miércoles, noviembre 28, 2012

La Mayoría Silenciosa, silenciada.

Hay propuestas que tienen la virtud de desenmascarar, de sacar a la luz las intenciones y los deseos reales, de desnudar de forma definitiva las motivaciones de aquellos que se enfrentan a la decisión sobre lo propuesto.
Y eso pasó ayer en el Congreso de los Diputados, ese lugar que, en estos momentos en los que la política se aparta a sabiendas de la sociedad, solamente sirve para ser rodeado, para ser custodiado y para ser repensado  piedra a piedra y escaño a escaño.
Una propuesta, una única que nunca tuvo ni tendrá en la situación actual opción alguna de prosperar, ha servido para explicar muchas cosas, para convertir las medias verdades en mentiras directas. La propuesta de hacer un referéndum sobre los recortes que nos aquejan y el rescate bancario con el que cargamos ha dejado las cosas en su sitio.
Esa propuesta, o más concretamente el hecho de que haya votado en su contra, le ha quitado al Gobierno y al Partido Popular el único arma con el que contaba para defender socialmente sus políticas mientras los servicios públicos se desmoronaban a su alrededor, mientras su política de mantenimiento de un sistema financiero y económico imposible arroja a millones de españoles a la pobreza.
Esa propuesta y esa votación le han quitado la mayoría silenciosa.
La negativa al referéndum -no por conocida y anticipada menos relevante- hace que se les escurra entre las manos el concepto -que todos sabemos falaz- que los ideólogos y estrategas de Génova idearon a toda prisa para intentar desactivar la protesta social en las calles, para vender a propios y extraños que la mayoría de la población española apoyaba su política y así tranquilizar a los únicos dioses verdaderos que les importan: los mercados, los especuladores y los inversores.
Porque demuestra que, como en otras tantas cosas, el PP no cree lo que dice y solamente lo dice para salir del paso. 
Si realmente creyera en la existencia de esa mayoría silenciosa querría que hablara, si realmente estuviera convencido de que ese silencio apoya sus políticas y su ideología haría todo lo posible para abocarla a la palabra y verse así apoyado por esos que mantiene que le apoyan en su silencio.
Y los habrá que dirán que eso ya se hizo en las elecciones. Pero saben que mienten porque esa opinión democrática en forma de sufragio se emitió con un programa falso, con unas promesas electorales que se transformaron en pruebas de cargo en unos meses. Esa palabra se pronunció cuando no se iban a tocar los impuestos, cuando nadie hablaba de rescate bancario, cuando las pensiones no se iban a convertir en una limosna con cada vez menos poder adquisitivo, cuando la educación y la sanidad pública iban a ser intocables, cuando no se iba a perdonar el fraude fiscal, ni se iba a dar un duro a los bancos.
Nadie de esa supuesta mayoría silenciosa ha dicho una palabra aún sobre todo eso. Sobre la realidad y no las promesas, sobre el Gobierno y no la oposición, sobre Mariano Rajoy y no sobre José Luis Rodríguez Zapatero.
Y los habrán que, con las matemáticas de la cuenta de la vieja, dirán que, sacando pecho y tirando de soberbia, que no hace falta el referéndum porque ellos, con sus ternos perfectos, sus dietas y su escaño, representan a más gente de las que suman los manifestantes.
Pero ese argumento es tan baladí como enorgullecerse de ser el primero en ver el iceberg contra el que chocó el Titanic. 
Tirando de su mismo ancla representativa al que aferran la nave de su zozobrante gobierno y de su deriva absurda, si al PP le votaron 11 millones de españoles, los sindicatos convocantes de las sucesivas huelgas generales representan a 3.600.000 trabajadores, los sindicatos de estudiantes universitarios representan a 1.650.000 alumnos, las confederaciones de Asociaciones de padres y madres de alumnos que secundaron la huelga representan a cinco millones de alumnos que estudian en la enseñanza pública y que obviamente no están incluidos en las cifras de votantes del PP pero que también tienen derecho a decidir sobre su futuro. 
Todo eso sin hablar de los 12 millones de españoles que no votaron al PP y los 10 millones que no votaron o lo hicieron nulo o en blanco, que, como es lógico serán redundantes en muchos casos por los representados por los sindicatos y colectivos que están en contra de la política del gobierno.
Así que el argumento del orgulloso diputado por Soria de que él, con su traje gris y su carné de filiación al PP, representa a más españoles que los convocantes de las manifestaciones y por eso no hacer falta consultar a nadie en las urnas sobre sus decisiones, aparte de soberbio es tan falaz como la mayoría silenciosa por la que asegura hablar.
De modo que, al votar en contra de la consulta popular, el presidente y sus huestes absolutas parlamentarias -junto con sus sorprendentes aliados de UPyD- han utilizado el artefacto que habían creado para defenderse y se han disparado con él en el pie.
Porque, a partir de ahora, no podrán seguir tirando de ese silencio para defenderse, no podrán seguir utilizando la voz dormida de esas gentes para parapetarse contra las críticas y las protestas, ya no podrán seguir utilizando esas gargantas calladas para atrincherarse en la defensa de unas políticas que despiertan el mayor rechazo social de la historia de España -incluyendo la Segunda República, la Dictadura y el momento más ominoso de nuestra historia que se pueda recordar-.
Porque si de verdad quisieran escuchar a la mayoría silenciosa porque supieran que estaban a su lado, le habrían dado voz.
Porque si de verdad confiaran en sus medidas y en sus apoyos querrían que los ciudadanos lo gritaran a los cuatro vientos en un referéndum.
Porque si de verdad respetaran y trabajan por la mayoría silenciosa no harían todo lo posible para mantenerla en el silencio, si confiara en la democracia no paralizarían un ejercicio de máxima democracia como un referéndum. Ya no hay duda de que el Moncloa, Génova, el Gobierno y el Partido Popular solamente creen en el silencio.
Y si la mayoría silenciosa no calla por indiferencia, cansancio o desilusión, ellos se asegurarán de que siga callada.
Convertirán y han convertido a la mayoría silenciosa en mayoría silenciada.


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