Es muy nuestro eso empezar por criticar a los extranjeros. No es que siempre tengamos razón pero hay cosas patrias que resulta difícil evitar.
Así que, cuando nos anunciaros los que habían sido elegidos para repartirse los 400 millones de uros que supondrá el negocio de poner en el mercado la sanidad y la salud de los madrileños, comenzamos por torcer el gesto y arrugar la frente ante la presencia de HIMA, un grupo puertorriqueño que se presentó -y al que se le adjudicó- la gestión de dos hospitales.
No era para menos porque el individuo que lo dirige, Joaquín Rodríguez, ha dado sin que nadie se las pida suficientes muestras de que tiene el mismo sentido de la ética profesional que un auxiliar ostrogodo de la legión el día antes del saqueo de Roma por los bárbaros.
Pero sus competidores patrios no se quedan atrás.
Ribera Salud es otra de las adjudicatarias que, misteriosamente, pujo por otros dos hospitales distintos evitando la concurrencia, que, misteriosamente, hizo una rebaja de un céntimo de euro por paciente sobre la oferta de la Consejería para quedarse con el contrato y que, también misteriosamente, se ha beneficiado repentinamente del "error" en la redacción del pliego de condiciones para acceder a la concesión que ha hecho descender en un 90 por ciento la cantidad de dinero necesaria como aval para recibir el contrato -insondables misterios, mire usted-.
Solo con esas tres circunstancias arcanas coincidentes ya sería suficiente para dudar de la honestidad, la ética profesional y empresarial y la transparencia de Ribera Salud como para tener la mosca tras la oreja.
Pero ahí no queda la cosa.
Resulta que su jefe de Unidad de Desarrollo de Negocio y Calidad, o sea el que ha pujado, el que ha calculado que le puede ahorrar la inmensa cantidad de un céntimo de euro por paciente a la Comunidad de Madrid, se llama Antonio Burgueño Jerez.
¿Nos suena eso de Burgueño, verdad?
Nos suena al ideólogo aznarista de la sanidad privatizada. Al que, desde el Partido Popular, decidió acometer una experiencia piloto que demostraría a España y al mundo -que para Aznar el mundo siempre era lo más importante- la perfección de su idea de colocar nuestras vidas en el mercado empresarial.
Pues este Burgueño es hijo de ese Burgueño. Y da la casualidad de que Ribera Salud fue la encargada, junto con Adeslas, de llevar a cabo esa experiencia pionera que salvaría nuestras vidas y mejoraría nuestra salud gracias a la privatización de la gestión de los hospitales.
O sea, que ya en su origen, Ribera Salud comienza bien. Comienza compartiendo un contrato con un tufo nepotista que apenas deja respirar con Adeslas, donde curiosamente el otro Burgueño, el padre, había impulsado el Modelo Alzira. La empresa del padre y la empresa del hijo. Curiosa hermandad para el desastre.
Lo mismo que Cospedal y su mancebo con Capio en Castilla La Mancha, lo mismo que Huemes en Madrid. Lo mismo que HIMA y Joaquín Rodríguez en Puerto Rico
Quizás por eso el PP le premió como el cargo de Director de Hospitales de la Comunidad de Madrid y le mando por el mundo a decir cosas como pagar 50 euros por visita haría la sanidad más "entrañable" a poner como ejemplo la gestión privada de la Sanidad en Estados Unidos, un país en el que tuvo que promulgarse una ley federal para que los hospitales no dejaran morir en las puertas de sus urgencias a quienes no tenían seguro médico o a afirmar que el modelo Alzira demostraría el verdadero alcance de la gestión privada de la sanidad pública.
Y lo demostró con creces. En dos años llevó a la quiebra al hospital, fue incapaz de gestionarlo, convirtió el Hospital La Ribera de Alzira en un erial.
De modo que la Comunidad de Madrid le otorga la gestión de dos hospitales a una empresa que ya ha demostrado ser incapaz de gestionar un hospital público, que ya ha demostrado que, pese al apoyo de una de las entidades financieras más sólidas del país, cuando no cuadran los números pone pies en polvorosa y se dedica a otra cosa mientras carga con el agujero que su mala gestión ha generado al erario público del que ha estado cobrando religiosamente por hacer algo que no hacía: gestionar bien un hospital.
Y eso no es todo. De hecho no es ni siquiera el principio.
¿Quien tiene el 50 por ciento de Ribera Salud?, quien acompañaba a La Caixa en su aportación financiara. Estamos sentados. De verdad, sentémonos.
Bankia, ni más ni menos que Bankia.
A mes de junio de 2013 Bankia poseía el 50 por ciento de Ribera Salud.
La empresa está soportada por un banco intervenido por el Estado pero Lasquetty le concede la gestión de dos hospitales.
Ribera Salud sacará los recursos necesarios de una entidad financiera que es propiedad del Estado, que se nutre del dinero del Estado y del dinero del famoso rescate bancario. Y Lasquetty permite pujar a una empresa en esas circunstancias. No solo lo permite sino que parece incluso amañar la concesión en su favor. Una empresa que funciona como si fuera privada pero que no lo es porque el dinero que recibe desde dentro es público y desde fuera también.
Si obtengo beneficios me los quedo, si no saco el dinero de lo que me da Lasquetty por ser de los suyos o de lo que recibo del Estado a través de Bankia, cuyo dinero es público y no ha sido entregado para eso.
Nepotismo en los apellidos, nepotismo en la financiación, nepotismo se mire en la dirección en la que se mire para adjudicar dos hospitales a una empresa que ya ha demostrado que ni siquiera puede gestionar uno.
De nuevo la política, la ética y la estética de cojo el dinero y corro. La dinámica de exprimo dinero del Estado por todos las vías posibles para favorecer a los míos a mis camaradas y a mis socios de negocio, que luego me lo devolverán de alguna manera.
HIMA, Ribera Salud, tanto nos da. De nuevo nos toca guardar un catafalco debajo de la cama. Aunque esta vez esté adornado con la bandera rojigualda. Que te maten los de casa debe consolar más que que vengan del caribe a matarte.
Aunque, visto lo visto. Parece que no.
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