martes, diciembre 21, 2010

A Lot of Bad Women -y una ley perversa-

El 19 de diciembre de 2010 el marido de Yolanda N.N entró en su domicilio, sito en la localidad manchega de Porzuna, y, tras una fuerte discusión, asestó varias puñaladas a su mujer que le ocasionaron la muerte, que fue certíficada por los servicios médicos del Hospital Provincial de Ciudad Real varias horas después.
Estos son los hechos del caso y son irrefutables. Pero...
¿Quien mató a Yolanda?. Mas allá de análisis, de comentarios y de explicaciones, sólo hay una respuesta. Su marido ¿Donde? En Porzuna ¿Cómo? A cuchilladas.
¿Por qué la mató? Las adalides de la violencia de género dirán que porque era mujer; las defensoras de la androfobia más acérrima dirán que porque era hombre. Yo diría que porque estaba loco -cualquier persona que haga daño voluntariamente a alguien a quien dice amar es para mi un desequilibrado peligroso-. Un juez, un jurado y un tribunal responderán, dentro de unos meses, a esa pregunta en forma de sentencia, si creemos en la justicia.
Y, como diría el fiscal cinematográfico: estos son los hechos del caso y son irrefutables.
Y ahora nos lamentamos de que el sistema, diseñado para la protección de mujeres en la situación en la que estaba Yolanda, no haya funcionado. Las plumas del progresismo en prensa e Internet acusan con tristeza al fiscal de no hacerla caso, a dos juezas de ignorarla, a la Guardia Civil de minimizar sus denuncias.
Y tienen razón en hacerlo. Resulta lógico que se quejen de que una denuncia, una situación de peligro, no haya sido detectada, haya sido ignorada hasta permitir que se convierta en una irrecuperable tragedia.
Y esto nos obliga a hacer la gran pregunta. Sabemos quien, sabemos cuando, sabemos como, sabemos donde, pero no sabemos porqué. Así que tenemos que empezar de nuevo desde el principio.
¿Quien mató a Yolanda?
A Yolanda la mató la mujer santanderina que acusó a su marido de golpearla con el palo de una escoba de forma sistemática y luego, tras tres días de juicio y meses de proceso, reconoció en la vista oral que se lo había inventado. Y tuvo cómplices.
En el asesinato de Yolanda fue colaboradora necesaria la jienense que se inventó de un plumazo diez años de violaciones y de malos tratos, toda una vida de control inhumano y de agresiones para vengarse de un litigio de tierras entre su esposo y su padre. Fue cómplice anterior al hecho la murciana que acudió al domicilio de su ex marido, le golpeó en la cara el brazo y los genitales, le produjo lesiones y luego se fue a la comisaria más cercana a poner una denuncia por violencia de género, que mantuvo ocupado al sistema judicial durante más de dos meses. Se convirtió en coautora intelectual la concejala  Manuela Moreno que, comprensiblemente harta de no conseguir desalojar al PP del Ayuntamiento de Chiclana -yo también lo estaría-, se inventó unas amenazas de género de uno de sus ediles, paralizando la actividad corporativa, creando un clima de tensión social extrema para nada  y Juana Capurro que, como Delegada municipal de la Mujer, la apoyó, incluso cuando la sentencia judicial le quitó la razón.
¿Cuando mataron a Yolanda?
A Yolanda la mataron en junio, cuando la Junta da Andalucía concedió acogida a una mujer que estaba acusada de presentar falsas denuncias continuadas de malos tratos y estuvo dispuesta a pagar la fianza económica para cubrir los daños y perjuicios que había causado a su ex pareja por estas reiteradas falsas acusaciones. A Yolanda la asesinaron en enero, cuando la salmantina M.T -curiosamente de ella no se sabe ni el nombre y nadie pide una lista pública para estos casos- intentó hacer pasar una vieja herida de un accidente por una secuela de la violencia machista y obligó a su ex pareja a arrastrase por 20 juzgados, después de estar alejado ocho meses de su vivienda sin haber cometido delito alguno.
El asesinato de Yolanda se produjo a principio de año, cuando una gaditana consiguió que durante dos años un hombre inocente no pudiera acercarse a sus hijos por un denuncia de unos malos tratos, que no pudo cometer porque ni siquiera estaba en la ciudad y que, era tan falsa, que ni siquiera se recurrió ante el tribunal superior en su sentencia absolutoria por la supuesta víctima.
Yolanda fue acuchillada el pasado día 8, cuando un hombre ingresó en un hospital tras caer derrumbado ante los juzgados por una huelga de hambre en la que reclama que se le conceda la custodia compartida que se le niega, porque su ex pareja ha presentado denuncias de malos tratos, incluso de los días en los que estaba frente al juzgado día y noche con su reclamación a la vista de jueces, fiscales y magistrados.
Yolanda murió en noviembre en Avilés, en diciembre en Alicante, en febrero en Valencia.
Fue apuñalada ocho veces en marzo en Moncada, fue rematada en abril en Jaén, se ensañaron con ella, apuñalando su cadáver hasta veinte veces, en mayo en Bilbao, descuartizaron su cuerpo en una veintena de pedazos en julio en Sevilla.
Yolanda fue víctima de homicidio en agosto en Madrid, en septiembre en Tenerife y en octubre en Logroño. Llevan asesinando a Yolanda todo el año y desde hace muchos años. Quizás demasiados.
Los mismos medios que ahora, tras la muerte de Yolanda, escriben "El fiscal podría haber llamado a cualquiera de los vecinos de la joven asesinada, o a los servicios sociales del Ayuntamiento de Porzuna o a la asociación de discapacitados en la que colaboraba, todos ellos testigos de su miedo, pero lo consideró innecesario y concluyó que no procedía ni protección ni alejamiento"; los mismos que ahora se preguntan cómo es posible que el juez y el fiscal no preguntaran a los vecinos, que la Guardia Civil no les interrogara, son los que no se han hecho esa pregunta ante las detenciones, las noches en los calabozos de hombres que luego eran absueltos. Son los que entonces no se preguntaron como es posible que, en un sistema democrático y de derecho, la policia se vea forzada a detener sin testigos, sin interrogatorios, sin pruebas. Con la única palabra de alguien a quien hay que creer por el simple motivo de que posee una configuración cromosomática determinada.
Esos mismos medios son los que han aceptado sin rechistar la política oficial de que no existen falsas denuncias de malos tratos, esos mismos medios son los que no han estallado en carcajadas cuando un informe del Consejo General del Poder Judicial mantiene que en todo el año sólo ha habido tres denuncias falsas, cuando solamente en este post ya hay dieciséis y las que quedan -aunque tengo una cierta facilidad para la búsqueda en Internet, he de reconocerlo, apenas me ha llevado media hora-.
Esos mismos medios de comunicación que han minimizado en breves de páginas interiores estas noticias para no alterar sus grandes portadas de Violencia de Género con anuncio del 016 en el faldón inferior, se preguntan ahora como es posible.
Que ¿como mataron a Yolanda?
La mataron agarrándole del pelo y arañándole mientras conducía, poniendo en peligro su vida y la de su hijo hasta que tuvo que dar un manotazo que hizo sangrar la nariz a su ex pareja y la permitió acusarle de malos tratos. La agredieron  golpeando su rostro contra la quicio de una puerta y consiguiendo así fingir un maltrato y alejar a un padre de su hijo. La asesinaron cuando se hicieron cortes con un cutter para simular la tortura sistemática de un hombre que ni siquiera vivía en su casa. La mataron secuestrándola durante días y exigiéndole dinero a cambio de ocultar supuestas lesiones por malos tratos que eran producto de una pelea en la que ella también había agredido a su pareja. La acuchillaron acusando de prevaricación a un juez por cambiar un régimen de visitas para que un anciano pudiera llevar a su nieto a las procesiones de Semana Santa. Simplemente porque es un juez que mantiene que existen numerosas denuncias falsas.
Así que, ahora que volvemos a saber como, cuando y donde mataron a Yolanda, deberíamos poder preguntarnos de nuevo por qué.
Y la respuesta se antoja evidente. Yolanda ha muerto porque 131.000 denuncias, erróneas, malintencionadas o desafortunadas -por no caer en el concepto legal de falsa denuncia en el que se ampara el sistema para ocultar todas las otras- saturan las mesas de los agentes del orden, los archivadores de los agentes judiciales y los sitiales de los magistrados.
Yolanda ha muerto porque el sistema se empeña en no depurar el problema que supone que del total de las sentencias -que incluyen insultos, amenazas y hasta respiraciones fuertes, en algunos casos, no lo olvidemos- más de un 35 por ciento son absolutorias, lo que significa que -resultando bastante difícil concebir que alguien cometa un error a la hora de identificar a su pareja o ex pareja- la denuncia no se correspondía con la realidad de los hechos.
Yolanda ha muerto porque un buen número de egoístas, vengativas, desaprensivas, incapaces de soportar la frustración de que no se les consienta todo y dispuestas a vivir a costa del sudor de otros toda su vida, han obligado a los jueces a pasar por encima de muchos casos, a las fuerzas del orden a escuchar permanentemente mentiras y falacias, han saturado el sistema, obligando a pasar por alto situaciones que, de otra manera, no se dejarían sin investigar.
Yolanda ha muerto porque la mentira se ha instalado en los medios de comunicación, porque la manipulación del engrandecimiento de las cifras ha permitido textos como este:
En total, en todos los órganos competentes en el ámbito de la violencia de género (Juzgados de Violencia sobre la Mujer, Juzgados de lo Penal y Audiencias Provinciales) se dictaron 15.023 sentencias penales. De ellas, el 60,4 por ciento fueron condenatorias (9.071) y el 39,6 por ciento, absolutorias (5.952).
Yolanda ha muerto porque se obvia el hecho de que ese total de condenas no supone un 75 por ciento, sino un 60. Porque no se explica el dato de dónde van a parar el resto de las 142.000 denuncias que se presentan al año. Porque nadie quiere contar que lo que no se juzga por lo penal, se juzga por lo civil, porque los magistrados consideran probado el hecho de que hubo agresiones mutuas, es decir una pelea. No un maltrato.
De modo que, conociendo al final los porqués de la muerte de Yolanda podemos, al fin, volver al principio y responder a la pregunta de ¿quién mató a Yolanda?
Y, por concluir con la misma paráfrasis cinematográfica con la que empecé:
Les presentarán datos cercenados y cambiados, intentarán deslumbrarles con términos de supuesta apariencia psicológica como síndrome de resignación adquirida, de supuesto calibre científico como tendencia agresiva masculina o de apariencia sociológica como reminiscencias machistas intrínsecas e incluso es posible que intenten meter en el saco a algunas juezas y fiscales en la esperanza de que, la apariencia de incorrección, les haga ganar puntos ante ustedes.
Realizaran todo tipo de juegos de manos con los números y los datos y es posible que hasta pretendan hacer responsables de este hecho a todos los varones del país y del universo conocido. No lo van a lograr, pero va a ser entretenido.
Pero al final, ni toda la magia del mundo podrá apartar sus ojos del hecho real y fehaciente de que Yolanda N.N está muerta y de que su marido y todas estas mujeres la mataron.
Estos son los hechos del caso. Y son irrefutables.

1 comentario:

Anónimo dijo...

a ese no lo meteran a un psiquiatrico, ese tio va a tragar carcel hasta que se muera. tiempo al tiempo. si hubiese sido al reves y fuese el el muerto otro gallo cantaría, pero así...

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