viernes, junio 02, 2017

La corrupción orgánica en una sola frase

En las enésimas elecciones que hubimos de vivir antes de este Gobierno, los que ahora lo ostentan a trompicones lograron recabar los sufragios una y otra vez con mensajes y promesas reiteradas hasta la extenuación: la corrupción no es algo del Partido Popular, son casos puntuales... Regeneración, regeneración, regeneración. 
Y les fue bien. Sus votantes les creyeron y una y otra vez les votaron. Por eso y el miedo fatuo y estrámbotico a un régimen estalinista campando por España. Pero eso es harina de otro costal..
Y ahora, cuando el Gobierno logra aprobar por los pelos su primer presupuesto, ocurre lo de siempre, lo que siempre hace el Partido Popular, lo que parece no importarles a sus votantes: Incumple sus promesas.
Para empezar, la Ley de Transparencia acabó en el olvido y tampoco era precisamente un dechado de regeneración política a cualquier precio, pero lo peor es que de regeneración no tenemos nada sino más bien todo lo contrario.
El caso del fiscal Manuel Moix es el último de una larga cadena de nuevos agujeros en la dignidad, la integridad y la credibilidad de un partido que prometió regenerarse y que no lo hace ni parece tener intención de hacerlo.
Y no se trata solamente de los restos y coletazos de los viejo, como la imputación de Ana Mato en Gürtel o los vaivenes de Jorge Fernández Díaz y sus presiones ilegales, ilegalmente escuchadas, es todo un rosario de nuevos casos que hacen ver que el PP tiene la corrupción enraizada en sus cuadros, sus dirigentes y sus cargos públicos.
Desde los albores de este periodo de Gobierno, con la decisión de poner al frente de Sanidad a Dolors Montserrat, cuya empresa familiar tenía deudas millonarias con Hacienda, hasta el día de hoy, con el Caso Lezo del ínclito Ignacio González y la no menos ínclita Esperanza Aguirre, se ha desgranado un rosario de nuevos casos que desdicen la promesa y la supuesta intención electoral del Partido Popular.
Cristina Cifuentes, adalid de la regeneración populista -sí populista, porque por algo el Partido Popular se llama así, aunque ahora se hayan inventado que el populismo es otra cosa-, investigada por los contratos de la comisión de expertos de la Asamblea de Madrid, Concepción Dancausa por Mercamadrid, el despacho de Montoro recibiendo una querella de anticorrupción, el famoso piso del titular de la Dirección General de Tráfico, los intentos fallidos de asegurar el pan y el retiro dorado a Federico Trillo y Jorge Fernández Díaz sin que asumieran responsabilidades políticas por nada de lo hecho, la dimisión del presidente de la Región de Murcia al ser imputado por corrupción...
Pero  lo peor no son los casos, es la actitud del Gobierno. Siempre defendiendo a los implicados, afirmando que deben seguir en sus cargos, incluso llegando a decir que hacer pública una acusación o imputación daña la imagen del político. Ni una investigación interna del Partido Popular, ni una suspensión de militancia, nada. Para el PP ser corrupto no es reprobable.
El ejemplo más brutal y directo de que esa corrupción, que vendieron como algo individual y prometieron regenerar, es algo orgánico de su partido está en Manuel Moix y el Caso Lezo.
Pero no en lo que haya dicho o hecho el ya ex fiscal sino una sola frase de todas las escuchas: "A ver si podemos poner a Moix en Anticorrupción".
Y Moix acabó en Anticorrupción. 
Eso no es posible sin que muchas personas del Partido estén de acuerdo, no es algo individual o de unos pocos. Es corrupción orgánica e integral en estado puro. Si un corrupto puede usar el partido para controlar quién investiga la corrupción, ¿qué otras cosas no podrá hacer usando el PP en ámbitos menos evidentes?
Otra promesa incumplida que por supuesto los votantes del PP tampoco tendrán en cuenta en las próximas elecciones. Ellos sabrán el motivo.

No hay comentarios:

Lo pensado y lo escrito

Real Time Analytics