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domingo, agosto 20, 2017

La cortina de odio que pretende ocultar nuestras vergüenzas tras Las Ramblas

Una de las cosas que tiene ese trágico momento en que la guerra te estalla ante los ojos es que saca de todos las vergüenzas y con ellas los intentos automáticos de ocultarlas.
Quizás, tras los atentados de Barcelona y Cambrils, hay tantas y tan evidentes que resulta difícil verlas todas, vuelven sus obsesiones eternas con ETA, las de los separatistas con la “opresión” del gobierno español, las de los españolistas con la Generalitat, las de ese conservadurismo populista y manipulador con Podemos... 
Todos intentan usar el yihadismo para arrimar el ascua a su sardina o cuando menos alejarla de las de sus rivales o enemigos.
Porque para Mayor Oreja reclamar unidad ante el terrorismo es exigir que todos y cada uno, ya no de los españoles sino de todos los europeos, que acepten con un leve asentimiento sumiso su forma de ver las cosas, su visión de cómo acabar con el terrorismo pese a que ya ha se ha demostrado mil veces que no sirvió de nada para acabar con ETA.
Porque para los españolistas cargar por negligencia (o incluso cobardía, que hay que leer de todo) contra la Generalitat y los Mossos de esquadra es en realidad abogar por la mano dura contra el independentismo catalán.
Porque para los independentistas catalanes separar las víctimas catalanas de las españolas en el macabro recuento no es otra cosa que intentar mandar el mensaje de no nos importa lo que piensen o digan el resto de los españoles.
Porque para los que descontextualizan una frase de Pablo Iglesias acusándole contra viento y marea de apoyar el yihadismo y haciéndole cuando menos colaborador necesario de los atentados es solamente un intento de proseguir en la ardua tarea que se han impuesto de intentar influir en la voluntad política de los españoles a través del más profundo terror atávico irracional a lo desconocido…
Y así hasta el infinito, en una suerte inacabable de interpretaciones parciales, sesgadas y oportunistas que provocan la náusea.
Pero, sin duda, la vergüenza colectiva que más aflora y la que más ridícula en su intento de disimulo es la de los islamófobos que han puesto de moda como condición sine qua non para que la comunidad musulmana en España “se gane nuestra confianza” que se manifiesten masívamente contra el terrorismo yihadista.
Si no fuera funesto hasta provocaría risa. Si no fuera patológico hasta sería ridículo.
Porque esa exigencia, aunque pueda parecer razonable y lógica, parte del más profundo y enfermizo complejo de superioridad.
Parte de ese complejo porque necesitan sentirse superiores, necesitan sentirse héroes de esa España suya que tan solo imaginan, que nunca existió ni existirá y en la que ellos son héroes salvadores de la patria contra los crueles enemigos que la acechan.
“Que hagan para acabar con el yihadismo los musulmanes hagan lo que hicimos nosotros para acabar con ETA y salgan a la calle. Entonces les creeremos”, repiten en sus tuits, comentarios e invectivas físicas y virtuales contra los musulmanes y el Islam. 
Y en ese momento, cuando lo lees o lo escuchas, si no fueran tan peligrosos hasta darían lastima.
Porque se han dejado alejar tanto de la realidad por los medios que han machacado con ello en cada aniversario, en cada conmemoración, en cada acto de eterno recordatorio de las víctimas y solo de esas víctimas, que ya se creen que ellos acabaron con ETA.
Han llegado a olvidar que a un fanático furioso, como son los yihadistas, o a un mafioso sanguinario, como fueron los falsos abertzales de ETA en su final, lo que opine la sociedad le da igual, lo que griten miles de personas en su contra le da igual. 
No responden al clamor social ni a la voluntad política de la ciudadanía: Si lo hicieran dejarían de ser fanáticos o mafiosos y del fanatismo y la mafia no se abandonan con tanta facilidad.
Vean lo vean seguirán; se manifieste quien se manifieste, seguirán. Incluso se reforzarán en su causa. Igual que hizo ETA, considerando traidor a todo vasco nacionalista o independentista que hablaba en su contra; igual que hizo el IRA con todo irlandés que hablaba de paz y no de victoria en el Ulster.
Pero los que señalan con el dedo a las comunidades musulmanas por no "llenar la Plaza de Catalunya" insisten porque, cargando contra el Islam usando la falsa yihad de parapeto, como antes cargaron contra el independentismo vasco poniendo de excusa el terrorismo de ETA, lo único que pretenden ocultar es que lo que acabó con ETA no fueron nuestras manifestaciones, ni nuestros gestos ciudadanos. 
Lo que acabó con ETA fue -además de la acción policial- una sola acción que dejó a los mafiosos sangrientos del tiro en la nuca sin argumentos para reclutar, una tras otra generación, a los jóvenes vascos para la kale borroka y los comandos: que se permitió que los vascos buscarán el independentismo de forma democrática votando a partidos abertzales que hasta entonces se negaban a legalizar.
Si puedo buscar la independencia con un voto para qué buscarla con un arma.
Pero aquellos que buscan excusas para su complejo de superioridad y para su odio, antaño a los vascos y hoy a los musulmanes, no pueden aceptar eso porque significaría que ellos no son los héroes, que no fue ninguna de sus acciones lo que acabó con ETA. Que fue, pura y simplemente, hacer por fin lo que era justo, precisamente lo que ellos criticaban que se hiciera y segaban a hacer.
Así que cargan sobre las manifestaciones multitudinarias exigidas a las comunidades musulmanas la responsabilidad del fin del terrorismo yihadista porque aflora una vez más su complejo de superioridad social que les hace creer que lo suyo es siempre lo acertado y no les permite asimilar que lo que acabará con la capacidad de los líderes de la falsa yihad de reclutar y fanatizar más huestes es que se haga lo que es justo que, en el caso del yihadismo, no es tan directo y sencillo como lo era en el caso de ETA, aunque ellos se empeñen en negarlo.
Lo dicho, si eae necesidad de odiar apenas soterrada, ese complejo de superioridad y esa incapacidad para afrontar la realidad de las cosas no fueran tan aterradoramente peligrosos, hasta darían lástima.

martes, julio 11, 2017

Las mil muertes de Miguel Ángel Blanco antes de que el PP le deje descansar

Tenemos nueva polémica. Tan manida y maniquea como lo son todas últimamente en este país nuestro que navega entre el sectarismo y la sinrazón.
Ahora la toca el turno a un ponme o no me pongas una pancarta en recuerdo de Miguel Ángel Blanco en el Ayuntamiento de Madrid en el 20 aniversario de su secuestro y asesinato por ETA.
De nuevo ETA, siempre ETA.
Manuela Carmena no quiere ponerla y el PP y Ciudadanos se indignan. Ya no se atreven a decir aquello de que apoya al terrorismo porque ya no hay terrorismo de ETA, pero se indignan.
Y todos sus opinadores y voceros se ponen a recitar sus argumentos. que sí "fue un caso especial", que si "puso en marcha el Espíritu de Ermua", que si "fue cuando la ciudadanía perdió el miedo porque vio que ETA estaba separada de la sociedad española". Todo lo que sea posible para justificar porqué hay que hacer un homenaje nacional y multitudinario a Miguel Ángel Blanco.
Todas ellas podrían ser asumibles -y muchas lo son- si no fueran y hubieran sido manipuladas a lo largo de estos 20 años por aquellos que ahora hablan de unidad ante el terrorismo de nuevo a la sombra de la muerte, el sufrimiento y la sangre de Miguel Ángel Blanco.
Porque cada, disparo, cada muerte, separó a ETA de la sociedad española. La muerte de Yoyes, Meliton y Algorta la separó del independentismo que había recurrido a la violencia ante una dictadura, pero quería abandonarla porque ya no era necesaria; se separo del independentismo más radical catalán con quien pretendía tender puentes con el atentando masivo de Hipercord; se alejo del nacionalismo vasco cuando mando a sus falsos gudaris a amenazar y extorsionar a políticos y empresarios vinculados al PNV y asesinó sin tregua a miembros de la Ertzaina; se alejó definitivamente de la izquierda que buscaba una salida negociada cuando mató indiscriminadamente a políticos como Mujica o pensadores y juristas como Tomás y Valiente o Tagle; dijo adiós a las clases más populares y deprimidas con la reconversión industrial de Euskadi cuando hizo volar por los aires a los trabajadores de Elektra o puso bombas en sedes de la UGT... 
Cada muerte la alejaba de un sector de la población, cada disparo la condenaba a una nueva soledad. Cada acto de locura la aislaba.
Sin todo eso, sin toda la muerte y la locura asesina desplegada antes, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco no hubiera significado nada, no hubiera tenido la repercusión que tuvo.
Pero, más allá de eso, lo que oculta este recuerdo que ahora se pretende avivar es precisamente la memoria.
Yo sé lo que hice ese día, cuando llegó la noticia de la muerte de Miguel Ángel Blanco. Escribí. Mientras mi hoy ex mujer -más dada a los gestos masivo- llenaba la terraza de velas en remedo de una vigilia pascual, yo escribí. 
Escribí lleno de rabia contra aquellos que habían convertido la lucha contra una dictadura en una mafia, contra aquellos que habían trasformado la justa reivindicación de independencia de un pueblo en una sangrienta forma de vivir, contra aquellos que le estaban robando la esperanza a todos para poder seguir viviendo de las armas.
Quizás por eso. Porque vertí la ira de ese día en papel, el recuerdo de la jornada de la muerte de Miguel Ángel Blanco no me borra la memoria de las posteriores.
No me elimina el recuerdo de como el Partido Popular llevó a su máxima expresión con él y con su memoria la más ruin de las estrategias políticas que se pueden llevar a cabo.
Como comenzó a pasear a la novia y la hermana de Blanco por todos sus mítines políticos en los que decía que el PP y solo el PP podía acabar con ETA; como catalizó la rabia y el dolor para enviar a sus cachorros enmascarados a intentar quemar las sedes de Herri Batasuna, intentando empezar una guerra civil en Euskadi que hubiera originado mucha más sangre de la que ETA hubiera sido capaz de verter aunque estuviera activa mil años.
Y lo que siguió haciendo durante las semanas, los meses y los años posteriores. 
Como intentó minar el gobierno del PNV vertiendo insinuaciones sobre filtraciones en la ertzaina sobre cuales eran los políticos vascos más susceptibles de ser secuestrados; como convirtió el Foro de Ermua -en manos del místico e intransigente Sabater- en un arma españolista contra todo nacionalismo; como se apropio de símbolos creados por otros -las manos blancas, la canción Libertad sin Ira- para gritar a los cuatro vientos que Miguel Ángel Blanco había muerto porque, en palabras del entonces presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, "ETA sabe que solo la firmeza del PP en la defensa de España es capaz de derrotarla".
Como exprimió la formula política de utilizar ETA y su violencia como simbiontes electorales que ya había iniciado dos años antes con el fallido atentado de ETA contra José María Aznar, que le permitió ganar las elecciones y que seguiría durante muchos años con el control y uso partidario de la AVT, con el paseo por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid de los familiares de las víctimas de la T4, alcanzando límites vomitivos y casi criminales con la mascarada del Gobierno de Aznar en el atentado del 11-M.
Así que, si hubieran pedido un homenaje a Tomás y Valiente, a Mujica o a cualquier víctima anónima del atentado de Hipercord, podría creerme que han cambiado, que lo hacen por los motivos que dicen hacerlo.
Pero como no lo hacen solo puedo pensar que gobernando en minoría, llevando al país al desastre económico y social, solamente quieren resucitar viejos fantasmas para lograr una nueva cosecha de apoyo social. Intentando vender de nuevo que el PP, sus políticas, su ideología españolista y todo lo demás salvó España del monstruo de la locura terrorista de ETA.
Por eso tiene que ser uno de los suyos. Por eso tiene que ser Miguel Ángel Blanco. No se contentan con utilizar su sangre y su muerte; no tienen bastante con aprovecharse del dolor de su familia, sino que también quieren capitalizar su recuerdo y su memoria dos décadas después.
Quieren recordarnos que fueron ellos y su forma de concebir España la que acabó con ETA porque era su más firme enemigo. Y sueñan con que, 20 años después hayamos olvidado lo suficiente para que esta vez lo creamos. 
De nuevo ETA, siempre ETA
Pero no. A lo mejor no es por lo que Carmena se niega a poner la pancarta. Pero sí es mi motivo.
No pienso olvidar la valentía de Yoyes y todos los "milis" que se enfrentaron a ETA abandonándola, denunciando sus prácticas mafiosas y arriesgando y perdiendo su vida por ello, ni de los nacionalistas del PNV que también lo hacían, ni de los ertzainas, ni de los sindicalistas, ni de los políticos socialistas o de UPN y permitir que el PP vuelva a intentar vendernos, veinte años después, que ellos acabaron con ETA.
Porque fue su forma de hacer política españolista y de usar a ETA para cosechar votos lo que estuvo a punto de enquistar ese problema para siempre en Euskadi.
Y sobre todo no quiero dejar que se olvide la valentía de los que realmente acabaron con ETA -o por lo menos le dieron el tiro de gracia-. Los magistrados que por fin comprendieron que independentismo y terrorismo no eran lo mismo y dieron a los vascos la oportunidad de votar a un partido independentista no violento. 
Y al pueblo de Euskadi que remató a ETA con un tiro en la nuca de su arrogancia, su locura y su salvajismo votando independentismo en contra de terrorismo.
Mi homenaje a Miguel Blanco, que es parte con su muerte de todo eso, es intentar no dejar que el partido al que perteneció intente utilizar de nuevo su cruel asesinato para ocultar, como ya escribí cuando ETA murió, algo que ni toda la manipulación electoral del mundo debe apartar nuestros ojos. El hecho de que ETA está muerta y de que Euskadi y los vascos la mataron.
Estos son, también veinte años después de la muerte de Miguel Ángel Blanco, los hechos del caso. 
Y son irrefutables.

domingo, enero 15, 2017

Cassandra y el fiscal que desprecia a las víctimas

Hay cosas que normalmente parece que estan claras pero de repente te das cuenta que no lo están tanto, de que, como otras muchas realidades de este mundo occidental atlántico nuestro, se licuan y sus fronteras, antaño definidas, estables y sólidas, se vuelven inestables.
Uno de esos conceptos es la libertad de expresión, sobre todo cuando se pone en relación con ese otro, inventado ad hoc y manipulado en nuestro país hace más de una década, que se ha dado en llamar la "dignidad de las víctimas".
Y Cassandra es el ejemplo perfecto.
Hasta hace unos días Cassandra, conocida en esa red fatua aunque supepoblada llamada Twitter como @Kira_95, era una de tantas que participaba en esos hashtags concebidos como batallas del feminismo español, que subía sus tuits y luego seguía con su vida. Más o menos lo que hacen todos aquellos que dan una cierta relevancia a las redes sociales en su existencia.
Eso hasta que un fiscal decidió pedir dos años de cárcel para ella por subir unos tuits haciendo chistes con el asesinato del General Carrero Blanco. ¿Carrero Blanco?, sí, ¿no se acuerdan? Ese que era Presidente del Gobierno franquista cuando saltó por los aires con su coche. Pues ese.
Y se acusa a Cassandra de humillación de las víctimas del terrorismo. Y esto es lo que resulta aterrador e indignante porque me hace dudar del concepto que este gobierno y sus adlateres ideológicos tienen de "víctima del terrorismo".
Más allá de la semántica estricta indiscutible, que alguien considere a Carrero Blanco como una víctima del terrorismo es un insulto de proporciones desmedidas y de alevosía flagrante contra todos aquellos que fueron asesinados por ETA por negarse a entrar en su concepción fascista y violenta de la independencia de Euskadi, a los que de verdad murieron porque se oponían democráticamente a esa visión.
Carrero Blanco no era una víctima del terrorismo. Era uno de los causantes del terrorismo. 
Carrero Blanco tenía una visión cerril de España y de su futuro que dejaba fuera a cualquier nacionalismo, a los liberales, por supuesto a los "rojos", a los judios -sí, no me he equivocado, a los judíos-... 
Y si resulta difícil de creer, no hay mas que leer alguno de sus discursos. El márxismo, la democracia, el judaismo, el liberalismo, la masonería, el nacionalismo no español... Todos esos eran sus enemigos y el hecho de que los persiguía a sangre y fuego fue el origen de la oposición armada y del surgimiento de grupos como ETA.
Y además Carrero Blanco no fue una víctima del terrorismo, fue un perpetrador de terrorismo. 
Bajo su gobierno y bajo su mando militar se fusilaron, torturaron y represaliaron a cientos sino miles de españoles.
Firmó las sentencias de muerte del Proceso de Burgos, ordenó la represión por la Policía Armada a caballo de las manifestaciones estudiantiles que acabaron con al menos 25 muertos en 1971; incluso participó a través del Caso Matesa en la purga de los pocos aperturistas que existían en el seno de la dictadura franquista.
Así que Carrero Blanco era un terrorista de Estado y murió a manos de unos enemigos que ese terrorismo había creado y que actuaban, se movián y pensaban de la misma forma fascista y totalitaria que él.
Que un fiscal de un sistema de derechos y democrático le considere solamente víctima del terrorismo y le ponga en el mismo saco que aquellos que, concluida la dicatura franquista, se opusieron a ETA -ya sin lógica ni justificación ninguna para su lucha armada- y murieron a manos de su ira absurda y su sinrazón es lo que es verdaderamente un insulto a la dignidad de las víctimas del terrorismo.
Es ese fiscal quien debería ser procesado por humillar el recuerdo de Leguburu, Unceta, Tagle, Broseta, Blanco, Tomás y Valiente, Mújica y otros muchos que se les opusieron democráticamente al meter a un dictador, torturador y asesino en el mismo saco que ellos y no en el mismo saco que los terroristas, que es lo que eran y siempre serán Carrero Blanco y ETA.
¿Los chistes de Cassandra son de mal gusto? Es posible. 
Pero su acusación y proceso no es que sea de mal gusto, es que es un atentado contra la libertad de expresión y sobre todo es un escupitajo en el rostro de todos aquellos que murieron a manos de ETA cuando esta era una amenaza para la democracia, no para la dictadura.

jueves, agosto 18, 2016

Otegui, otra cortina de humo que nace muerta.

Estábamos tardando.
Ya se han sacado de la manga otra de esas cortinas de humo, el arma favorita de muchos en la política patria, para apartarnos la atención de lo importante, otro de esos movimientos de prestirigitación que unos y otros usan ante nuestros ojos como auténticos trileros que nos enseñan la carta que no es para ocultarnos la que deberíamos ver. Y, cómo no, de nuevo tiene que ver con el que durante décadas ha sido el simbionte favorito de los políticos y las políticas del miedo que han jalonado las campañas electorales españolas, de nuevo tiene que ver con la muerta y extinta ETA.
Ahora hay que discutir hasta la extenuación si Arnaldo Otegui puede o no puede ser candidato a las elecciones vascas, si el portavoz otrora de ETA es elegible o no.
Desgraciadamente para aquellos que quieren extender este debate por televisiones, tertulias radiofónicas y columnas de prensa, la solución a esta disquisición que deja a las discusiones bizantinas a la altura del betún no está en el nombre del abertzale, no está en ningún nombre o apellido relacionado con el entrono independentista. Esta en otros nombres y sitios.
Santiago Carrillo. Líder de las unidades republicanas que combatieron y purgaron en el Batalla de Brunete, responsable junto con Dolores Ibarruri de las checas -las cárceles represivas republicanas donde se fusiló sin juicio a centenares de personas-.
¿Han sido esas dos personas candidatas a unas elecciones en la España democrática?
Sí.
Manuel Fraga Iribarne. Responsable en varios gobiernos franquistas del ministerio de información, bajo cuya responsabilidad y mando operaba la Brigada Central de Información de la Policía Española, responsable de apresamientos, torturas y desapariciones durante la dictadura franquista.
¿Se presentó ese individuo como candidato a unas elecciones en la España de después de La Transición?
Sí.
Ricardo Sáenz de Ynestrillas Martínez. Procesado por diez acciones terroristas, condenado por disparar a un traficante de drogas, miembro de Fuerza Nueva, organización conocida por participar en agresiones, asaltos y ataques contra sedes de partidos de izquierdas durante la transición, bajo el mando de Blas Piñar.
¿Se presentaron esas dos personas como candidatos en unas elecciones?
Sí.
Antonio Cubillo militó e hizo atentados con el Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), ¿se ha presentado como candidato a unas elecciones?
Si.
Y así se puede seguir con una lista interminable de miembros de Tierra Iure, el Batallón Vasco Español, Los Guerrilleros de Cristo Rey, El Partido Comunista Revolucionario de Los Pueblos de España...
Así que busquen otra cosa sobre la que hacer discutir a sus seguidores y simpatizantes en los bares para que no se den cuenta de otras cosas. Este debate murió antes de nacer.

sábado, junio 27, 2015

La dignidad defendida y la tentación totalitaria

Lo hicieron, lo hacen y lo seguirán haciendo.
El proceso kafkiano -en el sentido literal de la palabra- contra el concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata por reproducir en las redes sociales  -que no inventar- dos desafortunados chistes sobre Irene Villa y el pogromo nazi del pueblo judío ha vuelto a demostrar otro de los vicios totalitarios que los partidos tradicionales de este país tienen: el control e instrumentalización de los movimientos asociativos.
Y digo totalitario porque intentar imponer un pensamiento -por muy progresista u honorable que pueda parecer- es una forma de actuar totalitaria. Ya sea la dignidad de las víctimas del terrorismo, la memoria de los exterminados en la barbarie nazi o la dignidad de las mujeres maltratadas, por poner tres ejemplos muy elementales y muy traídos y llevados en tierras patrias con uno y otro gobierno.
¿Nos acordamos de cuando el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero intento imponer una ley en que una mujer era acosada en el trabajo por unos "criterios objetivos", independientemente de que ella se sintiera acosada o no?, ¿se nos viene a la memoria cuando el Partido Popular intento imponer su concepto de dignidad de las victimas del terrorismo a los familiares de los asesinados por el yihadismo furioso en Atocha ese aciago 11 de marzo?
Ahora ocurre lo mismo. Irene Villa no se siente ofendida por el chiste de Zapata -ni por ningún otro sobre su persona, según parece-. Lo dice en la radio, lo dice en Facebook, los dice en Twitter por activa y por pasiva. Pero el fiscal decide "de oficio" que su dignidad ha sido ofendida.
La comunidad judía sefardí guarda silencio, lo cual es decir mucho de una colectivo que está siempre ojo avizor y con razones históricas de sobra ante el antisemitismo, pero el gobierno decide que Zapata es un antisemita que merece cárcel y condena por ello.
Desde Luis Herrera hasta la fiscalía intentan convencer a los supuestos actores pasivos de este drama inventado y magnificado con finas puramente político de que se sientan ofendidos en su dignidad y cuando no lo consiguen ponen en marcha a sus quinta columnistas asociativos.
Como hicieran las asociaciones y observatorios feministas con el maltrato y el acoso, como hiciera la AVT con los familiares de los muertos en el 11-M, entran en escena quienes nada tienen que ver en el asunto para imponer el criterio que al gobierno que les financia y mantiene le interesa que se imponga.
En este caso se llama Asociación Dignidad y Justicia. Pero podría llamarse Observatorio de Violencia de Género, Asociación Peones Negros, Asociación de Mujeres Divorciadas o AVT.
Se arroban la representación de quien no quiere que les representen, la superioridad moral y el derecho de pensar por ellos y a hablar en su nombre. 
Vamos, lo mismo que hacían las asociaciones abertzales pro etarras, amenazando a los familiares de los presos y a los propios reclusos de la banda a mostrarse a favor de lo que ellos llamaban "lucha armada", aunque no quisieran hacerlo; o lo que hacían los camisas pardas en el Berlín de 1931 forzando el saludo de todo alemán que se encontraran por la calle ante la inminente amenaza de una paliza en toda regla.
No es cuestión de dudar de que los objetivos iniciales de estos colectivos instrumentalizados por cada gobierno, pero si del hecho de que se conviertan en herramientas para la imposición de una forma de ver las cosas, de entender el mundo que los gobiernos pretenden que toda la sociedad asimile por la fuerza.Solamente porque reciben el apoyo y la subvención del gobierno de turno para hacerlo.
La definición de dignidad personal, sea de las víctimas del terrorismo, de las mujeres maltratadas, de los supervivientes del pogromo nazi, de los hombres maltratados o de cualquier otra persona es responsabilidad individual de cada uno de ellos y ha de respetarse como la vive cada uno sin utilizar esa defensa con fines políticos y electorales.
Que a lo mejor conviene recordar a Proudhon de forma literal:«El derecho es para cada uno la facultad de exigir de los otros el respeto a la dignidad humana en su persona». Pero para cada uno, que conste. 
Todo lo demás es totalitarismo ideológico en estado puro.

martes, febrero 03, 2015

El pacto por el terror de los terroristas incruentos.

Partido Popular y Partido Socialista en mitad de un marasmo económico de imposible solución si no se cambian las reglas de juego, en plena cabalgada de la miseria por el territorio español, se paran, se sientan y firman... un pacto antiterrorista. Como si esa fuera la prioridad nacional, como si eso solucionara algo. 
¡Como si hiciera falta!
Hace más de un lustro que no hay un atentado terrorista en este país, hace años que el fantasma de vivir pegados a la violencia del tiro en la nuca y la bomba lapa desapareció de nuestro horizonte, pero ellos vuelven allá donde se sienten cómodos. Cuando se acercan las elecciones tiran de la estrategia más rentable. Tiran del miedo, lo provocan para beneficiarse de él. 
Como no termina de cuajar el miedo al estalinismo supuesto de Podemos -quizás porque nadie se ha preocupado en este país de enseñar teoría política en las escuelas. Siempre vamos tarde- tiran de otro miedo más convencional, más nuestro, más rentable para el PP en todos los comicios en los que han participado. Quieren recuperar el miedo al terrorismo, al atentado, a morir en la calle cuando se va a comprar el pan. Nadie les cree. Pero ellos lo intentan.
Tiran de Guardias Civiles armados hasta los dientes, los despliegan por Bilbao y detienen a los abogados del entramado Abertzale a bombo y platillo. Ni siquiera les acusan de terrorismo -porque no pueden, claro- sino que les acusan de blanquear dinero, de fraude fiscal. De los mismos delitos vamos que está acusada, imputada o es sospechosa la mitad de la plana mayor política española.
Esperan que eso reactive el miedo  a ETA, que eso vuelva a sembrar el miedo en la población. Que les de los mismos réditos electorales que el atentado de pacotilla de ETA contra Aznar o que el atentado de la T4 del aeropuerto de Barajas.
Pero los vascos y el resto de los españoles arquean una ceja y siguen con su vida. 
La miseria, la corrupción, la falta de expectativas y llegar a la mitad de mes con sus depauperados sueldos les preocupa mucho más.
Así que se inventan otros miedos. Los Mossos la lían parda por Barcelona en una operación contra el terrorismo anarquista -¿perdón?-; las unidades antiterroristas de la policía convierten el madrileño barrio de Malasaña en una ciudad de Gaza o Líbano, descolgándose por las terrazas para detener a un puñado de manifestantes perroflautas que han tenido la osadía de traducir al español el lema "Ocupa el Congreso".
Pero tampoco parece funcionar del todo. 
La gente sigue preocupada de lo que a ellos no les conviene. De la pérdida de puestos de trabajo, de la reducción rampante del poder adquisitivo de los salarios, de la precarización del empleo, de la corrupción política. De todo aquello, para entendernos, que ellos no tienen la más mínima intención de solucionar.
Así que se sientan y firman un pacto antiterrorista en el último y desesperado intento por llamar la atención sobre algo que ellos controlan, de desviar la vista de los ciudadanos de los problemas reales.
Que no digo yo que no sea bueno, pero todos sabemos que el yihadismo recluta en Ceuta para combatir en Irak, Turquía, Siria y Líbano. Todos sabemos que la derrota del Califato o de cualquier otra organización yihadista está más allá de las posibilidades de cualquier gobierno español. 
Todos sabemos que hay más españoles en riesgo de morir de hambre o de desesperación que todos los que pudieran matar los fanáticos locos radicales de la más pérfida interpretación del Islam.
Pero ellos necesitan ese miedo, necesitan el arma del terror para cosechar votos, para recuperarlos, para arrebatárselos en las encuestas a otros partidos que, con mayor o menor acierto, pretenden solucionar los verdaderos problemas de este país. Esos que han creado los partidos tradicionales y su forma de hacer política.
Yo lo veo así. Todo aquel que intente utilizar el terror, la amenaza de una posible muerte o de la violencia para generar miedo y ganar votos es, en esencia, un terrorista. 
Y eso es para mi el reciente pacto antiterrorista. Un intento desesperado de aprovechar el terror, real o inventado, lejano o cercano, en su propio beneficio. La descripción casi literal de terrorismo. De guante blanco si se quiere, incruento si es necesario precisarlo. Pero terrorismo al fin y a la postre.

lunes, junio 02, 2014

Los otros padres del terror

Llega un momento en qué ya no sabes para qué hijos del terror nunca termina la guerra.
Llega un momento en el que te preguntas por qué se desea que esa guerra continúe.
Llega un momento en el que te indignas porque se pretenda restaurar el miedo en las mentes de una sociedad que ha comenzado a perderlo.
Llega un momento en el que comprendes que no les vale la victoria si es de todos y no solamente suya.
Llega un momento en el que recuerdas que terrorista no solo el que mata o asesina sino también el que pretende sacar rendimiento político o económico de sembrar y mantener el miedo el terror.
Llega un momento en que su miedo a perder el poder les hace descubrirse y recurrir a sus armas de siempre para conseguir mantenerlo.
Llega un momento en el sus acciones demuestran que ni antes, ni ahora, ni nunca han querido la paz.



Y entonces queda claro quienes son ahora los padres del terror.


domingo, enero 12, 2014

El fin de ETA, el PP y las fotos de mi primera novia

No existe ningún síntoma mayor del horror de la violencia, del doloroso desgarrón que provoca en las vidas y los corazones de quienes la padecen, que el hecho de que persista en sus mentes, en sus sueños, en sus recuerdos, hasta el punto de mantenerla viva.
Cuando las mentes humanas se ven sometidas a esa involuntaria emulación y ese retorno constante a la violencia sufrida o ejercida se llama estrés postraumático. 
Y eso es lo que parece sufrir nuestro gobierno, ese que habita en La Moncloa gracias a los votos que nosotros pusimos en las urnas.
La guerra ha terminado y ellos, como un viejo marine subido a una azotea en Los Ángeles y sonado por el zumbido de las bombas que sus propios aviones arrojaron sobre él, disparan a diestro y siniestro esperando acertar a un enemigo que ya no existe, que ha muerto. Esperando alcanzar a ETA.
Y claro, las gentes del norte, esas que han vivido durante cuatro décadas largas la locura furiosa del tiro en la nuca y la bomba lapa, los contemplan con sorpresa, con hastío, incluso con la conmiseración de aquellos que saben que nunca abandonarán la guerra porque en su mente está ya no terminará jamas.
Hay que tener un problema psicológico de proporciones mayúsculas para exigir la prohibición de una manifestación en la que se desfila tras una pancarta en la que, por primera vez casi en media centuria, la izquierda abertzale ha escrito las palabras Paz y Acuerdo.
Hay que tener la mirada nublada, demasiado fija en la victoria y la vindicación, para insistir, después de que un juez ya se ha negado a la suspensión, hasta lograr que otro la prohíba. Sobre todo cuando esa prohibición supone negar a 110.000 personas que pidan algo que el Estado de Derecho está obligado a dar, que Estrasburgo le ha recordado al Estado Español que tiene que asegurar y que la mera lógica formal y material impone que tiene que garantizarse.
Pero el Partido Popular, cabalgando a lomos de su cada vez más desbocado Tea Party interno, sigue escuchando los gritos de la violencia y la sangre y se niega a escuchar los sonidos de la paz. No quiere abandonar el campo de batalla.
No hay otra explicación plausible a que siga llamando presos a gentes que ya no lo son, que están fuera de la cárcel porque ya han cumplido sus condenas legales. 
Dejen que lo repita, porque ya han cumplido sus condenas legales. 
A que se refiera a ellos como ex presos, cuando de todos es sabido que bordea la ilegalidad hacer mención expresa de los antecedentes penales de una persona que ya ha saldado su cuenta con la justicia.
No existe una argumentación comprensible que no sea ese estrés postraumatico para justificar que se haga una redada para detener a la mujer que presuntamente impedía a los presos de ETA aceptar la legalidad y, en palabras simples, rendirse a la evidencia de que su locura no conduce a ninguna parte, justo un día después de que esos presos hayan aceptado la ley, el sistema penitenciario y escenificado su derrota con esa mujer, Arantza Zulueta, respaldándoles en los flancos.
Nada salvo la necesidad enfermiza y psicótica de permanecer en un escenario de violencia puede explicar que el presidente de un gobierno democrático pueda plantearse hacer una ley para que los presos -que ya no son presos- de ETA -que ya no es ETA- no puedan ser candidatos electorales.
Porque solo en un escenario de excepción, en ese escenario que el Partido Popular no quiera abandonar, se puede siquiera concebir que alguien que ya es legalmente libre, que ya ha recuperado su condición de ciudadano pleno, no pueda ser elegible como cargo público. 
ETA, esa organización que estuvo a punto de arrasar Euskadi con su locura independentista mesiánica y violenta -locura por mesiánica y violenta, no por independentista- estaría orgullosa de esa norma, de ese sesgo fascista y totalitario del Estado. Pero ETA era una banda terrorista no un Estado y un gobierno democrático.
Así que parece que el Partido Popular padece un cierto síndrome de estrés postraumático que le obliga a desear que los presos sean siempre presos aunque las leyes internacionales les obliguen a ponerlos en libertad tras cumplir sus condenas, que ETA no muera ni desaparezca aunque sus integrantes lo digan, lo repitan y lo escenifiquen mil veces y que el Estado de Excepción y Sitio no se levante nunca aunque ya no exista excepción ni sitio alguno en Euskadi.
Solo una locura de magnas proporciones puede evitarte ver que si te enfrentas y quieres prohibir una manifestación que pide la paz estás reclamando que continúe la guerra; que si detienes a quien ya no se opone a la legalidad está alentando a los que quedan fuera a que se vuelvan atrás a su decisión; que si le niegas la democracia a aquellos que ya han cumplido con la justicia les estas arrojando de nuevo en los brazos armados -siempre armados- de la ilegalidad.
Y ni la dignidad de las víctimas -muchas de las cuales hubieran escupido sin dudarlo sobre estas medidas del PP-, ni la necesidad compulsiva de victoria, ni el ansia paranoica de abatir enemigos pueden justificar que se mantenga el frente y se siga disparando a discreción cuando la guerra ha terminado.
Así que el Partido Popular tiene que padecer el síndrome de estrés postraumático.
Los psicólogos recomiendan que cuando se caiga en esa sensación de volver a la violencia, a la necesidad de ella para identificarte, te aferres a recuerdos anteriores, a recuerdos felices previos a ese momento. 
Y funciona. Yo miraba fotos mías con mi primera novia y terminaba soñando con ella.
A lo mejor el Partido Popular lo intenta pero resulta que su primera novia en Euskadi era ETA.
Porque nadie le ha dado más réditos electorales en tierras vascas y fuera de ellas que la locura violenta y sangrienta de la banda terrorista, porque lo poco que son en Euskadi lo lograron gracias a aglutinar españolismo y democracia amparados en que ETA pretendía fusionar independentismo e imposición violenta.
No vaya a ser que cuando el Partido Popular rebusca en sus fotos antiguas encuentra que sus mejores momentos electorales están vinculados a atentados "supuestamente" fallidos contra sus líderes, a senadores pidiendo en voz alta en los pasillos un atentado de ETA para volcar las encuestas, a ministros del Interior intentando colar con calzador versiones increíbles de atentados trágicos y sangrientos para vincular a ETA con los mismos.
Quizás es que el españolismo patrio, militante y agresivo que mora en los más profundos recovecos de Génova, 13 no puede sobrevivir sin el que siempre ha sido su simbionte, sin el terrorismo de ETA, y se niega a adaptarse a los tiempos como él y desaparecer.
A lo peor es que su primera novia no fue como la mía, -dulce, fuerte y que me quería-, no fue la democracia. Fue la victoria, militar o electoral, para poder imponer su formas y maneras de ver el mundo y por eso la terapia no la funciona.
A lo peor es que están dispuestos a sacrificar Euskadi a cambio de votos en el resto de España.
Porque eso ya no es estrés postraumático. Es simple totalitarismo y precisa otro tipo de cura.

domingo, octubre 27, 2013

La AVT se autoexpulsa de la democracia en Euskadi

Hay ciertos momentos que se prevén durante muchos años. No porque se esté dotado de don profético alguno ni porque se sufra del últimamente muy popular complejo de Casandra, sino porque los caminos y las direcciones tomadas son tan obvias que no permiten albergar duda alguna sobre el destino final de las mismas.
Y eso ha pasado con la AVT, con aquellos que han confundido o pretendido confundir durante años justicia con venganza, con aquellos que se han vinculado políticamente a una visión de Euskadi y han intentado hacer de su condición de familiares de los muertos por la locura iracunda del terrorismo de ETA un mecanismo de presión.
La guerra ha terminado y ellos no quieren verlo. 
España lo ve, Euskadi lo ve y hasta Europa lo ve. Pero ellos no quieren verlo. Durante años han mantenido un silogismo falso y temerario que se ha venido abajo a las primeras de cambio, en cuanto el fin de esa guerra absurda que pretendía mantener el radicalismo de los asesinos de tiro en la nuca y bomba lapa se ha hecho evidente. 
Primero Francisco José Alcaraz y luego Ángeles Pedraza, intentaron vendernos que, como sus familiares eran en muchos casos demócratas asesinados por antidemocratas sangrientos y totalitarios, eso les convertía a ellos en defensores de la democracia. Pero era falso. Tras una semana en silencio tras la derogación en la práctica por la Corte Mayor de Estrasburgo de la malhadada Doctrina Parot. Han demostrado que era falso.
Porque los que defienden la democracia no pueden exigirle a un gobierno que no acate una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos solamente porque su sentimiento de vindicación se ve frustrado por ello. Los que defienden la venganza -justa, si se quiere- sí pueden hacerlo, pero los que defienden la democracia no.
Porque los demócratas saben que su instinto, su deseo y victimismo eterno y militante no puede anteponerse al principio de no retroactividad de las leyes; porque los demócratas saben que el futuro de Euskadi y sus gentes, que fueron los que derrotaron a ETA volviéndoles la espalda, es y debe ser más importante que su justificado o no deseo de eterna vindicación. Porque los demócratas saben que, acabada una guerra, la paz y la justicia es más importante que la victoria.
Pero las cabezas visibles de la AVT no han sabido nunca eso. Y por eso se han permitido el lujo de intentar crispar con sus mascaradas carcelarias una sociedad que por fin respiraba con algo de paz tras décadas de sangre; por eso han intentado una y otra vez identificar nacionalismo con violencia, independentismo de Euskadi con terrorismo. 
Como nunca han accedido al conocimiento de que la democracia y la justicia corre en ambas direcciones han intentado utilizar su condición de víctimas y la de asesinos irracionales de ETA para vender que su españolismo es justo y democrático y el independentismo que representaba falsamente ETA es injusto y totalitarista.
Como si tuviéramos ojos y no nos diéramos cuenta que ni ETA era todo el independentismo de Euskadi ni la AVT es el único españolismo vasco posible.
Y por todas esas carencias son capaces de exigirle a un gobierno que actúe como un grupo terrorista. Que ignore los derechos humanos y se convierta en aquello que se supone que solamente tienen que ser los asesinos: radicales furiosos que buscan la victoria pasando por encima de los derechos fundamentales de todos los que no piensan como ellos.
Y ahora salen a las calles pidiendo dignidad para las víctimas. La dignidad para las víctimas no se gana gritando y clamando para que un gobierno se vuelva totalitario e ignore los derechos humanos y las bases mínimas de una legislación democrática. 
La dignidad para las víctimas se logra siendo dignos. Anteponiendo, pese al dolor y la frustración, el futuro de una tierra que ya ha sufrido demasiado y las reglas del juego democrático que dicen defender a sus propias necesidades psicológicas de vindicación por muy justificadas que estén.
Y cada vez que hace eso, cada grito que den pidiendo eso, cada pancarta que escriban demandándolo, sera una bofetada salvaje y desmedida sobre los cadáveres de aquellos que murieron para que la democracia y la libertad fuera la que gobernara Euskadi. Por muy familiares suyos que fueran.
Pero claro, el Gobierno Español no les dirá nada de eso. No les llamará radicales, ni antisistema, ni antidemócratas cuando invadan las calles como ha hecho con aquellos que lo han hecho por otros motivos. 
Porque si les dijera la verdad de lo antidemocrático de su postura perdería la pírrica cosecha de votos que esa asociación recolecta para ellos en Euskadi y en el resto de España. Y les permitirán que recorran las calles exigiendo que el Gobierno español se transforme en una banda terrorista.
Alguien ha dicho que "la derogación de la Doctrina Parot es una de las peores noticias para la democracia en España".Y estoy de acuerdo con ella -creo ha sido Rosa Díez-. 
Es uno de los peores días para la democracia en España porque alguien de fuera ha tenido que venir a recordarnos lo que es la democracia, lo que es la justicia y que ninguna de las dos cosas está por debajo de nuestros sentimientos viscerales. Sean estos justificados o no. 

sábado, junio 01, 2013

Agur para aquellos que saben decir agur en Euskadi

Los hay que dicen que saber marcharse es un conocimiento mucho más estimable que saber estar y desde luego que demostrar oportunidad a la hora de llegar. Si eso es así en la vida cotidiana, privada y afectiva, lo es mucho más en la rama social de nuestras existencias y por supuesto en la política.
Hoy Euskadi despide a los que se saben marchar. Los que supieron llegar y los que demostraron saber estar. Hoy Euskadi despide a Gesto por la Paz.
Porque en una demostración más de lo que son y por comparación de lo que son muchos otros que dicen ser como ellos, Gesto por la Paz se va como llegó, como estuvo y como venció. En silencio. En Paz.
Desde 1985 ha estado demostrando que la paz se gana con la paz. Que la paz se reclama con paz. Ellos eligieron el silencio como límite formal y material de la expresión de ese deseo y nunca salieron de la paz para exigirla, para pedirla, para construirla.
Euskadi escuchó su silencio mientras se negaba a oír los gritos furiosos de rabia y de venganza de otros y las detonaciones trágicas y sangrientas de las armas de aquellos que nunca escucharon a Euskadi. Ni sus gritos, ni sus silencios.
Y ahora hace lo que solo quien busca la paz, quien la logra, es capaz de hacer. Se disuelve, vuelve a la cotidianidad de Euskadi de la que salió para avanzar en la vida en lugar de enrocarse en la muerte; para diluirse en el futuro en lugar de anquilosarse en el pasado. Para disfrutar de la paz que ha ganado para Euskadi y para todos.
Se va como el centinela que deja la garita y regresa a su catre cuando se firma el armisticio porque ya no hay nada que vigilar ni por lo que temer; se va como el mecánico que, hechas las reparaciones, recoge sus herramientas y retorna a su casa porque ya no hay nada que tenga que ser reparado. Se va como el amante que cuando deja de amar esconde su presencia para evitar el dolor a aquel a quien ya no ama de verle cada día.
Gesto por la paz se va para que su silencio deje ahora hablar a aquellos que hablan cuando existe la paz. Para que sus gestos no tapen las charlas de política, las discusiones sobre soberanismo o los debates sobre nacionalismo. Para que todos los demás puedan hablar de cosas que nada tienen que ver con la paz cercenada que ellos reclamaban y si con la vida y el futuro que Euskadi se construye.
Gesto callaba por la paz y su silencio de dos décadas permite ahora a muchos hablar de cualquier cosa sin  vergüenza, sin miedo.
Gesto se va porque, en contra de otros que aún claman por venganza, sabe, reconoce y acepta que ya no es necesario. Que ha logrado, con otros muchos y sobre todo con las gentes de Euskadi, que no haga falta ya guardar silencio para exigir que callen los disparos, que cesen las detonaciones. 
El silencio de Gesto se retira porque es el tiempo y el espacio de las palabras, de los acuerdos, de las disensiones que ellos han ganado para Euskadi.
La organización ciudadana vasca más digna y pacifista de lucha contra el terrorismo se va  y demuestra que la paz se gana con la paz, no con la victoria, no con la venganza.
Y la paz en Euskadi ya no tiene marcha atrás por mas que algunos pretendan dinamitarla para lograr su victoria y su venganza y unos pocos de los otros todavía vivan en su fanático mundo de ficción en el que creen que aún pueden imponerse por la fuerza.
Hoy, en el día de su adiós,  el silencio de Gesto por la Paz ya no tiene lágrimas, rostros entristecidos ni rictus de impotencia, solamente tiene una sonrisa. La sonrisa de aquellos que saben que por fin pueden volver a sus vidas después de haber usado su lucha y su tiempo para devolver la vida y el futuro a su tierra.
La sonrisa de aquellos que en silencio, como siempre, como nunca, callan y piensan: "menos mal que ya no somos necesarios", "menos mal que podemos marcharnos", "menos mal que lo hacemos en paz".
El silencio de Gesto llegó cuando fue necesario y se rompe cuando es imprescindible para decir adiós en un último gesto necesario por la paz en su tierra: reconocer que esta ya ha llegado y retirarse para que ella ocupe su lugar.
Y los demás que sigan que sus torpes pendencias, sus pírricas victorias y sus tristes venganzas. Esa ya no es la guerra de Euskadi. Ya nunca podrá serlo. El silencio y la marcha de Gesto dan constancia de ello.

domingo, marzo 03, 2013

El Supremo y el fin de la víctima eterna en Euskadi

Cuando las circunstancias de todos empeoran, cuando los problemas se hacen comunes y se reconocen se gira a donde se gire la vista, las cuestiones que afectan solamente a un colectivo, las quejas y problemas que tan solo satisfacen o pretenden satisfacer a unos pocos, se ven de otra forma, se perciben de otra manera. 
Y eso está pasa y está pasando en Euskadi y con Euskadi. 
Ahora, que sus problemas son como los de muchos otros, ahora que su economía tiembla y se desmenuza como la de todos los demás -aunque a lo mejor algo menos- , ahora que sus hombres y mujeres luchan por la libertad como todos los demás, intentando mantener su vivienda, su empleo o su futuro, determinados colectivos, determinadas gentes, empeñadas en mantener Euskadi en otro tiempo y en otro espacio ya no tienen la misma fuerza, ya no pueden imponer su forma de ver Euskadi. 
Porque cuando hay muchas víctimas de muchas cosas que aún existen y que empeorarán, ser víctima de una sola cosa que ya no existe no es tan importante, no es tan relevante. No te confiere ningún halo beatífico ni ninguna capacidad de influencia desmedida. 
Y eso es lo que les está ocurriendo y les continuará ocurriendo a los directivos de la AVT, de esa asociación que creyó el victimismo era garantía de influencia perpetua, ese colectivo que, escudándose en el dolor de la pérdida, buscó el control de la sociedad, que amparándose en la búsqueda de justicia se confirió a sí misma el derecho inalienable a la venganza. 
Cada día les llega un varapalo, cada mañana les amanece una sorpresa. 
Porque, ahora que los locos furiosos del tiro en la nuca y la bomba lapa han abandonado el polvo de hadas que les mantenía en el éter de su sangrienta e imposible revolución supuestamente independentista ya no tienen excusa para intentar que Euskadi sea esa sucursal del país de Nunca Jamás en la que el tiempo no pasa hasta que ellos den su permiso, en la que no habrá futuro hasta que ellos estén saciados de venganza del pasado. 
Y eso ocurre con sus reclamaciones de que los crímenes de ETA sean considerados Lesa Humanidad -en un mundo en el que genocidios en estado puro como el armenio o el tutsi ni siquiera tienen oficialmente esa categoría o la tienen por los pelos-, y eso ocurre con las constantes evasivas del Gobierno a sus exigencias de que se modifique la política penitenciaria o que sea condición sine qua non su pendón para la redención de penas de los etarras. 
Y eso ocurre cuando los medios comienzan a sacar a la luz sus cuchilladas intestinas, sus gastos superfluos, sus peleas internas por el poder en una institución que asentó en el miedo y la revancha su influencia social y su poder. 
Y también ocurre con el Tribunal Supremo cuando afirma que sacar a la luz en la prensa las manipulaciones, presiones e irresponsabilidades del que fuera su incontestable líder, Francisco José Alcaraz, y su esposa, María del Carmen Álvarez, no constituyen ningún delito, ninguna injerencia en el honor de nadie. 
Cuando una de las máximas cortes del Estado les dice claramente que se acabaron los tiempos en los que criticarles era sinónimo de defender el terrorismo, que cuestionarles podía ser considerada apología de ETA, que quien no estuviera dispuesto a plegarse a su deseo de que Euskadi muera mil veces en el recuerdo de una guerra aciaga para satisfacer sus necesidades de influencia y vindicación podía ser señalado con el dedo y acusado de terrorista. 
Porque ETA ya no existe y Euskadi ya no muere a sus manos. Sigue muriendo pero muere de lo mismo de lo que morimos todos los demás. 
Muere cuando su cuerpo choca contra el asfalto al arrojar su desesperación por la ventana de su piso embargado, muere colgada por el cuello cuando la miseria del paro y la falta de perspectiva hace insostenible la vida, muere cuando un servicio sanitario no está abierto a tiempo por los recortes, muere cuando un juzgado no puede intervenir a tiempo para frenar un maltrato por la falta de recursos, muere por la ingesta masiva de somníferos y antidepresivos cuando la presión de jefes engrandecidos por la reforma laboral acucian a aquellas que no pueden seguir soportando su servidumbre impuesta por la visión feudal de los gobiernos que ahora nos aquejan. 
Por eso la AVT ya no tiene que ser protegida en sus manejos, sus falacias y sus imposiciones por ninguna vergüenza, por ningún complejo ni ningún miedo que haga que nos atenace el miedo de ser considerados defensores del terrorismo por ser críticos con ellos. 
Por eso el Tribunal Supremo no considera que perjudique a nadie que los falsos gestores de esa asociación pierdan el halo beatífico que la muerte de sus familiares a manos de una banda mafiosa armada y enloquecida les confería. 
Porque en una Euskadi que, como el resto del Estado -no se me ofendan, aún son parte de este Estado- muere de crisis, muere de recortes, la AVT ha dejado de ser una posible parte de la solución y se ha trasformado en una posible parte del problema. 
Los gastos excesivos de sus dirigentes en libros autobiográficos de testimonios mil veces repetidos, son parte del problema porque gastan las asignaciones públicas que podrían servir para evitar la muerte de Euskadi por los motivos que ahora la están matando; porque sus viajes a Venezuela en busca de pruebas contra un preso de ETA -algo que podría hacerse a través de quince oficinas distintas de las diferentes fiscalías- ya no nos suenan a necesidad, nos suenan a malgastar un dinero público que podría ser usado en otras cosas. 
Porque, sin ETA, los que solo tienen valor social por ser enemigos de ETA ya no son necesarios. Se les puede reconocer su esfuerzo pretérito, se les puede agradecer su compromiso anterior, pero ya no son necesarios. 
Euskadi tiene demasiados enemigos vivos contra los que luchar como para seguir luchando contra uno que ya está derrotado. Lo diga ETA por escrito o no. 
Así que, desde el Supremo, el mensaje que llega a Euskadi y a la AVT es el mismo que muchos llevamos gritando desde hace muchos años: tienen derecho a buscar su venganza el resto de sus vidas, tienen derecho a intentar que Euskadi sea lo que ustedes quieren que sea, pero ya no tienen derecho a tremolar sus muertos como escudo y pantalla para sus maniobras políticas. 
Entierren a sus muertos y acudan por fin a las sedes de sus partidos. La política se hace o se intenta hacer en esos edificios, no en los cementerios. 
El tiempo de ser víctimas eternas ha acabado. Nada dura para siempre. 
Ni siquiera en Nunca Jamás.

viernes, noviembre 23, 2012

El silencio en Euskadi también muestra lo que piensas


Hay actos que, quizás por inesperados y sorprendentes, desnudan sin quererlo -o pretendiéndolo, que nunca se sabe- a todos aquellos que se ven obligados a reaccionar ante ellos, a forjar una opinión sobre los mismos.
Y eso es lo que ha ocurrido en las tierras de Euskadi, esa trozo de tierra y mar en el que una guerra se extendió durante más de 30 años por el impulso ideológico negligente de unos y de otros, con el repentino llamamiento de Bildu a secundar el homenaje que se hará en Beasain, en el mismo lugar donde dos agentes de la Ertzaintza fueron asesinados hace 11 años por ETA.
Más allá de lo que haya que decir de Bildu y sus acciones, de aquellos a los que siempre se daba por supuesto que nunca harían determinadas cosas -como esta- que la final han terminado haciendo, este llamamiento hace que de repente se queden desnudos, como hoplitas sin termopilas, como San Jorge sin dragón, aquellos que deberían haber reaccionado al segundo, a bombo y platillo, a este asunto.
Pero no se quedan desnudos en sus palabras. Se quedan desnudos en algo que siempre han creído que les mantenía tapados y a cubierto. Se quedan desnudos en su silencio.
Porque aquellos que no pierden el tiempo en abrir la boca ante una pancarta mal traducida, ante una impresión térmica de tal o cual rostro en una camiseta. Ahora callan. Porque aquellos que no pierden ni en segundo en convocar micrófonos para exigir investigaciones fiscales, acciones judiciales o cualquier otra acción que demuestre que los chicos de Bildu mienten y siguen apoyando el terrorismo, ahora que se trata de refrendar que la izquierda abertzale ha renunciado a la violencia y comienza a intentar suturar las heridas que impiden la reconciliación, permanecen en silencio.
Porque aquellos que abren la boca desde Estrasburgo o Madrid para llamar a la continuación de una guerra inútil, fratricida y ya perdida por ambos bandos gracias al pueblo de Euskadi ahora, que se trata de aclarar la garganta para hablar de paz y reconciliación, la mantienen cerrada.
Y eso dice de ellos más que cualquier cosa que hayan dicho, manifestado, afirmado o declarado, a pleno grito y a pulmón lleno en sus medios afines y sus mítines multitudinarios. Porque su silencio habla por ellos. Dice por ellos lo que piensan.
El sordo rumor que rodea hoy las laringes mudas, las estáticas cuerdas vocales, de aquellos que quisieron colgarse la vitola del constitucionalismo y el Estado de derecho nos muestra sus pensamientos tan al desnudo que nos permite decodificar lo que realmente significaban sus palabras.
Hace posible comprender que cuando hablaban de terrorismo querían decir independentismo, que cuando mencionaban la paz estaban hablando de victoria, que cuando su llenaban la boca de justicia estaban clamando por la venganza. Que cuando se referían a Euskadi lo usaban como sinónimo de enemigo.
Porque si no fuera así, hoy hablarían y lo harían en favor de Bildu. Porque si no fuera así hoy emitirán sonidos y lo haría para decir que dado el paso por los que creyeron a un bando ahora toca darlo a los que comulgaron con el otro, porque si no fuera así hoy estarían diciendo que el siguiente paso sería que la participación de todos en un homenaje a Lasa y Zabala, por ejemplo, tan injustamente en un enfrentamiento sinsentido como lo fueron los dos ertzainas de Beasain.
Pero su silencio se impone porque saben lo que tienen que decir no debe ser escuchado. Porque no pueden decir nada en contra del  acto de Bildu, porque saben que no pueden afirmar lo que realmente piensan: que Bildu, la izquierda abertzale y todo vasco que defienda el independentismo, el soberanismo o simplemente el nacionalismo es y será siempre su enemigo.
Dejaría claro que el terrorismo, la constitución y la justicia eran solamente excusas que ocultaban su verdadero odio, su auténtica guerra nacional españolista como la independencia lo era solamente de los intereses mafiosos y despóticos de ETA.
Y al callar comenten el mismo error que otros muchos han cometido a lo largo dela historia, que otros muchos cometemos en el ir y venir de nuestras vidas cotidianas. Creen que callar les oculta de los demás, les mantiene a salvo.
Como otros muchos occidentales atlánticos, yerran al pensar que no hablar de nuestros pensamientos con nadie nos hace irresponsables de ellos, que ocultar lo que pensamos, no compartirlo con los otros -por muy cercanos que estén- y encerrarlo en el ámbito de una intimidad depredadora y engrandecida nos mantendrá a salvo de explicar, asumir y justificar esos pensamientos ante los demás.
Pensamos que el silencio, el velo de ocultar lo que pensamos y hacemos a los otros, es la mejor herramienta para vivir nuestro sueño de aislamiento seguro en el que podemos hacer lo que se nos antoje sin necesidad de renunciar a nuestro falso derecho inalienable de no rendir cuentas -o por lo menos dar explicaciones- ante nadie.
Los adalides del españolismo radical en Euskadi y fuera de ella callan ante la acción de Bildu porque no quieren ser conscientes de una realidad oculta en la primera frase de una premisa que el acervo popular ha repetido hasta el hartazgo.
No solamente somos esclavos de nuestras palabras, también lo somos de nuestros pensamientos. Las primeras nos exponen ante los demás y los segundos nos desnudan ante nosotros mismos.
Y por eso el silencio nunca puede ser el arma definitiva para ocultarnos, para mantenernos a salvo. Porque lo que no decimos, lo que ocultamos y lo que callamos revela nuestros pensamientos tanto o más que lo que decimos. Y eso nos obliga a responsabilizarnos de ellos.
En Euskadi, en España y en cualquier parte del globo terráqueo. En la política, en la sociedad y cualquier faceta de la vida.
El silencio habla más que calla. Nos responsabiliza ya sea de palabra o de pensamiento.

Lo pensado y lo escrito

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