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lunes, febrero 16, 2015

Comfia, el despilfarro y la desconexión de la banca

Ayer me desayunaba con la noticia de que Comfia, la sección de Banca de CC.OO, había pagado casi cuatro millones de euros en sobresueldos a sus delegados y hoy la historia sigue con que se gastó en cuatro años la friolera de 14 millones de euros en viajes, congresos y opíparas comidas que por su precio parecen bordear lo pantagruélico.

Vayamos por partes. Llamarlos sobresueldos me parece una manipulación del tamaño de un continente pequeño. 
Resulta que en realidad se trata de complementos salariales, en nómina, que pagan a Hacienda y que no cotizan a la Seguridad Social -hasta que esta llegó a un acuerdo con los sindicatos-, sencillamente porque no tiene obligación de hacerlo. Lo siento por todos aquellos que intentarán equilibrar los sobresueldos en B que circulaban por Génova, 13 porque no son, ni de lejos, lo mismo.
¿De verdad creemos que la Tesorería General de la Seguridad Social hubiera negociado algo si pudiera exigirlo? Esos complementos salariales no son diferentes de los bonus que cobran los ejecutivos por resultados o  los consejeros de administración. A ver si ahora va a resultar que vamos a caer en la vieja trampa que nos han tendido desde siempre los conservadores españoles de mantener que lo que sirve para un rico ejecutivo no sirve para un sindicalista porque ser de izquierdas significa ser pobre mientras que ellos, como son de derechas, sí pueden acumular dinero sin faltar a su ética. Si un bonus de un ejecutivo no merece una portada, un complemento salarial de un sindicalista tampoco.
La única duda que me queda es que esos bonus suelen darse por resultados y, con dos reformas laborales brutales de dos gobiernos diferentes, con EREs a diestro y siniestro y oficinas de todas las entidades bancarias cerrándose en todas las ciudades, no me parece a mi que nadie que trabaje para Comfia merezca un bonus por resultados.
Así que si no les gratifican por hacerlo bien a lo mejor les están gratificando por no hacerlo. Y entonces, claro, ya no es un complemento salarial, es un soborno disfrazado de otra cosa. 
Y vamos ahora con los congresos, viajes y comilonas.
De nuevo hay que decir que el despilfarro no es un delito. Pero en este caso es una falla ética de proporciones faraónicas.
Un sindicalista puede comer en Dantxari, Kupela, Cuevas del Duque o la Parrilla De María por muy de izquierdas y sindicalista que sea pero tiene que pagar con su dinero. Mira, un buen uso para los complementos salariales lícitos que les pagaba su sindicato.
Y el resto es un dispendio que no se comprende cuando CC.OO ha tenido que recortar personal por la crisis, el descenso de afiliaciones y la congelación de las ayudas estatales -que, aprovecho para señalarlo, pienso que no deberían existir-. Los viajes y los congresos y los 10 millones gastados en ellos son el producto de una falta de ética galopante y de una traición ideológica brutal.
No porque coman en asadores o viajen en primera clase sino porque se supone que CC.OO es un sindicato de clase y su federación de Banca ha decidido ignorarlo. Ha pensado que como sus afiliados y sus ingresos son numerosos los pueden dilapidar en lugar de utilizar los excedentes en ayudar a la federación minera, la de estibadores portuarios o cualquier otra que por el rango económico de sus afiliados no tenga tantos ingresos.
Así que al final, por muy legal que sea todo, los complementos salariales, y los gastos de representación, congresos y viajes no son muy diferentes de las indemnizaciones a los ejecutivos de Bankia, las tarjetas negras o los gastos y sueldos desorbitados de las entidades bancarias intervenidas por el Estado.
Una muestra de que la banca ha vivido desconectada de la realidad social del país pese a que ha sido precisamente el sector financiero el que más ha contribuido al agujero negro en el que estamos.
Egoísmo y avaricia. 
Y para eso da igual que seas sindicalista y de izquierdas o banquero y de derechas.
Así han conseguido que no confiemos ni en los bancos ni en los sindicatos.

jueves, diciembre 05, 2013

Una multa la lava la cara al asesino del euribor

Mientras los medios de comunicación españoles se lanzan a una vorágine de perseguir con indignación fingida a delincuentes y criminales excarcelados legalmente, en una elusión voluntaria y visceral del hecho de que han cumplido sus condenas legales y los que han incumplido una de las normas más básicas del Estado de Derecho han sido aquellos que les mantenían en prisión, hay otros criminales de los que no hablan, de los que hablan poco, por cuyas acciones pasan de puntillas y para los que no se pide a gritos los cumplimientos íntegros de sus condenas. Vamos, que ni se pide que se les condene a nada.
Durante una década varios centenares de individuos -e individuas, que diría el lenguaje paritario- se han vestido cada mañana con sus impolutos trajes de chaqueta de Armani, con sus inmaculados conjuntos de Chanel, han cogido sus flamantes coches de empresa y han salido a la calle a delinquir.
Los ejecutivos estrella, las operadoras de cuentas destacadas, de los 31 grandes bancos del mundo decidieron dejar de ser lo que eran para transformarse en una Honorable Sociedad, en una Cosa Nostra que se dedicaba a manipular el euribor y otros tipos de interés en su propio beneficio y en el de las entidades para las que trabajaban.
Y dicho así parece una cosa menor, un delito quizás, pero uno de esos trapicheos que hacen los bancos en la frontera de la legalidad, una de esas operaciones que los tiburones financieros, que bordean el límite externo de la ley, hacen bajo el amparo de legiones de abogados que les permiten traspasar el filo sin cortarse.
Quizás por eso la Comisión Europea se aplaude a sí misma porque les ha impuesto unas multas millonarias -que para las provisiones de los bancos no lo son tanto- por atentar contra la competencia. Quizás por eso, porque las finanzas son el arcano mágico del siglo XXI que nadie entiende y nadie se atreve a intentar entender, parece que es suficiente.
Pero no lo es.
La manipulación del euribor y de los tipos de intereses londinense y nipón no es un delito financiero, no es un fraude. Es un crimen de sangre y muerte que bordea la definición de lesa humanidad.
Porque sus robos, sus latrocinios, han sacado de los hogares europeos miles de millones de euros. Han llevado a sus bolsillos 3.000 millones de euros italianos, 1.800 españoles, 5.000 alemanes, 2.500 británicos y otros muchos, arrancándolos de los hogares hipotecados que los necesitaban para llegar a fin de mes, de las cuentas corrientes de los pequeños negocios que los necesitaban para sobrevivir, de los ahorros de personas que pretendían tener un mínimo colchón para afrontar su futuro.
Y eso no atenta contra la competencia, ni contra la libertad de mercado. Al menos eso no es lo importante. Eso ataca frontalmente y sin misericordia  la misma supervivencia de las personas. Si lo hiciera un particular sería un intento de homicidio. Si lo hiciera un ejército sería un acto de guerra.
Como señores de los cárteles de la droga de Medellin o Sinaloa, manipulaban a escondidas los precios de su mercancía sin importarles cuantos de sus obligados clientes dejarían de poder acceder a ella y morirían de síndrome de abstinencia o se ponían de acuerdo para cortarla y manipularla sin tener en cuenta cuantos caerían envenenados o por sobredosis.
Veinte millones de hogares europeos han sufrido el espolio de aquello que necesitaban para sobrevivir, de los fondos que precisaban para salir adelante solamente para que esos enfants terribles de las finanzas aumentaran sus comisiones incrementando las ganancias de sus bancos.
Treinta y un bancos se han puesto de acuerdo para manipular el euribor, 31 entidades se han aliado para delinquir, 31 sociedades anónimas se han puesto de acuerdo para robar, extorsionar y matar a los hogares y negocios europeos. Y eso por definición es una conspiración. Y una conspiración criminal y delictiva, también por definición, solamente tiene un nombre y un supuesto penal: Crimen organizado.
Y por si eso fuera poco, luego, como ejecutores y sicarios de una banda mafiosa, ha mandado a sus abogados y sus cobradores a reclamar la deuda ilegalmente inflada y obtenida y si no se ha podido pagar no les ha temblado el pulso para arrodillar al deudor y descerrajarle un tiro en la nuca con su ejecución hipotecaria y su desahucio
¿Una mujer que se arroja por el balcón de su vivienda en Bilbao cuando recibe la notificación de desahucio atenta contra la competencia?, ¿un hombre que se quema vivo en Lisboa cuando es expulsado de su casa atenta contra el libre mercado?, ¿Un niño que muere de pulmonía en las calles de Torino porque su familia ha pasado a vivir debajo de un paso elevado es una ofensa a las leyes de comerciales?, ¿un anciano que se pega un tiro en la sien en la plaza Sintagma de Atenas para no tener que rebuscar en la basura es un incumplimiento de los principios del liberal capitalismo?
No no son eso. No merecen una multa.
El incremento de un 30% en los suicidios en todos los países de la zona euro a causa de la crisis económica no merece una multa, los cientos de miles de familias europeas que han perdido sus hogares no merecen una multa, los millones de personas que han sido arrojadas al umbral mismo de la miseria o al agujero más profundo de ella no merecen una multa.
Porque una multa no es castigo para aquellos que con su latrocinio mafioso, con su extorsión hipotecaria, han transformado esas muertes en suicidios inducidos, para aquellos que son colaboradores necesarios, si no responsables directos, de toda esa pérdida de vidas y todas esas injusticias.
Como estamos en Europa merecen la cárcel. Si estuviéramos en Wyoming merecerían la inyección letal. Si estuviéramos en guerra solo mecerían el paredón. Y sin bala de fogueo.
Así que la próxima vez que queramos reclamar que los criminales permanezcan en la cárcel más allá de los castigos que marcan las leyes no recurramos a la víscera fácil y fanática de los asesinos y violadores que han cumplido veinte años de condena y salen legalmente del presidio.
Enviemos a nuestra mente imágenes de trajes de Armani y conjuntos de Chanel.
Porque esos 31 bancos, constituidos voluntariamente y con alevosía en sociedades para el delito, han matado a más niñas que el asesino de Alcasser, han arrojado a la prostitución y violado a mas mujeres que el macarra más perverso, han descerrajado tiros en la boca a más europeos que la más sangrientas de las bandas criminales y no han cumplido ni un solo día de condena por ello. Nadie les ha aplicado la doctrina Parot. De hecho, ni siquiera les están aplicando la ley.
Solamente les multan como si se hubieran saltado un semáforo o hubieran escupido en la calle. Y los medios de comunicación no se indignan, no les persiguen, no claman por la inseguridad que para todos supone que no estén entre rejas para siempre.
Porque, claro, son los mismos que dan créditos blandos a esos medios para que sigan a flote y que prestan casi a fondo perdido dinero a los partidos para que puedan engañarnos a toda página y cartel en sus campañas electorales.
Y eso siempre  es motivo para una redención de la pena.

viernes, julio 12, 2013

Nos roban la Constitución para dársela a sus socios

Entre tanta anotación que viene y va, tanta declaración ante el juez Ruz de los sobrecogedores y los genoveses que vieron o no vieron pasar el dinero ante sus ojos directo hasta su bolsillos, entre tanto robo, apropiación indebida, desviación de capitales, el Partido Popular y el gobierno al que mantiene ne La Moncloa nos ha robado dos cosas en un solo día.
Nos ha robado el oído y se ha echado al bolsillo la Constitución. Apenas hemos podido fijar un frente y ya nos abren otros dos. Nadie dijo que iba a ser fácil.
En el Congreso de los Diputados -eso que, según ellos, es intocable e imposible de rodear cuando los ciudadanos quieren tocarlo y rodearlo- nos ha dejado sordos. Ha decidido que no tenemos derecho a escuchar a nuestro presidente, ese que lo es porque los ciudadanos le dieron el poder. 
Han decidido que Rajoy no tiene porque hablar de la financiación de su partido, que nosotros no tenemos que oír lo que tiene que decir al respecto. Ha decidido que, aunque todo el resto de los votantes -representados en el resto de los partidos políticos- lo exijan, Don Mariano no tiene porque hablarnos de los sobres genoveses.
Después de intentar dejarnos mudos en las calles ha logrado dejarnos sordos en el parlamento. No escucharemos de su voz la mentira de la negativa, ni la del de conocimiento. Porque la verdad ya sabíamos que no la íbamos a escuchar.
Pero hay otro robo, otro latrocinio, mucho más peligroso es el que ha protagonizado mientras estábamos pendientes del otro. Nos ha robado la Constitución.
El nuevo Tribunal Constitucional Express, el que ha surgido de la renovación -o involución- que se ha sacado el ministro de Justicia Ruiz Gallardón de su manga más totalitaria, ha tomado su primera decisión y con ella se ha llevado la Constitución a dar una vuelta.
Ha decidido paralizar el Decreto antidesahucios de la Junta de Andalucía. Una normativa que había permitido paralizar doce desalojos, que había dado aire y un poco de futuro a doce familias andaluzas, en tan solo una semana sin la necesidad de que tuviéramos que partirnos el alma y el cuerpo para pararlos.
Y lo ha hecho a petición del Gobierno. No lo ha hecho porque los ciudadanos consideren la norma injusta o fuera de la Constitución. Lo ha hecho simplemente porque el Gobierno moncloita se lo ha exigido.
Mientras Ruz les exige explicaciones sobre su financiación, mientras una jueza sevillana se enfrenta a la corrupción de los ERE, mientras cientos de magistrados se esfuerzan por aunar ley y justicia y anulan desahucios por cláusulas abusivas al amparo de los exigido por los máximos órganos jurisdiccionales europeos, mientras los tribunales superiores de justicia le paralizan sus privatizaciones sanitarias en Castilla - La Mancha y en Madrid por el mal que pueden hacerle a la ciudadanía, el Tribunal Constitucional, su tribunal constitucional, paraliza una ley antidesahucios pese a que sabe el daño irreparable que les hará a cientos de familias andaluzas condenadas a quedarse sin vivienda.
Y ese es el mayor robo perpetrado por el PP y los inquilinos de Moncloa. Mayor que sus privatizaciones nepotistas, mayor que sus sobrecogimientos de pasillo y despacho. Ha cogido la Constitución y se la ha metido en el bolsillo para que deje de servirnos a nosotros y les sirva solo a ellos.
Para eso es para lo que querían y se han esmerado en controlar el Tribunal Constitucional. No para la ley del aborto ni para redefinir el terrorismo, ni para intentar fatuamente controlar el soberanismo. Todo eso son daños colaterales. Querían robarlo para esto.
Porque tanto el nuevo Tribunal Constitucional como el Gobierno saben que ese decreto no es anticonstitucional.
Porque el Gobierno sabe que si es una cuestión de competencias podría haberlas negociado con la Junta de Andalucía en lugar de recurrirlo ante el Constitucional.
Porque los nuevos conservadores que pueblan la alta instancia judicial saben que podían haber admitido el recurso sin necesidad de paralizar su aplicación durante cinco meses.
Porque, a diferencia del cierre de las urgencias nocturnas castellano manchegas, al contrario que la privatización de seis hospitales madrileños, la aplicación del decreto no supone un perjuicio irreparable para la sociedad y los ciudadanos sino todo lo contrario.
Pero, claro, supone un perjuicio para las entidades bancarias, las mismas entidades bancarias que nos han llevado a la ruina, las mismas entidades bancarias que han forzado un rescate que nos endeuda con Europa por dos generaciones para salvar las nalgas laceradas y enrojecidas de su gestión politizada e irresponsable. Las mismas entidades bancarias que nos están matando.
Porque el decreto permite algo que no les viene bien, algo que les descuadra sus ya maltrechas cuentas de resultados. Permite hacer con ellos lo que ellos hacen con otros. Permite la expropiación de viviendas vacías a los bancos.
Y eso no es constitucional
Puede que beneficie a un mercado inmobiliario que está bajo mínimos porque las entidades financieras se niegan a poner a la venta al bajísimo precio de mercado actual todas las viviendas que tienen en sus manos, pero no es liberal capitalista.
Puede que impida que esas entidades acumulen activos tóxicos hasta la extenuación para luego largárselos al Estado y librarse de ellos y del agujero que supone en sus cuentas de resultados y de las provisiones financieras a las que les obligan, pero no es neocon.
Puede que sea necesario para frenar la desesperación de aquellos a quienes la reforma laboral a arrojado al paro y están a punto de quedarse sin techo, para evitar la ruptura que la miseria lleva a cualquier sociedad que se ve arrojada a un futuro marcado por la falta de expectativas. Pero según el Gobierno y su nuevo tribunal amigo y aliado eso no es constitucional.
Y el único motivo de ello es que nuestros acreedores europeos, los que ahora dirigen nuestro presente y nuestro futuro porque nuestro gobierno les pidió el dinero que le hacía falta para salvar a sus amigos y socios de la quiebra, creen que esa medida "tendrá un impacto en la estabilidad financiera".
Pese a la politización de la gestión de las entidades financieras hundidas, pese a las irregularidades en sus balances, pese a la gestión fraudulenta de sus consejos de administración, pese a las mentiras de sus comerciales a la hora de vender preferentes, pese a los créditos millonarios a los gobiernos autonómicos nunca devueltos y desperdiciados en puertos, aeropuertos, circuitos y radiales faraónicas, inútiles y no rentables, lo que "impactará" en la estabilidad financiera es que se les puedan expropiar viviendas. No todo lo demás.
Y Rajoy y su corte moncloita asienten obedientes y deciden que la Constitución tiene que servir a la estabilidad financiera, no a la social, que debe proteger a la banca irresponsable no a la población desesperada, que debe anteponer los daños financieros a los desastres sociales. Deciden que es inconstitucional no ser neoliberal. No ser neocon.
Igual que pusieron a Wert al frente de la Educación para robárnosla, igual que han colocado a sus amantes, consejeros y familiares en las empresas sanitarias para robárnosla, ahora han colocado a sus magistrados amigos en el Tribunal Constitucional para robarnos la Constitución y regalarsela con un lazo dorado a sus amigos bancarios.
Otra cosa que quieren quitarnos. Otra cosa que nos debemos empeñar en mantener en nuestro poder.
Lo dicho, nadie dijo que iba a ser fácil.


sábado, abril 13, 2013

Vestrynge, escarche y el visto plumero de Génova, 13

Lo del gobierno que nuestras urnas nos echaron encima ya empieza a ser de eso que las abuelas decían cuando eras demasiado descarado, cuando pretendías disimular pero se te notaba. Al inquilinato de Moncloa comienza -o mejor dicho continua- viéndose el plumero. Pero ya es uno de esos plumeros de avestruz, de los de doncella francesa de fantasía erótica, de los que hacen época.
Ya el rescate bancario mientras se hace naufragar a su costa todo el resto de la sociedad es de una forma de demostrar quienes les importan y quienes no; ya la sistemática venta por partes de la sanidad a sus amistades y parentelas dejan ver para quienes buscan beneficios con su acción de gobierno; ya el camino privatizador de la educación buscando el mejor posicionamiento de la escuela católica en los conciertos manifiesta claramente qué ideologías pretenden defender a costa de la libertad de elección de todos.
Pero ahora con los escarches, con la conciencia ciudadana de sus constantes mentiras y su falta de compromiso con la sociedad que están destruyendo, la pluma que se muestra de su plumero es otra, es la de  cual es su verdadero objetivo, cual es su verdadero punto de vista sobre el mundo y sobre la sociedad sobre la que gobiernan.
Para empezar hacen lo de siempre, intentan cambiar las reglas, intentan inventarse normas que les protejan, que eviten que los demás les "violenten" con el recuerdo constante de su conciencia social e íntima está adormecida por el dinero y el interés personal, sino muerta completamente.
Luego pretenden cambiar la realidad modificando arteramente la percepción de los que la viven. Buscan similitudes con los nazis, pero ignoran las que existen con los que persiguieron a los militares represores argentinos hasta que fueron llevados a juicio; quieren hacer ver que los escarches a políticos son un signo totalitario cuando el obviar las recomendaciones de todo el poder judicial sí lo es, cuando el ignorar los requerimientos sociales también lo es, cuando el mantener una ley que tiene párrafos idénticos a la de empréstitos alemana de 1932, promulgada por el régimen nacional socialista para incautarse impunemente de los bienes judíos es una similitud mucho más directa y llamativa de la que nada dicen.
Intentan convertir a los "escarchadores" en terroristas cuando el auténtico terror lo producen ellos y las entidades bancarias por ellos protegidas y salvadas cada vez que obligan a un agente judicial a llamar a una puerta con una orden de desahucio. 
No olvidemos que ahora mismo Bankia -la principal ejecutora de hipotecas- es propiedad del Estado, lo que significa que el Gobierno ha desmantelado la sociedad con el conseguir los fondos financieros necesarios  para mantener abierta una entidad bancaria que ahora se dedica a ejecutar desahucios y aumentar la miseria de la sociedad que está pagando su rescate. Sería irónico si no fuera trágico.
Pero lo más grave, lo que les deja ver el plumero completo de su objetivo con el gobierno es su primera reacción al escarche y un nombre: Lo primero que hacen es multar a Jorge Vestrynge.
El amigo Vestrynge que ha pasado por el arco ideológico más increíblemente amplio que va desde el progresismo ochentero a la ultraderecha alcalaína de cabezas rapadas y chicos buenos de corbata y pantalones de pinzas, no es santo de la devoción de aquellos que han accedido por desesperación a esta estrategia de presión  ni siquiera es su ideólogo ni su impulsor, se ha sumado a ella a última hora, como para sacar tajada -al menos mediática- del asunto, pero ellos se centran en él.
Tienen las identificaciones de cientos de nosotros conseguidas a cambio de su números de placa en cada desahucio paralizada, en cada acción, tienen el nombre y el apellido de todos los que han presentado -incluso en una rueda de prensa- estas iniciativas. Pero ellos van a por Vestrynge.
¿Por qué?
No tiene nada que ver con el escarche, no tiene nada que ver con los desahucios, tiene que ver con el hecho que sacó hace un par de meses al bueno de Jorge del retiro en el que la historia y la falta de apoyos dentro de su propio partido le habían impuesto.
Tiene que ver con que ese señor fue el primero que reconoció públicamente que Génova, 13 era más parecido a una estafeta de correos por donde pululaban sobres en todas direcciones y a un garito del la Ley Seca en los años 20 donde todo se pagaba con fajos enrollados y sujetos con gomitas de dinero manchado y delictivo que a la sede de un partido político honesto y democrático.
Van a por Vestrynge porque el amenaza lo único que les importa, la permanencia en el poder.
Y los escarches son secundarios, como lo es la ideología católica en la educación, como lo es el apoyo a ultranza a una banca negligente, irresponsable y delictiva, como lo es la venta de la sanidad a amigos, maridos y parientes.
Todos ellos son compañeros de viaje, son recursos necesarios y asumidos pero no objetivos. Si hay que vender el alama a la banca para conseguir apoyo financiero, se vende; si hay que alquilar la ideología a un credo para que los jerarcas del mismo vean en ti al nuevo cruzado que les ayudará en su soñada segunda reconquista teocrática de Hispania se hace; si hay que tener contentos a socios y genealogías para que te ayuden de forma vasallática, se les tiene con prebendas nepotistas y concesiones sustanciosas.
Y si hay que ir a por Vestrynge, pues se va.
Porque él -dentro de su estrategia, que seguro que la tiene y no es por el bien social, es de temer- que es el peón que ha roto el enroque, que decidido una apertura por su cuenta que ha dejado al descubierto la linea de ataque por la cual Génova puede perder el poder pese al apoyo bancario, el soporte ideológico teocrático y los posicionamientos nepotistas.
La linea que deja abierta la diagonal entre el rey que pretende reinar sempiterno en los pasillos, los despachos y los aposentos de Génova, 13 y Moncloa y la reina que desde lejos, amenazada por múltiples piezas encuentra una forma de pergeñar una ataque y poner en jaque a su adversario.
Entre el rey negro -negro como el dinero, como los sobrecogedores genoveses- del poder y la reina blanca -blanca como la marea, como la bandera- de la sociedad a la que ese poder pretende exprimir.
Y una simple multa a Jorge Vestrynge explica todo eso. El plumero ya es demasiado grande y polvoriento como para que puedan impedir que lo veamos.

sábado, marzo 23, 2013

De escarches, nazis, conciencia y González Pons

Los nazis, esos locos furiosos que pusieron el mundo patas arriba y ocasionaron la muerte de 40 millones de personas, son un ejemplo muy socorrido. Siempre que hay una polémica, siempre que se da una controversia sobre los derechos de unos y de otros, sobre el choque de esos derechos, más concretamente, salen los nazis a relucir como ejemplo de unos y de otros.
Lo que no se esperaba uno es que, en mitad del ataque más brutal a los derechos básicos por parte de un gobierno que se recuerda en España desde que las botas y los bigotes dejaran de poblar las salas de gobierno de este país, los que mentaran a los nazis, los que se los llevaran a la boca, fueran precisamente aquellos que se encuentran dentro de los bastiones de la corte de Génova, 13.
"Dicen que me van a señalar, pero señalar es lo que hacían los nazis con los judíos”, así se descuelga Esteban González Pons, vicesecretario de estudios y programas del Partido Popular -¿donde va el chico sin cargo?- refiriéndose ni mas ni menos que a los Activistas del la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
¿Por qué?, porque han decidido que todo el mundo sepa que González Pons está contra la dación en pago para saldar las hipotecas que están sangrando y desahuciando a miles de familias; porque han decidido que no pase un minuto sin que el mismo tenga que recordar que ha decidido ponerse del lado de los bancos y no de los ciudadanos, que ha decidido utilizar su escaño y su puesto político para proteger a sus socios y sus amigos y no a aquellos de los que se supone que emana su representación.
El hombre, que debe ser que sabe mucho de totalitarismos porque no olvidemos que para él limitar la velocidad era algo estalinista  tira de nazis para afirmar que nadie tiene derecho a señalarle, a hacerle sentir mal, a recordarle que la mayoría de aquellos a los que se llena la boca de decir que representa están en contra de lo que el defiende.
Pues bien, yo tengo otro ejemplo
En la década de los años 30 un país promulgó una ley. Una ley secundaria, que no era de las más importantes ni de las que copan los sesudos análisis de la historia. Se llamo Ley de Deudas, Empréstitos y Arrendamientos.
La ley de marras permitía a las entidades bancarias alemanas hacerse con el control de viviendas y negocios ante la falta o demora en el pago de un solo plazo en los créditos, aunque en el momento del desahucio tuviera posibilidades de abonar la deuda ¿nos suena a algo?
Obligaba además a los que no habían cumplido con el crédito  a pagar el resto del mismo y forzaba la expropiación de sus bienes para cubrir esa deuda dineraria ¿nos sigue sonando a algo?
Posibilitaba que los propietarios de un local o una vivienda desahuciaran en tiempo récord a sus inquilinos con una cascada tal de excusas que prácticamente podían hacerlo cuando quisieran, obligando ademas, so pena de embargos de propiedades y bienes a abonar el coste total del contrato a modo de indemnización por daños al propietario ¿nos recuerda alguna cosa?
¿El país?,  Alemania; ¿el Ministerio?, el de Interior; ¿el ministro?, Wilhelm Flick; ¿el año?, 1933, ¿el régimen?,  el Nacional Socialismo.
Si es que parece que los nazis sirven para todo y no resulta ni siquiera de recibo que González Pons tire de los nazis cuando se siente molesto mientras está defendiendo una situación bancaria e hipotecaria tan parecida a la de la Alemania de ese régimen.
Claro que él no lo hace por criterios racistas, no quiere quitarle sus propiedades a los judíos, simplemente quiere condenar a la pobreza a toda la población para salvar a sus amigos y socios de las entidades bancarias intervenidas.
Así que la población tiene derecho a saber que él está defendiendo eso, que está defendiendo una ley arcaica, desequilibrada e injusta que se parece más a cualquier normativa nazi que a los principios de la Constitución que dice defender.
Y si hay que escarcharle -que seguirle allá donde vaya- para recordárselo no es porque los activistas de la PAH se hayan vuelto repentinamente camisas pardas con deseos de incendiar el Reichstag, es porque él lo ha olvidado. 
Ha olvidado que su obligación es para con los ciudadanos, no con un sistema financiero corrupto y negligente; es con la sociedad, no con una ideología económica que se ha demostrado imposible de mantener y que ha ocasionado el colapso de un sistema con crisis cíclicas, cada vez más frecuentes y demoledoras.
Si le molesta que llamen 45 minutos a su puerta, que les abra y hable con ellos, como es la obligación de todo representante público; si le molesta que le sigan, que se detenga, les escuche, dialogue con ellos y discuta sus propuestas en lugar de parapetarse tras su escaño de mayoría absoluta para limitarse a pulsar el botón del sí o el no, según le indique su jefa en el Congreso.
Y lo mismo vale con todos los demás.
Si Soraya Sáenz de Santamaría quiere respeto a su intimidad que demuestre tenerla por la intimidad, el futuro y la dignidad de los tres millones de españoles que se encuentran ya en la frontera de la miseria. Porque resulta muy difícil tener intimidad cuando se vive en un banco de un parque o debajo de un puente.
González Pons se queja de que acosan a un "representante de la soberanía", pero lo que olvida es que quien,según él, le acosa, es esa soberanía que le recuerda que trabaja para ella, que recibe el sueldo de ella y que está obligado a pensar en ella antes que en cualquier otra cosa.
"Asustar a mi familia es un método mafioso. Hoy lo hacen para que los políticos cambiemos el voto. Mañana lo harán con los jueces y pasado con los periodistas. Es muy peligroso", dice el miembro de la corte genovita.
Y tiene razón. Pero que no sufra por los jueces o los periodistas. Los primeros saben que son el tercer poder del Estado y que se deben a la justicia y a la ciudadanía y lo están demostrando y los segundos informan, solamente eso. 
No  tienen nada que ver con su Gobierno, no puede arrimarles al ascua de su sardina para que le apoyen en esta causa.
Pero el miedo de su familia no se corresponde con la realidad. 
Si su familia se asusta de la protesta de la PAH es porque alguien les ha enseñado a entender a la ciudadanía como su enemiga, a pensar que los que no apoyan sin rechistar o por lo menos se resignan cristianamente a lo que el PP dicta para España son violentos "radicales", "rojos" y "revolucionarios" peligrosos.
Y eso es algo que no ha hecho la PAH, ni ciudadanía  sino la ideología que González Pons ha inculcado a su entorno.
Pero el miedo de otras familias si se corresponde con la realidad. El miedo que su política impone. El miedo a no saber que comer mañana, de donde sacar ingresos, si al día siguiente tendrá un techo bajo el que cobijarse. Y ese miedo también es peligroso, también es producto de tácticas mafiosas. Las de su partido, la de sus grupos de presión, la de sus centros de poder.
Claro que los métodos mafiosos son muy peligrosos. 
Por eso es peligroso que se intente utilizar el gobierno para beneficiar económicamente a un grupo -método mafioso por antonomasia-, que se intente controlar bajo cuerda los poderes públicos para lograr sentencias judiciales benévolas o favorables, que se intenten utilizar las fuerzas policiales y de seguridad para defender y proteger los intereses de un solo colectivo, que se acepten sobornos, pagos oscuros, sobresueldos sobrecogidos de pasillo, donaciones anónimas, chantajes intuidos...
Todo ello en nada está relacionado con los activistas de la PAH. Todo ello muy de Génova, muy de la peor tradición genovesa, muy de Al Capone y Charlie "Lucky" Lucciano.
Según parece lo mafioso y lo nazi está más cerca de González Pons de lo que el mismo cree o reconoce.
Así que quizás González Pons no tendría que sentirse molesto por los gritos y los recordatorios escarchados de la PAH si, cuando tuvo la ocasión de hacerlo, hubiera escuchado otros gritos que seguramente acalló, que se empeñó por no escuchar y que ahora ha olvidado como si nunca se hubieran producido.
Los gritos de su conciencia sobre sus actos, decisiones e intereses personales. 
Pero claro, es más que probable que hace años que su conciencia se alejajara de él, seguramente a más de ciento veinte kilómetros por hora para evitar caer en el estalinismo comunista.
Por ello la PAH se ha visto obligada a actuar así con los políticos. Para sustituir a sus conciencias.
Eso es el escarche. Los gritos que oyen y tanto les molestan no son de la PAH. Son de sus primero adormecidas y luego enterradas conciencias que el escarche resucita a golpe de megáfono y seguimiento.
Por eso escuecen tanto.

lunes, enero 28, 2013

El discurso chileno de Rajoy y su miedo a la soledad

Podría decirse que el que rectifica, quien descubre que se ha equivocado y muda su discurso merece por lo menos el reconocimiento de considerarle realista. Y dado lo que está diciendo en los últimos días el siempre tendente al silencio Mariano Rajoy, se podría decir que esa máxima se le puede aplicar a él.
Porque se va a Chile -todavía no entiendo el motivo que le lleva a hacer siempre sus anuncios allende nuestras fronteras, pero uno se va acostumbrando- y allí rodeado de países emergentes, de un mercado latinoamericano cada vez más cerrado para nuestros exiguos recursos empresariales e industriales, le da por decir que lo de la austeridad no hay que tomárselo al pie de la letra, que hay que relajarlo, que esa política se debe supeditar a la creación de empleo.
Y eso es un cambio, eso parece una mutación en la forma en la que la Presidencia del Gobierno afronta el equilibrio entre lo que quiere hacer a ultranza y lo que el país realmente necesita.
Parece que Rajoy, tras un año de protestas continuas, con toda la sociedad en pie de guerra contra sus medidas, con los jueces -por primera vez desde que la democracia española tiene uso de razón- del lado del ciudadano y no del Gobierno, del lado de la justicia y no de la ley, bordeando la prevaricación formal en cada una de sus decisiones sobre desahucios, corrupción, Bankia y demás, se lo ha pensado mejor.
Podría creerse que se ha sentado y ha analizado la situación, ha reflexionado, ha hecho acto de contrición -en su caso sería cristiana y compostelana, supongo- y ha decidido hacer lo que ningún occidental atlántico en general y ningún político en particular quiere hacer nunca: cambiar.
Pero no. Porque aunque diga ahora lo contrario de lo que ha mantenido a capa y espada durante todo el pasado año, en realidad sigue haciendo lo mismo.
Sigue saliendo de España para anunciar que hace lo que otros quieren que haga. Solamente que ahora se va a Chile para evitar que Merkel, fuera de su feudo, extienda la mano desde el atril continuo y le de una colleja con la palma abierta en la nuca por llevarle la contraria- Aunque la Canciller tiene la mano muy larga y se la ha dado de igual forma, incluso al otro lado del Atlántico-.
Si Rajoy pensara que la austeridad a ultranza es una política que no da beneficios, que no provoca las reacciones económicas que busca, habría comenzado a paralizar esa política.
Habría impedido que la Comunidad de Madrid siga empeñada en vender por partes la sanidad pública, que la Comunidad Valenciana esté dejando morir -o incluso asesinando directamente- la Educación Pública para vender su cadáver de alimento a la privada, hubiera dejado de permitir que todos los gobernantes de su partido antepongan la recaudación de más dinero al mantenimiento de servicios.
Pero no lo ha hecho. No ha vuelto el IVA a sus orígenes cuando ha visto que el consumo se paralizaba, no ha renunciado al rescate bancario que está sangrando mes tras mes las previsiones de déficit porque cada día aparece un nuevo agujero en las entidades financieras intervenidas o se hacen más grandes y profundos los que ya existen. 
Ni siquiera ha establecido la Tasa Torbin por más que se llene la boca aquí y allá -más allá que aquí, por otra parte- de hablar de ella.
Ni siquiera ha hecho recaer el peso de esa austeridad sobre lo que le demanda la sociedad. No ha renunciado a los casi 600 asesores a dedo sin preparación específica que ha colocado el Gobierno en sus diferentes ministerios -miedo me da investigar la lista de filiaciones de todos ellos y ellas-, no ha reducido gastos de la Casa Real, no ha cambiado el foco de las subvenciones abandonando los toros o el fútbol y primando la ciencia o la investigación. 
Va a Chile y habla de renunciar a la austeridad radical y priorizar el crecimiento y el empleo, pero no ha hecho nada efectivo al respecto. No ha modificado su Reforma Laboral -un decreto saca otro decreto- para evitar la sangría de puestos de trabajo que suponen los ERE masivos que incluso utilizan las empresas públicas estatales y autonómicas de forma regular y sistemática
Lo único efectivo que ha hecho ha sido aumentar la duración de los 400 euros que reciben los parados que se quedan sin subsidios. Y eso que, en su momento, intentó vender la burra de que esa era una medida que potenciaba el empleo porque evitaba que los parados se "apoltronaran" y les incentivaba a buscar empleo.
Así que, aunque cambie el discurso no cambia los hechos. No los cambia porque en realidad su discurso sigue siendo el mismo: Estar al sol que más calienta.
Mientras Hollande se desgañitaba en solitario en toda cumbre y reunión europea clamando contra el absurdo de la austeridad impuesta por los criterios de Berlín, Rajoy apoyaba sin fisuras la obsesión de la buena de Ángela en ese asunto. Mientras Krugman lo decía por activa y por pasiva, él seguía haciendo caso a Montoro, que equiparaba su aparente don profético con el valor de un Premio Nobel en Economía. Mientras algunos funcionarios del FMI dimitían por desacuerdo con esa política, él apoyaba las declaraciones de Lagarde, que se permitía el lujo de insultar a griegos y españoles afirmando que deberían trabajar más y protestar menos por menos dinero.
Como la Canciller, los mercados, las instituciones europeas y aquellos que verdaderamente le importan defendían esa política, Rajoy proseguía con ella de forma inmutable.
Pero ahora la cosa cambia y por tanto Rajoy finge cambiar. Su política económica finge cambiar. Y es obvio que es un fingimiento porque cambia de palabra, no de obra ni mucho menos de omisión.
Ahora, el presidente saliente de la Comisión Europea, mantiene que la austeridad es un suicidio, el FMI acepta que se ha equivocado -al menos parcialmente- imponiendo esa doctrina desde sus despachos, los ministros de economía de la UE tuercen el gesto cuando su homólogo alemán repite una y otra vez el mismo discurso dictado por su jefa y el BCE y hasta los mercados no reaccionan bien ante los continuos recortes que limitan hasta hacer desaparecer el consumo y los recursos, Rajoy se sube al carro.
Con Merkel cada vez más aislada en sus exigencias, con Cameron amenazando con sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea por esa obsesión, con Francia pasando desde hace meses olímpicamente de esas normas y consiguiendo sortear la crisis eterna pese a ello, con todos cambiando de papeles, nuestro Presidente hace lo que siempre ha hecho: arrimarse al sol que más calienta y salir ahora diciendo que la austeridad a ultranza tampoco es lo mejor, que hay que aflojarla en aras del crecimiento.
Pero es seguro que a partir de ahora, pese a lo que diga en sus discursos chilenos, los consejos de ministros no desgranarán medidas a cascoporro para minimizar esa austeridad o para renunciar directamente al desmantelamiento del sector público en aras de unos beneficios económicos y una contención del gasto que cada día se demuestra que no llega por esa vía.
No lo hará porque simplemente dice lo que dicen otros, hace lo que otros le dicen que haga y nadie la ha dicho todavía nada a ese respecto
O, para ser más exactos, todos los que se lo han dicho no cuentan. Es decir, los que saben de economía y los que la padecen en sus bolsillos, sus carnes y sus futuros.
Solo en el interior del país, arrinconado por la corrupción de su partido -que no es el único, pero es al que más se le nota porque está en el Gobierno y por siempre ha hecho bandera de la corrupción de los demás- y por las exigencias de aquellos a los que beneficia su política, Rajoy no quiere sentirse también solo y aislado en el exterior.
Obligado por sus deudas secretas y evidentes a permanecer en compañía de las odiadas entidades financieras intervenidas, que hacen pagar a todos sus excesos, no quiere verse abocado a la compañía internacional de una Merkel cada vez más sola y que se agota en la defensa de una política que ya ni siquiera evita la recesión en su propio país.
Y dirá lo que tenga que decir para que alguien le permita acompañarle. Aunque no se crea una sola palabra de sus propios discursos. 

martes, noviembre 20, 2012

El recurso a la inconsciencia colectiva contra la crisis.


Hay  condiciones humanas que la tradición hace inevitables, que el acervo que surge de la experiencia compartida de varias generaciones eleva al rango de realidad cuasi imposible de eludir y de desarraigar de nuestras actitudes por mucho que cambie la sociedad, la historia o el entorno.
Y uno de esos artes atávicos que llevamos dentro, cosidos a nuestro interior, es el de, como definiría, la tradición, tropezar dos veces en la misma piedra.
Y ese vicio, que puede ser tolerable y comprensible en las fases adolescentes de nuestra existencia, que puede ser incluso explicable en determinadas situaciones personales y afectivas, se convierte en algo diferente, en algo casi patológico cuando se realiza en ámbitos en los que la responsabilidad y el raciocinio deberían estar por encima de cualquier otra cosa.
Cuando los humanos tropezamos dos veces en la misma piedra puede ser un contratiempo evitable, cuando lo pretenden hacer los gobiernos y las entidades financieras se convierten en una negligencia casi delictiva, casi criminal.
Y en esas estamos. 
Porque el presidente de la Banca Española ha encontrado la solución a la crisis, ha encontrado en esa piedra que es un auténtico dolmen en mistad de una carretera comarcal, la forma de generar crecimiento económico: Construir más viviendas.
Ya está. Tenemos un parque de viviendas que no se han terminado por quiebras, que no se han vendido por un desmoronamiento del consumo que no se conocía en este país desde La Posguerra, tenemos constructoras, inmobiliarias y promotoras en quiebra, en concurso de acreedores pero tenemos que hacer lo mismo que nos llevó a la situación en la que estamos: construir más viviendas.
Un tipo bajito y con bigote -no, al que visitan hoy en el Valle de los Caídos, no. El otro- decidió que el sector inmobiliario tenía que ser el motor de nuestra economía, ignoró que se trata de un sector que se basa en la especulación casi por naturaleza, omitió que el constante aumento de los precios de las viviendas generaba riqueza a unos pocos y deudas impagables a otros muchos, pasó por alto que se basaba en puestos de trabajo no cualificados, precarios y temporales por definición y aportó todo la rojo -¡Uy, perdón!, al rojo no, él no- del sector inmobiliario.
Y ahora, con un millón de pisos vacíos en este país, con 350.0000 familias al borde del desahucio -aunque la caridad gubernativa se lo demore dos años-, con las entidades financieras con agujeros denarios del tamaño del Mare Infinitum lunar por mor de la toxicidad de esos activos, con 200.000 millones de euros sacados del impuesto, el recorte y la sangre del ciudadano comprometidos en un banco ficticio que se hundirá con todo eso, Miguel Martín, el presidente de la patronal bancaria, se descuelga diciendo que hemos de repetir el ciclo para evitar que el final de este sea un final definitivo.
Eso ya no es tropezar dos veces en la misma piedra. Es insistir en el suicidio por segunda vez cuando el veneno que tomaste en la primera ocasión todavía te está matando por dentro.
Y el Gobierno se suma  al carro de bueyes que se encaja una y otra vez en el mismo bache del camino y se descuelga diciendo que dará la residencia a todo extranjero que compre un piso de 160.000 euros. Por primera vez en la historia de la economía de mercado, un gobierno se convierte en agente comercial de un sector económico. 
Esperemos que las operadoras de telefonía no entren en pérdidas, porque si no la residencia se regalará con el móvil y la línea telefónica de datos.
 ¿Creen en serio que saldrá de otra manera porque ahora la burbuja se infle con extranjeros?
Independientemente de aquellos que llegaran con 160.000 euros debajo del brazo sin tener que explicar de dónde los han sacado, se compren un chalé aquí o allá y obtengan la residencia para hacer sus negocios con cierta tranquilidad -que ya sabemos de qué batrava o triada estamos hablando- ¿qué creen que pasará?
De nuevo créditos, de nuevo incremento del precio del suelo, de nuevo aumento de precios, de nuevo especuladores profesionales y aficionados, de nuevo sobre explotación del sector, de nuevo deudas, agujeros, financieros y el siguiente crack.
No es cuestión de un don oracular funesto. Es pura lógica.
Los hay que dirán que insistir en el liberal capitalismo no tiene por qué ser pernicioso, no tiene por qué ser un error. Y podrían tener razón.
Si se insistiera en el modelo liberal capitalista creando o desarrollando sectores productivos de verdad, sectores que aglutinaran empleo y crecimiento a través de la creación de productos exportables y comercializables en el exterior -la energía, la tecnología, la ciencia, la aeronáutica, por ejemplo-, podría funcionar, si se insistiera en las formulas liberales haciendo que las entidades financieras sufragaran los comienzos de esos sectores, rentables a largo plazo, y no el inmobiliario que permite unas ganancias especulativas rápidas y directas, podría funcionar, si se convirtiera el sector inmobiliario en reflejo y baremo del crecimiento y no en motor directo del mismo, podría funcionar de nuevo el modelo liberal capitalista. Al menos mientras tuviéramos clientes.
Pero eso no es lo que piden los patronos de la banca. Eso no es lo que ofrece la medida "reactivadora" del Gobierno. Lo que proponen es otra burbuja, otro despegue rápido y vertical para estrellarse de nuevo con la montaña más cercana sin haber tenido ni siquiera tiempo de marearse por la altura en el vuelo.
Porque ese vicio nuestro de chocar dos veces en la misma piedra, en contra de lo que afirma su propio nombre, no se basa en la piedra. Se basa en la imposibilidad que tenemos de cambiar nuestra forma de acercarnos a ella. 
Y los bancos no cambiarán, los deudores no cambiaran, los promotores, agentes y comerciales inmobiliarios no cambiarán, los especuladores no cambiarán. Y por eso la solución será imposible intentarlo de nuevo porque tendrá el mismo resultado.
Y eso no es algo diferente de lo que hacemos, cada día y cada noche cada uno de nosotros en nuestros ámbitos privados. 
Es por lo que falla nuestro intento devolver a conectar con los familiares de los que nos alejamos hace tiempo entre broncas e insultos, por lo que no funciona nuestros intentos de volver a amores que nos dejaron o a los que abandonamos, por lo que no funcionan los redescubrimientos vocacionales de las edades maduras, es por lo que fallará el nuevo intento de recrear un sistema que nos sirvió durante un tiempo y ahora se derrumba.
Porque ignoramos el hecho de que tenemos que cambiar si queremos que un nuevo intento de hacer lo mismo funcione, sea factible.
Tenemos que mudar las actitudes que nos hicieron destruir lo afectivo, fracasar en lo laboral, desmoronarnos en lo sentimental o chocar contra el muro de los otros en cualquier ámbito personal o social. 
Pretendemos que, sin hacer ese esfuerzo de necesario autocrítica y de cambio, si volvemos a intentar las cosas, sea una profesión, una relación o un sistema económico al completo, saldrá bien. Y cuando nos damos cuenta de que eso no resulta generamos toda una cadena de coberturas como que "segundas partes nunca fueron buenas", "no se debe tropezar dos veces en la misma piedra" o cualquier otra que la tradición occidental atlántica nos eche a la memoria y a los labios. Nuestro egoísmo nos obliga a ocultar el hecho de que las segundas partes pueden ser buenas si afrontamos los cambios necesarios para que no sean idénticas a las primeras. Pero eso cuesta y preferimos ignorarlo. ya sea en una amistad, una vocación, una relación o una estructura económica y social compleja llamada civilización.
No volvemos a tropezar porque seamos incapaces de ver la misma piedra en el mismo tramo del camino. Sino porque somos incapaces de darnos cuenta que la piedra somos nosotros y que seguiremos tropezando con nosotros mismos si no afrontamos la ineludible necesidad de cambiar en beneficio de aquello que queremos o necesitamos intentar de nuevo.
No es la magnitud de la piedra la que nos obliga a tropezar. Es la magnitud de nuestra propia inconsciencia definida como lo haría el personaje de serie B que debería ya ser mítico llamado Gordo Gekko: "la inconsciencia es pretender repetir los mismos actos una y otra vez en la esperanza de obtener un resultado diferente".
Pero, aunque lo parezca, la piedra contra la que tropezamos y tropezaremos no será ninguna de esas. Siempre seremos nosotros mismos, nuestra absoluta y completa incapacidad de cambio y nuestra propia inconsciencia
Ya sea en la banca, en la burbuja inmobiliaria, o en la vida.

lunes, noviembre 19, 2012

El Bestiario del PP nos disfraza Europa de Lost Girl

Últimamente se nos está intentando acostumbrar a la presencia de un nuevo monstruo en el bestiario que nuestro Gobierno ha dibujado con mano firme para nuestras vidas y sobre todo para nuestras haciendas.
A la hidra tricéfala del  nacionalismo, el soberanismo y el independentismo que nos ha pintado Moncloa en un intento de ocultar otros asuntos más graves para España que el deseo de unos u otros de formar parte de ella, se unió el hombre del saco del antiespañolismo de todas aquellas personas que protestaban contra el gobierno de Rajoy en una falsa metonimia que igualaba sus decisiones con el bien del país y su camino ideológico con el deambular necesario del Estado.
Pero sin duda el monstruo que más no muestra el inquilino que le hemos buscado a Moncloa para enturbiar nuestros sueños, el que ha desbancado a la herencia recibida, el radicalismo de izquierdas, el totalitarismo comunista e incluso a la sempiterna némesis del PSOE que siempre tremola el Partido Popular para alterar el sueño de sus votantes, es Europa, sus centros de poder y sus instituciones de Gobierno.
De pronto el Bestiario de Génova nos presenta Europa como un especie de mezcla entre un súcubo, empeñado en succionarnos toda la fuerza vital para mantenerse joven y en pie -eso sí sin connotaciones sexuales, que la imagen de la canciller Merkel no es la de Lost Girl y no ayuda demasiado en ese campo- y una especie de furioso dios olímpico que manejara desde las alturas los hilos del movimiento del Gobierno español sin darle posibilidad alguna de resistirse a sus direcciones.
Así, si se destruye la sanidad pública, es por culpa de Europa, si se desbarata la educación pública, es  por culpa del Yeti Europeo que maneja los hilos, si se aplican recortes draconianos en lo imprescindible engordando por otro lado lo superfluo y baladí es culpa del monstruoso mito europeo contra el que Rajoy y su gobierno no pueden resistirse.
En el más cobarde de los intentos de autoprotección que se conoce a un gobierno en esta país, incluido el de la recuperación de la grandeza que utilizara José María Aznar y el de la falsa progresía ideológica y buen talante que esgrimiera José Luis Rodríguez Zapatero, el gobierno actual se parapeta tras Europa cada vez que su ideología le lleva a salvar los bancos y no a las personas, proteger a los defraudadores y no a los desempleados o a desmantelar la educación y no la defensa militar española, por poner un ejemplo manido.
Pero como todo rito mágico, el Bestiario de Génova y Moncloa que coloca a la cabeza de los monstruos sedientos de nuestra sangre y nuestras a Europa y las instituciones europeas tiene un punto débil.
Tiene un ensalmo, un mantra, que repetido una y otra vez nos aparta lo suficiente del monstruo como para contemplarlo en su totalidad, como para darnos cuenta que no impide el movimiento del que se oculta tras él, que no lo maneja, que no le obliga a hacer lo que hace.
Y, al parecer hartos de que les utilicen como Handyman o el hombre del saco, los representantes de esas instituciones, desde Herman Van Rompuy hasta Johannes Hahn están empezando a entonarlo. Un conjuro repetido y constante que está desmoronando el bestiario de Rajoy.
"Nosotros no hemos sido", "nosotros no hemos sido".
Y esa sola frase, esa única declaración, se transforma en corolario de muchas otras como "España debería invertir mucha más en protección y desarrollo9 del empleo que en obras públicas" o "El Gobierno español tiene que equilibrar el crecimiento y la protección social porque la contención no es suficiente" o "es necesario encontrar una forma de limitar el impacto de la contención presupuestaria".
Traducido: "nosotros no hemos sido", "nosotros no hemos sido".
De repente, el páramo que recorremos acosado por la bestia de Baskerville que el PP quería colarnos en lugar de Europa se desvanece y nos deja de nuevo en la realidad de pesadilla que vivimos y en sus verdaderos artífices.
Nos damos cuenta de que Europa no le pidió a Rajoy que salvara a cualquier precio a sus bancos -que no son todos los españoles, son solamente los suyos, las cajas que financiaron sus gobiernos autonómicos-.
Europa no le pidió que solicitara un rescate de cientos de miles de millones de euros para cubrir sus pérdidas que luego pagaríamos todos.
Europa le ha exigido contención del gasto, pero no que la haga en Sanidad y en Educación sin tocar la duplicidad o triplicidad de administraciones, sin tocar la defensa, no le ha dirigido para que recorte en Dependencia, en servicios sociales, o en integración no privando de un céntimo a sus Think Tank o a las subvenciones las falsas ONG de los partidos.
El Monstruo europeo no le ha obligado moviendo su místico hilo de marionetista ciego a rebajar los funcionarios antes de eliminar los cargos de confianza, a recortar salvajemente en investigación, ciencia y cultura y tecnología, mientras mantiene o eleva las subvenciones a los toros o las actividades religiosas -católicas, por supuesto-.
Porque Bruselas no demanda de Moncloa que haga inversiones millonarias en carreteras de peaje que fracasan estrepitosamente y siga gastando dinero en mantenerlas después del fracaso, sino que le exige que cree empleo. No le impele a que construya aeropuertos fantasma, ciudades de la Justicia desérticas, circuitos de Fórmula 1, puertos deportivos, complejos administrativos o infraestructuras deportivas para unos Juegos Olímpicos que nunca llegan. 
Porque las instituciones del viejo continente no le han exigido que suba los impuestos a todos pero deje sin tocar los que gravan a las grandes corporaciones o que reestructure su política fiscal pero perdone a los que han evadido miles de millones de euros al fisco.
Europa no hecho por el Gobierno ninguna de esas elecciones, no ha poseído su voluntad y su mano firmante de decretos para que las ejecute en contra de su voluntad y por mera imposición de un hado olímpico inescrutable y necesario.
 Europa no ha hecho todo eso. Es más le exige que gaste el dinero que ahorra en otras cosas como la creación de empleo y el crecimiento, el crédito a las familias o la generación de protección social.
Es entonces cuando nos damos cuenta que el verdadero súcubo, que ni siquiera tiene la decencia de ser tan arrebatadoramente irresistible como la inefable Lost Girl, protagonizada por la canadiense Anna Silk, no es Europa y no habita en las tristes moradas de Bruselas o Berlín.
Es la ideología del PP y solamente su ideología que le lleva a hacer lo que siempre ha querido hacer y a utilizar a Europa como monstruo visible para intentar tapar el más demoledor, destructor y oscuro que es su propio deseo de hacer así las cosas.
Un miedo tapa otro miedo, pero Europa parece que se está cansando de ser el monstruo visible que tapa la monstruosidad invisible del Gobierno de Moncloa.
Recurrir a los mitos es lo que tiene. Que, de repente y sin aviso, alguien los explica y entonces su poder se esfuma y desaparecen dejando la verdad al descubierto.

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