Y ahora los habrá que dirán que los pactos post electorales son antidemocráticos porque no respetan la voluntad mayoritaria de los votantes.
Y ahora aparecerán los que digan que las mayorías que se obtienen de las sumas no son igual de relevantes, libres y democráticas que las que están compuestas por un solo factor.
Y ahora surgirá gente que no habrá votado pero que, como si fueran militantes de toda la vida, exija a los partidos que "respeten su esencia" o "mantengan sus principios puros" y les eche en cara que accedan a los gobiernos municipales y autonómicos por la vía del pacto programático, como si el diálogo, el acuerdo y el pacto no hubieran de estar en la esencia y los principios de todos los partidos.
Y ahora surgirán hablarán otros que desearán que aquellos a los que llamaron "radicales" se comporten como tales en beneficio de su partido, que no acuerden, que transformen la política en una trinchera, que les acusen de no ser lo suficientemente antisistema.
Y ahora los habrá que olviden la votación y el juramento de la Sala del Juego de Pelota y que nuestro actual sistema político se logró por primera vez por una votación pactada de siete facciones de tres estamentos diferentes; los habrá que de repente olviden el últimamente tan recordado espíritu de la Transición y que nuestra actual Constitución es fruto de pactos y de acuerdos.
Y ahora los habrá que demuestren una vez más, que si la voluntad popular no les mantiene en el poder no les sirve, que si el entramado democrático no sirve a sus fines no les vale.
Y ahora los habrá que si no son capaces de gobernar con mayoría absoluta, sin que nadie les pueda toser, cambiar el paso o exigir responsabilidades, demuestren una vez más que para ellos solo es un medio molesto y desagradable lo que debería ser un fin en sí mismo.
Los habrá y serán los mismos de siempre. Los que nunca han entendido ni querido entender la democracia.
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