La vieja filosofía escolástica, la del santo de Aquino y el obispo de Épona, esa a la que ahora recurrimos absurdamente por aquellos del malentendido Carpe Diem, tenía una máxima que diferenciaba entre la intención y el acto.
Pues el bueno de Don Mariano, o sea el presidente Rajoy, me hace tirar de ella, recuperarla de entre las polvorientas páginas monásticas, para tratar de explicar de un manera razonable lo que su gobierno -mientras a él le van más en Casablanca que en Madrid- acaba de anunciar. Eso de lo que todo el mundo hablaba ayer y que yo he preferido tomarme un día para reflexionar.
El Gobierno va a sancionar penalmente a todos los políticos que superen sus techos presupuestarios. Y aquí es donde entran los santos Tomás y Agustín.
La intención parece buena, se nos antoja apropiada en estos tiempos de crisis -a los que quizás no hubiéramos llegado si se hubiera aplicado antes-. Pero el acto en sí mismo tiene unas ciertas connotaciones que tienden a pasarnos inadvertidas en esta furibunda aversión que ahora se nos enciende contra el político manirroto cada vez que miramos nuestras cuentas corrientes.
Y le salvo la intención porque me siento algo magnánimo, por eso de los cien días de árnica a un gobierno cuando empieza, por aquello de darle un poco de manga ancha para ver si aquello que prometió hacer puede hacerse y tiene los resultados prometidos.
Porque el bueno de Mariano está empezando en esto de gobernar un país, vamos.
En fin a lo que vamos. Que eso de mandar a la cárcel a un político por incumplir sus presupuestos, por superar su techo de gasto, suena bien, suena coherente y responde a un deseo de controlar la política y hacer responsables a los que la ejercen. Y eso está bien.
Pero, de hecho, lo que propone Don Mariano, quizás sin darse cuenta o quizás a sabiendas -que sería peor-, es meter en la cárcel a todo político que no sea liberal capitalista puro y duro en lo económico. Es decir, a todo aquel que no vea la economía como el Partido Popular.
Y eso me rechina en alguna parte de mi conciencia libertaria y democrática un poco más. Me parece más peligroso que apropiado.
Porque la contención del gasto público, la inexistencia de déficit, el equilibrio presupuestario público no es un principio connatural a la democracia, es una mandamiento sacrosanto del liberal capitalismo en estado puro. Y para ser demócrata no es de obligado cumplimiento ser liberal capitalista. Y para ser político no tienes por qué seguir a Adam Smith al pie de la letra.
Que se castigue penalmente aun político por incumplir sus promesas electorales está bien. Si no puedes hacer algo, no lo prometas.
Que se castigue penalmente a un político por incumplir las leyes durante su gestión, por dilapidar el dinero en acciones concretas o por incorporar nuevos gastos suntuarios cuando ya no tiene dinero, vale y pase y está bien.
Pero que se le mande a la cárcel por no ser liberal capitalista y tener como objetivo el déficit cero de su administración es una imposición ideológica de tal proporciones que nos arroja a la dictadura más completa. Dictadura económica, pero dictadura.
¿Qué pasa si la persona que ostenta el gobierno de una Comunidad Autónoma decide seguir las recomendaciones de Milton Friedman, que especifica que en tiempos de crisis es la inversión pública, aún a costa de su endeudamiento, la única capaz de generar empleo? Pues que va a la cárcel
¿Qué pasa si decide ser algo más moderado y tener como evangelio económico de cabecera los escritos de John Maynard Keynes, que especifican que hay un cierto nivel de servicios que hay que mantener, aún a costa del endeudamiento público, para que la sociedad esté en condiciones de ser productiva y devolver en ciclos posteriores -ciclos de décadas, incluso- ese dinero en forma de impuestos y tasas por la actividad económica? Pues que es arrojado de patitas a la trena.
¿Qué pasa si decide ser simplemente comunista -que en este país todavía es legal, que yo recuerde- y decide que los servicios públicos deben anteponerse a los conceptos financieros de déficit y equilibrio presupuestario? Supongo que en ese caso, ya se le realizará un juicio militar sumarísimo y se procederá a su fusilamiento al amanecer.
Creo entender lo que el presidente Rajoy quiere hacer. Pero temo descubrir lo que realmente está haciendo. Se debe castigar a un político por ser mal gestor o mal político. Pero no se le puede encarcelar por no ser liberal capitalista puro.
De eso a encarcelarle por no ser conservador va un pequeño paso. Un paso muy pequeño.
Pero tampoco me sorprende porque ese camino empezó a ser andado cuando alguien -y no precisamente el Partido Popular- propuso incluir en la Constitución un techo para el déficit público.
Eso no puede figurar en la Constitución por una sencilla razón. Estaríamos diciendo que España es un país democrático con una monarquía constitucional y liberal capitalista por definición. Y que todo aquel que no lo sea no tiene cabida en nuestro país, que todo partido o persona que tenga otra ideología económica no puede pretender aplicarla en nuestro país. No estaría muy lejos de aquella mítica definición de La Pepa -La Constitución de Cádiz de 1812- de que "todo español es bueno honrado y trabajador -y temerosos de la Guardia Civil, añadían algunos-".
Sería más o menos como decir "todo español tiene que ser demócrata, monárquico y neocon". Lo primero de acuerdo; lo segundo pase por ahora. Pero lo tercero, lo siento, ni por joda.
Y lo mismo pasa con Europa y con esa unidad de destino en lo universal en la que se están convirtiendo La excelsa Merkel y el inefable Sarkozy. Incluir la obligación de contención del déficit público como condición para participar en la Unión Europea puede ser una medida que es necesaria ahora y que no tiene discusión en este momento. Pero buscar que el déficit cero será un elemento constitutivo de Europa como unidad es pretender que Europa no pueda ser otra cosa que neoliberal en la economía y eso no es de recibo. Eso no es democrático. Eso no es aceptable.
¿Acaso no nos puede nunca venir bien hacer lo que está haciendo Brasil?, ¿no es posible que necesitemos aumentar nuestro déficit para lograr igualar nuestras sociedades, lanzar nuestra economía en la espera de que en una política a largo plazo nuestra economía crezca -como están consiguiendo en Brasilia- y luego podamos igualar las cuentas, dentro de unos cuantos lustros?
¿Y si un día encontramos petróleo en Los Monegros o Coltán en la Cordillera Penibética?
¿No estaría justificado mandar al carajo el déficit durante cuatro años para desarrollar las infraestructuras necesarias para su explotación y que luego esos beneficios fueran a parar a nuestras arcas nacionales y no a las cuentas de resultados de Texaco o de Standard Oil?
Y eso no podría hacerse si tener presupuestos con déficit fuera castigado con la cárcel por el mero hecho de que se tenga, de que se ha superado el techo presupuestario.
Creo que la buena intención no puede ocultar el acto y no hace bondadoso el resultado, como defendían en ocasiones los santos filósofos escolásticos. Al menos en este caso no.
Porque no creo que un político deba ir a la cárcel porque el nivel de ingresos de su comunidad sea tan bajo que la sanidad y la educación pública sean la única opción admisible para la inmensa mayoría de la población o porque destine todo el crédito que pueda conseguir a intentar salvar el único sector productivo que genera ingresas en su ámbito geográfico.
Quizás me equivoque y Don Mariano proponga que por fin la Auditoría de Cuentas del Estado haga su trabajo. Quizás esté pensando en destinar un auditor a cada autonomía y terminar metiendo en chirona a cada político que organice un fasto papal de cientos de millones de euros mientras no paga sus deudas a los colegios concertados; o poner a la sombra a cualquier gestor público que se gaste las haciendas autonómicas en patrocinar equipos de Fórmula Uno, circuitos de carreras, equipos de fútbol, y regatas de clasificación para la Copa América mientras no paga a sus proveedores, no reintegra las facturas a las farmacias. Quizás hable de poner a buen recaudo al alcalde que se gasta lo que tienen la promoción de dos candidaturas olímpicas fallidas mientras demora el pago a los empleados de la basura y retrasa el pago de su parte de los servicios sociales para la asistencia de menores y de mujeres maltratadas. Quizás se refiera a entalegar a quien se gasta cientos de millones de euros en una campaña de autopromoción continua como si la campaña electoral durara cuatro años mientras se niega ilegalmente a no pagar las vacaciones a los profesores interinos o cierra aulas de apoyo en los colegios, o pone la sanidad en manos privadas para cuadrar las cuentas.
Quizás hable de evitar el ridículo de que un individuo que ha llevado las riendas de un gobierno acabe juzgado por recibir unos trajes por la patilla y no por dilapidar hasta la extinción todo el dinero de los impuestos de los valencianos.
Quizás hable de castigar y meter el trullo a esos. Aunque algunos sean de su partido, Aunque algunos sean sus amigos.
Y es por ese bolero –quizás, quizás, quizás- por lo que le doy el beneficio de la duda al ínclito Mariano -perdón, al ínclito presidente Mariano -es que son muchos años hablando de él sin título ninguno- no porque crea que no puede tener tendencias dictatoriales en lo ideológico. Se lo doy por el simple hecho de que no ha realizado nada original.
Mariano Rajoy ha hecho una vez más -y ya no sé cuántas van- lo mismo que hacemos nosotros, los occidentales atlánticos- cada día.
Porque cada día creemos que nuestras soluciones vitales son las únicas posibles. Cada día intentamos, con buena o mala voluntad, que nuestras formas de ver el mundo sean elevadas a rango de ley, a verdad absoluta.
Queremos que los demás nos quieran como queremos ser queridos, no como ellos saben, quieren o pueden amar; deseamos que aquellos a los que hemos traído a la vida la vivan como nosotros esperábamos que la vivieran, no como ellos han decidido vivirla, exigimos que los demás perciban nuestras actuaciones por los beneficios que suponen para nosotros y no por los perjuicios que les acarrean a ellos; ansiamos que todos participen gozosamente en el esfuerzo de hacernos las vida más fácil, de cubrir nuestras necesidades, personales, sociales, laborales o afectivas y pretendemos que esas necesidades se antepongan como un axioma de fe a cualquier otra cosa.
Estamos tan acostumbrados a pasar la realidad por nuestros tamices personales, por nuestros prismas de percepción que pretendemos que se imponga ese prisma a todos y a todo para que se vea el mundo igual que lo vemos nosotros, igual que hemos decidido verlo. No como es o como puede ser, sino como nosotros creemos que es y queremos que sea.
Y por eso los gobiernos -que son como nosotros, sino no nos gobernarían- hacen lo mismo. Intentan imponer la ética de la justicia manipulada, intentan imponer el prisma del nacionalismo español, de las políticas de género, del liberal capitalismo o de cualquier cosa que se les ocurra como algo bueno y respetable.
Por eso, porque hacen lo mismo que hacemos nosotros con nuestros compañeros de trabajo, nuestras familias o nuestras parejas, intentan elevar a rango de verdad universal lo que piensan, lo que creen que es la solución a los problemas.
Para asegurarse por siempre que no vendrá nadie nunca a enmendarles la plana, para poder dormir tranquilos en el convencimiento de que tenían razón y de que el prisma de cristal siempre a punto de romperse por el que ven el mundo nunca estalle hecho añicos cuando alguien mira de través por otra faceta de la realidad y descubra que estaba equivocado.
Puede que la intención sea del todo tomista y bondadosa y por tanto se tenga que perdonar el egoísmo que supone no esperar soluciones que vengan de más allá de nuestras formas de pensar, de nuestra manera de ver el mundo. No saber cambiar para intentar algo distinto cuando todo lo que hemos hecho y repetido a todos los niveles nos lleva siempre al mismo fracaso, a la misma situación.
Pero eso no hace que la imposición sea menos agustinista y por tanto no hace que deje de ser reprobable y peligrosa. Tan peligrosa y tan reprobable ocmo cuando lo hacemos nosotros.
4 comentarios:
Aquí hay una malinformación que creo intencionada y desde luego continuada desde el PP, pero en general desde los medios, ya que es muy habitual en los neoliberales asimilar superar tu presupuesto de gasto a tener un presupuesto autorizado, aunque sea gastar mas de lo que ingresas.
En el primer caso, estaría de acuerdo en fundir al responsable salvo catástrofes, ..., que lo justifiquen. En el segundo, no, tener déficit casi debería ser obligatorio según en qué circunstancias.
Ciertamente el concepto de presupuesto autorizado sería una solución.
Pero ¿cómo el gobierno va a autorizar un presupuesto con déficit si la falta del mismo es un requerimiento constitucional?
Es ligar la estructura del estado a una forma de entender la política económica que, puede ser válida y respetable, qero no tiene porque ser la única.
Creo Yo. Un saludo
Es que no esta prohibido constitucionalmente (al menos con la info a la que accedo), sólo limitado y mira todas las excepciones:
"El texto sobre el que trabajan socialistas y conservadores modifica el artículo 134 y eleva ese techo hasta el 0,40% del PIB a partir de 2018, admitiendo excepciones, como las de la fórmula alemana, que contempla la posibilidad de rebasar el límite en caso de catástrofes naturales o recesiones graves. Además, PSOE y PP pretenden que la reforma incluya una salvaguarda que garantice el pago de prestaciones como el desempleo. "
http://www.publico.es/espana/392772/psoe-y-pp-pactan-limitar-el-de-cit-en-la-constitucion
No está prohibido pero quieren prohibirlo.
No se trata de las excepciones o no.
Se trata de definir como inalterable un principio que no emana de la lógica democratica y justa como la separación de poderes, la igualdad legal o los derechos fundamentales.
Y tampoco emana de la naturaleza elegida del Estado como, en nuestro caso,la monarquía ocnstitucional o la división territorial autonómica.
Por poner un ejemplo que quizás sea más claro.
Imáginate que ahora es votado y accede al poder legitimamente un gobierno comunista y decide que la solución a la economía es planificarla desde el Estado en planes quinquenales de desarrollo y que el Estado posea la tirularidad de los setores estratégicos de produccción como la antigua Unión Soviética.
Tiene derecho a intentarlo mientras está en el gobierno, pero ¿qué pasa si añade en la constitución una enmienda por la cual cualquier gobierno tiene que estar obligado a realizar estos planes quinquenales y a mantener la titularidad pública de los sectores productivos?
¿que pasa si incluye en el código penal un delito por el cual cualquier gestor que no planifique -ya sea durante su gobierno o en gobiernos venideros, porque una Constitución y un código penal sirven para siempre- la economía y controle los medios de producción de forma pública comete un delito y debe ser encarcelado?
El déficit cero -o 0,40% del PIB- es una herramienta que a una determinada teoría politica le parece útil para la economía y tiene derecho a intentar usarla mientras ejerce el gorbierno, pero no a imponerla para todas las generaciones venideras a través de la Constitución o de castigar penalmente a aquellos políticos que no la utilicen en gobiernos futuros.
Eso es lo único que digo.
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