Parece que nos podemos librarnos de
esa dinámica judeocristiana a la que nos arrojaron hace siglos los que posaron
la cruz y el cáliz por primera vez en estas tierras.
Se antoja que en cualquier cosa que se
emprenda en estos territorios nuestros, baluarte sureño y mediterráneo del
mundo occidental atlántico, tiene que tener una trinidad, tiene que tener una
sola persona dividía en tres naturalezas que resalte de entre los demás, que
intente brillar con una luz propia y distinta, como para resaltar su
diferencia, su divinidad.
Y la Huelga General no iba a ser
menos. Tenemos una Santísima Trinidad de La Huelga General. Aunque en este caso
lo de santísima debería matizarse e incluso corregirse. Son tres, son
sindicatos, no secundan la huelga.
Señoras y señores, con ustedes, la
Santísima Trinidad del Egoísmo Social en la Huelga General.
Porque eso es lo que representan
CSI-F, ELA y LAB en este momento, en este día en el que tocaba luchar por
todos, no solo por nosotros.
Porque CSIF, que fue de las primeras
en adherirse a la anterior, ahora se desmarca. Porque el sindicato mayoritario
en la función pública, que cuando le habían rebajado los sueldos, subido las
jornadas y quitado las pagas extra al colectivo que representaba sí fue a la
lucha, se desmarca ahora solamente porque le han colocado una mesa de
negociación ante los ojos y decide seguir esa zanahoria.
Porque olvida la responsabilidad con
el futuro, sustituyéndola por la responsabilidad con la deuda soberana -así,
como lo oyen- y con el rescate financiero. Porque, cuando ha creído conseguir
romper la férrea muralla de silencio de sus patronos se olvida de que hay otros
que no han podido aún lograr los objetivos comunes. Se olvidan de una Sanidad
recortada, de una Educación empobrecida y deja a sus maestros y a su personal
sanitario en la calle a cambio de una promesa distante y efímera de hablar de
sus salarios.
Reivindica la paternidad misma del
egoísmo social.
Y a ella se unen el Hijo y el Espíritu
Santo de esta trilogía de la divina insolidaridad social que nos aqueja desde
tiempos inmemoriales la cierran los sindicatos nacionalistas de las tierras de
Euskadi.
ELA y LAB, incapaces de ver más allá
de su territorio, de su sentido nacionalista o independentista o soberanista o
como le quieran llamar, son capaces de desmarcarse de una huelga a la que se
adhirieron el pasado septiembre. No han cambiado las circunstancias económicas,
no se han modificado un centímetro las líneas que marcan los recortes y la
frontera de no retorno del futuro de España y Euskadi. Solamente ha cambiado el
gobierno en las tierras vascas.
Apoyan la manifestación, apoyan las
protestas pero no la huelga. Ahora mandan los suyos y claro, ya no es lo mismo.
No es igual hacer una huelga contra otros que hacerla contra nosotros mismos.
Los dos cierran la trinidad sindical
insolidaria de esta huelga general por deseo de compartir el poder y el
gobierno y por puro sentido -equivocado, en este caso, me temo- del sentir
nacionalista. El hijo y el Espíritu Santo del egoísmo social.
Tienen derecho a hacerlo, eso nadie lo
pone en duda, pero ya que se ponen en modo divinidad podrían volver su vista a
los dioses norteños -muchos más cercanos a ellos que los otros llegados del
oriente próximo, por cierto- Podían olvidar la Santa disociación triple de
personalidad judeocristiana y acordarse de Loki.
Que ¿quién es Loki? Bueno, pues,
aparte del malo malísimo que se enfrenta al rubio mazado y buenorro de Thor -ese que todas las grupis cuarentonas quieren llevárselo a casa para calmar el
constante flujo hormonal que las conduce de su eterna adolescencia hacia la
menopausia sin solución de continuidad- es un dios nórdico y se le presenta oficialmente, ni
más ni menos, como el Señor del Egoísmo y la Mentira.
Y ¿por qué deben fijarse en semejante
deidad? Pues muy simple. Porque ese diosecillo nórdico que siempre va a su
bola, que pasa por encima de todas las normas de Asgard y el Walhalla cuando le
viene en gana, que secuestra a Lady Sif -esa es la que cumple el rol de Thor en
los sueños más o menos húmedos entre los cuarentones del colegeo y el
peterpanismo eterno- y que hace todo tipo de maldades basado solamente en su interés
personal, hace algo que no se espera de él y que sorprende hasta el panteón
nórdico.
Cuando estalla el Ragnarok -que es el
fin del mundo vikingo, no un macro concierto de oscuros grupos fineses- acude
junto al resto de los dioses a defender el árbol de los mundos del demonio
Surtur, que amenaza con hacerlo arder, y de la serpiente Jörmundgander,
que intenta asfixiarlo hasta hacerlo morir.
Loki quiere el poder, quiere disfrutar
de él, Loki va a la suya pero se une a todos los demás en una lucha que a él no
le compete.
Y cuando su barbudo y rubio hermano le
pregunta cuál es el motivo de su abandono del egoísmo para luchar en beneficio
de otros, el diosecillo se encoge de hombros y simplemente contesta.
“Está bien gobernarlo todo, esta bien
conseguir todo lo que deseo pero ¿de qué me sirve gobernar en los mundos si
dejo que estos dos los conviertan en una triste y aburrido montaña de cenizas?"
Quizás la Santa Trilogía Sindical del egoísmo
social debería hacerse esa pregunta en Euskadi y en los despachos y negociados
de los representantes sindicales de los funcionarios de CSIF.
Quizás deberían comprender que el
egoísmo también está obligado a luchar.
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