haciendo desde el principio.
Esconden, golpean y humillan a las mujeres que tienen la desgracia de nacer en esas tierras para mantener el poder sobre ellas; lapidan a hombres y mujeres por amarse -lo han hecho hoy mismo en el vecino Afganistán- para conservar el poder sobre la sociedad; dejan morir de una enfermedad dolorosa o condenan a sus niños a secuelas de por vida por intentar ganar una guerra que les asegure el poder sobre las generaciones futuras.
No anteponen su dios a cualquier cosa, se anteponen a si mismos, sus escondites, sus objetivos políticos, sus estrategias bélicas. Ningún dios está ni ha estado nunca en la mente de los talibanes aunque lo tengan siempre en los labios y las armas.
Su único dios son ellos mismos, su poder y su victoria.
Y nosotros, los indolentes miembros del Occidente Atlántico, les hacemos constantemente el caldo gordo. Se lo hacemos porque nos empeñamos en definirles por lo que no les define. En llamarlos islamistas cuando no tienen nada que ver con el Islam, en meter a toda la religión musulmana -que es tan absurda como todas las demás, no nos engañemos- en el saco que ellos han cosido y atado para ella, porque, en nuestro gusto por la simplificación de barra de bar y comentario durante el telediario, seguimos considerándoles parte de algo a lo que nunca han pertenecido.
En nuestro miedo a todo lo que no somos nosotros ampliamos el círculo de rechazo y de repugnancia que solamente debería contener a los talibanes -y a Hamas y Hezbollah, no nos olvidemos de ellos- a todo lo que llega del mundo musulmán, a todas sus tradiciones, su cultura, sus pensamientos.
Y ese error de tomar el todo por una parte que ni siquiera es una parte les engrandece como pasa con todos los que usan una religión o una ideología como cortina de humo para se acceso y mantenimiento en el poder. Como el reproche general a los católicos romanos engrandeció a La Inquisición y los Cruzados, como el odio a lo judíos hizo fuerte al sionismo más sangriento, autoritario y radical.
Si de verdad queremos que la locura intransigente y furiosa de los talibanes no arrase el futuro de todos los que han caído bajo su férula solamente podemos tratarles como lo que son. No como fanáticos religiosos, no como miembros del mundo musulmán: simplemente como buscadores del poder a cualquier precio, incluso al precio de la salud y el futuro de sus niños. 
A estas alturas han aprendido de sus seculares enemigos y actúan como los servicios secretos del gigante estadounidense. Para ellos el Allah y Mahoma son una historia preparada de la que tiran como cobertura.
Para los talibanes el Islam no es otra cosa que una  Black Op, una operación encubierta.
En nosotros está disipar la cortina de humo que la cubre.

miércoles, julio 10, 2013

Conservadores, Egipto y el alfanje del falso laicismo

En los tiempos de las cruzadas mayores, esas de las que ahora solamente sabemos por las películas, una de las armas que decantaron la lucha a favor de los sarracenos -además de la capacidad estratégica de sus líderes- fue el alfanje. 
Esa inmensa espada curva de doble filo de ida y vuelta que funcionaba por un lado como una cuchilla de afeitar en seco y por otro como una hoz capaz de separar la cabeza del cuerpo hasta el hueso de un solo y doloroso tajo.
Si entonces fueron los sarracenos, con Saladino al mando, los que demostraron la importancia de dominar el doble filo en las guerra religiosas ahora es el otro bando el que parece haber aprendido la lección a la hora de lograr la ansiada victoria en ese enfrentamiento religioso que lleva matando al mundo casi quince siglos.
Solamente que ahora el doble filo utilizado no es una espada, es un concepto: se llama laicismo.
No deja de resultar curioso que sea precisamente el conservadurismo más rancio -y no hay conservadurismo más rancio que el español- el que en estos días se convierta en el defensor más firme del golpe militar que ha acabado con la democracia en Egipto. 
Por supuesto no de forma oficial, por supuesto siempre a título personal, pero lo defienden o como poco lo justifican.
Aquí, en lo doméstico, afirman que el voto de una mayoría minoritaria del país, que por arte de una ley electoral que es casi un arcano mágico ha conferido la mayoría absoluta a un partido político, debe ser respetado, debe servir de escudo y parapeto para cualquier acción de gobierno y declaran antidemócratas a todos aquellos que exigen un cambio.
Allí, para las lejanas tierras de los faraones, hablan de proteger a las minorías, de que una mayoría no puede imponer su forma de ver la sociedad, de que el ejercito pretende asegurar los derechos de los siete millones de egipcios que no votaron a Mursi -de un censo electoral de casi treinta millones-, de que la victoria en las urnas no puede ser excusa para imponer una forma de ver la sociedad a todos.
Aquí manifestaciones multitudinarias, huelgas generales, protestas de colectivos profesionales enteros, no son relevantes a la hora de cambiar la política de un Gobierno que lo hace en contra de todos los implicados en sus decisiones.
Allí, tres semanas de manifestaciones de unos pocos miles de coptos y defensores del antiguo régimen justifican una intervención militar "en beneficio" de la voluntad popular.
Pero lo que resulta más que chocante es que  precisamente sean ellos los que se amparen en la defensa de una sociedad laica para hacerlo. 
Aquí, amparados en los sermones de prelados y las reflexiones de teólogos, declaran que el laicismo es un enemigo de la libertad religiosa porque impide mostrar públicamente tus creencias, porque las reduce al ámbito privado -de donde nunca debieron salir hace siglos, por cierto-.
Allí, usan el laicismo como bandera. Claman por una sociedad en la que no se muestren los símbolos religiosos públicamente -los musulmanes, claro está-. Hablan de que solamente una sociedad laica puede garantizar la libertad religiosa.
Y el alfanje de doble filo del falso laicismo sigue repartiendo tajos a diestro y siniestro.
 Aquí es bueno y lógico que se discrimine a las familias homosexuales porque no siguen sus parámetros morales, allí es mala la poligamia porque es una imposición religiosa; aquí aplauden con las orejas cuando un gobierno tira de principios morales católicos -no de argumentos de derecho- para regular el aborto; allí se escandalizan cuando una tradición religiosa impone las cabezas veladas a las mujeres; aquí hinchan de dinero a instituciones educativas religiosas del Opus Dei mientras dinamitan la enseñanza pública, allí se mesan los cabellos por la apertura de Madrazas de los Hermanos Musulmanes; aquí aplauden y asienten respetuosamente cuando los prelados afirman en sus sermones que es necesario reevangelizar España, allí los intentos de islamización de los Hermanos Musulmanes son intolerables.
Aquí la asignatura de religión que cuenta para la media es un paso adelante para la libertad religiosa. Allí el estudio de El Corán fuera del horario lectivo es intolerable.
Creen haber aprendido a usar el doble filo del laicismo de salón y creen que con eso nos engañan.
Los mismos que callan aquí cuando un alcalde catalán se declara islamofóbico y hace la vista gorda a agresiones a musulmanes, les prohíbe rezar públicamente o les desahucia ilegalmente de una mezquita, pese a que han pagado los terrenos al ayuntamiento, gritan y sollozan cuando los yihadistas más furiosos -los mismos salafistas que ahora han apoyado el golpe de Estado, no los Hermanos Musulmanes de Mursi- queman una iglesia copta. 
Los mismos que apoyan y exigen que se investigue dentro de nuestras fronteras a cualquier musulmán porque todos sabemos que todo musulmán es "sospechoso de terrorismo", consideran intolerable que los Hermanos musulmanes miren de través a la iglesia copta y su patriarca después de décadas de colaboracionismo de esta institución con la represión de Mubarak.
Los mismos que, incluidos dentro de la Internacional Demócrata Cristiana -déjenme que lo repita, cristiana-, recogen abiertamente en sus fines políticos un gobierno democrático basado en los principios del cristianismo consideran intolerable que se haga los mismo en Turquía o en Egipto con los principios del Islam.
Cuando el filo del alfanje del falso laicismo va hacia Egipto es una hoja delgada que corta quirúrgicamente en una disección llena de matices laicistas la sociedad egipcia, cuando vuelve hacia España es el basto filo de una hoz que arrampla con cualquier necesidad de un estado laico en beneficio de su propia fe.
Y, aunque nos parezca otra cosa, aunque se nos asemeje a otra circunstancia, todo eso no tiene nada que ver con el laicismo, los verdaderos defensores de una sociedad laica no debemos dejarnos engañar. Ni por unos ni por otros.
Es simplemente una reedición de las cruzadas. Una nueva y moderna carga religiosa sin cruces en el pecho, sin caballos de batalla y sin asedios a plazas amuralladas. Pero son las mismas cruzadas.
No están contra el islamismo, contra la islamización de las sociedades, por deseo de libertad y pluralidad en una sociedad laica. Están en contra porque eso les impedirá la cristianización de las mismas, porque les dificultará su evangelización.
Para ellos el laicismo no es un objetivo, es un medio, un arma en su guerra particular. Una guerra que no es una lucha entre la libertad y el control religioso. Lo es entre su dios y el de los otros.
Por eso no les duele en prendas defender un golpe de Estado militar, el acto más antidemócratico que se conoce. De nuevo "Dios lo quiere".
No nos engañemos, cuando se lleva la cruz en la celada, miremos hacia donde miremos, la rendija es demasiado estrecha para ver otra cosa que no sea tu espada.
En eso al menos son coherentes. Lo defienden en Egipto cuando el Islam avanza y no lo condenan aquí cuando un militar de rango amenaza con él ante el avance del soberanismo.
Dios, cualquier dios, es totalitario por naturaleza. Y el ejercito es la mejor herramienta para eso.


jueves, julio 04, 2013

Egipto, Tahrir y nuestro falso sentido democrático

Tahrir, la plaza que otrora nos vendieran y presentaran como un símbolo de libertad y de cambio, hoy es otra cosa. 
Puede que a nosotros no nos importe un carajo, acuciados por lo nuestro, puede que se nos antoje lo mismo o nos interese, pero lo que ha ocurrido y ocurre hoy en Tahrir es más importante para nosotros que la gran mayoría de las cosas que están ocurriendo en el interior de nuestras fronteras.
Los militares egipcios han recordado que tienen las armas, que tienen la fuerza, que tienen el poder y han decidido utilizarlos para convertir en historia pasada al primer gobernante civil egipcio salido de las urnas.
Puede que lo llamen de otra manera, puede que los que ahora celebran en la plaza, que no son los mismos que se manifestaban hace dos años, lo quieran llamar de otra manera. Pero un golpe de Estado militar es un golpe de Estado militar. Ni todos los eufemismos del mundo le pueden cambiar el nombre.
Y el golpe militar en Egipto nos envía muchos mensajes, nos demuestra muchas circunstancias. Nos pinta la cara de rojo a nosotros, los occidentales atlánticos, y a nuestro patológico desconocimiento de las situaciones que creemos entender.
Porque Occidente, su actitud y su condescendencia tienen mucho que ver en todo esto.
Cuando Tahrir estaba llena de manifestantes que pedían la caída de Mubarak, del Rais dictatorial que los gobiernos occidentales habían colocado hace décadas en el gobierno egipcio en beneficio de Israel y sus intereses económicos, el Occidente Atlántico los apoyó, los jaleó, los vendió y los compró como ejemplo y semilla de un cambio que debía producirse en el mundo árabe.
Y el Rais cayó, la democracia llegó a Egipto y todos los columnistas, arabistas, expertos en política internacional y demás catálogo de opinadores occidentales se congratularon de ello.
Pero luego Occidente plegó velas en cuanto los egipcios hicieron uso libre de esa democracia. En cuanto eligieron lo que querían, la cosa cambió.
La arrogancia occidental imaginó que los egipcios colocarían en el poder un gobierno de corte occidental -lo que nosotros necesitábamos-, un gobierno de rasgos modernizadores -lo que nosotros queríamos  y un gobierno de rasgos laicos -lo que nosotros entendíamos-, pero Egipto eligió lo que quería: un gobierno conservador e islamista.
Y entonces la democracia ya no fue buena en Egipto.
A partir de ese momento los mismos que habían clamado por la democracia en Egipto empezaron a cuestionar el resultado que esa democracia había traído. Los Hermanos Musulmanes empezaron a ser el enemigo a batir. La voluntad del pueblo egipcio empezó a ser cuestionada.
De repente los que antes eran los seguidores del régimen dictatorial y opresivo del Rais pasaron a ser los "laicos" que es oponían a la Constitución de corte religioso del presidente Morsi y los Hermanos Musulmanes.
Desde la prensa occidental hasta el mismísimo blanco inquisidor vaticano Ratzinger empezaron a alertar contra la cristianofobia en Egipto, presentando los actos de los radicales yihadistas como una consecuencia del gobierno de Morsi e ignorando que esos cristianos coptos a los que ahora parecía que se perseguía habían apoyado sin ambages al Rais Mubarak, habían formado parte de su administración, habían compartido desde la élite social gran parte de la visión destructora del gobernante e incluso habían sido los encargados de perseguir durante años a las estructuras clandestinas de los Hermanos Musulmanes, prohibidos por el dictador egipcio.
Pero, de repente, eran los "laicos" que estaban injustamente sometidos a la dictadura de los islamistas. Aunque Morsi hubiera ganado las elecciones con un 51 por ciento de los votos, aunque la Constitución hubiera sido aprobada con un 64% de los sufragios a favor.
Nos daba igual lo que quisiera el pueblo Egipcio. Como a nosotros nos venía mal pues era malo.
Se empezó a hablar de oposición "laica", cuando los políticos que la comandaban y la aglutinaban eran antiguos cargos públicos de la dictadura de Mubarak, se vendió como luchadores por la democracia y la libertad a individuos que utilizaban sus posiciones como jueces para echar tierra en el engranaje islamista cuando durante años habían mandado sin pestañear al patíbulo con sentencias de muerte sumarias a cualquier opositor del régimen de Mubarak.
Todo para intentar parar el islamismo en Egipto.
Como ya habíamos hecho con Argelia hace décadas,cuando impedimos que el FIS subiera al poder porque eran islamistas; lo mismo que estamos haciendo en Siria, enquistando una guerra civil para impedir que los islamistas se hagan con el poder tras la caída de otro dictador puesto por nuestro Occidente Atlántico, El Asad.
Como intentamos desacreditar a la misma sociedad tunecina que había arrojado del poder a su dictador cuando exigió que se retirara la prohibición de llevar velo que este había impuesto a las mujeres musulmanas; lo mismo que hacemos en los reinos feudales del golfo, mirando a otro lado cuando sus emires y príncipes mantienen a su pueblos en la miseria mientras ellos nadan en la opulencia, con tal de que controlen a los extremistas yihadistas dentro de su territorio, aunque esos emires sean más fanáticos religiosos que los propios terroristas y apliquen la ley de la lapidación, la castración y la amputación de manos al pie de la letra.
Lo mismo que estamos haciendo en Turquía, defendiendo a capa y espada unas protestas -quizás justas- con el único objetivo de que el único gobierno coherente de esa zona, el único tapón de cordura democrática que, dentro del islamismo, representa Erdogan -que tampoco es un santo, no nos engañemos- caiga para que no gobierne un islamista en Turquía.
Nuestra incapacidad para entender el flujo de la historia, para comprender que -por un motivo u otro- los países musulmanes quieren ahora y van a seguir queriendo de forma mayoritaria gobiernos basados en su religión, aunque a nosotros nos parezca arcaico y contraproducente, va a acabar por devolvernos el golpe.
Nuestra incapacidad para respetar la democracia cuando nos viene mal, para entender que la única forma de que el gobierno basado en principios religiosos pierda dogmatismo y se haga tolerante y democrático -como nuestra democracia cristiana, que siempre se no olvida que existe y la toleramos cuando hablamos de estas cosas- es que pase por el poder, es que los mismos que lo colocaron en el poder les exijan flexibilidad, nos va a pasar factura.
Nuestra imposibilidad de consentir que otros pueblos y otras culturas pasen por su peculiar travesía del desierto antes de descubrir los supuestos valores que nosotros ya tenemos -y que descubrimos de igual manera que ellos hace no tantos siglos- va a acabar por matarnos.
Los que hoy dicen que Tahrir celebra la caída del gobierno islamista están mintiendo. Los que hoy están en Tahrir están celebrando el retorno al poder de aquellos que lo ejercieron de forma dictatorial y despótica en su beneficio y en el de nuestro Occidente hasta que el pueblo egipcio expresó su voluntad mayoritaria en las urnas. 
Los que hoy están en la plaza de Tahrir celebrando el golpe son los mismos que estaban en el palacio presidencial intentando evitar la caída de Mubarak hace dos años. Incluidos los cristianos coptos.
Y lo están porque, entre otras cosas, nuestro cambio de actitud les ha dado alas, les ha enviado una enseñanza de como interpretamos la justicia y la democracia en Occidente, les ha enseñado una lección que les ha resultado muy fácil de aprender y que les costará olvidar: Occidente entiende la democracia y la voluntad popular como una herramienta que sirve a los fines del poder, no como un valor en sí mismo. 
Si no nos viene bien la democracia incluso se puede prescindir de ella.
Por más que los que han hecho del islamismo la nueva hidra de múltiples cabezas contra la que enviar a nuestros paladines heroicos -como antes fuera el comunismo- crean que hoy ha sido una victoria para frenar el islamismo en el mundo, están equivocados.
Hoy han contribuido, ya sean medios occidentales, cristianos coptos egipcios, cardenales de curia vaticanos o políticos europeos o estadounidenses a engrosar las filas del yihadismo más radical, fanático y violento.
Cuando a alguien le arrebatas la posibilidad de evolucionar y hacer las cosas de forma democrática tan sólo le dejas la violencia.

En contra de lo que escribían con Láser los golpistas en Tahrir, el juego no ha terminado. No ha hecho otra cosa que empezar y nuestra apertura es tan arriesgada e irresponsable que expone la garganta de todas nuestras piezas al tajo furioso del fanático religioso que sepa utilizarlo. Quizás no nos hayamos dado cuenta o quizás sencillamente ni siquiera nos importe.
Puede que el golpe militar egipcio haya derrotado al islamismo moderado pero ha engrandecido al radical con nuestra aquiescencia y complicidad. A lo mejor eso hace que el mundo sea más seguro para nosotros pero lo convertirá en un infierno de guerra y fanatismo para los que lleguen después, aunque nosotros no lo vivamos. 
Y quien crea que esto es una defensa del islamismo -radical o moderado- o de cualquier otro gobierno basado en la teocracia -incluidos la democracia cristiana o el sionismo hebreo-  que vuelva a leer despacito este post desde el principio porque no se ha enterado de nada.

sábado, septiembre 15, 2012

Innocence Of Muslims: la cruzada en fuera de juego

Alguien me dijo ayer ¡Anda la que ha liado con la peliculita esa!
Por supuesto está claro de qué película -si es que se le puede llamar así a ese subproducto audiovisual llamado Innocence of Muslims- estamos hablando pero lo que me llama la atención es que la persona en cuestión que hizo el comentario no estaba viendo un titular sobre las sandeces irrespetuosas que mantiene el vídeo sino uno a cuatro columnas y con fotografía de dimensiones exageradas de las protestas de los yemeníes ante la embajada de Estados Unidos en la capital de su país.
Y, por si no estuviera clara la línea en la que se dirigía el comentario, mi interlocutor apostilló: "si es que siempre se lo toman todo mal. Son unos fanáticos". Ahí acabó su análisis de la situación.
Ahí acabo, en un punto en el que la responsabilidad de todo el asunto recae sobre los yemeníes, los cairotas, los libios o los sudaneses por tomarse las cosas mal, por permitir que haya corrientes que entienden la religión de forma antigua cuando menos. Vamos, que no pasaría nada si ellos no fueran como son.
Ahí acaba su análisis, pero ahí empieza el mío.
Porque esa frase resume la postura de Occidente hacia esta situación, que no es otra cosa que un síntoma de la cada vez más avinagrada relación de la civilización occidental atlántica con el mundo árabe cada vez menos controlado por sus necesidades e intereses.
Estados Unidos protesta por los ataques a las embajadas -lógico y normal- refuerza la seguridad en las mismas -también lógico y normal-, pero aún no ha hecho lo que tenía que hacer, aún no dado el paso que si de verdad se creyera lo que mantiene en teoría habría dado.
Condena los ataques, las trifulcas y la quema de sus banderas. Pero se niega a condenar la película en cuestión.
Hillary Clinton se coloca delante de los micrófonos y difunde el mensaje de que los países con mayoría musulmana y sus gobiernos son responsables de la situación. No lo dice abiertamente, claro está, pero una sola frase lo explicita.
"El islam es más grande que todo esto. Tiene que estar por encima de estas cosas igual que todas las grandes religiones han resistido insultos a lo largo de los siglos", dice más o menos la jefa de la diplomacia estadounidense.
Y tiene razón en una parte pero se le olvida voluntariamente de la otra. Esa que debería enunciarse más o menos: "el cristianismo está por encima de estos vergonzosos a inútiles insultos. Tiene que evitar y enseñar a sus fieles que no es de recibo insultar y agredir a los miembros de otras religiones o ideologías simplemente porque son distintas a la suya"
Eso colocaría las cosas en su sitio. Arrancaría las responsabilidades desde su inicio. El fanatismo de algunos cristianos es responsable del origen del estallido y el fanatismo de algunos musulmanes es responsable de sus dimensiones.
Pero no. Nadie lo hace. Lo que pasa no pasa porque unos individuos, fanáticos religiosos capaces de hablar de un libro que desconoces y de un personaje histórico -este sí, no como otros- del cual nada saben- hayan volcado este fanatismo en un soporte digital y lo hayan subido a Internet y proyectado en una sala cinematográfica. Lo que pasa está sucediendo exclusivamente porque un sector radical de ese credo se lo ha tomado mal.
Pero las declaraciones de Clinton son solamente un ejemplo.
Los periódicos titulan siempre con la palabra islamistas. Cuando se reunían en Tarik, o en las calles de Túnez, Bengasi u Homs hace meses para sus revoluciones más o menos exitosas eran egipcios, tunecinos, libios o sirios. Ahora son islamistas.
Ahora se recurre a ese término falso -un islamista siempre fue el estudioso del Islam, no el fanático de esa religión- para dar un toque de lo que Occidente vende siempre que parte de lo musulmán: el odio, el miedo y el terrorismo. Se carga sobre su fanatismo la responsabilidad de lo que ocurre.
Nunca, en ninguna situación, he visto un titular del tipo "fanáticos cristianos" cuando atacaron en su estreno la proyección de películas como Agnus Dei, La Última Tentación de Cristo o cualquier de las películas que han sido a lo largo del tiempo objeto de sus boicots y quejas. No se ha acuñado el término cristianistas o catolicistas para ellos, incluyendo en una sola palabra su ideología religiosa y el fanatismo como algo indisoluble.
Todos aquellos que cuando del integrismo religioso del Islam parte algún exabrupto enseguida tremolan en Europa -sobre todo en Roma- y allende los mares términos como cristianofobia o antisemitismo no han salido ahora a la palestra para hablar de islamofobia. La mayoría siguen callados reforzando sus embajadas.
Y algunos han cogido su sotana blanca y han decidido posarse con ella y vete a saber tú que mensaje en Líbano, cuna, sede y baluarte de los cristianos drusos, muchos de cuyos más fanáticos hijos han formado el brazo armado miliciano al servicio de Israel durante tres décadas, responsables de matanzas y atentados sin cuento en todo el territorio libanés y algunos fuera de él y a los que probablemente dedicará todos sus parabienes.
¿Por qué esta diferencia de trato? ¿por qué Europa fuerza leyes y modifica legislaciones para que nadie pueda insultar a los miembros de la religión judía y no hace lo mismo con la musulmana? 
Incluso ni siquiera se define adecuadamente el audiovisual en cuestión. "Irreverente”, “considerado como...", "burlesco" e incluso algunos simplemente dicen "crítico".
Cuando, para el cristianismo, irreverente fue La Vida de Brian en la que ni siquiera su personaje es Cristo; burlesca era la parodia de la última cena de La Loca Historia del Mundo donde tampoco se alteraba ni agredía a personaje religioso alguno y simplemente se introducía un "parasito" cómico en la escena; considerada como blasfema fue La Última Tentación de Cristo que no se aparta un ápice -si se para uno a entenderla antes de empezar a airear la biblia frente al cine- del desarrollo evangélico de la supuesta vida de Jesús, y crítica fue La Misión, que no profundiza en figura religiosa alguna y solamente critica los manejos políticos de la jerarquía religiosa católica. Esta filmación es mucho más agresiva, injusta, radical, fanática y sectaria que cualquier de ellas -que ninguna lo era, por cierto-, pero se la pone al mismo nivel, se rebaja su importancia, se transforma en una boutade, en algo casi sin importancia.
¿Por qué?
En parte porque es contra el Islam y a nosotros, los occidentales atlánticos, lo que se diga malo del Islam siempre nos suele parecer bien desde el atentado de Las Torres Gemelas y el de la Estación de Atocha. Pero eso es sólo por un pequeño porcentaje.
El porcentaje mayor está en otro elemento, en otra situación que, de tanto minimizarla corre el riesgo pasar inadvertida.
Esta película o como quiera llamarse no es producto del ateísmo militante, del anticlericalismo furibundo o del laicismo radical, esos enemigos inventados o magnificados para victimizar continuamente la religión en Occidente. Es fruto del fanatismo religioso cristiano.
Y eso deja a todos en fuera de juego por dos cuerpos.
Porque nosotros hemos vendido que nuestro occidente ya no entiende así la religión, que los cristianos son modernos y entienden la religión de una manera diferente. Que es posible que tengan  ideas arcaicas pero que ya han superado esa fase en la que el proselitismo les llevaba arrebatadamente a intentar poner a los infieles en su sitio -o sea en el infierno- para mayor gloria de dios.
Y, junto al cristianismo, su inseparable antecesor el judaísmo que forma un Estado moderno -medio teocrático, pero moderno- en Israel, que es democrático, que es respetuoso con las libertades y las otras religiones. Claro que tiene a sus Haredim. Pero bueno, los hijos de Roma también tienen a Lefevbre y los de Lutero al pastor Jones. Son simples anécdotas.
Pero si, de repente, esas religiones occidentales y modernas comienzan a ponerse al nivel de otra medievalizada -no por sí misma, sino por el estadio cultural y social de muchos países y sociedades en los que es mayoritaria- y empiezan a quemar coranes, hacer pintadas con insultos al nazareno en los muros de monasterios en Jerusalén, a teñir de sangre de cerdo los pórticos de las mezquitas de Gaza -cosa, que aunque se mantenga lo contrario, es más que improbable que haya hecho un judío, por cierto- difundir videos con insultos desmedidos, falaces y directos a un profeta u otro, ya no podemos fingir que el problema está en el Islam y en sus yihadistas furiosos que lo interpretan y reinterpretan a su antojo.
A lo mejor tenemos que empezar a reconocer que esto que ocurre ya no es otra cosa que algo que creíamos olvidado por estos lares hace al menos un par de siglos: Una guerra religiosa.
Y a lo peor y solamente podemos echarle la culpa a una cosa: A la religión socializada que, siempre termina actuando de la misma manera y que, aunque pueda sentirse plenamente y sin agresividad alguna por parte del individuo, se convierte en un arma destructiva de proporciones masivas cuando se institucionaliza, jerarquiza y se transforma en una herramienta de poder.
Si los cristianos fanáticos y los judíos fanáticos -y de momento sólo ellos- son capaces de regresar a los estadios medievales de los que aún no han salido los musulmanes fanáticos -y de momento sólo ellos-, entonces ya sí que tenemos un problema. Y lo tenemos justo en el patio trasero de nuestras casas.
Y no parece que meter la cabeza bajo el ala y fingir que la estúpida grabación era una anécdota o una broma de mal gusto nos vaya a ayudar en nada cuando nos encontremos en mitad de una nueva y sangrienta guerra de religión en Occidente dentro de pocos años.
Parar a nuestros fanáticos -digo nuestros porque soy occidental, no porque sea cristiano- es la mejor forma de obligar a los musulmanes a parar a los suyos.
Quizás solamente el equipo de la película haya empezado a hacer lo que debe. Pedir disculpas. 
Aunque  tal vez debiera pedírnoslas a aquellos que estamos en el medio del fiasco sin que nos importe en qué ser invisible ponen otros sus esperanzas de inmortalidad.

miércoles, marzo 28, 2012

Sarkozy usa a Merah y repone el Gobierno de Vichy


Cuando nos sale la vena, nos sale la vena. Se nos hincha, nos palpita, se nos pone gruesa -que si digo gorda parece otra cosa- y volvemos a lo que siempre hemos sido, a lo que siempre hemos querido ser, al lugar en el que nos encontramos más cómodos.
Y eso parece que es lo que le ha ocurrido al modélicamente casado Sarkozy en su campaña electoral por la reelección presidencial. La locura de Merah en Toulouse le ha hecho que la vena se le agrande y la bombee a su riego cerebral ideas e iniciativas que vuelven a ponerle en el sitio del que nunca quiso salir, del que solamente se movió para conseguir sufragios y al que vuelve a todo correr en cuanto la cosecha de votos se lo permite.
Más allá de la ética escasa y difusa que supone aprovechar un atentado para hacer política -algo que el conservadurismo europeo hace una y otra vez siempre que puede pero que luego critica cuando hacen otros. A las pruebas hispanas me remito-, Sarkozy ha sacado la vena del pensamiento más restrictivo, ese que le hizo famoso cuando era ministro de Interior con el moderado -y corrupto a la sazón, según dicen los tribunales franceses- Jacques Chirac.
Se le ocurre ni más ni menos que proponer -aprovechando el tirón de la exitosa caza del asesino de Toulouse- penar a todos aquellos que consulten páginas que hagan apología del extremismo islamista y a quienes viajen al extranjero para recibir doctrina y entrenamiento terrorista.
Y claro las huestes del librepensamiento occidental le aplauden, las mesnadas del conservadurismo basado en la seguridad y los valores judeocristianos de la sociedad occidental atlántica asienten sin pudor lo sabio de la medida.
Sarkozy y sus adláteres olvidan un pequeño detalle, un ínfimo y minúsculo punto que es el sustento básico del sistema legal occidental -mucho más allá de los diez mandamientos y el Levítico- el concepto de universalidad de la ley.
No es de extrañar, pues ya ha cometido ese error con el laicismo -donde ha convertido en delito -administrativo, pero delito- llevar un hiyab pero no un velo de novia en una boda católica o un velo de monja o un alzacuellos, lo ha reiterado con las ideologías -donde ha prohibido revisar - a la baja, se presupone- el holocausto nazi pero no revisar a la baja las masacres coloniales francesas, por poner un ejemplo, y lo ha terminado rematando con la historia donde ha promovido una ley que declara delito negar un exterminio pero consiente negar todos los demás -salvo el nazi, se entiende-.
Tres delitos de opinión en un solo mandato. Es para hacérselo mirar. Para hacérselo mirar en serio y por especialistas.
Y ahora va con el cuarto obviando la normal legal más básica.
No crea un delito de opinión universal. Es decir algo como penar a todos los que consulten páginas que promuevan el extremismo o incluso acotando el extremismo religioso.
No lo hace porque eso supondría encarcelar a todos los que consultan enlaces relacionados con Monseñor Lefevbre -que también son negacionistas, por cierto-, con los Legionarios de Cristo, con algunos -cada vez más- clérigos y pastores evangélicos que se dedican al nombre arte de la quema de coranes e incluso de algún que otro obispo de la jerarquía oficial católica que llama a la reconquista espiritual de Europa.
Por no hablar de todos los enlaces relacionados con el Frente nacional y la familia Le Penn, que se llenan la boca y las urls de mensajes xenófobos y descalificativos del islam y todo lo que le rodea.
Y ya puestos daría con los huesos en la trena de un buen puñado de rabinos franceses -algunos de los cuales enseñan en el tristemente famoso colegio de Toulouse- que se han declarado abiertamente sionistas y han defendido posiciones bastante insultantes para con el islam y difundido mensajes bastante extremistas, a los que se añadirían los integrantes de la sección francesa del partido Likud, tampoco conocidos por su ponderada neutralidad y mesura, y los visitantes regulares de las páginas de alguna que otra comunidad ultra ortodoxa radicada en suelo y éter de dominio galo.
Así que el bueno de Sarkozy no tendía suficientes celdas ni reconstruyendo La Bastilla para encarcelar a todos los que cometieran el delito de asomarse a las páginas de la intransigencia religiosa francesa.
Y ahora habrá algunos que estarán tomando aire para decir que no es lo mismo, que esas ideas no promueven el odio y la venganza: no matan.
Pero me temo que, con todo el respeto del mundo -es casi una ironía- debo disentir.
El lefevbrerismo entre otra suerte de tendencias extremistas del catolicismo romano han llegado a calificar de "engendros perniciosos" a los homosexuales y en Francia se han producido más de dos centenares de ataques homófobos con un saldo de ocho muertes en los últimos dos años; los seguidores de  Le Penn que clama abiertamente allá donde la dejen, incluido el mundo virtual de Internet, contra los extranjeros que están, literalmente, "pudriendo Francia" han protagonizado palizas a jóvenes magrebíes con un saldo de muchos heridos y varias muertes, ataques sexuales a jóvenes de creencias musulmanas por usar el hiyab y toda suerte de desmanes violentos que, a lo mejor el bueno de Sarkozy no tiene en cuenta, pero que hieren y matan.
Por no hablar de los pastores y su quema de coranes que claman por la quema de mezquitas y la erradicación de la "endemoniada creencia" del islam en un país en el que ya han sido quemadas cuatro mezquitas en los últimos tiempos.
Y si alguien tiene alguna duda de lo que origina en el mundo el sionismo radical que vuelva los ojos a Israel y sobre todo a Palestina.
A ese sí que no se le puede acusar de no matar gente. Lo hace cada día, abiertamente y de forma institucionalizada.
Es de suponer para nuestra desgracia que Sarkozy ha sacado su vena palpitante de conservador de derecha católica y omite todo lo que es obvio de la religión que más le agrada, lo que es evidente de la que no le interesa remover, lo que es palpable de una ideología que comparte en muchos puntos y posiciones viscerales y se limita a cargar contra aquello que ya odia de antemano, que le quitaría el sueño aunque no hubiera pasado lo que ha pasado en Toulouse.
Puede que la locura asesina de Merah le haya dado la oportunidad pero, por lo que se ve, la vena la tenía desde hace mucho tiempo.
Y si lo de la consulta de páginas es fascismo en estado puro no por el control de la navegación virtual -eso es simplemente estupidez- sino por el sesgo que adopta ese control, lo de convertir en delito viajar a otros países a recibir adoctrinamiento terrorista ya es de traca.
¿Y cómo va a saber el Estado Francés que ha recibido adoctrinamiento? ¿haciendo que un agente de la resucitada repentinamente SEDECE acompañe a cada uno de sus ciudadanos en sus viajes a Irak, a Afganistán o a Irán?, ¿incumpliendo al menos media docena de leyes francesas e internacionales y espiando a todo viajero que vaya a determinados destinos como hacen precisamente los gobiernos nada democráticos de algunos países?, ¿conculcando sus derechos pinchando sus comunicaciones, removiendo sus maletas y atisbando tras alas esquinas sus movimientos como en una buena novela de John Le Carré?
¿Incluirá Sarkozy en esa lista de destinos peligrosos las sedes lefevbrerianas, El Palmar de Troya, Roma por si resulta que los que allí viajan reciben peligroso adoctrinamiento homófobo que luego les hace perseguir apalear y matar homosexuales?, ¿completará la lista con Israel y los territorios ocupados para evitar que los franceses sean adoctrinados en el sionismo radical que mata árabes sin cuenta?, ¿prohibirá a los musulmanes franceses viajar a La Meca?
La vena que empezó a latir, constante y ridículamente, en la garganta de Sarkozy con su versallesca lucha contra el hiyab, que siguió palpitando con su cerrazón y su consentimiento a las actitudes y los mensajes islamofóbicos, hasta el punto de prohibirles rezar públicamente cuando les había quitado sus mezquitas, y que continuó enviando sangre envenenada de racismo, falso miedo y xenofobia a sus neuronas hasta que se le ocurrió el invento del castigo diferencial por el mismo delito para extranjeros y franceses ha estallado ahora en una suerte de hecatombe vascular que solamente palpita odio por muchas cosas que diga para disimular ese hecho y muchas excusas que ponga para hacerlo digerible.
Y esa vena solamente tiene un nombre: totalitarismo ideológico. O piensas y crees lo que yo o, con toda la democracia occidental atlántica que quieras, estás jodido.
Hay algunos en Francia que quieren iniciar la sexta república para cambiar las cosas de arriba abajo. Hay otros como Sarkozy que se limitan a intentar que todo vuelva a ser como antes. Quizás por eso su solución sea volver al pasado y limitarse a reponer la ideología y las prácticas del Gobierno de Vichy.
Al fin y al cabo ese gobierno también se llevaba bien con Alemania.

Lo pensado y lo escrito

Real Time Analytics