lunes, diciembre 27, 2010

El continente catolicofóbico (y4)

"La desinformación sobre los cristianos y su religión, sobre todo a través de los medios".
Según las teorías vaticanas ese es otro de los elementos fundamentales que estan llevando al Occidente hasta ahora cristiano a la cristianofobia que parte del lacicismo beligerante.
Negar que los medios de comunicación en el mundo occidental -salvo gloriosas excepciones- son la voz de su amo es, a estas alturas, tan absurdo como cambiar de tumbona en el Titanic. Los medios a los que se aferra el laicismo beligerante responden a la más pura dinamica de la propaganda política e ideologica.
Esos medios de comunicación cometen el error, casi delictivo, de buscar la justificación de la laicidad -confundida con el laicismo- a través de la eterna trampa de la demonización del pensamiento contrario, satanizando los vicios y perversiones de sus máximos representantes.
Y Roma ¿qué hace?. Para empezar, cae en el error de lanzar sus medios o permitir que los medios afines se embarquen en esa misma guerra. De intentar combatir el fuego con el fuego
Pretendiendo satanizar a aquellos que pretenden satanizarles a ellos.
Y claro la pierden. Hace siglos no la perdían, pero ahora la pierden sistematicamente. Cuando la pelea entre desinformaciones se pierde. Entonces critican la desinformación.
¿Y por qué? Porque para Roma y la Curia, desinformación es incidir en los aspectos negativos de las actuaciones del aparato y la jerarquía.
La corrupción, los casos de abusos sobre niños y mujeres, la quiebra de sus propios valores que demuestran algunos miembros de la jeraquía eclesiastica, el desprecio por las normas civiles de la propia Roma, que ha encubierto y tapado estas actuaciones durante años son las armas que han puesto en manos de su enemigo.
Benedicto considera que esto es producto de un laicismo agresivo que arrastra a la cristianofobia. Se equivoca. Es producto de los vicios endémicos no corregidos de la estructura jerárquica que encabeza. Y no arrastra a la cristianofobia. Arrastra a la catolicofobia.
Y de nuevo, es la reacción errónea la que origina que el hecho se refuerce, no que se produzca, pero sí que se refuerce.
Roma y su sistema de comunicación parece obviar el hecho de que existen, de que se dan y de que se producen con mayor frecuencia -por lo menos los abusos, que lo de la corrupción, ya es harina de otro costal- que en otras instituciones y de que, al menos hasta ahora, la actitud de la iglesia ha sido taparlos y la de la mayoría de los católicos -probablemente aleccionados incoscientemente por los sermones y las cartas pastorales- ha sido justificarlos, no rechazarlos pública y masivamente.
Cada vez que se hablaba de un pederastra se sacaba a relucir las misiones o a Caritas para intentar compensar. Cada vez que se hablaba de un obispo corrupto o ladrón se recurría a la labor social de la Iglesia para contrarrestar. Ha sido Roma la que ha echado a los leones a sus feligreses al intentar utilizarlos como escudo de la acción individual de unos pocos.
Si no se puede criticar a toda la iglesia por la perversión de unos pocos ¿por qué se utilizan los logros de muchos para minimizar la acción degenerada de unos cuantos?
Los medios en Occidente -al menos algunos medios- han contribuido sobremanera a maximizar esos excesos pero, el más simple de los análisis, perimite darse cuenta de que ha sido la actitud dilatoria y cómplice, en ocasiones, de la jerarquía católica es la que más ha contribuido a que los no católicos tengan una visión perversa e incluso deformada de esa jerarquía.
Y la actitud pasiva y en ocasiones complaciente de la mayoría de los católicos nominales ha hecho que los demás les consideren cómplices.
¿Por qué los católicos son capaces de movilizarse masivamente ante las puertas de un ministerio o un parlamento contra una ley emanada del laicismo militante y no lo hace ante la puerta de su obispado para pedir la cabeza de los pederastras que dañan a sus hijos -porque se supone que los colegios e instituciones católicas van hijos de católicos-? ¿por que se manifiestan cuando un político les niega terrenos para una iglesia y no cuando un obispo utiliza los terrenos concedidos para un centro ocupacional de minusválidos para lucrar a la diocesis con un aparcamiento?
Si eso se hubiera producido -como es justo que se produjera- el laicismo recalcitrante y visceral no hubiera tenido argumentos.
El Vaticano, su curia y su aparato podrían haber elegido otra política. Podrían haber sancionado y denunciado, podrían haber apartado y castigado y así habrían evitado que sus feligreses se vieran forzados continuamente a defender la tibieza de sus actuaciones.
Pero La Iglesia ha elegido una estrategia y le ha fallado en Estados Unidos, en Bélgica, en Holanda, en España -no tanto-, en Irlanda, en Francia... Por eso está tan preocupada por la cristianofobia occidental. Porque es peor perder lo que se tiene que no ganar lo que nunca se tuvo.
¿Que el constante recurso a esas historias se ha hecho como parte de una estrategia para enraizar el laicismo por parte de los gobiernos que lo tienen en su ideología? Sí,  ¿Qué eso ha supuesto una constante cortina de humo para ocultar otras actuaciones? Por supuesto que también ¿Que El Vaticano ha contribuido a ello con su forma de actuación? No hay duda de ello.
Pero Roma ha intentado utilizar la misma estrategia y le ha fallado ¿Ocultan los medios afines a La Iglesia católica los errores que ella considera inaceptables en asuntos como la Educación para la Ciudadanía, el aborto o la homosexualidad para evitar, con responsabilidad impoluta, el aumento de la laicofobia, la homofobia o cualquier otra fobia inaceptable?, Me temo que no.
¿Por qué entonces habrían de ocultar los medios afines al laicismo militante -que el laicismo es algo  activo, no lo olvidemos-, por esa misma responsabilidad social, los males de La Iglesia para no generar cristianofobia?
Dos varas de medir. Como hace siglos. 
Y luego está el asunto de la separación entre Iglesia y Estado. Pero eso se tratará en otros post (tranquilos)
Resumiendo -sé que suena a coña después de cuatro posts-, tal y como yo lo veo, la cristianofobia existe en el mundo musulmán y ateo fundamentalmente y es producto del fanatismo religioso y antireligioso. Desgraciadamente, historia y tiempo son la única solución.
La catolicofobia existe en Occidente y es producto de la intransigencia laicista y de la incapacidad evolutiva católica. La jerarcofobia existe en el occidente crisitano y es responsabilidad exclusiva de la actuación jerárquica de Roma. Es el arma que la jerarquía católica le ha dado al laicismo visceral para convertirse en algo tan perverso como lo fue el fundamentalismo católico hace siglos. Que cada palo aguante su vela.
A lo mejor todo pasaría por que el aparato gubernamental laicista de Occidente evolcionara y dejara de comportarse como una minoría revacnhista para pasar a funcionar como una mayoría tolerante -que es lo que es por número y debe ser por convicción- y la jerarquía católica dejara de comportarse como un estamento de gobierno y pasara a funcionar como un colectivo de ejemplo en una minoria mayoritaria -que es lo que por esencia y por número debe ser-.
A lo mejor -y sin que sirva de precedente- si se miraran un poco más el ombligo de sus errores y de sus orígenes unos y otros en lugar de centrarse en el rostro de las maldades de los demás, todo comenzaría a funcionar mejor.
Y no me digan que no es posible. Los que más han luchado por los derechos musulmanes en Palestina han sido los franciscanos. Los que más han defendido los derechos de los católicos en Egipto han sido los sufíes, los que más se han arriesgado por el laicismo en Israel han sido creyentes judios y los que más han peleado por los derechos de los judíos en Occidente han sido los librepensadores laicos. Así que no tenemos excusa.
Y por si alguien tiene dudas y ha llegado hasta el final -comprendería que no fuera así- Dire que soy antiteista. Considero que la religión es un aspecto que perjudica de forma irremisible a las sociedades, aunque a nivel personal puede ser una fuerza integradora del ser humano que la acepta.
Estoy en contra de la implicación de la religión en cualquier aspecto de la vida pública pero considero un insulto personal hacia mi que alguien no pueda llevar un crucifijo, una estrella de David, un mandala o una mano de fátima colgada del cuello o puesta una camiseta con la leyenda Dios no existe.
Y en eso soy completamente intolerante.

El continente jerarcofóbico (3)

Existe otro elemento fundamental a la hora de entender el proceso cristianofóbico en Europa -en occidente en general- y eso es la historia.
Volviendo a redundar en el hecho de que no se trata de un proceso contra el cristianismo, aunque Roma y sus ideólogos lo vean así, sino más bien contra el catolicismo y su jerarquía, hay que decir que el laicismo militante pasa en muchos casos por el revanchismo -el de España es uno de ellos- de determinadas posiciones ideológicas con respecto a acontecimientos pretéritos. Aunque es un flujo histórico recurrente en muchos países y situaciones, no es justificable.
Los defensores del librepensamiento vuelven a caer en el error ilustrado de coartar la libertad de expresión de dicho pensamiento. La imposición de la eliminación de la visibilidad externa de los signos religiosos y de las vivencias religiosas va encaminada no a facilitar la libertad de los no religiosos, no el respeto a sus creencias en la no existencia de un dios, sino a imponer como libre y progresista un pensamiento y como esclavo y arcaico otro.
Puede que yo considere que creer en un dios es inútil, espúreo, bloqueador y alienante, pero también sé que que resulta imposible imponer ese criterio. Convencer de él, quizás sí, pero no imponerlo.
El "Libertad, perro, trágala, trágala, trágala". No funciona. La educación a la larga, sí. Pero lo demás no. Los gobiernos, como expresión de la voluntad popular, tienen derecho a educar en determinada línea básica que consideran un mínimo imprescindible, pero no tienen derecho a imponer una forma de ver el mundo o de no verlo, como es el caso.
Pero, una vez más, a un error del laicismo en la ofensiva le sigue, de forma irremisible, un error de concepto de las jerarquías eclesiales en la defensiva,  lo que permite a los desintegradores del hecho religioso acumular argumentos que, aunque para la gente que piensa en uno y otro lado sean inconsistentes, para la mayoría de la población son incuestionables. Incuestionables porque son sencillos de comprender.
¿Qué ha impedido a Roma beatificar a los curas rojos de Bilbao que fueron fusilados por Franco, a los sacerdotes jesuitas que fueron asesinados por los escuadrones de la muerte de Somoza o por los paramilitares colombianos? El simple hecho de que la jerarquía eclesial católica de esos países no lo ha pedido ¿Cual ha sido la respuesta de Roma al proceso de laicismo radical empezado por determinados gobiernos? La beatificación de religiosos asesinados por la República...
Sin haber hecho una condena expresa del Nacional Catolicismo, sin haber ni siquiera criticado abiertamente desde las más altas instancias a los obispos y arzobispos que apoyaron ese régimen, se posicionan en su política de comunicación de un lado ¿Y pretenden que sus adversarios ideológicos no aprovechen eso?
Y lo mismo con la dictadura de los generales en Argentina, con Pinochet en Chile, con Somoza en Nicaragua -excepción hecha del Monseñor Romero que, por cierto, no sé porqué todavía no es santo-.
No es una cuestión de lo que se hizo o no se hizo históricamente. Eso pudo ser evitable, pero ya no es subsanable. Es una cuestión de fallo en la interpretación. De no desmarcarse a tiempo. De no saber valorar la historia más allá de sus propias necesidades y de sus propios complejos.
A estas alturas del partido, sabemos que la jerarquía romana no está de acuedo con las dictaduras de Videla o de Pinochet, con los desparecidos o con los represaliados -por lo menos la actual-. Pero Roma no ha condenado abiertamente a los que se mostraron de acuerdo. No ha repudiado en los discursos papales a los que desde los púlpitos los apoyaron. Y eso ha dado un argumento continuo a aquellos que pretenden acabar con el hecho religioso católico a través de la destrucción de la credibilidad de su jerarquía.
Esa ausencia de compromiso colectivo y explícito -que no personal e implícito- es aprovechada por aquellos que, en uso y abuso de su derecho al proselitismo, pretenden instaurar por las bravas -de igual con qué talante- el laicismo en Europa. En el Occidente, hasta ahora considerado cristiano.
Pero eso no es cristianofobia. Y lo demuestra el hecho de que, hasta los propios detractores de estas posiciones, citan frases bíblicas y pasajes evangélicos para cuestionar esas formas de actuación. Esa tibieza, sino frialdad absoluta, ante determinadas cuestiones. Si se tratara de cristianofobia se buscaría explicitar que es la propia esencia del mensaje cristiano la que impone esa forma de actuar -como hacen muchos islamófobos con El Corán-.
Es una crítica frontal que los ideólogos de la erradicación del hecho religioso público utilizan contra la jerarquía y que emana de la más profunda raíz social, incluso dentro de los cristianos. Incluso dentro de los católicos. 
"Vive como un cura", "come como un obispo", "vive como el Papa". Ese anticlericalismo latente -que el clero occidental se ha ganado a pulso, reconozcámoslo hasta entre los propios católicos ha sido magnificado hasta límites insospechados por el laicismo militante y acérrimo para dejar al descubierto sus más terribles errores.
Y ha originado la jerarcofobia. Y todavía nos falta la catolicofobia.

El continente cristianofóbico (2)

Ahora le toca el turno a nuestra siempre ponderada sociedad occidental. Roma está preocupada por la otra cristianofobia. Por la de Occidente.
En este caso el hecho si que es cuestionable. En Occidente no existe cristianofobia. Existe para empezar catolicofobia y para concluir jerarcofobia. Que no es lo mismo.
Pero la explicación vaticana de este fenómeno se encalla en dos conceptos
Por un lado, Roma se lo achaca al laicismo militante. Y tiene toda la razón del mundo al hacerlo. Ese es el origen de que determinados sectores ideológicos hayan puesto manos a la obra de purgar -y nunca mejor utilizado el término- El Estado y toda manifestación pública de la expresión religiosa.
Y ese es el primer error que comete, o cometió en su momento, la estructura de pensamiento político vaticana -que conste que estoy hablando de pensamiento político, no teológico-. Acosada por el ateismo, que ya se había demostrado más que militante con el leninismo, el castrismo y el maoismo, entre otros, se refugió en el laicismo para amparar sus derechos en la ya innegable necesidad de separación entre La Iglesia y El Estado.
Supuso que el laicismo es un estado de ánimo neutro en el que, al Estado como tal y al no religioso como individuo, le da igual que los demás hagan uso público de sus creencias religiosas. Que, mientras a ellos les dejen no prácticar una religión, no les importará que los otros las práctiquen. Que no se sentirán ofendidos por ello y que no tienen derecho a sentirse ofendidos por ello.
Pero el laicismo es una ideología -como lo es el cristianismo o cualquier otro sistema de creencias- y no renuncia al proselitismo, como nunca ha renunciado el cristianismo ¿por qué habría de hacerlo?
El error en ese punto de la jerarquía y el aparato comunicativo eclesial es pretender que los demás permitan su proselitismo y su expresión pública y que los laicistas no realicen proselitismo y expresión pública de su sistema ideológico.
Y con eso le hace, valga la expresión castiza, el caldo gordo a aquellos, que por puro impulso ideológico y sin respeto a la diversidad, quieren imponer su forma de ver las cosas. Su laicismo.
El rechazo no lo genera el hecho de que los cristianos no aborten, o de que nio mantengan relaciones sexuales fuera del matrimonio. El rechazo no lo genera que vean mal divorciarse o que consideren que los homosexuales no deben adoptar hijos -aunque eso sí lo genera un poco más-. El rechazo lo genera que su jerarquía les convoque para intentar imponer su forma de ver las cosas al resto de la sociedad, para intentar imponer legislaciones prohibitivas o derogar sistemas legales permisivos que van en contra de sus creencias.
La cristianofobia -que en Occidente debería llamarse más jerarcofobia o catolicofobia- viene motivada por una serie de intereses ideológicos que quieren erradicar todo deismo de la vida pública y que, como tienen el poder basado en el voto de aquellos que sabían o deberían haber sabido que ese era su objetivo, se dedican a llevarlo a la práctica.
Pero está alimentada por la propia inercia de la actuación jerárquica católica.
Si la iglesia quiere un sistema de tolerancia tiene que empezar por practicarlo. La jerarquía debería haber afirmado su posición contraria a la Ley del Aborto, por ejemplo, o a la de la adopción homosexual y haberse quedado ahí. Incluso debería haber desactivado el intento de organizaciones y medios cristianos de ejercer presión social contra esas legislaciones ¿por qué? Porque para ser buen cristiano sólo es necesario no abortar o no ser homosexual. No es necesario que los demás no lo sean.
¿Tienen derecho los laicistas militantes a serlo? Por supuesto que sí. Se supone que todo el mundo tiene derecho al proselitismo ¿tienen derecho a la imposición de ese laicismo? Por supuesto que no. Pero no se puede combatir la intolerancia de nuestros enemigos alimentando la intolerancia de nuestros amigos.
Así que todo se convierte en una guerra de proselitismos. En la que todos se sienten ofendidos y crispados por el proselitismo de los otros y todos exigen que el suyo sea respetado y el de los otros cercenado. 
Ese es el primer error que posibilita la cristianofobia occidental. Pero hay un segundo

El mundo cristianofóbico (1)

Soy consciente de que lo que voy a escribir en este post -y los que le siguen- será desechado por muchos antes de que llegue a la segunda línea, pero supongo que es es mi sino. Hoy, en plenas navidades, toca hablar de la cristianofobia.

Que ¿qué es eso?. Pues veamos, seún los teorícos vaticanos, concretamente monseñor Manberti -curioso personaje, el ministro de asuntos exteriores vaticano- es algo como esto: "La cristianofobia consiste en un conjunto de comportamientos agrupables en tres ámbitos. Una educación equivocada, o incluso la desinformación sobre los cristianos y su religión, sobre todo a través de los medios; la intolerancia y la discriminación sufrida por ciudadanos cristianos, especialmente a causa de legislaciones o actuaciones administrativas respecto a quienes profesan otras religiones o no practican ninguna; y la violencia y la persecución".

Parece exagerado pero no lo es. Erróneo sí, pero no exagerado. Y antes de que los anticlrericales acérrimos y viscerales se rasguen las vestiduras ante lo de que no es exagerado y los ultramontanos fanáticos protesten por lo de erróneo, es posible que sea conveniente que sigan leyendo. Lo más probable es que ni unos ni otros lo hagan, en cualquier caso.
No es exagerado porque es cierto. El catolicismo -no hablo del cristianismo en general, sino del catolicismo- no es precisamente muy popular en estos días. No lo es en el mundo islámico, no le es en el mundo oriental y no lo es en esta evolución social nuestra que se da en llamar la Civilización Atlántica.
Empecemos por el principio. La cristianofobia del mundo islámico no tiene nada que ver con la del mundo oriental ni con la del mundo occidental. Una vez más, Roma cae en su error secular de meter todo en el mismo saco para ganar la fuerza del número. Y una vez más con eso pierde parte de la razón.
La cristianofobia en el mundo musulmán se centra en el concepto de intolerancia religiosa. Una intolerancia religiosa alimentada por los más oscuros intereses que van, desde el control político de los jeques petroleros hasta la locura religiosa de los Allatolahs iraníes, pasando por las ansias de poder de los sicarios del terror como forma de gobierno -leasé grupos terroristas yihaidistas.
La intolerancia en el mundo musulman viene motivada por la religión y el medievalismo. Cuando el Occidente Cristiano -el vicario Ratzinger ha repetido hasta al afonía el concepto de Occidente Cristiano cuando le ha venido bien- les ataca -con o sin razón, ese es otro asunto- el impulso nacional les hace buscar un enemigo común.
Ya no puede ser Estados Unidos y el manido imperialismo yankie porque no son sólo Estados Unidos los que atacan, ya no puede ser el monstruo capitalista, que en el mundo musulman nunca fue el enemigo, porque ellos no tienen nada en contra del sistema capitalista -no aparece ningún bosquejo ni siquiera lejano en El Corán ni en sus evoluciones ni desviaciones posteriores sobre algo parecido al comunismo económico, algo que, por otro lado si podría interpretarse de algunos textos evangélicos-, así que el único elemento común que se encuentran es la condición de Occidente cristiano. 
En un entono medieval, en el que el fanatismo religioso milenarista es moneda de cambio común y lleva a sus líderes y sus poblaciones incluso a enfrentarse entre ellos -chiies contra sumnitas-, el recurso al odio religioso es tan habitual que la cristianofobia prende como la polvora. 
El hecho de que los dos aciagos Bush inicien sus campañas contra Irak bajo el nombre de cruzada no ayuda. El hecho de que que el mismo papa que ahora llora amargamente en la misa del gallo por el aumento de la cristianofobia recite en un discurso incendiario en Ratisbona los males que ha traido el islam al mundo ayuda menos, el hecho de que los soldados estadounidenses de los campamentos en suelo irakí recen responsos y salmodien antes de iniciar sus operaciones de castigo sobre Tikrit, Basora, Mosul, Kirkuk, As Sulaymaniyah o Irbil no ayuda en absoluto.
En una sociedad medieval, dominada por el concepto teocrático y religioso de la existencia, no basta explicar la separación entre lo religioso y lo político. Hay que demostrarlo.
Cuando muchos paises condenan y rechazan abiertamente una guerra -por los motivos que sean, pero lo hacen-, cuando millares, sino millones, de ciudadanos en los paises participantes rechazan esa guerra por injusta e innecesaria, Roma no abre la boca. La lamenta pero la considera "necesaria".
No se desmarca del concepto de cruzada que imponen los Bush en sus discursos, de las declaraciones de Aznar sobre las disculpas que debería pedir El Islam a occidente, de las misas y oraciones del Cuerpo de Marines en las afueras de Bagdad, no denuncia ni critica que medio Occidente se ría de caricaturas sobre Mahoma -cuando si lo hace, por cierto, cuando unos cuantos cientos de personas contemplan una exposición que ella cree ofenciva para Cristo-. 
No se preocupa de demostrar que el cristianismo no tiene nada que ver con la guerra, con el ataque. Que es una casualidad. En Occiedente se entiende. Pero en una sociedad medievalizada por el poder absoluto, no; en un mundo controlado por el fanatismo religioso, no; en unas tierras manipuladas por  la recuperación intencionada de una historia en la que el cristianismo sí llevó la sangre a los zaguanes de sus casas para que sus guerreros se bañaran en ella y expiaran sus culpas, no se entiende en absoluto.
Para nosotros es algo olvidado, inaplicable. Pero las sociedades de esas zonas viven aún en ese medievalismo -en parte, sólo en parte, porque nuestros intereses han impedido su evolución hacia otras formas de organización-. Para ellos está a la vuelta de la esquina.
Roma y la curia vaticana con el ínclito inquisidor a la cabeza olvida que es bueno para ellos separar la guerra de su concepto de Occidente Cristiano y enciende -con otros muchos factores que no le son achacables- la mecha de la cristianofobia en el mundo musulmán. Así que el mediavalismo, el fananismo religioso, la necesidad de aglutinamiento ante un enemigo común y la equivocada actitud de Roma son los principales factores de eso. El resultado: crisitanos muertos en Siria, en Irak, en Irán Perseguidos en Palestina por Hamas, en Egipto por el mismo Mubarak, al que occidente mantiene en el poder contra el islamismo, etc, etc, etc.
Pero en cuestión de cristianofobia eso no es lo importante. Al menos para Roma, al menos para Joseph Ratzinger.
continuara...

domingo, diciembre 26, 2010

Unos pocos nos han cambiado el mundo -¡Enhobuena, ya somos Bertolt Brecht!-

La profética no es mi estilo. El recurso a alegrarse del apocalipsis en mitad del fuego del Armagedom y gritar sonriendo "¡el mundo se va a pique, pero yo tenía razón"!, supone creer a pies juntillas que tú vas a ser salvado de esa quema por ese simple y casual don profético. Yo no seré salvado -ni ganas que tengo-, así que no quiero ser profeta.
Hoy, mientras nosotros tiramos de Alcaselser y comida sana para limar nuestros excesos de noches pretéritas, el mundo ha cambiado. Mientras aprovechamos el día de fiesta adiconal para lucir nuestras galas recibidas, nuestros perfumes regalados, nuestras corbatas reiteradas, el mundo ha seguido cambiando.
Mientras aprovechamos la jornada para olvidar que somos capaces de celebrar el nacimiento de alguien a quien tres décadas después nuestro egoismo y nuestro miedo -y, en parte, su locura- clavaron en una cruz, el mundo ha terminado de cambiar.
Es posible que no nos importe. Es más que probable que no nos afecte. Pero eso no hace que no haya cambiado.
En un abrir y cerrar de ojos, el mundo en el que cree y confía la Civilización Atlántica ha cambiado de color, como lo hacen las luces de los árboles navideños, como lo hace la espuma del cava, como lo hace el hermoso papel de los regalos al marchitarse olvidado en la basura.
El mundo ha cambiado y sólo han hecho falta para ello un puñado de seres.
Hugo Chavez ha mandado al carajo el sistema democrático, la sacrosanta frase de que la democracia es el mejor de los sistemas posibles. Y no le han hecho falta ni violentos alzamientos militares, ni oscuras conspiraciones en la sombra, ni pérfidas maquinaciones internacionales.
Lo ha hecho con luz y táquigrafos, lo ha hecho anunciándolo en programas televisivos en prime time y en discursos infinítos. Lo ha hecho ante nuestros propios ojos, ante nuestros propios oídos. Ante nuestra propia indiferencia.
De un sólo plumazo ha dejado fuera de juego a los paranoicos antimilitaristas, a los furibundos profetas del ruido de sables, de la militarización, de la toma armada del poder.
La Ley Habilitante le da plenos poderes -o sea todo el poder- y le permite presentarse a la reelección por seis años más. Le convierte en dictador y es legal, y es democrática. Y es culpa nuestra.
Nicolas Sarkozy se ha cargado de un plumazo a la Vieja Europa y sus viejos valores y no le ha hecho falta una conspiración corporativa, unos oscuros tratados secretos que no conocen ni siquiera aquellos que los firman. Lo ha hecho ante la Asamblea Nacional, delante de los diputados, ante Antenne 2. Lo ha hecho bajo la bandera tricolor de los tres lemas. Lo ha hecho sin necesidad de recurrir al mítico SAS ni a la esquiva SDECE.
En la Asamblea ha dinamitado la liberté, forzando a la población a vestir como él quiere que vistan, en El Elisio ha derruido la egalité, instaurando diferentes castigos para el mismo delito, dependiendo del origen del delicuente. Y en la Cancillera, con un simple cable diplomático, se ha cargado la fraternité, anunciando que prefiere un mundo en el que proliferen las armas nucleares, mientras Francia tenga las suyas, en lugar de un mundo en el que nadie tenga armas nuecleares.
Con un sencillo pestañeo y unas cuantas rúbricas ha dejado más allá de toda posibilidad de reacción a los teóricos de las desnuclearización, a los eternos manifestantes antiglobalización y a los más acérrimos defensores de la conspiración paranoica del Club Bilderger y los amos del mundo encubiertos.
A Sarkozy No le ha hecho falta nada de todo eso. Sólo sus diputados, sus votos y sus leyes. Y ha sido legal y ha sido democrático. Y ha sido culpa nuestra.
Silvio Berlusconi se ha encargado de eliminar la división de poderes -incluido el cuarto poder- y no le han hecho falta ayudas mafiosas, asesinatos encubiertos, Operaciones Gladio -de esas que antaño rompieron las huelgas italianas en los años cincuenta del siglo pasado-. Ha creado la nueva ley de medios, ha desprestigiado y procesado a jueces y magistrados y ha desacreditado a la oposición.
No le ha hecho falta recurrir a los maletines porque ha comprado votos en directo ante las cámaras de su imperio mediático para mantenerse en el poder cuando la mayoría de Italia no le quería en él. No ha necesitado firmar pactos secretos y besar manos mafiosas porque ha cambiado la ley para que no se le pueda juzgar por sus desmanes económicos, por sus trampas financieras ni por sus depravaciones personales.
Ha dejado fuera de rango y entendimiento a los antifascistas porque los fasciós no recorren las calles de Roma; a los adalides de la mano negra mafiosa porque Napoles, Sicilia, Corcega y Calabria siguen igual que antes y no ofrecen sus recortadas y sus extorsiones al servicio del gobierno de Berlusconi.
Y Silvio lo ha hecho en el Quirinal, así que es legal. Y lo ha hecho en el Parlamento, así que es democrático. Y lo ha hecho transmitido en directo a través de Mediaset. Así que es culpa nuestra.
Pero claro nosotros no podiamos saberlo ¿o sí?
Nosotros no podiamos haber visto que la democracia se deshacia ante nuestros ojos. Que se pervertía y se descomponía. Nosotros no podiamos verlo cuando se amañó la democracia en Argelia para evitar que el FIS accediera al poder que los sufragios le habían dado; no podiamos percibirlo cuando se permitió -y se permite- que Mubarak amañe el sistema en Egipto por el bien de la estabilidad en la zona, cuando  Violeta Chamorro, hace casí eones, cambió las leyes para impedir que los sandinistas se presentaran a los comicios y estos le devolvieron la moneda cinco años después. 
No podiamos mirar cuando en Forida votaron los muertos, cuando en España se cambian los tribunales constitucionales en virtud de la ley que se quiere hacer pasar por su tamiz, cuando en Alemania se cambia el sistema electoral para que el Este, mas numeroso y ex comunista no tenga más peso electoral que el Oeste, cuando se permite que se haga un referendum de independencia en Macedonia o en Kosovo con hombres armados por la calle que sólo defienden un resultado. Cuando en nuestra tierra se sacraliza la discriminación de un sexo en virtud de la memoria o la venganza histórica.
No podiamos verlo no porque no fuera evidente sino porque, presos de nuestros propios miedos y nuestras inseguridades, estabamos mirando en los lugares equivocados.
En conspiraciones para derribar las Torres Gemelas, en temibles planes para adormecer a la población desde aviones fumigadores o en la creación de enfermedades mortales para controlar la número de seres humanos sobre la faz de La Tierra  o para beneficiar a las empresas farmaceúticas.
Eso los menos. Los que se empeñaron en mirar pero lo hicieron en la dirección equivocada. Obviando que todo estaba ante sus ojos, buscaron en otra parte, en zonas aparentemente oscuras, la explicación. Querían mirar, pero no quisieron cambiar su forma de mirar.
Los otros, los más, simplemente no miramos. Mantuvimos nuestros ojos fijos en nuestras nóminas, nuestras hormonas, nuestros complejos y nuestros placeres. Y vinieron a por nosotros.


«Primero se llevaron a los judios, pero como yo no era judio, no me importo.
Despues se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importo. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero, tampoco me importo. Mas tarde se llevaron a los intelectuales,pero como yo no era intelectual, tampoco me importo. Despues siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importo. Ahora vienen por mi, pero es demasiado tarde.»

Ayer, cuando agotabamos lo últimos polvorones y los últimos chupitos, cuando se supone que no tendríamos que estar pensando en esto, cuando Maximo mataba y moría por un emperador loco y Jordan Colier, el bendito Jordan Colier, retaba por enésima vez a la humanidad a lidiar con los 4.400, dos personas, de las que no se supone que tengan que pensar en esto, de las que no se supone que esto debería importarles, me lo hicieron ver.
Dos personas que tienen el vicio de pensar aunque no sea obligatorio y el vicio de razonar aunque no sea imprescindible, me demostraron que ni siquiera esta cita sirve para nosotros, los democratas que hemos dejado morir la democracia y vemos como el mundo ha cambiado antes incluso de que cambie el año. 
Lo que hace trágica la cita de Brecht no es la muerte de los judíos, ni de los comunistas, ni de los obreos, ni de los intelectuales, ni siquierea de los curas. Lo que hacé trágica la cita de Brecht es que no somos capaces de ver la injusticia, no nos importa, hasta que no nos llega a nosotros. Nadie considera su elusión como un error si el mal no le alcanza.
Lo que nos hace trágicos a nosotros es que ya han venido a por nosotros y no nos ha importado.
Así que, disfrutamos de nuestros regalos y olvidemos que el mundo ha cambiado y la democracia ha muerto. Cuando sea necesario se nos facilitará alguien a quien echarle la culpa. Alguien que no seamos nosotros por, supuesto.
Pese a Brecht, para la autocomplacencia y la autojustificación nunca es demasiado tarde.

viernes, diciembre 24, 2010

Quizás aún siga vivo.

Quizás no os hayáis olvidado aún a vosotros mismos
quizás no os hayáis quedado sin moveros, tranquilos,
practicando entre voces y acordes, entre risas y gritos,
el arte de morir cada día fingiendo que estáis vivos.
Quizás aún sois humanos. Quizás yo siga vivo.

Quizás aún no os hayáis armado, no os hayáis acallado.
Aún no hayáis decorado el rostro con el frío,
aún no hayáis despreciado lo nuestro por lo mío.
Quizás aún no os habéis cansado, quizá os habéis agotado
de desplazar por siempre la vista del mundo hacia el ombligo.
Quizás aún sois humanos. Quizás yo siga vivo.

Quizás aún no os habéis calmado, no os habéis enredado.
Quizás  aún no os habéis recubierto de vuestro propio olvido 
de la mirra asesina que nos llena de luces el vacío,
del incienso podrido del orgullo mil veces enconado,
del oro de los necios que ilumina las sombras el hastío
Quizás aún sois humanos. Quizás yo sigo vivo.

Quizás aún no os habéis herido, no os habéis enrocado.
Quizás aún no habéis hecho de vuestro alma un remedo
impropio, inoportuno, silencioso, en esencia acabado.
Quizás aún no habéis elegido  la piel como destino,
como escudo infinito. Quizás aún no os ha importado un bledo.
Quizás aún no os lo habéis negado, perdido y decidido.
Quizás aún no habéis empedrado el corazón de miedo
Quizás aún sois humanos. Quizás yo siga vivo.

Quizás aún no habéis renunciado, aún no os habéis rendido.
Quizás no habéis corrido entre luces brillantes y ruido ensordecido
eligiendo presentes que os simulan la vida, que os esconden el alma,
que os hacen receptores de aquello que no fue concebido.
Quizás aún no habéis aceptado los regalos que ya han sido elegidos.
Perfumes que os muestran atracciones, vestidos que os callan las alarmas
Quizás aún sois humanos. Quizás yo sigo vivo.

Quizás ya os habéis encerrado en el sordo silencio de un tranquilo latido,
ya os habéis rescatado las almas de pírricos quehaceres,
ya habéis reconocido que la elección es dar y no exige permiso
y no aferra alegrías, y no firma sonrisas y no augura placeres.
Quizás ya recodáis que vivir es vivir.
No reír, no llorar. No gozar, no sufrir.
Quizás ya recordáis que vivir es vivir. No fingir que has vivido
Mas me temo que no, pues yo no sigo vivo.

Quizás hoy celebréis que nací si es que acaso lo hice.
Y quizás vuestra triste memoria os recuerde mi muerte.
Quizás hoy, recodéis que yo, loco, ido o incluso iluminado,
no morí por vosotros, por algo que ya me hubierais dado.
Mi elección fue mostrar un camino,
aunque no fuera dios, aunque no fuera cristo,
incluso aunque fuera un pobre enajenado.
Mi elección fue deciros a gritos que os habíais perdido.
Deje que me mataran para deciros hoy que estáis equivocados.
Que puede hacerse eso. Que se tiene que dar sin haber recibido.
Quizás ya lo entendáis y esto sea tan sólo un legado baldío.
Y mañana, aunque sólo sea mañana, yo pueda seguir vivo.
Aunque no sea Dios, aunque no haya vivido.




jueves, diciembre 23, 2010

La redundancia como arma de la SGAE

Este post va a ser corto, muy corto, ínfimo si se compara con cualquiera de los castigos que os he hecho sufrir en estas endemoniadas páginas.
En 2004 se vendieron en España 206 millones de cds vírgenes -no tengo cifras más recientes porque, como otras muchas han dejado de publicarse ¿por qué será?-. Si, como referencia, multiplicamos esa cifra por la media arítmetica del canon digital pagado por los cds -0,17 para los normales y 0,22 para los regabables. O sea que la media sería 0,20-, nos da un total de 41.200.000 de euros.
En 2008 se vendieron en España 138 millones de soportes de DVD vírgenes - esta es más fiable porque es más cercana y viene de ASIMELEC, la patronal de la electrónica en España. Si repetimos la operación con los 0,50 euros que se paga de media de canon en estos soportes -0,40 en los normales y 0,60 en los regrabables-, nos da la cifra de 69.000.000  euros.
Eso nos da la suma de 41.200.000 + 69.000.000. O sea 110.200.000 euros.
Esta es la cifra aproximada, 110 millones de euros que la SGAE recibe sólo por el canon sobre los soportes vírgenes. Sin tener en cuenta lo que recibe por las memorias USB, las copiadoras, las grabadoras, los discos externos, las fotocopiadoras y las impresoras. Que, según estimaciones de ASIMELEC, hace subir la cifra a casi 125.000.000 euros anuales -aunque ellos solamente reconocen 90 millones-.
A esto hay que sumar la recaudación real -no figurada como es el canon- por derechos de autor y demas conceptos. Total 320 millones de euros en 2009.
Y ahora mi pregunta es la siguiente ¿no son suficientes esos 320 millones de euros para pagar los rendimientos de autor a aquellos que tienen derecho a ello? ¿es necesaria además la lay antidescargas?
Y la respuesta es sencilla. Puede que la ley antidescargas sea justa. Puede que tengan razón y haya que cerrar esas páginas, pero, mientras exista el canon digital, no creo que sea correcto hacer las dos cosas. sería una redundancia. Y la ley no puede ser redundante. Es un principio universal.
Veamos, yo reconozco que la mafia rusa tiene controlada digamos mallorca -es un decir- y, como sé que no les puedo desalojar de allí, establezco un canon en todo lo que se vende a través de las empresas legales de esas mafias, que luego reparto entre sus habitantes para compensarles de los perjuicios que esa mafia y mi inutilidad como gobernante les provoca.
Pero repentinamente, en una operación relámpago de la Interpol, la mafia rusa es desalojada de su idílico asueto en la isla. ¿Debería seguir recaudando y pagando el canon en compensación por su presencia?
Si el canon compensa a los autores de los beneficios que pierden por la copia privada  -o sea las descargas- luego no se pueden cerrar esas páginas para que los autores no pierdan los derechos de esas copias privadas. Los autores ya han sido compensados por ello con el canon.
 Los autores no pierden por la existencia de esas páginas porque la publicidad que ellas reciben no la recibirían los autores si esas páginas no existieran. O se les compensa por sus pérdidas o se impiden sus pérdidas. No se pueden hacer las dos cosas.
Si se establece la política de cerrar páginas y de impedir la descarga privada, considerándola un delito, como pide a gritos -como siempre hace él- el ínclito Sabater, habrá que eliminar el canon, porque se supone que el Estado no puede asumir la compensación previa por un delito que habría impedido con la nueva Ley de Descargas. Sería redundante y por tanto incoherente. Los autores recibirián dos veces el mismo beneficio.
Es cierto que la Ley de Descargas la ha tumbado el desgaste político de un gobierno que, una vez más no ve la realidad. pero en un estado ideal la hubiera tombado la lógica formal más elemental. O una cosa o la otra. Que los autores elijan.
¿Hace dos días un ministro clama contra los privilegios inasumibles de un colectivo y ahora una ministra pretende que se establezca el privilegio de que los autores reciban dos veces pago por el mismo concepto? O una cosa o la otra. Que los ministros elijan.
Y yo también soy autor y me lo considero. Aunque no músico, eso sí.

miércoles, diciembre 22, 2010

Escondidos tras los ojos de nuestro Avatar -The War after Wikileaks-

Alguien que sabe de muchas cosas, porque tiene el maldito defecto de pararse a pensar en casi todo, escribió en su espacio reservado del vacío que vincula que nos habíamos precipitado sin querer en la guerra del siglo XXI.
No le faltaba razón -como casi siempre-, pero me veo obligado a matizarle -también como casi siempre-. No nos hemos precipitado en la guerra del siglo XXI. El siglo XXI se ha arrojado, sin pensarlo y sin saberlo, en los brazos de la guerra de siempre.
Cambian los campos de batalla, cambian las armas, cambian posiblemente los contendientes, las alianzas y las estrategias. Pero la guerra es la misma de antaño. La misma que combatieron Wellington y Napoleón, Pompeyo y César, Rommel y Montgomery. Pese a lo que parezca, es la misma guerra porque el objetivo es el mismo, el premio es idéntico y  los mecanismos son absolutamente iguales.
Puede que la guerra del siglo XXI se dirima en las redes virtuales, se combata en los servidores seguros y se arme con bots cibernéticos, programas espía, troyanos y saltaclaves que ejecutan ciegamente y sin posibilidad de sedición ni deserción las órdenes de sus generales. Pero el objetivo es el mismo: la victoria, no la paz. El premio es idéntico: la riqueza, no el reparto. 
Y los mecanismos son absolutamente iguales: el control y el dinero, no el convencimiento y la justicia.
Pero he de darle la razón a aquellos que afirman que es una nueva guerra, no sólo en la forma sino en el fondo. En esta se utiliza una herramienta radicalmente diferente. No es Internet -guerrear en las lineas de flotación económica del enemigo no es nada nuevo, intentar controlar el flujo de información no es nada sorprendente, recurrir a la propaganda no es, ni mucho menos, una idea original-.
El arma que ha cambiado la guerra en este siglo es el Avatar.
El avatar perimite actuar en múltiples frentes no sólo con estrategias distintas, no sólo con armas diferentes, sino con objetivos radicalmente opuestos, con principios absolutamente divergentes entre sí. El avatar ha hecho absolutamente innecesaria la mentira, la ocultación, las operaciones encubiertas. El avatar nos lanza a la guerra total.
Así, el gobierno de los Estados Unidos puede votar hoy -y probablemente aprobar- una ley que obliga a los proveedores de conexión a no discriminar los contenidos de sus competidores en su ancho de banda.
Y puede hacerlo en defensa de la libre competencia, de la transparencia, del beneficio de los usuarios. Puede hacerlo sin pudor porque para ello utiliza un avatar diferente al que ha dibujado para bloquear el acceso de Wikileaks a Amazon y a AOL, al que ha movido para sacar a Assange de Paypal, al que ha activado para que su Fuerza Aérea -¡¿qué tendrá que ver la fuerza aérea con todo esto?!- persiga y derribe sistemáticamente los servidores espejo privados que albergan los contenidos de la ya tristemente famosa página de filtraciones diplomáticas.
El mecanismo es sencillo. Creo tantos avatares como necesite, me sitúo tras de ellos y los utilizo en las diferentes operaciones como si fueran combatientes distintos, ejércitos diferentes. Nadie puede criticarlo, nadie puede oponerse. Internet lo permite e Internet debe ser libre ¿no?
Eso permite al gobierno de Obama utilizar un avatar para criticar -física y virtualmente- el férreo control de la disidencia y de sus contenidos que China ejerce sobre Internet, la nueva legislación que Hugo Chávez -¡quién diría que Chávez sabría siquiera lo que es Internet- impone en la red venezolana en beneficio de su poder y de su ego. Le permite hacer todo eso sin caer en contradicción  ideológica alguna con la persecucion, el acoso y el derribo de Wikileaks. Son avatares diferentes. Asunto concluido.
Eso permite al místico  dictador bolivariano -hace tiempo que ya es un dictador, aunque use un avatar diferente- airear a los cuatro vientos los papeles del Cablegate que dejan la imagen diplomática de Estados Unidos a la altura del betún. Y hablar de la represión capitalista y toda la lista de jeringoncias que se le ocurren en sus eternos discursos y sus infumables espacios televisivos, mientras diseña una ley de control de Internet para que la libertad de Internet no le cause a él los mismos problemas con la oposición. Avatares diferentes, estrategias diferentes, principios diferentes. No hay problema.
Eso permite a los mulahs y allatolahs iraníes subirse cada viernes a los púlpitos para clamar contra el diablo occidental, cercenar el acceso de su población a la información y los contenidos del vacío que vincula y utilizar conexiones de banda ancha y velocidad satelital -¡que hermosa palabra sudamericana, satelital!- para difundir cortinas de humo y montajes de vídeo en formato avi de alta resolución sobre sus falsos juicios, sus medievales condenas y sus salvajes lapidaciones. De nuevo, el avatar cambia de rostro y el contendiente cambia de bando a voluntad.
La guerra del Avatar posibilita, en este nuevo siglo que lo seguirá siendo hasta dentro de mucho tiempo, cambiar de estrategia y de principios a voluntad.
Hace posible que Israel exija a servidores suizos y belgas que no alberguen páginas islamistas o que cierren enlaces de revisionistas alemanes y austriacos que niegan la innegable realidad del exterminio nazi. Y lo hace mientras se queja de que las comunidades musulmanas de Francia y Holanda pidan idéntico trato con las páginas del sionismo europeo, que les califican como perros o raza de vagos y que manipulan El Corán -como si no lo manipularan ya demasiado algunos de los que dicen creer en él- y grita ¡Antisemitismo! cuando esos gobiernos les escuchan.
Los distintos avatares hebreos -como los estadounidenses, los chinos, los iraníes, los españoles o los venezolanos- pueden cerrar a voluntad cualquier página en los territorios palestinos porque llama a la Guerra Santa pero tremolan la libertad de contenidos en la red para mantener abiertas páginas y blogs de ex combatientes que explican como se debe humillar a los árabes o que mantienen que hay que disparar a las mujeres embarazadas para conseguir dos objetivos de un sólo disparo y, además, venden on line camisetas con ese constructivo lema.
El uso del avatar como unidad de combate en la guerra del Siglo XXI permite que China presente una protesta formal ante la Organización Mundial del Comercio porque los servidores estadounidenses no aceptan sus parámetros de seguridad y sus procesos de identificación en las compras por Internet, enarbolando la libertad de La red.
Y mientras obliga a los buscadores a cercenar cadenas enteras de búsqueda en sus motores y cierra sitios web a mayor velocidad -que ya tiene mérito, por cierto- de lo que la disidencia es capaz de crearlos.
Y en España no nos quedamos atrás. Somos más burdos -aunque es difícil ser mas burdo que Chávez en algo-, más rudimentarios, pero también nos hemos puesto al día con los avatares.
Nuestro comando de avatares hace posible que mientras González Sinde clama por una ley de descargas en el Congreso de los Diputados, en aras de los derechos de los autores -inalienables, según parece-, de la justicia de la Red y de la transparencia de la economía virtual, otros avatares de la misma unidad táctica se paseen por la red española y se pasen por el arco del triunfo esa libertad de la red.
Se dediquen a ir  descolgando informes comprometedores del Instituto Reina Sofía, negando el acceso general a las páginas del Instituto Nacional de Estadística  para evitar que alguien pueda descubrir que determinadas políticas y estandartes tienen, por decirlo de alguna manera, una tendencia desmesurada y enfermiza a no mostrar la auténtica dimensión de los hechos. Sinde y las damas de Igualdad son avatares diferentes. No tiene importancia.
Pero, perdonadme, soy un tradicional, lo reconozco.
En asuntos de guerra no puedo evitar seguir en los esquemas antiguos. Esos esquemas en los que la guerra era cosa de los ejércitos, de los gobiernos, de los países. El siglo XX -el viejo siglo XX- nos demostró que no, que no es eso. Que los actores de la guerra tienden a ser también, sino son exclusivamente, las corporaciones, los bancos y todos aquellos que no combaten, que no arriesgan nada, pero se benefician de todo.
Los avatares también han cambiado eso. Ahora la guerra es algo individual.
¿Por que no me sorprende que hasta la guerra se haya convertido en algo individual, en algo que no tiene nada que ver con los demás, en algo que sólo nos afecta a nosotros, a nuestros intereses y nuestros avatares, por supuesto?
Y ese avatar individual es lo que nos permite cambiar de bando continuamente, sin pudor, sin remordimientos. Los estados y las empresas todavía tienen algo que explicar, pero nosotros ¿Quién tiene derecho a pedirnos a nosotros explicaciones de nuestros actos?
Eso permite que el hacker que envía un avatar a luchar contra el poderoso guerrero cibernético estadounidense o contra el de los bancos suizos para defender el maltrecho honor de Wikileaks tenga un enlace al final de la página en el que solicita donaciones para mantener su guerra que se cobran a través del enemigo, o sea de Paypal.
Eso es lo que hace posible que el cibercombatiente, que tremola la bandera de la libertad contra el avatar de González Sinde y sus descargas o contra el mastodóntico control que las autoridades de Pekin, tenga su dirección desviada a través de once servidores proxi que, curiosamente, están radicados en Shangai y se aprovechan del hecho de que China niega el acceso a la red a las autoridades occidentales.
Y además tenga el saldo de los beneficios de la publicidad de su página en una cuenta cifrada y secreta en una de las perversas entidades financieras helvéticas que se han participado con luz y taquígrafos en la crucifixión pública de Assange y su Wikileaks.
La impunidad del avatar hace posible que el que exige la absoluta libertad en Internet y acusa a los gobiernos de venderse a los intereses de las corporaciones digitales en el comercio electrónico, tenga su página de cracks y de descargas cuajada de publicidad de las principales compañías porno de la red -las más fuertes del espacio virtual- y se queje amargamente cuando alguien envía contra su página un bot que le impide recoger tranquilamente a través de AdSense el fruto de sus clicks publicitarios.
Pues va a ser que mi amigo -aunque probablemente matizará todo lo que he escrito, sino está radicalmente en contra, que para eso, y no para otras cosas, están los amigos que lo son- va a tener razón. La guerra ha cambiado.
Si los avatares han cambiado el ocio y el negocio, han cambiado la comunicación y la ilusión de que esta existe y han cambiado hasta el amor y su ausencia, ¿cómo no habrían de cambiar la guerra?
Seguimos buscando dinero y control, seguimos ansiando riqueza y poder, pero ahora lo hacemos combatiendo todos contra todos. Sin escudos, sin Estados, sin alianzas estables, sin ejes firmados, sin ententes cordiales. Sin firmas ni corporaciones.
Y vamos a esa guerra armados con el arma universal de nuestros infinitos avatares, escondidos tras una imagen manga, un logo molón, una ilustración gótica o una foto aparente. Sin principios, sin reglas de compromiso. Sin Convención de Ginebra.
La Guerra del Siglo XXI es la primera Guerra Universal del Avatar. La primera en la que, pese a que combatimos todos , nadie puede ganar.

martes, diciembre 21, 2010

A Lot of Bad Women -y una ley perversa-

El 19 de diciembre de 2010 el marido de Yolanda N.N entró en su domicilio, sito en la localidad manchega de Porzuna, y, tras una fuerte discusión, asestó varias puñaladas a su mujer que le ocasionaron la muerte, que fue certíficada por los servicios médicos del Hospital Provincial de Ciudad Real varias horas después.
Estos son los hechos del caso y son irrefutables. Pero...
¿Quien mató a Yolanda?. Mas allá de análisis, de comentarios y de explicaciones, sólo hay una respuesta. Su marido ¿Donde? En Porzuna ¿Cómo? A cuchilladas.
¿Por qué la mató? Las adalides de la violencia de género dirán que porque era mujer; las defensoras de la androfobia más acérrima dirán que porque era hombre. Yo diría que porque estaba loco -cualquier persona que haga daño voluntariamente a alguien a quien dice amar es para mi un desequilibrado peligroso-. Un juez, un jurado y un tribunal responderán, dentro de unos meses, a esa pregunta en forma de sentencia, si creemos en la justicia.
Y, como diría el fiscal cinematográfico: estos son los hechos del caso y son irrefutables.
Y ahora nos lamentamos de que el sistema, diseñado para la protección de mujeres en la situación en la que estaba Yolanda, no haya funcionado. Las plumas del progresismo en prensa e Internet acusan con tristeza al fiscal de no hacerla caso, a dos juezas de ignorarla, a la Guardia Civil de minimizar sus denuncias.
Y tienen razón en hacerlo. Resulta lógico que se quejen de que una denuncia, una situación de peligro, no haya sido detectada, haya sido ignorada hasta permitir que se convierta en una irrecuperable tragedia.
Y esto nos obliga a hacer la gran pregunta. Sabemos quien, sabemos cuando, sabemos como, sabemos donde, pero no sabemos porqué. Así que tenemos que empezar de nuevo desde el principio.
¿Quien mató a Yolanda?
A Yolanda la mató la mujer santanderina que acusó a su marido de golpearla con el palo de una escoba de forma sistemática y luego, tras tres días de juicio y meses de proceso, reconoció en la vista oral que se lo había inventado. Y tuvo cómplices.
En el asesinato de Yolanda fue colaboradora necesaria la jienense que se inventó de un plumazo diez años de violaciones y de malos tratos, toda una vida de control inhumano y de agresiones para vengarse de un litigio de tierras entre su esposo y su padre. Fue cómplice anterior al hecho la murciana que acudió al domicilio de su ex marido, le golpeó en la cara el brazo y los genitales, le produjo lesiones y luego se fue a la comisaria más cercana a poner una denuncia por violencia de género, que mantuvo ocupado al sistema judicial durante más de dos meses. Se convirtió en coautora intelectual la concejala  Manuela Moreno que, comprensiblemente harta de no conseguir desalojar al PP del Ayuntamiento de Chiclana -yo también lo estaría-, se inventó unas amenazas de género de uno de sus ediles, paralizando la actividad corporativa, creando un clima de tensión social extrema para nada  y Juana Capurro que, como Delegada municipal de la Mujer, la apoyó, incluso cuando la sentencia judicial le quitó la razón.
¿Cuando mataron a Yolanda?
A Yolanda la mataron en junio, cuando la Junta da Andalucía concedió acogida a una mujer que estaba acusada de presentar falsas denuncias continuadas de malos tratos y estuvo dispuesta a pagar la fianza económica para cubrir los daños y perjuicios que había causado a su ex pareja por estas reiteradas falsas acusaciones. A Yolanda la asesinaron en enero, cuando la salmantina M.T -curiosamente de ella no se sabe ni el nombre y nadie pide una lista pública para estos casos- intentó hacer pasar una vieja herida de un accidente por una secuela de la violencia machista y obligó a su ex pareja a arrastrase por 20 juzgados, después de estar alejado ocho meses de su vivienda sin haber cometido delito alguno.
El asesinato de Yolanda se produjo a principio de año, cuando una gaditana consiguió que durante dos años un hombre inocente no pudiera acercarse a sus hijos por un denuncia de unos malos tratos, que no pudo cometer porque ni siquiera estaba en la ciudad y que, era tan falsa, que ni siquiera se recurrió ante el tribunal superior en su sentencia absolutoria por la supuesta víctima.
Yolanda fue acuchillada el pasado día 8, cuando un hombre ingresó en un hospital tras caer derrumbado ante los juzgados por una huelga de hambre en la que reclama que se le conceda la custodia compartida que se le niega, porque su ex pareja ha presentado denuncias de malos tratos, incluso de los días en los que estaba frente al juzgado día y noche con su reclamación a la vista de jueces, fiscales y magistrados.
Yolanda murió en noviembre en Avilés, en diciembre en Alicante, en febrero en Valencia.
Fue apuñalada ocho veces en marzo en Moncada, fue rematada en abril en Jaén, se ensañaron con ella, apuñalando su cadáver hasta veinte veces, en mayo en Bilbao, descuartizaron su cuerpo en una veintena de pedazos en julio en Sevilla.
Yolanda fue víctima de homicidio en agosto en Madrid, en septiembre en Tenerife y en octubre en Logroño. Llevan asesinando a Yolanda todo el año y desde hace muchos años. Quizás demasiados.
Los mismos medios que ahora, tras la muerte de Yolanda, escriben "El fiscal podría haber llamado a cualquiera de los vecinos de la joven asesinada, o a los servicios sociales del Ayuntamiento de Porzuna o a la asociación de discapacitados en la que colaboraba, todos ellos testigos de su miedo, pero lo consideró innecesario y concluyó que no procedía ni protección ni alejamiento"; los mismos que ahora se preguntan cómo es posible que el juez y el fiscal no preguntaran a los vecinos, que la Guardia Civil no les interrogara, son los que no se han hecho esa pregunta ante las detenciones, las noches en los calabozos de hombres que luego eran absueltos. Son los que entonces no se preguntaron como es posible que, en un sistema democrático y de derecho, la policia se vea forzada a detener sin testigos, sin interrogatorios, sin pruebas. Con la única palabra de alguien a quien hay que creer por el simple motivo de que posee una configuración cromosomática determinada.
Esos mismos medios son los que han aceptado sin rechistar la política oficial de que no existen falsas denuncias de malos tratos, esos mismos medios son los que no han estallado en carcajadas cuando un informe del Consejo General del Poder Judicial mantiene que en todo el año sólo ha habido tres denuncias falsas, cuando solamente en este post ya hay dieciséis y las que quedan -aunque tengo una cierta facilidad para la búsqueda en Internet, he de reconocerlo, apenas me ha llevado media hora-.
Esos mismos medios de comunicación que han minimizado en breves de páginas interiores estas noticias para no alterar sus grandes portadas de Violencia de Género con anuncio del 016 en el faldón inferior, se preguntan ahora como es posible.
Que ¿como mataron a Yolanda?
La mataron agarrándole del pelo y arañándole mientras conducía, poniendo en peligro su vida y la de su hijo hasta que tuvo que dar un manotazo que hizo sangrar la nariz a su ex pareja y la permitió acusarle de malos tratos. La agredieron  golpeando su rostro contra la quicio de una puerta y consiguiendo así fingir un maltrato y alejar a un padre de su hijo. La asesinaron cuando se hicieron cortes con un cutter para simular la tortura sistemática de un hombre que ni siquiera vivía en su casa. La mataron secuestrándola durante días y exigiéndole dinero a cambio de ocultar supuestas lesiones por malos tratos que eran producto de una pelea en la que ella también había agredido a su pareja. La acuchillaron acusando de prevaricación a un juez por cambiar un régimen de visitas para que un anciano pudiera llevar a su nieto a las procesiones de Semana Santa. Simplemente porque es un juez que mantiene que existen numerosas denuncias falsas.
Así que, ahora que volvemos a saber como, cuando y donde mataron a Yolanda, deberíamos poder preguntarnos de nuevo por qué.
Y la respuesta se antoja evidente. Yolanda ha muerto porque 131.000 denuncias, erróneas, malintencionadas o desafortunadas -por no caer en el concepto legal de falsa denuncia en el que se ampara el sistema para ocultar todas las otras- saturan las mesas de los agentes del orden, los archivadores de los agentes judiciales y los sitiales de los magistrados.
Yolanda ha muerto porque el sistema se empeña en no depurar el problema que supone que del total de las sentencias -que incluyen insultos, amenazas y hasta respiraciones fuertes, en algunos casos, no lo olvidemos- más de un 35 por ciento son absolutorias, lo que significa que -resultando bastante difícil concebir que alguien cometa un error a la hora de identificar a su pareja o ex pareja- la denuncia no se correspondía con la realidad de los hechos.
Yolanda ha muerto porque un buen número de egoístas, vengativas, desaprensivas, incapaces de soportar la frustración de que no se les consienta todo y dispuestas a vivir a costa del sudor de otros toda su vida, han obligado a los jueces a pasar por encima de muchos casos, a las fuerzas del orden a escuchar permanentemente mentiras y falacias, han saturado el sistema, obligando a pasar por alto situaciones que, de otra manera, no se dejarían sin investigar.
Yolanda ha muerto porque la mentira se ha instalado en los medios de comunicación, porque la manipulación del engrandecimiento de las cifras ha permitido textos como este:
En total, en todos los órganos competentes en el ámbito de la violencia de género (Juzgados de Violencia sobre la Mujer, Juzgados de lo Penal y Audiencias Provinciales) se dictaron 15.023 sentencias penales. De ellas, el 60,4 por ciento fueron condenatorias (9.071) y el 39,6 por ciento, absolutorias (5.952).
Yolanda ha muerto porque se obvia el hecho de que ese total de condenas no supone un 75 por ciento, sino un 60. Porque no se explica el dato de dónde van a parar el resto de las 142.000 denuncias que se presentan al año. Porque nadie quiere contar que lo que no se juzga por lo penal, se juzga por lo civil, porque los magistrados consideran probado el hecho de que hubo agresiones mutuas, es decir una pelea. No un maltrato.
De modo que, conociendo al final los porqués de la muerte de Yolanda podemos, al fin, volver al principio y responder a la pregunta de ¿quién mató a Yolanda?
Y, por concluir con la misma paráfrasis cinematográfica con la que empecé:
Les presentarán datos cercenados y cambiados, intentarán deslumbrarles con términos de supuesta apariencia psicológica como síndrome de resignación adquirida, de supuesto calibre científico como tendencia agresiva masculina o de apariencia sociológica como reminiscencias machistas intrínsecas e incluso es posible que intenten meter en el saco a algunas juezas y fiscales en la esperanza de que, la apariencia de incorrección, les haga ganar puntos ante ustedes.
Realizaran todo tipo de juegos de manos con los números y los datos y es posible que hasta pretendan hacer responsables de este hecho a todos los varones del país y del universo conocido. No lo van a lograr, pero va a ser entretenido.
Pero al final, ni toda la magia del mundo podrá apartar sus ojos del hecho real y fehaciente de que Yolanda N.N está muerta y de que su marido y todas estas mujeres la mataron.
Estos son los hechos del caso. Y son irrefutables.

Lo pensado y lo escrito

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