No es la primera vez que en estas lineas ocupa un espacio la peligrosa y cada vez más abrumadora distancia que existe, en este Occidente Atlántico nuestro, entre la percepción y la realidad, entre los hechos en sí mismos y la interpretación que queremos hacer de ellos a través del distorsionado prisma que elegimos para verlos.
Si hay alguien que eleva al rango de absoluto esa distorsión es el Gobierno del PP y sobre todo el madrileño. Y si hay un área en el que se produce es en el cada vez más enfangando ámbito de la sanidad pública y su venta por parcelas a la iniciativa privada.
El presidente designado a espada alzada tras la retirada de Aguirre, Ignacio Gonzalez, y su edecán en estos asuntos, Javier Fernández-Lasquetty, imponen una reforma que es una destrucción en contra de la práctica totalidad de los profesionales de la sanidad pública, de todos los agentes sociales, de pacientes y de la ciudadanía en su conjunto y -quizás como no es esperaban- reciben la reacción.
Profesionales y pacientes se manifiestan y eso es percibido como una muestra de matonismo, sindicatos y ciudadanos les denuncian y eso es considerado una acción propia de matones.
Ignoran que un matón solamente puede ser el que ostenta el poder y la supremacía -en este caso ellos y su gobierno-, olvidan que el matonismo exige violencia y son ellos los que la ejercen sobre todos aquellos a los que sus policías reprimen en las manifestaciones, desalojan de sus encierros. Cambian los papeles y se quedan tan anchos.
Ellos se están repartiendo la sanidad pública, pasan a formar parte de empresas a las que han realizado concesiones sanitarias desde 2003 bajo el ala protectora de la falsa liberal Esperanza Aguirre y cuando los denuncian, cuando los imputan, convierten la querella de un sindicato en un acto de matonismo y una estrategia perversa del PSOE.
Ignoran que la querella es de un sindicato. Pero claro, como su obsesión es controlar los sindicatos piensan que si no los controlan ellos tienen que controlarlos lo rivales.
Diluyen el hecho de que son los matones los que se reparten los territorios y los beneficios, de que son los matones los que amenazan con un futuro de horribles males si no se baja la cabeza, se les obedece y se les hace caso en todo aceptando que utilicen a la sociedad en su propio beneficio.
Mientras, como Maranzano y Macceria, como Charlie Lucciano y Dirk Schultz se repartieran las calles y los negocios de Nueva York o Chicago en los alegres y violentos años 20 del pasado siglo, ellos se reparten la sanidad en las diferentes comunidades para sus familias y las empresas de las que forman parten; mientras hacen el trabajo que hacían los matones, siguiendo sus estrategias al pie de la letra, usando como ellos políticos corruptos para darle a todo una patina de legalidad, usando una policía que en ocasiones aún no ha descubierto a quién sirve y quien tiene que servir, para violentar y acallar las protestas, se atreven a tildar a los que acuden a los poderes del Estado para reclamar justicia de matones, violentos y terroristas -incluso de terroristas-.
Y así Lasquetty se atreve a decir que cuatro imputaciones de consejeros y cargos de confianza de los gobiernos del PP por prevaricación y malversación de caudales públicos y de cinco directivos de las empresas beneficiadas de la primera ola de privatizaciones sanitarias por tráfico de influencias son una estrategia casi mafiosa del sindicato Afem.
Mientras, desde hace años los que están en el área de Sanidad del gobierno madrileño se comportan como un auténtico sindicato del crimen, anteponiendo los intereses de sus familiares y amigos y los beneficios económicos de los que participan en el reparto al bien común, a la seguridad y a la salud de los ciudadanos.
Y por si fuera poco, sonríe con el torcido gesto del que se siente seguro en su soberbia y dice que las imputaciones son "un mero trámite". Como hizo Aldo Capone cuando le acusaron de evasión de impuestos mientras estaba seguro de que controlaba al juez y al jurado de su proceso.
Todos sabemos que son los mafiosos y los matones los que controlan a los jueces sin derecho a hacerlo, no aquellos que recurren a ellos intentando encontrar un escudo que les proteja de los abusos de los que ejercen el poder.
Pero el PP madrileño ha decidido utilizar el prisma de sus necesidades para explicarlo todo, para justificarlo todo. Solo eso explica que se atreva a enviar a su hombre de paja en posición más elevada, el mismísimo Ignacio Gonzalez, a acusar también de matonismo al sindicato médico que presenta una denuncia contra la actual privatización, sus irregularidades y sus misteriosa falta de concurrencia y solicita al juez la paralización cautelar de la misma.
González -que solamente sabe ver a sus rivales mayoritarios, el PSOE, detrás de todo y de todos- ni siquiera parece haberse leído la definición de matonismo del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española Debe ser que como la cultura no es rentable no le interesa.
matonismo.
(De matón).
1. m. Conducta de quien quiere imponer su voluntad por la amenaza o el terror.
¿Donde ven Gonzalez y Lasquetty una conducta que quiere imponer su voluntad?, ¿en una acción legal que pone en manos de los poderes del Estado la decisión sobre un conflicto que afecta a millones de ciudadanos?, ¿en una querella que pone de manifiesto que un Consejero de Sanidad concede contratos millonarios a una empresa para la que empieza a trabajar en cuanto abandona su cargo político?
¿Donde ve la amenaza en las manifestaciones de la Marea Blanca, en las protestas?, ¿en la entrega de documentos que explican como ahorrar sin privatizar?, ¿donde ve el intento de imponer el terror?, ¿en la presentación de informes en los que se demuestra el elevado precio de esa privatización?, ¿en el documento de cien páginas y 70 anexos que intenta aportar pruebas de las irregularidades del proceso?
Y lo que es más complicado de entender en esta enfermedad de egoísmo y corrupción que aqueja al PP madrileño y que es referente de lo que que le ocurre a muchos políticos de muchos partidos en todo el país.
Si todo eso es matonismo, ¿por qué no lo es imponer la voluntad de privatización sencillamente por que se tiene el poder, sin tener en cuenta los deseos ni las necesidades de aquellos que te otorgaron el mismo?, ¿por qué no lo es recurrir a continuos mensajes apocalípticos que infunden el terror a que si no se hace lo que dice el gobierno madrileño que quiere hacer no se tendrá sanidad pública?, ¿por qué no lo es amenazar con despidos, expedientes a aquellos que ejercen un derecho constitucional como es el de huelga o manifestación?, ¿por qué no lo es utilizar la Delegación del Gobierno y a su cada vez menos democrática Delegada para reprimirles, para disolverles, para mantenerles callados y sin protestar por miedo a una carga policial?
Si, ahora que parece habérsele agotado a la corte genovita el recurso fácil a la comparación de todos sus adversarios, sus oponentes y los que se resisten a sus medidas con el nacional socialismo alemán de los años treinta del pasado siglo, Ignacio González quiere retrotraernos una década más atrás y hablar de matonismo para traer a nuestras mentes los recuerdos de la Cosa Nostra y La Familia de aquella época debería recordar algunas cosas.
Los matones eran los que manipulaban las voluntad popular para asegurarse, gobernadores, alcaldes y concejales que estuvieran a su favor y da la casualidad de que tanto el presidente de la comunidad como la alcaldesa de Madrid no han sido elegidos, y da la casualidad de que los tribunales han obligado al PP madrileño a prescindir de concejales que no eran electos.
Los matones eran los que se dividían los negocios de sus territorios por familias y empresas fantasma, los que manipulaban los servicios para hacerse con ellos y obtener beneficios económicos a costa de la sociedad que los pagaba. Y de la casualidad de que lo que han hecho Lamela, Güemes e incluso Cospedal en su feudo se parece mucho a eso.
Los matones eran aquellos que se metían en el bolsillo a la policía y a los jueces para que hicieran la vista gorda a sus desmanes y sembraran el miedo entre todos aquellos que intentaban combatirlos sabiendo que aquellos que debía protegerles estaban en realidad del lado de los que les extorsionaban y les robaban el futuro para engordar sus cuentas corrientes. Y da la casualidad que los mensajes enviados por Cristina Cifuentes desde la Delegación del Gobierno y los intentos del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón por controlar el CGPJ y todas las instancias judiciales se semeja peligrosamente a eso.
Y con todo eso, con todo ese aparato a su disposición, esos matones perdieron. Perdieron en cuanto sus principales herramientas, la corrupción y el miedo, no fueron consentidas, no fueron seguidas, no fueron aceptadas.
Si ser un matón es oponerse en los tribunales, en la calle, en los medios a los que que quieren que su beneficio personal prevalezca sobre el bien general entonces tienen razón, Lasquetty y González tienen razón. Si todo eso es el matonismo, Los madrileños somos los matones.
Pero por una vez los matones no trabajan para la Mafia.
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