Una de los condiciones inherentes a la
condición de político español y de Gobierno en nuestro país parece ser el arte
de no bajarse del burro y tirar a lomos del pollino hasta que tu montura te
descabalga a coces o un ocasional viandante te baja del jumento de un sopapo
con la mano abierta.
Si hay alguien que se está mostrando
un verdadero experto en ese innominada capacidad es el Gobierno de Mariano
Rajoy y si hay un burro del que no se quieren bajar esa es su contrarreforma
educativa.
Y para muestra el botón de su nueva
Formación Profesional aprobada casi en silencio. Un silencio que se asemeja más
a la vergüenza que a la discreción, a la alevosía que a la urgencia. Vamos,
como diría aquel, el más español de los silencios.
Wert, Rajoy y Bañez, en ese optimismo
sin realidad de los brotes verdes y en esa obsesión insana y baldía de la
empleabilidad como argumento de la educación, se mantiene en el lomo del
pollino de la copia del sistema alemán. En lo que les viene bien, eso sí.
Deciden olvidar que la formación
profesional teutona tiene rango de diplomatura universitaria y la nuestra no la
tendrá. Pero siguen fustigando al pollino.
Ignoran que la germana dura hasta los
25 años y que los tres años posteriores se impone un contrato laboral completo
de cinco años al empleado para que la empresa recupere con su trabajo su
inversión. Pero prosiguen espoleando al asno.
Pasan por alto que la Formación
Profesional de las tierras del Rin obliga a una remuneración de entre el 70 y
el 90 por ciento del salario total y la nuestra ni siquiera obliga a pagar si
es una beca o como mucho el 40 por ciento si es un contrato de aprendizaje.
Pero continúan azuzando al burro del que no quieren descender.
Ellos cogen la vara de avellano -muy
propia de la educación que parece echar de menos José Ignacio Wert- y azuzan
los flancos de su montura educativa elevando la edad del aprendizaje hasta los
treinta años. Hasta, ni más ni menos, que la mitad práctica de la vida laboral.
Hasta los treinta años las empresas podrán
mantener a los trabajadores con contratos en prácticas de remuneración muy
inferior a la del puesto de trabajo real o con becas de igual cuantía.
Si alguien empieza a trabajar a los 16
años, se pasará quince años de aprendiz, se verá obligado a sobrevivir quince
años cargando el coste de su mantenimiento -o por lo menos de su alojamiento- a
sus progenitores porque sus pírricos sueldos o becas no le darán para
emanciparse.
Y por supuesto las empresas no estarán
obligadas a contratarle durante un mínimo de tres años -como en Alemania, salvo
en el caso de acuerdo entre las partes-. Podrán echarle tranquilamente a la
calle y reiniciar el ciclo del eterno aprendizaje con la siguiente generación
de operarios semianalfabetos escupidos de la fábrica de siervos de la
gleba en pretenden convertir la enseñanza pública española.
Y el aprendiz, que ha estado tres
lustros siéndolo, estará en la calle sin trabajo y solamente preparado para un
trabajo concreto –que, conociendo a los empresarios españoles, incluirá desde llevar
cafés hasta hacer los recados- en una empresa que ya no requiere sus servicios,
sin educación real, sin bagaje intelectual para recomponerse. Como un samurái
sin oyabun, como un siervo sin señor feudal, como un esclavo sin amo.
No hay sociedad que soporte que sea el
propio Estado y el propio sistema educativo el que fuerce a los jóvenes a
transformarse en peterpanes y campanillas que siguen viviendo en casa de sus
padres hasta la treintena.
No hay sistema educativo -salvo quizás
el escolástico y el de las míticas artes marciales orientales- que pueda
soportar que durante quince años se ser aprendiz de una sola cosa sin ni
siquiera la seguridad de que eso te garantice el sustento.
Seguir subido en el burro de la
empleabilidad a través de esta Formación Profesional solo nos lleva al destino
de una sociedad estratificada, precaria y sin educación de base. Por mucho que
se intente imitar a Alemania
¡Hasta los germanos se romanizaron
cuando vieron que tener solo guerreros y caudillos elegidos a espada alzada no
les llevaba a ninguna parte!
Mejor harían Wert, Bañez y Rajoy en
imitar a los alemanes en eso y dejar de insistir en avanzar a lomos de su
rebuznante asno.
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