Las conocimos en los albores de un curso escolar en el que aún había muchos dispuestos a creer que nuestro actual Gobierno, ese que nos impusimos a nosotros mismos en las urnas, no estaba dispuesto a llegar hasta el límite de lo lógico, lo justo y lo racional en eso de los recortes en Educación, que por entonces eran susurros, atisbos y no pocas contradicciones.
Se hicieron oír porque fueron lo suficientemente inteligentes, perseverantes y arrojadas como para percibir de forma clara y directa como llamar la atención.
Las madres de Montserrat, ese grupo de Madres del Colegio Evaristo Calatayud de Montserrat cuyos hijos se habían quedado sin transporte escolar por una decisión draconiana de la Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana, fueron lo suficientemente listas como para aprovechar la impronta de los medios con un calendario en el que lucían sus sensuales anatomías para recaudar los fondos necesarios para sufragar ese transporte cercenado por los recortes gubernamentales.
Y claro, estalló el diluvio. En este país nuestro de ética difusa y férrea moral por debajo del ombligo siempre estalla el diluvio por estas cosas.
Muchos no supieron ver la inteligencia que había tras esa decisión y las acusaron de todo. Algún obispo y alguna que otra integrante numeraria de una prelatura personal las acusaron de dar un mal ejemplo a esos niños sin trasporte a los que defendían; otros y otras las acusaron veladamente de utilizar su situación simplemente para obtener relevancia mediática, o sea el remedo de esos quince minutos de gloria contra los que los sociólogos predican en el desierto desde el estallido hace décadas de los medios de comunicación de masas.
Y otros se limitaron a coleccionar sus fotos en alguna carpeta escondida de sus ordenadores.
Ahora, casi un curso de marchas, manifestaciones, pases de modelos benéficos y partidos solidarios después, cientos de recortes educativos y toda una política de destrucción de lo público después del archifamoso calendario de No em deixes a peu, otra acción de las Madres de Montserrat esas mujeres que perdieron la vergüenza para ganar el futuro educativo de sus hijos, nos demuestra algo que muy pocos quisieron ver y reconocer tras las curvas sinuosas de sus anatomías y las instantáneas sensuales de sus cuerpos.
Nos demuestra inteligencia. Una inteligente estrategia de luchar por la justicia.
Las madres de No em deixes a peu fueron invitadas a un concurso televisivo para recaudar fondos para su autobús escolar y ellas acudieron.- Acudieron y ganaron el concurso.
¿Que animal convivió con los dinosaurios: el mammut o el tiburón? fue la pregunta final que les hicieron. Y ellas la acertaron. La acertaron y ganaron 25.000 euros.
Pero no es ese conocimiento el que demuestra su inteligencia. Al fin y al cabo para ellas era fácil.
No en vano viven en sus carnes la estampida furiosa del mammut que es la Administración de la Generalitat Valenciana, engordada y engrandecida hasta el extremo a costa del dinero de todos los valencianos y que se ha arrojado a una carrera furiosa que se lleva por delante todo lo que encuentra; no en vano están sometidas a la predación constante de tiburones de terno perfecto y trajes regalados que merodean por las aguas levantinas a la espera de encontrar cualquier signo de riqueza y poder que puedan engullir en las fauces de sus cuentas secretas en la Confederación Helvética; no en vano se enfrentan cada día a un inamovible dinosaurio de nombre María José Catalá, la Consellera de Educación que, incapaz de moverse de su posición ideológica y religiosa, desoye todas sus protestas mientras escucha sin perder ripio todos los susurros que la prelatura personal de Escrivá de Balaguer coloca en sus oídos para que beneficie su visión de la enseñanza entendida como evangelización y el pensamiento confundido con la doctrina.
No en vano Valencia -como el resto del país, pero con mayor intensidad- sufre una glaciación en la que se congela todo lo público, rodeando de hielo el presente y el futuro de miles de ciudadanos mientras aquellos que la han desatado permanecen calientes ante las hogueras de sus nepotismos, cohechos y beneficios personales refugiados en su caverna ideológica.
Así que para Silvia y Vannesa -las madres que concursaron- quizás la respuesta era fácil porque viven rodeadas de glaciaciones, mammuts, tiburones y dinosaurios políticos. Pero lo que demuestra su inteligencia, su inteligente defensa de la justicia, no es que supieran responder es lo que harán con el dinero ganado.
Podrían haberlo guardado en la cuenta de la asociación y pagar con él el transporte del próximo curso -3.000 euros al mes por nueve meses son unos 27.000 euros y han ganado 25.000- y a otra cosa. Es probable que algunas de ellas con eso tendrían suficiente porque el próximo año sus vástagos ya entren en la educación obligatoria y las cosas cambien.
Pero no lo han hecho.
Lo van a utilizar -al menos en parte- para denunciar al Consell por la norma que les ha quitado el transporte. Por una norma absurda que ignora curvas y montañas y calcula las distancias en línea recta sobre mapa.
Lo van a utilizar no solamente en beneficio propio sino en beneficio de todos.
Porque si esa norma se declara ilegal, si un magistrado declara injusto ese criterio, nadie en ninguna parte del país tendrá que volver a desnudarse por ese motivo para reclamar justicia, nadie en ninguna parte de Valencia tendrá que volver a usar su inteligencia y su esfuerzo en reclamar aquello que nunca tendría que revindicar porque ya les pertenece.
De modo que aquellos y aquellas que no supieron ver la inteligencia y la lucha por la justicia obnubilados por la observación de los escotes, los ligueros y los negligées, quizás sean capaces ahora de reconocerla con los dinosaurios, los mamuts, los tiburones y los 25.000 euros que las Madres de Montserrat -no se me ofendan el resto de las madres de Montserrat- han puesto en juego en esta cada vez más ardua batalla por lo nuestro y por lo que nos quieren quitar.
Y si no lo hacen, peor para ellos y para todos. No solamente no serán parte de la solución sino que formarán parte del problema.
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