domingo, noviembre 30, 2014

La estrategia del falso desmontaje (II. Corrupción)

Aún no sé a quien voy a votar en las próximas elecciones (lo repito) pero sigue pareciéndome que ese falso, artero y recurrente "desmontaje" de la nueva formación política Podemos refleja más los vicios de nuestra política que los errores o zonas oscuras de esa formación.
Empecé por la economía y ahora sigo por el tema estrella que ha poblado las páginas de la prensa y los minutos de los informativos en los últimos años: La corrupción.
De repente, los partidos que han ejercido con los sufragios de los españoles -no lo olvidemos-  el ejercicio de alternancia y cesantías propio de Cánovas y Sagasta, se lanzan a través de sus medios de comunicación y propaganda a buscar y rebuscar algo en lo más profundo del desconocido pasado de Pablo Iglesias y todo el entorno político de la nueva formación que huela de lejos,aunque sea de lejos a corrupción.
Más allá de lo ridículo de las cifras que manejan, obviando el hecho, ya de por sí relevante, de que un incumplimiento de contrato -el supuesto de Errejón- no es equiparable a un delito de tráfico de influencias, de financiación ilegal o de evasión fiscal-, llaman la atención de nuevo que se cambian las reglas del desmontaje, de la crítica continua a Podemos.
Ya no se les acusa de no ser concretos en sus medidas contra la corrupción. Se desecha esa linea de argumentación porque los primeros que no son concretos son los que señalan con el dedo la supuesta corrupción incipiente en esa formación
Porque su ley de Transparencia languidece en los pasillos del congreso sin ser puesta en marcha y siendo propuesta una y otra vez como si fuera nueva, porque los ministros, los presidentes autonómicos y los altos cargos van apareciendo día tras día inmersos en tramas corruptas y nadie saca adelante una medida concreta, un decreto ley, una propuesta de ley que haga que eso pare o no vuelva a repetirse.
Los argumentos cambian dramáticamente. Ya no se exige concreción en las medidas o un programa específico y desarrollado sobre cómo luchará Podemos contra la corrupción política. Eso deja de importar porque empieza a no ser conveniente ahondar en esa línea de argumentación.
Ahora se pide ejemplaridad e inmediatez en la respuesta a las acusaciones. Porque si Iglesias y su ejecutiva no ofrece la cabeza de Errejón en una bandeja de plata a sus votantes solamente porque sus rivales políticos le acusan de una apariencia de incorrección entonces su discurso sobre la corrupción, su oposición frontal a la misma será papel mojado.
De nuevo un silogismo imperfecto, una premisa falsa. Una trampa argumentativa. Un cambio de la realidad para justificar una posición injustificable.
De repente hacen desaparecer del horizonte de nuestra realidad al juez Ruz, a la jueza Ayala y a todos los tribunales, fiscales anti corrupción del país que mantienen multitud de procesos contra la corrupción en España. 
Nuevamente actúan como si viviéramos en una una realidad política exenta de corrupción donde se pudiera exigir que la mínima apariencia de incorrección pudiera abocarte al fracaso político y al rechazo social.
Exigen una urgencia que ellos no han aplicado, una ejemplaridad que ellos no han mantenido. Exigen que, sin pruebas, sin imputación judicial alguna, sin investigación judicial previa, sin nada de todo lo que las formaciones políticas han ignorado a lo largo de décadas, manteniendo a sus integrantes en sus cargos públicos, Podemos de ejemplo de transparencia y compromiso contra el enriquecimiento político ilícito.
Pretenden que la historia de la lucha contra la corrupción empiece con el último en llegar no con los que la han alentado, permitido y ocultado durante toda la historia de la democracia española.
Pero la trampa argumentativa, aunque con explicaciones diferentes, es la misma que con los aspectos económicos.
Si Podemos apartara a Errejón de su ejecutiva cediendo a sus presiones, entonces se lanzarían sobre el nuevo partido tremolando sus banderas y haciendo gritar a sus voceros "Veis, son unos corruptos, no confiéis en ellos". El mismo círculo cerrado y de salida imposible en el que nada de lo que haga Podemos es aceptado.
Y si nos paramos a pensar y a preguntarnos qué buscan con ello, creo que la estrategia se transforma en algo más repugnante y torticero todavía.
Lo único que buscan es robarle la esperanza de un cambio a la sociedad española -a través de Podemos o de cualquier otra formación política-. Lo único que buscan es decirnos que toda formación política va a ser corrupta y que nos resignemos a no tener en cuenta ese aspecto a la hora de emitir nuestro sufragio.
Curioso, ¿verdad?
Y todavía queda una.
Vuelvo a repetirlo antes de seguir: No sé a quién voy a votar en las próximas Elecciones Generales (los mantras es lo que tienen, que se repiten para que queden claros, lo siento)

La estrategia del falso desmontaje (I. Economía)

Aún no he decidido a quién voy a votar en las próximas elecciones.
Los digo para que conste. Para que nadie pretenda definirme por la formación a la que voto o dejo de votar. Lo dejo por escrito para que nadie pueda eludir la reflexión anticipando en mi un voto que yo todavía desconozco.
Para ser más claro: No sé si voy a votar a Podemos, al PSOE, a UPyD, a Equo, a CiU, a PP o cualquier otro partido en las próximas elecciones Generales. Y no lo sé porque solo conozco una parte del programa económico y social de una de las formaciones (Podemos) y las pinceladas más básicas del programa social de otro (PSOE). No voy a decidir mi voto antes de conocer lo que pretenden hacer con mi sociedad y mi país aquellos que aspiran a gobernarnos. 
Eso no se hace, no es serio ¿o sí?
Pues bien, dicho esto, voy a decir lo que me parece el pretendido desmontaje de Podemos que formaciones políticas y medios de comunicación están haciendo.
Porque eso no es defender Podemos, no es pedir el voto para la formación de Pablo Iglesias, es simplemente denunciar uno de los vicios más repugnantes a los que se han lanzado nuestros gobernantes, sus portavoces, sus voceros y sus medios de comunicación y propaganda.
Es el ejercicio de influencia torticera más artero desde el escándalo Dreyffus, desde, literalmente, el incendio de Reichstag.
Y voy a empezar por la Economía. Que parece que todo empieza siempre por la economía.
Se fuerza a Podemos a través de la presión mediática a presentar un programa económico y Podemos lo presenta. 
Quizás sea un error por su parte porque nadie tiene derecho a forzarle los ritmos a una formación política. Se tira de la típica frase que utilizan los medios cuando quieren justificar una insistencia injustificada: "la gente tiene derecho a saber".
Puede que sea cierto. Pero si llega el día de las Elecciones Generales y la gente -y me pienso como ejemplo de gente en este caso- no ve cumplimentado ese derecho porque Podemos no ha presentado su programa económico, sencillamente no le votará. O al menos eso debería hacer.
Pero, sea como sea, Podemos presenta su programa económico. Puede ser débil o fuerte, complejo o sencillo, básico o rebuscado. Puede ser lo que sea. En realidad no importa. Lo que importa es la actitud de los partidos políticos con respecto a él.
Los que antes de presentarlo, acusaban al nuevo partido de no ser concreto ahora le acusan de ser radical pese a que ellos comienzan a lanzar pinceladas del propio que son absolutamente idénticas a las de la formación de nuevo cuño: Banca pública, aumento de las rentas básicas, control de la contribución impositiva de las grandes empresas, aumento de la carga fiscal sobre las grandes fortunas.
Los que antes le acusaban de estatalista y casi totalitario ahora le echan en cara que se ha colocado en la realidad, que han descendido más a ella y que se han vuelto "social demócratas" -ignorando el hecho de que la formación nunca ha dicho que no lo fuera-.
¿Cual es el vicio, cual es la influencia artera que pretenden ejercer sobre las audiencias, los públicos, los lectores y los votantes? 
Pues muy simple: nada de lo que hace Podemos vale o puede valer. Nada de lo que dice o argumenta su programa económico puede servir.
Parémonos a pensar. 
Los que antes de que existiera ese documento criticaban la falta de concreción ahora deberían estar contentos porque se ha concretado; los que antes acusaban a Podemos de utopía económica ahora deberían estar contentos porque haya puesto los pies en la tierra y haya matizado medidas irrealizables; los que se quejaban de que era una economía estatalista y totalitaria, deberían sentirse satisfechos de que ahora hubieran "introducido" la social democracia en sus conceptos.
Pero no. Aquello que, antes de la existencia del programa económico de Podemos, era deseable se transforma repentinamente en nuevo motivo de crítica. Lo que antes parecía que se buscaba ahora se rechaza. Donde dije digo, digo Diego.
Se crea un círculo del que es imposible salir porque se haga lo que se haga se criticará, porque los detractores cambiaran todas las veces que se quiera de posición ideológica, formal y material, con tal de mantenerse en la furibunda crítica a Podemos.
La forma típica de hacer política en España y prácticamente en todo el Occidente Atlántico, vamos.
Y luego está la otra trampa, la estrategia comunicativa que se basa en las sesudas reflexiones económicas que los medios de uno y otro sesgo político. 
Más allá de que se haga analizar a la formación a catedráticos que mantienen un resquemor personal contra Iglesias y sus colaboradores desde el albor de los tiempos, la conclusión final de todos los análisis parece ser que ese programa "nos conduce al abismo", "solo consigue igualarnos en la pobreza".
A lo mejor podría ser verdad. Pero esa trampa argumentativa más zafia desde la invención en los albores de la filosofía del falso silogismo. De hecho, se me antoja un falso silogismo en estado puro.
Altera la premisa de nuestra realidad económica para lograr la apariencia de desastre que quieren dar a nuestro futuro con Podemos en el horizonte.
El programa de Podemos no puede conducirnos al abismo porque ya estamos en el abismo económico. Si dijeran que "nos mantendrá en el abismo" podrían tener razón. Pero eso sería reconocer que ellos nos han conducido a es abismo.
Ya han tenido que rescatar a nuestra banca, ya la deuda se come prácticamente todo nuestro PIB, ya somos incapaces de generar empleo, ya somos incapaces de cumplir nuestros propios objetivos de Déficit, ya estamos sufriendo una destrucción rampante del tejido empresarial del país, ya tenemos un millón de familias sin recursos, dos millones de niños subsistiendo bajo el umbral de la pobreza...
Ya estamos en el abismo. Podemos y su programa económico no puede conducirnos a donde ya estamos.
Lo de la "igualdad en la pobreza" casi provocaría risa si no diera asco. El actual gobierno -corrigiendo y aumentando el camino que inició el anterior- es lo que está haciendo. Han puesto en marcha una reforma laboral que pretende lograr la creación de empleo a fuerza de precarizarlo, a fuerza de dividir lo que ahora es un solo salario entre varios puestos de trabajo, de convertirnos en mano de obra más barata para que las multinacionales y transnacionales vean en nuestro territorio un destino de asentamiento tan atractivo como China, Bangladesh o India.
Han decidido que la forma de que todos tengamos trabajo es que todos seamos más pobres, todos vivamos al día, todos seamos incapaces de proyectarnos más allá de nuestros 700 euros mensuales de salario. 
En todo caso la crítica al programa económico de Podemos tendría que ser que "no nos sacará del camino de igualar en la pobreza" que los actuales y pretéritos gobiernos han comenzado.
Así que, tal y como yo lo veo, el desmontaje económico de Podemos no va en realidad de Podemos. Lo único que consigue es demostrar cómo son y cómo actúan los que hasta ahora se han distribuido el gobierno de este país.
Y hay más...
Pero por si acaso lo repetiré antes de continuar en otro post: Aún no he decidido a quién votar en las próximas Elecciones Generales.

sábado, noviembre 29, 2014

Un niño cantaor y la sociedad que nos puede salvar

Un niño canta por bulerías, o por lo que Rosario Flores considera bulerías, para ser exacto.
Y eso no pasa de ser una anécdota, uno de esos múltiples vídeos que pueblan el contenedor virtual que nunca tiene fin. 
Podría no ser más que eso. Pero cuando te fijas, cuando haces ese ejercicio que tanto eludimos de ascender -que no descender- a los detalles de las cosas y de las situaciones- te das cuenta que es otra cosa, que es la misma esencia de la sociedad que buscas.
Porque ese niño tiene problemas neurológicos severos, porque ese niño por sí solo no es que no pueda cantar a Rosario Flores -casi mejor que ella misma, por cierto-, es que simplemente no puede mantenerse vivo.
Porque el joven cantaor está cantando cuando él solo nunca lo habría conseguido y cada nota, cada sonrisa que le arranca cada nota, está teñida del esfuerzo de sus padres, cada acorde que completa con su voz esta impregnado del trabajo de sus médicos, cada nota que aflora en su garganta está arrancada de la dedicación de sus educadores.
Y cuando ves el entorno de esa espontánea actuación, cuando te fijas en la modestia de la vivienda es cuando te das cuenta de lo que convierte esa canción en algo más que un vídeo de Youtube.
Comprendes que todo eso está conseguido con inversión, trabajo y dinero público. Y es cuando te das cuenta para qué sirve, para que debe servir la inclusión, te das cuenta de lo que supone verdaderamente esa tan trabajada y empleada frase de "riesgo de exclusión".
Te das cuenta del insulto que supone para nuestra dignidad que un gobierno que se mantiene donde está gracias a nuestros sufragios decida excluir de las inversiones públicas a los que "solamente" podrán después de mucho esfuerzo propio y de otros, con mucho gasto del dinero de todos, podrán llegar a cantar a Rosario Flores mejor que Rosario Flores.
Y comprendes que no has equivocado. Que la sociedad que quieres y por la que en la medida de lo posible trabajas es la adecuada.
Porque cada euro de dinero público que, según los que quieren llevarnos a otro modelo de sociedad, se desperdicia en un do sostenido de ese niño está mejor empleado que cualquiera que se emplee en excluir a los que tienen problemas de aprendizaje para convertirlo en siervos cuasi mecánicos que sobrevivan en los márgenes del sistema neo feudal que han diseñado con un sueldo miserable de 600 euros.
Porque cada partida presupuestaria que se emplee en que ese niño siga avanzando por lento que sea su ritmo y aunque nunca pueda incorporarse al mercado laboral, está mejor empleado que cualquier millón que se ahorre para otros fines dejando en la más absoluta exclusión a aquellos que no pueden avanzar al mismo ritmo que los demás, que no pueden llegar por si solos a la meta, aunque sea en último lugar.
Con el último sostenido de esa canción comprendes que este cantaor es uno de los seres más productivos de este país. Produce orgullo, emoción, alegría a sus familiares, satisfacción a sus educadores y se convierte en alguien feliz.
Y puede que la felicidad no ayude a rebajar el techo de deuda, a contener el déficit ni a incrementar el consumo. Puede que no pueda exportarse ni convertirse en productos que generen dividendos a los accionistas de las empresas que luego buscarán la mejor forma de no compartir esos beneficios con sus trabajadores y de eludir sus cargas impositivas.
Es con el último rasgar de guitarra cuando te das cuenta de que para eso quieres y siempre has querido al Estado. Para construir una sociedad de gente ayudando a gente que utiliza a las administraciones como mediador necesario para lograr que todo el mundo encuentre un lugar para su felicidad por pequeño que este sea y por mucho que cueste.
Un niño con problemas neurológicos cantando a Rosario Flores. Hermoso, demoledoramente hermoso. Hermoso porque él ha conseguido hacerlo, demoledor porque hay muchos que están en riesgo de no poder ni cantar una canción porque nuestro gobierno ha decidido que no merece la pena que lo hagan. Que no sirve de nada
Eso es la inclusión. Eso es la Educación, Eso es lo público. Eso es el Estado. Esa es la sociedad que necesityamos. Es la única forma de vivir que nos salvará.
Y ahora salid corriendo, apartaos de mi y llamadme bolchevique si queréis.

viernes, noviembre 28, 2014

Una abstención, el PP y diez millones de huérfanos

Nuestros gobernantes dicen ser liberal capitalistas, españolistas, dicen ser cristianos y en realidad son solamente un grupo de sicarios de si mismos y sus propios intereses. Y son insoportables para su ciudadanía por lo último, no por todo lo demás.
Pues bien, ese gobierno ha decidido hacer que los representantes de nuestro país se abstengan en una votación de la Asamblea General de Las Naciones Unidas -no en una reunión de perroflautas contracultura, entendámonos- que buscaba "Combatir la glorificación del nazismo, neo-nazismo y otras prácticas que contribuyen a alimentar formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia e intolerancias relacionadas".
Y antes de seguir, un arranque de esos de los míos.
Ser conservador no es un delito, ser liberal en lo económico no es una tara y las dos cosas juntas no son un pecado mortal ni un delito capital.
Ser españolista puede parecer anacrónico pero no es perseguible de oficio, pensar o sentir según los valores de una determinada religión o concepción moral preconcebida del mundo y de la vida puede antojársenos inútil o pernicioso pero no puede ni debe provocar otra cosa que encendidos debates de sobremesa o sesudas tertulias de programa de política.
Y yo que no soy nada de lo que he expuesto, ni mantengo en mis posiciones ideológicas ninguno de los elementos que he enumerado, digo esto para todos aquellos que últimamente aparecen arrobándose el derecho de señalar con el dedo a cualquiera que tenga esas ideas como si estuvieran cometiendo un delito digno de castigo.
Instalados bajo una rabia social lógica y un desencanto político infinito, clamando desde los púlpitos de su progresía y de su posición contraria a un sistema económico que ha hecho quiebra definitiva y se desmorona, acusan de lo que no se puede acusar, niegan a una parte de la población de este país lo que tanto dicen defender.
El ser humano tiene derecho a ser liberal capitalista, conservador, españolista o democrata cristiano. Punto. Pelota. No estoy dispuesto a discutir eso
¡A ver si vamos a terminar cambiando los Autos de Fe por los Juicios de Depuración!
Superado el arranque de dogmatismo chulesco, vuelvo a mi ser. Se me antoja una reflexión algo más moderada sobre la última reducción al absurdo de nuestros gobernantes.
Que el gobierno del Partido Popular obligue a los representantes de nuestro país a abstenerse en la condena de la glorificación del nazismo o cualquier otro ideario político que fomente el racismo y la xenofobia a nosotros, los que no les hemos votado, los que no tenemos ni de lejos sus presupuestos ideológicos y morales nos deja o nos debe dejar fríos.
Pero esa decisión deja o debe dejar huérfanos de ideología definitivamente a diez millones de españoles.
Y me parece que ese el principal problema ideológico que está afrontando este país y que quizás, subsumido en otros muchos -que problemas no nos faltan ahora precisamente-, está pasando desapercibido.
Creo que es un hecho que la corrupción política ha dejado a los ciudadanos sin referentes ideológicos entre los partidos políticos convencionales porque se han dado cuenta que actúan por intereses propios y privados. Pero los votantes de lo que se denomina "la izquierda" -que ya no se sabe a la izquierda de qué está- pueden encontrar nuevos referentes ideológicos. Costará, hay que tamizarlos, discutirlos, ajustarlos y todo lo que se quiera, pero pueden hallarlos.
Sin embargo el PP, en lugar de buscar nuevos caminos ideológicos para una regeneración de la masa crítica -en ambos sentidos- de sus votantes, arroja a los que le votaron porque son liberales o conservadores o españolistas o democrata cristianos -que son la mayoría, me temo- en brazos de una involución ideológica que resulta imposible, en una regresión a posiciones que son insostenibles.
Con el liberal capitalismo viendo como se cae su muro de Berlín -como le ocurrió al socialismo y al comunismo hace varías décadas- les ofrecen una solución que consiste en volver a lo más rancio e insoportable de una ideología que ya se ha demostrado muerta y mortal.
Es como si Gorbachov al caer El Telón de Acero, en lugar de optar por la Perestroika, hubiera decidido volver al estalinismo del comienzo de la Revolución Rusa; es como si Roosvelt en el crack del 29, en lugar de inventarse la New Deal, hubiera recuperado el sistema de producción esclavista en Estados Unidos.
En mi modesta y molesta opinión, eso es lo que significa esa abstención. Para no molestar a un puñado de votos de nostálgicos y totalitarios deja sin referente ideológico a todos los conservadores, liberales y demócrata cristianos que les votaban porque creían que el PP era eso.
Y que Francia, Alemania, Holanda, Australia, Austria, Bélgica, Finlandia, Grecia, Islandia, Hungría, Luxemburgo, Mónaco, Nueva Zelanda, Suecia, Suiza, sigan el mismo camino no es excusa para el PP. Para mi solo significa que otros países han iniciado el mismo camino de polarización, de volver a soluciones que nunca lo fueron.
Diez millones de conservadores, liberales y demócrata cristianos españoles están esperando del partido que ha capitalizado sus votos durante décadas un camino hacia el futuro y ellos les ofrecen una tortuosa vereda hacia el pasado que ya nos llevó a una guerra a nosotros y a Europa.
A lo mejor el camino es más fácil. A lo mejor el camino está en la mítica frase de la no menos mítica serie Newsroom "Hubo un tiempo en el que no nos definíamos por el partido al que votábamos".
Si a mi no me importa darle mi amor a alguien que pone velas a una virgen lusitana o darle mi cariño a quien arquea la ceja ante la palabra soberanismo, no veo porque tenemos que empeñarnos en definirnos y enfrentarnos por el partido al cual votamos.
A lo mejor el camino está, para esos diez millones de votantes huérfanos del PP y para todos los demás, en definirnos por lo que amamos y necesitamos, no por las siglas que lleva el sufragio que emitimos. Al fin y al cabo el voto es secreto. Aprovechemoslo.
Quizás sea ese el camino. Quien sabe. Yo no.

jueves, noviembre 27, 2014

La pena, la incompetencia y la dimisión de Ana Mato


Pues a mí me parece una pena.
Ana Mato dimitió ayer por la tarde. Rodeada como diría el cantante, de boato protocolo y seguridad, anunció que dejaba su puesto de ministra de Sanidad porque el juez Ruz afirma en un auto que es "participe a título lucrativo" de la trapa de corrupción Gürtel.
¡Manda huevos!
Me parece una pena que haya dimitido ayer y no cuando una decisión suya y de su ministerio dejó sin atención ambulatoria a los inmigrantes, forzando situaciones de auténtica tragedia sanitaria, obligando a los profesionales de la sanidad pública a actuar de espaldas a la ley para cumplir con su juramento hipocrático.
Porque me parece penoso que los inquilinos de Moncloa se preocupen más de evitar la fotografía de una ministra implicada en un caso de corrupción que de la vida de miles de personas a los que su situación les fuerza a trabajar en condiciones de semi servilismo, cobrando en negro y, gracias a Mato, sin asistencia sanitaria.
Me parece muy triste que la hayan hecho dimitir ayer y no el día en el que comenzó a destruir de forma sistemática y continuada la Ley de Dependencia, drenando recursos con unos recortes que han convertido a los cuidadores de las personas dependientes en seres humanos que pierden una buena parte de sus expectativas vitales, que no ven salida a su situación y que en ocasiones han de ver morir a sus familiares sin poder cuidarlos adecuadamente o teniendo que sacrificar su futuro para hacerlo.
Porque es triste que un Gobierno valore más su imagen pública que la vida y la atención de una parte de su población que no puede valerse por sí misma.
Me deja profundamente abatido que ayer sacarán a Ana Mato, su ex marido y los jaguars que les crecen sin querer en sus garaje, por la puerta de atrás de Génova, 13 y no lo hicieran el día en el que llevó ante la justicia y paralizó todas las iniciativas que diferentes gobiernos autonómicos pusieron en marcha para minimizar o evitar un copago sanitario que cargaba de forma más que onerosa las ya maltrechas economías de ancianos, enfermos crónicos y familias en el mismo límite de la subsistencia.
Porque resulta desalentador que su partido y el gabinete al que pertenecía se sientan más afectados por el impacto que su presencia en los consejos de ministros pueda tener sobre sus intereses electorales que por el impacto de su penosa gestión en miles de vidas de españoles.
Porque coloca al límite mismo de la rabia que alguien que ha permitido una gestión penosa de un brote de uno los virus más mortales que se conocen en el mundo, que ha posibilitado el desmantelamiento del sistema público de salud en algunas comunidades autónomas, que ha arrojado al desamparo asistencial a los inmigrantes, negado la gratuidad de una medicación que puede curarles a los enfermos de Hepatitis C, permitido que se cierren quirófanos, consultas y alas enteras de hospitalización para ahorrar, abandonado a su suerte a los dependientes, impedido las subastas de medicamentos para abaratar su precio, forzado a las familias a rascarse su ya macilento y exánime bolsillo para comprar sus medicamentos y expuesto a la falta de asistencia sanitaria a un país entero termine dimitiendo para "evitar que su permanencia pueda perjudicar al Gobierno, a su presidente o al PP”.
Porque la ya ex ministra dimite por eso, no nos engañemos. Ni siquiera lo hace porque un juez instructor afirme que hay indicios y pruebas de que ha participado en una trama corrupta.
Solamente dimite porque a Mariano Rajoy y a su gobierno -que cada vez es menos el nuestro si es que alguna vez lo fue- le viene mal que aparezca hoy en la foto.
Ese es el baremo de prioridades de nuestros gobernantes. Su imagen por encima de todo, su interés electoral por encima de todo. Y nosotros no importamos.
Y se me antoja que quizás deberíamos empezar a pensar de una forma diferente. La corrupción se paga con la cárcel pero la incompetencia es lo que debe originar las dimisiones.
Tal como yo lo veo, da mucha pena que Ana Mato dimitiera ayer y no recibiera ya dimitida el auto del juez Ruz, dimitida desde hace meses o al menos semanas por todas sus tropelías en la gestión de la sanidad pública española.
Realmente, me resulta penoso.

martes, noviembre 25, 2014

De Camps a Ferguson o la regresión a la barbarie

A veces pienso que nos estamos retrotrayendo a nuestros peores momentos. A esos tiempos oscuros que hasta ahora tan solo poblaban las películas y los libros de fantasía.
Ferguson (San Luis, Misouri) arde y los amantes de la ley y el orden exigirán mano dura, intervención rápida y la participación de la Guardia Nacional -lo más parecido a una intervención militar que es posible en Estados Unidos- para parar los disturbios. Y si solamente se contemplan las calles en guerra, las hogueras y los escaparates rotos, tendrán hasta razón.
Ferguson arde y los amantes de la revisión justa y equilibrada de la sociedad pedirán que se juzgue al policía que disparo a un joven desarmado, reclamarán que se investigue y se acuse al agente que le tiroteó. Y si solamente se contempla el cadáver de un joven negro de 18 años tendido en la acera en la noche sin ningún arma en las manos es casi seguro que tienen razón.
Las dos posiciones tienen su lógica aunque sean irreconciliables, aunque lo parezcan al menos. Pero creo que ninguna de ellas nos está retrotrayendo a la barbarie, nos está llevando allá donde empezamos. A los tiempos en los que la subida de la barra de pan originó el imperio de la guillotina, a los momentos en los que la caída de un nombre de segundo rango por una ventana de la siempre hermosa ciudad de Praga desató una conflagración mundial.
Son nuestros gobiernos los que nos conducen a ello. Es su incapacidad de llevar a cabo el trabajo para el que se les elige y se les paga: equilibrar las posturas enfrentadas de la sociedad.
Que un agente del orden dispare a un hombre desarmado se tiene que investigar y se tiene que juzgar. Es muy simple. 
Eso no significa que sea culpable, eso no significa que tenga que ir a la cárcel. Solo significa que tiene que investigarse y juzgarse.
Puede que Brown, el chico muerto en cuestión, le atacara. Pero si no llevaba armas, un agente está más que entrenado para reducir físicamente a cualquier ciudadano normal y si las llevaba estará justificado el disparo.
Pero tiene que investigarse y juzgarse.
Después de lo ocurrido un año antes con un vigilante ciudadano que mató a otro joven desarmado -también negro-, el gobierno estadounidense debería haber aprendido. 
El problema no está a mi entender en el odio racial, o en la criminalidad. El problema está en un elemento que nadie tiene en cuenta: los juicios y los jurados se realizan y se eligen en la circunscripción judicial del acusado.
Y ese principio, que se ideó como forma de proteger al reo -y que en condiciones generales puede servir- es el que origina en estos casos los absurdos judiciales como el que ha desatado los disturbios de Ferguson.
Porque los vecinos del policía comparten sus miedos, sus aprehensiones -por no llamarlas de un modo más duro- y piensan que ellos hubieran hecho lo mismo si hubieran tenido un arma en la mano y hubieran visto correr a un negro enfurecido hacia ellos.
A mi modo de ver ahí empieza y acaba el problema.
Y los gobiernos no se bajan del burro de principios que sin ser eliminados deberían ser revisados para casos concretos, para situaciones específicas. Tal y como yo lo veo un gobierno es el encargado de la evolución de las leyes para ajustarlas a los problemas de la sociedad. 
Pero su inmovilismo no está matando. Nos está impidiendo avanzar.
Y si creemos que es un problema estadounidense pensemos porque resultó absuelto el ínclito Camps de los trapicheos con sus trajes por poner un ejemplo menos dramático pero que en esencia responde al mismo error.
Los Okupas se suben a la parra porque nadie revisa las leyes de alquiler y de propiedad buscando un equilibrio entre el derecho a la vivienda y a la propiedad; los borrokas en su tiempo llenaron de llamaradas y cantos rodados las calles de Euskadi porque nadie les permitía dar una salida democrática a su deseo de independentismo, los anti abortistas la emprenden contra las clínicas porque nadie buscó una respuesta social al respecto de esa materia y se dedicó a imponerla en uno u otro sentido.
Tengo la impresión de que los gobiernos han perdido todo su sentido de intersección, de equilibrador y gestor de las tensiones sociales.
Un partido se debe a sus votantes, pero un gobierno se debe a sus ciudadanos, le hayan votado o no.
Sea el gobernador de Misouri o Mariano Rajoy. Todo lo demás es una regresion a la barbarie. Una invitación a que Genserico saquee de nuevo Roma. Vamos, creo yo.

Allah y Yahve nos protejan de sus más fieles siervos

En estos días nuestras cosas y nuestras crisis nos llevan a mirarnos solamente a nosotros.
Aunque entra dentro de lo lógico, corremos el riesgo de pensar que nuestras corrupciones, nuestros asedios políticos y todo lo nuestro en general es más importante que cualquier otra cosa. 
Y mientras, el mundo se empeña en demostramos que no. En anunciarnos que el cambio que nos llega es tan brutal y radical que como solo sigamos con lo nuestro nos va a pasar por encima.
Durante años, los defensores de la posición israelí en el conflicto del Próximo Oriente han intentado sostener lo que a mis ojos siempre ha sido insostenible: Trataban de establecer esa dicotomía que se nos ha enseñado que debe prevalecer entre el progreso y la reacción, entre la modernidad y el medievalismo y sobre todo entre la democracia y el terrorismo.
Durante años los que por suerte o por desgracia -o por suerte y por desgracia- hemos vivido la vida, la muerte y la sangre de esas tierras nos hemos desgañitado diciendo que no existía esa diferencia, que estaba impostada, que creímos que era ficticia.
Se decía que Israel era un Estado laico enfrentado a la locura religiosa de los yihadistas ignorando que en Israel están prohibidos los matrimonios civiles y los matrimonios entre religiones que nunca aprobarán los tribunales rabínicos encargados de esa función; se mantenía que Israel era un estado democrático ignorando que sus ciudadanos de origen árabe -no los palestinos, los israelíes árabes- tenían prohibido adquirir tierras y bienes raíces en territorio israelí; se gritaba a los cuatro vientos que se trataba del enfrentamiento entre la modernidad y la concepción medieval y teocrática de la historia, pasando por alto que la llave del gobierno de Tel Aviv la tienen formaciones ultra religiosas radicales o que el propio concepto del territorio que ha de ocupar el Estado de Israel se basa fundamentalmente en la promesa del dios de la zarza.
Y ahora Netanyahu y su gobierno, es decir la realidad, demuestran que todas esas cortinas de humo, que todas esas explicaciones que sus embajadores han desgranado por Europa y Estados Unidos, no parecen ser otra cosa que una estrategia política. Que todas esas acusaciones continuas de antisemitismo que no aceptan la crítica y que acusan de racismo a cualquiera que alce la voz contra ellos, solamente ocultaban una verdad que siempre se me ha antojado cristalina.
El sionismo que gobierna Israel y los yihadistas que se oponen a su existencia son la misma gente enfrentada por el mismo dios visto de igual forma y llamado de dos modos distintos. 
Con el Estado Islámico recibiendo tributos vasalláticos hasta del último yihadista de la tierra, con el Estado Palestino siendo reconocido por unanimidad en España y en Europa, la reacción del gobierno Israelí no es otra que quitarse los velos como la Salomé evangélica y modificar su legislación para convertir Israel en un Estado Judío.
Eliminar el árabe como lengua oficial del Estado -pese al porcentaje de población que la habla-, eliminar la posibilidad de celebrar ritos no judíos, y toda una serie de elementos que, unidos a los ya existentes, se antoja que dejan claro el hecho de que el único elemento a través del que pretenden defenderse es la visión teocrática del mundo y su propio fanatismo religioso.
Contra los locos yihadistas del paraíso plagado de huríes, los más acérrimos sicarios -en su acepción original- del dios de la zarza parapetados tras los muros de Masadá.
"No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta" frente "Yahve es el único dios verdadero". Dos gritos de batalla nada modernos ni democráticos, me temo.
Puede que me equivoque pero no parece un enfoque muy moderno, muy democrático ni muy laico.
Ahora ya tenemos claro que los que gobiernan Israel consideran que para ser israelí hay que ser judío, hay que adorar al dios del desierto y el maná o si no es así no tienes todos los derechos que deberías tener por el mero hecho de nacer ciudadano del país; ahora ya tenemos claro que, para los que quieren aprobar esta nueva concepción arcaica y teocrática del Estado, los arios de Israel son aquellos que profesen la religión judía.
Ahora ya parece que queda claro que sionismo y yihadismo son exactamente lo mismo, que el conflicto Palestino Israelí solo tiene un nombre, solo tiene un tiempo, solo tiene un culpable: dios.
O para ser exactos, las visiones absurdamente anticuadas y retrógradas de concebir a su dios y su religión que dos grupos explotan y mantienen para utilizarlas como forma de asentar su poder sobre sus pueblos y sus territorios.
Hosanna Adonai. Fi-Aman-Allah

sábado, noviembre 22, 2014

Y se me cae la cara de verguenza

Están matando a Carmen Ayuso.
Y No son los que lo hacen físicamente, carroñeros sin un ápice de voluntad de ser seres humanos, que utilizan la miseria para obtener el dinero que su capacidad les impide lograr, dinero.
No son aquellos que lo hacen posible negándose a legislar para impedirlo preocupados solo de parapetarse tras sus privilegios para lograr lo único que les interesa, dinero.
Al menos, no son solo ellos.
También somos los que nos quejamos, nos indignamos, nos gastamos los dedos en denunciarlo y criticarlo en un teclado y no hacemos nada al respecto.
También somos los que, refugiados en la cada vez débil frontera del "a nosotros no nos ha tocado", nos parapetamos tras el viejo adagio perverso y en ocasiones cobarde de "más vale malo conocido".
También somos los que insistimos en desenmascarar a los que llegan nuevos a la política por miedo a no tener excusa ninguna para seguir votando a los que han construido la fosa de miseria y desesperanza en la que poco a poco va cayendo más gente.
También somos los que bajamos la cabeza y cerramos los ojos y los oídos y seguimos pensando que conceptos teóricos gastados como la paridad o símbolos vacíos como la bandera (cualquiera de ellas) son más importantes que que alguien de 85 años sea condenado a morir fuera de su casa, entre llanto, indiferencia y silencio.
Están matando a Carmen Ayuso y no hacemos nada. Miramos. Con consternación o indiferencia, con repugnancia o indolencia, con ira o con pasividad, con arrogancia o con miedo, pero solo miramos.
¿En que nos convierte eso?
Cuesta articularlo pero somos unos asesinos, o sus cómplices, o sus colaboradores necesarios. Pongámonos el grado de culpa que estemos dispuestos a asumir. Pero somos culpables.
No es el Gobierno, no son los usureros carroñeros, no son los bancos, no es la sociedad. Somos nosotros.
Me avergüenzo de haber permitido que estén matando a Carmen, me avergüenzo de pensar que bastante tengo con lo mío. Me avergüenzo de estar escribiendo este post. Me avergüenzo de no haber hecho nada.
Espero llegar a tiempo a la siguiente.

jueves, noviembre 20, 2014

Estabilidad, progreso o sencillamente cambio.

Alguien dijo alguna vez que todo el mundo adora el progreso pero nadie quiere el cambio.
Parece que ahora estamos en esas. El mundo cambia ante nuestros ojos y a nosotros no nos gusta. Que una cosa es hacer cola para comprar el Iphone 6, epítome según se antoja del progreso, y otra ver como las cosas cambian y no podemos controlarlas.
Puede que me equivoque pero Europa da todos los síntomas de languidecer hasta la muerte por incapacidad de sus dirigentes y ceguera de sus pueblos, Estados Unidos rota hacia algo que está más allá del republicanismo más absoluto y se transforma en la autarquía ideológica y nosotros, los españoles, seguimos desgranando una margarita rancia y podrida de un bipartidismo muerto que deja a la izquierda obligada a dar un paso más allá y a diez millones de votantes conservadores sin un referente plausible ni posible.
Y, mientras, el mundo cambia sin que podamos evitarlo.
Uno tras otro los grupos del yihadismo más radical y sangriento juran lealtad al Estado Islámico como antiguos señores de taifas que rindieran pleitesía al viejo Ṣalāḥ ad-Dīn en su guerra contra un Occidente Atlántico que se niega a ver el origen ni la consecuencia de estas acciones.
Brasil, Corea y todos los países emergentes en lo económico pasan de nosotros, de nuestros aranceles, de nuestras normas económicas, de nuestro sistema de libre competencia, como si no existieran, como si fueran los únicos que se hubieran dado cuenta de que ese sistema ha muerto y comienza a matar por afectación a todo lo que le rodea.
Y ahora llegan Rusia y China y declaran que la colaboración militar entre ambas es una prioridad y no hay más que hablar.Da igual que unos sean cuestionados por su represión en Hong Kong, da igual que los otros sean bloqueados por su posición en Ucrania. 
Occidente está muriendo y siempre he creído que las sociedades humanas no saben guardar duelo, no saben vivir sin que a un rey muerto le siga un rey puesto.
Y nuestro rey -el sistema que nos gobernaba- ha muerto, a lo grande como los emperadores romanos, pero ha muerto. Así que se me antoja que ya no hay posibilidad alguna de progreso. Que ni los unos ni los otros, ni dios y la patria, ni el bienestar y el laicismo no pueden hacer progresar un centímetro más en nuestro camino como civilización.
No dejo de pensar que debemos encontrar algo nuevo, algo diferente, algo que nos permita convivir con el Califato -o enfrentarnos a él si es preciso-, algo que nos permita integrarnos en situación de relativa igualdad el nuevo orden mundial que está naciendo y que no vemos porque nos negamos a mirar.
Si no podemos progresar, quizás deberíamos cambiar. No fingir que somos diferentes. Simplemente cambiar. Aunque nos duela y nos de miedo, cambiar.
Y que el mundo y nuestras vidas se rehagan sobre el cambio.

martes, noviembre 18, 2014

¡Programa, programa...descarte!


¡Programa, programa, programa!
Ese, famoso para algunos, mantra que otros tiempos recitara el califa Julio Anguita se repite una y otra vez en los diarios, los informativos, las tertulias políticas y todos los medios de comunicación. Pero lo curioso de esta letanía renacida es que siempre va referida al mismo partido, a la misma formación política. A Podemos, claro.
Y uno se pregunta cual es el motivo de tanta insistencia mediática en algo que generalmente no suele importarle demasiado a los medios, en un concepto que se desempolva un mes antes de las elecciones y por el que se pasa de largo generalmente hasta un par de días antes de los comicios.
Todos se han lanzado a preguntarle, inquirirle y hasta exigirle a Podemos que aclare su programa electoral. Pero resulta curioso que nadie persiga al reciente nuevo inquilino de la Secretaría General del PSOE al grito de ¡Programa, programa, programa!, que nadie acose a la secretaria general Cospedal en su bastión de Génova, 13 con el mismo manta programático, que nadie acuda al dignamente dimitido Cayo Lara para exigirle que presente el programa de IU.
Podemos tiene que presentar ahora un programa electoral pero los demás no. El resto de las formaciones políticas no son bombardeadas por los medios con análisis sobre su falta de programa aunque ninguna de ellas, desde UPyD hasta el PP desde IU hasta el PSOE han hecho mención alguna en los últimos tiempos a ellos.
Y cuando uno intenta encontrar una respuesta le llega otra a la cabeza. 
Los medios de comunicación, tan politizados y dependientes de los partidos actuales que ya no merece la pena reseñarlo, creen estar poniendo en un compromiso a Pablo Iglesias intentando acorralarle sobre su programa de gobierno, creen estar haciendo un favor a las formaciones ideológicas que los controlan al sacar a la luz que el programa electoral de Podemos está en mantillas o a medio construir.
Pero en realidad parece que están haciendo todo lo contrario. 
Da la impresión de que están sellando el ocaso definitivo de las formaciones políticas cuya ideología comparten y de la que son órganos casi oficiales de difusión.
Porque creo que nadie le pregunta al PSOE su programa porque ya sabemos cual es y que no funcionó. Porque nadie le pregunta al PP cual es su programa electoral porque todos sabemos que no lo tiene, acuciado por las fintas defensivas a las que le obligan los ataques de su corrupción interna y la economía externa, y que lo incumplirá en cuanto le venga bien.
En realidad parece que el único programa político que importa es el de Podemos porque en realidad es el único que podemos creernos. Y en mi opinión no nos lo podemos creer porque sea viable o no, porque sea revolucionario o no. Nos lo podemos creer -aunque algunas o muchas cosas no nos gusten- porque todavía no lo han incumplido, porque todavía no lo han dejado aparcado para pensar en otras cosas.
Me temo que cada vez que un periodista le pregunta a Pablo Iglesias por su programa y deja pasar de largo a Rajoy, Rosa Diez, Pedro Sánchez o el que sea el sucesor de Cayo Lara sin hacerle la misma pregunta no está haciéndoles un favor a los que les concede el beneficio del silencio. Está afirmando ante cualquiera que quiera escucharle en clave política que los otros programas son irrelevantes, que no merece la pena hablar de ellos porque los partidos que los han elaborado ya han demostrado que no sirven o que no van a cumplirlos.
Están gritando sin darse cuenta que esos programas electorales y sus incumplimientos nos han llevado a donde estamos.
Alguien a quien quiero más allá de muchos límites mantiene que prefiere vivir por elección que por descarte -y admiro ese principio aunque amenace con dejarme en la cuneta de sus afectos-. Esa máxima llevaba a la política podría ser la principal baza de Podemos y eso hace que todos teman su programa y quieran desmontarlo antes incluso de que sea redactado.
Podemos convierte otra vez el sufragio en una elección porque aún no nos han engañado y lo han incumplido, porque aún no lo han dejado aparcado para enriquecerse, porque aún no han fracasado al ponerlo en práctica.
Su programa aún es una elección de algo que puede ser bueno -eso siempre termina viéndose con el tiempo y no supone que yo vaya a votarlo-. El resto son descartes entre los menos malos. 

domingo, noviembre 16, 2014

End of Transmissión (el fin de la comunicación)

"Estrictamente podría decirse que hace más de cincuenta siglos que el ser humano no sabe lo que es comunicarse. Desde el origen de las comunicaciones en clave de secreto militar, la comunicación humana perdió todo el sentido real de intersección.
Todas las formas de expresión para el otro han sido viciadas y revertidas en mecanismos de control. Los elementos comunicativos del sexo se han perdido entre una multitud de complicados juegos sexuales que excitan, masturban y complacen las mentes de aquellos que sólo buscan extraer placer en lugar de comunicar sentimientos.
Las palabras corrieron de boca en boca y de mano en mano durante siglos. Cantidades ingentes de información se perdieron en el proceso sin poder ser comunicadas. Cuando el hombre dejó de comunicarse nació la información y está se entendió como un bien escaso.
Decenas, cientos, quizá miles, de sistemas de información se alzaron, se hundieron, se enfrentaron y se coaligaron. Se sustituyeron, se superpusieron, se pervirtieron y se autopurgaron. Miles de modelos de información crecieron, ensancharon, dominaron y liberaron, dieron beneficios, quebraron, hicieron crisis y revolucionaron.
Todos ellos buscaban lo mismo y ninguno pudo hacer nada para disimular la absoluta, dolorosa y castrante falta de comunicación entre los seres humanos".

Lo malo de que te de en tu juventud por la Ciencia Ficción, la anticipación, o como quiera llamarse, es que lo que escribes como una fábula corre el riesgo de convertirse en una profecía.
Lo que inicia este post está escrito hace tanto tiempo, hace tantas mudas de piel, que podría perfectamente estar escrito por otra persona, por alguien que veía las cosas de otra forma, que intentaba cambiar las cosas de otra forma.
Y resulta triste que aún me parezca cierto, que un cuarto de siglo después aún lo sienta cierto.
Hemos perdido la comunicación.
Podemos hablar de cambio climático, de estructuras de poder corruptas, de globalización desequilibrada, de sistemas económicos agonizantes o muertos o de cualquiera de los otros jinetes que parecen galopar sobre el apocalipsis de nuestra civilización occidental atlántica. Podemos echarle la culpa al empedrado. Pero cuando uno se para a pensarlo casi todo se reduce a la comunicación.
Parece sencillo, siempre lo pareció: Emisor, receptor, canal, mensaje y flujo de respuesta. Eso era la comunicación. Eso era cuando existía.
Y creo que en algún lugar recorrido en nuestra huida hacia adelante la perdimos, se nos cayó de ese saco impermeable donde los que están obligados a ser nómadas constantes en sus propias vidas guardan aquello que siempre les será imprescindible.
Ya no sabemos comunicarnos.
Parece que no sabemos decir lo que queremos decir a quien se lo queremos decir a través del canal adecuado para que lo comprenda y enfrentarnos al flujo de respuesta a nuestro mensaje.
Como espías de la Primera Guerra Mundial, hemos elegido códigos ocultos para comunicarnos, para que nadie descubra nuestros mensajes, para que nadie pueda descifrar nuestras vidas internas y privadas. Pero, al contrario que aquellos viejos espías de sombrero stetson y gabardina, me temo que nos hemos olvidado de entregar al receptor la clave que descifra el mensaje.
Nos aferramos a nuestros códigos, a nuestras codificaciones, sin saber y me temo que sin que nos importe si los otros nos van a comprender o no. Y elegimos esos códigos no porque sean comprensibles sino solamente porque nos sentimos cómodos en ellos.
Enviamos silencios que no puede saberse si son un "quien calla otorga" o un "no hay mayor desprecio que el silencio"; componemos frases educadas y de tono cortes que no puede saberse si esconden otra cosa tras la contenida máscara que las proyecta; lanzamos gritos que nadie puede saber si trasmiten, ira, odio, miedo o rabia, tristeza o cualquier otra cosa.
Encerramos el mensaje que queremos enviar bajo tantas codificaciones que resulta imposible decodificarlo hasta para los más avezados analistas de la ASN.
Y cuando nos llega un mensaje es todavía peor. Nos empeñamos en intentar decodificarlo según nuestro propio código, sin tener en cuenta el de quien nos lo envía. Lo intentamos hacer encajar en nuestras expectativas, en nuestros parámetros, en nuestros deseos o en nuestra decepción para explicarlo. De manera que siempre conseguimos que parezca que diga lo que queremos que diga. Que siempre logramos interpretarlo para que nos de la razón,
Un tipo de esos que tienen el mérito de colocar sus reflexiones a la vista del mundo en 140 caracteres escribió hace poco: "En ocasiones el espejismo de la anticipación, proyecta sombras demasiado alargadas sobre el ahora" (sr.Viejuno).
Ese puede ser nuestro gran error. Hemos olvidado que una pregunta no puede anticipar la respuesta, hemos olvidado que una respuesta no puede anticipar una reacción. Hemos olvidado que la comunicación es un riesgo. Como creo que lo son otras muchas cosas que merecen la pena en la vida.
Pero nosotros nos refugiamos tras nuestra complejidad, tras nuestra inteligencia, tras cualquier cosa -incluso tras una reflexión de blog, como yo mismo- para enviar un mensaje que sería mucho más sencillo y provechoso enviar y recibir directamente.
Y con los canales de comunicación hemos hecho otro tanto.
Utilizamos letras de canciones que apenas entendemos, enigmáticos tuits, crípticas citas, complejas metáforas, estudiadas expresiones corporales, ensayadas miradas... todo lo que sea posible para ocultar el mensaje, para no exponerlos a comunicarlo directamente, para que el tiempo y el espacio que el receptor necesita para decodificarlo nos de la oportunidad de alejarnos de su reacción.
Y de nuevo utilizamos los canales en los que nos sentimos cómodos no los que nos aseguran que el mensaje llegue claro a quien queremos que lo reciba. Hay veces que incluso creo que ni siquiera nos importa si lo recibe y mucho menos si lo entiende. Que solo nos preocupa poder decirnos a nosotros mismos que lo hemos enviado.
Y así decimos con desprecios verdades que quizás deberían decirse con caricias, con frases contenidas reproches que tal vez deberían ser lanzados a los gritos, con vehemencia lo que posiblemente debería ser dicho con tristeza, con miedo lo que probablemente se comprendería mejor dicho con valentía. Con máximas generales lo que casi con seguridad debería ser dicho con ejemplos concretos -Eso me suena, quien lo hará, ¡anda yo!-. Elegimos nuestros canales de comunicación sin tener en cuenta si aquellos a los que enviamos el mensaje se sienten o no cómodos en ellos, son capaces de utilizarlos o ni siquiera están conectados a ellos.
Nos empeñamos en lanzar al mar botellas con mensajes guardados en la esperanza de que las corrientes las lleven al naufrago que se sienta en la misma isla a nuestro lado en lugar de girarnos y decirle lo que queremos decirle.
En fin, es muy posible que este mismo post sea otra forma errónea de comunicación. De hecho estoy casi seguro de ello. 
Pero nos hemos quedado sin comunicación. A todos los niveles. Incluso a los más íntimamente dolorosos.
Hemos olvidado que la mejor forma de saber es preguntar directamente, que la mejor forma de enviar un mensaje es responder directamente. Que toda afirmación debe aceptar posibilidad de réplica y que toda réplica puede generar una reacción.



Bueno, no lo hemos olvidado. Creo aunque me disgusta pensarlo que tan solo nos da mucho miedo recordar que la comunicación no es posible sin decir la verdad.



viernes, noviembre 14, 2014

Monago, el sistema, el colegio y la paga

El presidente de Extremadura la lía parda. No más parda que la liaron otros muchos antes ni tampoco menos de lo que la liarán otros que vengan tras él.
El tipo cuando era senador se va de viajecitos a costa del erario público. Un clásico. Pero lo que no es tan clásico es el cúmulo de reacciones que desata el asunto. Entre la maraña de corrupciones y corruptelas ya hay gentes que inventan cualquier cosa con tal de justificar lo injustificable. Sobre todo dos reacciones son especialmente pintorescas
Los opinadores y voceros de toda suerte de partidos asentados intentan pasar de puntillas por el asunto y terminan echándole la culpa al sistema. Sí señores, al sistema, esa palabra que boca de Podemos parece que es sinónimo de estalinismo recalcitrante, pero que cuando viene bien tiene que exonerar de responsabilidad a Monago.
Porque, al parecer la culpa es del letrado de Las Cortes que no se aseguró de que los viajes no fueran privados -supongo que escondiéndose de polizón en la bodega de los aviones a Canarias que tomaba el presidente extremeño-; porque el problema es que "el sistema permite que el Senado pague billetes sin justificación".
O sea que, al final, están diciendo que Monago ha abusado de su posición porque el sistema se lo consiente y que no lo hubiera hecho si el sistema no se lo hubiera permitido.
Y no dejan de ter razón en parte pero, al cabo, la conclusión a la que se llega es que todos somos corruptos en cuanto podemos, es que los sistemas de representación política se deben diseñar contando con esa premisa, que deben adecuarse a una realidad incuestionable que es que todo el mundo que accede al poder lo hace para lucrarse, incluso aquellos que ahora nos quejamos amargamente de que otros roben, estafen y metan la mano en la caja pública.
Una vez más eludimos la responsabilidad sobre nuestras propias existencias. Que sea el sistema el que nos lo impida, que sea el sistema el que se encargue de todo. Nosotros no vamos a hacer esfuerzo alguno por cambiar. 
Convierten a Monago en una víctima determinista de su propia naturaleza humana y culpan al sistema de no alejarle de la posibilidad y la tentación de enriquecerse. Curioso, muy curioso.
Y proponen más medidas de control, de justificación de gastos, para evitar que estas cosas ocurran. Pueden proponer que un inspector de Hacienda duerma en la misma cama que cada político, pueden exigir que un agente de la unidad de delitos monetarios acompañe a cada político al Caprabo pero a ninguno se le ocurre proponer lo más obvio.
Que los políticos se paguen sus viajes y luego pasen por una oficina del Congreso, del Senado o de cualquier órgano de Gobierno con la factura para que les devuelvan el importe si procede.
Eso no. Así el poder de pagar residiría en quien tiene que residir. Así los políticos tendrían que pensarse sus decisiones y responsabilizarse de ellas. Y, al parecer, por naturaleza son incapaces de hacerlo. Como nosotros.
Y luego está la otra reacción, la del Gobierno de Moncloa y su corte genovesa que no aceptan pese a lo ocurrido control alguno sobre los gastos de los diputados y representante políticos al grito de batalla de "¡Esto no es el colegio!".
Pues lo siento señores, esto sí es el colegio. Ustedes lo han convertido en el colegio.
Porque los que pagan son papá y mamá, o sea todos los españoles, y el dinero es suyo y se lo dan para que hagan su trabajo, no para que bostecen, jueguen al Candy Crush Saga o visiten en vuelos relámpago a amigos, amantes o familiares.
Porque Papá y Mamá no se están quitando el dinero a través de salarios que bajan e impuestos que suben para que ustedes se lo queden y lo gasten en viajes y caprichos. Porque para eso los viajes los hacemos nosotros y los caprichos nos los regalamos nosotros.
Porque ustedes se comportan como infantes a los que se les da el dinero para comprar el pan y pretenden sisar las vueltas para comprarse chuches, mientras aquellos que les pagan tienen que apretarse el cinturón de su ocio e incluso de su supervivencia.
Así que sí, sí es el colegio. 
Su irresponsabilidad, falta de ética e incapacidad para asimilar el concepto de servicio público, han convertido los órganos de representación y gobierno en patios de colegio en los que los cuidadores y profesores deben poner orden, en parques en los que los padres deben vigilar que el dinero que se da a los niños sea utilizado en aquello que dicen que lo van a utilizar.
Así que, aunque atente contra su engrandecido orgullo, a partir de ahora deberían volver de patitas al colegio y tener que pedir el dinero que necesiten hasta para comprar papel. 
Y será papá el que decida si se rasca la cartera para dárselo, y será mamá la que decida si merece la pena sacudir el monedero para entregárselo.
Pero eso no ocurrirá. 
Ningún político quiere que le recuerden cada día que no son ellos los padres de la patria. Que los padres y las madres de la patria son los que les pagan, que el dinero les pertenece a ellos y que tienen derecho a decidir en qué y cómo lo gastan. Porque son papá y mamá quienes lo ganan.

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