Entre todos los recortes que nos llegan por todas las vías en este esfuerzo que nuestro nuevo presidente nos ha impuesto de ajustarnos a los gustos europeos de déficit casi no nos da tiempo a referirlos todos, a compilarlos.
Los hay para todos los gustos, en sanidad, en educación, en servicios sociales. En todo lo que se quiera mirar se mete la tijera sin pausa ni medida, mientras el Impuesto Sociedades sigue sin tocar, mientras la distribución de beneficios de empresas que tienen deudas con el Estado sigue sin tocar, mientras el agujero inmobiliario sigue sin cerrarse en aras de los dividendos.
Pero, entre todos ellos, hay uno que me ha llamado la atención. Uno que ni siquiera es un recorte pero que ha despertado iras sin cuento, reacciones desmedidas y encendidas quejas en las secciones de igualdad de los periódicos -sí, señoras y caballeros, ahora los periódicos tienen secciones de igualdad-.
Mientras los profesores alumnos y padres protestan por la pérdida de aulas de refuerzo, por los recortes en el número de docentes que hace a profesores de latín dar clases de inglés; mientras los funcionarios lo hacen por la congelación y rebaja de su sueldo mientras se sube el de sus señorías; mientras el personal sanitario y los usuarios se quejan por el cierre de quirófanos, por la reducción en las horas de atención, por los pagos y copagos impuestos por las bravas, por el euro por receta, por el cobro de recetas a los enfermos crónicos y mientras los freaks protestan embravecidos por el cierre de Magaupload -que siempre hay algo por lo que quejarse- el tumulto feminista se queja del único recorte sanitario que no lo es.
Una vez más el bendito prisma por el que pasan la realidad les hace poner el acento, la importancia, la necesidad, en algo que ni siquiera es un recorte.
El sistema Sanitario de Baleares, aquejado como otros tantos de un déficit brutal, ha decidido establecer unas prioridades de pago y ha decidido que las mujeres que aborten en el sistema público de salud deberán adelantar el dinero del coste de la operación que luego les será reembolsado.
En realidad no es así, porque lo que ha decidido es que el pago que se hace a las clínicas por el coste de esa operación, que hasta ahora se hacía por adelantado, se introducirá dentro del calendario de pagos en el que se incluye todo lo demás.
Algo tan nimio y sin importancia, como la factura farmacéutica de la Seguridad Social, los costes de reconstrucción facial que se realizan fuera de los hospitales, los costes por cama de hospitalización en los hospitales concertados, los pagos a las empresas de ambulancias, etc, etc.
Las clínicas en las que se practican los abortos podrían asumir que son proveedores del sistemapúblico -como lo hacen todos los demás, desde las farmacias a los helicópteros sanitarios.-, adecuarse a cobrar cada tres meses -como también hacen todos los demás- y no cobrar por sus servicios a las pacientes -como, por tercera vez, hacen todos los demás-.
Pero es mejor decir que la mujer tendrá que abonar la factura del aborto. Queda más en la línea de los recortes y de la pérdida de derechos.
Uno diría que el cierre de quirófanos o de hospitales o las reducciones del servicio de urgencias son recortes más graves, más preocupantes. Pero parece ser que no porque, según las que lo han traído a la palestra informativa, esos no "afectan a un derecho básico de la mujer recogido por la ley".
¡Acabáramos! ¡Como la educación y la atención sanitaria no son derechos que afecten a la mujer! ¡Como solamente le afecta el derecho al aborto!
Pero, en fin, a lo que vamos.
Que si hay que recortar -y parece ser que hay que hacerlo- las prioridades sanitarias tienen que estar más que claras.
Porque ese recorte, aun considerándolo como tal, es el más lógico de los que se podrían imponer en la sanidad o al menos en el sistema sanitario público.
No por ideología, no por ética. Sino por una cuestión de números. Déjenme que me explique.
Según las que cuentan el número de abortos en España y presentan cada ascenso como un triunfo -nunca he sabido exactamente por qué- en nuestro país se dan 115.000 abortos anuales -sí, 115.000, no millones como el escándalo que montan unos y otras con el tema haría suponer- y según ellas también una intervención de este porte puede llegar a costar 1.500 euros.
Así que el sistema sanitario español se gastaría 172 millones y medio de euros en este tipo de operaciones. Pero tenemos suerte, muchas mujeres se costean su propio aborto, así que solo el 60 por ciento de esta cantidad corre a cargo del Estado. O sea 103 millones de euros, redondeando a la baja -algo que no se estila- 100 millones de euros.
Pues bien si yo fuera un gestor que creyera que los recortes van a sacarnos de la sima en la que un sistema basado en nuestro individualismo y nuestro egoísmo nos ha metido, como parece que cree Don Mariano, mi opción sería clara.
Y no porque sea conservador, o de derechas, o católico o por ninguna otra condición ideológica -como la mía por ejemplo- que me haga rechazar el aborto como un derecho inalienable de la mujer.
Sería clara y meridiana por el coste de sustituir ese servicio por otro que tuviera exactamente los mismos resultados. Porque ese coste sería exactamente de 276.000 euros. Exactamente, lo que cuestan 115.000 condones.
Y así podría mantener el pago previo para las tres mujeres que fueron violadas y abortaron el año pasado en España e incluso para las 135 que abortaron por las graves malformaciones del feto.
Y todavía me sobraban 99 millones de euros. ¡Con ese ahorro hasta se los compraba de sabores y se los enviaba por Seur cada vez que necesitaran uno!
¡Claro que es una decisión ideológica! ¡Claro que pone en riesgo la práctica de abortos! ¡Claro que no me importa porque el aborto tiene una sustitución previa que es la contraconcepción que hace que se mantenga el derecho de la mujer a controlar su maternidad!
Si se cree que la reducción del gasto va a salvar el país es lógico que se minimice el gasto en cubrir irresponsabilidades manifiestas de los ciudadanos y de las ciudadanas y se apele a su responsabilidad para minimizar esos gastos que su falta de criterio genera al erario público.
Bueno, en realidad eso es necesario y deseable aunque no haya que recortar gastos, incluso aunque se crea que esa reducción de gastos no va a servir de nada.
Porque lo que seguro que sí va a servir de algo es que nos responsabilicemos de nuestras propias decisiones y elecciones aunque nos cueste esfuerzo.
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