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sábado, noviembre 03, 2018

Cuando Torrá se olvida de que la democracia se basa en Montesquieu

No sé en cuantas ocasiones el españolismo radical -que es practicamente todo- ha tirado de lo de antidemocrátas para atacar a los independentistas catalanes. Que si eran antidemocrátas por convocar un referendum solo porque tenían posibilidades de ganarlo, que si eran antidemocrátas porque si lo ganaban proclarian la independencia sin pensar en el 49% que no la quería (como si eso no fuera la esencia de la democracia); que si eran antidocrátas por ir contra la Constittución Española (como si toda independencia de todo país no hubiera estado en contra de las normas del país del que se independizaba)... 
En ninguno de los casos una mínima reflexión sobre política e historia permitía mantener el argumento. Pero todo lo que no ha conseguido el furibundo españolismo de bandera hasta en la sopa está a punto de conseguirlo el President Torrá con sus exabruptos extemporáneos y su nueva reclamación sobre los Presupuestos Generales del Estado, vinculando el apoyo a los mismos a las acusaciones contra Junqueras por parte de la Fiscalía del Estado.
¿En serio está poniendo en la balanza los Presupuestos y la acusación de Rebeldía contra Junqueras y demás?, ¿en qué estado democrático una decisión judicial está al mismo nivel que una acción de gobierno?
Mezclar ambos términos es decir que el Gobierno debe influir en la judicatura del Tribunal Supremo para que cambie su instrucción del caso y en el Fiscal General del Estado para que modifique sus acusaciones. Es pasarse la división de poderes, que es el meollo central del gobierno democrático, por el arco de Bará.
Es pura y sencillamente una solicitud antidemocrática.
Si la acusación de rebeldía es falsa que lo demuestren en los tribunales, si los presupuestos no les gustan pporque no le dan suficiente dinero a Catalunya o por cualquier otro motivo que no los aprueben. Pero meter las dos situaciones en el mismo saco no es otra cosa que hacer una declaración de intenciones sobre como Torrá y quienes le jalean entienden el Estado. Ya sea el catalán o el español.
Un Estado en el que el poder político manipula el judicial, un Estado en el que las acusaciones se ponen y se quitan en virtud de acuerdos porlíticos que nada tienen que ver con la culpabilidad o inocencia de los reos. Un Estado en el que el ejercicio del poder es un totum revolutum en el que todo vale y todo está en manos de los mismos.
El Gobierno de Moncloa puede cambiar las acusaciones de la Abogacía del Estado porque esa institución está legalmente bajo su mando y es Moncloa quién decide lo que hace y deja de hacer. Pero ni la Fiscalía General del Estado ni el Tribunal Supremo lo están, así que pedirle que las presione o las modifique para dar el apoyo a los Presupuestos es una petición marcadamente antidemocrática.
Y no vale decir que el anterior gobierno del PP sí lo ha hecho. No vale decir que ellos sí manejaban a jueces y fiscales y que por tanto el actual gobierno puede hacer lo mismo para deshacer el desaguisado que los antiguos inquilinos genoveses de Moncloa han liado.
¡Pues claro que puede hacerlo, pero no debe!
Esa es la diferencia entre ser democráta y no serlo. Que no renuncias a la democracia por muy bien que te venga hacerlo en algunas ocasiones.
En España o en Catalunya. Da igual.

martes, octubre 23, 2018

Tres palabras que llevan a la nausea con la muerte de Khashoggi

Muchas cosas se podrían decir sobre este nuevo capítulo de lo que el Occidente Antlántico considera como acitvismo, solidaridad o justicia. Muchas palabras que no expresarían el límite que ha sobrepasado todo lo que ocurre en torno al asesinato de Khashoggi.
Pero tres me bastan: Hipocresía, egocentrismo y repugnancia.
Los que se manifiestan con las pancartas que piden justicia para el periodista muerto, los gobiernos que reaccionan indignados y todos aquellos que claman al cielo y se rasgan las vestiduras son unos hipócritas. Hipócritas porque exigen el fin de la venta de armas a Arabia Saudi, pero se libran mucho de exigir el final de la compra de su petróleo.
Hipócritas porque su boicot supone no vender unas armas con las que no se ha matado al turco y sí a otro puñado de miles de personas, pero no impide seguir llenando las arcas de ese régimen medieval y absolutista para que otros, que seguirán sin tener escrúpulo alguno en hacerlo, puedan continuar aumentando sine die sus arsenales. Pero claro, si no compramos el petróleo a lo mejor nos sube la gasolina, se nos inflael coste de los plásticos o de cualquier otro derivado del petróleo y eso no, eso no lo pedimos en bien de la justicia.
Un egocentismo que bordea la arcada porque tan solo sabemos mirarnos el ómbligo, ¿la muerte de un solo hombre origina todo eso? Mientras las armas mataban a miles en Yemen, ningún gobierno ha pedido embargo alguno, claro los muertos no eran de los suyos. No alteran su visión "democrática" del mundo.
Mientras los tribunales saudies ejecutan a homosexuales, adulteros y adúlteras e infieles de distintos niveles al ritmo de varios por semana nadie ha salido con sus fotos a la calle reclamando justicia para ellos, ningún gobernante europeo ha exigido a sus socios que hagan algo, que dejen de comprar, vender o intercambiar cualquier mercancia con los señores feudales del Golfo.
Pero que no toquen a un periodista -una de esas profesiones que creemos que han de ser intocables por necesarias para la libertad y la democracia- en nuestros aledaños, que no tengan la osadía de hacernos ver que nuestro ombligo no es seguro y sagrado, que entonces hay que dejarles claro que la linea que nos preocupa que pasen no es la del asesinato, la tortura, los crímenes de Estado o la brutal represión, sino que todo eso eso se ejerza con alguien de los nuestros y cerca de nosotros.
Y repugnancia.
Repugnancia hacia quienes demuestran que la vida de miles de personas es menos importante que la de un periodista; ante los que exigen seguridad y libertad para ellos ahora y cambian la de pueblos, comunidades y colectivos enteros por un contrato que lleve el AVE hasta La Meca o los ingresos que producen las ventas de armamento.
Tres palabras que para mi encierran una sola verdad. Que un país entero, miles de personas sometidas a la Sharia y cientos de homosexuales no valen menos que Khashoggi.
Y que Occidente actúe como si fuera así solo lleva a la nausea.

domingo, octubre 14, 2018

Las cuentas que no fallan o buscar balancear la ecuación para el futuro.

La matemática no falla, no suele hacerlo a menos que quien la use parta de principios erróneos o de paradigmas falsos.
Y me temo que eso es lo que esta pasando con las cuentas del ISIS.
Alguien pensó en su día que cada hombre armado que mataba del falso califato era una baja, un nombre desconocido que borrar de la lista o un número que restar de las cuentas.
Pero no lo era. La historia nos demuestra que nunca, en ningun caso en el que el fanatismo esté de por medio, ha sido así, que nunca lo será. Cada victoria de rebeldes, peshmergas kurdos o cualquiera de las milicias que habíamos mandado a pelear en nuestro nombre sobre el suelo de Siria solo sumaba nombres a la lista de ISIS.
Porque así funciona el fanatismo, porque así se radicaliza a los pueblos. Mata a un combatiente y su hermano o su hijo o su sobrino o su primo considerará injusta la muerte de su pariente y tomará su lugar para vengarla.
Cada bombardeo ruso o francés o británico o estadounidense parecía borrar cientos de combatientes de la faz de la Tierra, pero solo era la superfecie.
Escondidos bajo tierra, disfrazados de civiles supervivientes, autodeportados en pueblos y en aldeas remotas, esperaban, reclutaban, convencían a aquellos que habían perdido mucho o todo en cada bombardeo de quién era el enemigo.
Y ahora parece que los números fallaron porque se antoja que son los mismos números. Y seguramente lo sean. Pero, casi con toda seguridad, cada nombre desconocido, cada identidad ignorada, es diferente.
Así que no nos fallan las cuentas. Lo que falla es la operación que Occidente eligió para intentar calcular el resultado que deseaba de antemano.
Como los anitguos anusiyas de Xerjes, escondidos tras máscaras para parecer inmortales porque nadie notaba el cambio de los rostros, la fanática carne de cañon del falso califato parece la misma tras sus barbas, sus banderas, sus uniformes y sus nombres que a los occidentales nos parecen iguales, los mismos que creíamos que habíamos matado y derrotado.
Pero son diferentes, nuevas cabezas de una hidra a la que han dado alimento nuestras bombas. Son reclutas que nosotros y nuestra guerra hemos reclutado para ellos.
Quizás este fallo en las cuentas le demuestre al Occidente Atlantico por fin lo que ya sabe y se niega a recordar: el fanatismo no se vence con bombas, no se derrota con balas y con guerra.
Se elimina con esperanza, con justicia. Dando a las gentes que esos líderes, falsamente creyentes y solo ávidos de poder, usan como reclutas aquello que no tienen: un futuro, una vida, algo que perder.
Quizás así comprendamos al fin que la guerra contra ISIS y cualquier otro que quiera usar un dios o un fanatismo para obtener poder empieza por despejar de la ecuación a las teocracias absolutistas, los dictadores despóticos y los gobiernos militares que mantenmos en todo el mundo árabe en beneficio de nuestras corporaciones, para garantizar que nos llegue el petroleo, que las rutas del gas estén a salvo para nosotros y el dinero continue llegando a raudales a sus cuentas de resultados y a los dividendos de sus accionistas.
Lo sabemos, los gobiernos lo saben, los militares los saben, las empresas lo saben.
Pero a ver quien es el guapo que le dice al occidental atlántico de a pie que tiene que renunciar a mucho de lo que cree suyo para que los pueblos que son sus verdaderos propietarios puedan progresar y escapar del fanatismo que se ceba con ellos y con su desesperanza.
Me temo que, si esas son las cuentas, no queremos que salgan. No queremos que la ecuación jamás se balancee.

viernes, junio 01, 2018

De la elusión al oxímoron para defender una mentira por el bien de Ciudadanos

"No está tan claro que un gobierno débil sometido a los vaivenes de unos socios peligrosos (Podemos, ERC, PdCat, PNV, Bildu...), vaya a contribuir a estabilizar o regenerar nada. ¿No hubiera sido mejor negociar una fecha para convocar elecciones generales, más pronto que tarde, para que sean los españoles los que decidan quién quiere que lidere el proceso de estabilización y regeneración institucional?"
Es maravilloso como se puede colar como un argumento algo que a la vez es una elusión, un sofisma, una manipulación y un oxímoron.Vayamos por partes.
La elusión del cuarto partido
El PSOE estará supuestamente "sometido a los vaivenes" de esos socios por un único motivo. Ciudadanos se ha negado a apoyarle y solo seguirá sometido a ellos si Ciudadanos se mantiene en la negativa de no apoyarle haga lo que haga. Ni una palabra sobre la responsabilidad que tendría el partido de Rivera en esa inestabilidad.
El sofisma del peligro
¿"Peligrosos"?, ¿peligrosos para quién?, ¿por qué Podemos o PNV son peligrosos?, ¿por qué no lo es Ciudadanos? No hay ni una sola iniciativa parlamentaria de Podemos o el PNV -o incluso Bildu- a lo largo de la legislatura que sea "peligrosa".
A menos que la abolición de la Ley Mordaza, el levantamiento del impuesto al sol, la eliminación de los elementos de precarización de la Reforma Laboral, la fijación de un criterio general de cálculo de las pensiones, la fijación de un calendario de cierre de las nucleares, la supresión por ley de la posibilidad de amnistías al fraude fiscal o la reducción de impuestos a las compañías sociales se consideren "peligrosas" para España y para la democracia.
¿Por qué el PNV es un socio peligroso ahora y era un socio responsable hace diez días con la aprobación de los presupuestos?
No puede considerarse peligroso a un partido que lleva desde el comienzo de la última fase democrática de nuestro país haciendo lo mismo, lo que tiene que hacer. Preocuparse de lo que ellos consideran que son los intereses de Euskadi. Que para eso les votan.
¿Por qué no se considera "peligroso" a Ciudadanos?
Resulta curioso que no se haga hincapié en que es el único partido -no independentista- que defiende posiciones anticonstitucionales y antidemocráticas.
¿No es anticonstitucional defender la eliminación del cupo vasco cuando figura expresamente reflejado en la Carta Magna española?, ¿no es anticonstitucional y antidemocrático defender la extensión del artículo 155 solamente para controlar TV3 y los mossos, ninguna de las cuales es constitucionalmente competencia del gobierno central?
De nuevo silencio al respecto
La manipulación de la estabilidad y la regeneración.
Se afirma que es dudoso que el nuevo gobierno "vaya a contribuir a estabilizar ni regenerar nada", pero se omite que la sola presentación de la moción de censura ya ha contribuido más a la estabilidad que todo el gobierno de Mariano Rajoy. En el asunto de Catalunya ha propiciado que llamaran al orden a Torrá, que desbloquear la formación del Govern y que obligara al PP a levantar el 155. Puede que no nos guste ese gobierno, pero la situación política en Catalunya ya es estable, ya no depende de los juicios.
En el resto de España, si hace diez días el presupuesto garantizaba la estabilidad en la legislatura, ¿por qué ahora no lo hace si todos los partidos se han comprometido a respetarlo?
De nuevo, los únicos que podrían desestabilizar esos presupuestos son aquellos que votaron a favor de él si ahora le ponen trabas o votan en contra de leyes que emanen de él. O sea el PP o Ciudadanos.De nuevo se omite tal posibilidad.
Y con la regeneración tres cuartas de lo mismo.
¿Qué impide al nuevo gobierno poner en marcha la Ley de Transparencia?, ¿o la modificación propuesta para los delitos de corrupción en el Código Penal? Los únicos que han bloqueado esas propuestas han sido el Partido Popular y Ciudadanos. Sí Ciudadanos deja de hacerlo la regeneración podrá comenzar. La responsabilidad está en ellos y no se incide en ese aspecto.
Por no hablar del hecho de que esa regeneración en la política pasa por recuperar el diálogo y la negociación -según el mismo periódico ha defendido en múltiples ocasiones cuando quienes se negaban a dialogar eran otros-. Así que la necesidad y la disposición al dialogo entre fuerzas políticas ya es en sí mismo un comienzo de regeneración. Y quienes se nieguen a participar -que ya sabemos quienes son- son quienes la impiden.
El oxímoron del proceso electoral.
Abordar la pregunta retórica final del razonamiento de El País es lo que transforma el razonamiento completo en un oxímoron porque la respuesta, que se pretende retóricamente que es sí, es en realidad no.
El panorama político real -incluso el inventado por Demoscopia- deparará ahora o dentro de un año un panorama político con cuatro partidos constreñidos en un arco porcentual de voto que va entre el 20% (Podemos) y el 24% (según el CIS). Eso supone la imposibilidad de formar gobierno unitario para cualquiera. Si con un 33% de los votos el PP necesitó dos elecciones y un golpe de mano de la Ejecutiva del PSOE para poder formar gobierno, solo hay que volver a la historia más reciente para saberlo.
Así que, en realidad, la convocatoria de elecciones supone seis meses de un gobierno en funciones sin posibilidad de legislar y otros tantos -no se sabe cuantos- después de los comicios -que probablemente tendrían más de una edición- hasta que alguien consiga formar un ejecutivo que no sería probablemente más estable que el de Sánchez.
¿Por qué esa situación garantiza la estabilidad?
No hay respuesta posible porque la única es que no la garantiza.
Así que todo ese argumento, que parece racional y responsable, no es otra cosa que un intento de elevar a categoría universal las necesidades de un solo partido: Ciudadanos.
Un partido que, sabiendo que esas elecciones inmediatas no generarían estabilidad ninguna, pretende forzarlas para estar en mejor posición para pescar en ese río revuelto.
Es equiparar el bien de Ciudadanos con el bien de España. Exactamente lo mismo que lleva haciendo demagógicamente el PP durante las dos últimas legislaturas y en todas las que ha ostentado el gobierno.
Poca regeneración parece

sábado, abril 07, 2018

Esa rebelión que disfraza en uno todos nuestros fracasos.

Lo que está ocurriendo con la "rebelión" judicializada que el Gobierno y la Justicia española mantenían y pretenden mantener para castigar el Procés parece un fracaso del Gobierno y es muy posible que lo sea. Pero en realidad ese fracaso evidente esconde otros muchos menos notorios, que afectan a alguien más que a La Moncloa.
-El fracaso de la política de la arenga.- Para mantener sus posiciones, cada partido, no tira de mensajes mesurados, argumentados ni estables, tira de la arenga visceral y exagerada. Lo hizo en sus tiempos el PSOE con los famosos perros rabiosos de sus campañas electorales, lo hacen el PP y Ciudadanos con la equiparación de Podemos con Venezuela, lo hace Podemos con la equiparación con el Franquismo de cualquier acto conservador del gobierno. 
Y este caso no iba a ser una excepción. Se tiró de hipérboles comparándolo con el 23F, incluso con el alzamiento franquista. Se les ha llamado supremacistas, nazis, golpistas. Algo que puede servir de metáfora arengaria pero que no es verdad.
Por eso cuando juristas externos -de ahí la estrategia de internacionalización- toman una decisión contraria, todas las personas convencidas por las arengas se sienten defraudadas y acusan de incoherencia a los jueces alemanes, belgas, suizos o escoceses que sacan el asunto de la arenga y lo devuelven al mundo real.
-El fracaso de la judicialización de la política.- Los políticos españoles están acostumbrados a buscar el refuerzo de los tribunales para dar fuerza a sus argumentos. Cada vez que una ley no les gusta tiran del Constitucional, cada vez que quieren tomar una decisión de Gobierno buscan que sean los jueces quienes lo hagan. Y en este caso, eso ha llevado a que órganos judiciales que nunca deberían haber procesado ese delito lo hicieran, a que fiscales, que tenían que haber buscado el delito más ajustado a derecho, acusaran del delito que la arenga política les decía que se había cometido, antes siquiera de haberlo investigado.
-El fracaso de la politización de la Justicia.- Es el reverso -quizás más tenebroso- del anterior. Fiscales politizados, tribunales politizados, que se ven obligados a seguir la línea del Gobierno que les colocó en sus puestos y claro, de nuevo, cuando el asunto trasciende las fronteras y caen en manos de jueces que no tienen esa presión política, porque sus sociedades ni están gobernadas por esos partidos ni han sido arengadas sin tregua y sin descanso por una y otra parte, la realidad de los hechos choca con las hipérboles generadas por los políticos españoles y aceptadas por la sociedad.
-El fracaso de los medios de comunicación. Los medios de comunicación -ya muy tocados en nuestro país por el vicio de la propaganda política- han de ser mediadores sociales antes que generadores de opinión. Pero siempre que hay un conflicto ideológico optan por su papel de generadores de una u otra opinión. El aborto, la Ley de partidos, La Ley de Violencia de Género, el laicismo... la lista de asuntos es prácticamente infinita. En lugar de presentar las posiciones de unos y de otros solamente y dejar que cada uno saque conclusiones, presentan las de unos para desacreditarlas y las de otros para ensalzarlas; presentan los vicios de unas y esconden los de otras. Si hicieran su trabajo todos los medios por igual, el lector no tendría la posibilidad de hacer lo que hace ahora. Leer solamente el periódico que le gusta y refuerza las arengas recibidas y asumidas. Tendría que pensar por su cuenta.
Y estos son solo los fracasos del sistema, del elemento institucional. Como sociedad también nos han salido unos cuantos.
-El fracaso del complejo nacional. Desde el comienzo de todo esto nos negamos a escuchar al extranjero, al que nos ve desde fuera. Nos lo dijo el Times, nos lo dijo el Washington Post, nos lo dijo Le Monde Diplomatique y nosotros lo rechazamos. A unos y a otros les dijeron que sus caminos eran erróneos, pero todos los desecharon con un "¡qué sabrán ellos!" porque nuestros complejos nos impiden aceptar nada crítico que venga del exterior.
-El fracaso del refuerzo frontal.- O sea, eso de que el hecho de que alguien le quite la razón en algo a nuestros antagonistas supone que nos la da a nosotros en todo. Si alguien decía que el camino del Procés era erróneo eso ya significaba que estaba dando la razón a quienes decían que el camino del Gobierno, de la detención y el procesamiento por rebelión, era justo; si alguien decía que ese no era el camino para la solución ya estaba diciendo que Catalunya tenía que ser independiente.
-El fracaso de la acusación como condena.- Otro de nuestros grandes defectos sociales. Como se les ha acusado ya son culpables. Lo hacemos con todo. Con las acusaciones de corrupción, con las de malos tratos, con las de malas actuaciones policiales, prácticamente con las de cualquier delito. Así que, que se acuse a alguien de rebelión le transforma en rebelde y claro, cuando un juez dice que no, que no lo es, sentimos que le están dando la razón, que dejan a un "rebelde" marcharse de rositas.
Y todos esos fracasos nos llevan al peor y más doloroso de todos.
De nuevo hemos fracasado en el noble arte de pensar por nuestra cuenta. De darnos cuenta de que, por más que quisiéramos la independencia, tendríamos que haber mirado más allá de las arengas y ver que esa vía era absurda y hacérselo saber a nuestros líderes; que, por más que seamos unionistas, tendríamos que haberles dicho a nuestros líderes ¡Por favor!, ¡cómo va a ser igual convocar un referéndum que invadir el Congreso a punta de pistola y sacar los tanques a la calle! en lugar de comprar la hipérbole y repetirla hasta llegar a creérnosla.
Y lo más grave es que, cuando una decisión externa intenta devolvernos a la realidad, la desechamos y seguimos a lo nuestro. Exigiendo tomar a los 200.000 alemanes que residen en España como rehenes o destrozar cervecerías en Baviera. Otra nueva arenga para poder seguir en la burbuja de todos nuestros fracasos.

viernes, marzo 02, 2018

De empeñarse en morir a Danzad, danzad, Malditos (crítica cinéfila del Procés)

Hay una frase muy típica de las pelis estadounidenses.
Ese momento en el que quien ejerce la función de heroe en la historia duda entre hacer o no hacer algo y su colega -generalmente el negro que termina muriendo un puñado de fotogramas después- le dice aquello de "en la vida, en realidad, solo hay una elección: empeñarse en vivir o empeñarse en morir".
Pues esa es la elección que afrontan la justa reclamación de un proceso que decida sobre la independencia de Catalunya . Y esa es la decisión que, aunque no lo crean los nacionalistas españoles, afronta la democracia y el Estado de Derecho española a través de su legítimo gobierno.
Los independentistas, que han logrado de nuevo el refrendo de la mitad de la población catalana en las urnas -aunque repartidos de otro modo- tienen que mantener viva esa reclamación, esa necesidad de clarificar de una vez por todas si Catalunya quiere ser independiente o no.
El paso a un lado de Puigdemont es, para mi, el primer paso que se da en ese sentido. Un paso casi de sardana, de esos que retiran el pie un poco hacia atrás antes de completarlo totalmente.
¿Por qué? Porque la propuesta de Jordi Sánchez como su sustituto, encarcelado y pendiente del proceso judicial absurdo iniciado por orden del Gobierno español contra el antiguo Govern y el independtismo en general, no es el heroe de la peli cargando sus armas, afilando sus cuchillos y haciendo flexiones para ponerse en forma y derrotar a sus enemigos. No es ese "empeñarse en morir". Es más bien un paso de danza que deja la posibilidad de "empeñarse en vivir" a su antagonista, al coprotagonista de esta peli, que se ha querido vender como de buenos y de malos, y que en realidad es una historia de bandas rivales: el Gobierno español.
Porque ahora es el Gobierno español el que debe demostrar que él también está "empeñado en vivir". No en vivir eternamente en el poder, no en vivir en su ideología nacional españolista por siempre y para siempre. Empeñado en que la democracia española persista, en que todos, catalanes o no, nos podamos creer que vivimos en un país en el que tenemos derecho -aunque sea poco- a decidir nuestro destino.
Le toca de deshacerse de todas las memeces -sí, memeces- de que la democracia se defiende a golpe de decreto, de proceso por rebelión, de intervención a través del manido y manipulado artículo 155 de la Constitución. 

Le toca adelantar el pie en esa sardana hacia Jordi Sánchez, si sale elegido, y demostrar que sabe que la democracia se basa en lo que siempre se basó: el derecho de los que deben decidir algo a decidirlo.
Le toca decidir entre empeñarse en la muerte de seguir escuchando los cantos de sirena de los nacionalistas españoles de bandera en el balcón y argumentos absurdos, que van desde el falso imperio histórico hasta la pretensión de que toda España participe en ese referendum, o empeñarse en la vida que a esta nación -y a la que eventualmente podría surgir de una independencia catalana- la daría saber que aquí las cosas se solucionan hablando, dialogando, acordando, escuchando y dejando que la gente decida lo que quiere hacer con su futuro.
Y eso solo puede hacerse con un referendum al que no se niegue el gobierno español por mucho que tema perderlo, por mucho que le abuchee el nacionalismo español que no tiene arte ni parte en este asunto, salvo aquellos que vivan en Catalunya y quieran expresarlo con su voto en esa consulta sobre la indepependencia catalana.
Hace un puñado de meses ambos, enfrentados al paso diez del camino del heroe -así lo llama el profesor de guión cinematográfico de mi hija-, se empeñaron en morir. 
Morir en la vía unilateral, morir en una declaración virtual de independencia imposible, morir en el penoso, vacuo y esperpéntico intento, digno de Valle Inclan, de impedir una votación requisando papeletas y urnas, morir en la puesta escena mas absuda de una represión policial encerrada con raciones de emergencia en un barco bajo bandera de Piolín, morir en procesar por rebeldía a alguien que quería marcharse y no acceder al poder en España.
Ahora, la magia de las urnas ha obrado el milagro, y les devuelve a la vida, les lleva unos cuantos miles de fotogramas atrás en esta película, digna del teatro del absurdo de Ionesco o Pirandello, dándoles la oportunidad de transformarla en una historia que no sea una película de bandas de gansters enfrentadas y pueda convertirse en otra cosa.
"En la vida, en realidad, solo hay una elección: empeñarse en vivir o empeñarse en morir". A ver si esta vez se empeñan en vivir y comprenden que vivir es danzar con quien se tiene enfrente.
Así que eso nos arrastra a esa otra orden cinematográfica famosa: "Danzad, danzad, Malditos". A ver si vuestra danza le devuelve la vida a España y Catalunya. Juntas o separdas, que da igual. 
Que lo único que importa es que sigan vivas las dos tras vuestra danza.

martes, enero 16, 2018

Autocritica o cerrar el mercado ideológico y volver a las puertas de Jerusalem

No sé si es que ocurre más veces o es que últimamente yo le presto más atención. Pero da la impresión de que entre todas esas "autos" (autoayuda, autoafirmación, autoestima) a las que nos subimos como sociedad y como individuos hace una generación larga se nos olvidó una, quizás la más importante, quizás a la única que hubieramos tenido que subirnos: la autocrítica.
Todos los días, en todos los medios y por cualquier asunto, ocurre lo mismo. Alguien, institución o persona, presenta una crítica más o menos razonada a una creencia o una ideología o un medio expone una noticia que afecta a un colectivo y la reacción no se hace esperar.
Nadie se para a pensar. Se entra en el foro de la noticia, se tuitea en el hashtag de turno, se responde al post de inmediato, desacreditando, buscando defectos, echando cosas en cara o simplemente insultando, acusando a los demás de decir las cosas por odio o por ideología.
Así, se publica una noticia sobre un individuo que convirtió la vida de su familia en un infierno de maltrato y miedo a raiz de su fanatismo religioso y automáticamente los crisitianos se sienten ofendidos y atacados; Katherine Millet, Katherine Deneuve o Peggy Sastre, feministas de pro durante cinco décadas, o Elizabeth Atwood, que fuera falsa musa del postfeminismo en los últimos dos años gracias a la libre interpretación que el feminismo hizo de su obra el Cuento de la Criada (en el que las ricas utilizan a las pobres para tener hijos porque ellas no pueden), critican a #Metoo y las redes se incendian con acusaciones de machismo y de traición.
Y así con todo y en todo orden de cosas. Se critica una actitud machista en un ámbito y se responde con el recuerdo de los hombres maltratados, de las denuncias falsas o de las mujeres asesinas; se critica la manipulación de la historia por parte del Gobierno español y se responde con un "indepe"; se pone en tela de juicio la legitimidad de la Generalitat para convocar un referendum unilateral y se grita "franquista".
A las críticas a Podemos sobre su vinculación ideológica con el régimen chavista se responde con un "facha", a las críticas sobre la política económica y la corrupción de nuestro gobierno con un "podemita".
Nos alteramos, nos ofendemos, reaccionamos. Tiramos del "¡Y tú...!" en lugar del "¿Y si...?".
Autocrítica, autocrítica, autocrítica.
Hemos decidido no pararnos a pensar si podemos estar equivocados, a mirarnos por dentro y cuestionarnos si nuestra creencia, nuestra ideología o nuestra forma de actuar puede ser merecedora, aunque sea en parte, de esa crítica, venga de quien venga.
Nos parapetamos a salvo tras los lemas propios que sabemos ciertos y difícilmente cuestionables para no hacer el más mínimo ejercicio de autocrítica. "Dios es amor", "el feminismo busca la igualdad", "el referendum unilateral es ilegal", "ser hombre no es sinónimo de ser machista", "Podemos defiende la democracia", "Catalunya tiene derecho a decidir", "el liberal capitalismo genera riqueza"... Y así en un sinfín de verdades completas que se convierten en mentiras a medias porque no nos preguntamos.
¿Y si aquellos que nos critican tienen razón? ¿Y si aunque sean ateos, machistas, podemitas, peperos, españolistas, feministas, fachas, indepes o cristianos, tienen toda la puta razón del mundo en su crítica?
Y no lo hacemos porque sabemos la respuesta en muchos casos. Y eso nos supondría responsabilizarnos, implicarnos, actuar y pensar en contra nuestra y de nuestra propia ideología.
Significaría exigir al Vaticano que revise su visión de que el Levítico o las Cartas de San Pablo, que incluyen algunos de los pasajes más machistas, injustos, esclavistas y arcaicos jamás escritos, son palabra de dios; significaría volverse a las líderes ocultas de nuestro movimiento y decirles que iniciar y potenciar una delación pública y masiva sin pruebas, sin denuncias judiciales y exigir a todo el mundo creer sin más esas delaciones es lo más parecido a la Ley del juez Lynch, la caza de brujas o bordar en el pecho de una mujer la letra escarlata de su adulterio susurrando en las puestas de largo y los salones de té.
Significaria tener que volverse a nuestros ideólogos y decirles que es absurdo defender una relación ideológica con un régimen que mantiene a su población en el hambre y la miseria; o decirles a nuestros ministros que generar riqueza no es lo mismo que repartila o que el liberal capitalismo puro lleva implícito el marchamo de la corrupción si no se regulan los mercados.
Nos supondría tener que decirle a nuestros líderes que no se puede ser "social" y sacralizar los beneficios de los bancos; que no es necesario manipular la historia para reclamar una independencia o que no se puede negar el derecho a decidir de quien quiere hacerlo alegando la Constitución y una falsa historia de unidad. 
Decirle a nuestro amigo que no puede insistir eternamente a una mujer intentando convencerla de que le quiera o a nuestra amiga que no puede criminalizar a un hombre por intentar besarla una sola vez.
Y supondría sobre todo quedarnos sin referentes, tener que plantearnos uno a uno los principios de la ideología que decimos o creemos tener. Dejar de vivir la vida en sloganes y tuits y tener que esforzarnos por entender textos densos y largos que explican todos los puntos y principios de cada ideología.
Significaría pensar y razonar aceptando la posibilidad de que estamos al menos parcialmente equivocados, de que hemos entendido mal algo o de que no hemos profundizado lo suficiente en esa ideología y tomar de cada una de ellas lo que consideramos justo, lo que, después de pensarlo, consideramos que se atiene a la razón y la lógica. No lo que nos dicen en los mítines, las campañas o los hashtags.
Significaría volver a las puertas de Jerusalem, hace casi un milenio, cuando el eclecticismo filosófico formado por judíos, crisitianos y musulmanes, estuvo a punto de evitar el baño de sangre que supusieron seis cruzadas seguidas. Y donde fracasó porque la mayoría no estaba dispuesta a cuestionar a ninguno de sus dioses y sus jerarquías, fuentes entonces de toda ideología.
Porque comprar una ideología resumida a adherirte a ella sin autocrítica alguna es siempre más sencillo que construirla por tu cuenta pensando en contra propia.

domingo, enero 07, 2018

Ese noble arte de la prensa de hacer autocrítica mientras sigue en sus trece.

Hace unos días ocurrió un hecho inusitado. Bueno, en realidad ocurrieron dos hechos inusitados.
La plana mayor de la UCO, la unidad operativa de la Guardia Civil, dio una macro rueda de prensa cargada de estrellas y galones, al más puro estilo del FBI o la policiá neoyorquina de película de crímenes, para hablar de la detención del asesino confeso de Diana Quer.
El segundo hecho inusitado fue que dieron un rapapolvo a los medios y les exigieron autocrítica.
Y lo que escribiré ahora va de eso. Aunque puede que lo parezca, esto no va del contenido de las noticias, ni de las ideologías de las que se va a hablar. Esto va de lo que la prensa, la que se ha dado en llamar prensa seria, entiende por autocrítica.
El País se descuelga, así como quien en la cosa nada tiene que perder, con una especie de mea culpa sobre por qué los medios alimentan el morbo. Es de suponer que se incluyen en ello, es de suponer que se trata de la autocrítica reclamada por la UCO, de un ejercicio de revisión de lo que hacen bien y lo que hacen mal con respecto a la información. Pero no lo es.
"En el terrible caso de Diana Quer, sin duda la estrella mediática del momento tras la cuestión catalana, conviene señalar un par de datos: en los 16 meses que transcurrieron desde su desaparición hasta el descubrimiento del cadáver, en España se produjeron, aproximadamente, unas 1.500 violaciones documentadas, es decir, denunciadas, y alrededor de 70 mujeres asesinadas por violencia machista. ¿Por qué Diana Quer fue la protagonista de las televisiones y no el resto de las víctimas? Probablemente por razones de status familiar. Lo que afecte a la clase adinerada tiene, al parecer, un valor añadido."
Vale que lo de la familia adinerada es cierto, lo del status familiar también, pero lo de la autocrítica no.
Porque, para empezar, hablan así, en impersonal, como si ellos no lo hubieran hecho, como si ellos no hubieran llenado durante meses sus portadas y sus páginas de contenidos al respecto. Como si fuera un problema de otros.
Lo cual queda un tanto desmentido solo con una búsqueda básica del nombre de la víctima en la hemeroteca de El País en la que aparecen 4449 referencias. Aproximadamente nueve referencias al día.
Y para continuar, porque la primera autocrítica que deberían hacerse los medios es por qué tiran de postverdad, manipulación o directamente mentiras, para soportar sus presupuestos ideológicos. Y en este artículo, que supuestamente no debería hacerlo por pura coherencia, meten unas cuantas.
Cada una de las mujeres asesinadas por "violencia machista" fue titular, fue portada, fue objeto de artículos de opinión y de reportajes de fondo en El País. Y no es una exageración. Está comprobado por ellos mismos en los resumenes de los dos años comprendidos en ese lapso de tiempo.
Por no hablar de que todas ellas -o por lo menos una inmensa mayoría- ocuparon los programas de mañana de víscera y sangre de distintas cadenas, las cabeceras de los informativos de La Sexta y Cuatro y un sinfin de medios más.
O sea que parten de una mentira -un ejemplo de postverdad, como ahora les gusta llamarlo- para hacer autocrítica. Y lo hacen porque no quieren reconocer que la información sobre esos asesinatos es idéntica y sigue los mismos parámetros de morbo que las de Diana Quer.
¿Por qué informar y regodearse en esos crímenes no es morbo?, ¿por qué informar continuamente sobre un terrible problema que afecta a un 0,9 por ciento de las parejas de este país no se incluye dentro de la autocrítica e incluso se uitiliza -mintiendo descaradamente- como ejemplo de información olvidada en aras del mordo?
Por un sencillo motivo. El País no quiere renunciar a su ideología -que tiene perfecto derecho a tener- en la que la violencia por ellos llamada machista es el principal problema social de este país.
Y ese es el primer acto de contricción que deberían hacer, el primer mea culpa que habrían de entonar. Pero no están dispuestos a ello, ni en esto ni en nada. Ni en lo social, ni en lo político. Y la prueba es otro párrafo que también se supone que intenta desmostrar el olvido de lo importante en aras de lo morboso:
"Cierto es que se aprecia una cierta evolución en los valores morales de la sociedad no así en los que rigen en las cadenas generalistas, siempre ávidas de sensacionalismos. Pese a ello resulta descorazonador que, como recogía una encuesta del CIS de enero de 2015, para conocer como perciben la violencia de género los adolescentes y jóvenes, “el 33% de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años, es decir, uno de cada tres, considera inevitable o aceptable en algunas circunstancias controlar los horarios de sus parejas, impedir que vean a sus familias o amistades, no permitirles que trabajen o estudien o decirles lo que pueden o no pueden hacer”.
Critican a las cadenas generalistas por su morbo -lo cual es completamente suscribible-, pero no se critican ellos mismos por vender en este mismo párrafo como "violencia de género" un informe en el que participan adolescentes femeninos y masculinos y en el que tanto ellos como ellas consideran justo y normal controlar a su pareja (no que la parte masculina de la pareja controle a la femenina).
¿Por qué se vende así?
De nuevo por ideología y por morbo. Porque no van a dejar que la realidad les estropee una vision previa (ideología) y porque escribir de crueldad machista vende más que de agresividad afectiva y no van a dejar que la verdad les estropee un buen titular (morbo).
Y así con todo. En El País y en todos los demás medios "serios".
No hacen autocrítica de por qué se pasaron semanas hablando de los falsos mitos secesionistas (Catalunya como reyno, la Guerra de Sucesión como guerra de independencia), pero no de los falsos mitos unionistas (la inexistencia de Catalunya como entidad política independiente de España en siglos pasados, la existencia de un imperio español, la unidad de España desde los Reyes Católicos); o por qué se han pasado meses hablando de las relaciones de Podemos con Venezuela y no de las del Gobierno español o de las empresas de las que son consejeros delegados ex ministros del PP y del PSOE, entre otros muchos casos en una y otra dirección.
Porque, en realidad, no afrontan la principal autocrítica, que es reconocer que manipulan y sesgan la información para sus fines políticos y que una vez hecho, alimentan el morbo de lo cruel y lo terrorífico en esa dirección, para obtener los réditos políticos que aquellos para los que verdaderamente trabajan desean.
No están dispuestos a reconocer que utilizan el morbo como arma de manipulación masiva, obligándonos a mirar a través de los campos de visión que ellos acotan e imponen en servicio de determinadas ideologías -cada uno de las suyas- para que no podamos fijarnos en todo lo demás, en la realidad en su conjunto, que es de lo que verdaramente tendrían que informar.
Y la autocritica a su actuación en el caso de Diana Quer, que debería ser el punto de partida de un inmenso ejercicio de reflexión sobre en lo que han convertido el periodismo, se transforma en otra excusa morbosa para evitarlo.

lunes, enero 01, 2018

¡Ave, Pedroche! o comenzar el año a pie cambiado

Creo que nunca hasta ahora había dedicado una de estas endemoniadas líneas a Cristina Pedroche.
Pero, bueno, empecemos el año de forma diferente, que para algo es un año nuevo.
Y solo puedo decir una cosa ¡Ave, Pedroche!
En un solo momento, en una sola presencia, en una sola aparición, ha conseguido resumir el espíritu de lo que es y debería ser nuestra sociedad.
Perfectamente tapadita, en correcto rojo Igartiburu, se marca un discurso con todos los hitos del feminismo patrio. Hitos que dejan al margen muchas cosas, que simplifican peligrosamente otras. Pero ese no es el asunto, al menos hoy no.
Pedroche dice lo que quiere decir, porque le da la gana decirlo y cabrea con ello a todos aquellos que estaban conectados solamente para verla semidesnuda luciendo su cada vez más esbelta anatomía ante la concurrencia televisiva.
Deja fuera de juego a los que se ven reflejados en su discurso porque solamente están ante el televisor para empezar el año con un calentón y una fantasía erótica; castiga a los que la encuentran tapada y ya no es lo mismo, ya no mola.
Porque, si la vista no está obnubilada y reteniendo imágenes en la mente a mil por hora, entonces el oído se activa -es inevitable por pura compensación sensorial- y lo que escuchan no les gusta, no les viene bien.
Y luego, cuando el brazo político del feminismo español cree que por fin ha vencido, que el recato rojo igartiburiense de Pedroche significa que por fin “se valora como mujer” como ellas consideran que se tiene que valorar una mujer, que ha entrado por el aro de sus exigencias ideológicas, que, tras su intervención, es por fin parte de sus huestes, tira de velcro -o de lo que sea- y las deja también más fuera de juego que un portero metiéndose un gol en propia puerta.
Luce su poderosa anatomía porque puede hacerlo, porque quiere hacerlo, porque nadie tiene porqué decirle que lo haga o no; porque estar orgullosa de su físico también es valorarse como mujer, porque no querer que se mate a mujeres o que se las viole o estar en contra del machismo no tiene nada que ver con mostrarse sensual o bella como ella lo interpreta.
Porque le importan un carajo las fantasías que pueda provocar en los hombres -y seguro que alguna que otra mujer-, porque su cuerpo es suyo y hace con él lo que le da la gana, del mismo modo que su voz y su pensamiento son suyos y hace con ellos lo que le apetece.
Y si lo primero molesta a las feministas y lo segundo a los machistas, el problema lo tienen ellos y ellas, no Cristina Pedroche, que no tiene que casarse con unos o con otras, que no tiene que pedir perdón a unas o a otros por ser como es y por hacer lo que hace.
Y me diréis que si lo hace en una cadena de derechas, que si le hace el juego a los que buscan audiencia mostrando curvas femeninas, que si ignora a los hombres maltratados… me diréis lo que queráis. Pero nada de eso será relevante.
Porque esa intervención demuestra que esto de la igualdad no va de machismo, no va de feminismo, no va de unos contra otras ni de otras contra unos. No va quien no está conmigo está contra mí.
Esto va de libertad, no de guerra.
Así que ¡Ave, Pedroche!
¡Ah, por cierto! No vi las uvas en Antena 3

miércoles, diciembre 20, 2017

Cuando un voto se convierte en un hacha o un mosquete en Catalunya

Parece que mañana es el día. La primera vez que se llevan a cabo en España  unas elecciones autonómicas por imperativo del Gobierno central.
Y yo suelo ser de los que dicen que se vote porque si no se hace, después no se puede protestar, se pierde el derecho a exigir y te quedas sin argumentos cuando el Gobierno -cualquier gobierno- se monta a lomos de un poder que no le pertenece, ignorando que es algo prestado por el pueblo -ahora llamado más finamente, la ciudadanía-.
No voy a retirar mi recomendación, pero en las elecciones catalanas de mañana todo sufragio depositado en la urna será depositado en uno u otro montón. Da igual al partido que se vote, da igual a la formación que se prefiera, solamente habrá un análisis: España y Catalunya. Juntos o separados.
Así que ninguno de los sufragios emitidos mañana servirá absolutamente para nada.
No lo hará por un simple motivo: Si gana el independentismo, el Gobierno del PP no se planteará bajo ningún concepto la independencia de Catalunya. Dará igual lo que diga el electorado, dará igual el recuento. 
Han impuesto unas elecciones, intervenido una comunidad autónoma forzando y manipulando un artículo constitucional y puesto la imparcialidad de la justicia de rodillas bajo el manto de su política unionista solamente para que no haya independencia en Catalunya. Así que, aunque gane el indepentismo, dará igual.
Y si gana el españolismo unionista también dará lo mismo. La parte de Catalunya que quiere ser independiente no dejará de quererlo y podrá argumentar sine die, por más que les restrieguen los resultados de esots comicios por la cara, que, en pleno siglo XXI, al contrario que los países medianamente civilizados y democráticos como Gran Bretaña o Francia, se les ha negado un referendum legal y se ha transformado en ilegal el que hicieron. Podrán decir -con toda la razón, le pese a quien le pese- que el Estado español ha reaccionado como el Rey Jorge con sus colonías americanas hace ya dos siglos y medio.
Y también será inutil porque, gane quien gane en las urnas, triunfará por un par de escaños, unos cientos de votos, un puñado de municipios o de secciones electorales.
Y Catalunya seguirá dividida. Seguirá rota por la mitad por las acciones de unos y de otros. Por el empeño de los independentistas en no darle visión y desarrollo en el tiempo histórico a sus deseos de independencia, por la obcecación de los españolistas de negarse a dejar a los catalanes opinar legalmente al respecto; por las diadas multitudinarias como demostración de fuerza; por los autobuses traídos desde toda España para orquestar manifestaciones multitudinarias de banderas de España y cruces de San Andrés para contrarrestarlas; por los mossos de unos y los guardias civiles de otros. Por las mentiras de unos y de otros para apoyar su posición, retorciendo la interpretación de la historia de Catalunya y de España en su favor.
Pero sobre todo será inútil por el hecho de que nadie se ha preocupado de Catalunya en estas elecciones. 
Las candidatas de uno y otro signo nacionalista -españolista o catalanista- desconocen el nivel del paro en su territorio y, claro, poco o nada han propuesto para solucionarlo; los candidatos catalanistas no hablan de desindustrialización o de crisis de los servicios , los españolistas no hablan de comercio internacional o de problemas agrícolas.
Porque los unos y los otros, como caudillos de distintas tribus bárbaras ante las murallas de la ciudad que pretenden saquear, se han preocupado más de repartirse el botín, de dirimir las cuotas de poder, de pugnar por la investidura a President de la Generalitat, que de ninguna otra cosa
Porque todo lo bueno parte de España y todo lo malo del procés para unos y exactamente lo contrario para los otros.
Porque no se han preocupado de alentar a sus votantes, de ilusionar a la sociedad con sus proyectos políticos, de presentar un programa. Se han limitado a intentar hacer levas, más o menos forzosas basadas en el miedo al futuro enemigo, para aumentar sus huestes y armarlas con una papeleta para lanzarlas luego al campo de batalla.
Y puede que, como en el asedio de l'Alguer en 1354, ganén unos o, como en la Batalla de Montjuit en 1640, se impongan los otros. Pero, a estas alturas del partido de la historia, de todos es sabido que una victoria bélica nunca trae la paz y por tanto es inútil.

Empoderamiento buenista o el falso arquetipo de Star Wars

No es que sea yo un fan acérrimo de Star Wars, lo cual no significa que no haya visto todas y cada una de las películas de esta saga que amenaza con hacerse interminable, pero acercándome a la nueva entrega me he encontrado con este artículo de The Guardian.
Según se ve, uno de los grandes méritos de este nuevo episodio es que es el más feminista de todos, según los estándares que, al parecer, ha impuesto la nueva ola del feminismo y que se basan en eso que se ha dado en llamar empoderamiento.
Y esto me genera una reflexión ¿el empoderamiento de la mujer -en la ficción- supone presentar mujeres en cargos de poder? Yo pensaba que sí, pero me he dado cuenta de que no es así.
Lo que busca ese falso feminismo de ahora que se refugia en la igualdad para exigir poder es presentar mujeres en el poder, que lo hacen todo bien y que siempre están del lado de lo que cinematográficamente se conoce como “los buenos” -uy perdón, las buenas-. Laura Dern y Carrie Fisher responden en el episodio VIII a ese nuevo arquetipo ficticio y por eso están contentas. Otro gallo nos cantaría si resultara que Darth Vader fuera una mujer tras su máscara y su voz sibilante y acabara arrastrado por el barro, derrota tras derrota, por los rebeldes, estuvieran estos liderados por una mujer o por un hombre.
Vamos, resumiendo en acordes de la autóctona jota zarzuelera, pretenden vender el falso arquetipo de “si las mujeres mandaran / en vez de mandar los hombres / serían balsas de aceite / los pueblos y las naciones”.
¿Por qué digo que es un falso arquetipo?
Por una sencilla razón. Los arquetipos se generan por repetición y este no se ha repetido jamás. Tienen toda la razón al decir que a lo largo de la historia ha habido pocas mujeres en el poder, pero la inmensa mayoría de las que lo han ejercido no responden a ese supuesto buenísmo de jota mañica de Gigantes y Cabezudos.
Si vamos a la historia más o menos antigua tenemos ejemplos de sobra: Isabel de Castilla (Inquisición, expulsión de los judíos y moriscos, persecuciones religiosas); Isabel de Inglaterra (Ejecución de su prima la reina Estuardo, persecución de católicos); Juana de Borgoña (asesinato de sus hermanos mientras dormían para asegurar su corona); Catalina la Grande de Rusia (invención de los ghettos para judíos, exterminio sistemático de población polaca, aplastamiento sangriento de revueltas campesinas)…
Y si vamos a la historia contemporánea la cosa no mejora: Indira Ghandi (gasto de seis veces el presupuesto del país más pobre de la Tierra en la construcción de una bomba atómica), Margaret Thatcher (torturas sistemáticas a presos, Guerra de las Malvinas); Golda Mehir (establecimiento la política de secuestros y tortura de activistas por parte del Mossad, Guerra del Yon Kippur, ordenó las operaciones de represalia masiva Cólera de Dios y Primavera de Juventud)
Y si vamos al momento presente tampoco mejora mucho la cosa: Michelle Bachelet (hijo y nuera procesados por corrupción, ella utiliza el cargo para evitar la imputación); Dilma Roussell (dimite por corrupción), Cristina Kitchner (procesada por corrupción), Christine Lagarde (procesada por corrupción, exige descenso de salarios y pensiones, propone un sistema económico con un 30% de paro para mantener los beneficios empresariales); Laura Chinchilla (dimite por corrupción); Ellen Johnson-Sirleaf (pretendió prohibir la homosexualidad en Liberia);…
Podría seguir ad eternum y no hace falta que nadie me recuerde a Angela Merkel, Helle Thorning-Schmidt, Erna Solberg o Nicola Sturgeon y otro buen puñado de buenas políticas y líderes integras y eficaces.
Porque, aunque lo parezca, esto no es un alegato sobre lo malas que son las mujeres en el poder.
Todo esto es un argumento que creo que demuestra que el poder y los poderosos tienden, sean hombres o mujeres, a actuar de la misma manera. A ser despóticos, beligerantes, intentar mantener su poder a cualquier precio y dejar que sus allegados se beneficien de la corrupción del gobierno que ellos mismos permiten.
¿Es justo que la mujer acceda al poder? Sí, ¿Es ético que intenten vendernos que las cosas mejorarán por ello? No, es un argumento falaz y manipulador porque la realidad de la historia demuestra que es falso.
Y por eso ese empoderamiento buenista tan celebrado de Star Wars es solo una forma más de presentar arquetipos falsos que se quieren vender como reales y admisibles simplemente porque se oponen a otros arquetipos falsos sobre la mujer.
Pero una mentira no se transforma en verdad porque sea la mentira opuesta a la anterior. Sigue siendo una forma de ocultar la realidad.

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