domingo, mayo 25, 2008

Crisis, what crisis?

Como observador y como demonio virtual siempre hay algo que me agrada y es ver que las cosas cambian. Y me disgusta ver que eso no ocurre habitualmente.
Soy de los que creen que la mayoría de las situaciones que se pretenden vender como un cambio no son otra cosa que una lucha para que todo siga igual. Y si, por algún momento, he pensado que podría estar equivocado -cosa que no hago a menudo, dada mi demoniaca soberbia-, la supuesta crisis del PP no ha hecho otra cosa que confirmármelo.
Y digo supuesta porque "crisis" significa cambio -en el denostado popularmente idioma de Platón- y no creo que se esté produciendo cambio alguno en el PP.
De hecho, aunque se partiera en dos no se produciría cambio alguno en el PP. Y no lo haría porque no hay nada que cambiar.
No se me asusten, que me explico.
Desde que Aznar volara unos centímetros para aterrizar en la puerta de la clínica Ruber de Madrid, el PP ha renunciado a la ideología, a las ideas e incluso a las personas. Desde que los etarras fingieran querer matar a Aznar, el PP ha renunciado a la estrategia política y electoral, a los programas electorales y hasta a las puñaladas traperas por la espalda. Sólo se ha ocupado de aferrarse políticamente a un discurso en el que el terrorismo y la Unidad de España, entendida esta como el acoso y derribo a cualquier nacionalismo de cualquier tipo -violento o no-, son las únicas frases que se reiteran una y otra vez.
Lo que pasa ahora en esta nuestra derecha -porque sólo es nuestra, por desgracia-, es que hasta sin esas dos frases se han quedado y por eso anda el patio como anda.
Se dice que Rajoy ha perdido dos elecciones. Pero es falso. Lo que ha perdido dos elecciones es el discurso del terrorismo y la unidad de España como ejes ideológicos y recurrentes de café, mitín, interpelación parlamentaria y discurso del Estado de la Nación.
Y es que no había conversación con alguien del PP en la que no se repitieran como una letanía inacabable que siempre fuera a traer el rédito de las inmarcesibles flores de los votos.
Pero tras ocho años -que ya es mucho para una flor por olorosa que esta sea- esas supuestas flores se marchitaron, dejando al PP sin recurso escénico ni estético. Y digo ocho años porque lo del terrorismo y la unidad se fraguó, desarrolló y expuso de forma zafia y deliberada durante la segunda legislatura de Aznar y durante la primera oposición de Rajoy. Así que, claro, la idea, como todo siempre que uno mira hacia el ínclito Mariano, no era suya.
El PP se buscó un simbionte, el terrorismo. Un simbionte incómodo y peligroso, pero que garantizaba votos y ahora lo ha perdido. Lo que ocurre en el PP no es una crisis de partido. Son los espasmos del intestino para recolocarse cuando se marcha la tenia que lo habitaba.
Y ha perdido su parásito electoral porque la percepción social sobre el terrorismo ha cambiado. Porque, pese a los últimos atentados, se percibe la cercanía del fin -no la inmediatez, no nos confundamos-; la ha perdido porque el Statut se revisó, se cambió y se aprobó y España sigue tan campante. El constitucional hará lo que tenga que hacer y España seguirá tan campante. Así que el PP, el PP de siempre, el de matemosles antes de que nos maten, el terrorista político por excelencia porque saca rendimiento político al terror, tiene que decir otras cosas, tiene que buscar otras cortinas de humo.
No se trata de que Rajoy quiera renovar las ideas del partido o traicionarlas. Lo que quiere Rajoy es encontrar nuevos simbiontes electorales que oculten el hecho de que carecen de ideas.
Y así, el escenógrafo de la conspiración del 11-M (Acebes) no le sirve; el pregonero de la indignidad de España hacia con las víctimas (Zaplana), bapuleado por Rubalcaba en comisiones varias -todas ellas sobre terrorismos varios, De Juana varios y demás- tampoco le sirve. En definitiva, no le sirve nadie que no sepa ocultar al PP bajo nuevos discursos sin ideas.
Y los que se ven caer. Los que no saben obtener réditos de otra manera, los que amenazaron con sacar los tanques a las calles de Donosti; los que impulsaron la Ley de Partidos y luego pretendieron aplicarla a toda la ciudadanía; los que hicieron que la Ley Corcuera parecíera la Declaración de Derechos Fundamentales, se ponen nerviosos.
Desde sus exilios en la eurocámara o sus maratonianos viajes de conferencia en conferencia por las dos américas sacan la ética y la moral a relucir.
Y para ello usan a San Gil - o San Gil se suma a ellos, como se quiera decir- y a Ortega Lara en el último esperpento de una política que no es política y de un poder que no es poder.
Porque, si nos detenemos a pensar -sé que es domingo, pero ¡coño!, no hay fútbol-, ¿Qué convierte a San Gil en el referente moral del PP?, ¿qué convierte a Ortega Lara en un símbolo del PP?
La respuesta es una y única: el terrorismo.
San Gil no ha hecho nada que no hayan hecho todos los que se dedican a la política y la representación social en Euskadi. No ha hecho nada que no haya hecho Lopez, Atutxa, Diez o incluso los chicos de Vaya Semanita. Todos los que niegan el pan y la sal a los terroristas. ¿Sufre la experiencia traumática de ver morir a Gregorio Ordoñez y otra personal que nada tiene que ver su actividad política y por eso ya tiene que seguir sus palabras al pie de la letra un partido de 700.000 militantes?
Esa fuerza ética es tan ficticia como decir que en una guerra tiene que tener razón aquel que más cerca ve estallar la granada de mano.
Y las palabras de San Gil solamente hacen referencia a Euskadi, al PNV y a ETA, ni siquiera al nacionalismo catalán o gallego; ni siquiera al terrorismo internacional. Sólo al PNV y a ETA. María San Gil tiene un discurso monótematico y todos los militantes del PP -según algunos- tienen que hacerla caso y seguir con ese discurso monotemático.
Políticamente no es relevante. Nunca ha ganado unas elecciones, nunca ha defendido una línea ideologica completa, pero habla de terrorismo con insistencia casi enfermiza, habla de miedo y de falta de libertad, habla del ogro del nacionalismo y de su equiparación con la violencia.
María San Gil no es un referente ético porque lo que diga solucione la actual situación del PP, sino porque dice lo que muchos del PP están acostumbrados a oir. Porque sirve para que nadie se preocupe por cambiar nada. Ni siquiera la forma en la que ocultan su descarnada obsesión por alcanzar el poder.
Por eso critican a Rajoy por quedar indeferente a su marcha -escenificada y orquestada mediaticamente sin nada de esa supuesta espontaneidad y falta de búsqueda de protagonismo que algunos, incluso ella, quieren vender-. ¿Como no va a encogerse de hombros ante la marcha de alguien que sólo dice lo que se ha dicho en los últimos ocho años? ¿Como va a preocuparle el hecho de que desaparezca alguien que no quiere cambiar de simbionte, que no quiere buscar una nueva pantalla electoral?
San Gil no es el referente ético de nada. San Gil es la demostracion de que la estrategia de ocultarse tras el terrorismo y el miedo continuo no funciona ya, ni siquiera para el PP. San Gil es la prueba de que la venganza y la vindicación no pueden ser los objetivos de un partido político.
Pero con todo esto nada cambia ni va a cambiar en el PP. Encontrarán otras pantallas, buscarán otros discursos vacios y volveran a lanzarse al ruedo de la consecución del poder.
Trasvases escondidos, crisis económicas múltiples, congelaciones de planes de ayuda a los parados y a la vivienda, una política de igualdad que roza el fascismo en algunas de sus medidas -al igual que la de inmigración-, colapso estructural en la Justicia, la reafirmación de un laicismo de pastel y medias tintas, una política de agricultura inexistente, una nueva guerra de financiaciones. Esos son los hechos que demuestran que nada ha cambiado en el PP.
En dos meses el Gobierno de Zapatero se ha estrellado en múltiples ocasiones, se han encogido temiendo el chaparron por la izquierda y por la derecha y... no ha ocurrido nada.
IU no existe parlamentariamente hablando y el PP -que nunca existió, ideológicamente hablando- no ha hecho nada, porque nada de eso -salvo quizás la financiación, y muy de refilón- afecta a sus cortinas de humo electorales.
No han hecho nada, no han hecho oposición, porque en realidad nada de eso les importa. Zapatero ha frenado a Ibarretxe con lo de su consulta popular y Rubalcaba ha detenido a Thierry -no Henry, por supuesto-. Así que el PSOE lo está haciendo bien y no pueden meterse con ellos. No pueden tremolar a las víctimas.
Como sólo saben hablar de eso prefieren no hablar de nada. Para hablar de esos temas habría que tener más ideas políticas y menos Marías San Gil y ellos andan escasos de lo primero.
No encontrarán nuevas ideas. Hallarán nuevas cortinas de humo y nuevos referentes morales y eso les servirá para ir tirando. Nada va cambiar. El PP no sabe cambiar.

viernes, mayo 16, 2008

De Fastos y Coronas

Tiempo ha que no ejercía en estás diablescas líneas.
Tras un mes se me acumulan las opiniones, se me agolpan los enfoques y se me repiten los asuntos. Porque en este país los asuntos no dejan de ser los mismos aunque adquieran otro tinte, otra presentación o incluso otro disfraz.
Hablamos de crisis económica, hablamos del PP -que es otra crisis-, hablamos de la iglesia -que es la crisis permanente- y hablamos de la paridad -que es la crisis que nadie quiere ver-. Pero hoy, antes de que se acabe el mes, antes de que los ecos y los retos del bicentenario mariano en el que se ha convertido el Dos de Mayo, prefiero hablar de historia.
Ya sabéis yo siempre elijo temas raros y aburridos.
Lo que me ha dejado claro todo el asunto del tan traído y llevado bicentenrio es que la historia sigue siendo un arma. Sigue siendo mutable y maleable para aquellos que quieren y pueden hacer de ella una justificación.
Y me explico.
La Comunidad de Madrid, con la ínclita liberal Aguirre a la cabeza, ha transformado de repente el Dos de Mayo en símbolo de la lucha por la libertad de una Nación. Ha convertido a los granaderos franceses en miembros de la gestapo nazi en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial; ha transformado a todo individuo que portara por aquellas fechas en Madrid una buena navaja albaceteña de tres muelles en un luchador por la libertad y ha mudado en Malasañas a todas las costureras patrias. Y ha convertido al Ejercito Español en una ONG
Como serie de ficción está bien -sobre todo ahora que se reeditan los exitos de V, otra gran invasión que pone en peligro la libertad de la humanidad-, pero como conmemoración histórica es no sólo pobre, sino maipuladora.
Pare empezar, los franceses no estaban en Madrid porque un día Napoleón se levantara hambriento y le apeteciera cocido de almuerzo. Los franceses estaban en España porque el rey absoluto -y lo de absoluto sólo significa que gobernaba y reinaba- Carlos IV se lo pidió, de hecho se lo rogó. Dejenmé que lo repita, porque La Corona Española se lo pidió.
¿Alguien habla de eso? No. ¿alguien rememora, conmemora o recuerda el oprobio nacional que supone para un pueblo que un monarca le coloque en manos de un ejército extranjero para mantener sus posaderas firmes en el Trono? Por supuesto que no. Eso exigiría un minuto de silencio y un toque de sirenas -como el de Israel por el Holocausto- no unos fuegos artificiales.
La celebraciones nacionalistas organizadas por la a la vez libertaria y liberal Aguirre ignoran el hecho de que fue La Corona Española la que posibilitó, permitió y alentó la entrada de los franceses en España a través del tratado de Fontainebleau e incluso por encima de ese tratado.
Ignora el hecho de que los franceses eran aliados del Rey de España porque si nó era así no se entendería como apenas unos meses antes la Armada Española, con Churruca -otro de esos héroes nacionales de relumbrón- a la cabeza había sido hecha trizas junto a gran parte de la escuadra francesa en la mítica batalla de Trafalgar.
Si el ejercito español defendía la libertad y la independencia del pueblo español y odiaba a los franceses por maltratar a los ciudadanos ¿Por qué luchó y murío con la armada napoleónica en Trafalgar? La respuesta es sencilla. El ejercito español obedecía las órdenes del rey y las órdenes del rey eran apoyar a los franceses.
Eso se olvida en todos estos fastos, como se olvida que apenas dos meses antes, el 17 de marzo de 1808 hubo otro levantamiento. El Motín de Aranjuez. ¿Y por qué se olvida este alzamiento supuestamente tan heroíco, tan libertario e independentista como el del 2 de mayo?
Pues muy simple, porque en Aranjuez no estaban los malditos gabachos, estaba la Familia Real y su primer ministro Godoy.
El Motín de Aranjuez fue contra Godoy y contra Carlos IV; contra las intrigas palaciegas; contra los impuestos especiales decretados por Godoy para subsanar las pérdidas de Trafalgar, contra el hecho de que todos los hijos del rey se parecieran a Godoy -como dejó claro Goya-; contra la presencia napoleónica en Salamanca, Burgos, Barcelona, Bilbao -todas ellas, por cierto ciudades donde la nobleza apoyaba a Carlos IV y no a su sucesor, el Principe Fernando-. En definitiva es un levantamiento contra el rey.
Pero, dejemosló claro, no es un levantamiento contra la monarquía porque está orquestado por el Principe Fernando, por el que luego sería Fernando VII. Por alguien al que no le importa usar el ejército francés para levantarle el trono a su padre.
Así que resulta que la odiada presencia francesa está motivada y utilizada por La Corona Española para obtener sus fines. Hasta el punto de que tras el Motín de Aranjuez -durante el cual Godoy y el rey llaman a las Guardias de Corps francesas para que les defiendan- Fernando VII es proclamado rey.
Y así llegamos al dos de Mayo. Cuando Fernando, que hasta entonces ha manejado la situación para sus propios fines, ve que esta se le escapa de las manos; cuando percibe que Napoleón, harto de lidiar con estas intrigas palaciegas, va a colocar a José I, su hermano, como rey de España, organiza otro levantamiento "popular y espontáneo" en aras de la libertad de la Nación.
De todo esto no se habla, por lo menos públicamente, en los fastos del bicentenario. No puede hablarse de ello cuando pretende convertirse en un levantamiento de exaltación nacional lo que simplemente fue la repercusión popular de unas intrigas palaciegas que habían ignorado la libertad y la independencia de España desde hacía mucho tiempo.
¿Daoiz y Velarde son heroes? Pos supuesto que si. En términos militares lo son. Como lo fueron los seiscientos granaderos coloniales que se enfrentaron a siete mil guerreros en el Amanecer Zulú; como lo fueron los hombres del Séptimo de Cabellería de Custer o como lo fueron los soldados de la Bermach dirigidos por Von Paulus en el sitio de Stanlingrado. Pero su heroismo no hace buena su causa.
Daoiz y Velarde, el capitán Ruiz y los que vencieron en la batalla de Bailen - que también llegará la fecha de hacer fastos con tan plausible motivo- no luchaban por la libertad y la independencia. Utilizaron a aquellos que si luchaban por ella, pero luchaban por Fernando VII, un rey absoluto que lo primero que hizo cuando volvió al trono fue anular la Constitución de 1812, la primera que tuvo nuestro país.
Y no es criticable. Son personajes históricos que actuaban según sus tiempos, sus enfoques y sus perspectivas.
Lo que realmente no tiene parangón -bueno si lo tiene, por lo menos en el franquismo- es manipular la historia para conseguir unos fines concretos.
Aguirre quiere reactivar el españolismo que tan buenos reditos dio a la línea dura de su partido y para ello se inventa un bicentenario patriótico. Vende a conspiradores como nacionalistas españoles; decora la confrontación entre aspirantes a La Corona en una lucha por la dignidad de un pueblo -aunque es posible que el pueblo manipulado creyera que luchaba por eso-; incluye en su visión histórica los comunicados de las Juntas de Guipuzcoa de esas fechas para afirmar que Euskadi siempre ha sido española -cuando fueron precisamente esas Juntas las que consideraron tiempo después como un monarca ilégitimo a Fernando, dando origen a las bases del Carlismo-. Cambia todo lo que tenga que cambiar para lograr su objetivo de ocultar el patético y criminal papel de la Corona española en todos esos acontecimientos y conseguir que se hable de la Nación Española.
A mi que unos individuos hagan actos heróicos hace un par de siglos en defensa de uno u otro monarca absoluto no me parece algo que tenga nada que ver con la libertad y ni siquiera con la Nación. Si realmente hubieran amado su país y a su pueblo habrían echado a los franceses, colgado a Fernando VII y defendido la Constitución de Cádiz. Algo que resulta obvio que no hicieron.
Claro que de gente que defiende que una coalición postelectoral en 1931 es un golpe de Estado, que un alzamiento militar es un acto digno y defendible -¡otro alzamiento militar, que curiosa coincidencia!- y que La Corona es defendible haga lo que haga. tampoco cabía esperar otra cosa.
La Guerra de la Independencia sirvió para cambiar un tirano por otro. Eso no tiene nada que ver con la libertad de este país.

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