El presidente de Extremadura la lía parda. No más parda que la liaron otros muchos antes ni tampoco menos de lo que la liarán otros que vengan tras él.
El tipo cuando era senador se va de viajecitos a costa del erario público. Un clásico. Pero lo que no es tan clásico es el cúmulo de reacciones que desata el asunto. Entre la maraña de corrupciones y corruptelas ya hay gentes que inventan cualquier cosa con tal de justificar lo injustificable. Sobre todo dos reacciones son especialmente pintorescas
Los opinadores y voceros de toda suerte de partidos asentados intentan pasar de puntillas por el asunto y terminan echándole la culpa al sistema. Sí señores, al sistema, esa palabra que boca de Podemos parece que es sinónimo de estalinismo recalcitrante, pero que cuando viene bien tiene que exonerar de responsabilidad a Monago.
Porque, al parecer la culpa es del letrado de Las Cortes que no se aseguró de que los viajes no fueran privados -supongo que escondiéndose de polizón en la bodega de los aviones a Canarias que tomaba el presidente extremeño-; porque el problema es que "el sistema permite que el Senado pague billetes sin justificación".
O sea que, al final, están diciendo que Monago ha abusado de su posición porque el sistema se lo consiente y que no lo hubiera hecho si el sistema no se lo hubiera permitido.
Y no dejan de ter razón en parte pero, al cabo, la conclusión a la que se llega es que todos somos corruptos en cuanto podemos, es que los sistemas de representación política se deben diseñar contando con esa premisa, que deben adecuarse a una realidad incuestionable que es que todo el mundo que accede al poder lo hace para lucrarse, incluso aquellos que ahora nos quejamos amargamente de que otros roben, estafen y metan la mano en la caja pública.
Una vez más eludimos la responsabilidad sobre nuestras propias existencias. Que sea el sistema el que nos lo impida, que sea el sistema el que se encargue de todo. Nosotros no vamos a hacer esfuerzo alguno por cambiar.
Convierten a Monago en una víctima determinista de su propia naturaleza humana y culpan al sistema de no alejarle de la posibilidad y la tentación de enriquecerse. Curioso, muy curioso.
Y proponen más medidas de control, de justificación de gastos, para evitar que estas cosas ocurran. Pueden proponer que un inspector de Hacienda duerma en la misma cama que cada político, pueden exigir que un agente de la unidad de delitos monetarios acompañe a cada político al Caprabo pero a ninguno se le ocurre proponer lo más obvio.
Que los políticos se paguen sus viajes y luego pasen por una oficina del Congreso, del Senado o de cualquier órgano de Gobierno con la factura para que les devuelvan el importe si procede.
Eso no. Así el poder de pagar residiría en quien tiene que residir. Así los políticos tendrían que pensarse sus decisiones y responsabilizarse de ellas. Y, al parecer, por naturaleza son incapaces de hacerlo. Como nosotros.
Y luego está la otra reacción, la del Gobierno de Moncloa y su corte genovesa que no aceptan pese a lo ocurrido control alguno sobre los gastos de los diputados y representante políticos al grito de batalla de "¡Esto no es el colegio!".
Pues lo siento señores, esto sí es el colegio. Ustedes lo han convertido en el colegio.
Porque los que pagan son papá y mamá, o sea todos los españoles, y el dinero es suyo y se lo dan para que hagan su trabajo, no para que bostecen, jueguen al Candy Crush Saga o visiten en vuelos relámpago a amigos, amantes o familiares.
Porque Papá y Mamá no se están quitando el dinero a través de salarios que bajan e impuestos que suben para que ustedes se lo queden y lo gasten en viajes y caprichos. Porque para eso los viajes los hacemos nosotros y los caprichos nos los regalamos nosotros.
Porque ustedes se comportan como infantes a los que se les da el dinero para comprar el pan y pretenden sisar las vueltas para comprarse chuches, mientras aquellos que les pagan tienen que apretarse el cinturón de su ocio e incluso de su supervivencia.
Así que sí, sí es el colegio.
Su irresponsabilidad, falta de ética e incapacidad para asimilar el concepto de servicio público, han convertido los órganos de representación y gobierno en patios de colegio en los que los cuidadores y profesores deben poner orden, en parques en los que los padres deben vigilar que el dinero que se da a los niños sea utilizado en aquello que dicen que lo van a utilizar.
Así que, aunque atente contra su engrandecido orgullo, a partir de ahora deberían volver de patitas al colegio y tener que pedir el dinero que necesiten hasta para comprar papel.
Y será papá el que decida si se rasca la cartera para dárselo, y será mamá la que decida si merece la pena sacudir el monedero para entregárselo.
Pero eso no ocurrirá.
Ningún político quiere que le recuerden cada día que no son ellos los padres de la patria. Que los padres y las madres de la patria son los que les pagan, que el dinero les pertenece a ellos y que tienen derecho a decidir en qué y cómo lo gastan. Porque son papá y mamá quienes lo ganan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario