Nos vamos de nosotros y de lo que hemos de hacer con un soplo de viento y esperamos resistir mil tempestades. No estamos para nadie y esperamos quedarnos para siempre.
No soportamos la luz del mediodía y creemos poder aguantar toda la noche. No miramos adentro y esperamos que nos vean desde fuera, no cambiamos el rumbo y pedimos que otros acomoden su paso a nuestro ritmo.
No toleramos el sufrimiento propio ni un segundo y esperamos que otros sufran y padezcan dolores por nosotros. Nos matamos por nada, nos gritamos por todo y aun así nos sentimos con derecho a exigir que otros mueran y callen por nosotros.
Nos mentimos mintiendo a todo el mundo y ansiamos de los otros la verdad, nos tragamos los miedos con saliva y demandamos de otros el valor, no hacemos aquello que podemos y pedimos de otros imposibles, no admitimos errores y cargamos contra cualquier despiste que veamos.
No amamos y queremos que nos amen, no escuchamos y pretendemos que nos presten oídos, no aguantamos el peso ni de un pequeño gramo de desdicha y hacemos que otros carguen con toneladas de miseria por nosotros.
No nos hacemos grandes y queremos que el mundo y los demás se nos vuelvan pequeños para que no se note, no cedemos pero exigimos rendiciones, no pactamos pero solicitamos compromisos, no combatimos pero queremos vencer cada batalla. No creemos pero rogamos que dios nos cure el alma.
No probamos y exigimos mil pruebas a los otros, no arriesgamos pero arrastramos a todos al peligro. No aceptamos reproches pero gastamos el tiempo y la garganta en reprender todo aquello que creemos erróneo.
No damos y ansiamos recibir, no batimos las alas y esperamos volar. No nos vamos y queremos volver.
Ojala pudiéramos odiar como nos aman, herir como nos curan, matar como nos viven. Ojala el destino supiera castigarnos a ser lo que hemos sido, a morir como hemos vivido.
Vivimos como somos. Pero logramos morir de otra manera.
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