Una vez más lo estamos haciendo y no sabemos cuantas van ya.
De nuevo las andanadas visibles y sonoras que las idas y venidas de los dineros corruptos que circularon por Génova, 13 lanzan contra la misma línea de flotación de lo que hoy es nuestro país han levantado el humo suficiente como para ocultar las cargas de profundidad que el gobierno, sustentado, dirigido y formado por los "sobrecogedores" políticos del Partido Popular, han ido arrojando en el mar de fondo de nuestro futuro.
Mientras nosotros nos quebrábamos las falanges -las de los dedos, no las de la historia pretérita, que conste- golpeando el ratón con furia cada cinco minutos para contemplar la nueva declaración de Bárcenas, el nuevo documento gráfico de los apuntes corruptos o el siguiente sinsentido emitido, radiado o redactado por los implicados en ellas, el Gobierno y su ínclito ministro de Educación sacaba adelante la votación en el Congreso de la LOCME.
De nuevo hemos perdido el foco, la ocasión, el objetivo. De nuevo hemos dejado que sus problemas cobren más relevancia que los nuestros. Que su vida sea más importante que nuestro futuro.
Tras cuarenta y cinco minutos de anodina defensa, José Ignacio Wert puso a votación una ley que amenaza con transformar nuestro futuro en una vuelta a la servidumbre a través del analfabetismo funcional, en un retorno al nacional catolicismo, en una involución a los oscuros tiempos en los que el saber era un privilegio y la educación era un arcano misterioso.
Y nadie estaba allí.
Todos los políticos de la oposición que intervinieron afirmaron que ese día debería estar compareciendo Don Mariano, ese presidente nuestro que no habla ni por prescripción facultativa y no da explicaciones ni aunque la vida le vaya en ello -que es el caso-, por los papeles de Bárcenas.
¿De verdad creen que el futuro de toda una sociedad, la destrucción de expectativas de varias generaciones es menos importante que los dineros sobrecogidos en Génova?, ¿de verdad creen que sus calendaría políticos, sus cábalas electorales deben tener prioridad sobre la verdadera corrupción del Gobierno del Partido Popular, la que vende ciudadanos y servicios a quien quiera comprarlos?
De Bárcenas se podía hablar hoy, mañana, se hablará y se seguirá hablando mientras los tribunales y los papeles del encausado sigan desgranando cada una de las dádivas, de las irregularidades, de los latrocinios perpetrados al amparo de los muros genoveses.
Pero ayer era el debate sobre la LOCME, era nuestro día. Era el día de pelear por nuestro futuro.
Que Wert y sus secuaces no le den importancia a nuestro futuro no es algo que nos sorprenda. Que solo acompañen a Wert en el hemiciclo los ministros de Agricultura y Trabajo para apoyar una reforma educativa que pretende transformar a nuestros vástagos en braceros y peones mal remunerados es hasta lógico. Trágicamente lógico.
Pero el hemiciclo debería haber estado custodiado por nosotros, deberían haber tenido que votar escuchando cada segundo que estábamos en contra, que nos oponemos a ese futuro, que no queremos su evangelización en las aulas, su formación profesional de peonaje que oculte el fracaso escolar, su expulsión del sistema educativo de los que más dificultades económicas o docentes tengan. Que no queremos la segregación económica de las becas universitaria que obliga a la brillantez a los pobres y permite la mediocridad a los ricos.
Deberíamos haberles hecho saber que nos importa mucho más perder 22.000 profesores para nuestros hijos que sus sobres, que el hecho de que 70.000 de nuestros vástagos se queden sin estudios universitarios por falta de dinero nos resulta mucho más corrupto que cualquier dinero que puedan recibir bajo cuerda de un constructor, que nos parece más indignante que dejen centenares de colegios públicos venirse abajo, anegarse de barro, y caerse a pedazos que el hecho de que manejen sus dineros extras a espaldas de Hacienda en paraísos fiscales, que nos lleva a la nausea que dejen a los estudiantes sin comedor, sin transporte, sin libros y sin futuro con mucha más fuerza que todo el dinero negro, verde o gris que podamos encontrar en sus bolsillos y sus cuentas helvéticas.
Deberíamos haberles dejado claro que queremos que caigan por esa regresión educativa. Y por la venta de la Sanidad Pública, por la Dependencia, por la cultura, por la Ley Hipotecaria y los desahucios, por la gestión de los fraudes de las preferentes, por una reforma laboral que nos transforma en manufactureros chinos o hindúes.
Teníamos que haberles dejado claro que esas son las tablas que están construyendo su ataúd político. Puede que los dichosos sobresueldos de marras y los apuntes manuscritos sean los clavos que lo cierren, pero la corrupción social de la que la LOCME es uno de los mascarones de proa es lo que debe enterrarles.
Pero no lo hicimos. Nos dejamos engatusar por las andanadas de la otra corrupción, la de los dineros, mientras estallaba una de las minas de la auténtica corrupción, la del futuro.
¿Para eso se ha dejado la piel en las calles la comunidad educativa?, ¿para eso padres y profesores llevan meses clamando en el desierto?, ¿para eso rectores, catedráticos, profesores y estudiantes han encendido las aulas y los campus?, ¿para eso sindicatos profesionales y de alumnos, asociaciones de padres y órganos consultivos han estado dando batalla día y noche?
¿Para que ahora, el día de la votación -aunque esté perdida- Wert no escuche, no perciba, no sienta, la vergüenza que nos da que sea nuestro ministro de Educación, la repulsión que nos genera el modelo de educación y sociedad que nos quiere imponer?
¿Son los sobres de Bárcenas más importantes que todo eso?
Puede que a los políticos les importe más poner el foco en los oscuros caudales del Partido Popular porque les de más réditos a corto plazo, puede que ellos tengan que echar de cuentas para mociones de censura, reprobaciones y peticiones de dimisión, pero ese es su calendario. No el nuestro.
Tenemos que aprender que nosotros les marcamos el calendario a nuestros representantes, no a la inversa. En una lucha que se ha establecido en tantos frentes, tenemos que darnos cuenta de cuales son nuestras prioridades y de por qué lo son.
Tenemos que darnos cuenta de que el calendario es nuestro, las prioridades son nuestras y el futuro debe ser nuestro.
Y luego ya crujiremos al PP por sus malditos sobrecitos. Es de suponer que para la próxima habremos tomado buena nota.
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