lunes, noviembre 26, 2007

El día después

Como en otras muchas cosas, como en cualquier jornada del mito, la leyenda o la historia, después de un día siempre hay otro. Y hoy es el día después del Diá Contra La Violencia de Género.
Puede que parezca reiterativo y lo es. Puede que la insistencia en el hecho acarree el típico achaque de machismo encubierto, pero en realidad da lo mismo. Aquellos y aquellas que han tomado sus decisiones, que han elevado su fe y que han organizado su credo no suelen escuchar, no suelen pensar y no suelen hacer caso a los datos y a las realidades. Todo es muy sencillo en la mente de aquellos -y aquellas, por supuesto, que ya somos iguales en todo- que han hecho de un problema una doctrina y de una situacióin un espectáculo.
Y me refiero a todas esas mujeres, organizaciones de mujeres y asociaciones de mujeres -más o menos progresistas en el nombre, y más o menos sectarias en los fondos- que han aireado cifras a lo largo de toda la pasada jornada. Cuanto más numerosas eran las cifras, más engrandecidas se mostraban, más exigentes se ponían, más mostraban su aversión por el varón, por el sexo que han decidido -con la aquiescencia gubenamental- satanizar ad eternum.
Y todos esos datos generan un baile de cifras mareante y explosivo en el que medran aquellas que -como antiguos sicarios del poeta catalán- siembran la alarma. No tienen de pareja en este baile a la verdad, ni a la realidad, tan sólo se afanan en danzar solas, como él mitico grupo musical, al compas de la manipulación y en alas de la más flagrante mentira.
Me explico, porque hechos y números suelen ir de la mano.
Se habla de 500.000 mujeres maltradas en España por sus parejas o ex parejas y se habla en virtud de una encuesta realizada por el famoso Observatorio Contra la Violencia de Género. Dicha encuesta se transforma en un arcano cuando se pregunta o se busca en la página web de la propia entidad los criterios tenidos en cuenta a la hora de realizarla. Se desconoce el error muestral, la selección de las encuestadas y el número de entrevistas, se desconoce el factor de extrapolación y, por supuesto, se desconoce qué consideran los encuestadores que supone un maltrato. De hecho ni siquiera se sabe si se ha abordado por la calle a las mujeres y se les ha preguntado simplemente ¿Su pareja la maltrata?. No se conoce nada de ello porque, cuando no se quiere mentir pero se quiere aumentar la verdad, esos elementos resultan fundamentales para descubrir la manipulación. Cuando algo se articula de esa manera sólo tiene un nombre.
Así que nos vemos obligados a recurrir a las cifras judiciales.
Desde la entrada en vigor de La Ley Integral de Protección contra La Violencia de Género se han incohado diligencias en 306.682 procesos por la llamada violencia contra la mujer. Eso significa, básicamente, que se han presentado ese número de denuncias. Pero curiosamente sólo se han producido 69.968 juicios por estos motivos.
La explicación que dan aquellas que han decidido hacer de los malos tratos dentro de la pareja una bandera de desgarro social , es que resulta muy díficil para las víctimas probar las agresiones. Todas ellas callan cuando las cifras del Consejo General del Poder Judicial afirman que se han producido 55.923 sobreseimientos por falta de pruebas.
Entonces recurren al otro manido argumento de que se retiran las denuncias por miedo y también se ven obligadas a callar cuando las estádisticas del CGPJ manifiestan que solo un 10 por ciento de las denuncias -o sea 29.678- se retiran durante el proceso.
Eso nos deja, en números redondos, con 80.000 denuncias que se han paralizado por diversos motivos y 70.000 que han sido juzagadas. Un total de 150.000 denuncias de 306.0000. ¿Qué pasa con las otras 156.000 denuncias?, ¿se han perdido entre la burocracia?, ¿han desaparecido por catástrofes naturales o errores másivos informáticos en los juzgados? Obviamente no.
La respuesta es judicialmente sencilla: se han identificado como falsas o erróneas y se han archivado como tales. Nadie habla de ellas porque sería demoledor afirmar que el 50 por ciento de las denuncias por malos tratos son falsas. Eso no ayuda a la causa. Cuando algo funciona así sólo tiene un nombre.
Así que nos vemos obligados a quedarnos con el único dato de que 70.000 hombres han sido juzgados por malos tratos.
Pero también esta cifra tiene trampa. Porque resulta que, en baile anual de números sobre la violencia de género, se dice que 49.768 han sido condenados. Lo que supondría que 50.000 mujeres sufren malos tratos en España. De repente hemos visto reducirse el número a una déima parte de la cifra de partida.
Pero de nuevo las cifras no cuadran. Según la memoria del CGPJ, se han producido 29.216 sentencias desde 2006 en aplicación de esta traída y llevada ley y, según los mismos datos, un 60 por ciento son condenatorias y un 40 por ciento absolutorias. Esto nos deja con aproximadamente 12.000 condenados penalmente como maltratadores.
¿Donde se han metido los demás? ¿Han hecho los tribunales desaparecer sumariamente a los otros 20.000 maltratadores? Una vez más la respuesta es no.
Simplemente, esos 20.000 condenados no lo han sido de forma penal -lo que quiere decir que no lo han sido por malos tratos- sino que han sido considerados culpables de agresión menor -una falta que no se considera un delito- y han sido sancionados civilimente.
Las mujeres y organizaciones que han decidido medrar económica y políticamente aprovechando el inmenso dolor de unas pocas y que han estimado oportuno llevar sus traumas y venganzas personales al ámbito de lo público usando a estas mujeres como excusa, achacan este porcentaje al machismo del sistema, obviando sin ningún pudor el hecho de que durante el mismo periodo se ha condenado a 17.476 mujeres por identicas faltas de agresíón y lesiones contra sus parejas. Es decir, obviando el hecho de que las mujeres y los hombres se pelean y ambos comenten un delito leve con ello. Pero eso tampoco beneficia sus intenciones de eterno victimismo, con lo que también se omite. Cuando algo sigue organizándose así mantiene una sóla posibilidad de definirse.
Así que nos quedamos con una cifra aproximada de 12.000 mujeres que sufren malos tratos demostrados lo que supone -aproximadamente, que soy de letras, y tirando por lo alto, que soy periodista- un 0,05 por ciento del total de la población femenina española. Muy lejos del 1 por ciento que suponía ese medio millón de maltratadas.
Si a eso añadimos el hecho de que cerca de ocho mil mujeres han sido condenadas por malos tratos contra su pareja en el mismo periodo y de que por las 61 muertes de mujeres a manos de sus parejas en lo que va de año se han producido 39 de hombres a manos de las suyas, se puede sacar la conclusión de que la violencia machista no está tan extendida ni es tan diferente de la violencia hembrista, en nuestro país al menos.
Y aún falta un dato mas. Mientras entidades y organizaciones satanizan la cultura de nuestro país, afirmando que es la culpable de esta lacra social -así la han bautizado-, se oculta el hecho de que un 60 por ciento de esos casos se producen entre parejas de naciaonalidades diferentes a la española en las que, desafortunadamente, el maltrato machista si es un hecho preocupante, como son las sociedades magrebíes o andinas.
Y todo ello nos lleva a la misma conclusión de siempre. Existen mujeres maltradadas y existen mujeres maltratadas por culpa del machismo de su pareja. Deben ser protegidas por la ley como cualquier otra persona que es agredida, violentada o maltratada. No voy a cuestionar eso porque sería absurdo.
En España hay demasiada tendencia a recurrir a la violecia para solucionarlo todo. Para solucionar las relaciones de pareja, las relaciones familiares, las relaciones de amistad e incluso las de vecindad. La violencia y la reacción violenta -en forma de grito, insulto, bofetada o puñetazo- es algo que es necesario extirpar de nuestros comportamientos, tanto en las mujeres como en los hombres. Si sólo afectara al componente masculino no existirían 150.000 niños a los que su madres maltratan sistemáticamente -un 65 por ciento del total de niños maltratados-, no existirían cerca de 255.000 denuncias anuales por lesiones y agresiones leves entre mujeres.
"Ni una ostia mas" gritaban las sevillanas celebrando el Día contra La Violencia de Genero, curiosamente en la misma ciudad en la que sólo en lo que va de año han sido condenadas 85 mujeres por malos tratos psicológicos y físicos a sus parejas.
Y secundo su grito.
Ni una ostia mas a los 150.000 niños maltratados por sus madres.
Ni una ostia mas a los 35.000 ancianos maltratados por sus cuidadoras o sus familiares femeninas -un 75 por ciento del total-
Ni una ostia más a los 8.000 hombres maltratados por sus parejas
Ni una ostia más a los 2.500 homosexuales agredidos en España
Ni una osita más a nadie.
Con eso puedo, debo y quiero estar de acuerdo.
Pero hacer una herramienta política y convertir una actitud minoritaría, sectaria y psicopática en un rasgo que se aplica a todo un género, obviando datos, cifras, realidades y situaciones concretas sólo tiene un nombre.
Intentar demostrar que sólo los hombres agreden a la mujeres y que siempre que lo hacen es por motivos machistas, obviando y eliminando los móbiles de los delitos, las explicaciones de los comportamientos y las circunstancias de las situaciones, sólo tiene un nombre.
Engrandecer un problema para poder presentarse como resolutor del mismo, crear leyes que cuestionan la igualdad legal por cuestión de sexo y proteger a un sólo falso colectivo más allá de los derechos de otro sólo tiene un nombre.
Y ese nombre es fascismo
Así que feliz Día del Feminicismo para todas aquellas que defienden eso.

lunes, noviembre 12, 2007

De árboles, Bosques e impertinencias

Vuelvo, tras un mes, para otra de esas de árboles del espéctaculo que no dejan ver el bosque de las razones.
Y esta vez le toca el turno al especialista en la materia, al populista por antonomasia del siglo XXI, al hombre que ha hecho del espectáculo y el esperpento una forma de gobierno: al siempre predecible aunque imprevisto Hugo Chávez.
Chávez, el hombre del programa de radio, el comunista de la estampita mariana entre las manos, arremete contra José María Aznar en mitad de la Cumbre Iberoamericana, le califica de golpista y de fascista; Zapatero le dice que no descalifique a un gobierno elegido por el pueblo; el rey de España le insta simplemente a callarse; Rajoy arremete contra el Gobierno por consentir que Chávez haga esas afirmaciones y le exige -fijemonos bien en el verbo- una reacción ejemplar.
Hasta ahí los árboles. Hasta ahí el espectáculo dantesco de cadencias y ritmos bolivarianos y esperpénticos. Hastá ahí lo que no nos deja ver el bosque.
Superado el hecho de que Chávez elige un entorno inoportuno y unas formas deleznables, superado el hecho de que Juan Carlos de Borbón es incapaz de mantener la dignidad, superado el hecho de que Zapatero carece de presencia para lograr en esa ocasión una reducción en la tensión -aunque lo intenta-, superado el hecho de que la presidenta chilena es incapaz de imponer cordura en la discusión como se supone que es la función del anfitrión de la cumbre, superdo todo eso que no es más que un circo mediático, nos queda el bosque. El bosque en el que nadie, después del incidente, ha querido entrar.
Hugo Chávez llama a Aznar fascista y golpista. Ese es el bosque que nos negamos a desbrozar.
¿Llama el populista a Aznar golpista porque se le viene a la mente así de repente, sin una conexión histórica o ideológica? ¿Se lo llama porque es la palabra que ha aprendido ese día en la edición revisada del diccionario? Por cómo se presentan los hechos en los medios de comunicación parece que si. Que se trata de otra de las salidas de pata de banco del líder autonombrado de la revolución bolivariana.
Pero, cuando estamos a punto de creerlo, la onda expansiva de los exabruptos de Chávez nos aparta de árbol de su mala educación y descubrimos toda una arboleda de motivos.
José María Aznar recorre el mundo afirmando que tras el atentado del 11-M -del que ya hay sentencia, aunque él parece que no se ha enterado- deberían haberse suspendido las elecciones, firma libros en el Corte Inglés en los que explica que planteó esa suspensión electoral y la declaración del estado de excepción. Chávez podrá ser todo lo irrespetuoso y maleducado que se quiera, pero cuando alguien plantea esas posibilidades simplemente porque va a parder las elecciones sólo puede decirse que se ha planteado dar un golpe de estado. El bosque comienza verse en todo su verdor.
Por si fuera poco, el ínclito ex presidente del Gobierno español -que en esto también parece que es el único que lo ha sido-, recorre España diciéndo a quien quiera escucharle que la inconsistente Ley de Memoria Historíca del Gobierno del país es injusta porque sólo reconoce el sufrimiento de un bando y exige -fijemonos de nuevo en el verbo- que se mantenga la dignidad de los dos bandos.
Y para ello, claro, obvia el hecho de que uno de esos bandos surgió de un golpe militar ilegal que derrocó por la fuerza de las armas a un gobierno -bueno o malo, eso es simpre discutible- legalmente constituido. Cuando alguien defiende la dignidad de un golpe de estado se puede decir que se encuentra con un pie en la frontera interna del golpismo. Así las cosas, el bosque de las razones de Chávez comienza a divisarse en todo su explendor.
Es factible que todos estos síntomas de posible y plausible golpismo hubieran dejado indiferente al egregio bolivariano venezolano, pero si se unen al hecho de que Aznar como jefe de gobieno apoyó pública y privadamente el golpe de Estado que Pedro Carmona intentó darle a Chávez en 2002, las cosas se complican y el bosque de los motivos y las verdades florece definitivamente.
Y no es algo que se invente el venezolano. Aznar declaró publicamente en varias ocasiones que Chávez debía renunciar al poder y cederlo a los golpitas, pese a que el elegido en las urnas era el insufrible y maleducado bolivariano.
Documentos del Ministerios de Asuntos Exteriores hechos públicos en 2004 por Miguel Angel Moratinos demuestran que el gobierno de Aznar había ordenado a su embajador apoyar el golpe de Estado en Venezuela.
Vamos a ver. Si alguien se plantea dar un golpe de estado en su país, dignifica un golpe de estado histórico y apoya un golpe de estado en otra nación es, se vista como se vista y tuerza el gesto como lo tuerza, un golpista. Lo diga Chávez o lo diga el susum corda.
Y luego está lo de fascista.
Algo que, obviamente, ha salido de la imaginación calenturienta del depravado izquierdista populista de Chávez. Porque en esa acusación no habrá pesado nunca el hecho de que Aznar recorre las universidades defendiendo el derecho de Estados Unidos a mantener abierto el Centro de Internamiento -lease campo de concentración- de la base de Guantanamo; no habrá influido que se dedique a conceder entrevistas a las televisiones europeas en las que defiende que la OTAN debería bombardear El Líbano de forma másiva; no tiene ninguna relevancia que haya dictaminado sin votación ni posibilidad de réplica quién debía ser su sucesor en el Partido Popular; no es importante que su gobierno permitiera sobrevolar y repostar en territorio español a aviones que transportaban personas secuestradas -el eufemismo es detenidas ilegalmente- en Afganistan e Irak por los operativos encubiertos de los servicios secretos de los Estados Unidos.
Puede que Aznar no sea un fascista -igual que es posible que hable catalán en sus círculos privados- pero cuando alguien se mueve y actúa así, apesta a fascismo en la nariz de Chávez y en la de todos aquellos que se alejan lo suficiente como para poder ver el bosque de sus intenciones.
Así que, a lo mejor -o a lo peor- el presidente venezolano, con toda su mala educación almodovariana y toda su impertinencia, tiene razón. Quizás Juan Carlos de Borbón tenga todo el derecho del mundo a decirle al bolivariano que se calle, pero quizás -sólo quizás- debería habérselo dicho también hace mucho tiempo al ínclito José María cuando defendió el intento de golpe de estado en Venezuela.
Y somos nosotros, los que hemos sufrido esas actitudes de gobierno de Aznar y los que aún las sufrimos a través de sus delfines y sus títeres, los que no deberíamos permitir que el árbol de la impertinencia de Chávez no nos deje ver el bosque de las beleidades golpistas y fascistas de Aznar y sus herederos designados "dedocraticamente". De aquellos polvos -los del gobierno de Aznar- nos vienen estos lodos -los de la impertinencia de Chávez-.

Y lo demás sólo es espectáculo.

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