viernes, junio 23, 2017

El CETA, la globalización y una serie de catastróficas mentiras (yII)


El populismo, ese monstruo bicéfalo que se han inventado para poder amenazarnos con que nos devorará desde los dos extremos de la campana gaussiana de la ideología, es otro de los elementos que se manejan con fruición ne esto del CETA. 
Y más desde que ayer Pedro Sánchez anunciara que el grupo parlamentario del partido que de nuevo dirige -que ya no sé si ha dejado de ser el PSOE o a vuelto a serlo- no va a apoyar la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre Europa y Canadá.
"No apoyar el tratado es aliarse con los populismos", avisan, advierten o amenazan a Sánchez desde el PP, desde Ciudadanos y desde la Administración europea, en manos de partidos como el PP y como Ciudadanos.
De nuevo el reduccionismo. De nuevo la estrategia del saco compartido.
Aún aceptando la definición -que no es el caso-, no existen los populismos. No existen como conjunto, como unidad de destino en lo universal, que diría aquel que hacía otras unidades curiosas como el famoso "contubernio judeo-masónico". 
Porque los ideológicos del involucionismo nacionalista ultraconsevador -¿Tan difícil es llamar a las cosas por su nombre, que en ciencias políticas y sociología casi todas tienen uno? se oponen al CETA por puro proteccionismo económico, nacionalismo político y xenofobia social, en la esperanza de volver a un tiempo en el que sus países eran grandes y la riqueza y los beneficios se quedaban dentro de sus fronteras aunque no se repartieran.
Mientras, los representantes del rupturismo económico de izquierdas, se oponen al acuerdo porque está diseñado por y para las transaccionales, porque la eliminación de aranceles supondrá una disminución de impuestos que sacudirá las arcas públicas, haciendo imposible mantener la inversión social, porque fomentará la precarización del empleo para buscar la competitividad, porque aumentará los beneficios de las empresas pero no contribuirá a la redistribución de esos beneficios en inversiones productivas ni en los bolsillos de aquellos que son parte esencial de los mismos: los trabajadores de las empresas.
Los dos se oponen, cierto. Los dos buscan un sistema económico diferente, cierto. Pero eso no los convierte en una comunidad porque sus puntos de partida, sus objetivos y sus motivaciones son sustancialmente diferentes. 
De modo que meterlos en el mismo saco es una mentira y una manipulación del tamaño de la Pangea.
Y luego está lo del "populismo". Definirlos así para unificarlos es una estrategia para disimular otra realidad que no conviene que se tenga en cuenta. Lo que es el populismo de verdad.
Empecemos por la RAE
"Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares".
O sea que, por definición, todos los partidos políticos hoy en día son populistas. Las clases populares suponen la gran masa del electorado en cualquier país del Occidente Atlántico, en unas sociedades en la que la llamada otrora clase media tiende a la entropía y la desaparición.
Así que si no te atraes el voto de la clases populares no ganas las elecciones. Ergo, y por definición academica, todo partido es hoy en día populista.
Pero no cometamos el vicio de reduccionismo que tanto criticamos. Vayamos a la definición política.
"Clasificación otorgada a un conjunto de medidas tomadas por un gobierno o partido, siendo considerada una de las principales formas de demagogia. Entre sus principales características se encuentra el uso de las masas populares, mediante políticas engañosas que aparentan solventar y cambiar su situación de clase, cuando no hacen más que dar soluciones paliativas, en el mejor de los casos, con fin de obtener votos y perpetuarse en el poder"Antes de que me grite alguien, diré que esto lo dicen en Oxford. No me lo he sacado yo de la manga.
Vayamos por partes.
¿No es una política engañosa firmar un acuerdo de libre comercio que elimine aranceles sin informar de que ese descenso en los ingresos por impuestos tendrá que ser compensado de alguna manera? 
¿No aparenta solventar la situación (el desempleo) decir que el acuerdo fomentará la creación de empleo sin decir que ese empleo se creará con unos niveles salariales muy inferiores a los actuales y que no garantizarán la supervivencia de los asalariados?
¿No es demagogia...? ¡Espera, que estamos de suerte! De demagogia la RAE tiene una definición más amplia.
"2. f.- Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder".
¿No es demagogia decir que seguir la política de globalización aumentará los beneficios y con ello la inversión y los puestos de trabajo cuando en los últimos cincuenta años hay datos de la OCDE que demuestran que en todo el Occidente Atlántico eso no se produce, ya que los beneficios se invierten en especulación financiera y no en reinversión productiva?
¿No es demagogia decir que si no se apoya la globalización no se es democrata, apelando al atávico miedo de la población a los sistemas totalitarios y estalistas -bueno, al menos a los de izquierdas-?
¿No es halagar los sentimientos elementales de los ciudadanos -en este caso el orgullo nacional españolista- que el presidente del Gobierno afirme que "España haría el ridículo si no aprobara este tratado",como si tener buena imagen o no hacer el ridículo fuera más importante que el fondo del tratado?
¿No es demagogia afirmar que hay que firmar el CETA porque “Canadá es un país que tiene unos estándares en términos de respeto a la libertad, los derechos humanos, progreso económico o bienestar social muy similares a los de Europa", como si ese fuera el motivo de la oposición y no el impacto de la globalización en general en nuestra economía y en las libertades de todo el planeta, incluidos nosotros?
En fin, que esto de llamar populista a los que se se les oponen y acusarles de decir lo que la gente quiere oír es simplemente una cortina de humo para ocultar que son los que acusan los que realmente están haciendo esa política, ese populismo, esa demagogia.
Porque la gente quiere oír que ya hay brotes verdes que nos sacan de la crisis cuando en realidad esa supuesta recuperación no se nota en el 70% de los hogares españoles; que el rescate de los bancos no le costará un duro al contribuyente cuando le ha costado 60.613 millones de euros; que el aumento de los beneficios empresariales supone un aumento de la riqueza para todos cuando el índice de redistribución de esa riqueza, no supera el 1%; que se va a crear más puestos de trabajo cuando en realidad lo que suben son las contrataciones porque para cada puesto de trabajo se firman multitud de contratos parciales de días o semanas; que el sistema económico liberal capitalista es bueno y estable cuando lleva 50 años en crisis permanente y su necesidad de crecimiento constante hace necesario que cuente con la miseria de una buena parte de la población del mundo para que funcione a trompicones para la pequeña parte restante.
Porque la gente quiere oír que el CETA y la globalización son buenos y que ellos no son responsables de ese sistema injusto del que ni siquiera se van a beneficiar como sociedad.
Yo diría que, por pura lógica y reflexión, eso es populismo en estado puro.

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