Discutir a estas alturas la vinculación religiosa de nuestro gobierno sería tan inútil como cambiar de tumbona en el Titanic.
Lo ha demostrado por activa y por pasiva hasta la extenuación y sobre todo el ámbito de la Educación. En una confusión teológica que les lleva a mezclar enseñanza con conversión y aprendizaje con evangelización, han tirado y siguen tirando por la calle de en medio.
Ellos, que defienden -todavía con la boca pequeña- un golpe de Estado allende nuestra cultura por la necesidad de laicismo, atacan ese concepto cada día con su reforma educativa y su nueva asignatura de religión.
Pero además demuestran que, en contra de lo que afirman, apoyados en los sermones de sus amigos purpurados, ejercen un ataque frontal contra lo que dicen defender a capa y espada: contra la libertad religiosa, contra la libertad de creencia.
Porque la libertar religiosa incluye, aunque a ellos no les guste, la libertad a no tener religión. Y han abierto un frente en el que pretenden combatir ese concepto, dinamitarlo, hacerlo desaparecer de la faz de su gobierno. Y ahora ese frente está en el pueblo madrileño de Arroyomolinos.
El Ayuntamiento de Arroyomolinos, una población de 25.000 habitantes, tiene centros de secundaria privados. Hasta ahí resulta sorprendente pero podría justificarse de muchas maneras.
Por el poder adquisitivo de las urbanizaciones que lo rodean, por la lejanía del pueblo de Móstoles, la ciudad más grande del entorno o por cualquier otra cosa. Podría explicarse de muchas maneras antes hasta que llegó la necesidad de ahorrar para cubrir el desastre que han generado algunas entidades financiaras.
El colegio Sol y Nieve lleva cuatro años reclamando el concierto, esa modalidad que según el Partido Popular garantiza "la libertad de elegir de esos padres". La Comunidad de Madrid dice que no cumple los requisitos y se lo niega. No dice qué requisitos incumple para que el colegio pueda ajustarse, no presenta el resultado de ninguna inspección. Durante cuatro años se enroca en esa decisión sin justificar.
Son los mismos cuatro años que lleva recibiendo ese concierto el otro colegio privado, Los Arenales, que parece ser que sí cumple los requisitos. Los cumple aunque existía una ley central que impedía subvencionar a los centros con enseñanzas segregadas por sexos. Pero dicen que los cumple.
Ya hemos descubierto que el Sol y Nieve no es religioso y que Los Arenales sí, ¿verdad?
De modo que niego el concierto al no religioso y se lo doy al religioso, incumpliendo le propio principio que me he inventado de que la educación concertada debe "garantizar el derecho a la libre elección de los padres".
La libertad religiosa desaparece si el ejercicio que haces de ella es no tener religión.
Alguien dirá que les lleven al colegio o al instituto público. Esa podría ser la solución. Lo público cubre la enseñanza no religiosa y lo concertado la religiosa -o la basada en cualquier otra ideología, se supone, aunque nunca hayan dado un concierto a una escuela rabínica, por ejemplo-.
Pero no es así. Arroyomolinos no tiene plazas públicas suficientes de educación secundaria. Lleva tres años sin tenerlas.
Se supone que la solución es construir otro instituto público y a eso se pusieron en su día. Pero la Comunidad de Madrid lleva dos años con las obras paralizadas. No tiene presupuestos, ha decidido recortar en esa construcción para cuadrar sus nepotistas cuentas.
Y la solución que se plantea es el mayor ataque a la libertad religiosa desde la toma de Albí, desde la noche de San Bartolomé, desde el bautismo a manguerazo y espada en el cuello de los rendidos nazaríes.
En lugar de terminar el instituto público, en lugar de otorgar el concierto al colegio que lleva doce años funcionando y cuatro reclamando el concierto, el Ayuntamiento de Arroyomolinos cede una inmensa parcela por la que sacaría unos buenos rendimientos si la vendiera -Arroyomolinos tiene dentro de su término municipal un inmenso complejo comercial y de ocio, llamado Xanadú, que incluye pistas de nieve artificiales- para que se construya un segundo colegio religioso al que asegura el concierto.
Y es entonces cuando los que no quieren aprender religión, los que no quieren educar o educarse bajo el ideario cristiano se convierten en parias. Como los judíos sin patria por culpa de sus creencias, como los mozárabes expulsados por culpa de su "infidelidad", un centenar de alumnos cuyos padres han perdido la libertad de elegir una enseñanza sin religión se ven obligados a enviarlos a Móstoles para que estudien una enseñanza que por propia definición es obligatoria.
Si no quieres a dios en tú vida ni en la de tus hijos tendrás que pagar el transporte -que ya se han recortado las becas para eso-, tendrás que obligarte a mandar a tus hijos a estudiar a varios kilómetros de distancia con los gastos e inconvenientes que ello reporta. O eso o pagar un colegio privado, mientras que los que abrazan la fe del dios de la zarza y su mesías tendrán subvenciones concierto y comodidad.
La libertad de creencia agoniza. Sucumbe boqueando a manos de aquellos que la estrangulan mientras dicen hablar en su nombre.
Esa libertad que se ideó en contra de los que pretendían imponer una fe, no en contra de los que no la tenían, ha sido manipulada a tal extremo que ahora se convierte en el escudo tras el que se refugia el mal vil de los intentos de imponer una creencia.
La próxima vez que un obispo hable del gobierno egipcio de los Hermanos Musulmanes recordémosle Arroyomolinos; la próxima vez que nos hable de los cristianos coptos recordémosle los cien estudiantes transformados en nómadas por negarse a hincar la rodilla ante su dios.
No es la asignatura de religión, no son los crucifijos en los colegios. Este es el auténtico ataque a la libertad religiosa. Una libertad que no podemos permitir que se apropien aquellos que no creen en ella para justificarse.
La próxima vez que nos hablen de libertad religiosa llamémosles cien veces embusteros, cien veces fariseos, cien veces inquisidores. Tantas veces como alumnos no pueden ejercitar su derecho a no ser religiosos. La libertad religiosa es nuestra aunque, o precisamente porque, no tenemos religión alguna.
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