miércoles, enero 11, 2012

La Santísima Trinidad de las opciones de Rajoy

Mientras Soraya -perdón la señora Ministra de la Presidencia, es la costumbre- se desvive por los pasillos de todas las instituciones de gobierno patrias pidiendo paciencia y comprensión a quien quiera escucharla y Montoro aunque parezca decir que va a ser un poquito se aserura de que nos esteremos de que va a ser mucho, nuestro nuevo presidente no hace acto de presencia.
No se sabe si es porque cada mañana cuando se levanta se lleva un susto diferente. Un día es el déficit de las comunidades autónomas -curiosamente con las del PP a la cabeza-, otra jornada los ajustes sin consulta de Fabra -que parecede decidido a recuperar los diezmos eclesiáticos y el pago del maravedí por los pasos y puentes con tal de cuadrar las cuentas que Camps y sus inversiones en fastos, trajes, regatas y circuitos descuadraron-, la siguente la rebelión de Cataluña y Euskadi contra el sistema de pago -un clásico, por otra parte-.
Pero el caso es que el hombre no aparece, ya sea porque permanece en el lecho sufriendo ataque tras ataque por tañaños sobresaltos o porque ha decicido meter su barbuda cabeza en un hoyo, cual avestruz asustada, en espera de que Soraya -no es falta de respeto, señora ministra, es que Saenz de Santamaría se me antoja infinito- y Montoro soporten el tirón de los recortes y la mala cara que se nos está poniendo a todos con la subida de impuestos.
El caso es que nuestro ínclito procer no sale para nada, no se pone a la cabeza de sus mesnadas y no lo hará hasta el próximo día 15 de enero, según ha dicho. Pero mientras tanto se nos ha mostrado en una entrevista a la Agencia EFE. Ha dicho algunas cosas, pero yo me quedo con una.
Nuestro nuevo Presidente del Gobierno ha dicho que ha subido el IRPF porque "no había otra opción"
No parece una explicación muy plausible y desde luego se antoja un victimismo que no se espera de un presidente a las primera de cambio.
Y más cuando sí, señor Presidente del Gobierno, sí había otra opción. De hecho había varias.
La prmiera se llama Impuesto de Sociedades.
El impuesto de Sociedades, la principal y casi única obligación impositiva de las empresas como tales en España, suponía en 2007, allá en el albor de los tiempos, una recaudación de 22.000 millones de euros al año, casi una cuarta parte del total de la recaudación por impuestos del Estado. El año pasado se quedó en 12.000 millones.
Los tremendistas dirán que eso es un ejemplo de la destrucción de empresas, de lo mal que lo están pasando las empresas en esta crisis. Los tremendistas, acostumbrados a enfrentarse a poblaciones anuméricas que se abruman con las cifras, podrán decir eso pero si no puede considerarse una mentida por lo menos debe plantearse como un error de bulto.
El descenso en la recaudación del impuesto de Sociedades se debe a las constantes rebajas fiscales que se han producido a lo largo de los cuatro últimos años en un intento de que las empresas destinen más dinero a inversión, en la esperanza, baldía por lo que se ve, de que generaran más empleo.
Parece una forma de hacer las cosas muy liberal, muy capitalista y de hecho el PP apoyó con entusiamo -dento de lo que cabe, que eran del PSOE y los chicos de Mariano nunca se entusiasman con nada que venga del PSOE- está forma de hacer las cosas.
Pero claro, como se trataba de ser liberal, de ser capitalista, de montar la cresta de ola de los mercados europeos y no bajarse de ella, se olvidaron de un pequeño detalle, algo que por otra parte no echarían en falta ni Stuart MIll, ni Keynes, pero por lo que pondrían el grito en el cielo Friedman o cualquier sindicalista de los nuestros que no estuviera preocupado de otras cosas: nadie incluyó la obligación de mantenimiento del empleo para poder acceder a esas desgravaciones que dejaban nuestros ingresos impositivos de las empresas casi en la mitad.
Porque, no hay duda, la inversión crea empleo, tiene que crearlo es una regla ineludible y sacrosanta del capitalismo que se cumple así, ex machina, como los castigos de los dioses olímpicos.
Y, no nos engañemos, lo crea, sí. Pero no donde nosotros críamos que lo iba a crear.
Los búlgaros, Rumanos, húngaros y eslovenos están encantados con como funcionan estas cosas.
A ver si me puedo explicar con un ejemplo, que soy de letras.
Digamos que un empresario destina a la inversión en un activo en España que dé una rentabilidad del 10%. una cantidad de 1.000 euros -uso numeros redondos para no liarme-. Para ello tira de una financiación tipo al 6% -más o menos la media de los bancos en sus créditos empresiales-.
El individuo en cuestión tendrá unos ingresos de100 euros, con gastos financieros de 60 euros para devolver los créditos. Los 40 de beneficio pagarían un 30% de impuesto de Sociedades. Con lo que, si no he hecho mál la regla de tres le queda para la empresa un beneficio neto de 28 Euros.
Como era muy bajo el beneficio, por eso se aplicaron deducciones y desgravaciones para potenciar la inversión.
Pero supongamos que el chaval coge el dinero que le deja de más la subvención, la desgravación y algún otro recorte laboral que haya hecho -ya que nadie se lo impide- y va y compra una filial  en Bulgaria o en cualquier otro país con los impuestos bajos. El empresario de marras sigue gastando 1.000 euros, pero la rentabilidad es sólo del 8%.
Pero en este caso, la financiación que necesita se la deduce la empresa española.
Así, la filial obtendría un beneficio de 80 euros y pagaría 8 euros de impuesto de Sociedades. Los 72 euros restantes se reparten como dividendos exentos de impuestos a la empresa española.
Aunque destinara 60 de esos 72 euros a amortizar sus créditos aún le quedarían doce y además las deducciones del 30% de esos pagos como gastos harían que Hacienda le devolviera 18 euros del IRPF. Así que al final ganaba 30.
No sé si me he explicado bien -a mi tardaron una tarde entera en metemerlo en mi cabeza de letras- pero la conclusión es que todas esas desgravaciones y deducciones hicieron que fuera más rentable crear trabajo en Uzbekistán que en España.
Así que a lo que íbamos. El Señor Rajoy tiene otra opción.
Ya que todas esas desgravaciones y deducciones no han conseguido su objetivo secundario -el primario sí, que era la inversión- de crear empleo en España se eliminan.
A estas alturas del partido no se recuperarían los 10.000 millones que se perdieron anualmente con ellas -una pequeña parte tendría que pagarse en los países en los que se encuentran las filiales o inversiones empresariales españolas- pero los expertos -al menos el mismo catadrático de macroeconomía y políticas impositivas que me explicó esto hace unos días- consideran que reaparecerían por arte de magia en nuestras arcas 7.000 millones de euros.
Y sin nisiquiera subir el impuesto. Solamente eliminando los privilegios fiscales que no están logrando ni lograrán el objetivo.
Es una opción, me parece a mí.
Pero hay más. La segunda se llama Impuesto de Patrimonio.
El bueno de Rajoy se mesó sus cada vez más canosas barbas por la preocupación cuando sus antecesores hablaron de recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio. Don Mariano, inmerso como estaba entonces en esas metaforas electorales que tanto le gustan, tiró para oponerse a esa medida de la figura de la abuela rentista que cobra el alquiler de su viejo piso y sobrevive a duras penas con él y con su pensión. Fue bonito, entrañable, sugerente. Fue una mentira como un templo. ¿nos acordamos, verdad?
Pues bien. Demoslé parte de razón a nuestro gallego presidente porque esos rentistas, como las meigas de su tierra, haberlos, haílos.
Dejémosles al margen de esta historia y de este impuesto pero volvamos a los procelosos y aburridos números. Porque ahora nuestra historia desgraciadamente se escribe en números. A eso nos hemos abocado.
El año pasado los activos de la banca, sólo los de la banca española, se incrementaron en 72.000 millones de pesetas. Ahí es nada. Y un activo, en nuestro sistema de tributación, es patrimonio por definición.
El anterior gobierno lo recupera parcialmente para las personas física, aquellas a las que por otra parte se le había cobrado siempre y ciertamente eso puede ser un error que lleve a dobles cotizaciones impositivas por las propiedades.
Pero ¿que pasa si ese se deja en suspenso como hasta ahora? Y se aplica un nuevo impuesto no sobre el patrimonio sino sobre el incremento patrimonial para personas físicas y jurídicas?
¡Voilá!, que tenemos que los están en condiciones de incrementar su patrimonio, o sea los que más dinero - si son individuos- o beneficios -si son empresas o corporaciones- tienen pagan un porcentaje del incremento de patrimonio.
Digamos que ponemos una tasa impositiva del 10% -recordemos que la tasa media del impuesto sobre la renta supone entre un 12 y un 18 por ciento, y es sobre los sueldos de los asalariados-. Pues solamente con el impuesto por el aumento de activo de los bancos tendremos otros 7.200 millones que llevarnos a la buchaca. Y todo ello sin tener que tocar a las pobres viudas que subsisten con las rentas de sus casas alquiladas.
Vamos bien, me parece. Es otra opción.
Pero, como en este mundo nuestro todo va de tres en tres, desde la naturaleza divina hasta los candidatos al balón de Oro, pasando por las hijas de Elena, los triunviratos, los poderes separados del Estado y la saga del Señor de los Anillos, ahí va la tercera persona de esta Santisima Trinidad de modificaciones impositivas que tenían nuestro egregio presidente y su gobierno como opciones al aumento del IRPF.
Se llaman Impuesto Sobre las Rentas del Capital. 
Sí, es el IRPF, pero es IRPF de los otros, no de los que cobran un sueldo, sino de los inversores, de los que obtienen beneficios solamente llamando a su broker -o incluso sin llamarle- y siguiendo los moviemientos especulativos de la bolsa. Y tampoco incluyemos enesto a los míticos ancianos accionistas de Telefónica, que las rentas de menos de 1.500 euros están exentas
Y¿qué está incluido en ese impuesto? Pues veamos:
Los dividendos -esos sacrosantos dividendos que por un extraño motivo no se pueden tocar- Las primas de asistencia a juntas -vaya hombre, que curioso, la pasta extra de los Consejos de Adminsitración y de todos los políticos que forman parte de esas entidades-, las participaciones en los beneficios de cualquier tipo de entidad -¡Anda!, ¿esto no será lo que se llevan los ejecutivos por hundir sus empresas y llenarlas de agujeros negros financieros?, ¿no puede ser eso, verdad?, los rendimientos procedentes de cualquier clase de activos -A ver si esto va a ser la ingente pasta que ingrensan algunos bancos por mantener alquiladas urbanizaciones enteras que han recibido de las inmobiliarias arruinadas o en quiebra a mil doscientos euros el apartamento de una sola habitación. Daos un paseo por el barrio madrileño de Las Tablas- y finalmente, pero no menos importante, los rendimientos que se deriven de la constitución o cesión de derechos o facultades de uso o disfrute -O sea, los famosos derechos de autor, de la propiedad industrial, etc  por los que todos los gobiernos se pelean por repartir, por los que nos cobrán cánones y tasas y por los que luego no resulta demasiado conveniente, según parece, pedir demasiados impuestos.
Y es cierto que por todo esto ya se paga, y es cierto que el bueno de Mariano ha subido los impuestos en esta materia pero tengo una pregunta ¿por qué no se iguala a los tramos de la renta del trabajo?, ¿por qué 175.000 euros anuales ganados en una nómina tributan un 49 por ciento y 175.000 euros ganados a través de la renta del captial tributan un 27 por ciento?
Como no tengo claro porque son más importantes los rendimientos del capital que los del trabajo, para mí la logica es que todos tributaran en la misma proporción. Antes de empezar a subir unos habria que igualarlos todos. Vamos, digo yo.
Y eso nos daría aproximadamente unos 3.000 millones de euros más. Una opción respetable si se tiene en cuenta que hay que sacar dinero de debajo de las piedras. No sé para qué, pero parece que hay que sacarlo.
Y eso por no sacar a colación eso de aplicar el impuesto de transacciones a los inmuebles que venden los bancos -cosa que ahora no se hace-, por no hablar de aplicar el impuesto especial sobre los beneficios bancarios que ya han puesto en marcha varios países europeos, por no mencionar la posibilidad de eliminar temporalmente las desgravaciones fiscales por fundaciones culturales o patrocinios de eventos y alguna que otra medida de esas más drásticas que parecen no ser, por decirlo de algún, el modo de pensar y sentir del liberalismo capitalista que parece incuestionable en nuestros días.
Así que mi único reproche a Don Mariano, en estos días en los que parece demasiado abrumado como para dar la cara, es que sí tenía más opciones, muchas más opciones y se ha negado a llevarlas a cabo.
La próxima vez quizas debería mirar más alos hombros que permanecen sin peso alguno en esto de la crisis antes de decidir quesu única opción es cargarlo todo sobre las mismas espaldas.
Las opcioneslas hay. Simplemente tienes que tener claro para qué y para quién gobiernas. Claro, quea lo mejor Don Mariano, lo tiene claro después de todo..
PD
Siento haberos privado en esta ocasión de mi florida y barroca prosa -¡que bien lo habreís agradecido, cacho perros!, pero enesto de la crisis, entre los que me piden que de pruebas del o que digo y los que me exigen que aporte soluciones a cada queja que enumero me encuentro obligado en ocasiones a está borágine de números.

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