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viernes, junio 23, 2017

El CETA, la globalización y una serie de catastróficas mentiras (yII)


El populismo, ese monstruo bicéfalo que se han inventado para poder amenazarnos con que nos devorará desde los dos extremos de la campana gaussiana de la ideología, es otro de los elementos que se manejan con fruición ne esto del CETA. 
Y más desde que ayer Pedro Sánchez anunciara que el grupo parlamentario del partido que de nuevo dirige -que ya no sé si ha dejado de ser el PSOE o a vuelto a serlo- no va a apoyar la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre Europa y Canadá.
"No apoyar el tratado es aliarse con los populismos", avisan, advierten o amenazan a Sánchez desde el PP, desde Ciudadanos y desde la Administración europea, en manos de partidos como el PP y como Ciudadanos.
De nuevo el reduccionismo. De nuevo la estrategia del saco compartido.
Aún aceptando la definición -que no es el caso-, no existen los populismos. No existen como conjunto, como unidad de destino en lo universal, que diría aquel que hacía otras unidades curiosas como el famoso "contubernio judeo-masónico". 
Porque los ideológicos del involucionismo nacionalista ultraconsevador -¿Tan difícil es llamar a las cosas por su nombre, que en ciencias políticas y sociología casi todas tienen uno? se oponen al CETA por puro proteccionismo económico, nacionalismo político y xenofobia social, en la esperanza de volver a un tiempo en el que sus países eran grandes y la riqueza y los beneficios se quedaban dentro de sus fronteras aunque no se repartieran.
Mientras, los representantes del rupturismo económico de izquierdas, se oponen al acuerdo porque está diseñado por y para las transaccionales, porque la eliminación de aranceles supondrá una disminución de impuestos que sacudirá las arcas públicas, haciendo imposible mantener la inversión social, porque fomentará la precarización del empleo para buscar la competitividad, porque aumentará los beneficios de las empresas pero no contribuirá a la redistribución de esos beneficios en inversiones productivas ni en los bolsillos de aquellos que son parte esencial de los mismos: los trabajadores de las empresas.
Los dos se oponen, cierto. Los dos buscan un sistema económico diferente, cierto. Pero eso no los convierte en una comunidad porque sus puntos de partida, sus objetivos y sus motivaciones son sustancialmente diferentes. 
De modo que meterlos en el mismo saco es una mentira y una manipulación del tamaño de la Pangea.
Y luego está lo del "populismo". Definirlos así para unificarlos es una estrategia para disimular otra realidad que no conviene que se tenga en cuenta. Lo que es el populismo de verdad.
Empecemos por la RAE
"Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares".
O sea que, por definición, todos los partidos políticos hoy en día son populistas. Las clases populares suponen la gran masa del electorado en cualquier país del Occidente Atlántico, en unas sociedades en la que la llamada otrora clase media tiende a la entropía y la desaparición.
Así que si no te atraes el voto de la clases populares no ganas las elecciones. Ergo, y por definición academica, todo partido es hoy en día populista.
Pero no cometamos el vicio de reduccionismo que tanto criticamos. Vayamos a la definición política.
"Clasificación otorgada a un conjunto de medidas tomadas por un gobierno o partido, siendo considerada una de las principales formas de demagogia. Entre sus principales características se encuentra el uso de las masas populares, mediante políticas engañosas que aparentan solventar y cambiar su situación de clase, cuando no hacen más que dar soluciones paliativas, en el mejor de los casos, con fin de obtener votos y perpetuarse en el poder"Antes de que me grite alguien, diré que esto lo dicen en Oxford. No me lo he sacado yo de la manga.
Vayamos por partes.
¿No es una política engañosa firmar un acuerdo de libre comercio que elimine aranceles sin informar de que ese descenso en los ingresos por impuestos tendrá que ser compensado de alguna manera? 
¿No aparenta solventar la situación (el desempleo) decir que el acuerdo fomentará la creación de empleo sin decir que ese empleo se creará con unos niveles salariales muy inferiores a los actuales y que no garantizarán la supervivencia de los asalariados?
¿No es demagogia...? ¡Espera, que estamos de suerte! De demagogia la RAE tiene una definición más amplia.
"2. f.- Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder".
¿No es demagogia decir que seguir la política de globalización aumentará los beneficios y con ello la inversión y los puestos de trabajo cuando en los últimos cincuenta años hay datos de la OCDE que demuestran que en todo el Occidente Atlántico eso no se produce, ya que los beneficios se invierten en especulación financiera y no en reinversión productiva?
¿No es demagogia decir que si no se apoya la globalización no se es democrata, apelando al atávico miedo de la población a los sistemas totalitarios y estalistas -bueno, al menos a los de izquierdas-?
¿No es halagar los sentimientos elementales de los ciudadanos -en este caso el orgullo nacional españolista- que el presidente del Gobierno afirme que "España haría el ridículo si no aprobara este tratado",como si tener buena imagen o no hacer el ridículo fuera más importante que el fondo del tratado?
¿No es demagogia afirmar que hay que firmar el CETA porque “Canadá es un país que tiene unos estándares en términos de respeto a la libertad, los derechos humanos, progreso económico o bienestar social muy similares a los de Europa", como si ese fuera el motivo de la oposición y no el impacto de la globalización en general en nuestra economía y en las libertades de todo el planeta, incluidos nosotros?
En fin, que esto de llamar populista a los que se se les oponen y acusarles de decir lo que la gente quiere oír es simplemente una cortina de humo para ocultar que son los que acusan los que realmente están haciendo esa política, ese populismo, esa demagogia.
Porque la gente quiere oír que ya hay brotes verdes que nos sacan de la crisis cuando en realidad esa supuesta recuperación no se nota en el 70% de los hogares españoles; que el rescate de los bancos no le costará un duro al contribuyente cuando le ha costado 60.613 millones de euros; que el aumento de los beneficios empresariales supone un aumento de la riqueza para todos cuando el índice de redistribución de esa riqueza, no supera el 1%; que se va a crear más puestos de trabajo cuando en realidad lo que suben son las contrataciones porque para cada puesto de trabajo se firman multitud de contratos parciales de días o semanas; que el sistema económico liberal capitalista es bueno y estable cuando lleva 50 años en crisis permanente y su necesidad de crecimiento constante hace necesario que cuente con la miseria de una buena parte de la población del mundo para que funcione a trompicones para la pequeña parte restante.
Porque la gente quiere oír que el CETA y la globalización son buenos y que ellos no son responsables de ese sistema injusto del que ni siquiera se van a beneficiar como sociedad.
Yo diría que, por pura lógica y reflexión, eso es populismo en estado puro.

El CETA, la globalización y una serie de catastróficas mentiras (I)

De nuevo la economía y la política. De nuevo ese esfuerzo por equipararlas, por hacer con ellas un totum revolutum en el que una concepción política sea indisoluble de la economía en la que se sustenta actualmente. 
Y el último ejemplo es el CETA, el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá, sobre todo desde que el PSOE recién estrenado por Pedro Sánchez -por segunda vez- ha decidido replantearse su postura ante él.
Este acuerdo, que elimina las barreras arancelarias al comercio europeo con el gigante americano, de nuevo sirve a los defensores del actual sistema para buscar semejanzas e identidades entre conceptos que no tienen ni las unas y las otras. 
El nuevo tratado les viene como anillo al dedo para expandir otras de sus ideas: la globalización es libertad y quien se oponga a la globalización se opone a la libertad. Uno de esos reduccionismos de titular y tweet de 140 caracteres que tanto le gusta consumir hoy en día al ciudadano occidental atlántico para anestesiarse contra su miedo al presente y al futuro.
Por supuesto, falso. La globalización es la liberalización de los mercados en escala planetaria, lo que solamente serviría para potenciar la libertad si existiera un gobierno que funcionaria a escala planetaria para corregir sus desviaciones y evitar sus excesos.
Mientras no exista, colocar globalización y libertad en la misma frase es casi un oxímoron, como lo es equiparar liberalización de los mercados a libertad. 
La globalización no es libertad para los esclavos en las minas de coltán y diamantes de varios países africanos; no lo es para las niñas que tejen algodón en Burkina Faso o Bangladesh, para las mujeres que trabajan en condiciones prácticamente de esclavitud en India, Marruecos, China, Vietnam, Turquía o Brasil; la globalización de los mercados no es libertad para los trabajadores de los pozos petrolíferos de Omán, Arabia Saudí o Nigeria, o para los cultivadores de café sudamericanos, o de cacao africanos.
Todos ellos trabajan para el beneficio de empresas occidentales atlánticas que utilizan la globalización para aumentar sus beneficios exponencialmente, en una demostración más que fehaciente de que la globalización lo que hace es enquistar un sistema económico en el que los recursos de las tres cuartas partes de la tierra sirven a duras penas para mantener el bienestar exigido por la civilización occidental atlántica y que se obtiene a costa de su miseria.
Y los habrá que digan que a ellos les da igual. 
Pero a esos inevitables observadores eternos de su propio ombligo habría que decirles que la globalización significa deslocalización de los medios de producción para conseguir mayores beneficios a través de la reducción de los costes laborales en países del tercer mundo; reformas del mercado del trabajo que harán descender una y otra vez sus sueldos para que "compitan" a la baja con los ofrecidos por sistemas como el chino, el hindú o el vietnamita; destrucción del sistema de permeabilidad social -fundamentalmente a través de la educación-, en un intento de forzar al mayor número de gente posible a mantenerse en las capas sociales sin formación específica para que se vean obligados a asumir ese mercado de trabajo semi esclavo...
Pero ellos leen liberalización y libertad en la misma frase y compran la falsa equiparación entre un concepto económico y un o político simplemente porque coinciden en varias sílabas.
Otro de esos falsos amigos que nos venden y que compramos por simple egoísmo y por el temor a reconocer que todo lo que teníamos seguro no lo es y que gran parte de lo que nos beneficia es flagrantemente injusto.
Y eso no es todo lo que órbita en torno al CETA. Hay mas

miércoles, junio 21, 2017

Macron, Francia y la regeneración o el continuo recurso a la inconsciencia

Francia. Una ves más Francia. El ejemplo casi eterno de lo bueno y lo malo, lo radical y lo moderado, la evolución y la regresión europea, lo vuelve a ser en estos días.
Emmanuel Macron, nuevo presidente de Francia, respaldado además por la mayoría absoluta más apabullante de la V República gala, fue con su victoria prácticamente elevado a los altares por aquellos que, por convicción, por interés o por pura ingenuidad, abogaban por eso de que el cambio dentro del sistema es posible, que era cuestión de regeneración y no de cambio, que las lacras que están infectando hasta consumirlo el sistema político y económico del Occidente Atlántico se deben a las personas, a las taras y vicios de unos pocos, no a la esencia del sistema en sí mismo. 
Rivera y su Ciudadanos, escindidos y agarrados al Partido Popular gobernante casi a partes iguales, enseguida se quisieron ver reflejados en el espejo de Macron y su partido. Si el francés había triunfado ellos lo harían. 
Los grandes partidos, los de siempre, aunque algo más recelosos, se colgaron de su europeismo a ultranza, de su capitalismo liberal económico innegociable, para ponerle de ejemplo contra los "populismos", esa bestia parda que se han inventado de la nada, que pretende unir en la misma galera a los que reman a favor y en contra de la libertad, a los que quieren sustituir el capitalismo y a los que quieren radicalizarlo hasta su esencia más cruel, a los pacifistas y a los belicistas... En definitiva, a todos los que quieran encontrar un nuevo sistema que les cambie los esquemas políticos y económicos en los que ahora se mueven con tanta comodidad.
Macron no había salido del sistema y había optado por la regeneración y el pueblo francés -porque a los franceses no les importa que se refieran a ellos como el pueblo, cosas de la Revolución Francesa y tal- le había apoyado. Y ese era el camino. Francia era el ejemplo. Hasta hace tres días.
Porque, igual que el ascenso de su gobierno ha sido meteórico, la demostración de la falsedad de su carácter ejemplificante ha sido igualmente veloz.
En tres días ha perdido cuatro ministros por corrupción, entre ellos ni más ni menos que el encargado de redactar la Ley de moralización de la vida pública, el equivalente más o menos a esa Ley de Transparencia patria que se perdió misteriosamente en el limbo.
Se puede decir que no son del partido de Macron, se puede decir que en otros gobiernos anteriores -tanto franceses como españoles- aunque les hubieran investigado no hubieran dimitido y recordar a Lagarde, Le Roux, Pasqua, Villepin e incluso los presidentes Chirac y Sarkozy.
Pero la realidad ese argumento será poco más que una excusa, que un paño caliente, para ocultar que en tan solo setenta y dos horas se ha convertido en realidad en ejemplo de todo lo contrario de lo que antes era.
En ejemplo de que el camino de la regeneración interna del sistema es una falacia circular de la longitud aproximada de la circunferencia de Júpiter.
Porque la regeneración del sistema es imposible. No porque Macron no la desee, no porque los políticos sean malas personas, sino simple y llanamente porque el sistema lleva impresos en sus genes esos defectos y vicios y regenerarlo no los elimina sino que los reproduce.
Y antes de que alguien se eche las manos a la cabeza preguntándose a gritos "¡¿Cómo va a llevar la democracia impresa la corrupción, el nepotismo, la explotación, la búsqueda del beneficio personal desde los cargos públicos en sus genes?!", intentaré explicarme.
Decir que el sistema en el que vivimos se resume en el sintagma "La democracia" es un reduccionismo banal y sin sentido.
El sistema occidental atlántico es un sistema de democracia representativa indirecta de listas cerradas que se sustenta en el capitalismo neo liberal como organización del sustrato económico, que tiene como fuente de esa organización los mercados financieros especulativos, y que se apoya en los principios filosóficos en la defensa parcial de los derechos individuales, el progreso personal y la competición económica y social.
Eso así, para empezar la faena. Y seguro que algo se me olvida. Pero claro,como eso no cabe en un tuit, en un eslogan ni en una pancarta, tiramos del reduccionismo positivista del "Estado democrático de derechos".
Pero en nuestro sistema esta la esencia de la corrupción porque los políticos viven alejados de la voluntad de los ciudadanos al no acercarse a ella nada más que cada cuatro años y de forma parcial; porque los partidos marcan las leyes, los nombramientos, los tiempos y los ritmos de esos políticos, así como sus caídas y ascensos, más que las urnas; porque el triunfo personal en toda la sociedad se mide por el enriquecimiento; porque el triunfo político depende más del apoyo del partido, de los intereses que le sustentan y de las maquinaciones de pasillo y despacho que de la voluntad de los votantes.
Y si analizamos la parte económica ya podemos ponernos a rechinar los dientes y mesarnos los cabellos. 
Un sistema económico que vive siempre al borde del colapso si no crece y crece continuamente; exigiendo beneficios rápidos y continuos; dirigido por unos mercados especulativos que no tienen en cuenta los derechos ni las leyes nacionales, continentales ni universales -en caso de que las hubiera-; en el que la actividad especulativa produce más rendimientos que la industrial, la comercial y la de servicios todas juntas; en el que no solo es lícito, sino que es aplaudido, operar en la sombra para alterar el precio de bienes y empresas; en el las decisiones políticas marcan el éxito o el fracaso de las empresas y los vaivenes de los mercados imponen unas decisiones u otras a los políticos; en el que el éxito empresarial se mide en beneficios sin contar cómo se obtienen esos beneficios; en el que el apoyo financiero marca la posibilidad de acceder al éxito político; en el que el bienestar, los beneficios empresariales y el crecimiento económico constante de un tercio de la población mundial depende de la miseria del resto del planeta.
Todo aquel que quiera medrar, gobernar o tener éxito económico dentro del sistema precisa recurrir a alguno de los falsamente llamados "vicios" del sistema que, en realidad, son sus marcadores genéticos distintivos. Corrupción, nepotismo, explotación, expolio, etc, etc, etc.
Y hablar de regeneración es un recurso a esa eterna inconsciencia colectiva que supone repetir las mismas acciones una y otra vez en la esperanza de que obtengan resultados distintos. Es como pretender que por el mero hecho de que la serpiente mude de piel, la siguiente cobertura que le salga sea el cálido pelaje de un gatito. Pero realmente sabemos que, no solo será de serpiente, sino que tendrá idéntico dibujo que la anterior.
Todavía los habrá que defiendan que cambiando todas esas cosas en el sistema puede funcionar. Y les doy la razón porque si cambiamos todo eso, habremos cambiado de sistema, no lo habrás regenerado, lo habremos cambiado que es de lo que se trató desde el principio.
¡Ah, antes de que se me olvide!, otra cosa para esos del "prefiero que me gobierne un ladrón a un comunista", que está ahora tan de moda: cambiar no es volver a cosas que ya fallaron también, es inventar algo nuevo. 
El sistema que tenemos -comúnmente falsamente reducido en la palabra democracia- no es, en contra de la cita clásica, el mejor de los posibles. Es el mejor de los que hemos tenido hasta ahora y cambiarlo no significa renunciar a la esencia democrática.
Por si había dudas.

martes, junio 20, 2017

Una furgoneta, un muerto y la oportunidad perdida de no ser yihadistas

"Tenemos que demostrar que no somos como ellos", "Han de saber no van a cambiar nuestra forma de vida"... Ya no sé cuantas veces he escuchado esas frases en discursos, las he leído en editoriales y las he visto impresas y repetidas en cientos, miles, de tuits y posts en las redes sociales.
Pero no es verdad. No estamos dispuestos a hacer eso y la prueba es el último atentado terrorista de Londres. 
La capital de la pérfida Albión, sacudida por la barbarie de la sangre y la muerte no sé ya cuantas veces, lo ha sido una vez más y eso ha servido para demostrar que, lamentablemente no estamos dispuestos a no ser como los yihadistas.
Porque esta vez no han sido ellos, ha sido el otro espectro tenebroso del fanatismo sangriento, los que están en la otra punta de la campana de gauss de una sociedad que se enfrenta a una guerra de poder y de odio. Un loco enfurecido por el odio al grito de "voy a matar a todos los musulmanes" perpetra un acto tan semejante al de los yihadistas, tan fanáticamente aleatorio, que no acepta la más mínima duda sobre su objetivo y motivación.
¿Alguna crítica sobre la reacción gubernamental? Ninguna. 
O sea, para ser más exactos, las mismas que en cualquier otro de los atentados londinenses. Se trata como un atentado terrorista, se reiteran los mensajes de que se va a endurecer la política contra el terrorismo, los gobiernos extranjeros muestran sus condolencias, su rechazo -todos salvo el bueno de Donald que esa noche debía tener el móvil sin batería y no pudo tuitear ningún exabrupto-. Todo como en cualquier atentado. Algo que en este caso es positivo.
¿Y los medios de comunicación? Parece que lo mismo, pero no. Puede que sea hilar muy fino pero no. Recogen el atentado en sus portadas sí, pero más pequeño, con menos relevancia. Y el titular ya cambia el paso por completo: "Un musulmán muerto y varios heridos en un atropello en Londres"?
¿De verdad? ¿un musulmán?, ¿no, una persona?. Ni siquiera un titular como "Una persona y diez heridas en un atropello en Londres a la salida de una mezquita", aunque luego el subtítulo amplié la información de que todos eran musulmanes.
No, directamente "un musulmán", así alejándolo del resto del mundo, separándole en una categoría, al parecer distinta, del resto de las personas muertas en los atentados de Londres.
Y al que me quiera decir que eso es lo reseñable porque es lo diferente, le diré que se equivoca. En todo caso lo destacable es que un individuo fanático y loco atenta contra la comunidad musulmana y causa el caos y el desastre. Lo reseñable es que la locura sangrienta también llega a nuestras calles en el otro sentido. Hay mil formas de titular para dar esa información, pero ninguna incluye el sustituir persona por musulmán.
Y el subtitulo tampoco tiene desperdicio: "La policía considera un acto terrorista el atropello".
¿En serio?, ¿lo noticiable del hecho es que la policía considere un acto terrorista algo que evidentemente lo es?, ¿donde quedó el "Un atentado siembra el pánico y causa varios muertos", que fue el primer titular en un hecho idéntico hace dos meses?
Para alguien que sepa un poco de periodismo eso basta como síntoma de que el asunto no se está tratando igual, pero hay más piezas que completan la visión general. El antetítulo entonces es "Terrorismo yihadista", en este caso es "Atropello", ¿por qué no "violencia islamófoba"?
En fin, que puede parecer que los medios lo tratan igual pero no. 
El día después no sigue en las portadas, no se desgranan editoriales sobre su significado, no hacen un seguimiento del estado de los heridos, no se cuestiona si las autoridades están preparadas o actúan bien en contra de este tipo de violencia. No en absoluto. No parece el mismo tratamiento.
¿Y nosotros? Era de esperar -por lo menos para los que realmente creemos que no debemos ser como ellos-que si no somos como los locos furiosos yihadistas hubiéramos llenado las redes de tuits y e mensajes de repulsa como en los otros atentados. Nada. Era de suponer que habríamos vuelto a mover el  #PrayForLondon o cualquier otro hashtag solidario y emotivo. Nada; es de suponer que hubiéramos llenado de flores la puerta de la mezquita y hubiéramos acudidos a solidarizarnos con ellos. Nada.
Las redes mudas, las gentes mudas y ciegas, la sociedad mirando a otra parte.
Tendríamos que habernos esforzado en demostrar que para nosotros toda vida es importante,que para nosotros todo asesinato es una tragedia y una injusticia, que para nosotros el odio y la violencia religiosa es abominable, que no estamos dispuestos a tolerar que la intransigencia o el odio al islam siegue la vida de personas inocentes. 
En definitiva, que no somos como ellos, como los locos furiosos de la falsa yihad. Pero no lo hemos hecho.
¿Por qué? Porque aunque suene duro y sea -lo reconozco- injusto para muchas personas, nuestra sociedad occidental atlántica no considera a los musulmanes como de los nuestros. Da igual su nacionalidad, da igual que sean pacíficos o no, da igual que sean nativos o inmigrantes, da igual. Los musulmanes no son de los nuestros porque son musulmanes.
Y, como no son de los nuestros, su muerte nos importa mucho menos, de hecho no nos importa en absoluto. Ya sea en Londres o en Alepo, ya sea en Quebec o en Raqa. Y eso no difiere mucho de la construcción mental de nuestros enemigos. 
Una mezquita es atacada cada dos semanas en Reino Unido. Entre 2013 y 2016, se registraron 100 ataques. El 58% de los asaltos denunciados fue contra mujeres. De ellos, en el 80% de los casos, estas llevaban ropa asociada con el islam, como el hiyab o el niqab. O sea que los yihadistas las atacan por no llevarlo y los islamóbos por llevarlo. 
Pero todo eso no genera alarma social por un simple hecho: un islamófobo no es un peligro para nosotros.
Así que a día de hoy los únicos que han demostrado que,como comunidad, como grupo, no son como los yihadistas son los musulmanes que tardaron unos pocos minutos en llenar las redes con reproches al yihadismo, que acudieron a los atentados de Londres a dejarles claro a sus perpetradores que ellos no creían que su religión fuera violencia y muerte.
Nosotros tuvimos ayer la oportunidad de hacerlo y decidimos no hacerlo.

viernes, junio 16, 2017

Grenfell en llamas, Rania y la tristeza ante el absurdo

Veinticuatro plantas ardiendo, cientos, quizás miles de personas, atrapadas entre el fuego y la muerte en el edificio Grenfell de Londres y un solo sentimiento. Tristeza
No por las 17 personas muertas, que también por supuesto, no por los dramas sufridos y muertos esa noche de llamas, que, desde luego, también.
 Pero esa es tristeza normal, quizás distante y poco vívida, dada la lejanía del suceso. La otra tristeza es abrumadora, casi desesperada por impotente ante el absurdo. Una mujer atrapada entre el humo y las llamas en el piso 23, intentando encontrar una salvación, una forma de resistir... y lo graba y transmite en Facebook Live.
Y ante eso solamente me asalta esa tristeza vacía que genera la incomprensión, que produce el no poder descubrir esa esencia de la ciencia de la vida que se llama por qué; que se traduce en la amarga pregunta que hiciera famosa el Rey de Rohan en la inacabable película: ¿Cómo hemos llegado a esto?
Tristeza por no saber qué hace que una mujer desperdicie energías y tiempo en una retransmisión inútil de su propia agonía, de su miedo, de su desesperación. Qué le hace pensar o sentir que aporta algo a su existencia en riesgo mantener el móvil con pulso firme para que un mundo lejano, irrelevante en ese momento y, sobre todo, indiferente e incapaz de ayudarle vea todo en directo.
¿Es Rania, la autora del vídeo, una mala persona? Desde luego que no. Lo demuestra, se arriesga, abre la puerta, ofrece ayuda y auxilio a sus vecinos mientras lo graba todo. Entonces ¿por qué?
Sus amigos de Facebook, la mayoría egipcios como ella, están a kilómetros y kilómetros de distancia, incluso aunque estuvieran en el edificio de al lado no pueden ayudarla, no pueden ascender una veintena larga de plantas entre llamas y humo. Entonces ¿por qué?
Y es la respuesta lo que hace que llegue la tristeza.
Rania está enferma. Enferma con una plaga que afecta a miles de millones de personas. Una plaga que nos hace confundir el mundo real con esa suerte de remedo virtual llamado Redes Sociales; infectada por un virus de desconexión personal e hiperconexión virtual que hace que se considere necesario, sino imprescindible, que el mundo conozca todos y cada uno de nuestros momentos, que los perfiles a los que identificamos como amigos sepan de nosotros en todo momento, en toda circunstancia.
Una enfermedad que afecta desde lo afectivo hasta lo trágico, desde lo profesional hasta lo lúdico, y que hace que una mujer en peligro pierda seis minutos en una retransmisión inútil antes de hacer el primer esfuerzo por acercarse al mundo real y pedir ayuda. 
Un mal que hace que hoy pululen docenas de vídeos de personas descolgándose por los muros de Grenfell con sábanas, de  gente agitando trapos pidiendo ayuda, de víctimas gritando.
Docenas de personas que, desde los edificios aledaños observan tras su móvil grabador de la desdicha ajena, como lo hicieran días antes en el Puente de Londres y antes, cada día, en otros tantos espacios y lugares. Y lo hacen como un acto reflejo, norma,. lógico, cuando en realidad es algo ilógico, absurdo, casi perverso.
Y aún queda lo peor. La tristeza se convertirá en rabia cuando el vídeo de Rania, de su confusión entre el mundo real e imaginario de las redes Sociales, se haga viral. Cuando millones se pongan ante sus pantallas a observar el sufrimiento y la angustia de alguien a quién ni siquiera conocen ni, desgraciadamente, tienen ya muchas posibilidades de llegar a conocer.
Y los hay que dirán que desde que se inventó el celuloide estas cosas ocurren, que la tragedia humana ha sido grabada desde que hubo la posibilidad técnica de hacerlo y que ahora solamente se han masificado por el acceso generalizado a la tecnología. Pero se equivocan de medio a medio.
Hasta ahora el sufrimiento humano se grababa con un fin, desde el más avieso al más altruista. Los torturadores lo grababan para mejorar su técnica, los policías para poder usarlo como prueba, lo periodistas para informar, los secuestradores para asustar, los cineastas para concienciar, los gobiernos para hacer propaganda... Podían ser buenos o malos motivos, perversos o beatíficos, equivocados o correctos, pero eran motivos. 
Ahora en la mayoría de los casos solamente se hace para aislarse de la realidad, para situarte al margen, para poder sentirte como Gulliver, el mítico viajero de Jonathan Swift, al final de su juicio y poder decir al mundo "Yo he estado allí" en la esperanza casi siempre inconsciente de que eso aumente el numero de visitas a tus redes Sociales.
En resumen, tristeza. Rabia y tristeza que se hacen exponenciales al recordar a Ignacio Echeverría. 
Tantos, hasta los propios implicados, que se alejan con la fría neutralidad del que graba el sufrimiento humano y uno solo que hace o al menos intenta hacer algo para evitarlo. Una proporción de millones a uno que hace casi imposible la solución o el cambio
¿Cómo hemos llegado a esto? 
Y la pregunta es retórica en grado sumo porque todos sabemos la respuesta.

lunes, junio 12, 2017

Provincianos o ver el mundo como Juego de Tronos

Por más que nos empeñemos, la realidad insiste en sacarnos del reduccionismo provinciano en que estamos embarcados desde hace casi una década con esto de los cambios que se están produciendo en el mundo a golpe de economía, sangre y fuego.
El atentado del falso califato en Irán y la crisis, mitad diplomática, mitad bélica, que se ha producido en la península arábiga con Qatar como epicentro, son otros dos bofetones con la mano abierta de la realidad geopolítica en ese reduccionismo provinciano.
¿Por qué reduccionismo? Eso es sencillo. Pretendemos, como los falsos gurús de la comunicación, resumirlo todo en una frase, en una idea que, no solamente nos resulte sencilla de comprender, sino que además nos deje a salvo de responsabilidad.
Así compramos lemas como "es culpa de una religión perversa como el islam", "son unos locos medievales", "se trata de estar a favor o en contra del terrorismo", "es una guerra contra el terror". Ideas simples, básicas que, sin dejar de ser ciertas, no son ni siquiera la escarcha que genera el iceberg en el aire un amanecer de invierno.
¿Por qué provinciano? Porque nosotros, los occidentales atlánticos, nos consideramos el centro del mundo -como todo buen provinciano- y eso hace que incluyamos mantras secundarios -también muy propios de falsos comunicadores, por cierto- en nuestras letanías para alejarnos del miedo: "es un problema suyo", "que se maten entre ellos y nos dejen en paz", "todos son iguales", "que ataquen a sus gobiernos y no a nosotros", etc., etc., etc.
Y todos ellos se resumen en el argumento provinciano por excelencia: "su objetivo es acabar con nuestra civilización, que es la única avanzada". Los árboles del Yo, Me, Mi, Conmigo occidental, que no nos dejan ver el bosque de la realidad hasta que esa realidad geopolítica nos explota en la cara.
Si son lo mismo ¿por qué ISIS ataca a Irán?, si es una cuestión de sectas, o sea del Islam ¿Por qué Irán apoya a los rebeldes sunís de Siria pero no a ISIS, a los guerrilleros chiís de Hezbolah pero no a los Hermanos Musulmanes de Egipto o a los rebeldes hutis de Yemen pero no a las milicias chiís de Libia?, ¿por qué el gobierno sirio de Al Asad apoya a los guerrilleros chiís de Hezbolah, pero no a los rebeldes de Yemen, tan chiís como ellos?
Si todo es el perverso islam ¿por qué Arabia Saudí apoya al gobierno de Beida en Libia y no al de Trípoli, por qué apoya a los rebeldes sirios y no al gobierno sirio, por qué apoya al gobierno yemení o el egipcio y a no a los Hermanos musulmanes, tan wahabitas como ellos e ISIS?
Si todo parte del perverso Islam ¿por qué de pronto cinco estados sunís bloquean y rompen relaciones diplomáticas con Qatar? ¿por qué acusan de propiciar el terrorismo a un país que hace exactamente lo que ellos y tiene la misma corriente oficial de pensamiento religioso que ellos?
Y sobre todo. Si esto es "provincianamente" algo entre ellos ¿por qué Estados Unidos apoya a Arabia Saudí que es tan furiosamente fanática y teocrática como el ISIS, por qué apoya a los rebeldes sirios pero no a los Hermanos musulmanes que ganaron unas elecciones democráticas?, ¿por qué apoyo a los rebeldes libios pero no a los yemenís?
¿Por que Rusia apoya a la vez al gobierno rebelde de Trípoli y al de Siria o Francia al gobierno autonombrado kurdo y al iraquí, enemigos acérrimos?, ¿por qué Europa apoya a Arabia Saudí y no a Qatar? ¿Por qué China intercede por Qatar y no por Egipto, Bahrein o Yemen?
Y, para rematar la faena, ¿por qué ISIS no atenta en Palestina o Israel pero sí en Turquía, Filipinas, Australia o Indonesia?, ¿por qué se hace fuerte en Irak y no en el Afganistán talibán como hiciera Al Qaeda?, ¿Qué pasa con Pakistán?
Las preguntas pueden seguir desgranándose ad eternum. Todas tienen respuesta, pero lamentablemente para los consumidores de la ideología del titular, no caben en 140 caracteres. Aunque sí se pueden resumir en una sola frase para empezar
No es el islam, no es la barbarie medieval, no es algo lejano y suyo. Es geopolítica en la que participa en el planeta entero.
Nos toca empezar a asumir que tenemos que esforzarnos en comprenderlo para poder valorar las soluciones que nos ofrecen y saber, antes de apoyarlas ciegamente, si solucionarán algo. Porque la geopolítica se afronta desde las sociedades y las relaciones complejas, no desde los individuos y los mantras reduccionistas de fácil digestión.
El equilibrio del poder está cambiando en el mundo y empieza por esa zona. No son las cruzadas. Es Juego de Tronos.
Y si no empezamos a verlo así de una vez, despreciando todas nuestras muletas intelectuales para mantener contenidos nuestros más provincianos miedos, terminaremos poniendo la misma cara que debieron poner los habitantes de Roma cuando vieron a un Genserico ya convertido al cristianismo -bueno a la versión arriana del mismo-, entrar en la metrópoli eterna y asolarla hasta los cimientos.
"¿Pero estos no eran bárbaros paganos que estaban en las fronteras peleándose entre ellos?", debieron preguntarse sorprendidos. 
Nosotros quizás ni siquiera tengamos tiempo para eso.

jueves, junio 08, 2017

May o perder Gran Bretaña a manos del falso califato

Un ataque al parlamento iraní en Teherán, un hombre que persigue a martillazos a un policía por las calles de París. Esos antagonistas que apenas comprendemos que se disfrazan bajo los eslóganes fanáticos del falso califato siguen pulsando nuestra teclas, tensando nuestras cuerdas y nosotros seguimos en lo nuestro. Respondiendo como instrumentos bien afinados que tan solo saben interpretar una melodía
Como actores autómatas con un guión programado en nuestras entrañas robóticas, seguimos desgranando uno tras otros los episodios de nuestro drama hacia un final anticipado y que nuestra ceguera nos impide ver o nuestra inconsciencia reconocer.
Durante semanas los locos enfervorecidos por el odio religioso han cargado contra Gran Bretaña como un ariete picto contra la muralla de Adriano: Londres, Manchester, otra vez Londres...
Cualquiera puede ver lo que quieren, cualquiera se da cuenta que las elecciones británicas son el objetivo perfecto, como antes lo hicieran en las francesas, como tiempo atrás lo intentaran en las españolas en el aciago 11M.
Quieren un enemigo fuerte, tan radicalizado como ellos. Y nosotros se lo damos, se lo ponemos en bandeja.
Francia estuvo a punto de hacerlo con Le Penn, aunque la segunda vuelta de las presidenciales galas dio un respiro a la cordura de un país que también había sido sometido previamente a un baño de sangre que no se recordaba en las calles de París casi desde el Periodo del Terror jacobino.
España hace mucho tiempo, cuando la furia sanguinaria aún respondía al nombre de Al Qaeda, estuvo a punto de dárselo si la mala gestión informativa -por no decir directamente las mentiras y las manipulaciones informativas- del gobierno de entonces, acuciado por su necesidad ideológica del enemigo interior nacionalista e independentista, no hubiera llevado el voto hacia el otro espectro electoral.
Y ahora Gran Bretaña se lo pone en bandeja. Teresa May, que piensa en el Brexit, en sus escaños conservadores, en los millones que le puede ahorrar o costar a sus empresas, dice lo que todos los dirigentes del Falso Califato terrorista estaban esperando oír.
Hay que ser más firmes contra el terrorismo "Si nuestras leyes de derechos humanos nos lo impiden, cambiaremos las leyes para poder hacerlo”.
Y los enemigos, los que mantienen esa guerra en mil frentes que nosotros apenas comprendemos porque seguimos empeñados en fijarnos solamente en el fanatismo de los ejecutores en lugar de en los objetivos de los planificadores, dan palmas con las orejas.
Todo movimiento basado en el fanatismo necesita un enemigo fuerte, comprometido en el uso de la fuerza extrema contra él. Lo necesita porque eso le genera más reclutas, más mártires, más combatientes desesperados, más mensajes demagógicos de injusticia -sean ciertos o falsos-, en definitiva, más carne de cañón para su guerra y más retórica barata para su propaganda.
Por eso atacan a Irán o a Turquía, regímenes nada sospechosos de tener reparos éticos a la hora de ejercer la represión; por eso combaten en Yemen o atentan en Arabia Saudí. Y por eso la emprenden a atentados antes de las elecciones francesas o británicas.
Si los hijos de Albión, atenazados por el miedo, votan a May para que cumpla sus promesas de restringir derechos humanos para lograr seguridad, iniciarán un camino que aunque crean que les llevará a sentirse a salvo tan solo significará abrir la puerta a una situación en la que luego les resultará muy difícil recuperar los derechos cedidos.
Porque igual que ocurre en Siria, en Irak, en Afganistán, en Turquía y a partir de ahora con toda seguridad en Irán, en pocos años tendremos que enfrentarnos a dos enemigos: el terrorismo y la represión antiterrorista. Los dos en nuestras calles, los dos en nuestras casas, los dos asediándolos. Y eso es algo que ninguna sociedad civil puede soportar.
La promesa electoral de May demuestra que el Occidente Atlántico ha perdido la capacidad creativa para la solución de problemas, el pensamiento analítico y transversal.
Hemos convertido al terrorismo en una especie de enemigo ex machina ante el que solo cabe una respuesta posible: la fuerza, más intensa y constante que la suya.
Y todo porque no queremos enfrentarnos al hecho de que la forma de desmantelar a ese enemigo, de dejarle sin huestes ni recursos, radica en la economía, en la esencia más profunda de la organización económica del mundo y no en el islam, el fanatismo o la locura.
Y la economía, con Brexit o sin Brexit, es algo que no queremos tocar.
Preferimos caer en el fuego cruzado entre el Falso Califato y Teresa May disfrazada de Adam Sutler -el mítico Líder de V de Vendetta- que renunciar a un sistema económico que basa nuestro bienestar en la vida misérrima de tres cuartas partes del planeta.
Si la promesa de cambiar libertad por seguridad de May activa los sufragios de los votantes ingleses y le da la victoria, habremos perdido Gran Bretaña como, tras la elección de Donald Trump, estamos a punto de perder Estados Unidos.
¡Inglaterra prevalece!

domingo, marzo 26, 2017

Sesgo cognitivo: la dolencia del fanático occidental

Sesgo cognitivo.
Dicho así, a bote pronto, sin anestesia ni nada, hasta parece una de esas enfermedades raras que de vez en cuando asaltan las páginas de los periódicos o las páginas web de noticias. 
Pero no es nada de eso. Es una justificación buscada a  toda prisa para tratar de justificar algo injustificable.
Una mujer con un chador pasa por delante de los heridos de los atentados de Lóndres en Westminster. Es fotografiada como otros muchos, no se detiene como otros muchos. Y esa instantanea es utilizada para clamar contra los musulmanes, para avivar el odio. Para crear ese "ellos o nosotros" que pretende sustituir a la única división justa que debería haber en esta guerra infinita que tenemos encima. "Todos o ninguno".
Y lo peor no es que usen esa foto con ese fin unos millares de arrogantes mezquinos sin cerebro que no tienen ni idea de lo que es la patria por más que se la lleven una y otra vez a la boca y al pecho. Lo peor es que hay medios que, fingiendo denunciarlo, lo asumen; que, aparentando explicarlo, lo justifican.
Y aquí entra en escena el sintagma en cuestión. Eso del sesgo cognitivo.
Han recuperado un concepto antiguo, casi arcaico, de cuando la psicología mantenia que no era bueno decir al paciente que era estúpido aunque ese fuera su único problema, y tiran de él para venir a decir: "No son islamófobos, no pueden evitarlo. Tienen sesgo cognitivo".
Nosotros, ese "nosotros" que los que padecen el sesgo cognitivo utilizan, ¿somos los buenos occidentales atlánticos, preferiblemente blancos y con toda seguridad cristianos, que nos preocupamos por el sufrimiento de los heridos que vemos en la calle, los que defendemos los valores de ayuda de esa fe que se dice que es nuestra tradición?, ¿ese "nosotros" significa que nosotros nos preocupamos del sufirmieno ajeno e intentamos ayudar mientras que a ellos, los pérfidos musulmanes, fanáticos religiosos todos ellos, no les importa el sufrimiento humano en aras de su dios?
¡Mentira! ¡Mezquina, rastrera y vulgar mentira!
Ese "nosotros" ve todos los días morir a gente de hambre a lo largo y ancho del globo, contempla siete años de guerra auspiciada y mantenida por nosotros, observa y conoce el sufrimiento esclavo de aquellos que trabajan en Äfrica, en China o en la India en favor de nuestras empresas y corporaciones... Y no hace nada, pasa de largo, de canal, a otra cosa. 
Ese "nosotros" ve rebuscar a niños, familias y ancianos en la basura y sigue caminando, ve a enfermos sin apoyo, medicinas o gente que pueda cuidarles y sigue paseando sin importarle nada, ve parados arrojados al hambre y a la mendicidad sufriendo la humillación y la agonia de no tener trabajo y sigue su caminar impertubable. 
Ese "nosotros" ve como policías que deberian protegernos hacen saltar ojos de viandantes, pegan palizas a diestro y siniestro y no se detienen a preguntar, ni a ayudar a los que sangran. Siguen su camino no vaya a ser que al final les caiga a ellos que "no han hecho nada"¿A ese "nosotros" se refieren?
¿De verdad alguien va a intentar vendernos que somos una sociedad tan brillante y cuajada de luminosos principios porque cuatro personas ayuden a los heridos de un atentado?
¿De verdad van a ignorar el hecho de que en los atentados de París o de Niza hubo más heridos pisoteados por la gente que quería huir que por los disparos y nadie se paró a ayudar a nadie?
¿En serio quieren que no tengamos en cuenta a todas esas personas que pasan cada día por encima de un anciano que duerme en la calle para sacar dinero en el cajero?, 
¿Realmente quieren que ignoremos en ese "nosotros" a los millones que se paran en una marquesina ignorando el desesperado grito en forma de campaña publicitaria de las organizaciones internacionales, que se muestra gigantesco ante ellos por los muertos de Siria o del hambre o por los refugiados?
¿De verdad quieren que saquemos de la ecuación a los que graban como un hombre pega una paliza de muerte a una mujer en lugar de meterse a evitarlo, o los que cogen con su movil como una madre maltrata a su hijo en un centro comercial en lugar de pararle la mano, o los que se cambian de acera cuando ven a un grupo de descerebrados amenazando o arrancando el hijab a una muchacha musulmana en una calle en lugar de enfrentarse a ellos?
¿Todas esas personas no son "nosotros"?, ¿todos esos que ignoran el sufrimiento ajeno no son "nosotros"?
La sociedad occidental atlántica es la más indolente, irresponsable e insensible del mundo y de la historia -y eso incluye a la siempre nombrada en estos casos decadencia del Imperio Romano, que ya es mucho decir- y es completamente mezquino intentar manipular la realidad para presentar una instantanea como cualquier otra cosa porque todavía quede un puñado de personas entre nosotros que se paren a atender a un herido en la calle.
Y los que estén pensando en argumentar que no es lo mismo todo eso que un atentado que lo hagan, pero lo cierto es que de poco me servirá tal argumento.
Una muerte es una muerte, el sufrimiento es el sufrimiento. Me da igual que sea de hambre, guerra, bomba, atropecho, puñalada, ahogamiento en el mediterraneo, bombardeo en Alepo o cualquier otra forma. No hay escalas de muertes.
Y los que me vengan a hablar de muertes de inocentes tampoco me parece que estén muy bien encaminados.
Ahí si hay un nosotros. Todos nosotros somos culpables. Cada gota de nuestra gasolina lleva una porción de la sangre y el sufimiento de muchos; cada minúscula porción de coltan de nuestros modernos smartphones lleva una gota del sudor esclavo de muchos en varios continentes; cada hilo de algodón o de seda de nuestras sugerentes prendas ínitimas lleva una hebra de explotación y sufrimiento de niñas en Sri Lanka, Burkina Faso o Thailandia; cada café que nos bebemos lleva un grano de trabajo infantil en Sudámerica o África...
Así que en eso sí. En eso hay un "nosotros" y en ese nosotros todos somos culpables.
Por indolencia o ignorancia, por clueldad o desisdia, pero todos nosotros somos culpables de que ocurra y de que no deje de ocurrir.
Por mucho que los medios pretendan edulcorar la estupidez de los que ayer se lanzaron a las redes mundiales con ese "ellos y nosotros" con ese arcaico concepto psicológico del sesgo cognitivo -tan muerto y enterrado como el behaviorismo que convierte al autócrata en asertivo y al estúpido en pasivo-agresivo por no llamarles a ambos por su nombre-, esa locura absurda tan solo tiene un nombre.
Fanatismo.
Porque el fanático es que altera la realidad en favor de sí mismo para no tener que cambiar su modo de pensar; porque elfánatico es que el usa su odio para interpretar el mundo y salir de esa interpretación siempre bien parado y a salvo; porque el fanático es el se arroga el derecho de actuar de un modo que luego considera perverso cuando lo ve o lo cree descubir en otros.
Fanáticos, todos los que retuitearan, dieran un corazón o simplemente asintieran en silencio ante ese tuit perverso y meserable, son fanáticos.
Igual de peligrosos, violentos y fijados en el odio irracional que del más loco de los locos de ISIS. 
Sin justificación ninguna como no la tienen los yihadistas del falso califato. Tan letales y merecedores de castigo y repulsa como ellos. Que matan y claman por la sangre y la muerte igual que ellos cada día.

lunes, agosto 15, 2016

Niza, EL Burkini, El Génesis y Ṣalāḥ ad-Dīn

Parece que en esto de la guerra contra el Falso Califato no nos cansamos de perder una batalla tras de otra. 
Y sobre todo pareciera que no aprendemos de todas y cada una de esas derrotas y seguimos saliendo escaldados porque no acertamos con las armas que usar en cada refriega, en cada escaramuza, en cada frente, bélico o no, en el que nos enfrentamos a los locos furiosos de la falsa yihad.
Ahora le toca el turno al burkini, nombre ya despectivo de por sí -otra pequeña derrota- que se da al bañador integral que utilizan algunas mujeres musulmanas por ser fieles a los preceptos de su religión. El Alcalde de Niza lo prohíbe y un tribunal de la misma ciudad le da la razón cuando algunos ciudadanos franceses protestan por la norma. Ahí comienza y acaba la escaramuza. 
Ahí empieza y se hace eterna la derrota.
Se dan argumentos que nada tienen que ver en apariencia con la verdadera causa y motivo de la prohibición. También es lo habitual. La intransigencia siempre se disfraza de otra cosa, como la estupidez se disfraza de arrogancia o la mezquindad de cobardía.
Como los fanáticos ayatolas iraníes o los locos sangrientos del falso califato, pretendemos presentar nuestras decisiones más intolerantes como si fueran producto de algo lógico, de algo indiscutible e innegable. 
Y ahí es donde empezamos a perder esta batalla. Justo en ese momento es cuando empezamos a ser lo que ellos quieren que seamos: exactamente igual que ellos.
Porque hablamos de higiene y el reglamento de cualquier piscina municipal cubierta nos desmiente una milésima de segundo después. ¿Cómo puede exigirse por higiene cubrirse totalmente el cabello cuando se nada en una piscina cubierta y exigirse por idéntico motivo no hacerlo cuando la cobertura nos recuerda a un velo islámico? No cuela. 
¿Los bañistas que lo hacen en bañador, bikini, trikini - que también los hay de neopreno, por cierto- o cualquier otra prenda de baño, presentan a la entrada de la zona de baños un certificado de que han lavado su ropa, de que no tiene restos orgánicos, virus o bacterias que pueden contaminar el agua? va a ser que no. Así que sigue sin colar. 
Si nadie prohíbe a los sufistas, submarinistas, nadadores de aguas frías y de largas distancias sus bañadores integrales en las competiciones y las playas por cuestiones de higiene ¿por qué no es higiénico el bañador integral sobre el cuerpo de una mujer musulmana?
Cómo nos quedamos sin higiene tiramos de laicismo. Francia es un estado laico y por eso no acepta símbolos religiosos. Y alguien, sin ninguna lógica ni argumentación, ha decidido que el bañador integral de las mujeres musulmanas lo es.
Aún comiéndonos el argumento de la simbología religiosa sabiendo que es un falso silogismo, el Génesis viene a darnos en los morros tan fuerte que nos hace sangrar por la nariz como un niño que recibiera un sopapo de dios padre.
«Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.
Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh por entre los árboles del jardín.
Yahveh llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás?
Este contestó: Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo y eso me avergüenza; por eso me escondí.»

De modo que, solo para que les conste a los defensores del enroque laicista contra el bañador integral, todo bikini por minúsculo que sea, todo trikini por sugerente que se antoje, todo turbo ajustado o bañador de flores de media pierna es producto de la evolución del tabú de la desnudez surgido de la moral judeocristiana desde el Génesis 3: 7-10 hasta nuestros días.
Si prohibieran el baño vestido con cualquier prenda sería creíble el momento de la defensa del laicismo, si multarán a cualquiera que llevara ropa como símbolo heredado de una creencia religiosa sería creíble idéntico argumento. Pero como no hacen ni van a hacer ninguna de las dos cosas. De nuevo han tardado un minuto en ver su castillo de naipes argumental desmoronarse.
Y así, cuando ya hemos perdido la primera batalla, cuando ya nos hemos comportado como ayatolas intransigentes o líderes furiosos de Hamas, que intentan sin conseguir ocultar su intolerancia bajo otros argumentos, nos lanzamos a perder la segunda y hacemos de nuevo lo mismo que nuestros enemigos. 
Exhibimos orgullosos nuestra intransigencia.
El alcalde de Niza asegura que es un “símbolo de extremismo religioso” y se queda tan ancho pero lo que es peor, mucho más del Falso Califato, un argumento digno de esos enemigos a los que queremos combatir afirma que "en el contexto de Estado de Excepción y de los recientes atentados islamistas en Francia puede crear o exacerbar las tensiones”.
Resumiendo: te prohíbo llevarlo porque me molesta que lo lleves.
Vamos, el mismo rollo de no te pongas minifalda para no provocar a los violadores de los obispos patrios o el de cúbrete el rostro por completo para no despertar la lascivia de los varones talibanes. El problema no está en lo que tú haces sino en la interpretación que nosotros le damos. Como nosotros no somos capaces de controlar nuestra visceralidad -ya sea nuestra lívido o nuestro miedo- tú no puedes hacer aquello que tienes derecho a hacer.
Como yo no puedo dejar de comportarme como un animal atávico y primitivo -el miedo irracionales tan paleolítico como el impulso sexual incontrolado, no lo olvidemos- tú estas obligada a perder tus derechos.
Y así el Excelentisimo Alcalde de Niza pasa a formar parte del selecto club del que ya son miembros Hasán Rouhaní, Khaled Mashaal, Abu Bakr al-Baghdadi, Benzi Gopstein, Joseph Kony y otros muchos que han decidido hacer ley en sus ámbitos de autoridad o de poder de lo que su moral, sus gustos, sus tendencias y su incapacidad de controlarse marcan para aquellos que no son como ellos.

De modo que, aunque creamos ganar porque no veremos ese molesto símbolo de islamismo radical y yihadismo que es en nuestras mentes el bañador integral, habremos perdido porque habremos convertido Niza en una sucursal de ese Falso Califato de sangre y muerte.
Una vez más habrán logrado que hagamos lo que quieren que hagamos: ser como ellos.
Porque el bikini o la falda corta o los pantalones cortos en los hombres están prohibidos en Teherán porque son "símbolos de la depravación moral que desvía a los creyentes" y el bañador integral está prohibido en Niza porque "es un símbolo de extremismo religioso".
Ninguno de los dos argumentos es cierto pero, si compramos el nuestro automáticamente compramos el suyo.
Porque a la falsa yihad sangrienta le importa bien poco el número de inocentes que mueran en sus ataques a mercados, a plazas públicas a iglesias o a mezquitas y nosotros demostramos lo mismo cuando bombardeamos hospitales, ciudades enteras hasta borrarlas de la faz del planeta o enviamos a las tropas de los kurdos a hacer limpieza étnica con tal de recuperar las posiciones estratégicas de la estructura militar del Falso Califato.
Y no podemos denunciar su crueldad, ni ningún otro rasgo inhumano mientras nosotros hacemos lo mismo.
Nuestra única herramienta para luchar en esta guerra es no ser ellos y ellos lo saben. Por eso nos retan una y otra vez a comportarnos a su imagen y semejanza: Y nosotros caemos cada jodida vez.
Si no nos damos cuenta que nuestra principal arma es no comportarnos como ellos, es no caer en la intransigencia, en la defensa moral de lo nuestro como lo único válido, no podremos siquiera luchar en esta guerra. 
Porque las masas de las que se alimentan como carne de cañón seguirán percibiéndolos como ellos quieren que nos perciban. Seguiremos siendo aquellos que no les dejamos ser como quieren, aquellos que matan inocentes con tal de matar un culpable. 
Y mientras seamos igual que ellos, esas masas, que son su verdadera arma, seguirán sumándose a sus filas porque de entre los dos monstruos, ese parece que está más de su lado.
Nuestra única arma es seguir siendo nosotros y ser coherentes con todo eso que decimos defender de boquilla. Y defenderlo para todos y en todo lugar, no solamente para nosotros y donde nos viene bien
Porque solo así podremos decirles de verdad a todos esos ojos que nos miran desde el oriente árabe lo que su único verdadero califa les dijo a los supervivientes cristianos del sitio de Jerusalem cuando se sorprendieron de que les dejara irse en paz, pese a los desmanes que los cruzados habían cometido contra musulmanes y judíos al tomar la ciudad: " Mi nombre es Ṣalāḥ ad-Dīn y yo no tengo nada que ver con esa gente".
A ver si de verdad empezamos a no tener nada que ver con esa gente.

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