Avanza la jornada de Huelga General
con mayor o menor éxito -eso ya se verá- y llegado el mediodía se lanzan a la palestra
aquellos que desde el primer momento quieren minimizarla, ocultarla,
desactivarla.
Y, claro, el primero de ellos es
De Guindos, ese ministro que, siempre mal encarado, pretende desde que le cayera
el cargo ejercer un paternalismo experto que mueve, si no a la ira más desatada,
sí al ridículo más espantoso. Habla por esa boca suya que cada vez que se abre
hace subir el pan -y los impuestos, y la prima de riesgo y el número de paraos,
entre otras cosas- y afirma que la Huelga General "no es el camino
adecuado para reducir la incertidumbre".
Pero Luis de Guindos se
equivoca.
Aunque de alguien que ha marrado sus
previsiones de déficit una y otra vez, alguien que ha sido incapaz de
acertar el porcentaje de descenso del PIB, pese a intentarlo tres veces,
alguien que se ha equivocado en la valoración del nivel de recaudación fiscal y
ni siquiera ha sido capaz de prever a la primera el dinero que se necesitaba
para salvar a sus bienamados bancos, que cometa una equivocación en algo tan
simple como una declaración mediática no es sorprendente.
El hombre que parece que haciendo
cuentas se ha caído -o tirado, más bien- de su propio apellido se equivoca
porque esta Huelga General no hace otra cosa que generar certezas.
La certidumbre de que no queremos que el dinero que nos quitan con sus recortes en los servicios públicos sirva para rellenar los agujeros de aquellos que malgastaron el suyo.
La certidumbre de que no aceptamos que nuestros puestos de trabajo, nuestros salarios y nuestras jornadas sean encogidos y estirados a voluntad por empresarios que el único concepto de reinversión que practican es el envío continuado de dinero a sus cuentas en paraísos fiscales
La certidumbre de que no estamos dispuestos a ver a dos de cada cinco de nuestros amigos, vecinos y conocidos en la desesperación del desempleo para que las empresas mantengan sus márgenes de beneficios.
La certidumbre de que los profesionales de la educación no están dispuestos a renunciar a su vocación para convenir los centros públicos de enseñanza en fábricas de operarios semianalfabetos que trabajen sin pensar ni protestar.
La certidumbre de que no estamos dispuestos a aceptar que se reduzca el dinero destinado a la cultura, la Universidad o la preparación para mantener o aumentar los gastos en muestras culturales del pleistoceno más sangriento en los tendidos de sol
La certidumbre de que no queremos que las familias pierdan sus casas para que los bancos que han tirado su dinero se libren de la carga financiera que suponen esas viviendas hipotecadas para sus cuentas anuales de resultados.
La certidumbre de que los profesionales de la Sanidad no van a renunciar a un juramento que ha sobrevivido 4.000 años a dictaduras, guerras, democracias y revoluciones solamente porque al Gobierno español no le salgan las cuentas de su sistema financiero.
La certidumbre de que no nos gusta en absoluto que nos suban los impuestos directos e indirectos mientras se amnistía a los que han evadido miles de millones de euros.
La certidumbre de que nuestros jóvenes no están dispuestos a sacrificar su futuro en aras de convertirse en mano de obra medio esclava sin apenas derechos laborales y por el pírrico sustento necesario para sobrevivir renunciando a la vida.
La certidumbre de que no estamos dispuestos a ver sufrir a las personas que no pueden valerse por si mismas porque el Gobierno necesite destinar a otros menesteres menos claros el dinero que necesitaba para cuidarles.
La certidumbre de que no estamos de acuerdo con que la gente sea llevada a la desesperación del ahorcamiento o de arrojarse al vacío porque las prácticas usureras de los que deberían no levantar ni siquiera la mirada del suelo de vergüenza les conducen a ello con la aquiescencia absoluta del gobierno que les protege y les ampara.
La certidumbre de que no compartimos en absoluto la dinámica de que se nieguen créditos a las empresas que quieren generar empleo y riqueza por aquellos que desperdiciaron el dinero sufragando obras faraónicas inconclusas, eventos pantagruélicos y campañas electorales continuas e infinitas.
La certidumbre de que no vamos a dejar que el futuro de las generaciones que aún no pueden defenderse por sí mismas depende del dinero que gane la iniciativa privada educándolas.
La certidumbre de que no queremos que nuestras esquinas, nuestros parques y nuestras plazas se llenen de Dark Ladies y Shadow Men que, después de trabajar toda su vida por ellos y por los suyos, no tengan ni siquiera la pensión suficiente para tener un lugar al abrigo de los vientos y las lluvias donde caer muertos.
Así que Guindos se equivoca.
Esta Huelga genera muchas
certidumbres. Y se las envía sobre todo a aquellos que las reclaman: a los
mercados y todos los que los mueven por su propio interés.
Les crea la certidumbre de que este no
es un buen sitio para intentar mejorar el reparto de dividendos entre sus
accionista restaurando la servidumbre.
Y esa es certidumbre más que suficiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario