Estos gobiernos nuestros nacionales y autonómicos se han acostumbrado a la incoherencia con la misma rapidez con la que una sanguijuela se fija a un vaso sanguíneo. Beben de ella, se alimentan de ella y no sufren el más mínimo pudor porque se note. Pero si hay alguien que es el paradigma de ese vampírico vicio que nos está succionando el futuro, si hay alguien que pone nombre y rostro a la misma y cuyo retrato figura junto a la definición del término es la consellera de educación del gobierno de la Generalitat Valenciana, María José Catalá.
Mientras recorta becas de transporte, cierra comedores escolares, permite que los colegios públicos se caigan a pedazos o sigan siendo barracones enlodados por las lluvias, esta política, que no lo es porque se dedica al proselitismo y no al gobierno, hace un juego malabar y como lo hace ella todo siempre, de tapadillo y sin luz ni taquígrafos, decide ampliar las becas de comedor.
Diríase que la buena de Catalá ha entrado en razón y ha puesto freno a ese absurdo látigo que flagela la educación pública valenciana disfrazado de austeridad deficitaria, podría considerarse que por fin ha hecho escuchar sus constantes plegarias y estas han sido respondidas con una versión moderna del milagro de la multiplicación de los panes y los peces en forma de becas y comedores.
Pero no. La magia arcana que ha permitido a Catalá sacar dinero de no se sabe donde, el milagro beatífico que se lo ha multiplicado tiene trampa. Porque María José Catalá ha ampliado las becas de comedor solo y exclusivamente para los colegios concertados que imparten secundaria.
Valencia no conocía una decisión de gobierno más teocrática desde que los monarcas de los reinos de taifas obligaran a judíos y cristianos a pagar un impuesto para seguir vivos en tierras levantinas.
Porque en este caso, en el caso de la iluminada Catalá, no hay otra cosa bajo las letras de esta decisión que pura y simple teocracia. La mayoría de los colegios concertados de la Comunitat Valenciana son religiosos y esta medida toma el dinero de todos para dárselo a aquellos que comparten el credo de la consellera.
Catalá se permite el lujo de tomar el dinero que ha conseguido a fuerza de robarles a los alumnos de la pública el transporte, la comida, la habitabilidad y la calefacción y ofrecerlo como presente sagrado al altar de sus dueños ideológicos y personales.
Se atreve a hacerlo mientras la Conselleria de Educación, su negociado, adeuda una media de 25.000 euros a los centros de educación primaria y de 70.000 a los de secundaria de la red pública lo que les ha impedido hacer frente a sus gastos de comedor hasta el punto de que muchas empresas se han visto obligadas a dejar de servir por las deudas.
Porque cuando Valencia se coloca a la cabeza de afloramiento de miseria en los centros públicos con un seis por ciento de los alumnos de la escuela pública que dependen del comedor escolar para tener una buena comida al día, ella impone el ayuno como forma de acceder a lo único que le importa, a la única enseñanza que le interesa.
Si crees en el dios de la zarza tienes más derecho a comer que si no crees en él, si aprendes sus preceptos alimentar a tus hijos te costará menos que si has decidido poner tu fe en la humanidad y no en un ser invisible y elusivo que supuestamente lleva siglos en silencio.
El único mensaje que envía es que si no adoras a su dios tendrás que recurrir a medios propios, a fondos comunes de las AMPAS y endeudarte con las empresas para pagar los comedores que el Consell ha decidido sufragar de mala manera y demorar en su pago. Pero si te vas a un concertado la comida fluirá por el comedor como el mana caído de los cielos porque habrás abrazado las enseñanzas del profeta -Uy, perdón, del mesías, es que los fanatismos se me terminan confundiendo-.
Premia la devoción de unos y castiga a los otros con el cilicio de la contrición a cuyo concepto está más que acostumbrada simplemente porque no hincan la rodilla cada mañana para recitar que dios es uno y trino, simplemente porque no están obligados a evangelizar y sí a enseñar a pensar a sus alumnos. Simplemente porque no tienen su religión.
Manipula hasta pervertir el derecho a la libertad religiosa para hacer volver a Valencia a los míticos tiempos de Zayyan, el último monarca de la taifa valenciana.
Ahora no se paga por ser cristiano. Se paga por no serlo.
Y no lo hace por política, no lo hace por soberbia ideológica -como algunos de sus compañeros de partido-, lo hace simplemente por fanatismo.
El mismo fanatismo que la permite dejar hundirse colegios públicos entre el barro mientras regala suelo a espuertas a colegios concertados religiosos; la misma locura proselitista que la lleva a dejar sin terminar colegios públicos mientras subvenciona y mantiene libres de impuestos las obras de construcción de colegios religiosos por toda la región.
Catalá no es una liberal capitalista engreída como Wert o Montoro. Es simplemente una ultramontana fanática que lleva demasiado tiempo siguiendo a rajatabla las órdenes de sus directores espirituales como para ser capaz de pensar por si misma.
Por decirlo en términos que Catalá pueda comprender entre sesión de cilicio y ejercicio espiritual:
¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros.
Porque por más oro que, en forma de alumnos y beneficios económicos, consiga llevar Catalá al altar de la prelatura personal que la guía, por más sacrificios de todos los demás, que no propios, que coloque a los pies de sus directores espirituales para demostrar su fe ciega e intentar comprar una salvación que ignore sus otros pecados personales e íntimos, de nada le valdrá.
Porque no se puede servir a dos amos: a dios y al Opus Dei, y por supuesto no se puede intentar servir a la vez al Opus Dei y a Valencia. Porque Jesús de Nazaret no está empadronado en la capital del Turia y si lo estuviera votaría en su contra.
Porque es más que posible que, si cuando nos libere de su presencia en este mundo resulta que tiene razón y hay algo al otro lado, Torquemada y Zayyan la reciban en el Gehenna con una palmadita en la espalda y el único cielo que llegue a ver sea el representado en la bóveda de la Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados mientras su dios la escupe a la cara su desdén por todo lo que ha le ha hecho a Valencia, a su sociedad y a sus niños.
A lo mejor le conviene abordar el asunto en su próximo ejercicio espiritual.
2 comentarios:
Puntualicemos, estando de acuerdo de que hay que premiar la eduación pública por encima de cualquier otra cosa, todo tiene que empezar por construir mas colegios para los que están en concertados y no pueden permitirse una educación privada (una mayoria). Mientras tanto, todos tenemos los mismos derechos. Los colegios concertados hace muchos meses que no cobran, pero lo mejor de todo, es que estas becas de comedor, no lo son tal... Me explico, la Generalitat te de una beca, pero es el colegio el que se tiene que hacer cargo, la Generalitat no pone un duro, así es fácil dar becas, no???? Informemos bien antes por favor...
La Generalitat sí pone un duro (o se compromete a hacerlo), lo mismo que en los colegios públicos: hasta 3,94€/día en educación infantil, primaria y ESO para ser exactos.
Lo que paga el colegio es la diferencia entre la beca y el precio que tiene fijado para el comedor. Ahí es donde les duele.
Informémonos bien antes, desde luego.
http://www.docv.gva.es/datos/2013/06/24/pdf/2013_6636.pdf
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