Hay días o noches o todo lo contrario en los que empiezas a escribir cuando deberías empezar a dormir, en los que comienzas a vivir cuando deberías iniciar el camino hacia la resaca y el hastío. Hay días en los que te descubres amaneciendo cuando deberías anochecer y viviendo cuando deberías empezar a morir.
Hay días en que tu lucha por el mundo se transforma en algo distante y evitable, en que tu supervivencia se convierte en algo transitorio, que tu fuerza , tu soberbia, tu inteligencia y tu fatua arrogancia se trasforman en algo inconsistente, fútil e innecesario.
Hay días con sus noches que vives te acuestas y despiertas entre amigos.
Y esos días te devuelven el alma, te curan las heridas, te salvan de ti mismo, te conforma la vida, te construyen la calma.
Hay días que descubres que aunque no puedas ganar en todas las batallas que te impones luchar, ya has ganado la guerra que nunca soñaste pelear. Hay noches que la cadera de una mujer hermosa, querida y añorada es solo una almohada en la que poder dormir, hay días que la risa de un hombre leal, cansado y a veces derrotado es la única victoria que ansías y al fin logras conseguir.
Hay días en que el mundo se para y te permite sentir el gozo indescriptible de dejar de sufrir. Hay días en que la noche, los amigos, las risas, la comprensión y la fuerza de vidas compartidas, de canciones robadas y de almas paralelas te dejan un momento, un sagrado momento, vivir la certeza de poder ser feliz.
Hay días con sus noches que el pasado no importa, que la sangre en tus manos se transforma en maná caído de los cielos, que los viejos amigos te vuelven a la vida para recordarte que siguen en su sitio, que siguen con sus retos, que apoyan la rodilla sobre el mástil gastada de la lanza que clavaste en el suelo por defender tus sueños, por atacar tus miedos, por luchar contra un mundo que se hacía pequeño, que te hacía pequeño, que se ahogaba en el miedo.
Hay días con sus noches en los que nada importa que te amen o te odien, te escuchen o te ignoren, te sigan o te eludan, te premien o te castiguen por crímenes y errores que nunca cometiste.
Hay días que vives, que duermes y despiertas rodeado de amigos, de esos que se dejan el alma por mantener la tuya, que se dejan la calma por ayudarte a lidiar con todas tus tempestades. De esos que nunca van a dejarte morir por no perder la vida que tú aún conservas por ellos.
Hay días, solo unos pocos días, unos días felices, en los que bendices el insomnio por permitirte verles a ellos dormir.
Hay días que te acuestas y despiertas entre risas, reproches, discusiones y amigos.
Hay día con sus noches que merece la pena recordar.
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