sábado, mayo 09, 2015

Setenta años de paz, setenta años de guerra.

Podría hablar del presente, de nuestras crisis, nuestras elecciones o las británicas, nuestros terrores y nuestros terrorismos. Pero no están mis crisis, mis elecciones ni mis miedos para hablar del presente.
Podría hablar del futuro, de lo que nos espera, de augurios apocalípticos o de predicciones sosegadas. Pero no está tan claro mi mañana como para hablar de futuro.

Así que hablare del ayer, del ayer que fue hoy. 
Hace setenta años estábamos en guerra. Todos estábamos en guerra. 
En guerra contra nosotros mismos, en guerra contra el terror desatado por un régimen que había nacido de todos nuestros fracasos, había crecido alimentado por todos miedos y nos había invadido con todos nuestros odios.
Europa, América, África y Asia luchaban en una y otra parte contra si mismos, contra todos y cada uno de sus viejos errores.
Hace setenta años eramos uno, queríamos ser uno.
En Las Ardenas, El Alamein, Guadalcanal o Nanking peleábamos a brazo partido, a bala disparada y a sangre derramada por enmendar el error que nuestro silencio había creado, que nuestra indolencia había reforzado.
Y hace setenta dejamos de luchar. Creímos que habíamos ganado y dejamos de luchar.
Dejamos de pensar como uno, dejamos de intentar aunar las voluntades, dejamos de idear estrategias que sirvieran a todos, dejamos de derramar nuestra sangre en bien de otros países, de levantar nuestras armas en defensa y auxilio de otros pueblos.
Dejamos de interesarnos por lo que pasaba allende nuestros reinos, de celebrar las victorias conseguidas por otros. Decidimos dejar de ser terrestres y volver a ser lo que siempre habíamos sido hasta entonces fuera la que fuera la bandera, estandarte o pendón bajo el que habíamos luchado en la única guerra que luchamos por todos.
Y en la paz comenzamos de nuevo a pensar en nosotros, a barrer para casa, a tirar de lo nuestro.
Volvimos otra vez a tirar la basura en casa del vecino, a mirar con recelo al que llega de lejos, a buscar un culpable para nuestros errores, a mirar siempre el mundo desde el prisma que habíamos elegido. A ser solo nosotros. 
Hace setenta años estábamos en guerra. En la última guerra que luchamos por La Tierra, por el mundo de todos.
Podría hablar de hoy o disertar sobre nuestro futuro pero, después de setenta años de una guerra infinita de siete mil millones de mundos con un solo individuo combatiendo los unos con los otros por tener la razón, por quedar por encima, por destacar lo propio...
¿De qué nos serviría?
Hace setenta estábamos en guerra y llegaba la paz. Hoy, llevamos setenta años de guerra y la paz nunca llega, no acaba de llegar.

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