Durante dos días nos hemos tenido que tragar el rito y el mito de que la política no tiene nada que ver con la muerte de Isabel Carrasco, de que "son cosas personales".
Y ahora parece que algunos y algunas empiezan a despertar de su letargo y recuerdan lo que son, recuerdan lo que nunca debieron dejar de ser. Recuerdan que son periodistas, no cantores de panegíricos que deben respetar la memoria impoluta de un difunto más allá de la comisión de un crimen.
Y de pronto, después de ocultarlo hasta el ridículo en las informaciones y matizarlo hasta el absurdo en los editoriales, hacen lo que tienen que hacer: informan de las circunstancias que rodean a la muerte de Isabel Carrasco.
Para ello no hace falta mucho, solo hace falta reconocer la existencia de un motivo, de una forma de actuar y de hacer política que es la causante de todo: el clientelismo feudal que impregna hasta el último resquicio de la política de las grandes formaciones españolas.
Empecemos por el principio.
Montserrat Triana, afiliada del PP, comienza su carrera política pública como candidata en las listas municipales de Astorga. Sabemos como se hacen las listas electorales en el Partido Popular y el PSOE. Luchas de poder, equilibrios de fuerzas, favores debidos, recompensas otorgadas: Clientelismo. Quizás clientelismo asumible y asumido, pero clientelismo al fin y a la postre.
Fallan los cálculos -o quizás no para Isabel Carrasco- y no obtiene una concejalía por los pelos. Pero el clientelismo funciona de nuevo en una fase ya no asumible por nadie salvo por las actrices del mismo:
Recomendada -no se sabe si por Carrasco o por otro miembro destacado del partido- es contratada como interina en la Diputación Provincial.
¿Si hubiera entrado por oposiciones hubiera habido problema?, no; ¿si hubiera sido contratada sin recomendación, solamente por su currículo, sin tener en cuenta su militancia, su presencia en las listas electorales y su fallido acceso a una concejalía, hubiera habido problema? no.
Pero no es así. Y no pasa nada porque el clientelismo todavía beneficia a ambas partes del acuerdo feudal de vasallaje.
La cosa sigue y se complica. Da igual que Triana no quisiera firmar un informe que le imponía su dueña y señora -a esas alturas, Isabel Carrasco ya se había convertido en su señora feudal- o que la presidenta del PP local quisiera colocar a alguien a quien debía más o que era más afecto a ella y la obedecería sin rechistar -como parece que hizo. El substituto de Triana también fue "recomendado"-.
Y aquí es cuando el clientelismo tuerce las cosas.
La señora feudal ya no está conforme con su vasalla y decide que no ocupe su puesto como concejal de Astorga, aunque ha quedado una vacante, clientelismo de nuevo. Pero aún la considera su vasalla y consiente que sea contratada como autónoma para realizar informes externos pagados con dinero público sobre lo mismo que supuestamente no sabía hacer cuando estaba contratada -porque uno asume que se despide a la gente porque no sabe hacer su trabajo cuando no hay ni puede haber quiebra económica de por medio-. Clientelismo, sobre clientelismo.
Y por eso la cosa sigue. La inquina crece pero, como sigo comiendo y subsistiendo gracias a mi señora feudal, me aguanto.
Y al final, la dueña del castillo deja de cumplir su parte del juramento vasallático y la deja sin recursos, sometida a juicio y sin forma alguna para afrontar en soledad una situación en la que la había colocado su clientelismo existencial y el nepotismo político de su dueña y señora.
Conclusión: lo que todos ya sabemos.
Culpable: Montserrat Triana -aunque la autora material de los disparos sea la madre. Eso es mera estrategia criminal-, Cómplices: Isabel Carrasco y todo el aparato político de uno y otro signo que pretende que esa es la forma correcta de hacer política en nuestro país.
Cualquiera de ellas dos podría haberse comportado de otra manera. Podría haber puesto freno a esa cadena continua de clientelismo vasallático y feudal en cualquier momento. Pero ninguna de ellas lo hizo.
Para empezar, Triana nunca debería haber puesto sus esperanzas de trabajo y sustento en ser cliente política de nadie; para continuar, Isabel Carrasco jamás debería haber aceptado que ser del partido, de la cuerda, de la tendencia o afecta en cualquier otro sentido es sinónimo de tener derecho a un puesto de trabajo y un sueldo.
Para empezar, Isabel Carrasco no tendría que haber buscado alguien afecto sino competente para un puesto solamente porque así sabía que iba a hacer todo lo que ella quisiera; para continuar, Triana no debería haber aceptado hacerlo y debería haberlo denunciado si así se lo intentaban imponer.
Para empezar, la sierva no debería haber pensado que tenía derecho a que su señora la protegiera de todo mal; para concluir, la dueña no debería haber creído nunca que tenía derecho de horca y cuchillo sobre vidas y haciendas de aquellos a los que consideraba sus siervos y aparceros.
Y ¿qué origina todo eso? Solo una palabra. No es la locura de una mujer, ni el desajuste emocional. Es el clientelismo.
Así que todos los afectos a este gobierno o cualquier otro que ahora visten de negro y gritan "asesina" a la salida de Montserrat Triana de la comisaría -¿este gobierno no decía que hacer esas cosas era anticonstitucional y había que evitarlo, por cierto?- deberían llevar sus ropas luctuosas y sus gritos al cementerio en el que yace Isabel Carrasco y repetirlos.
Porque Montserrat Triana es culpable de matar a sangre fría a alguien que no merecía morir -tal vez sí ir a la cárcel, pero no morir-. Pero Isabel Carrasco es culpable de asesinar la política española con su forma de utilizar el vasallaje y el clientelismo para mantenerse en el poder y medrar con sus cargos.
Aunque conviene repetir que eso no está penado con la muerte.
A Isabel Carrasco la mató la madre de Montserrat Triana, instigada por esta, y son cómplices del asesinato la propia víctima y todos los políticos de este país que tiran de nepotismo, relaciones feudales y clientelismo para ejercer la política.
Y ni todos los panegíricos y los eufemismos, la demagogia y las historias preparadas del mundo nos van a hacer apartar la vista de ese punto.
Estos son los hechos del caso. Y son irrefutables.
2 comentarios:
Enhorabuena por el artículo. En mi opinión, un análisis muy acertado. Gracias.
Alberto
Muy, pero que muy bueno.
Deberían tomar nota todos estos políticos enganchados al clientelismo habitual....
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