Mucho se ha escrito, dicho y perorado
en estos últimos tiempos sobre soberanismo independentismo y nacionalismo. No
he dedicado yo estas endemoniadas líneas a esa materia, pese a todo ello, en
espera de descubrir si se trataba de uno de esos arranques discontinuos que jalonan nuestra
política de vez en cuando o de alguna otra cosa.
Pero, visto que el Gobierno español ha
decidido usarlo de nuevo parapeto tras el que ocultar todo el resto de su
gestión absurda e inútil y de hoplos tras el que aglutinar a todos los que le
siguen defendiendo solamente porque no son capaces de preguntarse si se
equivocaron al votarle, voy a de realizar un ejercicio un tanto peculiar sobre estos asuntos.
Para empezar unas definiciones muy sui generis pero que pueden explicar
muchas cosas
Soberanismo: Dícese de aquel pensamiento que se
asienta en la idea de que un territorio determinado y la población que mora en
él tienen derecho a ejercer su soberanía nacional más allá de los deseos
de segundas o terceras partes.
Puntualizaciones: Hay que colegir de ello que todos
somos soberanistas. No hay gobierno en el mundo que no lo sea, no hay
Constitución, democrática o totalitaria, que no sea soberanista, la inmensa mayoría
de los centenares de millones de votantes en el mundo son soberanistas.
De no ser así no se entendería que
hubiera casi medio millar de países en el mundo, que cuando Europa - y todo el
mundo occidental atlántico, por extensión- necesita una solución coordinada y
global no se recurra a un único gobierno y se siga intentando poner de acuerdo
a veintisiete.
Así que todos somos soberanistas. La única diferencia entre los
soberanistas activos y pasivos es que los segundos no tienen que hacer gala ni
defensa de su soberanía porque ya la disfrutan.
Independentismo: Aplíquese la misma definición y
puntualizaciones que al concepto anterior.
Nacionalismo: Dícese ahora que se trata de una
visión arcaica y retrógrada sobre la identidad nacional que no es compatible
con el actual concepto de globalidad.
Puntualizaciones: Puede que sea cierto, pero una vez más
hay que incidir en un hecho que pasa inadvertido. También todos los gobiernos
actuales son nacionalistas. Los que se unifican en una Unión Europea para
competir con Estados Unidos o China y no avanzan hacia un gobierno universal lo
hacen por nacionalismo, los que emplean recursos militares, políticos y
diplomáticos para recuperar territorios que se perdieron en guerras ya casi
ancestrales lo hacen por nacionalismo, los que mantienen bases militares en
islas olvidadas o los que realizan campañas militares relámpago para hacer
ondear su bandera en un islote en el que ni siquiera las cabras encuentran
alimento son nacionalistas.
Y, sobre todo, los que se oponen con
uñas y dientes a que un territorio se escinda de su soberanía para alcanzar la
propia emplean los mismos criterios nacionalistas que sus antagonistas.
Así que,
si el nacionalismo es arcaico y anticuado debe serlo para todos.
Criterio histórico: Dícese de la teoría que se ha puesto
de moda según la cual para que el soberanismo que reclama la independencia sea
legítimo debe basarse en criterios históricos y apoyarse en situaciones
pretéritas.
Puntualizaciones: Es un estulticia de la altura de la
torre de Babel. La historia es tan inútil como argumento como lo es un escudo
de cobre contra un bombardeo aéreo.
Porque, casi por definición, todo país
que es independiente antes no lo era. Australia no era independiente antes de
serlo, Estados Unidos no era independiente antes de serlo, España no estaba
unida antes de estarlo con Carlos I y no era independiente cuando estaba unida
bajo el imperio romano. Incluso en tiempos más recientes Timor Occidental nunca
fue independiente antes de serlo, Eslovenia, Kosovo, Sudán del Sur o Palestina
nunca fueron independientes antes de serlo, Cualquier isla minúscula del Océano
Pacífico que llena de colorido el desfile olímpico hace un siglo no era
independiente y así sucesivamente.
El criterio histórico es tan absurdo
como defender que ahora España debería ser una provincia de Italia o que
Estados Unidos debía seguir bajo jurisdicción de su Graciosa Majestad. Ese
criterio servía cuando la independencia se establecía en base a los derechos
dinásticos de reyes y nobles a controlar uno u otro territorio. Sirvió a
Wallace para reclamar el derecho a la independencia de Escocia porque en ella
siempre habían reinado los Bruce y no los Plantagenet, sirvió a los Capetos
para reivindicar la independencia de los reinos francos pero no tiene ningún
sentido plantearlo como condición sine
qua non en gobiernos democráticos que surgen de la libre elección de los
pueblos.
El único criterio que puede utilizarse
para determinar la soberanía nacional de un territorio es el deseo y la
voluntad de los que allí habitan de constituirse en estado soberano. No depende
de si lo han sido hace generaciones. Solo depende de si lo quieren ser ahora,
en este preciso instante.
Reconocimiento internacional: Dícese de otra condición que al
parecer también se ha puesto de moda para legitimar la independencia de un
territorio y la soberanía que lleva aparejada.
Puntualizaciones: De nuevo se comete un error
metonímico. Puede que el reconocimiento internacional sea una parte necesaria
para la integración de ese nuevo territorio soberano en el mundo que le rodea,
pero no es una condición imprescindible para que sea independiente. Israel no
está reconocida por gobiernos que incluyen a miles de millones de personas y es
independiente y lo mismo pasa con Kosovo, con Timor, con Sudán del Sur.
Y en épocas pasadas ocurrió con los
mismísimos Estados Unidos, con Canadá, con los países sudamericanos, con las
repúblicas ex soviéticas y un sinfín de ejemplos.
Si eliges ser independiente y
decides serlo. Lo eres. Y lo que digan los demás países del mundo -que olvidan
que en su día fueron independientes porque decidieron serlo- podrá causarte más
o menos problemas diplomáticos pero no merma en absoluto tu independencia.
Decisión colectiva: Otra novedosa conceptualización que
defiende que para que una independencia sea aceptada tienen que votar todos los
integrantes de la unidad territorial de la que se escinde para aprobarla.
Puntualizaciones: Otro absurdo desproporcionado
solamente compresible y explicable a través del nacionalismo más recalcitrante
¿serían Bosnia, Eslovenia, Montenegro, Croacia y Macedonia independientes si
hubieran votado todos los yugoslavos? ¿Sería una parte de Timor independiente
si hubieran votado todos los indonesios?, ¿sería Bielorrusia independiente si
hubieran votado todos los habitantes de la Federación Rusa?
Solamente aquellos que forman parte de
la población donde surge la reclamación de soberanía tienen derecho a decidir
sobre la misma. Y si las cuentas no les salen a unos u otros es su problema.
Resistencia constitucional al
soberanismo. Este es otro novedoso concepto que parece afirmar que es
democrático negar a los que tienen que decidir si quieren la independencia o no
la posibilidad de expresarse, amparándose en la Constitución como elemento
definitorio.
Puntualizaciones: Por supuesto olvidan
que si alguien no quiere formar parte de España no tiene porque asumir la
Constitución Española, por supuesto olvidan que la Constitución Española, además
de sus definiciones territoriales, mantiene que la soberanía reside en el pueblo
y por tanto que serían los ciudadanos los que tendrían que decidir. Y por
supuesto olvidan que el principal elemento de democracia sería la decisión
popular en un referéndum.
Así que la resistencia constitucional
al soberanismo no es otra cosa que la resistencia nacionalista a la democracia
para los que no quieren formar parte de nuestro Estado.
En resumen, mi conclusión -que no es
que quiera yo que los demás la asuman- es, parafraseando al dicho popular, tan
nacionalista es el que da como el que toma.
El que se opone a un nacionalismo, lo
hace por defender el suyo, el que niega la soberanía a un territorio lo hace
por soberanismo y el que critica el independentismo de otros no aceptaría que
nadie criticara su independencia.
De modo que ni los unos, ni los otros
pueden denostar ni el soberanismo. ni el independentismo, ni el nacionalismo
porque los comparten y sus posiciones parten de la misma raíz.
Un nacionalismo no es mejor que otro.
Un soberanismo no es mejor que otro. Un independentismo no es mejor que otro.
Es imposible que lo sea.
Si de verdad no fueran nacionalistas,
independentistas o soberanistas, abogarían por un gobierno planetario para toda
la humanidad. Y yo no sé de ningún gobierno -y mucho menos el español- que haga
eso.
1 comentario:
Espectacular porlo clarificador. Comparto en mi entorno.
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