Existe una defensa común, a modo de enroque siciliano, que consiste en gritar "¡demagogia!" ante todo aquello que se dice en contra de cualquier idea que hayamos decidido defender.
Pues bien, gritar demagogia cuando alguien postula contra nuestras ideas con argumentos que no se consideran sólidos es tan absurdo como si se gritara "¡Noetica!" o "¡Biométrica!
Porque la demagogia es, solo para que conste:
1. f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
2.f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.
Así que, para empezar la demagogia, no es sinónimo de argumentos inconsistentes, de falsos silogismos, de informaciones poco contrastadas ni de sofismas de andar por casa a menos que quien los utilice sea un político y para terminar solamente pueden ejercerla que quieren alcanzar o mantener el poder.
De modo que tu vecino no puede practicar la demagogia, el tendero de la esquina, el amigo insistente, el rival argumentativo o el quiosquero no pueden practicar la demagogia.
Que ya lleva al hartazgo de que se llame demagogo a alguien que está tomando un café en la barra de un bar y no tiene intención alguna de alcanzar la Presidencia del Gobierno
Que comienza a resultar ridículo que se grite "¡Demagogia!" cada vez que alguien piensa más rápido que nosotros y tiene capacidad de unir tres informaciones diferentes en su cabeza para sacar una conclusión independiente sin necesidad de tener que buscar en la Wikipedia a todo correr una frase literal de nadie que le refuerce.
Si queremos gritar "¡Demagogia!" leamos con sentido crítico los programas electorales, que esos sí están llenos de "concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos para tratar de conseguir o mantener el poder", o sea de demagogia pura y dura.
Que a lo mejor estamos tan pendientes de buscarla donde no puede haberla y de usarla como insulto que se nos pasa por alto cuando la tenemos enfrente y la estamos leyendo.
A cada cual lo suyo, por favor.
1. f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
2.f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.
Así que, para empezar la demagogia, no es sinónimo de argumentos inconsistentes, de falsos silogismos, de informaciones poco contrastadas ni de sofismas de andar por casa a menos que quien los utilice sea un político y para terminar solamente pueden ejercerla que quieren alcanzar o mantener el poder.
De modo que tu vecino no puede practicar la demagogia, el tendero de la esquina, el amigo insistente, el rival argumentativo o el quiosquero no pueden practicar la demagogia.
Que ya lleva al hartazgo de que se llame demagogo a alguien que está tomando un café en la barra de un bar y no tiene intención alguna de alcanzar la Presidencia del Gobierno
Que comienza a resultar ridículo que se grite "¡Demagogia!" cada vez que alguien piensa más rápido que nosotros y tiene capacidad de unir tres informaciones diferentes en su cabeza para sacar una conclusión independiente sin necesidad de tener que buscar en la Wikipedia a todo correr una frase literal de nadie que le refuerce.
Si queremos gritar "¡Demagogia!" leamos con sentido crítico los programas electorales, que esos sí están llenos de "concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos para tratar de conseguir o mantener el poder", o sea de demagogia pura y dura.
Que a lo mejor estamos tan pendientes de buscarla donde no puede haberla y de usarla como insulto que se nos pasa por alto cuando la tenemos enfrente y la estamos leyendo.
A cada cual lo suyo, por favor.
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