martes, julio 11, 2017

Las mil muertes de Miguel Ángel Blanco antes de que el PP le deje descansar

Tenemos nueva polémica. Tan manida y maniquea como lo son todas últimamente en este país nuestro que navega entre el sectarismo y la sinrazón.
Ahora la toca el turno a un ponme o no me pongas una pancarta en recuerdo de Miguel Ángel Blanco en el Ayuntamiento de Madrid en el 20 aniversario de su secuestro y asesinato por ETA.
De nuevo ETA, siempre ETA.
Manuela Carmena no quiere ponerla y el PP y Ciudadanos se indignan. Ya no se atreven a decir aquello de que apoya al terrorismo porque ya no hay terrorismo de ETA, pero se indignan.
Y todos sus opinadores y voceros se ponen a recitar sus argumentos. que sí "fue un caso especial", que si "puso en marcha el Espíritu de Ermua", que si "fue cuando la ciudadanía perdió el miedo porque vio que ETA estaba separada de la sociedad española". Todo lo que sea posible para justificar porqué hay que hacer un homenaje nacional y multitudinario a Miguel Ángel Blanco.
Todas ellas podrían ser asumibles -y muchas lo son- si no fueran y hubieran sido manipuladas a lo largo de estos 20 años por aquellos que ahora hablan de unidad ante el terrorismo de nuevo a la sombra de la muerte, el sufrimiento y la sangre de Miguel Ángel Blanco.
Porque cada, disparo, cada muerte, separó a ETA de la sociedad española. La muerte de Yoyes, Meliton y Algorta la separó del independentismo que había recurrido a la violencia ante una dictadura, pero quería abandonarla porque ya no era necesaria; se separo del independentismo más radical catalán con quien pretendía tender puentes con el atentando masivo de Hipercord; se alejo del nacionalismo vasco cuando mando a sus falsos gudaris a amenazar y extorsionar a políticos y empresarios vinculados al PNV y asesinó sin tregua a miembros de la Ertzaina; se alejó definitivamente de la izquierda que buscaba una salida negociada cuando mató indiscriminadamente a políticos como Mujica o pensadores y juristas como Tomás y Valiente o Tagle; dijo adiós a las clases más populares y deprimidas con la reconversión industrial de Euskadi cuando hizo volar por los aires a los trabajadores de Elektra o puso bombas en sedes de la UGT... 
Cada muerte la alejaba de un sector de la población, cada disparo la condenaba a una nueva soledad. Cada acto de locura la aislaba.
Sin todo eso, sin toda la muerte y la locura asesina desplegada antes, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco no hubiera significado nada, no hubiera tenido la repercusión que tuvo.
Pero, más allá de eso, lo que oculta este recuerdo que ahora se pretende avivar es precisamente la memoria.
Yo sé lo que hice ese día, cuando llegó la noticia de la muerte de Miguel Ángel Blanco. Escribí. Mientras mi hoy ex mujer -más dada a los gestos masivo- llenaba la terraza de velas en remedo de una vigilia pascual, yo escribí. 
Escribí lleno de rabia contra aquellos que habían convertido la lucha contra una dictadura en una mafia, contra aquellos que habían trasformado la justa reivindicación de independencia de un pueblo en una sangrienta forma de vivir, contra aquellos que le estaban robando la esperanza a todos para poder seguir viviendo de las armas.
Quizás por eso. Porque vertí la ira de ese día en papel, el recuerdo de la jornada de la muerte de Miguel Ángel Blanco no me borra la memoria de las posteriores.
No me elimina el recuerdo de como el Partido Popular llevó a su máxima expresión con él y con su memoria la más ruin de las estrategias políticas que se pueden llevar a cabo.
Como comenzó a pasear a la novia y la hermana de Blanco por todos sus mítines políticos en los que decía que el PP y solo el PP podía acabar con ETA; como catalizó la rabia y el dolor para enviar a sus cachorros enmascarados a intentar quemar las sedes de Herri Batasuna, intentando empezar una guerra civil en Euskadi que hubiera originado mucha más sangre de la que ETA hubiera sido capaz de verter aunque estuviera activa mil años.
Y lo que siguió haciendo durante las semanas, los meses y los años posteriores. 
Como intentó minar el gobierno del PNV vertiendo insinuaciones sobre filtraciones en la ertzaina sobre cuales eran los políticos vascos más susceptibles de ser secuestrados; como convirtió el Foro de Ermua -en manos del místico e intransigente Sabater- en un arma españolista contra todo nacionalismo; como se apropio de símbolos creados por otros -las manos blancas, la canción Libertad sin Ira- para gritar a los cuatro vientos que Miguel Ángel Blanco había muerto porque, en palabras del entonces presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, "ETA sabe que solo la firmeza del PP en la defensa de España es capaz de derrotarla".
Como exprimió la formula política de utilizar ETA y su violencia como simbiontes electorales que ya había iniciado dos años antes con el fallido atentado de ETA contra José María Aznar, que le permitió ganar las elecciones y que seguiría durante muchos años con el control y uso partidario de la AVT, con el paseo por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid de los familiares de las víctimas de la T4, alcanzando límites vomitivos y casi criminales con la mascarada del Gobierno de Aznar en el atentado del 11-M.
Así que, si hubieran pedido un homenaje a Tomás y Valiente, a Mujica o a cualquier víctima anónima del atentado de Hipercord, podría creerme que han cambiado, que lo hacen por los motivos que dicen hacerlo.
Pero como no lo hacen solo puedo pensar que gobernando en minoría, llevando al país al desastre económico y social, solamente quieren resucitar viejos fantasmas para lograr una nueva cosecha de apoyo social. Intentando vender de nuevo que el PP, sus políticas, su ideología españolista y todo lo demás salvó España del monstruo de la locura terrorista de ETA.
Por eso tiene que ser uno de los suyos. Por eso tiene que ser Miguel Ángel Blanco. No se contentan con utilizar su sangre y su muerte; no tienen bastante con aprovecharse del dolor de su familia, sino que también quieren capitalizar su recuerdo y su memoria dos décadas después.
Quieren recordarnos que fueron ellos y su forma de concebir España la que acabó con ETA porque era su más firme enemigo. Y sueñan con que, 20 años después hayamos olvidado lo suficiente para que esta vez lo creamos. 
De nuevo ETA, siempre ETA
Pero no. A lo mejor no es por lo que Carmena se niega a poner la pancarta. Pero sí es mi motivo.
No pienso olvidar la valentía de Yoyes y todos los "milis" que se enfrentaron a ETA abandonándola, denunciando sus prácticas mafiosas y arriesgando y perdiendo su vida por ello, ni de los nacionalistas del PNV que también lo hacían, ni de los ertzainas, ni de los sindicalistas, ni de los políticos socialistas o de UPN y permitir que el PP vuelva a intentar vendernos, veinte años después, que ellos acabaron con ETA.
Porque fue su forma de hacer política españolista y de usar a ETA para cosechar votos lo que estuvo a punto de enquistar ese problema para siempre en Euskadi.
Y sobre todo no quiero dejar que se olvide la valentía de los que realmente acabaron con ETA -o por lo menos le dieron el tiro de gracia-. Los magistrados que por fin comprendieron que independentismo y terrorismo no eran lo mismo y dieron a los vascos la oportunidad de votar a un partido independentista no violento. 
Y al pueblo de Euskadi que remató a ETA con un tiro en la nuca de su arrogancia, su locura y su salvajismo votando independentismo en contra de terrorismo.
Mi homenaje a Miguel Blanco, que es parte con su muerte de todo eso, es intentar no dejar que el partido al que perteneció intente utilizar de nuevo su cruel asesinato para ocultar, como ya escribí cuando ETA murió, algo que ni toda la manipulación electoral del mundo debe apartar nuestros ojos. El hecho de que ETA está muerta y de que Euskadi y los vascos la mataron.
Estos son, también veinte años después de la muerte de Miguel Ángel Blanco, los hechos del caso. 
Y son irrefutables.

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