martes, noviembre 20, 2012

El recurso a la inconsciencia colectiva contra la crisis.


Hay  condiciones humanas que la tradición hace inevitables, que el acervo que surge de la experiencia compartida de varias generaciones eleva al rango de realidad cuasi imposible de eludir y de desarraigar de nuestras actitudes por mucho que cambie la sociedad, la historia o el entorno.
Y uno de esos artes atávicos que llevamos dentro, cosidos a nuestro interior, es el de, como definiría, la tradición, tropezar dos veces en la misma piedra.
Y ese vicio, que puede ser tolerable y comprensible en las fases adolescentes de nuestra existencia, que puede ser incluso explicable en determinadas situaciones personales y afectivas, se convierte en algo diferente, en algo casi patológico cuando se realiza en ámbitos en los que la responsabilidad y el raciocinio deberían estar por encima de cualquier otra cosa.
Cuando los humanos tropezamos dos veces en la misma piedra puede ser un contratiempo evitable, cuando lo pretenden hacer los gobiernos y las entidades financieras se convierten en una negligencia casi delictiva, casi criminal.
Y en esas estamos. 
Porque el presidente de la Banca Española ha encontrado la solución a la crisis, ha encontrado en esa piedra que es un auténtico dolmen en mistad de una carretera comarcal, la forma de generar crecimiento económico: Construir más viviendas.
Ya está. Tenemos un parque de viviendas que no se han terminado por quiebras, que no se han vendido por un desmoronamiento del consumo que no se conocía en este país desde La Posguerra, tenemos constructoras, inmobiliarias y promotoras en quiebra, en concurso de acreedores pero tenemos que hacer lo mismo que nos llevó a la situación en la que estamos: construir más viviendas.
Un tipo bajito y con bigote -no, al que visitan hoy en el Valle de los Caídos, no. El otro- decidió que el sector inmobiliario tenía que ser el motor de nuestra economía, ignoró que se trata de un sector que se basa en la especulación casi por naturaleza, omitió que el constante aumento de los precios de las viviendas generaba riqueza a unos pocos y deudas impagables a otros muchos, pasó por alto que se basaba en puestos de trabajo no cualificados, precarios y temporales por definición y aportó todo la rojo -¡Uy, perdón!, al rojo no, él no- del sector inmobiliario.
Y ahora, con un millón de pisos vacíos en este país, con 350.0000 familias al borde del desahucio -aunque la caridad gubernativa se lo demore dos años-, con las entidades financieras con agujeros denarios del tamaño del Mare Infinitum lunar por mor de la toxicidad de esos activos, con 200.000 millones de euros sacados del impuesto, el recorte y la sangre del ciudadano comprometidos en un banco ficticio que se hundirá con todo eso, Miguel Martín, el presidente de la patronal bancaria, se descuelga diciendo que hemos de repetir el ciclo para evitar que el final de este sea un final definitivo.
Eso ya no es tropezar dos veces en la misma piedra. Es insistir en el suicidio por segunda vez cuando el veneno que tomaste en la primera ocasión todavía te está matando por dentro.
Y el Gobierno se suma  al carro de bueyes que se encaja una y otra vez en el mismo bache del camino y se descuelga diciendo que dará la residencia a todo extranjero que compre un piso de 160.000 euros. Por primera vez en la historia de la economía de mercado, un gobierno se convierte en agente comercial de un sector económico. 
Esperemos que las operadoras de telefonía no entren en pérdidas, porque si no la residencia se regalará con el móvil y la línea telefónica de datos.
 ¿Creen en serio que saldrá de otra manera porque ahora la burbuja se infle con extranjeros?
Independientemente de aquellos que llegaran con 160.000 euros debajo del brazo sin tener que explicar de dónde los han sacado, se compren un chalé aquí o allá y obtengan la residencia para hacer sus negocios con cierta tranquilidad -que ya sabemos de qué batrava o triada estamos hablando- ¿qué creen que pasará?
De nuevo créditos, de nuevo incremento del precio del suelo, de nuevo aumento de precios, de nuevo especuladores profesionales y aficionados, de nuevo sobre explotación del sector, de nuevo deudas, agujeros, financieros y el siguiente crack.
No es cuestión de un don oracular funesto. Es pura lógica.
Los hay que dirán que insistir en el liberal capitalismo no tiene por qué ser pernicioso, no tiene por qué ser un error. Y podrían tener razón.
Si se insistiera en el modelo liberal capitalista creando o desarrollando sectores productivos de verdad, sectores que aglutinaran empleo y crecimiento a través de la creación de productos exportables y comercializables en el exterior -la energía, la tecnología, la ciencia, la aeronáutica, por ejemplo-, podría funcionar, si se insistiera en las formulas liberales haciendo que las entidades financieras sufragaran los comienzos de esos sectores, rentables a largo plazo, y no el inmobiliario que permite unas ganancias especulativas rápidas y directas, podría funcionar, si se convirtiera el sector inmobiliario en reflejo y baremo del crecimiento y no en motor directo del mismo, podría funcionar de nuevo el modelo liberal capitalista. Al menos mientras tuviéramos clientes.
Pero eso no es lo que piden los patronos de la banca. Eso no es lo que ofrece la medida "reactivadora" del Gobierno. Lo que proponen es otra burbuja, otro despegue rápido y vertical para estrellarse de nuevo con la montaña más cercana sin haber tenido ni siquiera tiempo de marearse por la altura en el vuelo.
Porque ese vicio nuestro de chocar dos veces en la misma piedra, en contra de lo que afirma su propio nombre, no se basa en la piedra. Se basa en la imposibilidad que tenemos de cambiar nuestra forma de acercarnos a ella. 
Y los bancos no cambiarán, los deudores no cambiaran, los promotores, agentes y comerciales inmobiliarios no cambiarán, los especuladores no cambiarán. Y por eso la solución será imposible intentarlo de nuevo porque tendrá el mismo resultado.
Y eso no es algo diferente de lo que hacemos, cada día y cada noche cada uno de nosotros en nuestros ámbitos privados. 
Es por lo que falla nuestro intento devolver a conectar con los familiares de los que nos alejamos hace tiempo entre broncas e insultos, por lo que no funciona nuestros intentos de volver a amores que nos dejaron o a los que abandonamos, por lo que no funcionan los redescubrimientos vocacionales de las edades maduras, es por lo que fallará el nuevo intento de recrear un sistema que nos sirvió durante un tiempo y ahora se derrumba.
Porque ignoramos el hecho de que tenemos que cambiar si queremos que un nuevo intento de hacer lo mismo funcione, sea factible.
Tenemos que mudar las actitudes que nos hicieron destruir lo afectivo, fracasar en lo laboral, desmoronarnos en lo sentimental o chocar contra el muro de los otros en cualquier ámbito personal o social. 
Pretendemos que, sin hacer ese esfuerzo de necesario autocrítica y de cambio, si volvemos a intentar las cosas, sea una profesión, una relación o un sistema económico al completo, saldrá bien. Y cuando nos damos cuenta de que eso no resulta generamos toda una cadena de coberturas como que "segundas partes nunca fueron buenas", "no se debe tropezar dos veces en la misma piedra" o cualquier otra que la tradición occidental atlántica nos eche a la memoria y a los labios. Nuestro egoísmo nos obliga a ocultar el hecho de que las segundas partes pueden ser buenas si afrontamos los cambios necesarios para que no sean idénticas a las primeras. Pero eso cuesta y preferimos ignorarlo. ya sea en una amistad, una vocación, una relación o una estructura económica y social compleja llamada civilización.
No volvemos a tropezar porque seamos incapaces de ver la misma piedra en el mismo tramo del camino. Sino porque somos incapaces de darnos cuenta que la piedra somos nosotros y que seguiremos tropezando con nosotros mismos si no afrontamos la ineludible necesidad de cambiar en beneficio de aquello que queremos o necesitamos intentar de nuevo.
No es la magnitud de la piedra la que nos obliga a tropezar. Es la magnitud de nuestra propia inconsciencia definida como lo haría el personaje de serie B que debería ya ser mítico llamado Gordo Gekko: "la inconsciencia es pretender repetir los mismos actos una y otra vez en la esperanza de obtener un resultado diferente".
Pero, aunque lo parezca, la piedra contra la que tropezamos y tropezaremos no será ninguna de esas. Siempre seremos nosotros mismos, nuestra absoluta y completa incapacidad de cambio y nuestra propia inconsciencia
Ya sea en la banca, en la burbuja inmobiliaria, o en la vida.

1 comentario:

Tu economista de cabecera dijo...

Estupendo recordatorio de lo que la mayoría olvida constantemente, quién generó la crisis y porqué.

También estoy de acuerdo en que una n ueva burbuja sería ya el descabello para la economía, lo que pasa es que desde el Gobierno creo que no se lo plantean, sino dar salida al stock acumulado, parta hacer mas atractivo el Banco Malo.

Eso si, los constructores se apuntan a un bombardeo y sugieren construir, como están famélicos... Pues no haberse atiborrado.

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