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sábado, agosto 15, 2015

Matar y morir para cuadrar las cuentas del Estado

Dicen que a un gobierno siempre se define por sus estrategias más que por sus objetivos. Pues la única estrategia que parece poner en práctica para todo el gobierno que hace casi una legislatura pusimos en Moncloa tiene un nombre. Un nombre cruel y terrible : diezmado.
Porque nuestro gobierno está diezmando con sus actos y sus inacciones a los ciudadanos de este país deforma sistemática y premeditada.
Diezman a un millón doscientas mil personas dependientes que dependen de la Ley De Dependencia negándose a utilizar dinero para financiarla y dejando a medio millón de personas que no pueden valerse por si mismas, la mayoría ancianos, sin posibilidad de acceder a esas ayudas y obligados a sufragarse los cuidados por su cuenta cuando no tienen recursos para ello. 
Resultado: mueren esperando, se los quitan de encima, dejan de engrosar las estadísticas y así les bajan los números.
Daño colateral: los cuidadores sacrifican su bienestar en algunos casos su propio futuro por cuidarlos.
Durante toda la legislatura han utilizado la Sanidad Pública, que debía ser una herramienta para evitar la muerte como un arma que dispara a la vida de colectivos que consideran, según parece, prescindibles o irrelevantes.
Han diezmado a los inmigrantes sin papeles al dejarles sin Sanidad -aunque ahora por motivos electoralistas la hayan vuelto a implantar-, negándoles la posibilidad de curarse de las enfermedades si no eran atendidos por urgencia; diezman a los enfermos crónicos al negarles la gratuidad de sus tratamientos, diezman a los reclusos al no sufragarles los medicamentos para la Hepatitis C, la enfermedad que más se sufre en las prisiones.
Resultado: Dejar también de ser problemas estadísticos, dejan de ser un factor que influya en sus provisiones económicas sencillamente porque están muertos.
Daño Colateral: las economías familiares de los implicados se desangran intentando compensar las ayudas que no reciben con lo que la miseria se multiplica.
Y también están diezmando nuestras posibilidades de futuro
Usan la Educación para diezmar a la población casi desde la cuna: expulsando del sistema a las primeras de cambio con la revalida -ahora también suspendida por la oposición masiva de otras fuerzas políticas- a un porcentaje inaceptable de estudiantes después de recortar o suspender directamente las ayudas a los que más los necesitan, quitando por falta de presupuestos los refuerzos, los desdobles, los profesores de apoyo, los psicólogos escolares y todos los elementos y herramientas que podrían permitirles seguir en la lucha por una vida digna; diezman a los que pasan ese tajo endureciendo las becas hasta límites que las hacen en ocasiones imposibles de alcanzar.
Resultado: Aunque todos los expulsados del sistema sobrevivan lo hacen en unas condiciones de vida indignas, condenados de por vida a sueldos miserables y a no tener expectativas de mejora en un futuro que les ha sido negado desde una herramienta que debía estar encaminada a lo contrario: la Educación.
Alguien me dijo ayer que pese a que se hable de números uno puede emocionarse. Es cierto.
Después de ver la estrategia de diezmado que ha puesto en marcha durante toda la legislatura llega un número que despierta múltiples emociones: la deuda pública española aumenta y alcanza el 98,6% del producto interior bruto.
Después de todo lo que se ha hecho de condenar a la muerte o a la supervivencia indigna a millones de personas, la deuda pública española aumenta y la pregunta es evidente: si se ha diezmado la población para no tener que gastar dinero en ella ¿en qué se gasta el dinero que se obtiene con esa deuda que no hace salvo aumentar?
Por conocidas no hace falta listar las múltiples respuestas a esa pregunta. Pero todas ellas nos llevan a la misma conclusión. Nos matan por dinero, solamente por eso. Nos dejan morir para ganar un dinero que luego gastan en lo que quieren, en lo que son sus prioridades, no las nuestras. Como haría cualquier mafioso de tres al  cuarto en un barrio marginal de una gran ciudad, como haría cualquier tiranos venezolano o cubano o chino o incluso de esos que dicen hacerlo todo por la patria y la bandera.
Han dejado de ser gobernantes y se han convertido por definición de quien mata o deja morir por dinero en una sola cosa: sicarios. Y el único sentimiento, la única emoción que eso puede despertar es la más absoluta y completa repugnancia.
Nos dejan morir para que les cuadren las cuentas y encima las cuentas no les cuadran. 
Las públicas, que las privadas en bancos helvéticos o de Caiman Brac seguro que tienen todas saldos muy positivos.

jueves, noviembre 27, 2014

La pena, la incompetencia y la dimisión de Ana Mato


Pues a mí me parece una pena.
Ana Mato dimitió ayer por la tarde. Rodeada como diría el cantante, de boato protocolo y seguridad, anunció que dejaba su puesto de ministra de Sanidad porque el juez Ruz afirma en un auto que es "participe a título lucrativo" de la trapa de corrupción Gürtel.
¡Manda huevos!
Me parece una pena que haya dimitido ayer y no cuando una decisión suya y de su ministerio dejó sin atención ambulatoria a los inmigrantes, forzando situaciones de auténtica tragedia sanitaria, obligando a los profesionales de la sanidad pública a actuar de espaldas a la ley para cumplir con su juramento hipocrático.
Porque me parece penoso que los inquilinos de Moncloa se preocupen más de evitar la fotografía de una ministra implicada en un caso de corrupción que de la vida de miles de personas a los que su situación les fuerza a trabajar en condiciones de semi servilismo, cobrando en negro y, gracias a Mato, sin asistencia sanitaria.
Me parece muy triste que la hayan hecho dimitir ayer y no el día en el que comenzó a destruir de forma sistemática y continuada la Ley de Dependencia, drenando recursos con unos recortes que han convertido a los cuidadores de las personas dependientes en seres humanos que pierden una buena parte de sus expectativas vitales, que no ven salida a su situación y que en ocasiones han de ver morir a sus familiares sin poder cuidarlos adecuadamente o teniendo que sacrificar su futuro para hacerlo.
Porque es triste que un Gobierno valore más su imagen pública que la vida y la atención de una parte de su población que no puede valerse por sí misma.
Me deja profundamente abatido que ayer sacarán a Ana Mato, su ex marido y los jaguars que les crecen sin querer en sus garaje, por la puerta de atrás de Génova, 13 y no lo hicieran el día en el que llevó ante la justicia y paralizó todas las iniciativas que diferentes gobiernos autonómicos pusieron en marcha para minimizar o evitar un copago sanitario que cargaba de forma más que onerosa las ya maltrechas economías de ancianos, enfermos crónicos y familias en el mismo límite de la subsistencia.
Porque resulta desalentador que su partido y el gabinete al que pertenecía se sientan más afectados por el impacto que su presencia en los consejos de ministros pueda tener sobre sus intereses electorales que por el impacto de su penosa gestión en miles de vidas de españoles.
Porque coloca al límite mismo de la rabia que alguien que ha permitido una gestión penosa de un brote de uno los virus más mortales que se conocen en el mundo, que ha posibilitado el desmantelamiento del sistema público de salud en algunas comunidades autónomas, que ha arrojado al desamparo asistencial a los inmigrantes, negado la gratuidad de una medicación que puede curarles a los enfermos de Hepatitis C, permitido que se cierren quirófanos, consultas y alas enteras de hospitalización para ahorrar, abandonado a su suerte a los dependientes, impedido las subastas de medicamentos para abaratar su precio, forzado a las familias a rascarse su ya macilento y exánime bolsillo para comprar sus medicamentos y expuesto a la falta de asistencia sanitaria a un país entero termine dimitiendo para "evitar que su permanencia pueda perjudicar al Gobierno, a su presidente o al PP”.
Porque la ya ex ministra dimite por eso, no nos engañemos. Ni siquiera lo hace porque un juez instructor afirme que hay indicios y pruebas de que ha participado en una trama corrupta.
Solamente dimite porque a Mariano Rajoy y a su gobierno -que cada vez es menos el nuestro si es que alguna vez lo fue- le viene mal que aparezca hoy en la foto.
Ese es el baremo de prioridades de nuestros gobernantes. Su imagen por encima de todo, su interés electoral por encima de todo. Y nosotros no importamos.
Y se me antoja que quizás deberíamos empezar a pensar de una forma diferente. La corrupción se paga con la cárcel pero la incompetencia es lo que debe originar las dimisiones.
Tal como yo lo veo, da mucha pena que Ana Mato dimitiera ayer y no recibiera ya dimitida el auto del juez Ruz, dimitida desde hace meses o al menos semanas por todas sus tropelías en la gestión de la sanidad pública española.
Realmente, me resulta penoso.

martes, noviembre 11, 2014

Gobierno, nosotros y el arte de cuidar al cuidador

Hace un tiempo, un tiempo corto, que en nuestros días y nuestras crisis los problemas se nos encabalgan unos sobre otros a destajo, la Ley de Dependencia estaba en boca de todos. Ahora nos la han tapado otras causas reales o no. Desde el ébola hasta la independencia catalana, desde la corrupción hasta la temeridad económica de nuestro gobierno nos han aparcado la Dependencia.
Se han dado muchas cifras, se han contado muchas historias humanas, se han dibujado gráficos, escrito pancartas y diseñado soluciones para el fiasco que Moncloa está organizando con la Ley de Dependencia.
Pero hay algo que no se ha hecho o se ha hecho muy poco. La pregunta que realmente resume el punto álgido de la injusticia que supone la omisión que nuestro gobierno hace de la atención a la Dependencia. Si en política en general hay que preguntar quién vigila al vigilante, en Dependencia hay que inquirir ¿Quien cuida al cuidador?
Personas que por amor, por necesidad o por pura y simple responsabilidad se están encargando de personas dependientes sin el más mínimo apoyo de la Administración, sin el más mínimo refuerzo de un Estado que en su día fue del bienestar y que ahora rota hacia el Estado de la Supervivencia, se ven abocadas a articular sus vidas, sus presentes y sus futuros en torno a la figura de la persona dependiente que está a su cargo.
No solo está en peligro la supervivencia del dependiente. Una generación entera está perdiendo sus vidas en ese cuidado sin que nadie se preocupe de ellos, les eche una mano, les permita tener la vida que desean o que quieren buscar.
Porque la falta de profesionales disponibles -por falta de compromiso público no de preparación- hace que tengan que enfrentarse a situaciones para las que no están preparados y de las que no deberían ser responsables; a crisis de rebeldía del dependiente con las que no tendrían porque lidiar, a situaciones trágicas que les desgarran por dentro, a ritmos existenciales y rutinas que les separan de los deseos y expectativas que tienen para su vida.
Porque los recortes en las dotaciones asistenciales -que no solo se trata de dinero- les hace detener sus vidas o al menos ponerlas en suspenso en una burbuja de tiempo lento en espera de la siguiente crisis, de la próxima escenificación de la agonía, de la siguiente carrera a las urgencias más cercanas mientras ven como su vida pasa ante sus ojos sin tener capacidad de subirse a ella si no es dejando en la estaca a la persona dependiente que convive con ellos.
¿Quien cuida al cuidador?, ¿quién les da un respiro?, ¿quien les lleva la vida a su constante convivencia con la inminencia de la muerte?, ¿quien les permite arrancarse de la rutina de cuidar para arrojarse a la necesidad que todos tenemos de ser cuidados?
Nadie. Y eso no es solo culpa del gobierno. 
En una sociedad cargada de egocentrismos y egoísmos resulta muy cómodo volver la vista a otro lado y dejar al cuidador con sus problemas, con sus miserias, con sus obligaciones. 
Acostumbrados a buscar en los demás lo que necesitamos y solo lo que necesitamos nos resulta muy difícil ser las válvulas de escape, los devoradores de pecados, los sumideros en los que puedan arrojar sus dolores o sus malestares para poder seguir viviendo sin ellos. Queremos gente feliz, queremos compartir nuestro tiempo con gentes felices y contentas. Todo lo demás no sirve a ese falso Carpe Diem en el que nos hemos instalado por miedo o por vergüenza.
De eso no tiene la culpa el Gobierno pero su política de Dependencia genera ese daño colateral que hace a multitud de personas perder su propia vida en beneficio de la de las personas dependientes que no pueden ser cuidadas y atendidas por profesionales que saben como enfrentarse a esa situaciones, que no tienen la vinculación afectiva que hace doloroso contemplar el lento camino hacia la muerte de sus seres queridos o toda una vida de no poder valerse por si mismos. Por personas que volverán a su vida, sin perderla, cuando acabe su jornada laboral.
¿Quien cuida al cuidador? Nosotros. 
Puede que tampoco estemos preparado para ello, que no tengamos los instrumentos para ayudarles pero si los queremos un poco, solo un poco, no nos queda otro remedio que aceptarlo y ponernos a ello. 
Porque nuestro gobierno ha decidido que no es tarea suya permitir que una generación entera de hombres y mujeres no pierdan su vida cuidando de otros hasta el día de su muerte. 

sábado, julio 26, 2014

Sanidad o el Consejo de Francotiradores Asesinos

Nos están matando. Suena dramático dicho así si anestesia ni nada, pero nos están matando. Los enfermos de cáncer tienen que pagar por la quimioterapia, por el transporte a las sesiones de radioterapia y no se sabe por cuantas cosas más mientras sus ingresos, como los de todos los demás, no hacen otra cosa que descender.
 Les están matando.
Los recortes sanitarios cierran alas completas de hospitales en un intento baldío de que los pacientes se vean obligados a acudir a la sanidad de gestión privada, cierran camas en verano, se deja un fin de semana tras otro que se saturen las urgencias hospitalarias desde Toledo hasta Alzira, desde Bilbao hasta Sevilla, forzando esperas de cuatro horas en plena crisis médica, vueltas a casa sin poder haber sido tratado. Obligando a los profesionales sanitarios, agotados y superados, a ejercer prácticamente de enterradores más que de sanadores en sus salas de urgencias.
Nos están matando.
Nos jubilan médicos por la fuerza y técnicos sanitarios sin cubrir las plazas, sin convocar oposiciones, mientras las listas de espera suben y suben; nos cierran servicios de urgencia rurales, nos bajan a tierra helicópteros de traslado sanitario poniendo en riesgo flagrante de muerte a heridos graves y pacientes pendientes de trasplantes.
Nos están matando.
Obligan a nuestros médicos a emigrar por miles cada año porque no tienen salida profesional en una sanidad que se reduce cada día, que ha hecho del negocio su principal baluarte de defensa, que no construye nuevos hospitales, que no dota adecuadamente a los existentes de personal y medios.
No están matando.
Reforman los estudios médicos para crear un galimatías ininteligible en las especialidades que ningún profesional ni estudiante comprende, reduciendo el tiempo de especialización, quitándoles posibilidades de ahondar en sus estudios, destinando dos años a unas enseñanzas generales que drenan tiempo a los conocimientos específicos de cada especialidad solamente por ahorrarse dinero, profesores, catedráticos y prácticas y haciendo que salgan peor preparados que hasta ahora.
Nos están matando.
Retrasan o eliminan las ayudas a los dependientes, a los que necesitan el apoyo de otros para vivir, obligando a sacrificar su vida a los que cuidan y arriesgando innecesariamente las existencias de los dependientes que han de ver llegar la muerte en sus casas sin apoyo de nada ni de nadie.
Nos están matando.
Eliminan dotaciones presupuestarias, precarizan los servicios de limpieza hospitalaria hasta que las ratas se adueñan de los quirófanos de La Linea, las chinches los de Alzira o el madrileño hospital del Niño Jesús, las cucarachas el de Zamora y así en una suerte inacabable de invasores que colocan la salud ya frágil de los pacientes hospitalarios en un riesgo contante de infección.
Nos están matando.
Así que no, no es dramático. No están matando. Es más bien trágico.
Y no se conforman con hacerlo poco a poco de hambre y de miseria con las reformas laborales que nos transforman en siervos mal pagados; no se limitan a dejarnos morir en una ancianidad sin recursos porque nuestro gobierno mete una y otra vez la mano en la caja de las pensiones para compensar los dineros que dilapida a manos llenas en que otras cosas menos importantes para todos; no se contentan con matarnos la mente y las expectativas destruyendo nuestra posibilidad de estar informados y convenientemente educados recortando la enseñanza pública y convirtiendo los medios de comunicación en herramientas propagandísticas de las que estarían lo mismo de orgullosos Goebbels y la Agitpro.
Ya tienen hasta prisa por matarnos y atacan donde más daño hacen sus disparos y sus balas. Atacan nuestra Sanidad por los flancos a discreción.
Sus reformas laborales, educativas y políticas les convierten en un virus endémico que mata poco a poco, que desangra lentamente, pero su ataque a la Sanidad hace de nuestro gobierno un asesino sistemático de masas.
Convierte a nuestro Consejo de Ministros en una unidad de francotiradores que, apostados y escondidos en la altura de sus atalayas, disparan a todo el que se mueve. 
Si tienes cáncer, muere; si precisas atención médica de urgencias, muere; si eres paciente crónico, anciano, dependiente o simplemente tienes la mala suerte de caer enfermo y no poder seguir produciendo beneficios para nuestros amigos y socios, muere.
Muere para que nos cuadren las cuentas. Muere porque si no nosotros te matamos.

domingo, julio 13, 2014

Jomian y el post de los malnacidos

Decía Jim Garrison, el fiscal del único juicio promovido por el asesinato de John Fitzgerald Kennedy que...
No. Hoy no. 
Hoy estas endemoniadas lineas destilan demasiada rabia como para tirar de erudición histórica. Hoy dos personas a las que aprecio -y que deben ser de las pocas que leen este espacio- me han pedido concisión y mi rabia, mi furia, me insta a concederles tal requerimiento. Las audiencias mandan.
Así que tiremos de lenguaje legal y directo.
Jomian Leonel, niño con parálisis cerebral de 13 años, ha muerto en Toledo. Ha muerto esperando que le llegaran unas ayudas que el gobierno de María Dolores de Cospedal le había negado. Una ayuda que ascendía a 347 euros y para la que se pedía que se presentaran facturas de todos los gastos por adelantado a la concesión de la ayuda.
Estos son los hechos del caso y son irrefutables.
Alguien inocente y dependiente ha muerto y hay culpables. No hace falta juez, jurado ni tribunal de apelación para saberlo. Quizás hiciera falta un verdugo para castigarles, pero todo lo demás sobra.
Porque hay muchos culpables.
La malnacida que dirige el gobierno de Castilla - La Mancha y que utiliza el dinero de los dependientes para cubrir sus agujeros financieros.
La malnacida que dirige el Ministerio de Sanidad y de Asuntos Sociales y que permite estas situaciones.
El malnacido que gobierna en Moncloa y que impone esa política en toda su administración.
Los malnacidos que se sientan con sus sueldos millonarios en los escaños del Congreso y mantienen esa política con su mayoría absoluta jaleando y susurrando "que se jodan" a cada recorte.
Esos son culpables y son unos cabrones. No tienen otro nombre.
Pero hay más.
Los malnacidos que quisieron hacer de la dependencia un negocio y la dejan en la estacada cuando no llegan las concesiones nepotistas y los beneficios.
Los malnacidos empresarios que han logrado una reforma laboral que hace que la familia de Jomian no tenga recursos para afrontar el pago adelantado de esos servicios.
Los malnacidos que gestionan fundaciones supuestamente sociales para eludir impuestos y no usan ni un céntimo para ayudar a niños como Jomian.
Los malnacidos que hicieron sus negocios bancarios a lo loco y han convencido al Gobierno de que ellos necesitan más el dinero para cubrir sus deudas que los españoles para afrontar situaciones como la de la familia Leonel.
Los malnacidos que robaron miles de millones en impuestos a la Hacienda de todos e hicieron imposible cubrir económicamente esos servicios.
Esos también son culpables y también son una pandilla de cabrones.
Pero hay más.
Los que votaron al PP sin preocuparse de que en su programa pretendían cargarse la Ley de Dependencia.
Los malnacidos que lo sabían y no les importó porque ellos no tenían familiares dependientes, tenían dinero suficiente para atenderlos o le podían endosar esa carga a otro miembro de la familia.
Los malnacidos que lo ignoraron porque les importaba más que sus hijos recibieran clases de religión gratuitas o que las mujeres no abortasen que la supervivencia de la infancia.
Los malnacidos que usaron sus medios de comunicación para dinamitar el concepto de dependencia y hacer así un favor electoral a sus dueños y señores.
Los malnacidos que votaron creyendo que hay mas dignidad para un país en el ondear de las banderas que en que sus niños con parálisis cerebral no mueran sin los cuidados necesarios.
Esos también son culpables o, por asignar el delito adecuado, son colaboradores necesarios de un crimen cometido por una caterva de cabrones.
Pero hay más.
Los malnacidos que no apoyaron las protestas ni movilizaciones contra la destrucción de la atención a la dependencia porque con ellos no iba.
Los malnacidos que creyeron que toda protesta era una herramienta ideológica de sus rivales por el poder y las despreciaron.
Los malnacidos que pedían dinero para sus escuelas confesionales, sus ritos y sus mitos, detrayéndolo de quien verdaderamente lo necesitaba.
Los malnacidos que centraron el foco de su protesta en asuntos ideológicos que bien podían demorarse en lugar de en las necesidades más urgentes y acuciantes.
Esos son cómplices de la muerte de Jomian Leonel a manos de un hatajo de cabrones.
Y faltan los últimos
Los malnacidos que desde sus medios y sus altavoces mediáticos restarán importancia al asunto para justificar a los artífices de la muerte.
Los malnacidos que buscarán acallar la protesta cuando la rabia y la ira lleguen a la calla o las redes sociales.
Los malnacidos que propondrán cortinas de humo y tejerán muros de niebla para intentar ocultar a los responsables.
Los malnacidos que intentarán echarle la culpa a otros, a sus contrarios o a sus rivales para obtener beneficio político de ello.
Los malnacidos que se encojan de hombros y busquen en el periódico el resultado del último partido del mundial.
Los malnacidos que piensen que ellos tienen suerte porque con su dinero a ellos nunca les puede pasar eso.
Esos serán cómplices posteriores al hecho de un asesinato cometido por la asociación criminal de un amplio numero de cabrones.
Y si vuelven a darles el poder... entonces serán tan cabrones como ellos.
No sé si he sido conciso y me he explicado con la suficiente claridad.

viernes, julio 04, 2014

Una charla y un gobierno que dejan a su suerte al adulto responsable porque ya no es negocio.

Hay decisiones y posiciones que se definen tan solo con su aspecto numérico pero hay otras que no. 
Existen situaciones que con tan solo hablar de porcentajes, gasto, incrementos y descensos quedan explicadas tanto en su fondo como en su forma pero hay otras a las en las que los números son solamente contexto o como mucho una prueba de cargo y la explicación es algo más sencillo, más directo. Más cruel.
Eso pasa en estos días con todo el sistema de ayuda a las personas dependientes que nuestro actual gobierno está llevando a la nada en su impenitente política de recorte austero que en realidad es de gasto irracional.
Se podrían llenar estas endemoniadas lineas con datos como que el copago en Dependencia se ha incrementado un 68% en los últimos años, forzando a familias y personas dependientes a detraer unas sumas de las que no disponen a causa de la sangría que para las familias supone la política económica, laboral y fiscal de los actuales inquilinos de Moncloa.
Se podrían aportar datos como que se han rechazado 77.000 peticiones de ayuda en los últimos años, como que se ha reducido en 28.000 personas el numero de profesionales dedicados a la Dependencia, como que el tiempo de espera ha aumentado hasta los siete meses o como que hay 55.000 plazas libres en las residencias que siguen libres porque las familias no pueden pagarlas de forma privada y las diferentes administraciones se niegan a subvencionarlas.
Pero todo eso no sería en este caso otra cosa que decoración. Por una realidad la llamada fría realidad de los números es poco más que los abalorios que adornan el árbol del verdadero drama, de la auténtica tragedia. De la crueldad criminal que define la auténtica realidad en la Dependencia.
Pero eso no nos diría nada sobre gentes que conservan uno de los pocos rasgos de responsabilidad que aún nos quedan en esta sociedad. Personas que se ven obligadas a asumir la dependencia y la natural decadencia vital de otros a costa de sus trabajos, de sus noches y sus días de sus ritmos y cadencias, de sus vidas en general porque no encuentran apoyo en nadie para compensar esa dependencia que otros tienen de ellos.
Y todo eso no se expresa en los números de los recortes en Dependencia. Se resume en una sola conversación.

- Yo al conseller le tengo que decir que no están cumpliendo porque a la fecha que estamos tendrían que estar llenas (las residencias).
- Bueno pues todavía no lo han hecho, pues cuando lo hagan y metan a todos nuestros privados como si fueran públicos, todavía les quedarán 300 plazas.

Son Enrique Ortíz, un empresario de la construcción, de esos que engordaron la burbuja inmobiliaria hasta hacerla explotar con sus continuados pelotazos y especulaciones y Arturo Alario, Consejero delegado de una empresa dedicada a la gestión de centros geriátricos.
Y no hablan de sacos de cemento, de productos perecederos, de contenedores con material radioactivo o de reses para llevar a u matadero. Están hablando de ancianos, de personas dependientes, de seres humanos que necesitan asistencia y apoyo para pasar los últimos años de sus vidas.
Esa conversación obvia todos los números, todos los recortes, todos los abandonos y los incumplimientos políticos. Esas dos frases definen lo que es la dependencia para aquellos que nos gobiernan: Un negocio.
Un conseller, Juan Cotino -ahora presidente del Parlamento Valenciano, no vaya a perder el aforamiento y esto sea un desastre de imputaciones y condenas- y dos empresarios tratan a las personas que más ayuda necesitan como si se tratara de material fungible que se puede mover de un sitio a otro según las conveniencias del negocio de unos y de otros.
Y lo hacen para ganar dinero, exclusivamente para ganar dinero. No por un sentido solidario de los empresarios, no por un compromiso social del político, sino porque el político y los empresarios ganan dinero con ello -que parte de las empresas son del político, conviene decir en este momento-. No hay nada más.
Y eso, que es lo ocurre en los tiempos de bonanza, en los días en los que el dinero puede fluir sin control desde las arcas públicas, explica y define lo que ocurre ahora, en los momentos de la austeridad suicidad, cuando se cierra el grifo porque hay que usar ese dinero para beneficiar a otros socios, a otros contactos que son más importantes y necesarios para la permanencia en el poder de los políticos.
Porque cuando los ancianos, los dependientes, dejan de ser negocio, cuando ya no van a reportar pingues beneficios soterrados para nuestras cuentas corrientes cifradas allende la Agencia Tributaria, cuando ya no se pueden convertir las ayudas públicas en beneficios para nuestra empresa, entonces dejan de importar. Chapamos el chiringuito y a otra cosa, a otro negocio, a otro pelotazo.
Y se deja en la calle a miles de familias que no tiene recursos para acudir a esas residencias sufragándolas por medios privados, se dejan apiladas las solicitudes que llevan el rostro, la vida y la tragedia de personas que no pueden defenderse por ellas mismas apiladas como contenedores de cualquier producto cárnico que no han pasado la aduana pudriéndose en el puerto.
Y no es porque no haya dinero. Es porque el dinero empleado en ello no irá a los bolsillos de aquellos que las conceden a través de testaferros, socios, nepotismo y empresas interpuestas.
Somos uno de los pocos países de este Occidente Atlántico nuestro que tienen una tradición de ocuparse de sus ancestros dentro del ambiente familiar -que igual que se dice lo malo, hay que decir lo bueno- Y se aprovechan de eso. 
Se aprovechan de personas que para ocuparse de ancianos dependientes que no pueden valerse por si mismos sacrifican parte de sus vidas y sus ocios, afrontan dificultades en sus entornos laborales, molestias en sus relaciones sociales. 
Personas jóvenes o adultas que se ven obligadas, por un sentido responsabilidad muy escaso en nuestros días y que los gobernantes no tienen ni tienen intención de desarrollar, a ralentizar sus vidas, a aclimatarlas al ritmo de otros que no pueden marcar por si solos el ritmo de su propia existencia, solamente porque a ellos, que han sido votados para que tengan en mente esas realidades en lugar de en sus cuentas corrientes, ya no ven ningún beneficio económico en ello.
Porque, claro, ellos tienen pensiones vitalicias y planes de jubilación millonarios sufragados con los beneficios de sus negocios nepotistas que les permitirán pagar cualquier residencia geriátrica cuando sean viejos.
Así que en esto de la Dependencia la realidad no la marcan los números. La marca el más absoluto egoísmo cruel e insensible. La marca una sola conversación.
Algo que no se puede evitar fácilmente si es un hijo o un familiar quien lo practica pero que no se puede consentir en un gobierno. Por más que lo decoren de otra cosa. Que un hijo o familiar sea egoísta e irresponsable es problema de su familia, que un gobierno lo sea es problema de todos. Aunque no afecte a nuestra familia.
A ver si lo aprendemos de una vez..

domingo, enero 05, 2014

PP y Dependencia nos muestran lo que hicimos.

Hay ocasiones en que eso que creemos que hace fuertes, que nos permite sobrevivir, se transforma en el germen de nuestra propia destrucción, en el elemento clave que explica nuestra caída y nuestra decadencia como sociedad.
Solamente en Catalunya, 9.000 personas han muerto en espera de recibir las ayudas de dependencia, el Ayuntamiento de Jaén, gobernado por el Partido Popular, ha decidido dejar de prestar la asistencia domiciliaria a los dependientes, el Consell valenciano mira a otro lado cuando cuando los dependientes, los que no pueden valerse por sí mismos, les reclaman las ayudas que necesitan para su supervivencia, todo el mapa español está jalonado de centros de día cerrados, hospitales mentales clausurados, programas de asistencia cancelados...
Ser dependiente en España, no poder valerte por ti mismo comienza a ser sinónimo de estar solo, de ser una carga intolerable para aquellos que ahora además ven sus vidas golpeadas por la falsa crisis creada en los mercados financieros y pagada por las sociedades. 
Comienza a ser sinónimo de merecer la muerte.
Y puede que ese gobierno que pusimos en Moncloa con nuestros votos en la vana esperanza de que hiciera lo que prometió, que es justo lo contrario de lo que está haciendo, acuchille por la espalda la Ley de Dependencia simplemente porque no le salen las cuentas, puede que lo haga por la insensibilidad propia de aquellos que ven la sociedad reflejada en balances de déficit y curvas ascendentes o descendentes en los gráficos macroeconómicos.
Pero en realidad sabemos que no es por eso. En realidad sabemos que nuestro gobierno hace lo mismo que nosotros. Pero lo hace contra nosotros.
Durante siglos, a lo largo de varias generaciones, hemos repetido como un mantra, como una letanía incuestionable, el recurso a la fortaleza como herramienta de supervivencia, como argumento para elaborar nuestras vidas.
Hemos cogido por los pelos el darwinismo que se formuló para la ecología y lo hemos encastrado a la fuerza en nuestras sociedades. Primando la fortaleza sobre cualquier otro elemento de construcción personal, haciendo de nuestra dureza el arma y el escudo que nos permitiera protegernos de los demás, que nos aislara de ellos, que, como siempre, nos capacitara para eludir nuestras responsabilidades, esas que no hemos elegido pero que tenemos por el simple hecho de ser seres humanos.
Desde los libros de autoayuda hasta las sagas cinematográficas más frikies, desde las luchas más solidarias hasta las elusiones más egoístas, han tirado de la fortaleza -eufemismo alargado de la fuerza, que siempre suena peor- como recurso para la construcción del individuo frente al mundo y sobre todo frente al resto de los individuos.
Y así, nos dejamos engañar por las revistas y los gurús y confundimos necesidad de amor con dependencia enfermiza, necesidad de ayuda con debilidad. Si alguien necesita apoyo le tiramos desde lejos una palmada en la espalda y un bote de Lexatín, le regalamos el libro de Paulo Cohelo que tanto nos ayudó en su momento y seguimos a lo nuestro; si alguien precisa que le demostremos nuestro amor, aunque lo sintamos, huimos de él o ella como de la peste no vaya a ser que se "cuelgue" de nosotros y ya no sea un polvo divertido de fin de semana sino un compromiso que exija alguna que otra vez de nuestro esfuerzo.
Hemos tratado la debilidad ajena, la necesidad de ayuda de los otros como si se tratara de un insulto personal, como si atentara contra nuestro inalienable derecho a la fortaleza egoísta, a no preocuparnos de los demás, de ser y estar solos, encerrados en el mundo de nuestros propios deseos y necesidades.
De tanto perseguir en todos los ámbitos de nuestra existencia una independencia que solo debería referirse a lo económico hemos olvidado el concepto que nos hace verdaderamente sociales y por tanto humanos, la interdependencia. Equilibrada, pero interdependencia.
Aunque luego acalláramos los leves susurros de nuestras conciencias maltrechas con la defensa de las ballenas, del bosque amazónico o la recolección estacional de gatos callejeros mientras nos apartábamos de la lepra que para nuestra tranquilidad y nuestros "chakras" suponía la existencia de personas que social o afectivamente dependían de nosotros.
Y, como siempre, llega el día en el que los conceptos mal usados, mal entendidos y mal desarrollados se vuelven contra nosotros. 
Nuestro Gobierno ha cogido esa mítica fortaleza que construimos de mala manera y la ha arrojado contra nosotros, contra nuestra sociedad, dejando en la calle, sin ayuda, a todos aquellos que son dependientes, que le necesitan para vivir dignamente, que precisan de él para seguir participando en la sociedad.
Se aparta de ellos porque no están en condiciones de darle nada, de devolverle nada. Porque los débiles no interesan como aliados, como socios, como amantes. Porque su fortaleza no le permite que esas personas dependientes sean para él una carga que le impida lograr sus objetivos.
Los deja en la estacada porque es como nosotros.
Se demora en la tramitación de las ayudas, los deja morir sin concederles las prestaciones, los encierra en sus casas de las que no pueden salir para no tener que verlos y que no le recuerden que precisan de él para su vida, los borra de las listas para poder fingir que ya no existen, para que nadie le reclame dinero, tiempo o atención que quiere dedicar a otras cosas que solo le benefician a el y a los fuertes que ha elegido como amigos porque pueden pagarle bien por esa amistad.
Y si eso nos indigna -que debería- recordemos que atender a esas personas no es solamente una obligación del Gobierno, no es solamente algo que tenga que hacer el Estado, lo es también nuestra.
No es una opción, no es una elección, no es ni siquiera un compromiso solidario. Es aunque, no nos guste que nadie nos recuerde que tenemos de eso, una obligación como seres humanos.
Cada una de esas muertes sin asistencia, cada una de esas personas aisladas y arrojadas a la indignidad es, en parte, culpa nuestra. Es culpa de lo que construimos arrebatados por la visión de nuestros propios ombligos. 
Porque la fortaleza del individuo estaba para eso, se inventó para eso. No para parapetarnos en los bastiones de nuestros miedos y egoísmos sino para pelear por aquellos que no podían hacerlo pos sí mismos. Y nosotros lo ignoramos.
Claro, que siempre podemos ser fuertes, egoístamente fuertes, no asumir ese deber y decidir no ser seres humanos. Este, todavía, es un país libre.

Lo pensado y lo escrito

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