Hay condiciones humanas que la
tradición hace inevitables, que el acervo que surge de la experiencia
compartida de varias generaciones eleva al rango de realidad cuasi imposible de
eludir y de desarraigar de nuestras actitudes por mucho que cambie la sociedad,
la historia o el entorno.
Y uno de esos artes atávicos que
llevamos dentro, cosidos a nuestro interior, es el de, como definiría, la
tradición, tropezar dos veces en la misma piedra.
Y ese vicio, que puede ser tolerable y
comprensible en las fases adolescentes de nuestra existencia, que puede ser
incluso explicable en determinadas situaciones personales y afectivas, se
convierte en algo diferente, en algo casi patológico cuando se realiza en ámbitos
en los que la responsabilidad y el raciocinio deberían estar por encima de
cualquier otra cosa.
Cuando los humanos tropezamos dos
veces en la misma piedra puede ser un contratiempo evitable, cuando lo
pretenden hacer los gobiernos y las entidades financieras se convierten en una
negligencia casi delictiva, casi criminal.
Y en esas estamos.
Porque el
presidente de la Banca Española ha encontrado la solución a la crisis, ha
encontrado en esa piedra que es un auténtico dolmen en mistad de una carretera
comarcal, la forma de generar crecimiento económico: Construir más viviendas.
Ya está. Tenemos un parque de
viviendas que no se han terminado por quiebras, que no se han vendido por un
desmoronamiento del consumo que no se conocía en este país desde La Posguerra,
tenemos constructoras, inmobiliarias y promotoras en quiebra, en concurso de
acreedores pero tenemos que hacer lo mismo que nos llevó a la situación en la
que estamos: construir más viviendas.
Un tipo bajito y con bigote -no, al
que visitan hoy en el Valle de los Caídos, no. El otro- decidió que el sector
inmobiliario tenía que ser el motor de nuestra economía, ignoró que se trata de
un sector que se basa en la especulación casi por naturaleza, omitió que el
constante aumento de los precios de las viviendas generaba riqueza a unos pocos
y deudas impagables a otros muchos, pasó por alto que se basaba en puestos de
trabajo no cualificados, precarios y temporales por definición y aportó todo la
rojo -¡Uy, perdón!, al rojo no, él no- del sector inmobiliario.
Y ahora, con un millón de pisos vacíos
en este país, con 350.0000 familias al borde del desahucio -aunque la caridad
gubernativa se lo demore dos años-, con las entidades financieras con agujeros denarios
del tamaño del Mare Infinitum lunar por mor de la toxicidad de esos activos,
con 200.000 millones de euros sacados del impuesto, el recorte y la sangre del
ciudadano comprometidos en un banco ficticio que se hundirá con todo eso,
Miguel Martín, el presidente de la patronal bancaria, se descuelga diciendo que
hemos de repetir el ciclo para evitar que el final de este sea un final
definitivo.
Eso ya no es tropezar dos veces en la
misma piedra. Es insistir en el suicidio por segunda vez cuando el veneno que
tomaste en la primera ocasión todavía te está matando por dentro.
Y el Gobierno se suma al carro
de bueyes que se encaja una y otra vez en el mismo bache del camino y se
descuelga diciendo que dará la residencia a todo extranjero que compre un piso
de 160.000 euros. Por primera vez en la historia de la economía de mercado, un
gobierno se convierte en agente comercial de un sector económico.
Esperemos que las operadoras de
telefonía no entren en pérdidas, porque si no la residencia se regalará con el móvil
y la línea telefónica de datos.
¿Creen en serio que saldrá de
otra manera porque ahora la burbuja se infle con extranjeros?
Independientemente de aquellos que
llegaran con 160.000 euros debajo del brazo sin tener que explicar de dónde los
han sacado, se compren un chalé aquí o allá y obtengan la residencia para hacer
sus negocios con cierta tranquilidad -que ya sabemos de qué batrava o triada estamos hablando- ¿qué creen que pasará?
De nuevo créditos, de nuevo incremento
del precio del suelo, de nuevo aumento de precios, de nuevo especuladores
profesionales y aficionados, de nuevo sobre explotación del sector, de nuevo
deudas, agujeros, financieros y el siguiente crack.
No es cuestión de un don oracular
funesto. Es pura lógica.
Los hay que dirán que insistir en el
liberal capitalismo no tiene por qué ser pernicioso, no tiene por qué ser un
error. Y podrían tener razón.
Si se insistiera en el modelo liberal
capitalista creando o desarrollando sectores productivos de verdad, sectores
que aglutinaran empleo y crecimiento a través de la creación de productos
exportables y comercializables en el exterior -la energía, la tecnología, la
ciencia, la aeronáutica, por ejemplo-, podría funcionar, si se insistiera en
las formulas liberales haciendo que las entidades financieras sufragaran los
comienzos de esos sectores, rentables a largo plazo, y no el inmobiliario que
permite unas ganancias especulativas rápidas y directas, podría funcionar, si
se convirtiera el sector inmobiliario en reflejo y baremo del crecimiento y no
en motor directo del mismo, podría funcionar de nuevo el modelo liberal
capitalista. Al menos mientras tuviéramos clientes.
Pero eso no es lo que piden los
patronos de la banca. Eso no es lo que ofrece la medida
"reactivadora" del Gobierno. Lo que proponen es otra burbuja, otro
despegue rápido y vertical para estrellarse de nuevo con la montaña más cercana
sin haber tenido ni siquiera tiempo de marearse por la altura en el vuelo.
Porque ese vicio nuestro de chocar dos
veces en la misma piedra, en contra de lo que afirma su propio nombre, no se
basa en la piedra. Se basa en la imposibilidad que tenemos de cambiar nuestra
forma de acercarnos a ella.
Y los bancos no cambiarán, los
deudores no cambiaran, los promotores, agentes y comerciales inmobiliarios no
cambiarán, los especuladores no cambiarán. Y por eso la solución será imposible
intentarlo de nuevo porque tendrá el mismo resultado.
Y eso no es algo diferente de lo que hacemos,
cada día y cada noche cada uno de nosotros en nuestros ámbitos privados.
Es por lo que falla nuestro intento
devolver a conectar con los familiares de los que nos alejamos hace tiempo
entre broncas e insultos, por lo que no funciona nuestros intentos de volver a
amores que nos dejaron o a los que abandonamos, por lo que no funcionan los redescubrimientos
vocacionales de las edades maduras, es por lo que fallará el nuevo intento de
recrear un sistema que nos sirvió durante un tiempo y ahora se derrumba.
Porque ignoramos el hecho de que
tenemos que cambiar si queremos que un nuevo intento de hacer lo mismo
funcione, sea factible.
Tenemos que mudar las actitudes que
nos hicieron destruir lo afectivo, fracasar en lo laboral, desmoronarnos en lo
sentimental o chocar contra el muro de los otros en cualquier ámbito personal o
social.
Pretendemos que, sin hacer ese
esfuerzo de necesario autocrítica y de cambio, si volvemos a intentar las
cosas, sea una profesión, una relación o un sistema económico al completo,
saldrá bien. Y cuando nos damos cuenta de que eso no resulta generamos toda una
cadena de coberturas como que "segundas
partes nunca fueron buenas", "no
se debe tropezar dos veces en la misma piedra" o cualquier otra que la
tradición occidental atlántica nos eche a la memoria y a los labios. Nuestro
egoísmo nos obliga a ocultar el hecho de que las segundas partes pueden ser
buenas si afrontamos los cambios necesarios para que no sean idénticas a las
primeras. Pero eso cuesta y preferimos ignorarlo. ya sea en una amistad, una
vocación, una relación o una estructura económica y social compleja llamada
civilización.
No volvemos a tropezar porque seamos
incapaces de ver la misma piedra en el mismo tramo del camino. Sino porque
somos incapaces de darnos cuenta que la piedra somos nosotros y que seguiremos
tropezando con nosotros mismos si no afrontamos la ineludible necesidad de
cambiar en beneficio de aquello que queremos o necesitamos intentar de nuevo.
No es la magnitud de la piedra la que
nos obliga a tropezar. Es la magnitud de nuestra propia inconsciencia definida
como lo haría el personaje de serie B que debería ya ser mítico llamado Gordo
Gekko: "la inconsciencia es
pretender repetir los mismos actos una y otra vez en la esperanza de obtener un
resultado diferente".
Pero, aunque lo parezca, la piedra
contra la que tropezamos y tropezaremos no será ninguna de esas. Siempre
seremos nosotros mismos, nuestra absoluta y completa incapacidad de cambio y
nuestra propia inconsciencia
Ya sea en la banca, en la burbuja inmobiliaria, o en la vida.
Ya sea en la banca, en la burbuja inmobiliaria, o en la vida.
1 comentario:
Estupendo recordatorio de lo que la mayoría olvida constantemente, quién generó la crisis y porqué.
También estoy de acuerdo en que una n ueva burbuja sería ya el descabello para la economía, lo que pasa es que desde el Gobierno creo que no se lo plantean, sino dar salida al stock acumulado, parta hacer mas atractivo el Banco Malo.
Eso si, los constructores se apuntan a un bombardeo y sugieren construir, como están famélicos... Pues no haberse atiborrado.
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