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miércoles, diciembre 20, 2017

Empoderamiento buenista o el falso arquetipo de Star Wars

No es que sea yo un fan acérrimo de Star Wars, lo cual no significa que no haya visto todas y cada una de las películas de esta saga que amenaza con hacerse interminable, pero acercándome a la nueva entrega me he encontrado con este artículo de The Guardian.
Según se ve, uno de los grandes méritos de este nuevo episodio es que es el más feminista de todos, según los estándares que, al parecer, ha impuesto la nueva ola del feminismo y que se basan en eso que se ha dado en llamar empoderamiento.
Y esto me genera una reflexión ¿el empoderamiento de la mujer -en la ficción- supone presentar mujeres en cargos de poder? Yo pensaba que sí, pero me he dado cuenta de que no es así.
Lo que busca ese falso feminismo de ahora que se refugia en la igualdad para exigir poder es presentar mujeres en el poder, que lo hacen todo bien y que siempre están del lado de lo que cinematográficamente se conoce como “los buenos” -uy perdón, las buenas-. Laura Dern y Carrie Fisher responden en el episodio VIII a ese nuevo arquetipo ficticio y por eso están contentas. Otro gallo nos cantaría si resultara que Darth Vader fuera una mujer tras su máscara y su voz sibilante y acabara arrastrado por el barro, derrota tras derrota, por los rebeldes, estuvieran estos liderados por una mujer o por un hombre.
Vamos, resumiendo en acordes de la autóctona jota zarzuelera, pretenden vender el falso arquetipo de “si las mujeres mandaran / en vez de mandar los hombres / serían balsas de aceite / los pueblos y las naciones”.
¿Por qué digo que es un falso arquetipo?
Por una sencilla razón. Los arquetipos se generan por repetición y este no se ha repetido jamás. Tienen toda la razón al decir que a lo largo de la historia ha habido pocas mujeres en el poder, pero la inmensa mayoría de las que lo han ejercido no responden a ese supuesto buenísmo de jota mañica de Gigantes y Cabezudos.
Si vamos a la historia más o menos antigua tenemos ejemplos de sobra: Isabel de Castilla (Inquisición, expulsión de los judíos y moriscos, persecuciones religiosas); Isabel de Inglaterra (Ejecución de su prima la reina Estuardo, persecución de católicos); Juana de Borgoña (asesinato de sus hermanos mientras dormían para asegurar su corona); Catalina la Grande de Rusia (invención de los ghettos para judíos, exterminio sistemático de población polaca, aplastamiento sangriento de revueltas campesinas)…
Y si vamos a la historia contemporánea la cosa no mejora: Indira Ghandi (gasto de seis veces el presupuesto del país más pobre de la Tierra en la construcción de una bomba atómica), Margaret Thatcher (torturas sistemáticas a presos, Guerra de las Malvinas); Golda Mehir (establecimiento la política de secuestros y tortura de activistas por parte del Mossad, Guerra del Yon Kippur, ordenó las operaciones de represalia masiva Cólera de Dios y Primavera de Juventud)
Y si vamos al momento presente tampoco mejora mucho la cosa: Michelle Bachelet (hijo y nuera procesados por corrupción, ella utiliza el cargo para evitar la imputación); Dilma Roussell (dimite por corrupción), Cristina Kitchner (procesada por corrupción), Christine Lagarde (procesada por corrupción, exige descenso de salarios y pensiones, propone un sistema económico con un 30% de paro para mantener los beneficios empresariales); Laura Chinchilla (dimite por corrupción); Ellen Johnson-Sirleaf (pretendió prohibir la homosexualidad en Liberia);…
Podría seguir ad eternum y no hace falta que nadie me recuerde a Angela Merkel, Helle Thorning-Schmidt, Erna Solberg o Nicola Sturgeon y otro buen puñado de buenas políticas y líderes integras y eficaces.
Porque, aunque lo parezca, esto no es un alegato sobre lo malas que son las mujeres en el poder.
Todo esto es un argumento que creo que demuestra que el poder y los poderosos tienden, sean hombres o mujeres, a actuar de la misma manera. A ser despóticos, beligerantes, intentar mantener su poder a cualquier precio y dejar que sus allegados se beneficien de la corrupción del gobierno que ellos mismos permiten.
¿Es justo que la mujer acceda al poder? Sí, ¿Es ético que intenten vendernos que las cosas mejorarán por ello? No, es un argumento falaz y manipulador porque la realidad de la historia demuestra que es falso.
Y por eso ese empoderamiento buenista tan celebrado de Star Wars es solo una forma más de presentar arquetipos falsos que se quieren vender como reales y admisibles simplemente porque se oponen a otros arquetipos falsos sobre la mujer.
Pero una mentira no se transforma en verdad porque sea la mentira opuesta a la anterior. Sigue siendo una forma de ocultar la realidad.

domingo, mayo 07, 2017

La visceral incoherencia sobre el útero gestante

Para empezar dos matices. 
Que digo yo que no es precisamente la fecha más acorde para esto el Día de La Madre (aunque quizás algún marketiniano piense lo contrario) y que yo tampoco tengo muy clara la bondad o la maldad de esto que se ha dado en llamar gestación subrogada.
Pero más allá de ese debate, acertado y aceptable, la campaña realizada ayer y hoy en las redes sociales por ese feminismo patrio, que no es el de todos, que no es el único feminismo, pero es el que más se ve y se hace oír, me llama la atención por sus lemas y sus motivos y sobre todo porque cada uno de ellos encierra un síntoma de unos esquemas de pensamiento que van desde la incoherencia al egoísmo social, pasando por la absoluta ignorancia y la incapacidad de proyectar sus argumentos más allá de sus necesidades ideológicas.
Empieza diciendo que la gestación subrogada "no es una técnica". Y mantienen que no lo es porque los seres humanos -no se si todos o solamente las mujeres- "no somos máquinas".
¿En serio? 
La cirugía láser es una técnica, la fecundación in vitro es una técnica, el balón gástrico, el trasplante de órganos... todas ellas son técnicas y todas ellas se llevan a cabo en el cuerpo humano ¿Tan inculto es el feminismo radical que equipara técnica a máquina cuando no tiene ningún sentido hacerlo?, ¿o simplemente intenta manipular a aquellas a las que se dirige utilizando adrede un "falso amigo", una asociación inconsciente de ideas, para justificar su posición?
Cualquiera de los dos casos es grave, pero si es el segundo es simplemente una muestra del perfil ideológico de aquellas que exponen el mensaje. Cualquiera que recurre al engaño y la manipulación para defender algo se define a sí mismo.
Luego dicen que atenta contra sus derechos y libertades.
Eso estaría bien si se tratase de un plan orweliano por el que fuera obligatorio convertirse en vientre de alquiler. Pero si la elección es libre ¿Qué libertad se ve afectada?, ¿Qué derecho se ve conculcado?
Ese que tanto utilizan de elegir sobre su propio cuerpo -que desde luego existe, aunque no es el único del mundo, como en ocasiones parece- no se ve afectado. Una mujer decide que quiere ser vientre de alquiler y ha decidido sobre su propio cuerpo. No hay derecho ni libertad en riesgo. Más diría yo que se pone en riesgo si quiere hacerlo y no se le deja.
De nuevo se dice defender la libertad exigiendo que se prohíba hacer a las mujeres aquello que al feminismo radical español no le gusta que hagan. 
No es la primera vez ni será la última. Sin ir más lejos esta semana se ha exigido que se prohíba que haya azafatas en el Gran Premio de Jerez porque ellas consideran "indigno" ese papel. No porque las Padock Girls lo pidan, solo porque su ideología cada vez más radicalizada e intolerante con las mujeres que no piensan como ellas, no puede tolerar que haya mujeres que decidan hacer un trabajo basado en su físico y su imagen. Más de lo mismo.
Pero, por supuesto, ellas defienden que esa libertad no existe porque las mujeres deciden y cito "alienadas por el hombre social y el patriarcado hetero normativo".
Ellas son las únicas que han escapado de esa alienación, el resto de las mujeres son pobres incultas, que bordean la estupidez y que deben ser conducidas por ellas hacia la verdadera expresión de su naturaleza femenina. 
Vamos, más o menos como en el siglo XIX. Toda mujer es tonta y siempre hay alguien que debe guiarla hacia lo que debe hacer.
Por no decir que resulta curioso que sea el "patriarcado heteronormativo" el que abra la puerta de una gestación subrogada que beneficia principalmente a mujeres y parejas homosexuales masculinas. Sería la primera vez en la historia.
Porque si nos ponemos en modo patriarcal del siglo XIX -que no digo yo que sea justo ni saludable-, si un hombre quiere tener hijos y su mujer no puede, se divorcia y se busca otra. La maternidad subrogada está ideada para los problemas de infertilidad femenina -más de imposibilidad de gestación que de infertilidad, diría yo- y de aquellos que no pueden gestar sus hijos bajo ningún concepto biológico: es decir, los padres gays.
Pero claro, pensar tus argumentos hasta sus últimas consecuencias no es algo que vaya con los fanatismos. Sean religiosos o ideológicos.
El siguiente argumento es quizás el único consistente. Aunque expresado de una forma grandilocuente, eso de la explotación reproductiva introduce el factor de la pobreza, de la necesidad económica a la hora de tomar la decisión, de que el "dinero no lo puede comprar todo". Y eso sí conviene tenerlo en cuenta.
Pero curiosamente es el uso de ese argumento en concreto lo que las vuelve incoherentes. Porque ese mismo feminismo es el que aboga porque las parejas de dos mujeres puedan acceder a la fecundación in vitro -y además de forma gratuita para ellas-.
Puede que la polarización de su pensamiento haya hecho que olviden el dato fundamental de que para esa fecundación se precisa semen, que ese semen sale de los bancos de esperma y que los bancos de esperma pagan por las donaciones.
Si de verdad estuvieran en contra de la explotación reproductiva ¿no se opondrían también a esos pagos?, ¿no estarían en contra de un sistema que se aprovecha de las necesidades económicas de los hombres para recolectar semen para otras personas?, ¿el dinero no puede alquilar úteros pero si puede comprar semen y óvulos?
Y por ir más lejos ¿no pone eso en riesgo sus libertades y sus derechos?, ¿no les convierte en máquinas al tratarse también de una "técnica"?
No resulta lógico oponerse a una situación sin oponerse a las otras. Pero, claro, no lo hacen.
La cuestión es simplemente que,como eso les viene bien y les afecta a los hombres ni se lo plantean, ni hacen una reflexión al respecto. Las parejas de mujeres tienen todo el derecho a aprovecharse de esa explotación reproductiva de los hombres, pero las parejas de hombres y heterosexuales no lo tienen porque en ese caso la explotación reproductiva es de mujeres. 
Lo que es bueno y exigible si beneficia a su visión concreta de la mujer, es perverso y hay que prohibirlo si beneficia a los hombres o a visiones distintas a la suya de la mujer. La misma historia incoherente de siempre.
Y para rematar la faena de intransigencia e incoherencia se descuelgan con algo que te deja helado.
"Ser padre o madre no es un derecho"
Pero no serlo sí. Ellas que defienden el derecho "a la libre elección de la maternidad" para justificar el aborto -como si en España no hubiera métodos anticonceptivos, píldora del día después, ni sistema de adopciones- ahora dicen que no. 
¿Cómo se puede defender un derecho en su versión negativa (el derecho a NO ser madre) y no defenderlo en su versión positiva (El derecho a SÍ ser madre).
Si algo se trata como un derecho, su límite está simplemente en los derechos de los demás -algo que me temo que intencionadamente se olvida demasiado a menudo-. Si mi derecho a ser padre o madre no entra en conflicto con la libertad de otra persona de si quiere prestar su útero a esa consecución, entonces no hay problema.
Y la última es muy grande: 
"Porque es incompatible con la igualdad"
¿Qué están diciendo? ¿qué es malo porque los hombres no subrogan sus úteros? Claro, porque no los tienen.
Supongo que entonces también es incompatible con la igualdad que los hombres vendan su semen y las mujeres no, pasando por encima del hecho incuestionable de que las mujeres no producen semen.
No me siento del todo cómodo con la idea de la maternidad subrogada y he de reconocer que no encuentro muchos argumentos para ello, salvo el económico que también aplico a las donaciones. Así que, desde mi punto de vista, si se acepta lo segundo habrá que aceptar lo primero con todas las garantías posibles.
Pero con lo que desde luego no puedo estar de acuerdo y espero que creen en la justicia y la libertad tampoco lo estén es con quienes hablan de igualdad y de defensa de las libertades de la mujer y lo único que intentan es imponer su visceralidad y sus apriorismos ideológicos a fuerza de prohibición.

sábado, diciembre 03, 2016

Gracias Lara por ser mujer, feminista y... racional

Lara Stemple es mujer. Esa es una realidad incuestionable, un dato fijo del problema -que diría aquella-. Lo es desde su nacimiento y lo será hasta su muerte, a menos que su decisión y la cirugía decidan lo contrario.
Lara Stample es feminista. Lo muestra casí sin lugar a ninguna duda su trayectoria, su lista de publicaciones y sus declaraciones. Lo demuestra que desde su cátedra un UCLA participará en el comienzo de siglo en la elaboración de estudios y teorías que fundamentaron el concepto de políticas de Género en Estados Unidos.
Lara Stemple es científica -de humanidades, pero científica-. Por eso dirige el Proyecto de Derecho de Salud y Derechos Humanos, imparte clases en el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad de California-Los Angeles y participa en la elaboración de los mas refutados informes y estudios de esa presitigiosa universidad sobre la situación de la salud y los derechos humanos de las mujeres en su país y en el mundo
Lara Stemple es demócrata. Su apoyo al partido demócrata es abierto y se la situa por algunos en el vértice más izquierdista de la campana de Gauss de esa formación política.
Es de suponer que por eso se dedica, entre otras muchas cosas, a estudiar la realidad y los problemas sobre la victimización de las violaciones.
Y un día, Lara Stemple se desayuna con este dato: El 38% de las víctimas de violación, abusos o acosos sexuales son hombres.
Como es mujer se sorprende, como es femenista recibe el dato con cierta incredulidad, con la mosca tras la oreja, vamos. Pero como es ciéntifica acude a la fuente y descubre que son las cifras de la National Crime Victimization Survey (encuesta nacional de crímenes sexuales estadounidense).
Y aquí es donde Lara Stemple empieza a ser distinta del feminismo militante que conocemos aquí y empieza a demostrar que cree en la igualdad, la justicia, la mejora social y la solución racional de los problemas.
Porque no guarda el informe en un cajón olvidándolo y pidiéndole al destino que nadie se fije en él para que su idea preconcibida de que solamente los hombres pueden violar no se ponga en entredicho. Porque no sale a la palestra con una sesuda columna de opinión que todo el mundo hubiera leído como una opinión de autoridad -porque ella lo es- afirmando que es un producto de una manipulación, de un intento "neomachista" de culpabilizar a las víctimas o de restar importancia a las violaciones de mujeres.
No, recuerda que es científica y se pone a investigar. Recuerda que es progresista y pone sus ideas previas en suspenso.
Y descubre cosas aparentemente sorprendentes: que el 68% de las veces que un hombre fue violado en Estados Unidos lo fue por una mujer; que en 79% por ciento de los casos en que un hombre se sintió acosado, asaltado sexualmente o violentado, la perpetradora era una mujer, y que lo sostiene otra fuente incontestable: The National Intimate Partner and Sexual Violence Survey (notese que el concepto es Violencia dentro de la intimidad, no Violencia de Género. Esto es un matíz de mi cosecha), una estadística dirigida por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades públicos de su país.
Como es mujer podría haberse sentido mal porque se acusaba a otras mujeres de tener comportamientos crueles, agresivos y violentos, pero no lo hace; como es feminista podría haberse sentido contrariada y tirar de orgullo y dignidad y afirmar que es falso, que es un porcentaje minotario, que lo que importan son las violaciones a mujeres dando todo tipo de argumentos; pero no lo hace; como es una de las impulsoras del concepto de políticas y violencia de Género podría haber ocultado la mirada tras su prisma de género y seguir disparando sin querer darse cuenta de que estaba errando el blanco. Pero se niega a caer en esa trampa.
Como es científica y cree realmente en la mejora social y la igualdad -la de todos- sigue investigando y deja que la realidad le ayude a reformular su pensamiento. Tira el prisma de género que no le sirve para esto y permite que su mirada se fije en todas las facetas.
Y ella, mujer, feminista y progresista, plantea la necesidad de decirle a las mujeres que lo mismo que ellas consideran un acoso o una agresión lo es si lo hacen ellas; que si se lanzan a comerle la boca a un hombre este la aparta -¡Ay, ese famoso "hacer la cobra"!- volver a ello no es ser "sexualmente activa", "insistente" o "echá pálante", es acosar; que si un hombre les da dos picos y luego les dice "no va a haber nada más", mantener el acoso es precisamente eso, acoso, no fortaleza, ni armas femeninas, ni seducción.; que si un hombre empieza y luego no quiere terminar no se le puede intentar forzar a continuar hasta el final con amenazas sobre hablar de su hombría o ninguna otra actitud.
Y por supuesto les dice a ese 28% de mujeres que directamente asaltan a los hombres de forma violenta y les obligan a penetrarlas o realizarles cualquier otra práctica sexual con coacciones físicas que deberían pudrirse en la cárcel como cualquier otro de esos repugnantes violadores de mujeres que todo el mundo tiene claro que deber ser castigados.
No las excusa, no afirma que hay que tener en cuenta que es posible que hayan sufrido abusos o maltrato por los hombres y eso las haya pertubado, no intenta minimizar su responsabilidad para culpabilizar al hombre una vez más como otros feminismos que conocemos y nos son muy cercanos. 
Pese a ser mujer, feminista y de izquierdas no dice con la boca pequeña: "quizás ocurre y habría que estudiar las causas", afirma contundente "ocurre y quien lo hace es una criminal" -lo cual no impide estudiar las causas sociales de esos comportamientos-.
Y como Lara Stemple es racional se vuelve a su entorno, a aquellas que se encuentran inmersas en las ideológias de género y les dice que "Los estereotipos de género interfieren con el complejo proceso de entendimiento de los crímenes sexuales. Los enfoques feministas más extendidos pueden ensombrecer la luz de esta realidad".
Les dice que ha llegado la hora de redefinir su pensamiento en virtud de la realidad, de abandonar quizás el prisma que les hace poner solamente el foco en lo que le pasa a las mujeres minimizando lo que les sucede a los hombres; que hay que dejar de pensar siempre en la mujer como víctima inocente porque no ayuda en nada a las víctimas femninas de violación que las culpables femeninas de idéntico crimen queden impunes.
En fin, que hay que salir de Matrix, volver al mundo real y replantearse la unidireccionalidad de sus pensamientos porque de otro modo no lograrán un mundo justo. Todo ello sin ignorar el hecho de que la sociedad ha usado históricamente la violencia sexual para subyugar a las mujeres y que en muchos países aún se hace.
Y como progresista que cree en la justicia y como científica que cree en la necesidad de pensar sin prejuicios cierra toda esta reconstrucción ideológica basada en la realidad de los datos y los hechos con un corolario que no me imagino yo en los labios ni las neuronas de ninguna femenista patria de postín.
"El feminismo ha luchado mucho y muy duro para combatir contra los mitos de la violación -que si una mujer es violada es, de alguna manera, culpa suya, que ella lo consentía de alguna forma-, pero hace falta que abramos ese mismo debate con los hombres (...) la compasión no es un recurso finito,  si nos indigna el sufrimiento de una mujer ha de indignarnos el de un hombre y es nuestra obligación luchar por la dignidad de la mujer denunciando también los actos indignos que cometen mujeres no solamente aquellos de los que son víctimas". 

Gracias Lara por ser mujer, feminista, científica y racional porque si lo dices tú ya no podran refugiarse en el supuesto machismo o en las "malas experiencias personales" cuando otros, de otro sexo y de otra profesión defendemos lo mismo.
Y gracias a Raquel Márquez, la periodista que ha firmado el reportaje en El Confidencial por ser mujer y profesional -no sé si es feminista- por no orillar el artículo de The Atlantic ni los estudios de Stemple y los demás y publicar algo sobre esta realidad en un país en el que el uso y el abuso continuo del prisma de género produce constantes aberraciones legales y sociales.
Aunque, eso sí, la próxima vez que salgan las cifras de denuncias sobre maltrato estaría bien que hiciera la misma salvedad que con las de Stemple y los estudios que maneja: "Si el procedimiento ha sido objetivo y se han hecho bien las cuentas". Creemé Raquel te puedes llevar una sorpresa.
http://lefthandgod.blogspot.com.es/2012/01/acercamiento-objetivo-las-estadisticas.html
Pero, en cualquier caso, muchas gracias.

domingo, agosto 14, 2016

Cazafantasmas, Kara Thrace y el marketing baladí

Los Cazafantasmas, Thor….Parece que ahora el cine ha puesto de moda que ellos son ellas.
Y que conste que no he escrito intercambiar los sexos de los protagonistas heroicos de los filmes, he escrito ellos son ellas.
Porque, como en todo, esto no es reversible. Wonder Woman nunca se convertirá en el Hombre Maravilla -que por cierto, aunque no se crea, Marvel tiene ya un Hombre Maravilla, héroe de tercera regional simultánea-, ni la siempre a un paso del rol de Dominatrix Catwoman será sustituida por un Catman varonil con tendencias de esas a lo Christian Grey que se mal cuentan y hacen subir la lívido de muchas en secreto.
Ni molesta ni incomoda. Lo que si molesta e incómoda hasta el extremo es la polémica absurda y constante que surge de esos cambios.
Incomoda que un político -por llamar a Donald Trump de algún modo que no sea un insulto directo y antiguo- con aspiraciones a la famosa Ala Oeste lo utilice para manipular las quejas de los fans de la saga de Cazafantasmas para enviar otros mensajes, sugerir otras cosas y reproducir de la víscera inagotable de aquellos que desean sentirse superiores a alguien, sobre todo a aquellas que viven a su lado.
Pero también incomoda que, de pronto, las nuevas Cazafantasmas o Thor -no me atrevo a llamarla Thora por no echarme a reír- o cualquier otro personaje mudado de sexo se conviertan en los medios en los estandartes de todos esos lemas, principios y supuestas necesidades que el feminismo rancio -que no es todo el feminismo, matizo- que no ha sabido evolucionar más allá de su prisma.
Porque ninguno de esos personajes esta cambiado para dar visibilidad a las mujeres, para introducir el rol femenino en un mundo masculino, ni siquiera porque se considere que esas actrices son como se ha dicho “las mejores cómicas del momento”, sino por un simple motivo: dinero.
El nicho, estilo o género de película -llámese como quiera llamarse- en el que los personajes se mudan de sexo en estos tiempos es siempre uno en el cual la principal tendencia es de público masculino. Los cómics de superhéroes y por tanto las películas atrapan fundamentalmente al público masculino y lo que quieren las productoras -con toda lógica en su negocio- es atrapar a nuevo público. No es nada más que eso.
Hacen de héroes heroínas para sentar a más mujeres en los cines, como relatan las historias de una Patrulla X adolescente que nunca existió en los cómics para atraer a más adolescentes a las butacas,como crean un Capitán América negro para aumentar la afluencia de esa base racial a las taquillas. Es una operación de marketing.
Y es legítima y legal si el público quiere caer en ella, pero Si yo fuera mujer me sentiría ofendida -pero poco, eh- no por lo que digan Donald Trump o los fans del dios del trueno o de los Cazafantasmas.
Me sentiría enfadada -y tal vez decepcionada- por el hecho de que piensen que solo puedo sentirme identificada con una historia, con una comedia o con una película de acción si el personaje central es femenino, si la que corta el bacalao a golpe de escudo, maza o lanzador de rayos capturadores de ectoplasma -corríjanme los fans si tienen otro nombre esas cosas que utilizan los Cazafantasmas tienen otro nombre- es mujer.
Pero claro, es una tendencia tan normal desde la literatura hasta el cine, desde el documental hasta la pintura, que pasa inadvertida, que parece normal, que se vende como algo que no es.
Desde Outlander hasta La Vida es Bella, desde esas novelas llamadas románticas que son más bien el sustitutivo que algunas féminas utilizan del porno hasta la más intimista novela de Gioconda Belli, como su Mujer Habitada, no son más que un intento de ganar público femenino poniendo a un protagonista de su sexo con el que se pueda identificar.
Si yo fuera mujer lo consideraría un insulto leve e innecesario a mi empatía.
Porque yo soy hombre y he empatizado con Ana Frank, no me ha hecho falta que la cambiaran de sexo para entender su drama; porque yo soy hombre y he empatizado con Mary Stuart Masterson y Mary Louise Parker en Tomates verdes fritos, con Anna Karenina, con Julieta, con las brujas de Macbeth, con Trinity, con la Susan Sarandon de Pena de Muerte, con la Hale Berry de Monster Ball, con Alison Pill en Newsroom y con otros muchos personajes femeninos sin necesidad de que les cambiaran la posición interna de sus gónadas para acercarlas a mí.
Y si alguien pensara que no sé o no quiero hacer ese camino de ponerme en la piel de otro ser humano tan solo por ese motivo me sentiría ofendido. Aunque viniendo de quienes, con todo el derecho, quieren recuperar el dinero de sus inversiones cualquier ofensa es baladí.
Así que me parece un absurdo hablar de visibilidad e igualdad, de machismo y feminismo con esto de los cambios de sexo de los personajes de las películas de acción, ciencia ficción y superhéroes.
Porque si alguien hubiera pensado en la igualdad hubiera hecho otra cosa.
A lo mejor hubiera hecho una película sobre Hela, diosa de la muerte nórdica, o hubiera convertido a Lobezno, un personaje al borde siempre del animalismo más salvaje y la psicopatía asesina, en mujer. O no hubiera dejado a la principal malvada de los cómics de las X Men -con permiso de Magneto, claro está-, Emma Frost, tan lista como Xavier, tan poderosa como Xavier y tan telépata como Xavier, en un personaje reducido a su imagen externa de cuerpo impresionante siempre en ropa interior.
Si alguien hubiera querido hacer algo por la igualdad a lo mejor hubiera convertido a moquete en una fantasma -¿o hay que decir “fantasmesa” ahora?- obsesionada por los miembros viriles y atrapada en una ninfomanía ectoplásmatica eterna como su alter ego masculino.
Pero nadie lo ha hecho. Como nadie escribe libros, hace series o rueda películas sobre veteranas de la guerra de Irak -y hay unas cuantas- y las presenta en modo Nacido en Cuatro de Julio; como nadie cuenta en un filme la historia de Delphine LaLaurie, cuyo fantasma sirve incluso hoy para asustar a los niños negros de Nueva Orleans que se niegan a irse a la cama.
Bueno miento, alguien me parece, en mi modesta y molesta opinión, que lo ha hecho: el equipo de guión y la actriz Katee Sackhoff en Battlestar Galactica 2004
Esa Kara Thrace "Starbuck" cambiada de sexo del remake de Galáctica es tan borracha, pendenciera, sexista, adicta al sexo y excesiva como lo era su versión masculina -e incluso más porque la serie está mejor hecha y ahonda más en los personajes-.
Simplemente porque es igual que él. Un soldado entrenado para vencer que ha perdido, entrenado para combatir que huye, entrenado para ser la élite que ahora es un paria. Y en eso da igual ser hombre que mujer.
Pero eso no llamó la atención del público femenino hacia la serie a lo mejor porque no estaba hecho para eso.
Yo creo que si quisieran dar un ejemplo de igualdad hubiera hacho algo, aunque fuera poco, por demostrar que hombres y mujeres pueden ser igual de heroicos e igual de crueles, insensibles, asesinos e inhumanos. Vamos, harían reversible la cosa.
Pero eso, como es lógico, no llevaría a más mujeres a las butacas de los cines, me temo y encendería igualmente las iras del feminismo rancio aunque sin ganancias económicas. Así que me seguirá pareciendo absurdo que un ejercicio de marketing se transforme en un debate entre machismo y feminismo por mor de todos y todas las que quieren mantener la llama de ese enfrentamiento siempre ardiente y encendida.

jueves, junio 05, 2014

Sísifo, maltrato y reconocer de una vez la realidad.

Y ahora toca otro de esos post que no van a ser tan populares como meterse con el rey, hablar del erial en el que están convirtiendo nuestra Sanidad y nuestra Educación nuestros gobernantes o construir metáforas cinematográficas -algo forzadas, lo reconozco- sobre nuestra actitud social como individuos o como sociedad.
Nos toca un post sobre uno de los asuntos más espinosos que nos han obligado a abordar en la última década. El maltrato, la violencia afectiva, el machismo y el feminismo.
De repente nos aparece un estudio, el enésimo, sobre violencia contra la mujer. Y de nuevo determinados medios, los que mantienen su ideario por encima de la realidad -en España casi todos, por desgracia- hablan de él.
Y como el clásico mito de Sísifo, volvemos a subir la piedra a lo alto de la loma y volvemos a dejarla rodar hasta el valle.
Para empezar el estudio se basa en una macroencuesta en toda la Comunidad Europea realizado a 42.000 ciudadanos. Como muestra parece bastante amplia -de hecho lo es- pero,como siempre hay un problema: todas las encuestadas son mujeres.
Y alguien dirá: "Lógico, si se pregunta sobre violencia contra la mujer, habrá que preguntar a mujeres". Y no le quitaré la razón. Pero, lo dicho. Es volver a subir la misma piedra por la misma ladera.
Mientras no se establezca un patrón en el otro sentido, mientras no se pregunte a 42.000 hombres sobre si se sienten agredidos o experimentan los mismos comportamientos en en sus parejas femeninas nunca podremos saber si la violencia afectiva es unidercional -es decir, solamente va desde el hombre hacia la mujer como defiende la posición ideológica imperante- o bideccional -es decir, funciona desde unos a otras y desde otras a unos, como parece imponer la observación de la realidad-.
Y uno no entiende el motivo de que se obvie esa linea de investigación, de encuesta o de estudio. Porque sería la mejor forma de desarmar los argumentos de aquellos que defendemos que el problema de la agresividad y el instinto de posesión en las relaciones afectivas es algo que forma parte de nuestra ancestral naturaleza como sociedad -seamos hombres o mujeres-. Bueno, en realidad sí se entiende. Saben el resultado que produciría y por eso no lo hacen. Saben que reforzaría la lógica de la observación de la realidad y no su visión apriorística de lo que sucede.
Y después de eso llegan las interpretaciones.
Alguien a quien me empeño en querer más allá de la lógica formal y material escribió más o menos hace poco: "Solo quien habla sabe por qué dice lo que dice. Los demás solamente interpretamos". Y esa es la mejor explicación de este fiasco.
"España aparece como uno de los países con porcentajes más bajos de mujeres que reconocieron haber sufrido violencia de género, con un 22%, muy por debajo de otros como Dinamarca (52%), Finlandia (47%) o Suecia (46%).
¡Vaya hombre, una buena noticia!.. ¿o no? Pues parece que no.
Porque resulta que el verbo "reconocer" lo cambia todo. Viene a decir que son maltratadas pero ellas no lo perciben, no lo asumen o simplemente lo niegan por pudor, vergüenza cualquier otro motivo. De manera que una mujer no se siente maltratada y todo un aparato basado en una visión apriorística de la realidad enraizada en la más profunda androfobia del feminismo historicista de McKinnon y compañía le niega la posibilidad de decidir por sí misma qué es para ella maltrato y qué no lo es.
"El informe explicaba que países más igualitarios como los escandinavos tenían tasas más altas porque a las mujeres les resultaba más fácil asumir que habían sufrido violencia a manos de sus compañeros, al contrario que en países del sur y del este como España, Portugal, Grecia o Polonia", afirma un artículo escrito para interpretar este macro estudio.
O sea que yo, autora o autor del estudio, decido por la mujer si la maltratan o no. Tú no eres lo suficientemente adulta, independiente ni inteligente para decidir. Cambio a la familia por el Estado, cambio el machismo por el feminismo, cambio el patriarcado por el matriarcado. Pero la mujer sigue sin derecho a decidir qué es lo que quiere aguantarle a su pareja y qué es lo que no está dispuesta a tolerarle.
Y la cosa sigue mezclando los datos con el de otro estudio realizado por un sociólogo español
"El estudio dirigido por Meil (el sociólogo en cuestión) destaca además que el 38% de los españoles exculpa a los agresores porque considera que padecen una enfermedad mental, y el 35% cree que si las mujeres sufren maltrato es porque lo consienten".
Y aquí llega otro de los vicios patrios que nos empeñamos en mantener. Otra de esas visceralidades nuestras que aprovechan todas las ideologías para manipularnos. Los españoles -y otros muchos en el Occidente Atlántico, pero nosotros mucho más- cometemos el error de confundir explicación con justificación.
Porque, por ejemplo, yo pienso que todo violador debería pudrirse en la cárcel, que todo pedófilo debería no volver a ver la luz del día y no justifico ninguno de sus actos, ninguno de los sufrimientos y dolores que ha causado. Pero si me preguntan ¿por qué lo ha hecho? no me queda más remedio que contestar "porque su mente no funciona como la de un ser humano normal".
Porque nadie que sea humano en mente y corazón viola a nadie, abusa de un menor o golpea y mata a nadie a quien diga amar. Y eso no es óbice, valladar ni cortapisa para que tenga que pagar por sus crímenes.
Pero claro, si se defiende eso y se argumenta en esa línea, no se puede mantener el axioma apriorístico de que lo hacen por ser hombre, de que todo hombre está predispuesto por naturaleza y genética a ser agresivo, machista y menospreciar a la mujer. Se derrumba como una fortaleza de naipes una teoría que es tan absurda como defender que todo español "es bueno honrado y trabajador" o que "todo ser humano tiene sentido de la trascendencia aunque lo niegue".
Por decirlo claramente no se puede pensar que "todo violador, pederasta y maltratador -sea hombre o mujer, no nos engañemos- no tiene los procesos mentales de un ser humano normal y defender a la vez que pague por todos sus actos" ¿por qué no? Nadie lo responde.
Y luego está la segunda parte.
Estamos en una sociedad en la que existe el divorcio, en la que la protección de la mujer maltratada se ha llevado a tal extremo ideológico que ha roto varios principios legales que van desde el Habeas Corpus hasta la presunción de inocencia, pasando por la igualdad de penas, así que no hay excusa para que la primera vez que te sientas maltratada por un hombre -o por una mujer- le abandones sin más.
Es una decisión entre la dignidad y la comodidad, entre la libertad y la seguridad que tienes que tomar. Pero es una decisión que ya decidieron muchos y muchas antes. Lo decidieron los siervos y siervas de la gleba en la Revolución Francesa; lo decidieron los esclavos y las esclavas negras hace siglos; lo decidieron los trabajadores y las trabajadoras en la revolución industrial.
Es una decisión difícil y la sociedad y el Estado te apoyará en todo lo que sea de justicia- repito, lo que sea de justicia- apoyarte cuando la tomes. Pero si no la tomas estás siendo cómplice de un crimen cometido contra tu propia persona. Y nuestra obligación como Estado, como sociedad y como individuos es decírtelo claramente.
Aunque con ello desmontemos todo el emporio de eterno victimismo que pretenden mantener determinadas posiciones ideológicas que, pese a lo que dicen públicamente, son el nuevo victorianismo que considera a las mujeres como pobres pajarillos indefensos sin voluntad ni capacidad de responsabilizarse de su propio futuro.
A lo mejor es porque crecí, amé y amo y trabajo rodeado de mujeres fuertes que no son así. Pero, lo siento. No me lo creo. No estoy dispuesto a creérmelo porque probablemente sepa con certeza mucho más lo que son y pueden ser las mujeres que lo que ellas quieren que sean para su beneficio ideológico.
Y el remate de la faena interpretativa del estudio es un párrafo que no tiene desperdicio.
"La forma de maltrato menos identificada es la que los expertos denominan violencia de control (de horarios, de forma de vestir, de amistades, etc..), tolerada por el 32% de los hombres y el 29% de la mujeres, seguida de la desvalorización (10% y 8%, respectivamente) y las amenazas verbales (7% y 6%)".
Por supuesto el estudio interpreta que esto es porque las mujeres españolas no saben lo que les conviene, no son conscientes, debido a su educación y su tradición, de que esto esta mal. Vuelven a subir la piedra de Sísifo a lo alto del monte.
E ignoran la interpretación alterativa. La interpretación que cualquier sociólogo debería tener en cuenta, la que impediría que la piedra de esta discusión volviera a descender por la misma ladera y nos obligara a repetir todo el proceso.
No lo perciben como maltrato porque ellas también lo hacen. Porque ellas también consideran su derecho controlar los horarios de sus parejas, cuestionar sus amistades, controlar en lo que se gastan el dinero o vigilar sus redes sociales o correos electrónicos en busca de posibles infidelidades. 
Porque las mujeres españolas también tiran de desvalorizaciones en la discusión con sus parejas, que van desde su potencia sexual hasta su capacidad para sostener económicamente a la familia; porque ellas también tiran de amenazas verbales aunque creen que son más sutiles o aunque tengan menos posibilidad material de llevarlas a la práctica.
Porque nadie, o al menos muy pocas personas, son capaces de reconocer como algo negativo una práctica que ellas mismas realizan.
Y aunque eso serviría para explicar la situación, serviría para comenzar a demoler la piedra de la violencia dentro de las relaciones afectivas en lugar de seguir subiéndola y bajándola eternamente por la misma ladera, no lo hacen. 
Se niegan a hacerlo, como se niegan a hacer una macro encuesta con 42.000 varones sobre si experimentan en sus parejas femeninas todas esas prácticas porque, aunque sería el camino para solucionar el problema de agresividad afectiva que sufre nuestra civilización, dejaría sus apriorismos flotando en el mar de la realidad tan inútiles como los pecios de un bajel hundido.
Y no, eso no. Aunque las mujeres a las que dicen defender terminen sufriendo por ello.
Y si alguien tiene alguna duda, que vea esto y me lo explique. Pero no me hagan caso. Yo soy hombre.

domingo, junio 01, 2014

José y Grego y el entierro de la verdad de género

Tiempo ha que no se asomaban a estas endemoniadas líneas estos asuntos sobre mujeres y hombres y su supuesta guerra encubierta y su inventado odio ancestral.
Creía yo que ya no me encontraba bajo sospecha de machismo o cualquier otro "ismo" recalcitrante e intransigente pero, como en los últimos tiempos se me ha hecho sospechoso de muchas cosas pues insisto, aunque sea redundante.
No es que me moleste en exceso que se me haga sospechoso de extranjero por las tonalidades epidérmicas, de yihadista por los adornos estadísticos de mi indumentaria y de traidor a la mujer que amo, amaba o amaré -que en estas cosas siempre se me confunde el tiempo verbal- por los susurros de pasillo, pero no está de más redundar en lo ya dicho por si alguien no lo escuchó o no quiso escucharlo, no lo leyó o quiso interpretarlo o no lo asumió y quiso tergiversarlo.
Existe un emporio mediático, político y vagamente social que se empeña en magnificar la violencia de género. Bueno se empeña en realidad en inventar que toda violencia en la que está implicada una mujer es por machismo.
Dicho esto, viajemos a Valencia.
"No tenían antecedentes de violencia entre la pareja y eran calificados como un matrimonio ejemplar. Sin embargo, José Montero, un hombre de 78 años, mató este miércoles a su mujer, Gregoria León, de 74, en su domicilio del número 18 de la calle Ruaya de Valencia, y después se quitó la vida".
Así empieza el periódico que ha empezado a perder toda credibilidad al convertirse en un elemento de propaganda más que en un medio de comunicación el relato sobre la aparición de dos cadáveres.
Y alguien dirá ¡Tampoco es para tanto! Pero sí lo es.
No dicen "no tenían antecedentes en el tráfico de drogas" -principal causa del as muertes violentas en España-, ni "no se les conocía relación alguna con el crimen organizado" -segunda-, ni "no estaban vinculados a ninguna banda delictiva" -tercera-, ni siquiera "no tenían antecedentes por contrabando" -novena-. Se van a la decimocuarta causa de muerte violenta en España, que es la mal llamada violencia de género.
¿Por qué resulta necesaria esa especificación? Hay preguntas que son en sí mismas una respuesta. Porque quieren que sea ese el móvil. Porque han decidido que ese sea el motivo de esas muertes. Porque sus apriorismos ideológicos necesitan que sea eso.
"Una de las dos hijas del matrimonio descubrió los cadáveres pocas horas después. Ella les visitaba a menudo, pendiente de su madre, quien desde hacía tiempo padecía un cáncer terminal, y parece que tras no recibir respuesta de sus padres decidió acceder al domicilio. Una vez dentro encontró en el dormitorio principal los cadáveres de José y Grego, como era conocida la anciana en el barrio. Alrededor de las diez de la mañana la policía recibía el aviso y al lugar acudían tanto efectivos de la brigada científica como del grupo de homicidios de la Policía Nacional, acompañados por el retén judicial y el forense".
Esa es la continuación del relato. ¿su hija dice que conocía antecedentes de malos tratos, de violencia? No -y todos sabemos que cualquier hijo sabe esas cosas y conoce esas circunstancias familiares-. Pero ahí en medio, como quien no quiere la cosa, como quien no da importancia a lo verdaderamente relevante, aparece un dato, un apunte que parece puesto para rellenar pero que en realidad está ahí para justificar "desde hacía tiempo padecía un cáncer terminal". A ahí queda la cosa.
Bueno, en realidad no queda ahí
"José, taxista jubilado, era conocido en el barrio por su afabilidad y el cariño a su mujer enferma. Se casaron en 1963 y tenían dos hijas y tres nietos. “Se casaron el mismo año que nosotros", comentaba una vecina, "y junto a nosotros fueron los primeros en mudarse hace ya 50 años. Eran muy buenas personas”.
¡Tócate los pies! Se casaron el año del asesinato de Kennedy, en el año del famoso sueño tenido por Martin Luther King, cuando España vivía la esperanza del Plan Marshall, el año del ascenso al solio pontificio del único papa que ha merecido la pena desde San Gregorio, Juan XXIII, y el tío que la ha odiado toda la vida por ser mujer, que ha reprimido durante medio siglo sus impulsos de macho alfa asesino y posesivo la mata cincuenta años después en un ataque de furia machista.
Cualquier ser humano de la tierra, cualquier periodista y desde luego cualquier guionista cinematográfico ya hubiera llegado a la conclusión en este punto de que el argumento de esta historia está claro, es casi tan cristalino como la intención ideológica de la redactora a la hora de presentar la noticia.
Pero resulta curioso, una redactora del mismo periódico que defiende la eutanasia, que realizó una campaña de opinión en torno al italiano caso de Eulana, que defiende el derecho a la muerte digna como si el sufrimiento restara un ápice de dignidad a la muerte que toda una vida ha hecho digna, ignora toda esa linea de pensamiento y barre para su casa y la de su feminismo trasnochado de confrontación y violencia.
A estas alturas, hasta Laurence Kasdam, uno de los menos brillantes guionistas de Hollywood -con perdón- ya estaría hablando de muerte asistida, eutanasia activa y máxima expresión del amor. No de violencia e género.
“Le vi la semana pasada y le pregunté que cómo estaba Grego… Ella había adelgazado mucho, había perdido un poco de pelo y estaba muy desmejorada”, añadía entre lágrimas una vecina de la finca. “Eran muy buenos, tenían un chalé y los fines de semana solían ir allí donde tenían huerta y más de una vez me han traído bolsas de naranjas de allí. Además, era el manitas entre los vecinos, era el que lo arreglaba todo: desde la puerta del patio hasta pintar, más de una vez, la puerta de entrada, porque era muy mañoso”.
Y esto es en sí mismo un epitafio. Pero no de Greco, ni de José. Es un epitafio, frío, triste y doliente, de algo que en otro tiempo, antes del periodismo ideológico y de la agitpro, se conoció como objetividad informativa.
Todos, desde las lectoras de novelas románticas a los consumidores de culebrones venezolanos, desde los analistas de políticas sociales hasta los observadores de los derechos humanos, sabemos de que va esto. Los policías o guardias civiles saben de que va esto, hasta los políticos y políticas saben de qué va esto.
Y lo peor, la más triste, lo absolutamente indignante es que Pilar de la Fuente, la redactora, sabe de qué va esto.
Va de dolor, va de miedo, va de incapacidad para ver sufrir a alguien que te ha hecho feliz durante 50 años, va de suicidio asistido, va de alguien que quiere tanto que puede pedirte que la mates, va de alguien que ama tanto que puede asumir la muerte con aquella a quien ama. Va de locura, va de Shakespeare, va de tragedia, va de amor -quizás malentendido por los dos, pero de amor-. 

Y Pilar Fuentes lo sabe y finge ignorarlo y culmina su información con  "El titular del juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Valencia instruye el homicidio, segundo caso de violencia de género en la Comunidad y el 25º en el país, a lo largo del 2014".
Si lo hubiera hecho una madre con su hijo, se desharía en lágrimas y justificaciones; si lo hubiera hecho un padre con hijo o un hijo con un padre, le encumbraría como adalid de la muerte digna asistida.
Pero lo ha hecho un hombre con su esposa. Y ella, su ideología y una ley que pretende justificarse contra toda justificación posible necesitan que lo haya hecho por machismo.
En la muerte e José y Grego hay un tercer cadáver y un cuarto y un quinto.
Junto a ellos yace Pilar Fuentes como periodista, El País como medio de comunicación y La Ley Orgánica 1/2004 como representación del a justicia en este país.
Las dos primeras tumbas han logrado la paz. Las otras tres nos la niegan a todos los demás.
Y quien tenga oídos para oír, que oiga.

Somos los hacedores de las mentiras de Somaly Mam

Somaly Mam fue vendida por la familia que la acogía a los trece años.
Para quien no lo tenga claro eso ya es de por sí suficiente para que se pida a gritos la ejecución de quien lo hizo aunque no se crea ni siquiera en el valor ejemplificador de la pena de muerte; para quien tenga alguna duda al respecto eso de por sí es un crimen tan execrable que a uno se le ocurren un buen puñado de maneras de saltarse varias convenciones internacionales sobre el trato a los convictos para aplicarles a los culpables un amplio catálogo de practicas desarrolladas por los más profesionales torturadores del mundo.
Somaly Mam fue vendida y da igual que lo fuera para el sexo, para el trabajo o para cualquier otra actividad o función impuesta y no elegida. Somaly Mam fue vendida.
Y eso debería ser suficiente. Nosotros deberíamos saber que eso es suficiente, ella debería haber tenido claro que eso es suficiente.
Pero no fue así. No es así. Nunca será así.
Y Somaly Mam, que había escapado de milagro de esa vida de esclavitud, dedicó su vida a intentar rescatar a otras niñas de su misma suerte y a tratar de evitar que siguiera ocurriendo.
Los gobiernos deberían haberla apoyado desde el principio, las sociedades deberían haberse revuelto en sus sofás y sus comodidades al conocerla, los poderosos y las poderosas de la tierra deberían haber utilizado sus recursos para apoyarla con escuchar esa sola frase: "Cuando tenía 13 años fui vendida como esclava".
Pero no lo hicieron o al menos no lo suficiente y Mam como lo hicieran antes muchos y muchas se desesperó.
Gritó contra la esclavitud como Vicente Ferrer, como Maya Angelou, como Vusumzi Make, pero los oídos que recibieron esa verdad incuestionable eran pequeños, los habían cerrado la necesidad de coltán y diamantes en África, los viajes secretos de hombres poderosos y ricos en busca de niñas a Tailandia, los beneficios estratosféricos de las multinacionales en sus centros de producción en China, India o Bangladesh, las grandes fortunas heredadas y eternas de latino américa que necesitan aparceros para sus tierras y niños que trabajen para aumentar sus fortunas prácticamente la cuna, los locos furiosos del islam mal entendido que precisan de mujeres sometidas que les cubran con sus burkas las carencias.
Y como la verdad, la única verdad que tenía, no abría los oídos de un occidente atlántico que nunca ha sido esclavo y aparta la mirada ante el recuerdo y la constatación presente de su culpa, hizo lo que todos hacemos cuando creemos que la verdad, la más pura y simple verdad, no es suficiente. Mintió.
Mintió por el método más cómodo y sencillo, por ese método que hemos destilado en nuestra indolencia ética que se nos antoja plausible: la exageración.
Y convirtió registros del ejército camboyano en ataques furiosos y transformó cacheos humillantes en violaciones sangrientas e invento casos, engrandeció números, decoró de tragedia, esa tragedia que nos llega a nosotros, occidentales atlánticos, su vida y la de otros y otras como si no fuera suficiente tragedia haber nacido libre y ser convertida en una esclava.
Somaly Mam mintió ante la ONU, mintió ante el mundo, se mintió a sí misma y lo que es peor mintió a todos aquellos que son esclavos en el mundo a causa de la apatía y el egoísmo de ese occidente atlántico que sabe -aunque también lo niega- que no puede vivir como vive ni aspirar a vivir todavía mejor sin la esclavitud de todos esos seres humanos.
Y funcionó.
El anquilosado feminismo occidental reaccionó en su apoyo, los gobiernos le concedieron subvenciones millonarias, los observatorios internacionales pusieron su ojo en el problema, las magnates occidentales le aportaron fondos para campañas de concienciación, para abrir centros, para rescatar a niñas de la esclavitud sexual, de las violaciones, del terror.
Somaly Man debió comprender entonces la máxima que rige toda actividad humana en este occidente nuestro que muere de miedo, decadencia y apatía: La mentira siempre funciona más que la verdad. Siempre es más fácil de creer. Siempre nos viene mejor.
Como hacemos nosotros nosotros en nuestras sociedades, en nuestras relaciones laborales y personales, en nuestras vidas propias, Somaly Man colocó a su enemigo en el centro de su vida y le hizo culpable de todo lo que ocurría a su alrededor.
Su hija se fugó y ella la inventó secuestrada por sus enemigos; su marido la abandonó y ella le reconstruyó asustado por las amenazas de los que trafican con mujeres, exageró su propia biografía y dibujó falsas pinceladas que acrecentaban la tragedia, cada niña que sufría lo era por haber sido esclava, por haber sido violada. Su lucha se transformó en paranoia porque nosotros no queríamos combatir con ella, su ideal se convirtió en pesadilla porque aquellos que la escuchaban lo hacían con los oídos cerrados por sus intereses y sus vergüenzas.
Pero no nos engañemos, Somaly Mam, la mujer que puede sonreír pese a su historia -y eso es un mérito que nadie le valora- hizo lo que otros muchas y muchas habían hecho antes.
Como hicieran los Panteras Negras con la discriminación racial y la bondad natural del hombre negro, como Katherine A. McKinnon y todas sus seguidoras actuales con el maltrato, como hizo Hugo Chávez con el sempiternamente mentado imperialismo yankie, como hace nuestro gobierno con el radicalismo de izquierdas, como hizo nuestro gobierno anterior con el radicalismo de derechas, como hace el sionismo con el antisemitismo, como hiciera el inquisidor dimitido de papa con el islam yihadista, como hace el anticlericalismo con la pedofilia endémica del aparato eclesial.
Como hacemos en el trabajo con aquellos que nos buscan las vueltas, como hacemos con nuestro miedo y nuestra desconfianza en las relaciones personales, como hacemos con nuestros ex en nuestra vida.
Decidimos que agrandar el problema lo hace más importante, creemos que exagerarlo es la manera de hacerlo relevante. Olvidamos el único mensaje que emitió la intervención del pintor icónico de la Revolución Francesa, Jean Louis David David en los Estados Generales de Francia defendiendo la abolición de la servidumbre: "Tres cuartas partes de Francia no pueden elegir su destino ¿qué haríamos si formáramos parte de ellas?".
Y ahora Somaly Mam dimite porque se descubre y confirma que ha mentido, le hace un daño brutal a su causa, le hace un daño que tardará años en repararse a los 21 millones de personas que viven el la esclavitud y a todos los que nacen cada día con la servidumbre y la esclavitud marcada en su frente.
Y ella me da lástima porque cometió un error que todos cometemos cuando sabemos o creemos que tenemos razón y nadie no los reconoce. 
Pero ¿nosotros?, Nosotros no.
Nosotros que necesitamos de la víscera, el engrandecimiento y las cifras inmensas para reaccionar no somos dignos de lástima, no somos los engañados, no somos las víctimas.
Si hubiéramos hecho lo que Capitán Fitzgerald, Somaly Mam no hubiera tenido que exagerar y mentir y poner en riesgo aquello que quería a evitar e impedir.
Así que la próxima que alguien se plante ante nosotros y nos diga "A los 13 años fui vendida como esclava" espero que pidamos que rueden cabezas sin necesitar nada más antes de decir "no existe". Aunque sean las cabezas de alguno de los nuestros.
Si no es así, Somaly Mam seguirá motivando mi lastima y nosotros, bueno nosotros. Nosotros solo seremos dignos de una arcada.
Y por si alguien no conoce "Amistad" ni al Capitán Fitzgerald aquí tenéis su acción.



miércoles, mayo 14, 2014

Ocho apellidos femeninos

Pues parece que lo han hecho una vez más. El próximo 22 de julio entra en vigor la norma por la cual se puede elegir el orden de los apellidos, anteponiendo el de la madre al del padre si así se quiere.
No me hace falta ni escribir de nuevo sobre ello. Esto nos viene de 2010, de una de esas ideas gloriosas e incultas del emporio paritario que antepone la ideología a la historia, la reflexión y la lógica.
Y hasta aquí lo nuevo. Todo lo posterior es de 2010. Y salvo la reelección de Obama, tiemblo al darme cuenta de que poco o nada ha cambiado.
Con ustedes Ocho apellidos femeninos.


Barack Obama se desestructura a sí mismo y se pone a pensar en su reelección en lugar de en su país -algo normal en Estados Unidos y sus presidentes, con o sin Tea Party de por medio; Los franceses y sus sindicatos siguen elevando el nivel  de su acción sindical a limites de resistencia y salvajismo que no se conocían desde los tiempos de Emile Zola; los iraquíes siguen matándose y muriéndose por un quítame allá ese dios medieval  -sea cristiano, chiita o sunita- de enfrente de la cara... y así en una sucesión inacabable de asuntos reiterados y continuos que nos llevan a la eterna anticipación de un desastre que amenaza con hacerse inevitable, no porque lo sea, sino porque no tenemos la voluntad de evitarlo.
Y nosotros, ¿qué hacemos? Nosotros hablamos de apellidos.
Aún sin ministerio de Igualdad, aún sin ministra de chaneles y diccionarios sexistas, nosotros seguimos con el burro atado a la misma noria, dando vueltas sobre el mismo surco y pretendiendo hacer de lo banal una sustancialidad que se antoja, ya no sólo ridícula, sino cargante. Y ahora le toca el turno al apellido paterno.
Las hay que dicen que es un vestigio del patriarcado -las mismas que ocultan datos sobre la prostitución masculina, las mismas que eliminan el móvil del delito en los crímenes contra mujeres- y el Gobierno las escucha y decide que ahora el apellido paterno es el nuevo caballo de batalla de la lucha por la igualdad.
Porque es sexista que, en caso de conflicto, se prime el apellido paterno y por eso es mejor que, en caso de conflicto, se recurra al orden alfabético, para que, en caso de conflicto, los restos machistas del patriarcado imperante no se reproduzcan.
Y entre tanto razonamiento se olvidan de hacerse dos preguntas ¿qué lógica tiene que haya un conflicto por el orden de los apellidos?, ¿por qué es importante fomentar ese conflicto, hacer ver que se puede producir?
La lógica impone que un individuo - y no diré una individua, me niego- pueda elegir el orden de sus apellidos cuando la mayoría de edad le abra la puerta de esa elección, como se la abre del cambio de nombre o del cambio de sexo. Más allá de eso, toda discusión es versallesca.
Ahora resulta que los apellidos paternos son un resto de la sociedad patriarcal. Y el razonamiento es aparentemente estable en lo histórico, medianamente comprensible en lo social y ligeramente asumible en lo político -sobre todo si se reconoce que hace tiempo que se hace política con una inexistente guerra de los sexos-. Pero se queda corto, muy corto.
Por primera vez desde que las descendientes del feminismo historicista y clasista estadounidense arribaran a las costas de nuestras asociaciones de mujeres y colectivos de féminas, se quedan cortas.
Porque, si la prevalencia de los apellidos paternos es un resto del patriarcado innombrable e inasumible como vestigio histórico, entonces tenemos que ir más allá.
El debate sobre la libre elección del orden de los apellidos -o incluso la prevalencia forzosa del apellido de la madre, que también se les puede ocurrir con eso de la discriminación positiva- es una discusión tan inútil y banal como discutir sobre qué pieza interpreta la orquesta del Titanic mientras se hunde.
Porque cualquiera que sepa un mínimo de historia, un poco de sociología y tenga una sola pizca de capacidad de razonamiento lógico tiene que darse cuenta de que, hoy por hoy, todos los apellidos son paternos.
Llevamos siglos -e incluso milenios- nombrando así a las personas, organizando de esa manera las referencias genealógicas basadas en los apellidos para la identificación de las personas y de los linajes.
En las sociedades arcaicas esa elección no se tomó por el hecho de que fueran hombres o de que fuera más importante el linaje masculino, sino por el simple motivo de que todo el mundo estaba presente en la gestación -y hasta en el parto- de los hijos y tenía claro quien era su madre y no se podía decir lo mismo del padre, si no era por su apellido.
Pero más allá de todo eso, si ponemos delante el apellido de la madre no estamos eliminando vestigio patriarcal alguno. Porque estamos cambiando un apellido paterno por otro. Lo único que hacemos es saltarnos una generación.
Por si las hijas de Catharine A. Mackinnon no se han dado cuenta, después de un milenio de matrimonios y alumbramientos, todo primer apellido de una mujer es el de su padre. Así que también es patriarcal. El niño pasa de llevar el apellido de su padre en primer lugar a llevar el de su abuelo. El patriarcado se retroalimenta a sí mismo.
Todo apellido que se lleve, en el puesto que se lleve, es el apellido que en alguna generación, hizo referencia directa a la filiación paterna de la persona que lo lucía.Y eso no pueden cambiarlo. Todo primer apellido es el apellido del padre. Lo porte una mujer o un hombre.
Así que se han quedado cortas. Deberían haber exigido -en aras de la igualdad genealógica- la eliminación de todos los apellidos españoles acabados en "ez". Los Rodríguez, Fernández, Miguélez, Estébanez no significan otra cosa que "hijo de Rodrigo", "hijo de Fernando", etc. Así que fuera del registro Civil por patriarcales.
Y exijamos que no haya nombres de varón y de mujer. Yo tengo un amigo al que le pegaría tremendamente llamarse Casandra y una amiga a la que le vendría estupendamente poder llamarse Borja. La imposición de un sexo para el nombre también es patriarcal. Fuera con ella.
Pero no hacen eso. No piden eso ¿por qué?, ¿no eliminarían esas normas los insoportables restos del patriarcado que actúan como pesadas rémoras en el camino hacia la igualdad?
No lo hacen porque eso no generaría lo que realmente quieren. Eso no provocaría conflicto.
Hay tantas mujeres que se apellidan Fernández como hombres, hay tantas mujeres que considerarían raro que una mujer se llamara Julián como hombres. Así que todos estarían de acuerdo. No habría conflicto.
Pero si vendes que lo que tienes que hacer para luchar por la igualdad es defender tu apellido -aunque sea tan patriarcal como el de tu pareja- por encima del suyo, entonces el conflicto está asegurado.
Entonces volvemos a entrar en la deseada guerra de los sexos en la que el hombre es el enemigo y la mujer es la víctima social por antonomasia. Entonces podemos resucitar a Mackinnon.Y eso responde a la segunda pregunta ¿por qué necesitan ese conflicto?. Porque si no hay conflicto su visión apriorística del mundo no les vale, no les funciona. Así que hay que generar un conflicto.
Y el Gobierno, presa de unos complejos en este asunto que resultan incomprensibles, entra en ese juego.
Igual que anteriores gobiernos cambiaron una ley, abrieron un debate social y montaron un espectáculo para facilitar el aborto libre a las menores cuando sólo suponen un seis por ciento de las mujeres que abortan; igual que han invertido millones, han realizado campañas imposibles, han manipulado cifras y han burlado el espíritu y la letra de La Constitución, para hacer grande un problema que afecta -trágicamente, eso sí- a menos de uno por ciento de la población femenina española.
Ahora nadie se pelea por el apellido, pero el Gobierno les muestra con su repentina idea sobre la prevalencia patriarcal del apellido paterno un nuevo campo de batalla, ¿por qué? Pues porque las feministas de este país -por lo menos aquellas que pretenden ejercer de altavoz del feminismo en los pasillos del poder- necesitan un conflicto, porque han bebido de la fuente del feminismo clasista estadounidense y no del feminismo igualitario francés.
Por que necesitan un enemigo y necesitan que ese enemigo sea masculino. Porque en el caso contrario tendrían que reflexionar en lugar de oponerse, tendrían que pensar en lugar de protestar. Tendrian que crear en lugar de destruir. 

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