Cuando miramos hacia fuera, al extranjero, vemos una Europa desvencijada, enfrentada y temerosa, si miramos más allá vemos Rusia. Y si miramos aún más lejos vemos El Califato.
Puede que aún estén los nombres de los países y de sus gobernantes, puede que no sean un gobierno asentado ni una fuerza estable de poder pero, si nos paramos a pensarlo, son lo único que se presenta como un todo en el oriente que esta más de cerca de nosotros.
Ese que está antes de China, que es lo otro que vemos a lo lejos y que es otro asunto que también nos empeñamos en ignorar.
Ese que está antes de China, que es lo otro que vemos a lo lejos y que es otro asunto que también nos empeñamos en ignorar.
Aunque la mercadotecnia informativa y política se empeñe en llamarlos ISIS o EI para evitar que la población occidental atlántica deje de percibirlos como un grupo terrorista, dominan provincias enteras, tienen un gobierno y un califa, amplían su poder expandiéndose territorialmente, comercian -ilegalmente, pero comercian- con sus recursos. Vamos, que no tiene sentido negar que se han convertido en un Estado en toda regla.
Y explicar la realidad no es justificarla. Queda dicho para los que no lo tengan claro.
Pero como nosotros no queremos mancharnos de nuestra propia sangre en el intento de sobrevivir al Califato seguimos con la cabeza metida dentro de nuestro agujero de avestruz fingiendo que son un grupo terrorista, una tribu díscola, un puñado de rebeldes extremistas religioso o la etiqueta que queramos colgarlos.
Y cometemos el error de tratarlos y combatirlos como tales. Armamos a los kurdos, a las milicias chiitas iraquíes, al dictador El Asad, a los reyes absolutos del Golfo Pérsico, a la dictadura militar egipcia, a todo el que pueda encontrarse en el camino que se extiende entre ellos y nosotros.
Y eso nos matará. Eso será nuestro final. Porque, aunque parezca una redundancia. El Califato es el principio de algo que no acabará hasta que termine. El final del Califato sera el Califato.
La historia nos demuestra que esos procesos acaban con un gobierno unitario, basado en la fuerza o en la ley, en el terror o en el consenso, en la invasión o en las alianzas, pero un gobierno unitario.
Y nosotros, ciegos a la historia y pendientes solo de mantener nuestros intereses, no sabemos o no queremos verlo. Estamos armando a los primos de El Califato para enfrentarse a sus parientes, estamos adiestrando a los hermanos pródigos que pelean contra ellos por la herencia.
Hasta el último de los soldados de El Asad, de los guerrilleros kurdos, de los milicianos iraquíes o los militares cairotas está mucho más cerca ideológica, étnica y religiosamente de El Califato que de nosotros.
Adoptamos la misma solución que Roma con las tribus bárbaras, que el zar de todas las Rusias con las facciones revolucionarias, que el imperio español con los virreinatos, sin darnos cuentas de que todas ellas fallaron.
¿Qué pasará si los primos dejan de pelearse por sus asuntos de familia y se ponen de acuerdo?, ¿qué pasará si los hermanos dejan de pelearse por la herencia y deciden repartírsela? o, para ser más exactos, ¿qué pasará cuando eso ocurra? Porque ocurrirá.
Los nuevos aliados de El Califato estarán armados, entrenados y mantenidos por nosotros y de repente los tendremos en nuestra contra.
Estamos jugando con la carta de que nunca aparecerá en esas tierras un líder que sepa ser lo suficientemente inteligente como para hallar la forma de sumar a sus enemigos ancestrales a sus filas, de ser un verdadero Califa del Islam, que no surgirá nadie que pueda hacer entrar en razón a los primos ni reconciliar a los hermanos. Pero lo habrá.
Genserico, Isabel y Fernando, Cochise, Garibaldi, Bismark, Lenin y Saladino, sobre todo Saladino, lo demuestran.
Más nos valiera buscar una unidad árabe en contra de este Califato para que el resultante se basara en otros principios en lugar de armar a diestro y siniestro a sus ahora enemigos y futuros aliados.
La historia nos muestra que, con el correr del tiempo, tendremos Califato Nuestra arrogancia ignorante y nuestra ceguera indolente nos están condenando a tener el peor de los posibles.
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