miércoles, noviembre 21, 2012

El nuevo dogma de la transfiguración constitucional en la Mona de Pascua (según el calendario rajoniano)


Siempre hay un invisible equilibrio entre grandes actos y pequeñas acciones, un insustancial fiel que determina el objetivo de las acciones de un individuo, una sociedad o un gobierno. Normalmente son los grandes actos los que parecen enseñar a las claras las motivaciones, pero en muchos casos son las pequeñas acciones, casi imperceptibles las que delatan definitivamente la intención de los actores de sus propias vidas y de los gobiernos que las rigen.
Y eso le ocurre al Gobierno de Mariano Rajoy, el ínclito inquilino de Moncloa que lleva un año forzándose a sí mismo a creer en lo increíble de su plan, del de verdad.
Y entre tanto recorte, entre tanto desmantelamiento de un modelo de sociedad y servicio público en el que dicen creer con la boca pequeña, un cambio de festividad, un movimiento de calendario parece algo anodino, insignificante. Pero puede que no lo sea.
Rajoy y sus huestes genovesas poblaron las calles los 6 de diciembre enfrentando el supuesto constitucionalismo al nacionalismo en Euskadi y Catalunya, de se arrojaron a los actos conmemorativos cuando ser "constitucionalista" rendía dividendos electorales por oposición al terrorismo y por enfrentamiento con un sentimiento nacional hispano que convertía a las tierras vascas y catalanas en antiespañolas.
Pues bien ahora, que ya nada de eso importa, que el poder ya es suyo quieren quitar el rango de festividad al 6 de Diciembre. No quieren que nadie conmemore el Día de la Constitución. No quieren que nadie tenga el día libre para que pueda pensar en La Constitución.
Ahora ya no hay que tremolar la Ley Fundamental del Estado, hay que pasar sobre ella como de puntillas. La productividad es más importante que los derechos.
Ahora que La Constitución les pone en riesgo el copago sanitario, que la Carta Maga les derrota en su sempiterna lucha contra el nacionalismo y el sentimiento independentista en Euskadi, que les frena en la posibilidad de "moderar" -es decir, amordazar- la expresión popular en las calles, quizás ya no sea tan buena idea que la gente piense en ella, que se le dé un día a los españoles para que, entre vermuts y cañas, puedan llegar a pensar qué significa La Constitución y quien es ahora quien intenta pasar por encima de ella.
Y para rematar la faena, el constructo ideológico que escolta a Rajoy y Moncloa en este cambio de modelo de Estado disfrazado de lucha contra la crisis pretende sustituirla por el Lunes de Pascua.
Porque claro, siempre será mejor, tal y como están las cosas, recurrir al recordatorio de la Resurrección de su mesías de entre los muertos -como pretenden hacer con su teoría económica y social- que dejarnos pensar en la silenciosa y soterrada Pasión y Muerte a la que están sometiendo a nuestra Constitución, su espíritu y su letra.
Nos cambian  nuestros derechos por la Mona de Pascua.
Es mejor que pensemos en el premio a la sana resignación cristiana que supone la supuesta vuelta de entre los muertos del mito del hijo del carpintero, que recordarnos fijarnos en la lucha que supone mantener los derechos que convierte en sagrados nuestra Constitución.
Es un detalle, solo un detalle. Pero uno de los reveladores.

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