Hay seres y estares que son incapaces de salir de sus obsesiones, de borrar de sus mentes sus pesadillas, sus ancestrales rivalidades, sus enemigos atávicos. Y eso les transforma en el paradigma del ridículo, les convierte en una imagen tan dantesca como lo sería la de un ejecutivo preocupado porque un tiranosaurio le devorara en mitad de Wall Street.
Javier Fernández-Lasquetty es uno de esos individuos. Ha demostrado con creces su capacidad para ponerse en el ridículo más absoluto, el que nace del desconocimiento y de la más profunda falta de ética de gobierno -y personal, es de temer-. Pero ahora ha rizado el rizo.
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid le paraliza la privatización de seis hospitales, su producto estrella, aquel por el cual quiere convertir a la Sanidad Pública en una suerte de teletienda para sus socios y amistades y Lasquetty y el gobierno autonómico que representa recurren.
Hasta ahí normal. Pero lo que le hace ridículo, lo que le convierte en un personaje digno del teatro del absurdo de Ionesco, es el argumentario sobre el cual asienta la defensa pública de ese recurso. Para empezar porque "el PSM no tiene legitimidad para pedir la suspensión".
Ya estamos de nuevo. Para Lasquetty, como buen político del PP, lo importante es quedar por encima del PSOE, la vida se reduce al agrio y anquilosado enfrentamiento entre las dos formaciones políticas mayoritarias. No hay nada más allá de ese campo de justas en el que los dos partidos que hasta ahora han sido los más votados elección tras elección -pero que pueden dejar de serlo en cualquier comicios- han transformado nuestra sociedad, nuestro país, nuestro futuro.
Como si decir ante los micrófonos y las cámaras "los otros son tan malos como nosotros -o lo hubieran sido si estuvieran en el poder- le justificara de toda acción. Como si el ciudadano tuviera que conformarse, como hace la cuidadora del recreo de una guardería, con la más infantil de las justificaciones a un acto que supone el "otros niños también lo hacen".
Sería patéticamente humorístico sino fuera trágico.
No hay desperdicio ni en una da les frases de Lasquetty. Afirma que el PSM "no tiene legitimidad procesal para hacerlo al no ser un perjudicado directo ni parte interesada en el proceso". Ignora que el PSM no firma la demanda, ignora que sus abogados han evitado esa posibilidad al hacer firmar el recursos a seis diputados a título personal que residen en las zonas de influencia de los hospitales. Lasquetty no tiene reparos en demostrar que desconoce todas las leyes procesales de este país o que si las conoce, las ignora en cuanto las siglas PSM nublan su visión.
Tiene su lógica para el consejero. Si las leyes no las ha hecho el PP no deben de ser buenas.
Pero ahí no acaba la cosa. De repente el consejero de Sanidad tiene un ataque de emotividad democrática. O al menos eso parece.
Acusa a sus rivales políticos -los únicos que le importan, al menos- de "intentar que los tribunales le hagan el trabajo que corresponde al ámbito político y que debía haber hecho en la Asamblea de Madrid y en el debate público".
Él, que pertenece al partido genovita que ha llevado a los tribunales leyes sobre el matrimonio homosexual, sobre el aborto, sobre la asignatura de religión. Que ha instrumentalizado asociaciones de víctimas para presentar demandas y recursos contra todo aquel que no tenía la misma visión que ellos de la lucha contra el terrorismo, que ha denunciado ante los tribunales a quienes querían dialogar políticamente con los abertzales, a quienes querían dejar de subvencionar la enseñanza segregada por sexos, ahora afirma que los tribunales no son el sitio para hacer política.
De repente cree en las acciones políticas, de repente cree en el debate público.
Después de ignorar decenas de mareas blancas en contra de las privatizaciones, después de hacer pasar una y otra vez el rodillo de su mayoría absoluta por encima de los grupos minoritarios en la cámara madrileña. Ahora reclama acción política y debate público.
Pretende dar una patina de antidemocracia -ya sabemos que la estrategia general es que todo aquel que esté en contra del PP, está en contra de la democracia por definición- a que alguien recurra a los tribunales en contra del Gobierno -no muy diferente, por cierto, de lo que hace la Junta de Andalucía con sus ERE- en la esperanza de que recurrir a los tribunales parezca algo torticero.
Reclama acción política después de imposibilitarla, de negarse a debatir las privatizaciones, de no aceptar ni una sola enmienda, de no convocar ni a una fuerza política para aceptar sus posibles sugerencias a la redacción del decreto. Después de afirmar que su mayoría absoluta era la única acción política válida ahora la reclama.
Reclama debate público cuando se ha negado a escuchar las mareas, de tirar al fondo del cajón sus propuestas, de desoír recursos, escritos y quejas de todo el colectivo profesional sanitario, de todos las asociaciones de pacientes. Tras acusar de antidemócratas a los que exigían ese debate, tras enviar a los antidisturbios contra las gentes profesionales de la sanidad, ahora afirma indignado que tenía que hacerse en un debate público.
Puede que los términos acción política y debate público suenen a democracia pero en los labios de Lasquetty son otra cosa. Algo muy diferente.
Son el intento desesperado de volver a llevar su privatización, su deseo de beneficiar a los propios a costa de perjudicar a todos a los ámbitos en los que puede hacerlo impunemente. Es una pataleta totalitaria que pretende devolver con su berrinche el asunto allá donde la mayoría absoluta de su gobierno le permite ignorar cualquier acción política y su ejercicio del poder le faculta para dejar pasar de largo el debate público por multitudinario que sea y por mucho que se exprese en su contra.
Y si alguien quiere contestar a estos argumentos que intente hacerlo sin recurrir a las siglas socialistas y a la defensa de patio de colegio de "ellos también son malos, seño". A ver si puede. Lasquetty ha demostrado que no, quizás le hagan un favor.
2 comentarios:
Muy bueno, diablo. Patético "Asqueti" y sus pataletas de niño rico mimado cuando ve que no se sale con la suya en el patio del cole (privado, claro).
Un saludo y sigue.
Muy bueno, diablo. Patético "Asqueti" y sus pataletas de niño rico mimado cuando ve que no se sale con la suya en el patio del cole (privado, claro).
Un saludo y sigue.
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