Hoy en día existe una legión -aunque sería más correcto decir una falange- de seguidores de 300, la película de Legendary que nos trasladó el relató mítico de la eterna batalla de las Thermópilas contada por Heródoto y vista a través de los siglos por los ojos de Frank Miller.
Y hoy me parece apropiado recordar el final de esa película. ese instante en zoo out en el que descubres que todo es un relato engrandecido por un tuerto superviviente ante las huestes griegas apiñadas en las llanuras de Salamina preparadas para la batalla final.
¿Por qué hoy? Porque hoy ha caído o terminará de caer Mosul.
Y muchos dirán que se ha derrotado al falso califato que esconde su deseo de poder tras la sangre y el fanatismo de los desesperados. Que se ha acabado con su poder en Irak y que se le ha vencido.
Pero no.
Depende de lo que hagamos con esa victoria militar que hoy no sea el comienzo de nuestra derrota ante ese mismo falso califato que ante lo inevitable no pone pies en polvorosa sino que ha decidido caer luchando estúpidamente en apariencia en una batalla que no puede ganar.
Y muchos verán solamente el fanatismo de los que combaten inútilmente y se dejarán engañar sin contemplar o sin querer hacerlo que esa derrota significa una sola palabra: Mitificación.
Es tan simple como con los archifamosos y musculados 300 de Legendary.
El Falso Califato ya ha enviado a miles de sus supervivientes tuertos a relatar esta derrota, a embellecerla, a contarla de tal manera que se obtenga una victoria de la misma; a llamar a la venganza, a la unidad contra los infieles, a restaurar el orgullo islámico...
Desde el principio, aquellos que mueven los hilos del fanatismo de los incultos y desesperados que componen las filas de sus huestes, que son su carne de cañón, sabían que esta fase territorial estaba destinada al fracaso, que ejércitos más poderosos terminarían por quitarles los territorios conquistados en Siria y en Irak.
Sabían que ellos no verían la victoria, que era cosa de generaciones. Son crueles, están sedientos de sangre y de poder, son psicópatas. Pero no son imbéciles.
Así que sencillamente han escenificado su derrota para convertirla en mito ante las miriadas de hombres y mujeres a los que llegarán sus mensajes póstumos, sus elegías, a través de Internet, de los susurros en las mezquitas radicales, de los sermones de los falsos clérigos que predican su mismo falso islam.
Y como con Leonidas y sus 300 conseguirán despertar a muchos que ahora están plácidamente en sus polis lejanas creyendo que nada tienen que ver con esto, a muchos que hayan perdido familiares o amigos en los bombardeos indiscriminados, en los excesos y las purgas del ejército iraquí ya denunciadas por Amnistía Internacional, en las limpiezas étnicas llevadas a cabo por los kurdos mientras reconquistan Iraq.
Que la derrota de Mosul sea de verdad una derrota depende de nosotros. De lo que hagamos con nuestra victoria.
Porque si Xerjes -o para ser más exactos, su general Hidartes- no hubiera arrasado Tespia, Lacedemonia y Lacreoncia después de su victoria y hubiera enviado mensajeros de paz con una oferta razonable es posible que los griegos no hubieran cogido sus lanzas y sus hoplos porque el mensaje de Dilios no hubiera calado tanto en sus corazones.
Pero el mensaje calará si nosotros nos comportamos en la victoria como los anusiyas, los inmortales de Xerjes, y arrasamos la tierra conquistada poniendo gobiernos títeres que permitan a nuestras multinacionales seguir drenando petroleo y gas de esas tierras sin que la riqueza revierta en sus habitantes; si volvemos a apoyar gobiernos falsamente democráticos para que tengan a su población controlada y miserable para que la nuestra pueda disfrutar de la prosperidad que reclama como un derecho inalienable que no tiene.
Porque nosotros no somos en esta historia, por mas que nos gustara, los heroicos griegos. Somos los persas.
Y si seguimos sus pasos, la próxima generación, tendremos todo un ejército pertrechado y dispuesto a morir y a matarnos para vengar esta derrota que ya será un mito, después de décadas de escaramuzas sangrientas que nosotros percibiremos como atentados terroristas.
De nosotros depende que la caída de Mosul no transforme en un puñado de años o de generaciones todo el Occidente Atlántico en una batalla de Salamina que sí podemos perder.
Caída Mosul y derrotado bélicamente el Falso Califato, nos toca decidir entre victoria y paz. Y la paz pasa por la justicia que hasta ahora el Occidente Atlántico, sus gobernantes, sus intereses económicos y sus transnacionales les llevan negando durante generaciones a las gentes de esas tierras hasta el punto de lograr que un puñado de arribistas sedientos de poder les fanatizaran.
Pero me temo que elegiremos ser Xerjes. No hemos aprendido a ser otra cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario