Los hay que dicen que saber marcharse es un conocimiento mucho más estimable que saber estar y desde luego que demostrar oportunidad a la hora de llegar. Si eso es así en la vida cotidiana, privada y afectiva, lo es mucho más en la rama social de nuestras existencias y por supuesto en la política.
Hoy Euskadi despide a los que se saben marchar. Los que supieron llegar y los que demostraron saber estar. Hoy Euskadi despide a Gesto por la Paz.
Porque en una demostración más de lo que son y por comparación de lo que son muchos otros que dicen ser como ellos, Gesto por la Paz se va como llegó, como estuvo y como venció. En silencio. En Paz.
Desde 1985 ha estado demostrando que la paz se gana con la paz. Que la paz se reclama con paz. Ellos eligieron el silencio como límite formal y material de la expresión de ese deseo y nunca salieron de la paz para exigirla, para pedirla, para construirla.
Euskadi escuchó su silencio mientras se negaba a oír los gritos furiosos de rabia y de venganza de otros y las detonaciones trágicas y sangrientas de las armas de aquellos que nunca escucharon a Euskadi. Ni sus gritos, ni sus silencios.
Y ahora hace lo que solo quien busca la paz, quien la logra, es capaz de hacer. Se disuelve, vuelve a la cotidianidad de Euskadi de la que salió para avanzar en la vida en lugar de enrocarse en la muerte; para diluirse en el futuro en lugar de anquilosarse en el pasado. Para disfrutar de la paz que ha ganado para Euskadi y para todos.
Se va como el centinela que deja la garita y regresa a su catre cuando se firma el armisticio porque ya no hay nada que vigilar ni por lo que temer; se va como el mecánico que, hechas las reparaciones, recoge sus herramientas y retorna a su casa porque ya no hay nada que tenga que ser reparado. Se va como el amante que cuando deja de amar esconde su presencia para evitar el dolor a aquel a quien ya no ama de verle cada día.
Gesto por la paz se va para que su silencio deje ahora hablar a aquellos que hablan cuando existe la paz. Para que sus gestos no tapen las charlas de política, las discusiones sobre soberanismo o los debates sobre nacionalismo. Para que todos los demás puedan hablar de cosas que nada tienen que ver con la paz cercenada que ellos reclamaban y si con la vida y el futuro que Euskadi se construye.
Gesto callaba por la paz y su silencio de dos décadas permite ahora a muchos hablar de cualquier cosa sin vergüenza, sin miedo.
Gesto se va porque, en contra de otros que aún claman por venganza, sabe, reconoce y acepta que ya no es necesario. Que ha logrado, con otros muchos y sobre todo con las gentes de Euskadi, que no haga falta ya guardar silencio para exigir que callen los disparos, que cesen las detonaciones.
El silencio de Gesto se retira porque es el tiempo y el espacio de las palabras, de los acuerdos, de las disensiones que ellos han ganado para Euskadi.
La organización ciudadana vasca más digna y pacifista de lucha contra el terrorismo se va y demuestra que la paz se gana con la paz, no con la victoria, no con la venganza.
Y la paz en Euskadi ya no tiene marcha atrás por mas que algunos pretendan dinamitarla para lograr su victoria y su venganza y unos pocos de los otros todavía vivan en su fanático mundo de ficción en el que creen que aún pueden imponerse por la fuerza.
Hoy, en el día de su adiós, el silencio de Gesto por la Paz ya no tiene lágrimas, rostros entristecidos ni rictus de impotencia, solamente tiene una sonrisa. La sonrisa de aquellos que saben que por fin pueden volver a sus vidas después de haber usado su lucha y su tiempo para devolver la vida y el futuro a su tierra.
La sonrisa de aquellos que en silencio, como siempre, como nunca, callan y piensan: "menos mal que ya no somos necesarios", "menos mal que podemos marcharnos", "menos mal que lo hacemos en paz".
El silencio de Gesto llegó cuando fue necesario y se rompe cuando es imprescindible para decir adiós en un último gesto necesario por la paz en su tierra: reconocer que esta ya ha llegado y retirarse para que ella ocupe su lugar.
Y los demás que sigan que sus torpes pendencias, sus pírricas victorias y sus tristes venganzas. Esa ya no es la guerra de Euskadi. Ya nunca podrá serlo. El silencio y la marcha de Gesto dan constancia de ello.
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